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IGNACIO CORSINI

(1891 - 1967)

 

Tres artículos sobre Corsini y su obra, para mantener el recuerdo.

 

Sobre Corsini (por Roberto Selles)

 

Rememoró alguna vez Ignacio Corsini: "Los pájaros me enseñaron la espontaneidad de su canto, sin testigos, en el gran escenario de la naturaleza. Aprendí a cantar como ellos, naturalmente y sin esfuerzo". Y precisamente, su canto tuvo esa cosa simple, de pueblo, sin la interferencia de lo asimilado en el conservatorio.

Fue, por lo tanto, un cantor criollo, sin alardes de virtuosismo, con su estilo enraizado en el payador José Betinotti, pero con un claro dejo nasal —aunque parezca una paradoja— propio del sur de Italia.

 

Era de allí, más exactamente, de Troina, en la provincia de Catania (Sicilia), aunque su apellido proviniera del norte y de ese origen le quedaran el cabello rubio y los ojos celestes, como los de la famosa pulpera a la que cantó.

 

Nació el 13 de febrero de 1891, con el nombre de Andrés Ignacio, hijo de Socorro Salomone y de un Corsini del que no quedó nombre ni recuerdo y al que no llegó a conocer. Con su madre arribó a Buenos Aires en 1896. Ambos se radicaron en Almagro (barrio de Buenos Aires) y, cuando el pequeño Ignacio tenía siete años, se trasladaron a la ciudad bonaerense de Carlos Tejedor. Allí se desempeñó como boyero y resero, y fue allí donde los pajaritos gauchos le enseñaron los secretos del canto.

 

Diez años más tarde estaba de regreso en Almagro, que era también el barrio de Betinotti, domiciliado en la calle Artes y Oficios— que luego se llamaría Quintino Bocayuva, número 567.

 

Y ocurrió lo inevitable el modelo y el admirador se conocieron. Pero Corsini no se conformó con ser un imitador, sino que fue avanzando hasta encontrar su propio e inconfundible estilo.

 

Poco después, en 1907, se relacionó con el artista circense José Pacheco, que lo introdujo en el teatro y se podría decir que también en el matrimonio, ya que Corsini se casó con su hija, Victoria Pacheco, en 1911. "En ella tuve la gran compañera de toda mi vida, la que me alentó en mis horas inciertas y a la que debo gran parte de mis triunfos", reconocería en su autobiografía inédita, escrita en 1950, dos años después del fallecimiento de su esposa.

En 1912 ya había adquirido cierto prestigio como cantor y actor —en las compañías de José Podestá y José Arraigada o los circos de Colombo, Cassell, Casano, etcétera—, y fue por ello que el sello Victor le hizo grabar sus primeros discos. Cabe aclarar que ése es el año correcto, ya que entonces estuvo en Buenos Aires el equipo de grabación de esa empresa, y no en el 13, 14 o 15, como alguna vez se ha expresado.

 

Corsini era, por aquellos días, un intérprete del repertorio campesino y registró en el surco valses, canciones criollas, estilos y habaneras; el tango aún no había pasado por su garganta, tal como ocurrió con Carlos Gardel.

 

Cuando aún estaba limitado a la línea campera, fue requerido por la cinematografía para filmar "Santos Vega" (1916) y "¡Federación o muerte!" (1917); más tarde, intervendría en "Milonguita" (1922), "Mosaico criollo" (cortos, c. 1930), "Rapsodia gaucha" (1932), "Idolos de la radio" (1934) y "Fortín alto" (1941, en la que aparece junto a Agustín Irusta y un joven y desconocido Edmundo Rivero).

 

El disco lo convocaría en forma definitiva en 1920, pero aún no se le atrevía al tango; sólo después de haber registrado diez canciones, decidió incluir uno "Un lamento" (de Graciano De Leone y Pedro Numa Córdoba). De allí en más, se convertiría en una de las más reconocidas voces del género porteño, sin abandonar por ello sus páginas campesinas.

 

En realidad, su éxito como cantor de tangos se inició a partir del 12 de mayo de 1922, cuando, en el sainete "El bailarín del cabaret", estrenó "Patotero sentimental" (de Manuel Jovés y Manuel Romero), que significó, asimismo, su consagración entre el público.

