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Reportaje a Ricardo iorio, del grupo de música pesada Almafuerte.

 

"SOY UN CONTRARIO A TODO, UN SOLO"

 

 

Es un personaje contradictorio en el ambiente rockero argentino. Están quienes lo tildan de tirano, lo acusan de buscar pelea todo el tiempo o directamente miran para otro lado cuando aparece con su cresta y sus palabras fuertes, Otros lo siguen con devoción desde que era un adolescente que tocaba el bajo en V8, uno de los grupos fundacionales del metal de estos pagos. Todos -quienes lo aman y quienes lo odian- se sorprenderían al ver a un Ricardo Iorio cariñoso con sus dos hijas ("yo hago nenas") de nueve y un año y medio. Para ellas no tiene más que dulzura, que le sale de adentro así tenga que cortar una frase de lo más dura.

Almafuerte, el grupo metálico que lidera Iorio, acaba de publicar su primer álbum en directo, En vida. Además de ternas de la banda, el disco incluye dos nuevos y algunos de V8, Hermética y Iorio-Flavio, tres proyectos por los que pasó el líder del trío que completan Claudio Marciello (guitarra) y Walter Martínez (batería). Parece casi un balance, aunque Iorio crea que es demasiado pronto para algo así. "Como considero que tengo mas para hacer. No quiero hacer balances, todavía. La particularidad del disco es que la gente grita ‘Argentina' en un concierto de un grupo metalero. Lo que me interesaba mostrar es el sentimiento de cariño que hay por el terruño de uno a la gente que no entiende de metal o que considera que es de menor capacidad intelectual", dice con una sonrisa.

 

En otra época hubiera sido impensable que hicieras un disco con un Cadillac (Peso argento, con Flavio Cianciarullo) o que participaras de un tenia de León Gieco (El embudo, incluido en Orozco).

 

Sí, odiaba a los Cadillacs. Lo que pasa es que, hace diez años, Flavio tenía otro tipo de enfoque en sus letras. Con el tiempo, fui dándome cuenta de que temas como Mal bicho o Matador, inclusive, tenían más relación con mis letras. Eso nos acercó. Y para mí fue una satisfacción que León Gieco me haya invitado a cantar o que para el día de Año Nuevo me deje un saludo por teléfono. Eso es muy emocionante, porque de chiquito, León fue el primer referente que tuve dentro del rock nacional. Es la persona que nunca cambió. El que siempre apuntó hacia un lado.

 

¿Y vos? ¿Sos el mismo que tocaba en V8?

 

Soy peor (risas). No hay cambio, hay maneras diferentes de ver las cosas. La esencia de uno no cambia nunca: el que es boludo seguirá siendo boludo.

 

¿Menos prejuicioso que antes, tal vez?

 

La perdurabilidad es lo que le da a un creador el reconocimiento. Y bueno, uno insistió tanto que de última se arrimó el loco Flavio, cosa que para mí fue muy positiva. Porque él es un tipo con un gran caudal de éxito y me enorgullece que haya optado por mí para hacer un disco. Y ayer tuve la feliz noticia de que vamos a hacer otro (se le ilumina la cara).

 

¿Tendrá la misma línea que Peso argento?

 

Vamos a hacerlo mas tanguero. Va a ser con Pablo Ziegler, el pianista de Piazzolla, Flavio en contrabajo, el guitarrista de Almafuerte, y yo en voces. Estarnos esperando que Ziegler vuelva de grabar en Europa y empezaremos en marzo, tal vez. Estoy contentísimo. E incluí Mal bicho en el disco de Almafuerte, porque tiene relación con todo lo que he escrito antes. Siempre escribí en contra de la represión al inocente. A pesar de eso, no he sido citado para el concierto de las Madres de Plaza de Mayo... Lo que pasa es que quizá la propuesta está tan en el ostracismo que no llega a algunos de los que tiene que llegar.

 

¿El ostracismo es tuyo o del metal como género?

 

Mío, porque yo opté por este género.

 

Pero en el disco con Flavio es difícil hablar de ostracismo: hay una apertura que va del folclore al metal.

 

Es verdad. Igualmente, todas las letras apuntan a lo que siempre apunté. Miren, todos tenemos, cada día, la posibilidad de cambiar este rumbo desquiciado, esta mierda. De ese tipo de planteos habla mi estupidez.

 

¿Por qué decís "mi estupidez"?

 

Porque yo veo Telemúsica y hay tanta gente exitosa y con tanto dinero y me doy cuenta de que nadie dijo que la vida es justa, de que el equivocado soy yo. Soy un contrario a todo, un solo.

 

Hay quienes te acusan de intolerante respecto de los demás músicos. ¿Cambiaste en eso?

