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        Contrariamente a los movimientos expresionista y cubista, el futurista (surgido en Italia en el primer decenio del siglo XX, como movimientoTren suburbano, obra de G. Severini literario y artístico) puede reducirse a la bibliografía de su fundador y animador, Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), y a la historia y comentarios de sus manifiestos.  

       Rico en teoría, y pobre en realizaciones, el futurismo se derrumbó definitivamente aun antes de la caída del fascismo, que tanto le debe, y no despierta en la actualidad el menor interés.Del futurismo se recuerdan sus responsabilidades históricas y sus ridículas grandilocuencias.

                                                                          

 

Tren suburbano, obra de G. Severini

       Un comentario objetivo debe reconocer su indiscutible impacto internacional, especialmente en las lenguas romances; la oportunidad de su ruptura con uno de los academicismos culturales más vacíos y retóricos de Europa -el italiano-; y, en último extremo y pese a todos sus excesos, hay que rendir tributo a sus intuiciones: desde una filosofía social comunista debe recordarse con cierto respeto a quien alzó la bandera, frente a la moral cristiana, de la "nueva religión moral de la velocidad"... El repaso de sus características principales puede contribuir a un balance desapasionado.

       Nació con el Primer Manifiesto Futurista, publicado por su fundador el 20 de Febrero de 1909 en "Le Figaro" de París, en el que proclamó como formas de expresión del futurismo la agresividad, la temeridad, el salto mortal, la bofetada, el puñetazo.

   Dynamismo de un automóvil (1911), de Luigi Russolo    El tema central y básico del futurismo literario -que fue el que arrastró tras de sí al plástico- fue el de la modernidad, entendida como adoración a la máquina en la que veía (y en esto no se equivocaba) un fabuloso instrumento multiplicador de los poderes del hombre. Reivindicaban, también con toda justicia, al avión frente al claro de luna, al castillo en ruinas y a la Italia, no de "charanga y pandereta", pero sí de canales venecianos y melodías napolitanas. Lo ridículo de Marinetti y sus seguidores estriba en cantar el maquinismo en términos ingenuos y enfáticos, los mismos términos con que se había cantado el claro de Luna.

 

 

 

Dynamismo de un automóvil (1911), de Luigi Russolo

       Reivindicaron el tema de la máquina, y dieron por finalizado su camino en el posible punto de partida. En todo caso, como observaron los imaginistas ingleses, no había cosa más irrisoria que el deslumbramiento lírico en torno a un avión cuyo modelo iba a quedar desfasado a los pocos años. La velocidad y la máquina futurista no son reales; son más bien un fetiche literario con el que se deroga la realidad presente en nombre del futuro.

       Otros caballos de batalla del movimiento son la exaltación de la intuición y del sensualismo "latinos" frente a la inteligencia; reivindicación del valor y la audacia (virtudes de las que Marinetti dio auténticas pruebas enfrentándose en solitario a públicos hostiles a lo largo de sus giras y viajes); primacía de "lo viril" frente a "lo femenino", punto en el que se traduce un claro puritanismo misógino ultraconservador; exaltación de la energía, de la acción ("el puñetazo y la bofetada", claro antecesor literario de la "dialéctica de los puños y las pistolas"); revaloración del nacionalismo, el patriotismo, el militarismo y, consecuentemente, la guerra.

          Todos estos principios debían articularse en unas técnicas expresivas (resumidas en el Manifiesto Técnico de la Literatura Futurista, del año 1912) ciertamente más sugerentes y que alcanzaron una auténtica difusión internacional. Dynamismo de un ciclista (1913), de Boccioni. Se propone la destrucción total de la sintaxis y la puntuación. La frase futurista ya no es frase-asociación como en el cubismo, sino pura sucesión de "palabras en libertad", claro precedente de la escritura automática de los surrealistas.

       También se debe a los futuristas la supresión del "yo" en el poema. Otras propuestas -como la desaparición del adjetivo y del adverbio- resultaron más difíciles a la hora de la práctica. En todo caso, su concepción espacial tipográ- fica del poema o del texto responde a los mismos principios y ha ejercido una misma, si no mayor, influencia que la de los cubistas.

                                                              

 

 

Dynamismo de un ciclista (1913), de Boccioni. 

         Por último, existe un aspecto de suma importancia en la actualidad: el futurismo es el primer movimiento que afirma los límites de la literatura, el primero que rompe con cierta sacralidad literaria e intenta traspasar las fronteras de lo literario para recuperar un punto de conexión con la vida. Que eligieran el camino de la acción y del compromiso fascistas es algo históricamente comprensible. Pero fueron ellos los primeros en plantear un problema sobre el que gira el arte de vanguardia de los últimos años.

     El norte sur, obra de G. Severini.El futurismo iniciado por Marinetti se benefició del clima cultural creado por revistas como Lacerba y se extendió rápidamente por toda Europa. Incluso Apollinaire se incluyó en él, aunque temporalmente, con su L´Antitradition futuriste. 

         Las nuevas teorías se aplicaron también a la pintura (1910: Primer y segundo manifiesto de la pintura futurista, firmados por Balla, Boccioni, Carrá y Russolo), a la música (1910: Manifiesto de los músicos futuristas, firmado por Pratella), a la escultura (1912: Manifiesto de Boccioni, en el que se afirma que la escultura debe convertir el infinito plástico aparente y el infinito plástico interior), al teatro (1915: Manifiesto del teatro futurista sintético, firmado por Marinetti y Settimelli, y Manifiesto de la escenografía futurista, firmado por Prampolini.

 

 

 

 

El norte sur, obra de G. Severini.

      El primero recomendaba sorprender al público con cualquier medio, p. ej. con la concisión, reduciendo las escenas al tiempo fulminante (de pocos segundos) e incluso a otras formas artísticas todavía por nacer, pero destinadas a nacer en el futuro. 

      Esta gran cantidad de programas revela una exasperada proyección hacia el futuro; y si por un lado expresa la voluntad de romper con la tradición, por el otro demuestra una cierta incapacidad de realizarse en formas menos hipotéticas y más actuales. Uno de los aspectos más llamativos del futurismo es, en suma, lo veleidoso, que se enmascara de triunfalismo para rechazar el mito de la derrota propio de cierto romanticismo y del decadentismo. Los futuristas cultivan, por el contrario, el mito de la victoria: victorias tal vez ficticias, coronadas no por una gloria aristocrática y solitaria (como en D'Annunzio), sino por el escándalo en los cafés, en la calle, en las salas de conferencias.

      De todos modos el futurismo fue, buena o mala, una escuela de polémica y de moral; y si usó con eficacia la técnica publicitaria, admitiéndola de golpe en la expresión artística, lo hizo con una finalidad básicamente pedagógica. Pero ello no impidió a los futuristas transformar, con el tiempo, los temas iniciales de la máquina, la velocidad, la técnica en exaltación de la violencia, del imperialismo, de la guerra, «higiene del mundo», y, por lo menos con Marinetti, del fascismo.

       En el ámbito literario, el futurismo italiano tuvo sus mejores exponentes, además de en Marinetti, en A. Palazzeschi, C. Govoni y A. Soffici; pero los resultados más importantes del movimiento se alcanzaron, probablemente, en el campo de las artes figurativas, con la introducción (sobre todo por obra de Boccioni) de un nuevo sentido del espacio que tuvo consecuencias importantes en la vanguardia europea contemporánea y posterior: cubismo, dadaísmo, surrealismo.