Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt coeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis
Sección Historia: La Salette (segunda parte)
Como
comenzamos narrando en la
primera parte de este artículo, la Santísima Virgen María reveló en 1846
en La Salette (Francia) sendos secretos a los videntes Melanie Mathieu y
Maximino Giraud. El primero de ellos es el que comúnmente conocemos como «el
Secreto de La Salette».
Un
extracto del mismo fue publicado en 1879 por la propia Melanie, con imprimatur
del Obispo de Lecce (Italia). Recién en 1922 se divulgó el texto completo, con
licencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Así,
Nuestra Señora nos brindó en el siglo XIX un panorama contundente de los
momentos que vendrían y llamó a los verdaderos imitadores de su Hijo (los «Apóstoles
de los Últimos Tiempos») para la reconciliación de los hombres con su
Creador. Uno de los ejes centrales del secreto es la Gran Apostasía, ya
anunciada por San Juan en el Apocalipsis (al igual que en este hermoso libro de
la Bibilia, es destacable que las profecías de La Salette no parecen guardar un
orden sucesivo de correlato). No debemos olvidar que esa Gran Apostasía ya fue
denunciada en noviembre de 1972 por Pablo VI («el humo del infierno se ha
infiltrado en la Iglesia de Dios»).
De
acuerdo a las publicaciones oficiales, Nuestra Señora le dijo a la vidente:
«Melanie,
esto que yo te voy a decir ahora no será siempre secreto; puedes publicarlo en
1858: los Sacerdotes, Ministros de mi Hijo, por su mala vida, por sus
irreverencias e impiedad al celebrar los santos misterios, por su amor al
dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de
impureza. ¡Sí!, los Sacerdotes piden venganza y la venganza pende de sus
cabezas. ¡Ay de los sacerdotes y personas consagradas a Dios que por sus
infidelidades y mala vida crucifican de nuevo a Mi Hijo! Los pecados de las
personas consagradas a Dios claman al Cielo y piden venganza, y he aquí que la
venganza está a las puertas, pues ya no se encuentra nadie que implore
misericordia y perdón para el Pueblo. Ya no hay almas generosas ni persona
digna de ofrecer la víctima sin mancha al Eterno, en favor del mundo. Dios va a
castigar de una manera sin precedentes. ¡Ay de los habitantes de la Tierra...!
Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos.
¡Los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la
penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias, se han convertido en
estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos
perecer. Dios permitirá a la serpiente antigua poner divisiones entre los
soberanos, en las sociedades y en las familias. (...)»
«La
sociedad está en vísperas de las más terribles calamidades y los más grandes
acontecimientos. Se verá obligada a ser gobernada por una vara de hierro y a
beber el cáliz de la cólera de Dios. Que el Vicario de mi Hijo, el soberano
Pontífice Pío IX, no salga ya de Roma después del año de 1859; pero que sea
firme y generoso; que combata con las armas de la fe y del amor. Yo estaré con
él. (...) Italia será castigada por su ambición de querer sacudir el yugo del
Señor de los Señores. (...) La sangre correrá por todas partes. Las Iglesias
serán cerradas o profanadas. Los Sacerdotes y religiosos serán
perseguidos.(...) Muchos abandonarán la Fe, y el número de Sacerdotes y
religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande. Entre estas
personas se encontrarán incluso Obispos.»
«Que
el Papa se ponga en guardia contra los obradores de milagros, pues llega el
tiempo en que los prodigios más asombrosos tendrán lugar en la tierra y en los
aires. (...) Lucifer, con gran número de demonios, serán desatados del
Infierno; abolirán la fe, aún entre las personas consagradas a Dios. (...)
Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y perderán a muchísimas
almas. Los malos libros abundarán en la Tierra y los espíritus de las
tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo
relativo al servicio de Dios. Habrá Iglesias para servir a esos espíritus.
(...) ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a
amontonar riquezas, a poner a salvo su autoridad y dominar con orgullo!»
«El
Vicario de Mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será
entregada a grandes persecuciones. Esta será la hora de las tinieblas. La
Iglesia tendrá una crisis espantosa. Dado el olvido de la santa Fe en Dios,
cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes.
(...) El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para
recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin
poder poner fin a sus días; pero ni él ni su sucesor verán el triunfo de la
Iglesia de Dios. Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será
abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al
materialismo, al ateísmo, (...) a toda clase de vicios.»
«Que los que estén al frente de las comunidades religiosas vigilen a las personas que han de recibir, porque el demonio usará toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas a personas entregadas al pecado, pues los desórdenes y el amor de los placeres carnales se extenderán por toda la Tierra. Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre correrá por las calles; el francés luchará contra el francés, el italiano contra el italiano... habrá una guerra universal que será espantosa. Por algún tiempo Dios no se acordará de Francia ni de Italia, porque el Evangelio de Cristo no es ya conocido.»
«Los
malvados desplegarán toda su malicia. Al primer golpe de su espada fulminante
las montañas y la naturaleza temblarán de espanto, porque los desórdenes y
los crímenes de los hombres traspasan la bóveda de los Cielos. París será
quemado, y Marsella engullida; varias grandes ciudades serán sacudidas y
engullidas por terremotos. Se creerá que todo está perdido. No se verán más
que homicidios, no se oirá más que ruido de armas y blasfemias. Los justos
sufrirán mucho, sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el
Cielo, y todo el Pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia e implorarán su
ayuda e intercesión. Entonces Jesucristo, por un acto de justicia y de su gran
misericordia con los justos, mandará a sus ángeles que destruyan a todos sus
enemigos. Los perseguidores de la Iglesia de Cristo y los hombres dados al
pecado perecerán de golpe, y la Tierra quedará como un desierto.»
