Libro XIII

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    El Castillo de las Maravillas se engalanó para saludar a su nuevo señor con un suntuoso banquete, colmado de manjares. Gawan aprovechó de entregar el anillo a su hermana y se propuso ayudar a la pareja a reunirse. Luego de la comida, sacaron las mesas y todos los presentes bailaron alegremente. Entretanto, el escudero que envió Gawan llegó a la corte y entregó la carta a su destinatario. Arturo se comprometió a cumplir, en la medida de sus fuerzas, lo que le pidió su sobrino.
   

    Entre las cuatro reinas que habitaban el castillo estaba Sangive, madre de Gawan; y Arnive, madre de Arturo. Esta última, a pedido del nuevo señor, le relató por qué Clinschor se convirtió a las artes mágicas, y por qué construyó ese castillo. "La inteligente Arnive, que había llegado de la juventud a la vejez con una dignidad que ninguna mujer había alcanzado, le contestó: ‘Señor, estos portentos no son más que pequeños portentos, comparados con las grandes maravillas que erigió en muchos países. Todo el que nos reprocha haber sucumbido a sus artes se ofende a sí mismo. Señor, os diré cómo es. Ha sido malvado para mucha gente. Su país se llama Tierra de Trabajo. Procedía de un antepasado que también había creado muchas obras maravillosas: Virgilio de Nápoles. Clinschor, su pariente, también las creó. Capua era la capital. El llegó a las más altas e intachables cimas de la gloria. Los hombres y las mujeres hablaban del duque Clinschor, hasta que le sucedió una desgracia. Sicilia tenía un noble rey, que se llamaba Ibert. Su esposa llevaba por nombre Iblis y era la mujer más encantadora que había mamado de los pechos de una madre. Clinschor entró a su servicio, hasta que ella se lo recompensó con su amor. El rey entonces lo deshonró'."

    " 'Si os cuento su secreto, tenéis que perdonármelo, pero no es muy decoroso que os diga cómo llegó a la artes mágicas. De un solo corte, Clinschor quedó castrado’. Gawan se rió mucho de esto, pero la reina continuó: ‘En Caltabellota, que es un castillo seguro y famoso, se convirtió en la mofa del mundo. El rey lo encontró con su mujer: Clinschor dormía en sus brazos. Durmió allí caliente, pero tuvo que pagar por ello: el rey con sus propias manos lo dejó liso entre las piernas. El señor del castillo creyó que era su derecho. Lo castró tan bien que nunca pudo volver a dar placer a una mujer. Mucha gente padeció penalidades por ello. Por lo demás, la magia no fue inventada en Persia, sino en una ciudad que se llama Pérsida. Clinschor viajó allí y aprendió cómo conseguir con artes mágicas lo que quería. Debido a la ignominia que había sufrido su cuerpo, guardó siempre rencor a los hombres y a las mujeres (me refiero a los distinguidos). Se alegra de todo corazón cuando puede arrebatar la fidelidad'."

    " 'También un rey llamado Irot, de Rosche Sabins, tenía miedo ante el peligro, por lo que le propuso regalarle todo lo que deseara a cambio de obtener la paz. Clinschor recibió de él este monte, famoso por ser inexpugnable, y además ocho millas a la redonda, y erigió sobre él, como veis, este castillo maravilloso. Aquí hay muchas maravillas de todo tipo. Si se quisiera sitiar el castillo, habría aquí arriba víveres variados para treinta años. Clinschor tiene asimismo el poder sobre todos los malos y buenos espíritus que viven entre el firmamento y la tierra, a no ser que estén bajo la protección de Dios. Señor, como habéis vencido el peligro y habéis salido vivo de él, el regalo que él recibió es ahora vuestro: este castillo y la tierra que lo circunda. El ya no se ocupa de ello. Había dicho públicamente, y hay que confiar en su palabra, que dejaría en paz a quien superase esta aventura y le cedería el regalo. Todos los nobles cristianos - hombres, mujeres y doncellas- que raptó y trajo aquí son ahora, por tanto, vuestros vasallos. También tuvieron que vivir aquí arriba muchos paganos y paganas. ¡Dejadles regresar a sus países, donde tanto se ha llorado por nosotros!'."

    Fastuosamente llegó el ejército de Arturo a la pradera de Joflanze; el sitio acordado para el duelo; y allí establecieron sus tiendas. Posteriormente llegó el ejército de Orgeluse, para apoyar también a Gawan. La pradera se llenó de caballeros.
Gawan se dirigió a su armería y se puso su armadura para ver si sus heridas se habían curado lo suficiente como para que no le dolieran las cicatrices. Quería moverse, ejercitarse, porque muchos hombres y mujeres verían su duelo y en él podrían decidir los experimentados caballeros si su valerosa mano conseguiría ese día la victoria y la gloria. Pidió a un escudero que le trajera a Gringuljete, su caballo, y cabalgó a rienda suelta pues quería entrenarse para que jinete y caballo estuvieran a punto. Cabalgó desde su ejército hasta muy lejos en la pradera. Junto al río Sabins vio parado a un caballero experimentado en combates. Era Parzival, pero Gawan no lo sabía.

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