Todos
hemos oído hablar de Maquiavelo, o
hemos dicho de alguien "es maquiavélico". Las
citas que a continuación puede ver corresponden al
libro El Príncipe. Quizás tras la
lectura de estas líneas pueda usted pensar que lo que
llamamos "maquiavélico" es en realidad un
profundo conocimiento psicológico del ser humano y un
gran sentido común. La lectura completa del libro es un
tratado sobre el arte de la política, y lo que ahí se
expone sigue en vigor hoy en día.
Resistencia
a los cambios
Los
hombres viven tranquilos si se les mantiene en las
viejas formas de vida. La incredulidad de los hombres,
hace que nunca crean en lo nuevo hasta que adquieren una
firme experiencia de ello. La naturaleza de los pueblos
es muy poco constante: resulta fácil convencerles de
una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos.
La
venganza
A
los hombres se les ha de mimar o aplastar, pues se
vengan de las ofensas ligeras ya que de las graves no
puede: la afrenta que se hace a un hombre debe ser, por
tanto, tal que no haya ocasión de temer su venganza.
Cuando
iniciar el combate
No
se debe jamás permitir que se continúe con problemas
para evitar una guerra porque no se la evita, sino que
se la retrasa con desventaja tuya.
Imitar
a los grandes hombres
Un
hombre prudente debe discurrir siempre por las vías
trazadas por los grandes hombres e imitar a aquellos que
han sobresalido extraordinariamente por encima de los
demás, con el fin de que, aunque no se alcance su
virtud algo nos quede sin embargo de su aroma.
Las
recompensas
Quien
cree que nuevas recompensas hacen olvidar a los grandes
hombres las viejas injusticias de que han sido víctimas,
se engaña.
La
crueldad
Se
puede hacer un buen o mal uso de la crueldad. Bien
usadas se pueden llamar aquellas crueldades (si del mal
es lícito decir bien) que se hacen de una sola vez y de
golpe, por la necesidad de asegurarse, y luego ya no se
insiste más en ellas, sino que se convierten en lo más
útiles posible para los súbditos. Mal usadas son
aquellas que, pocas en principio, van aumentando sin
embargo con el curso del tiempo en lugar de disminuir.
Las
injusticias y los favores
Las
injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que,
por probarlas menos, hagan menos daño, mientras que los
favores se deben hacer poco a poco con el objetivo de
que se aprecien mejor. Los hombres, cuando reciben el
bien de quien esperaban iba a causarles mal, se sienten
más obligados con quien ha resultado ser su benefactor,
el pueblo le cobra así un afecto mayor que si hubiera
sido conducido al Principado con su apoyo.
Prudencia
El
que no detecta los males cuando nacen, no es
verdaderamente prudente.
El
arte de la guerra
Un
príncipe que no se preocupe del arte de la guerra,
aparte de las calamidades que le pueden acaecer, jamás
podrá ser apreciado por sus soldados ni tampoco fiarse
de ellos.
Lo
que se debe hacer
Quien
deja a un lado lo que se hace por lo que se debería
hacer, aprende antes su ruina que su preservación.
Generosidad
Hay
que ser liberal con todos aquellos a quienes no quita
nada - que son muchísimos - y tacaño con todos
aquellos a quienes no da, que son pocos.
Con
aquello que no es tuyo ni de tus súbditos se puede ser
considerablemente más generoso. El gastar lo de los
otros no te quita consideración, antes que la aumenta.
Castigos
Con
poquísimos castigos ejemplares será más clemente que
aquellos otros que, por excesiva clemencia, permiten que
los desórdenes continúen, de lo cual surgen siempre
asesinatos y rapiñas.
Naturaleza
humana
Se
puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos,
volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son,
huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y
mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen
la sangre, los bienes, la vida y los hijos cuando la
necesidad está lejos; pero cuando ésta se te viene
encima vuelven la cara. Los hombres olvidan con mayor
rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su
patrimonio.
La
naturaleza de los hombres es contraer obligaciones entre
sí tanto por los favores que se hacen como por los que
se reciben.
Evitar
el odio del pueblo
El
príncipe debe hacerse temer de manera que si le es
imposible ganarse el amor del pueblo consiga evitar el
odio, porque puede combinarse perfectamente el ser
temido y el no ser odiado. El príncipe debe evitar todo
aquello que lo pueda hacer odioso o despreciado.
Fidelidad
a la palabra dada
No
puede un señor prudente - ni debe- guardar fidelidad a
su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya
y han desaparecido los motivos que determinaron su
promesa. Si los hombres fueran todos buenos, este
precepto no sería correcto, pero- puesto que son malos
y no te guardarían a ti su palabra- tú tampoco tienes
por que guardarles la tuya.
Delegar
las medidas impopulares
Los
príncipes debe ejecutar a través de otros las medidas
que puedan acarrearle odio y ejecutar por sí mismo
aquellas que le reportan el favor de los súbditos. Debe
estimar a los nobles, pero no hacerse odiar del pueblo.
Entretener
al pueblo
Se
debe entretener al pueblo en las épocas convenientes
del año con fiestas y espectáculos.
Alianzas
Hay
que guardarse de entablar una alianza con alguien mas
poderoso que tu para atacar a otros, a no ser que te
veas forzado a ello. La razón es que en caso de
victoria te haces su prisionero y los príncipes deben
evitar en la medida de lo posible el estar a discreción
de los demás. También se adquiere prestigio cuando se
es un verdadero amigo y un verdadero enemigo, es decir,
cuando se pone resueltamente en favor de alguien contra
algún otro. Esta forma de actuar es siempre más útil
que permanecer neutral, porque cuando dos estados
vecinos entran en guerra, como son de tales características
que si vence uno de ellos haya de temer al vencedor. El
vencedor no quiere amigos dudosos que no lo defiendan en
la adversidad; el derrotado no te concede refugio por no
haber querido compartir su suerte con las armas en la
mano.
Prestigio
Ayuda
también bastante dar ejemplos sorprendentes en su
administración de los asuntos interiores, de forma que
cuando algún subordinado lleve a cabo alguna acción
extraordinaria (buena o mala), se adopte un premio o un
castigo que de suficiente motivo para que se hable de él.
Hay que ingeniárselas, por encima de todo, para que
cada una de nuestras acciones nos proporcionen fama de
hombres grandes y de ingenio excelente. Hay muchas
gentes que estiman que un príncipe sabio debe, cuando
tenga la oportunidad, fomentarse con astucia alguna
oposición a fin de que una vez vencida brille a mayor
altura su grandeza.
Elección
y manejo de consejeros
No
hay otro medio de defenderse de las adulaciones que
hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te
dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela
te falta el respeto. Un príncipe prudente se procura un
tercer procedimiento: elige hombres sensatos y otorga
solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y únicamente
en aquellas cosas de las que les pregunta y no de
ninguna otra.
Simular
y disimular
Es
necesario ser un gran simulador y disimulador: y los
hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a
las necesidades presentes que el que engaña encontrará
siempre quien se deje engañar. Cada uno ve lo que
parece, pero pocos palpan lo que eres. La poca prudencia
de los hombres impulsa a comenzar una cosa y, por las
ventajas inmediatas que ella procura, no se percata del
veneno que por debajo está escondido.
Cualidades
del Príncipe
De
ciertas cualidades que el príncipe pudiera tener,
incluso me atreveré a decir que si se las tiene y se
las observa siempre son perjudiciales, pero sí aparenta
tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente,
leal, humano, íntegro, devoto, y serlo, pero tener el
ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no
serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria. |