Leyenda del Chaco Salteño

Yariguarenda es aquello…

Y la mano del viajero que transita por el camino mas ancho de la comarca, señala el horizonte elevado, irregular y verdinegro del oeste.

Una inmensa "ampalagua" encogida en pliegues que la forma, con el cuero erizado de lujuriante musgosidad, adormecida y quieta, muy quieta, acaso por el efectos del intenso calentar del sol tropical, semeja y Yariguarenda, recostada a lo largo de las primeras estribaciones sub-andinas que culminan en los cerros de San Antonio.

Es el Chaco Salteño en uno de sus bordes y poco diferente del resto oriental, en las características de su vegetación y su fauna. Sus pobladores, diseminados por las quebradas y casi aislados por el paraje o por un huraño concepto de la vida, son chaqueños casi todos. Chaqueños con su pereza, en su fortaleza, en sus hábitos.

Nicandro era así, alto y duro como el cebil. Lerdo e ingenuo como el sauce llorón y lo llaman el tonto.

Cuando niño "ahicadito". Crecido por fortuna o por desgracia, ya hombre no tubo mucho mas, un rancho de paja colorada, no mas de veinte cabras y un hacha dormilona como el, colgada de un horcón.

Y estos, todos sus bienes, no le parecían pocos… ni muchos… por que nunca soñaba despierto. Hasta que un día…

Fue un día de agosto. La tierra estaba desierta y la hojarasca parda, crepitaba al paso del viento frío que remolineaba entre los árboles casi desnudos. La sequía mostraba sus estragos por doquier, en el silencio de los pájaros, en el polvo liviano del sendero que se enseñaba con las pocas plantas que se atrevían a mantener sus follajes… en los ojos tristes de las bestias.

Era siesta y Nicandro en su cama de los tientos. Y dormía. Y dormido soñaba, sus cabras gordas y lustrosas como jamás se vieran en los inviernos chaqueños, brincoteaban junto a un regato cristalino que nacía de unas breñas tachonadas de verdor. Una Virgen las cuidaba desde el risco mas alto; los cabritos, tiernos y ya saltarines, jugaban con el largo y sedoso manto de la bella imagen, ante la tranquila y complaciente mirada de las madres.

Despertó sobresaltado, casi contento, a la hora en que la majada volvía al corral. Restregandose los ojos miro por primera vez, fijamente a sus cabras y… Claro que sí! Eran lindas, gordas y muchas… Mas que todos sus dedos juntos, muchas mas; ni pizca de "Pizota", ni de sarnilla ni de embichadura…. No cabía duda: eran las mejores del lugar. Llego de nuevo el día y ya con sol alto, se asomo Nicandro a la puerta de su rancho. La majada había partido. Ya no podría seguirla como planeara la tarde anterior y tendría que conformarse con rastrearla.

Siguió la senda tortuosa y ascendente, decorada con rareza por pezuñas fresquitas, espinas agresivas y pedregullos en desorden. Pasó junto al rancho de Liberio, El Zorro, y luego de andar y andar largo rato, se encontró en la cúspide del peñasco más alto. Allí, en el borde terminaban las huellas y más allá: el abismo vertical, siniestro y tan mudo como el pobre Nicandro, que clavado en la tierra gredosa y con los ojos redondos de tristeza no alcanzo a decir la pregunta que le mordía las viseras. Se ha despeñado la majada?...

Fue un momento de estupor… y como queriendo librarse de ese miedo, lanzo un GIII…ROOO…, desesperado, intenso, resucitarte. Las quebradas centuplicaron el alarido, las brumas se disiparon en los ojos del chaqueño y en el "bajo" poquito a poco comenzaron a dibujarse y desdibujarse las inquietas siluetas de las cabras.

Estaban vivitas, pastaban en un fondo esmeralda; como un hilo de plata, la vertiente, entre las bestias jugaba… y un poquito mas arriba, desde la Peña más alta, una Virgen de manto purpurino cuidaba. No pudiendo volar, ni bajar más allá de ese tajo espantoso del monte, sin daño. Y la certera visión, y la duda, como un alambre, doblaron las rodillas de Nicandro!.

En ese balcón descubierto, que miraba al poniente y tenia a su espalda El Gran Chaco como un mar, las manos de bronce de Nicandro hicieron un altar. Y todos los días, esas mismas manos, llevaban flores para la buena Virgen de la Peña que protegía el lugar.

