Emergiendo desde la
Atlántida al Santuario del Espíritu
Carta Nº 11
ESCUCHANDO AL SILENCIO
Ninguna virtud puede funcionar sin este espacio vasto en sí mismo
VÍCTOR MANUEL GUZMÁN
VILLENA
El silencio no puede existir si no hay sonido, por lo que
hay que hacer el ejercicio del silencio para llegar al sonido. El silencio
tiene una particularidad, forzar al individuo a conversar consigo mismo, a
mirar a si mismo y a conocerse a si mismo. Por tanto este misterio no se
encuentra ni se descubre en el mundo, se encuentra y se aprende en el corazón
de los humanos que lo buscan para mejorar su existencia. El silencio, aunque
parezca raro decir, puede ayudar al ser humano a encontrar respuestas a nuestro
propio misterio.
Hay tres tipos de silencio:
- El silencio físico que consiste en no hablar y
estrictamente no generar ruido.
- El silencio mental se reduce a no pensar.
- El silencio espiritual es llegar al silencio total para
encontrar el campo de la manifestación suprema.
Los pasos para encontrar el silencio son: El silencio como
ejercicio mismo; y la meditación.
El primer paso es el silencio por el silencio, que radica en
la fuerza de voluntad para ejecutarlo. Es aprender a controlar el manejo exacto
de las palabras. Para lograr este silencio es necesario concentrar la atención
en elementos mucho más sutiles casi imperceptibles que nunca está acostumbrado
a escuchar como es el latir del corazón, el crujir de los pisos, la
respiración.
El otro paso es callar para escuchar: Si estamos en la
naturaleza magnimus y optamos por callar y suspender toda acción humana y
demostramos un acto de humildad y de respeto aprendemos a escuchar los mensajes
de la naturaleza a través del viento, el agua, los árboles y todo ello
constituye un alimento a nuestro espíritu para sentir los mensajes puros sin
prejuicios e intenciones.
El tercero es la meditación: Es un paso más allá del
silencio en sí. Ya no es un alimento para el alma sino que constituye la
esencia divina. La meditación nos permite realizar el silencio físico y el
silencio mental, donde ya no es la voluntad sino que existe una fuerza más
ajena que nos hace callar a nuestra mente. Es el momento en que tenemos que
aceptar al pensamiento como un río, que fluyen ideas hasta que llega un momento
en que se calla y lograr que fluya solo energía.
La concentración de la energía y la atención en el asiento del alma, sin
aprehensión, sin deseos, sin ansiedades, dejando que se haga es imprescindible.
La vida que llevamos tiene poca soledad, pero la misma que está cargada de
penas, conflictos, alegrías, pero se vuelven insensibles, ya que jamás estamos
solos, ya que estamos atados al ayer, al recuerdo; y los llevamos con nosotros
estas cargas que no nos permiten dejar atrás el pasado y solamente cuando
afrontamos y resolvemos en el momento preciso llegamos a la soledad. Es
importante llegar a la soledad y dar a este espacio importancia en la búsqueda
de la virtud y la libertad.
Ninguna virtud puede funcionar sin este espacio vasto en sí
mismo, nos es necesario el silencio ya que no podemos tener contacto con lo
nuevo si no estamos solos, sin ninguna experiencia, influencia, es decir
tenemos que estar vacíos, -la vasija tiene que estar vacía para llenarlo-, y
solo su espíritu silencioso tiene la posibilidad de ser claro. La única meta es
generar un estado de espíritu capaz de dominar el pensamiento y si nosotros no
establecemos verdaderos fundamentos contra el
miedo, dolor, ansiedad no podremos salir y tener un espíritu libre de
tortura.
El espacio y el silencio son necesarios para ir más allá de
las limitaciones de la conciencia. La pregunta es ¿Cómo un espíritu activo
puede estar en calma? Nosotros podemos moldearlo, perseguir un ideal que
consiste en tener un espíritu calmado, pero no tiene ningún efecto si actuamos
con rigor ya que se estanca. Ejercer un control en cualquier forma es
represión, es decir se ejerce un conflicto, y la mayor parte de nuestras vidas
son disciplinadas por las presiones exteriores de la sociedad, de la familia,
de nuestros sufrimientos, de nuestras experiencias, nuestro conformismo a una
ideología y a su estructura. Estas disciplinas son mortales, por lo cual
debemos evitarlos a través de eliminar las represiones, temores.
Nuevamente nos preguntamos y ¿Cómo hacerlo? No se trata de disciplinarlo
y luego adquirir la libertad. La libertad hay que adquirirlo al principio y no
al final. Comprenderlo es liberarse del conformismo en materia de disciplina.
El acto mismo de aprender es disciplina, es decir se convierte en claridad para
comprender la naturaleza de las cosas y toda su estructura.
El silencio permite el encuentro consigo mismo, es un paso a
otro nivel del sonido más armónico, por lo cual el silencio no puede ser
descrito, ya que todo aquello que se puede describir es conocido, y uno no
puede librarse de lo conocido sino sólo muriendo todos los días, para que las
células del cerebro estén siempre frescas e inocentes, Pero esta cualidad no es de la belleza del silencio, este
silencio es un pequeño comienzo como si uno pasara de un pequeño hueco hacia la
inmensidad del océano y no podemos comprenderlo verbalmente sino hemos
comprendido la estructura de la conciencia.