El espíritu del juego
Le
dolía horriblemente el brazo, donde le había herido la metralla caliente se
habían levantado enormes ampollas.
"¡malditos
fanáticos!, que se les había perdido allí, Maarkinsh VI, la roca mas perdida
de la galaxia."
"¡
malditas explosiones ! suena como si alguien dejase caer desde cientos de metros
de altura inmensos bloques de piedra!"
Hacía
apenas 2 semanas que comenzaba a disfrutar de su nuevo estatus social. Sí, de
acuerdo, había vendido su alma a los dioses oscuros ( y la piel se le estaba
cubriendo de escamas, le habían dicho que era un regalo del caos), pero a
cambio obtendría gloria y riquezas sin límite, ahora el culto de Morr'iha gran
sacerdote y profeta del dios Tzeentch ( el que cambia las cosas), era su única
y verdadera familia, entre ellos se sentía importante, forjaba las armas que
los hermanos necesitaban para combatir a los vasallos imperiales, era
respetado...
¡Pero
ahora!..., ahora se veía empujado a la masacre, por culpa de los malditos
Marines Espaciales, estúpidos adoradores de ese tullido presuntuoso al que
llaman Emperador, de ese que devora a diario las almas de 10.000 seres inocentes
¡de un fanático religioso capaz de exterminar poblaciones enteras
tan sólo para demostrar su ignorancia!.
Cayeron
sobre el planeta como una plaga, por la noche, cuando todos dormían, en un
abrir y cerrar de ojos habían llegado al núcleo central de la colmena Capital,
arrasando todos los edificios importantes, incluyendo los templos levantados
para honrar al bendito Tzeentch.
Armándose
de valor, apoyado en el parapeto, se irguió para echar un vistazo, empuñaba la
pistola que había robado a un muerto. Comprobó el cargador; "12 disparos,
no es suficiente", con cautela asomó la cabeza para observar el panorama.
Lo
que antaño había sido la zona industrial ahora era tan sólo un montón de
ruinas, su amada fundición estaba reducida a chatarra. Entre ella algo se movía...
no lo podía distinguir en un principio, pero cuando la nube de polvo se aclaró
un poco los vio, -"¡Marines Espaciales, malditos sean!"-, ¡y estaban
apenas a cien metros!, había oído decir al demagogo que eran monstruos
modificados por la ciencia oscura del Emperador, que eran capaces de ver en la
noche mejor que si fuera de día, que tenían la fuerza de un toro-saurio. Rezó,
rezó con todas sus fuerzas, rogando para que no le descubriesen, "¡que
miren hacia otro lado y le dejen en paz".
La
ráfaga de bolter que se estrelló contra el parapeto lo sobresaltó, ahora si
que estaba atrapado.
Miró
a su al rededor, y tan sólo vio un cadáver anónimo, un hermano del culto (el
que le había "prestado" la pistola). La desesperación se adueñó de
su mente y de su espíritu, ya que sabía que no podía hacer nada. Loco de
rabia, se asomó fuera de la protección del parapeto y comenzó a disparar
contra los invasores. Y eso es lo último que hizo, un proyectil bolter le perforó
el pecho, impulsándole hacia atrás como un muñeco de trapo.
Antes
de dejar escapar el último soplo de vida que le quedaba, vio el rostro de su
nuevo dios, Tzeentch (el que cambia las cosas) éste, esbozando algo que bien
podía ser una sonrisa, le dijo con una voz que sonaba como mil campanas, pero
que no ensordecían: "Descansa, hijo mío, tu sacrificio no será en vano,
siempre estarás conmigo", acto seguido acunó el alma entre sus garras y
se la llevó .
............
"¡44,
ya son 44¡.... ¡Esos malditos herejes sin duda son el enemigo más torpe con el
que nos hemos enfrentado!, ¡tan solo les falta dibujarse una diana en el
trasero!"...
