EL OBJETO DE LA TRADUCCIÓN |
EL OBJETO
DE LA TRADUCCIÓN
SOBRE LA CULTURA
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POR: HÉCTOR ORTIZTraductor profesional
Identificar
el objeto real de la traducción remite en primera instancia a identificar lo que a
primera vista parecería ser su objeto: la
lengua. No
sobra destacar que la labor de señalamiento y comprensión del objeto real de la
traducción es, sino tortuosa, por lo menos confusa.
Y lo es, porque la(s) lengua(s) se nos presenta(n) en una dualidad de Medio y de Fin.
No siempre es fácil distinguir cuando se traslapan estas dos
características. Históricamente,
la traducción fue asociada y obligada a vincularse de manera inadecuada, aunque
comprensible, con la enseñanza de lenguas extranjeras.
Por esta razón, se traducía porque se conocía una lengua extranjera. La traducción se consideró como un subproducto
de la enseñanza de lenguas extranjeras. Inclusive, se llegó a hablar del método traductivo gramatical para la enseñanza
de una lengua, lo cual evidencia la confusión del objeto de la traducción con el objeto
de la enseñanza de una lengua extranjera. Esta
confusión aún es compartida por enseñantes de lenguas extranjeras y por no pocas
personas dedicadas al oficio de la traducción. Lo
anterior nos convoca a considerar que la traducción se ha ganado un sitio de preeminencia
en razón de su desarrollo histórico que la llevó a diferenciarse, en tanto objeto, con
otras prácticas fronterizas, como la anteriormente descrita. Ahora,
desde el punto de vista sincrónico, la traducción ha tenido que zafarse de la
vinculación que se le ha hecho con la lengua. La(s)
lengua(s) es el instrumento que se asocia con el proceso traductivo, pero no es su
pretensión tenerla o constituirla como objeto. La
necesita como soporte material y estructural de cohesión para la producción de la voluntad de
decir y enunciar lo decible y lo enunciable. La
traducción es una disciplina cuyo objeto es el intercambio, la mediación o el traspaso,
pero no cualquier traspaso; se trata de una mediación que sea equiparable, es decir, se
necesita de una ecuación en la cual se equiparen realidades distintas, contextos
distintos con soportes distintos a través de las lenguas. Para
la ejecución de esta labor, la traducción echa mano de categorías, sistemas
conceptuales, escenarios, condiciones de enunciación, propósitos, intencionalidades,
modelos, campos, sistemas de producción, sistemas de exposición, pretensiones de validez
y de toda una gama de recursos que se derivan de la constitución de su objeto. Echa mano de objetos macrotraductivos
que se caracterizan por su valor sistémico y de regulación de los saberes que devienen
mensajes a traducir. Este mensaje, a su vez,
incluye estrategias, que poseen su pretensión de validez en relación con el tipo de
texto: subjetivo, social o científico. Estos
elementos son verdaderos principios que generan modelos de pensar y actuar, es decir,
legitiman la objetividad de lo dicho y que ha de traducirse. Echa mano de elementos
macrotraductivos, que son la ejecución misma, el traslado mismo como práctica
traductiva. Ahora aparece dicha práctica
como una acción natural, pura y simple. Esa
práctica es el sustrato de metodologías, pesquisas terminológicas, adaptaciones,
prótesis de representaciones,
acompañamientos de la cultura y tantas otras cosas que se hacen comprensibles una vez que
se estructura el objeto de esta actividad que hace posible comunicar los tesoros del
correo humano: LA TRADUCCIÓN. Para
la descripción del objeto de la traducción es importante acercarse a la TEORÍA DE LA
COMUNICACIÓN ACTIVA, que ve la lengua en dos planos: v El
Plano de la Forma, que es el espacio donde se configuran las articulaciones sintácticas,
morfológicas, lexicográficas, gramaticales, y que de muchas formas se hace responsable
de la cohesión. v El
Plano del Contenido, que es el espacio donde se configuran las articulaciones semánticas,
terminológicas, ideativas, simbólicas, culturales y los imaginarios conscientes e
inconscientes de los actores en una formación social, y que de muchas formas se hace
responsable de la coherencia. El
traductor ha de vérselas obviamente con estos dos planos, que aunque remiten a formas y
contenidos, no configuran el objeto real de los contenidos que se constituyen como meta de
la traducción. Aquellos, los de los dos
planos, incluyen los contenidos de la cotidianidad, los del tejido social primario
referente a nuestro entorno inmediato, los de nuestras utopías privadas y los de estados
de cosas en el mundo que dan cuenta de nuestra cosmología, por lo menos primaria y
ordinaria. Lo
curioso de éstos dos planos es que, a pesar de que se refieren a formas y contenidos, y
se materializan como verdaderos elementos articulatorios, tanto que con ellos expresamos
eficazmente los acontecimientos de nuestra cotidianidad, podríamos llegar a decir, de una
manera extrema, que en los menesteres de la traducción, lo que menos importa son las
lenguas en tanto éstas se dan por sentado. Lo
anterior nos hace sospechar que, acerca del objeto, hay algo más, que hay otra cosa que
interesa a la traducción y que debemos dilucidar para efectos de organización curricular
y otras acciones de planeación. Entonces,
¿cuál es el objeto de la traducción? Aguardemos
y pensemos primero ¿cuál es la naturaleza de la traducción profesional? Respondo, como tantos, que su naturaleza es
comunicativa. Se trata de la deconstrucción,
la construcción y la reformulación de mensajes enmarcados en paradigmas de conocimientos
que las diferentes disciplinas traducen en esquemas y arquitecturas conceptuales. Esta
tarea anterior, con el presupuesto de que conocemos las lenguas que nos sirven de
vehículos para el viaje cognitivo, se funda en una actividad hermenéutica e
investigativa, que se asienta en una comprensión primaria de conocimiento de base que ha
d poseer el traductor y que le posibilita establecer hipótesis temporales de sentido. La hermenéutica es una actividad totalizadora que
ausculta factores recónditos de producción de lo dicho.
Esta actividad representa una ganancia cognitiva con respecto a la
comprensión primaria, pues como puede verse, se trata de un segundo momento, donde se
debate la producción de sentido, de un sentido calificado diría yo. Calificado puesto que se trata de
este sentido que se debate en mi mente. En
este espacio donde se llevan a cabo conciliaciones y disputas respecto a lo que aparece
como objetividad: el texto a
traducir. La
actividad hermenéutica deberá dirigirse a saberes constituidos o en proceso de
constitución, por vía de un trabajo que manosee el discurso en dos
movimientos estratégicos: v Dispositivos
y modos de producción del discurso. v Dispositivos
y modos de exposición del discurso. Como puede verse muy esquemáticamente, el objeto de la traducción es EL SABER, el cual se estructura, primero sobre los ejes que dicta la lógica de la constitución de la constitución de ese saber, de esa disciplina, y segundo, sobre las estrategias de composición metodológica, estilísticas, de los propósitos que dictan las coordenadas de exposición; en razón de ello, se entiende el motivo por el cual los lectores se interesan por la traducción como verdad traducida, con el mejor estilo posible relativo a la disciplina y al tipo de saber. Es decir, la traducción desborda los objetivos de la enseñanza de lenguas, que si bien son supremamente importantes, ahora desde un punto de vista finalista, las lenguas se convierten en mecanismos de articulación de un conocimiento que se engarza a ellas, de un conocimiento que muestra unas complejidades que obligan a que el traductor deba hacer las mismas muecas del autor, con lo cual se pretende exagerar su papel en la constitución de la verdad o verdades. |
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