 

Otra de las interpretaciones con las cuales se lo identifica es "Caminito" (de Juan de Dios Filiberto y Gabino Coria Peñaloza), uno de los tangos más conocidos mundialmente, que él popularizó a partir del 5 de mayo de 1927 desde el escenario del Teatro Cómico.

 

Pero "El Caballero Cantor" —como se lo conoció— fue también compositor y letrista de algunas obras, como los tangos "Flor marchita" (letra de Francisco Bohigas), "Fin de fiesta" (música de Carlos Geroni Flores) y entre otros, "Aquel cantor de mi pueblo" (música de Enrique Maciel) que le llevó al disco Edmundo Rivero.

También incursionó en otros géneros, siendo un vals su página propia más conocida, "Tristeza criolla", sobre un poema de Julián de Charras. Pero fue el estilo el género en el que mayor cantidad de títulos produjo "Tradición gaucha" (Enrique Maroni), "Juan de los Santos Arena" (Julián de Charras), "A mi palomita" (José María Aguilar), etcétera.

 

No obtuvieron mayor resonancia las páginas debidas a la inspiración del cantor, salvo "Tristeza criolla", que en los '40 fue remozado por Ángel Vargas.

 

Sin embargo, serían otros dos autores quienes le proporcionarían los grandes impactos que lo iban a identificar como el intérprete del cancionero de temática rosista, el poeta Héctor Pedro Blomberg y su guitarrista Enrique Maciel. La sola mención de los títulos del binomio hace surgir, inmediatamente, el nombre de Ignacio Corsini: "La pulpera de Santa Lucía", "La canción de Amalia", "La mazorquera de Montserrat", "China de la Mazorca", "La guitarrera de San Nicolás", "Los jazmines de San Ignacio" y varios más. A ellos habría que sumar, en diferente temática, "La que murió en París", "Barrio viejo del 80", "El adiós de Gabino Ezeiza" o "La viajera perdida".

 

Después de las dulzuras del éxito, Corsini sintió el amargor de sus últimos años, tras la pérdida de su esposa, circunstancia que lo llevó a cantar por última vez el 28 de mayo de 1949, en la audición "Argentinidad", de Radio Belgrano.

 

En 1961, reapareció públicamente, ante las cámaras de Canal 7, en el programa "Volver a vivir". Y el 26 de julio de 1967, cerraba sus ojos para siempre.

 

Con él se iba una voz particularísima; seguramente, la más atípica con que contó el tango.

 

El "Ciclo Federal" de Ignacio Corsini (por Héctor Ángel Benedetti)

 

La discografía de Ignacio Corsini llega a casi seiscientos cincuenta títulos distintos en todos los géneros, y sin embargo el principal recuerdo que de él se tiene (fomentado por el mismo cantor, que así deseaba perpetuarse) es gracias a las grabaciones de lo que podría definirse como el "Ciclo Federal": un abanico de canciones de temática histórica cuyos principales autores fueron el poeta Héctor Pedro Blomberg y el guitarrista Enrique Maciel, aunque no se agota en sus composiciones, sino que se expande atrás y adelante en el tiempo en una complejidad sugestiva, a la vez que poco estudiada a conciencia.

 

El tema de federales y unitarios aparece muy temprano en distintas manifestaciones literarias argentinas. Las primeras novelas, todas de la década de 1850 (Amalia, de Mármol; La huérfana de Pago Largo, de López Torres; El prisionero de Santos Lugares, de Barbará; Los mártires de Buenos Aires, de Nieves...), dieron pronto lugar a una impresionante producción en teatro, poesía, semblanzas biográficas, canciones, etcétera; escritos con pasión variable y recreando desde la realidad o la ficción personajes históricos como Manuelita Rosas, Camila O'Gorman, Ciriaco Cuitiño, Facundo Quiroga, Manuel Dorrego, Juan Lavalle y muchos otros.

