Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el «Doctor Angélico», patrono de la educación católica
Artículo especial: el católico y la política
por el padre Jordi Rivero (extraido de "Corazones.org")
«El hombre no puede separarse
de Dios, ni la política de la moralidad» (Juan Pablo II)
Los católicos
debemos participar en la política porque somos ciudadanos responsables por el
bien de la sociedad y del país. La solución a la corrupción política no es abandonarla, sino
participar con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del
mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida interior pero, si esta es
auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la
corrupción, la luz permite que se vea la verdad.
Es necesario
formarse en la fe y la Doctrina Social
de
Hay una jerarquía de valores. El
valor principal es
el respeto a la vida humana. Si un candidato favorece el aborto o la eutanasia, no respeta al ser humano y no se
debe votar por él aunque en otros aspectos parezca bueno. Los derechos humanos forman
parte de la ley natural, la cual es accesible a
la razón cuando se busca con sincero corazón. Toda autoridad legítima procede
de Dios y debe someterse totalmente a Dios. Cuidado que no
sea sólo de palabra, sino que en efecto demuestre coherencia con la moral.
Ningún gobierno, partido o político
se puede confundir con el Reino de Dios. Cuidado con los mesianismos políticos, que se
presentan como salvadores de la humanidad. "Ningún
partido representa a
Evitar:
1- Apasionarse o preferir la afiliación política por encima de la razón y la
moral.
2- Un concepto teocrático de la política. Cardinal Ratzinger: «La justa profanidad de la política
excluye la teocracia».
La Doctrina Social de
Los obispos de
México a los políticos: "A los políticos católicos les recordamos el deber
moral que tienen en su actuación pública, especialmente a los legisladores, de
mantenerse fieles a la doctrina del evangelio, conservando su compromiso claro
con la fe católica y no apoyando leyes contrarias a los principios morales y
éticos como son los que atentan contra el derecho a la vida o en contra de las
instituciones de la familia y el matrimonio. Sólo la adhesión a convicciones
éticas profundas y una actuación coherente pueden garantizar una acción
pública, honesta y desinteresada, de los legisladores y gobernantes."
«Todo aquel que ha proclamado que
quiere prestar un servicio, un servicio a nuestra patria en funciones muy
diversas, tiene que mostrar en la práctica que en realidad ha llegado a ese
puesto para servir y no para servirse, no para enriquecerse; sino para dar lo
mejor que tiene en favor del pueblo que tanto lo necesita» (Cardenal
Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México).
"El criterio fundamental para
configurar la propia conciencia es la obligación de evitar el mal y de
favorecer el bien. En temas que afectan a la vida y los derechos de la persona,
el criterio básico es el de aceptar y favorecer lo que esté conforme con la ley
natural, según una valoración moral apoyada en la misma naturaleza humana que
favorece el desarrollo de las potencialidades humanas de acuerdo con el bien de
la persona, en verdad y justicia. Según este criterio difícilmente discutible,
los católicos tenemos claro que no podemos apoyar programas o proyectos políticos
que amenazan el derecho a la vida de los seres humanos desde su concepción
hasta la muerte natural, alteran esencialmente la concepción del matrimonio
desprotegiendo la realidad de la familia, debilitan las bases de la
convivencia. En el caso, nada infrecuente, de que ninguna opción política
satisfaga las exigencias morales de nuestra conciencia, la recta conciencia nos
induce a votar aquella alternativa que nos parezca menos contraria a la ley
natural, más apta para proteger los derechos de la persona y de la familia, más
adecuada para favorecer la estabilidad social y la convivencia, y mejor
dispuesta para respetar la ley moral en sus actividades legislativas,
judiciales y administrativas...
...Para votar responsablemente, es
preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias
opinables y contingentes de orden estrictamente político. Habrá cuestiones
secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer
lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto
ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legítimas
competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por
encima de los avatares políticos." (Monseñor Fernando Sebastián Aguilar,
arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela)
Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.
Evitar la demagogia. Los
políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente.
Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el
sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en
torno a un político o se destruye su reputación basado en la repetición de
falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que
incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los
pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un
sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho
que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la
demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares,
pero que sean justas. Recordemos como Jesucristo fue condenado por las masas
porque matarlo "era conveniente".
El fin no justifica los medios.
Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un
bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el
secuestro, la mentira y la difamación.
Ordenar las prioridades. El bien
común debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se
deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por
quien viola la ley natural aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un
católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como
es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que
todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos,
el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores
fundamentales.
Obligación de participar en la
política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular.
Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente
estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico
no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al
mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano
de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El
que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los
resultantes males. “Los
fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política”
(Concilio Vaticano II, Ch L 42).
Los obispos de Estados Unidos
declararon en 1995: "En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud
y la participación en el proceso político es una
obligación" (Documento "Political Responsibility")
La libertad. La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.
«Hay que obedecer a Dios antes que
a los hombres» (Hch 5, 29)
Revista
Digital Fides et Ratio - Octubre de 2008