Liborio, con el mate en una mano y la paciente "taba" haciendo pirueta en la otra, miraba de reojo al vecino: siempre jadeante cuesta arriba y siempre silbando cuesta abajo.

Un buen día dejó el mate y la "taba" y rastreo a Nicandro como este rastreara a sus cabras. Al final de la senda, también como el otro, se le nublaron los ojos pero no de miedo sino de sorpresa: Sobre un montón de piedras y al pie de una cruz de palo, lo llamaban flores secas y lozanas, un lazo trenzado con paciencia, un rastro de plata dudosa y muchas monedas, que antes fueron cabras.

Desde entonces, El Zorro, marchaba al altar, después que Nicandro volvía… y mientras el Nicandro llevaba, Liboria traía. El tonto contento de ver que la Virgen por fin aceptaba sus pobres regalos; El Zorro contento también, por tan generoso "destino" que todo le daba con tan poco hace.

Hasta que en un crepúsculo, marcho como siempre en busca del "tapao" que estaba a flor de tierra… había unas monedas y una linda tortilla asada al rescoldo…

La mano ladrona tendía, cuando sin querer miro la Peña situada al poniente… y se quedo quieto.

De la Peña surgió una silueta, primero pequeña y cada vez más grande a medida que avanzaba sobre el abismo… Los cabellos sueltos, el manto ondulante y los ojos serenos… Se acerca… se acerca… Liborio la mira, encoge su brazo ladrón y loco de espanto le vuelve la espalda, para emprender la huida, Pero desde el naciente, un mar azulino, grisáceo, parduzco, que el viento enfurece, avanza y avanza también, con hambre de puma cebado, dispuesto a abrazarlo, ceñirlo, ahogarlo… se planta en su sitio el pobre profano y en ese minuto en que nada se piensa, en que solo se siente, si es dado a sentir, un impulso brutal le da vuelta la turbia cabeza hacia la huidiza Virgen de la Peña que ahora retrocede que ahora retrocede, al ver convertido al ladrón. Y Liborio avanza… los ojos llorosos, los brazos muy largos, las manos muy juntas pidiendo perdón. Da un paso tambaleante… otro muy al borde… y rueda al abismo por voluntad de dios.

Ana Rosa Reyes de Heredia
- Tartagalense -
Public. El Tribuno 21/6/1950

Representación Autosacramental

Tiempo:

¡Hola!, soy el TIEMPLO, nací en la creación, mi padre es Dios. Mis hermanos y compañeros son el espacio, la luz, la oscuridad, el silencio.
Soy conocido de los hombres, el verano, el invierno, y el movimiento.
Soy el hermano del que sabe esperar, sin dejar de soñar.
No me detengo nunca, mi paso es firme y seguro; para algunos rápidos, para otros lento. Yo soy el tiempo, camino siempre igual, sin prisas "se que voy a llegar".
Tengo millones de años, pero nací otra vez cuando nació Jesús y me hizo hermano, y me dio nueva vida y una esperanza ¡¡¡Llegara un Mundo Nuevo!!!

¡¡¡Yariguarenda!!!
La historia de mi Madre, Madre de Dios. Mi señora, Señora de los hombres, del Monte, de la Creación.
La historia del amor y la ternura de María que nos protege, y en todas partes del mundo ella aparece para ayudarnos a acercarnos a Dios y a los hermanos.

¡¡¡Yariguarenda!!!
Me encanta contar la historia de mi Madre, la Virgen de la Peña, y más aun en este día y ante todos ustedes.

Es… es como si lo estaría viendo…. Ayúdeme señor Viento.

Viento:

¡Buenas Tardes!,, yo soy el viento, el aire en el movimiento, y en mi silbido traigo historias lejanas y cercanas, de otros lugares y otros tiempos.
Aun no me vean, les cuento:
Los primeros que la vieron parece que fueron los chiriguanos.
Ellos dicen que siempre estuvo pero de otra forma. Dicen que hay unas víboras grandes que son dueñas y madres de la madera, del zorro, de la corzuela.
Una vez, un hachador que vivía cortando madera en la serranía, llego a una parte en que río se desbarranco por las lluvias y se llevo el camino por donde el debía cruzar.
Allí vio a una víbora que había quedado con la cabeza apretada por una piedra.
Se quedo duro por miedo, rezando y pidiendo perdón.
Entonces miro al cielo y pidió ayuda, y al darse vuelta, vio a la Virgen Madre, pero se sorprendió tanto que también se asusto.
Estaba tieso, y quería correr pero no podía.
Allí también vio como la víbora murió, por la piedra que le apretaba la cabeza y porque era vieja, y la Virgen de la Peña quedo como dueña de todo.