«Entonces
será la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será
servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas partes. Los
nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte,
humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El
Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán grandes
progresos en la fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo, y los
hombres vivirán en el temor de Dios.» (...)
«La
Tierra será castigada con todo género de plagas. Habrá guerras, hasta la última
que la harán los diez reyes del anticristo, los cuales tendrán todos un mismo
plan, y serán los únicos que gobernarán al mundo. Antes que eso suceda, habrá
una especie de falsa paz en el mundo; no se pensará más que en divertirse; los
malvados se entregarán a toda clase de pecados; pero los hijos de la Santa
Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, creerán en el amor de
Dios y en las virtudes que me son más queridas. Dichosas las almas humildes
guiadas por el Espíritu Santo, Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la
plenitud de la edad.»
«La
naturaleza clama venganza contra los hombres, y tiembla de espanto en espera de
lo que debe suceder en la Tierra encharcada de crímenes. Temblad, Tierra, y
vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente os
adoráis a vosotros mismos, ¡temblad!, pues Dios va a entregaros a sus
enemigos, porque los lugares santos están en la corrupción. Muchos conventos
no son ya casa de Dios, sino pastizales de Asmodeo. Durante este tiempo nacerá
el anticristo... Hará prodigios y no se alimentará sino de impurezas. ... Se
cambiarán las estaciones... Los astros perderán sus movimientos regulares. La
luna no reflejará más que una débil luz rojiza. El agua y el fuego causarán
en el globo terrestre movimientos convulsivos y horribles terremotos.»
«Roma
perderá la Fe y se convertirá en la sede del anticristo. Los demonios del
aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y
los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de sus fieles servidores
y de los hombres de buena voluntad. El Evangelio será predicado por todas
partes. Todos los pueblos y todas las naciones conocerán la verdad.»
«Hago una apremiante llamada a la Tierra, llamo a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina en los Cielos, llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero salvador de los hombres. Llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se me han consagrado a fin de que los conduzca a mi Divino Hijo, los que llevo, por decirlo así, en mis brazos, los que han vivido de mi espíritu. Finalmente... llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento, y desconocidos del mundo.»
«Ya
es hora que salgan y vengan a iluminar la Tierra: id y mostraos como mis hijos
queridos, yo estoy con vosotros y en vosotros, con tal que vuestra fe sea la luz
que os ilumine en esos días de infortunio. ... Luchad, hijos de la luz,
vosotros pequeño número... pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el
fin de los fines. La Iglesia se oscurecerá, el mundo quedará consternado. Pero
he ahí Enoch y Elías, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza
de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán
consoladas. Harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo, y
condenarán los errores diabólicos del anticristo.»
«¡Ay
de los habitantes de la Tierra...! Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes
y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso...
Tempestades que destruirán ciudades, terremotos que engullirán países; se oirán
voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza contra los muros, llamarán
a la muerte. ... La sangre correrá por todas partes. ¿Quién podrá resistir
si Dios no disminuye el tiempo de la prueba? Por la sangre, las lágrimas y
oraciones de los justos, Dios se dejará aplacar. Enoc y Elías serán muertos.
Roma pagana desaparecerá, caerá fuego del cielo y consumirá tres ciudades; el
universo entero estará preso del terror, y muchos se dejarán seducir por no
haber adorado al verdadero Cristo, que vivía entre ellos.»
«Ha llegado el tiempo. El sol se oscurece, solo la fe vivirá. Aquí está el tiempo. El abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. Aquí está la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del mundo. Se elevará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo. Será sofocado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá. Y la Tierra, que llevará tres días en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego. Será hundido para siempre, (el anticristo), con todos los suyos, en los abismos eternos del infierno. Entonces el agua y el fuego purificarán y consumirán todas las obras del orgullo de los hombres y todo será renovado. Dios será servido y glorificado.»
El
secreto, ampliamente coincidente con el Apocalipsis, narra el triunfo definitivo
de la Iglesia, después del Juicio de las Naciones, donde seremos un solo rebaño
y un solo Pastor. También se habla del anticristo, líder máximo de la Gran
Apostasía, y de los 2 testigos que condenarán los errores del anticristo, que
serán vencidos y muertos (en coincidencia con el noveno capítulo del
Apocalipsis).
Por
su parte, algunas profecías ya se han cumplido:
à Que el
Papa no saliera de Roma después de 1859 (año a partir del cual, vencida la
gran potencia católica de Austria, se intentó que el Papa abandonara Roma para
conseguir la unificación italiana, forjada por masones)
à La caida
de Napoleón III («sobre la propia espada de la cual quería servirse para
obligar a los pueblos a ensalzarlo» parece una referencia a Prusia, vencedora
de la guerra francoprusiana de 1870).
à El desconcierto de la doctrina y la apostasía de los fieles («Muchas casas religiosas se apartarán de la verdadera fe.») con una especial responsabilidad del clero
Quizás
sea prudente recordar como cierre a estas líneas a uno de los más
extraordinarios hombres de nuestro tiempo, Juan Pablo II, cuando en una
audiencia privada del 20 de Enero de 1982 comentó en relación al mensaje de La
Salette que «estamos en el corazón de las profecías.»
Revista Digital Fides et Ratio - Noviembre de 2006