 

No, mi intolerancia sigue intacta (risas). Sigo detestando a los mismos que antes. El cantor es el que canta las cuarenta, el otro es un ladrón. No me interesa el arte como expresión de escapismo, me interesa como documentación inmediata de los hechos que acontecen. Creo que todo lo que sabemos sobre nuestros antepasados es gracias a los artistas que documentaron ese momento, no a los que le brindaron escapismo ala masa para su propio beneficio. Esos no quedaron en la historia, son nada más que unos modelos de falsos ganadores.

 

Vos documentás el presente inmediato desde tu punto de vista, pero el género que elegiste no vende lo que Luis Miguel ¿No hay una especie de contradicción?

 

No, porque creo que es absolutamente justo que tenga que ser con el metal. Es mi destino. Aparte, no se puede documentar cosas crudas, reales, con una música tropical, de saltimbanquis bailarines. A mí me hace muy bien despertarme y saber que mi grupo se llama Almafuerte, y que mi música les llega a los que tiene que llegarle.

 

¿A todos los que tiene que llegarle? Antes decías que no les llegó a las Madres...

 

Al que no le llegó, es porque todavía no advirtió lo que esta música emite. Ya le va a llegar. Aparte, considero que el género que yo opté por expresar es el que más encaja con la realidad.

 

V8, Hermética y después

 

El patio de los Iorio está lleno de canteros con flores, pajaritos y botellas de cerveza vacías. En la terraza se seca una tanda de lavado de ropa negra, casi un uniforme que el músico viste con placer. Ricardo asegura que luce con orgullo una bermuda con el logo de V8.

 

¿Cómo ves, en retrospectiva, tus trabajos con V8, Hermética y Almafuerte?

 

Para mí, es todo una misma cosa. Me siento un denominador común de esos tres grupos. Respecto de las personas que formaban parte de los proyectos anteriores... Todo termina mal conmigo, porque, como dije antes, soy contrario a todo. No me gustan las agachadas, soy así. Lo de V8 fue muy bueno. Invertí muchísimo dinero, que era el que podría haber hecho que hoy estuviésemos mejor.

 

Con el primer disco perdiste mucho dinero.

 

No perdí, invertí. Invertí en poder expresar lo que yo quería, porque nadie daba dos pesos por eso. Y hasta el día de hoy siguen editándose obras que hice cuando tenía 18 años. V8 fue un momento muy bueno, y visto desde ahora también era triste, porque yo invertía mucho y mi familia no me apoyaba. No vengo de familia de músicos, soy el hijo de un verdulero.

 

¿Y con Hermética?

 

También fue bueno. Lo hice inmediatamente después de V8 como para mostrarme a mí mismo que yo podía. De la nada, en siete años llegamos a ser el mejor grupo que hubo acá de este género, que pudo llegar sin hacer una música escapista, de fácil adhesión mental. También fue fabuloso terminarlo, porque era como matar a la gallina de los huevos de oro. Pero eso es una muestra más de que "tengo un contrato conmigo y lo voy a respetar”, como dice Larralde. Y lo de Almafuerte, para mí, es lo mejor que hice hasta ahora. Si no fuese así, no lo haría.

 

¿Volverías a formar...

 

(Interrumpe.) No.

 

... V8 o Hermética?

 

No. Lo que hice, ya está. ¿Qué voy a hacer, lo que hizo Miguel Cantilo y todos ésos, volver a robar con lo que hicieron hace veinte años? Siempre voy para adelante. A menos que me hagan lo que le hicieron a Namuncurá, de secuestrarles los hijos para que se rindan.

 

Esperemos que los fans no sean tan extremistas...

 

Los fans no, los productores (risas).

 

¿Es verdad que te ofrecieron 300 mil pesos para que volvieras con V8?

 

Sí, algo así, pero no me importa. A mí la plata no me interesa.

 

¿Creés que tu música evolucionó?

 

NO, para nada. (Se ríe.) Soy un desastre. Lucho mucho para no robarme a mí mismo, porque las melodías que uno inventa siempre tienden a repetirse. Me sacrifico mucho por tratar de hacer mejores cosas y que lleguen a más gente, pero sólo porque a esa gente le gusten y no por demagogia.

 

¿No te limita ser "un contrario a todo "?

 

Sí. Por supuesto, pero qué más da... (Pone voz aflautada) "que me llamen el bala perdida” (risas).

 

En el ambiente rockero tenés fama de tirano. ¿Lo sos?

 

Pienso que es la respuesta que da el perdedor, el que no tiene el don de la expresión. El perdedor siempre se descarga con el que más empuje tiene. No me considero dictador, aunque si yo quiero hacer esto, es lo que quiero hacer, nadie va a venir a cambiarme la estantería. Nadie va a venir a decirme: (imperativo) "Vos tenés hambre". No, loco, yo tengo hambre cuando lo tengo, no cuando vos querés. La envidia envuelve al que tiene un poco de éxito, al que hizo lo que quiso. Porque no creo que el exitoso sea el que tiene, el que gana, sino el que hace lo que quiere. Para mí, esa es la solución de este mundo: que cada cual ocupe el lugar que realmente siente en su corazón. (Recita:) "Si no, se vive de balde. Porque morir, cualquiera muere, y no es razón para amargarse. Pero haber vivido al pedo, es peor, si no le erro, que tener rabia y callarse".

