San Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia

Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el «Doctor Angélico», patrono de la educación católica

Artículo especial: el matrimonio como lugar de salvación

Se ha inaugurado recientemente el sitio católico español Catholicosonline.com, que puede ser visitado en sus versiones en catalán y en castellano. La página contiene abundante información de gran provecho para la vida espiritual. De allí hemos tomado este texto de su director, el padre Josepmaria March acerca del sacramento del matrimonio

 

"El matrimonio como lugar de salvación"

¿Existe alguna diferencia entre el matrimonio y otras formas de vida como puede ser la vida consagrada o el sacerdocio? 

Es conveniente preguntarnos respecto a las características y peculiaridades de lo que es o debería ser el modo de vivir como discípulos y misioneros el matrimonio y la familia. Ya desde los primeros tiempos se preguntaba cómo eran los cristianos y en qué se diferencian. En la Carta a Diogneto se afirma: 

 “Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne. Están sobre la tierra, pero su ciudadanía es la del cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los desconoce, y con todo se los condena. Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos. Les falta todo, pero les sobra todo. Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra. Son calumniados, y en ello son justificados. «Se los insulta, y ellos bendicen». Se los injuria, y ellos dan honor. Hacen el bien, y son castigados como malvados. Ante la pena de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos les declaran guerra como a extranjeros y los griegos les persiguen, pero los mismos que les odian no pueden decir los motivos de su odio.

Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo. El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible. La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, sólo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, sólo porque renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros que la odian, y los cristianos aman también a los que les odian.” 

 

Todo estado de vida es discipulado, seguimiento de Cristo, mas en el matrimonio y familia tiene una forma de seguimiento diferente que se expresa en formas peculiares. De este modo, en el matrimonio, por ejemplo, la vivencia de la sexualidad en Cristo se realiza a través de ella -en la vida consagrada se vive por encimaa de ella, nunca contra ella, pues rompería la vida afectiva-. También en el matrimonio la vida comunitaria es peculiar al igual que la vivencia de las bienaventuranzas evangélicas, pues tienen su contexto y su situación de tonalidad particular. 

El matrimonio es un camino por el que el hombre y la mujer crecen juntos en la fe, en la esperanza y en la caridad y testimonian a los otros, a los hijos y al mundo, el Amor de Cristo. Al igual que el sentimiento amoroso entre hombre y mujer, existe el ámbito de la familia que se extiende a través de la paternidad y de la maternidad a la relación entre padres e hijos, definida por la dimensión afectiva parental y filial en consonancia con las diversas edades. 

Pero este camino inicia ya en el noviazgo, porque el cristiano entiende el noviazgo como itinerario de fe hacia el sacramento y la vida cristiana de pareja y ¿cómo no? también comprende la viudez o abandono de un cónyuge u otra circunstancia. 

No podríamos comprender el matrimonio y la familia sino desde la fe, desde la Palabra de Dios y en continuidad con todos los sacramentos. Y es que el matrimonio no se reduce a un testimonio de un amor humano total y fiel, sino que significa el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia, y de este modo se orienta hacia la santidad, hacia la realización como discípulos y misioneros de Jesús, en virtud del Bautismo. 

Nos exhorta el Concilio Vaticano II, en Gaudium et Spes # 48: 

“Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento personal e irrevocable. Así, del acto humano por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente, nace, aun ante la sociedad, una institución confirmada por la ley divina. Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana.”

El matrimonio, como camino e itinerario de discipulado supera a lo meramente institucional, jurídico u orden social, ya que es densamente sacramental. La identidad del matrimonio y familia cristiana no se sitúa, entonces, en el plano meramente ético de unidad, fidelidad, servicio a los demás y fecundidad, sino de entender estos valores no como fruto de conquista, sino como dones de Dios, y es lo que se hace nuevo en Cristo y con Cristo. Cristo, con su muerte y resurrección ha conferido una radical relación con Él en el matrimonio y familia y ha constituido la familia en lugar de salvación, de gracia, de servicio. No tenemos otra “imagen” más que la imagen de Dios, Cristo, su amor y entrega en totalidad de ser y hacer, no nos sometemos a ningún modelo que parta del hombre y termine en el hombre, ningún sociologismo o antropología independiente de Dios, todo será entonces, desde la historia y la fe. 

El matrimonio, por tanto, es búsqueda de santidad, una dimensión de fe, de amor y servicio a Dios, un itinerario peculiar de nuestro ser en virtud del Bautismo discípulos y misioneros de Jesús. 

 

Aclaremos bien cuál es el modelo de Vida cristiana, porque es desde aquí que surgen todos los malentendidos y tergiversaciones acerca de las distintas vocaciones o carismas: 

 

En consecuencia, el matrimonio y la familia es propiamente Sacramento de la Vida cristiana, que no, como no pocos han considerado ésta, una realidad secundaria y hasta inferior y marginal a la vida cristiana.

La vida cristiana no se reduce a la vocación a la virginidad, a la pobreza, a la obediencia jerárquica o al contrato u obligatoriedad, sino que Cristo redescubre la pluralidad de vocaciones, carismas y ministerios eclesiales para vivir la única llamada y fundamental de todos a la santidad. El matrimonio es un lugar de salvación, reitero, donde se puede llegar a la santidad, tanto como en una vida consagrada o sacerdotal.

¡¡Paz a todos, hermanos!!

P. Josepmaría March

 

Revista Digital Fides et Ratio - Noviembre de 2007

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