 

El fonógrafo recogió y expandió estos argumentos. Establecer un catálogo completo sería arduo; Corsini resultó el más popular, pero desde los primeros tiempos del disco que venían registrándose canciones y escenas con el asunto. Artistas contemporáneos de Corsini, como Gardel, Magaldi, Charlo, Ada Falcón y Lito Más -por citar sólo un puñado- también dejaron obras análogas, pero son más conocidas las interpretadas por aquél, y sobre todo las escritas por Blomberg y Maciel.

 

Al analizar su discografía, surge que uno de sus primeros discos ya trae una canción de esta clase, pero el intérprete es otro. Se trata del disco Victor Record Nº 63.711, que del lado A trae el vals Noche silenciosa por Corsini; en el lado B, por el cantor Diego Munilla, aparece la canción Fusilamiento de Luro. Data de 1912. Pero como se trata de una grabación por otro artista, este lejano antecedente es, en realidad, accidental: aquí, todo el interés de Fusilamiento de Luro se limita a estar del otro lado del segundo disco de Corsini.

 

En realidad, el "Ciclo Federal" comienza efectivamente con la obra más conocida de Blomberg y Maciel: La pulpera de Santa Lucía, que Corsini graba en cinco ocasiones (con matrices extendidas en los días 22 de abril, 22 de mayo y 19 de junio de 1929). Se conocen editadas originalmente tres, siempre bajo el mismo número de disco: Nacional Odeón Nº 18.582, lado B. La historia informa un estreno accidentado y casi sin esperanzas; poco debían sospechar sus creadores que este vals se convertiría en un excepcional "caballito de batalla" con demanda constante durante cuatro lustros.

 

Es de notar que Corsini graba inmediatamente antes nada menos que el tango La mazorquera de Monserrat, de los mismos autores; pero debido a su importancia bien puede tomarse a La pulpera de Santa Lucía como la verdadera inauguración del "Ciclo". Y en definitiva, la placa es la misma: La mazorquera de Monserrat está en el lado A.

 

Los poemas en donde Blomberg habla de la época rosista fueron en su mayoría compilados en su libro Canciones históricas (Buenos Aires, 1935; Editorial Tor), verificando publicaciones previas en revistas o en otros poemarios. Es común encontrar interesantes modificaciones según se consulte la revista, la partitura, la grabación o los libros: versos adicionales o faltantes, cambios de palabras, variantes en el orden de las estrofas, etcétera.

 

Tras el éxito de La pulpera de Santa Lucía y La mazorquera de Monserrat, el próximo registro con federales y unitarios en la discografía de Corsini no pertenece a Blomberg y Maciel, sino a Carlos Vicente Geroni Flores, Carlos Max Viale y Vicente Retta: se trata del vals La Virgen del Perdón (18 de octubre de 1929). Tanto Viale como Retta habían colaborado con Blomberg en libretos que recreaban los días de Rosas. Le seguirá otro tema que también tiene música de Geroni Flores, ahora con letra de Juan Sarcione: El gato federal (19 de diciembre de 1929, 14 de enero y 13 de agosto de 1930), que quedó inédito.

 

Enseguida se retorna al binomio de Blomberg y Maciel con el vals La guitarrera de San Nicolás (7 de marzo y 7 de abril de 1930) y, meses después, con otro vals: Tirana unitaria (15 de noviembre de 1930). Huelga decir que Corsini, entretanto, graba otras creaciones de Blomberg y Maciel, de temática distinta; asimismo, el cantor difunde por radiotelefonía otras canciones sobre la Federación que el disco no llega a recoger.

 

Más de un año después Corsini hace un magnífico registro de El hijo del federal, canción de Franzino, Botti y Masalotti (30 de diciembre de 1931).

 

Luego se produce un hecho llamativo: Corsini graba del autor José Lojo el vals El payador de San Telmo (4 de marzo de 1932), que es claramente la "segunda parte" de La pulpera de Santa Lucía. Blomberg, que jamás había autorizado una continuación de su obra, edita en 1938 una serie de novelas cortas para contar la "verdadera historia" de la famosa pulpera rubia y de ojos celestes, a quien por fin le da nombre y apellido: resulta ser Dionisia Miranda, hija del sargento Juan de Dios Miranda, muerto en las guerras de Oribe.

