Peces y panes

Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt coeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis

Sección Historia: 

la eutanasia y el Tercer Reich

En tiempos donde la vida humana parece valer muy poco, donde aquellas fuerzas que no son laboralmente rentables desde el punto de vista del capitalismo de mercado, acaso vale recordar que nuestra historia es claramente pendular.

En momentos donde hablamos de eutanasia sin tener real dimensión del problema desde todos los aspectos (biológico, social, cultural y político), donde sólo se vislumbra el aspecto económico del problema, quizás vale recordar que la eutanasia ya ha gozado en algún momento de la historia humana de aval del Estado.

No es necesario que nos remontemos a la Antigua Grecia para ver como los niños con capacidades diferentes eran arrojados al vacío desde el monte Athos de Esparta a poco de nacer. Simplemente debemos dar un vistazo al convulsivado y diabólico siglo XX para vernos reflejados con una mezcla ambigua de tristeza y vergüenza.

Recordemos que la Alemania nazi inició su operación sobre Polonia el primero de septiembre de 1939. En ese mismísimo día, el Tercer Reich daba vía legal a la primera forma de eutanasia sistemática, el denominado plan T-4, merced al cual se permitía que los psiquiatras dispusieran de la vida de aquellos enfermos mentales que, a su juicio, no tendrían cura posible.

En términos sinópticos, se preguntaba a los directores de las instituciones alemanas de salud mental sobre el tipo de enfermedad que aquejaba a los pacientes, el tiempo de internación y... la capacidad para el trabajo. Realizadas estas encuestas, los responsables del T-4 decidían que pacientes vivirían y cuales morirían. Los destinados a la ejecución fueron los tristes «pioneros» en el uso de las cámaras de gas. Esta metodología se prolongó entre 1939 y 1941, tras lo cual se replantearon los objetivos del programa.

Entre la nueva lista de «candidatos», se propuso incluir a los tuberculosos (la enfermedad no tenía tratamiento eficaz en aquel tiempo) y... a los gerontes, por el hecho de no ser elementos útiles para la economía del gobierno, centrada en ese momento en la guerra.

Durante la primera fase de dicho conflicto, el plan T-4 abarcó también el invadido territorio soviético y no se vaciló en su aplicación a la propia población alemana afectada por los trastornos psicosociales generados por el conflicto bélico.

Estos crímenes, que como se mencionó antes fueron realizados por médicos, sirvieron de experiencia y enseñanza para las matanzas aberrantes de los campos de concentración de civiles judíos, gitanos, católicos, presos políticos y prisioneros de guerra.

Lamentablemente, estos horrores no son sólo un recuerdo inicuo de su pasado al que nunca deberíamos regresar (pese a que numerosos implicados en esta masacre fueron cobijados por la Argentina peronista, incluyendo a Joseph Mengele). Con pesar debemos reconocer que la medicina nazi ha vencido en la guerra.

Esa semilla espantosa de maldad florece hoy intentando imponer la eutanasia (y sus hermanos, el aborto y la eugenesia) como método de control de aquella población «inútil» para la sociedad moderna. Pacientes en tratamiento paliativo, personas con secuelas físicas, hermanos con capacidades diferentes físicas o cognitivas y un creciente etcétera se encuentran en la mira de gobiernos y numerosas organizaciones no gubernamentales (alguna de ellas consultora de la ONU) con argumentos que poco tienen que envidiar al Tercer Reich... pero con los recursos técnicos y mediáticos del siglo XXI.

Se habla hoy por hoy del «derecho a la muerte», cuando no se respeta el derecho a la vida, permitiendo guerras, matanzas étnicas y abortos. Se habla del «derecho a elegir como concluir mi vida» cuando la vida es un don de Dios, de la cual somos responsables pero no somos dueños.

El gran «éxito» del modelo nazi fue construir una suerte de simulacro, un pequeño globo de ensayo de lo que quizás será el Reino del Anticristo profetizado tanto en los Evangelios como en las cartas de San Pablo y San Juan y en el Apocalipsis. El nazismo era un modelo sin Dios, que poco tiene que envidiar al modelo actual, también alejado cada vez más del Creador, único dueño de la vida humana que, por lo tanto, es sagrada.

 

Revista Digital Fides et Ratio - Mayo de 2007

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