 

También se dice que sos muy cascarrabias, de calentarte mucho.

 

No, para nada. Soy un jodón. Me gusta mucho hacer reír a la gente. Soy un payasón, y si me escabio, peor. Creo que desgasto mucho mi voz y mi energía tratando de mostrarles a todos que no soy así. Los que dicen eso saben que nunca voy a poder estar otra vez con ellos y me deben tanto que no podrían pagarlo, entonces prefieren estar distanciados Todos saben dónde está mi casa. Podrían venir a decírmelo a mí, pero prefieren decirlo en una revista o una radio.

 

Hay chicos para los que sos una especie de semidiós.

 

Para algunos soy puntudo y para otros soy mocho. Para algunos sobro y para otros falto. Son definiciones de José Larralde, que es el más grande que hay, y sé que hay muchos que están esperando que se muera para hacerle el monumento de cobre en una plaza. Pero mientras estás vivo, hay una tendencia a vomitarte, escupirte, matarte, y si pueden pisar a tus hijos, mejor.

Respecto de los pibes, voy personalmente hacia ellos y trato de desmitificarme, porque es muy difícil que a través de algún medio de comunicación los pibes puedan ver cómo uno es en realidad.

 

El hijo de un verdulero

 

Antes decías que sos el hijo de un verdulero. ¿Cómo fue tu historia antes de la música?

 

Crecí con mucho rigor, fui siempre muy forzado al trabajo familiar. Hemos llegado a tener muchísimo dinero, que fue el que invertí en expresarme. Y eso era contrario a las creencias de mi familia. Ahora me encuentro con mi papá y llora: "Hijo, vos triunfaste pese a todas nuestras contras. Tendríamos que haberte mandado a estudiar". Y yo le digo: "No, papá, si vos me hubieses mandado a estudiar, yo sería Fito Páez" (risas). Estoy orgulloso de cómo me forjó el destino. Mi viejo tiene 57 años, y a los 16 se casó con mi madre, una negra, una india, y eso le trajo muchos problemas: yo soy Iorio porque nací de la raza de mi padre, mis hermanos no hubiesen podido ser lo que soy yo, porque eran unos negros a los que cualquier Grinbank les hubiese pegado una patada en la boca. Será por eso que también me afano por expresar los derechos que merece el argentino originario.

Con mi viejo éramos paperos del Abasto. Tuvimos lavadero de papas, puesto en el Central, hasta que se acabó el negocio.

 

¿Qué hiciste entonces?

 

Vendí ajos en la calle, trabajé de empleado de verdulería y en los camiones. Junté cartones en Cabildo, llenaba toda mi casa y una vez por semana iba a venderlos a Avellaneda. Y los vecinos me denunciaban porque iba a traer ratas... Porque no les gusta ver un pobre en el barrio.

 

¿Cuánto hace que te casaste?

 

Doce años. Mis padres le daban tres meses de vida a mi matrimonio. Me dijeron: "Loco, cortala, no vas a arruinarle la vida a esa pobre chica”. Y somos felices, a nuestra manera. No quiere decir que no nos agarremos de los pelos ni que no nos mordamos las carnes. Qué sé yo... Tirano sería aquel que disfraza de heavies a los chicos y los saca así a la calle. A mi nenita le gustan las Spice Girls, Roxette. Y he llegado a la conclusión de que si alguna quiere hacer música, tiene que hacer la de ella, no la mía. No quiero condenarlas a ellas a vivir el tormento de mi existencia.

 

¿Te sentís atormentado?

 

Soy feliz con lo que hago, pero es tormentoso ir a tocar a Cutral-Có, que tres mil personas te amen, pero no puedan pagar la entrada porque no tienen poder adquisitivo, tiren el portón abajo y tenga que terminar pagando todo yo, negándole una pilcha, un juguete a mis hijas. Es un tormento, también. Pero es lo que elegí y soy feliz por haberlo llevado adelante. Me hago cargo y soy feliz con ese tormento.

 

¿Masoquista?

