Libro XV

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    "Parzival cabalgó rápidamente hacia un gran bosque, en tierras inhóspitas, y se encontró a un forastero, rico y poderoso". "Su orgulloso corazón le llevaba a pelear por un noble amor. El joven, experimentado en la lucha, había anclado en el mar, en un puerto natural, al lado del bosque. Tenía veinticinco ejércitos, como convenía a su poderío, y ninguno de ellos entendía la lengua de los demás". "El caballero se separó de su ejército y se adentró solo en el bosque para moverse un poco, aunque en realidad buscaba aventuras".

'Parzival lucha contra su medio hermano Feirefiz' pintura de Franz Stassen.


   "Cuando se vieron, sus ojos brillaron", Parzival se enfrentó a Feirefiz, su medio hermano, sin saberlo. Ambos estaban decididos a luchar, sin otro motivo que el servicio a sus respectivas damas. El pagano puso al cristiano en graves apuros. Feirefiz tenía una fuerza descomunal, amaba de corazón a la reina Secundila, y tenía las piedras preciosas que adornaban su armadura; que con sus eficaces propiedades le despertaban su valor y le multiplicaban sus fuerzas. Parzival tenía de su parte a Condwiramurs, y la piedra más poderosa: el Grial.

    Sin embargo, ambos no pudieron terminar su combate, tuvieron que suspenderlo, pues la espada que Parzival robó a su primo Ither luego de matarlo se rompió al golpear el duro yelmo del pagano. Se sentaron en la hierba para reponer fuerzas, y Feirefiz -hablando en francés con acento árabe- le preguntó su identidad. Cuando reconocieron que provenían del mismo linaje no esperaron más. "Rápidamente se quitaron a la vez el yelmo y el capuchón de mallas. Parzival hizo entonces el más hermoso y más querido hallazgo que había hecho nunca. Reconoció enseguida al pagano, pues tenía manchas como una urraca. Feirefiz y Parzival terminaron sus hostilidades con un beso. La amistad era más propia de ambos que el odio de sus corazones. La fidelidad y el amor pusieron un final a su combate."
  

    "El pagano dijo entonces lleno de felicidad: ‘¡Qué suerte tengo al ver al hijo del noble Gahmuret!. Todos mis dioses se sienten muy honrados por ello. Mi diosa Juno puede sentirse muy dichosa por esta gloria. Júpiter, mi poderoso dios, me ha concedido esta felicidad. Dioses y diosas, siempre amaré vuestro poder. Bendito sea el fulgor del planeta bajo cuyo signo partí en busca de aventuras y que me llevó hacia ti, terrible y querido caballero, que casi me has hecho arrepentirme de mi viaje. Alabados sean el aire y el rocío que cayó hoy sobre mí. ¡Eres la noble llave del amor! ¡Cuán felices se sienten las mujeres que pueden verte!’. ‘Habláis magníficamente. Si pudiera hablaría mejor y con la más ferviente amistad. Pero, por desgracia, no soy tan diestro como para aumentar vuestra noble gloria con mis palabras. Dios conoce mi buena voluntad. Lo que el corazón y los ojos pueden hacer en mi caso, lo hacen. Vuestra gloria habla primero, y ellos la siguen como un eco. Ningún caballero me ha puesto nunca en tan grandes apuros como vos. De ello estoy completamente seguro’ ", dijo Parzival.
   

    Feirefiz había emprendido el costoso viaje a occidente sólo para seguir los pasos de Gahmuret. Cuando se enteró del destino de su padre, se apartó de su hermano y lloró y rió en secreto. Encontró tristeza y felicidad a un mismo tiempo.
   

    Mientras tanto, Arturo había decidido que esperaría a Parzival una semana, sin moverse del sitio, pues todos lamentaban que el noble caballero se hubiera marchado tan sigilosamente de allí. Entonces llegó cabalgando a la corte un mensajero desde Schastel Marveile, quien comunicó que en la columna mágica que había en la atalaya del castillo se había visto un duelo, y que todos los combates que han realizado no eran nada comparados con éste. Arturo supo enseguida que uno de los combatientes era Parzival. En ese momento, se acercaron los dos hermanos guerreros, en sus caballos. Parzival había invitado a Feirefiz a conocer caballeros de su estirpe y rango, y a muchas mujeres hermosas.
   

    Los hijos de Gahmuret contaron en la corte parte de sus hazañas. El poderoso pagano juró entrar en la sociedad de Arturo, la Mesa Redonda. Este acontecimiento se celebró con una gran fiesta en la pradera.
   

