Luchando por su matrimonio 
(John Trent)
Dos de mis investigadores favoritos en el campo de las 
relaciones matrimoniales son los doctores Howard Markman y Scott
 Stanley de la Universidad de Denver. Ellos descubrieron los 
principales factores de riesgo que pueden predecir con un 90% de
 precisión, si los matrimonios tendrán éxito o fracasarán.
Como dicen en su libro: luchando por su matrimonio, no importa
 cuán comprometido esté usted con su cónyuge o qué tan enamorado
 comienza su matrimonio. Como usted resuelva los conflictos 
diarios, determinará si permanecerán juntos con una relación 
satisfactoria o finalmente se divorciarán.
Esta es la razón por la que un factor de riesgo clave y que
 predice el divorcio, es la intensificación de las discusiones.
 En otras palabras, siempre que hay un desacuerdo, éste tiende a
 terminar en una pelea a gritos, en donde los insultos y el
 echarse la culpa reemplazan a las tácticas para resolver los 
problemas.
El patrón opuesto, la retirada, tiene muchas más posibilidades 
de llevar al divorcio. La retirada es cuando uno o ambos
 cónyuges responden al conflicto distanciándose el uno del otro,
 dejando de ser comunicativos, levantando muros y volviéndose
 indiferentes y distantes. Los cónyuges que asumen este método 
generalmente evitan el contacto físico, cuando pasan uno al lado
 del otro y en la cama. Incluso tal vez ya ni siquiera se miren 
a los ojos. Tal retirada emocional, espiritual, mental y física,
 puede alcanzar grandes proporciones, y durar tanto como un
 matrimonio pueda aguantar, o tanto como una persona quiera
 castigar a su cónyuge.
Algunas personas sólo usarán uno de estos patrones cuando surja
 el conflicto. Pero muchas otras usan ambos. Primero estallarán,
 intensificando la discusión. Después, cuando se queden ya sin 
energía, emprenderán la retirada.
Al principio de nuestro matrimonio, me especialicé en la
 retirada. Norma odiaba este comportamiento, ésa era en parte la 
razón por la que lo hacía. Con humildad y vergüenza, debo 
confesar que estaba tratando de castigarla. Noche tras noche, me
 acostaba de mi lado de la cama, lo más lejos posible de ella.
 Una vez, cuando ella se acercó para tocarme, la empujé 
apartándola de mí. ¡Mi empujón la sacó de un golpe fuera de la 
cama, contra la pared y el suelo! Después de eso, ella también
 perdió las ganas de hablarme, y ese recuerdo todavía me causa 
dolor el día de hoy.
En otra ocasión quería ir a acampar, llevando a toda la familia 
en nuestra casa rodante por tres semanas. Pero después de dos 
espantosas semanas, Norma y nuestra hija Kari, me pidieron 
llevarlas de vuelta a casa. Estuve tan molesto que no le hablé a
 Norma la mayor parte del trayecto de regreso. Al acercamos a 
nuestro destino, mi hijo Greg me confrontó y dijo: «Papá, ¿es 
éste el ejemplo que nos quieres dar a Michael, a Kari y a mí?».
 Él me hizo recordar que «mamá se siente realmente herida, y te
 necesita. Papá, también me duele cuando no nos hablas a ninguno
 de nosotros». Con lágrimas en sus ojos susurró: «Te amo, y me 
siento solo cuando nos excluyes».
Esa confrontación finalmente me hizo darme cuenta de lo que 
estaba haciendo. Acepté mi error y le prometí a Norma que nunca 
más volvería a retirarme y dejar de hablarle ante cualquier tipo 
de conflicto. Ahora estoy avergonzado de tal comportamiento de
 retirada, pero antes de eso no comprendía cuánto daño estaba 
haciendo. Al día siguiente de haber tenido un conflicto y la 
retirada consecuente con Norma, como el que tuvimos en Colorado,
 nos abrazábamos y nos besábamos, hacíamos las paces y 
continuábamos. Pero en realidad yo nunca aclaré las cosas o 
busqué su perdón. En esencia pasábamos por alto el problema 
esperando que desapareciera. No sabía que ésto tuviera 
consecuencias de largo alcance, dejándonos a ambos frustrados e
 insatisfechos en nuestro matrimonio.
Al examinar nuestro propio matrimonio y buscar el asesoramiento
 de otros, hemos descubierto más de diez consecuencias 
extremadamente negativas para una persona que no resuelve el 
problema de la ira. Como si tuviéramos una soga atada a nuestros
 pies o manos, la ira nos restringe y nos amarra, atándonos en 
nudos internos, de manera que ni siquiera podemos caminar en la
 luz de la verdad de Dios, quedando para andar a tientas en la
 oscuridad.
La ira no resuelta es el principal destructor de las relaciones.
 Las discusiones fuertes y la retirada son el resultado de la 
ira. Así que la clave para permanecer enamorados, es resolver el 
problema de la ira. Habla con tu pareja, pídele perdón por el 
sufrimiento que le hayas causado, perdónate por el daño que le 
hayas hecho y no te olvides de resolver tus diferencias de 
manera calmada, de lo contrario; estarás alimentando cada día la
 destrucción de tu matrimonio y aumentando la posibilidad de tu
 separación. Hazlo, tal vez hoy no sea demasiado tarde para
 empezar de nuevo. Sana las heridas de tus acciones pasadas y
 reconcíliate con el amor de tu pareja. 
El respeto, eso creo,es la base de cualquier relación duradera.
Autor desconocido
 
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