-
Y Así se jactaba de su puntería el hermano Bosher, Marine Espacial Táctico,
(Capítulo Ángeles de Absolución, para más señas). Allí estaba él,
embutido en una servoarmadura que le confería la fuerza de 10 hombres,
impartiendo el Credo Imperalis mediante controladas ráfagas de bolter hacia las
líneas enemigas, sabía que él era un arma perfecta, adiestrada para defender
la raza humana, y los intereses del Imperio -.
Tan
sólo le preocupaba un detalle, ¿qué podía ser aquel ruido intermitente?, no
seguía ningún patrón aparente, ¿explosiones?, ¿los herejes se habían
apoderado de armamento super-pesado?, Imposible, el destacamento de la Guardia
que antaño había estado destinado allí, antes de la insurrección, no disponía
de ningún Baneblade, ni de nada por el estilo. Entonces, ¿qué podía hacer
semejante ruido?
Moviendo
la cabeza, como si desease expulsar esos pensamientos, se concentró en lo que
tenía enfrente... echando a suertes quien se llevaba los impactos, podrían
haber más de un centenar de herejes... cultistas... alimañas, habían
entregado su alma a alguna deidad oscura -" malditas abominaciones"- y
lo peor de todo; habían abandonado a su amado Emperador.
Sus
hermanos y él apenas eran un par de docenas, pero no eran necesarios más. Tras
cada ráfaga morían media docena de herejes, ¿qué les podía haber llevado a
ese punto?, ¡a vender sus almas!, ¿qué les podía haber prometido ese
archihereje, el que se hacia llamar el Profeta?.
En
el fondo las respuestas le tenían sin cuidado, le habían enviado para
castigarlos y por la sagrada nalga del Emperador que lo haría, se dispuso a
recargar su arma, y allí, en ese instante, desde su posición, lo vio llegar
describiendo una parábola perfecta, humeando como mil demonios se le acercaba
un proyectil de plasma proveniente de las líneas herejes.
En
el último instante avisó a los hermanos que tenia más cerca, cuatro de ellos
de apartarán a tiempo de un salto, otros dos no fueron tan rápidos. El
proyectil estalló de lleno en su posición, adsorbiéndole en una tormenta de
fuego líquido. Durante una centésima de segundo sintió como la sangre hervía
y los órganos internos estallaban, por suerte para él murió antes de que la
servoarmadura se convirtiese en un liquido ardiente que carbonizó su cadáver...
Y
entonces lo vio, su amado Emperador, tal como era antaño antes de que Horus el
archihereje lo condenara a pasar la eternidad enchufado a su trono en la Tierra,
para poder mantenerse con vida. Allí estaba de pie frente a él, rodeado de un
aura de poder inmenso, éste le dijo: "No temas hijo mío, has entregado tu
vida con honor, por ello iras al lugar donde viven los valientes, para
siempre"...
-
En algún lugar de otro plano de existencia, otro universo quizás, se oyó una
siniestra carcajada y las voces de dos malévolos seres... -
Ser
Malévolo 1: ¡Tooooooma ya!, ¡tres con un solo plantillazo de plasma!, ya era
hora de que entrará en combate el tanque Leman Russ. ¡Las reglas de Reservas a
veces son un verdadero coñazo!, bueno,
bueno, tres marineritos espaciales que se van de la mesa....
Ser
Malévolo 2: Si, ya, ya, pero yo, y tan solo a fuerza de bolter no te voy a
dejar ni un solo de tus Cultistas en pie, y que conste que según el Reglamento
no puedes llevar ni un puñetero tanque y menos un Demolisher.
Ser
Malévolo 1: No llores tanto, en definitiva siempre eres tú el que dice que
estas cosillas son las que recuperan el Espíritu del Juego.
Ser
Malévolo 2: (en voz baja, susurrando) ¿Espíritu del Juego?, te daba yo Espíritu
del juego...
Y
ambos malévolos seres volvieron a sus cosas... decidir la vida y la muerte, con
un simple dado.
FIN