Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el «Doctor Angélico», patrono de la educación católica
Artículo especial: cuerpos incorruptos
Es
por todos nosotros conocido el fenómeno de corrupción de los cuerpos después
de la muerte, debida a la acción de las propias bacterias de nuestro tubo
digestivo, en un principio, y de distintos organismos «descomponedores» en un
segundo tiempo. El análisis detallado de este proceso ha sido fundamental para
el progreso de la ciencia médica y resulta útil en múltiples pericias
legales, constituyendo una disciplina en sí misma llamada tanatología.
Sin
embargo, estos pasos naturalmente inexorables pueden ser modificados
parcialmente por distintos medios tecnológicos o incluso por acción de ciertos
agentes naturales. Las formas más reconocidas de evitar la corrupción de los
cuerpos son la taxidermia (o embalsamamiento, en la cual se tratan y preservan
los tegumentos externos) y la momificación, pudiendo ser esta última producida
por el hombre o fruto simplemente de las condiciones climáticas adecuadas, como
ocurrió con las clases pobres del Antiguo Egipto o con numerosas momias
andinas.
Figura 1.- Momia incaica hallada en San Juan
Sin
embargo, dejando de lado los cadáveres embalsamados o momificados, existe otra
forma de conservación de los cuerpos, en la cual, sin mediar procedimiento
alguno realizado por el hombre, el proceso de corrupción no se desarrolla o
bien ocurre a una tasa tan lenta que no resulta explicable.
Esto
se conoce con el nombre de incorrupción, y se caracteriza por dos
hechos fundamentales:
-
no existe absolutamente modo alguno (biológico, médico o científico «racional»)
capaz de explicar el fenómeno
-
sólo ocurre en el seno de la Iglesia Católica
Figura 2.- Beato Sebastián de Aparicio (fallecido en México en 1600)
Efectivamente,
es notable la cantidad de personas ejemplares en la historia de la Iglesia que
han sido agraciadas con esta particular condición, ya que sus cuerpos se
encuentran hoy día virtualmente sin cambios con respecto al día de su
fallecimiento, sin que técnica o método alguno hayan contribuido a que así
sea. Se trata de un don sobrenatural que cientos de años de ciencia moderna no
han podido explicar.
Es
claro que el Creador por su intercesión ha preservado incorruptos los cuerpos
mortales de santas y santos, manifestando su Gloria y su potestad sobre la
naturaleza, casi desafiando abiertamente nuestra incredulidad.
Figura 3.- San Juan Bosco, incorrupto (fallecido en Italia en 1888)
Algunos
de estos cuerpos se acompañan incluso de otros fenómenos milagrosos, como
emanar olor a rosas.
Por
mencionar solamente algunos ejemplos, y sin dar una lista excluyente, podemos
citar entre otros a:
Beata Jacinta Marto (vidente de Fátima)
Beato
Ángelo de Acri
San
Anselmo de Biaggio
San
Bernardino de Siena
San
Ignacio de Laconi
San
Juan Bosco (el santo de los jóvenes)
San
Juan de la Cruz (doctor de la Iglesia)
San
Juan Vianney
San
Silvano (incorrupto desde hace 1700 años)
Santa
Aurelia
Santa
Bernardita Soubirous (vidente de Lourdes)
Figura 4.- Santa Bernardita (fallecida en Francia en 1879)
Santa
Catalina de Bolonia
Santa
Catalina de Siena
Santa
Catalina Laboure (vidente de la Medalla Milagrosa)
Santa
Clara de Asís (fundadora de las Clarisas)
Santa
Clara de Montefalco
Santa
Margarita de Alacoque
Santa Rita de Casia
Figura 5.- Santa Rita de Casia (fallecida en Italia en 1457)
Este proceso maravilloso y científicamente inexplicable no hace más que revelarnos el absoluto dominio de Dios sobre su Creación, pasmando nuestra diminuta soberbia científica y mostrando que el único camino es la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo hace ya 2000 años.
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