 

Pero la feliz combinación "Blomberg-Maciel-Corsini" continúa tras el incidente de 1932: el cantor deja ese mismo año el vals La bordadora de San Telmo, de Blomberg, Maciel y Viale (8 de septiembre), y días después la hermosa canción Los jazmines de San Ignacio (22 de octubre).

 

Meses más adelante sale a la venta el vals Patiecito colonial, de José de la Vega y Carlos Bardi (16 de marzo de 1933), donde la Federación se menciona sólo de paso, pero bien vale incluirlo. Para los coleccionistas de Corsini se trata de uno de los discos más difíciles de hallar. Es necesario aclarar que siempre se ha confundido su autor Carlos Bardi con el mucho más conocido Agustín Bardi, pero basta con leer la etiqueta del disco para salir del error.

 

Corsini vuelve pronto a Blomberg y Maciel. Lo hace con el vals La canción de Amalia (8 de septiembre de 1933), pero para el siguiente, tardío y último tema del "Ciclo" habrá que esperar más de cinco años: será La china de la Mazorca (15 de marzo de 1939).

 

Configurado en el transcurso de una década (aunque no de manera regular), y con trece canciones de distintos ritmos y autores, este "Ciclo Federal" aporta a la historia artística de Ignacio Corsini un atractivo tópico que merece, tanto por su calidad de interpretación como por sus caracteres descriptivos, una revisión sin encasillamientos.

 

Ignacio Corsini, el que salvó a La pulpera... (por Gaspar Astarita)

 

Aquellos tres artistas que cultivaron la canción popular y cuyas trayectorias alcanzaron amplia y merecida repercusión hasta convertirse en ídolos (Carlos Gardel, Agustín Magaldi e Ignacio Corsini), tuvieron en sus repertorios invariablemente, algún o algunos temas que, por medio de su ajustada interpretación, se convirtieron en verdaderos impactos populares.

 

Las listas de títulos de estos tres cantores, tomados como referencia porque llegaron al corazón del pueblo y su recuerdo sigue aún vigente en él, abundan en composiciones de mayor calidad, tanto musical como literaria, pero el público señaló, más con el sentimiento que con la mente, tal vez, a determinadas obras que, al nombrarlas, se identifican inmediatamente más con sus intérpretes que con sus autores.

 

En el caso de Gardel podríamos hablar de "Tomo y obligo" o de "Mano a mano" como sus caballitos de batalla, los que incluía permanentemente en casi todas sus presentaciones en público (dejando de lado las famosísimas canciones de sus películas); en el de Magaldi el incuestionable es "El penado 14", y en el de Corsini, en el momento de escribir estas líneas estoy dudando entre dos: "Patotero sentimental" y "La pulpera de Santa Lucía". Y desde mi opinión, muy personal por cierto, creo que el vals se impone al tango de Manuel Jovés y Manuel Romero.

 

Además, tiene más importancia, porque con "La pulpera de Santa Lucía" se produce la primera colaboración entre sus creadores, el músico Enrique Maciel (1897-1962) y el poeta Héctor Pedro Blomberg (1890-1955), quienes se conocieron en 1928, año en que vio la luz la inmortal composición.

 

Andrés Chinarro señala que la presentación de ambos (revista Atlántida, noviembre de 1957) «se realizó durante un baile organizado por el Club de la Bolsa de Comercio, donde actuaba Maciel, y se debió a un amigo común, José Antonio Gervasio, quien concurrió a una de las mencionadas reuniones en el viejo Luna Park (famoso estadio de box de la ciudad de Buenos Aires), de la avenida Corrientes al 100, acompañado por Blomberg. Este (según el recuerdo de Maciel) le entregó allí su primera letra: "La pulpera de Santa Lucía".»

 

Esa primera colaboración sirvió para que comenzara entre ellos una perfecta asociación, a través de la cual se concibió un numeroso conjunto de canciones de carácter histórico-evocativo, sobre barrios y personajes del Buenos Aires de la época de Rosas: "La canción de Amalia", "La mazorquera de Monserrat", "Rosa morena", "La guitarrera de San Nicolás", "Los jazmines de San Ignacio" y otras más, son algunos ejemplos de esa impecable armazón poético-musical que lograron Blomberg y Maciel, y que se inauguró con "La pulpera de Santa Lucía". Aunque la dupla, fuera de esa temática, dejó otros títulos imperecederos: "El adiós de Gabino Ezeiza", "La viajera perdida", "Violines gitanos" y el antológico tango "La que murió en París".