Tiempo:

Es así, como usted dice; como ella es la Madre y Dueña del bosque, los hacheros le piden permiso para cortar un árbol y ella les pone señales para que sepan cuando pueden cortar… Sigo porque hay otras historias.
Cerca del cumpleaños 1900 de Jesús, muchos dicen que la vieron, pero no se sabe bien quien fue el primero.
Una familia de hacheros dice que se les apareció y les pidió que trataran bien a su hijo Jesucristo, no causándole dolor y no pecado.
También la vieron unos arrieros de Bolivia que pasaban por ahí y luego le contaron a un sacerdote.

Viento:

Hay otra historia.
Perdón que lo interrumpa.
Esta historia cuenta claramente el amor de Maria por los necesitados, especialmente si acuden a ella por humildad y piden su protección.

Tiempo:

Si… alrededor del año 1920, en este lugar había muchos cuatreros y era un paso obligado para los que viajaban de Perú a Salta.
Una familia tenía dos hijas jóvenes, venia de paso por aquí, y como sabían que el viaje era peligroso, las habían promesado a Nuestra Madre del Cielo.
Cuando los cuatreros se preparaban para asaltarlos, Apareció la Virgen de Peña y, señalando a su hijo en brazos, les decía que no lo dañen con sus maldades y pecados, pero ellos se asustaron de la visión y huyeron.

Viento:

La familia que pasaba no vio nada, ni se dio cuenta de lo que sucedido, pero como los cuatreros contaron la historia, la zona se limpio de maleantes y a partir de allí se comenzó a poblar el lugar.

Tiempo:

Déjeme que le cuente otra de las apariciones.
Por aquellos años vivía por aquí doña Romualda Burgos, viuda de Meriles. ¡Que buena mujer que era esa señora! ¡Un pan de Dios! Siempre rezando el rosario.
Un día estaba en su casa con unos familiares y unos hacheros en el patio de su casa, y se disponía a tomar unos mates.
Mientras cebaba no dejaba de pensar en la Virgen que también había vivido en una casita humilde y pobre, de barro y paja; la imaginaba allí con Jesús y José.
Pensaba también en que María seguramente atendía con mucho amor a los que venían a su casa y a los peregrinos que iban de camino por Nazaret.
Ella vivía muy contenta de saber que Dios la amaba, que Jesús ha dado su vida por amor a nosotros y que ella nunca lo olvidaba, Jesús estaba siempre presente en su casa junto con la Virgen ya que ella estaba siempre diciendo sus nombres al rezar las Ave Marías.
Pensando en eso, levanto la mirada hacia las sierras y se lleno de admiración y gritaba.

Romulada:

¡Miren! ¡Miren!.... Alla en el cerro esta la Virgen con su hijo en brazos. ¡La ven!... Miren! ¡Miren!.... ¡La ven!... ¡Que hermosa esta la Virgen con su Hijo en brazos! ¡Miren!...

Viento:

Ella señalaba el lugar con su dedo y no se cansaba de repetir la frase por la alegría que sentía. Pero no venían nada.

Tiempo:

Los años siguieron pasando y la devoción de la gente fue creciendo.
La gente comenzó a peregrinar a este lugar para recibir el consuelo y pedirle proteccion a la Virgen de la Peña.
Lo cierto es que algunos la ven y otros no; pero lo importante es que ella si los ve a todos los que se acercan y a todos los escucha.
Al principio se construyo una capilla pequeña.
En el año 30 aproximadamente, el Padre Bruciuferri hizo construir la imagen actual, y no hace 20 años que se ha hecho la iglesia que hay ahora.
Lo más hermoso es ver que año tras año va creciendo la cantidad de peregrinos.
Va creciendo la cantidad de cristianos que se refugian en los brazos seguros de María, nuestra Madre del Cielo.
Y ahora los dejo, voy a seguir andando, siempre bajo el amparo de nuestro Dios y nuestra Madre.
Yo soy el tiempo y se que Dios esta haciendo un "Mundo Nuevo".
Y ustedes, si caminan con Dios, verán que no hay temor, ni dolor que pueda asustarlos; tendrán la paz y la alegría en el corazón.