Cruz de San Benito, sacramental contra el Maligno

Crux Sancta sit mihi lux, non Draco sit mihi lux, Vade Retro Satana, 

numquam suadeas mihi vana, sunt mala quaea libas, ipse venena vivas

Sección Biología:

La preservación del ADN (parte I)

- un escollo molecular a la presunta antigüedad de nuestro mundo -

 

La molécula de ADN, como describíamos en ediciones previas, es inmensamente compleja. Esa complejidad implica una notable fragilidad, ya que cada una de las bases nitrogenadas que ordenadamente lo componen está sujeta a la posibilidad de mutaciones por distintos factores externos (radiación cósmica de fondo, sustancias químicas mutagénicas, virus y un inabarcable etcétera).

La posibilidad de conservar ADN a lo largo de milenios dio lugar a la saga literaria y cinematográfica de Parque Jurásico, en la cual se clonaban animales extintos a partir de su ADN, hipotéticamente preservado en la sangre contenida en el tubo digestivo de mosquitos, a su vez preservados en ámbar. Los hombres de ciencia, sin embargo, reconocen que es virtualmente imposible conservar ADN a lo largo de centurias sin que los factores que antes citábamos se encarguen de destruirlo o, al menos, recuperarlo parcialmente conservado (existe al respecto un breve pero interesante artículo de B. Sykes en la prestigiosa Nature, redactado allá por 1991, para quien desee consultarlo).

Como curiosa paradoja (o no tanto), en la misma revista se publicó en 2000 el descubrimiento de una cepa de bacterias, las cuales pudieron ser «revividas» tras permanecer inactivadas en cristales de sal después de... 250 millones de años, en una mina en Nuevo México (EE.UU.), según el grupo de investigadores, liderado por los conocidos biólogos Russell Vreeland y Walt Rosenzweig, de la Universidad de Pensylvannia.  

Bacillus spp

Figura 1.- Bacillus spp, presuntamente resucitados después de 250 millones de años

Imaginen que, si preservar una «simple» molécula de ADN a lo largo de las centurias es poco menos que imposible, la preservación de un ser vivo completo (por más que este sea unicelular, como una bacteria) es aún más complicada y remota. Todos conocemos la existencia de estados como la hibernación, en la cual la «maquinaria» biológica disminuye su actividad al mínimo indispensable para mantener vivo a un organismo, cosa que de hecho, ocurre con numerosos reptiles.

Quizás uno de los ejemplos más sorprendentes al respecto es el de los murciélagos, que como buenos mamíferos son animales anatómica y fisiológicamente complejos, capaces de permanecer todo el invierno en un verdadero estado de animación suspendida, con su corazón latiendo 2 veces por minuto o respirando unas pocas veces por hora. O acaso, en un terreno aún más apasionante, lo que sucede con un paciente que sufre un paro cardiorrespiratorio en que el apoyo externo que remeda los latidos cardíacos y la respiración le permite evitar la muerte por unos pocos minutos.

Sin embargo, en todos estos casos existe soporte nutricional (reservas acumuladas por el animal previas a la hibernación), de oxígeno (merced a la aún presente respiración) y contra las inclemencias climáticas. El ejemplo de las bacterias presuntamente halopreservadas en Nuevo México es más que llamativo, ya que hablamos de seres que habrían conservado su estructura indemne rodeados de un medio hostil, lejos de nutrientes y oxígeno y en las deletéreas profundidas de una mina.

Es posible plantearse entonces al menos 2 hipótesis:

 

Es hasta irrisorio que los hombres de ciencia tomemos en muchas ocasiones meras teorías (en realidad, hipótesis en el mejor de los casos) como si fueran verdades absolutas y reveladas. Si bien el ejemplo más acabado es el evolucionismo, quizás nos encontremos haciendo lo mismo en relación al origen y a la edad real del Universo. Este ejemplo, pequeño y bacteriano, es sólo una gota de agua en el océano de la incertidumbre; en la próxima edición nos toparemos con otra gota... del tamaño de un dinosaurio.

Revista Digital Fides et Ratio - Agosto de 2006

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