 

Sin embargo, aunque parezca mentira, el vals "La pulpera de Santa Lucía" fue rechazado por el empresario teatral Pascual Carcavallo y su asesor musical. También el famoso tango "Nostalgias" fue rechazado en su momento por otro empresario teatral, don Alberto Ballerini.

 

Pero apareció Ignacio Corsini, quien lo estrenó en Radio Prieto, lo grabó en abril de 1929 e inmortalizó el vals.

 

Por eso decíamos en el título que "El caballero cantor" fue el que "salvó a La pulpera...".

 

Para atestiguarlo disponemos de un reportaje que le hiciera el periodista Andrés Muñoz a Enrique Maciel en 1948, publicado en la revista "Aquí Está". Debemos este valioso testimonio a nuestro colega Orlando Del Greco, que nos lo hace llegar a través de su revista "Tango. La mejor música del mundo", Nº 34, de enero de 1999.

 

«-Sobre la letra de Blomberg -dice Maciel- compuse la música, no sin antes desechar varias que no llenaban mis exigencias. Fue en tales circunstancias cuando el actor Sarcione informó al empresario Pascual Carcavallo de una canción que podría encajar a la medida en la obra de Reta y Viale Paz, "La sangre de las guitarras". Citado al teatro Nacional, yo mismo canté la canción, acompañándome al piano, delante del referido empresario, de la actriz Elsa O'Connor y de los maestros Salvador Merico y José Lozzi, director y concertador, respectivamente, de la orquesta del teatro. Como prevaleciera la opinión de Lozzi (desfavorable para mi música), "La pulpera de Santa Lucía" fue al archivo.

 

«Ello constituyó mi primer desencanto. Pero quiso la suerte que apareciera en mi camino Ignacio Corsini, quien la estrenó en una radio, con suceso insospechado aun para mí, tanto que se dio el caso de un público reclamando bis por teléfono, por correspondencia y hasta personalmente.

 

«En mérito a la verdad, debo decir que Corsini la cantaba muy bien. Salieron a la venta quinientos mil ejemplares y se imprimieron ciento cincuenta y siete mil discos, todo lo cual me significó, en concepto de derechos de autor, la entonces fabulosa suma de veinte mil pesos... Y cuando el éxito era ya indiscutible y no había cancionista, cantor ni muchacho con sueños de serlo, ni habitante de cualquier sexo y edad que dejara de cantar o silbar La pulpera..., se cruzó otra vez en mi camino Pascual Carcavallo, diciéndome: "Con usted me equivoqué una vez, pero no he de equivocarme más".»

 

Aunque puedan parecer exageradas las cifras que consigna Maciel con respecto a la venta de ejemplares y discos, nadie podrá negar la popularidad y perdurabilidad de "La pulpera de Santa Lucía", gracias a que fue "salvada" por Ignacio Corsini.

 

Para finalizar incluimos un tango con letra de Corsini y música de Enrique Maciel:

 

Aquel cantor de mi pueblo

 

Dolor de ausencia en los ojos,

un sol radiante en su pelo,

romántico y soñador

era el cantor de mi pueblo.

Tenía una dulce tristeza

cuando evocaba cantando

el dolor de un amor muerto

o el alma de nuestro campo.

 

Pero una noche de invierno,

una noche sin estrellas,

quedó solo con su angustia,

al perder su compañera.

Desde entonces en silencio

oigo a través del recuerdo,

esta canción que gemía

aquel cantor de mi pueblo.

 

Sólo la desesperanza

anida en mi alma doliente,

ella se fue de mi vida,

yo voy con rumbo a la muerte.

Me acompañan en mi noche,

triste en la sombra callada,

mi amiga, la soledad,

y mi guitarra enlutada.

 

Nadie sabe de esta pena

que va desgarrando mi alma,

ya mi vida es vida muerta,

porque murió mi esperanza.

Fue la última canción

que en la noche se escuchó,

de aquel cantor de mi pueblo,

romántico y soñador.

 

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