    Al feliz círculo llegó cabalgando una dama; en su abrigo resplandecían tórtolas bellamente bordadas representando el blasón del Grial. Todos reconocieron a Cundry en cuanto se quitó los espesos velos que cubrían su velludo rostro. Después de recibir el perdón de parte de Parzival, le comunicó una importante embajada. "Empezó a hablar así: ‘¡Viva el hijo de Gahmuret!. Me refiero al hijo de Herzeloyde. Tengo que dar la bienvenida también a Feirefiz, el de las manchas blancas y negras, en nombre de Secundila, mi señora, y también por el gran prestigio que ha conseguido luchando gloriosamente desde su juventud’. Y siguió diciendo a Parzival: " ‘¡Alégrate y sé razonable! ¡Bendita sea tu buena estrella, dechado de la felicidad humana! En la inscripción que apareció sobre la piedra se leyó que tú debes ser el rey del Grial. Tu esposa Condwiramurs y tu hijo Lohengrin han sido designados también contigo. Cuando abandonaste el reino de Brobarz, estaba en cinta, con dos hijos. Kardeiz tiene allí muchas posesiones. Aunque tu dicha fuera sólo que tú, que siempre dices la verdad, hablaras amablemente con el noble y bello Anfortas, ¿quién conseguiría semejante felicidad? Tu pregunta curará al rey Anfortas, lo liberará de sus terribles penalidades’. "
  

    "Entonces citó los siete planetas en árabe. El poderoso y noble Feirefiz, que estaba sentado con su color blanco y negro delante de ella, los conocía muy bien. Cundry dijo: ‘¡Presta atención, Parzival!. Zuhal, el más alto de todos los planetas, y el rápido Al muschtari, Al mirrih y el luminoso Schams te muestran la felicidad. El quinto se llama Al zuhari y el sexto Al katib. El más próximo a nosotros es Al qamar. Lo que digo no es un sueño. Son las riendas del firmamento y refrenan su velocidad caminando en sus órbitas en sentido contrario. Tu desdicha ha desaparecido. Todo lo que abarcan esas órbitas y lo que ilumina su resplandor ha sido acotado por ti. Puedes conseguirlo y mantenerlo todo. Tu tristeza desaparecerá. Sólo la desmesura podría privarte de pertenecer a la sociedad del Grial, pues el Grial y su poder excluyen cualquier mal comportamiento en la comunidad. Hiciste crecer en ti las preocupaciones, pero ahora te llega la alegría y te liberará de ellas. Has conquistado la paz de tu alma y has esperado la felicidad en la tribulación’ ".
   

    "Parzival estaba feliz por su mensaje. Lágrimas de alegría fluyeron de sus ojos, desde la fuente de su corazón. Entonces dijo: ‘Señora, si Dios me concede todo lo que me habéis dicho, y si además de mí, pobre pecador, han de participar mis hijos y mi esposa en mi felicidad, Dios se ha mostrado ciertamente generoso conmigo. Al resarcirme así de mis sufrimientos, mostráis vuestra lealtad conmigo. Sin embargo, si no hubiera obrado mal, no habríais tenido que enfadarme. Entonces mi salvación estaba aún lejos. Ahora me dais tanto de ella que mi sufrimiento ha terminado. Vuestro traje da testimonio de la verdad. Cuando estaba en Munsalwäsche con el doliente Anfortas, vi colgados muchos escudos con los emblemas de vuestro vestido. Lleváis en él muchas tórtolas. Señora, decid ahora cuándo y cómo partiré hacia mi felicidad. No me hagáis esperar demasiado tiempo’. Entonces respondió ella: ‘Mi querido señor, sólo un hombre debe acompañarte. Elígelo. Yo te guiaré. Date prisa, pues tienes que ayudar’ ".
   

    "Orgeluse lloraba de alegría porque la pregunta de Parzival había de poner fin a los tormentos de Anfortas". Mientras Parzival se preparaba para partir, Cundry pasó el tiempo con las damas que Clinschor atormentó tantos años con la prisión.
   

    "Parzival tomó la palabra y contó a todos en francés lo que le había dicho Trevrizent, que ya habéis oído antes: nadie puede conseguir nunca luchando el Grial; sólo quien es designado por Dios puede alcanzarlo". "Esa noticia se extendió por todos los países. Muchos dejaron de esforzarse por alcanzarlo, por lo que aún hoy permanece oculto". El pagano repartió costosos y extraordinarios regalos a los presentes, traídos por los mensajeros desde sus barcos que lo esperaban en la bahía. Parzival le había pedido que lo acompañara, y Cundry los guió hacia Munsalwäsche.

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