 

Sí, pegame y llamame Omar (risas). Me ponen mal muchas cosas, por eso hablo de tormento. Me pone mal que nadie les dé bola a nuestros indígenas, que te prohíban sacar fotos de cómo viven los wichís para que acá nadie se entere. Me da bronca escuchar que hay médicos argentinos en Ruanda o tener que oír hablar del Holocausto judío todos los inviernos. ¿Porqué nadie habla del Holocausto mapuche o del Holocausto tehuelche? Son cosas muy duras. Y seguro que alguno va a decir: "Este es un nazi hijo de puta”. Yo no odio a los judíos, pero tampoco tengo porqué amarlos. Porque yo no soy más que nadie. Pero menos tampoco. Yo no soy Astiz, mi palo es la música. Inclusive, no es Che Guevara mi palo. No me cabe, loco. ¿Qué quieren que les diga? ¿Tengo que matarme? Si el Che estuviese vivo, podría ser. Me cabe Ernesto Sábato, no el Che Guevara. Mi historia es querer a mi Nación y luchar por ella, por eso toco acá. A mí me han ofrecido ir a México, pero mi historia está acá. La otra vez, José Larralde me decía que le ofrecieron 300 mil dólares para ir a Alemania a hacer seis conciertos en universidades. Y contestó: "¿A qué voy a ir yo ahí? ¿A hacer la de gaucho turístico? Si nadie va a entender lo que yo digo". Uno canta para el que quiere y con palabras simples, que son las que el pueblo comprende.

 

¿En qué barrio te criaste?

 

En Caseros, en Villa Pineral, el barrio de Sopapita. Era bravo, tuvimos que venir a vivir en la Capital por los robos que había. Generalmente, el que no se sacrifica por tener algo, ve que uno tiene una moto y dice: "Este hijo de puta tiene guita". No piensa en todo el sacrificio que a vos te costó tenerla.

 

Flavio decía en una nota que vos siempre ibas a menos respecto de tus conocimientos y tu cultura.

 

Voy a menos porque mi cultura y mi educación me la forjé yo mismo. En la escuela siempre fui un paria. Maestras como las que imita Gasalla me mandaban a hacerme electroencefalogramas, a hacer foniatría. Es más, hasta me mandaron a un colegio de mogólicos. El director le dijo a mi mamá: "No, señora, este pibe puede ser vago, un atorrante, pero no es mogólico. ¿No ve los chicos que están acá?”. Toda mi escuela primaria y parte de la secundaria fue así. La secundaría la terminé en un industrial, soy maestro mayor de obras. Terminé cuando me concienticé de que tenía que hacerlo. Para darle una satisfacción a mis padres. Mientras tanto fui un desastre: cambié unos veinte colegios, iba a la escuela a hacer mal.

 

¿Por qué a hacer mal?

 

Porque iba a ocupar un puesto que merecían otros, y yo que tenía la oportunidad no la aprovechaba. Me llevaba todas las materias y pensaba todo el tiempo en hacer descontroles o hacer reír a los demás. Y no hacía lo que debía, que era estudiar.

 

Fútbol y religión

 

Por una vez, Ricardo Iorio no luce una remera negra. A cambio, se puso los colores de su cuadro, Racing. "Amo el fútbol -explica-. Lo jugué mucho, pero ahora corro el colectivo y escupo los bofes. En la banda tenemos mucho entrenamiento físico, entrenamos mucho más que un jugador de fútbol haciendo esta música."

 

¿Qué clase de hincha de Racing sos? ¿De los que sufren en la cancha?

 

No, soy de los felices. Apoyo a Racing porque siento que es como yo: tengo la mejor hinchada, pero no gano ningún campeonato.

 

¿Qué sería ganar un campeonato?

 

Tener un grupo que dure veinte años.

 

¿Creés en alguna religión?

 

Más que nada, creo en las compilaciones de Alan Kardec, en la Fraternidad Espírita Argentina, que fue fundada en 1946, y en la Escuela Científica Basilio, aunque nunca fui adepto a eso. Lo que pasa es que leí, analicé. Cuando tuve neuronas, las utilicé para leer, para aprender: eso es lo que les aconsejo a muchos que no le encuentran un sentido a la vida.

 

¿Cuál es el sentido de tu vida?

 

Hacer esto, mostrarme como un referente. No como un ejemplo, como un referente. Cosa que yo no tuve cuando era pibe. Una vez, iba de la mano de mi mamá y pasó un muchacho de pelo largo en una moto, con una guitarra, y yo dije: “Cuando sea grande voy a ser como ése". Todos me decían que estaba loco. Los padres y hermanos de mis novias de la adolescencia se burlaban de mí. “Iluso, se cree que va a ser alguien con la música". Entonces, cuando veo algún cartel de Almafuerte pegado por Caseros, me siento orgulloso. Y también de que vengan a verme los hijos de las chicas que iban conmigo a la primaria, ésas que levantaban la mano y decían: "Señorita, mire lo que está haciendo Iorio, está dibujando una guitarra", para que las maestras me tiraran la oreja y me trataran de idiota. Cuando vienen los pibes y me dicen: "Mi mamá iba con vos a segundo grado", les contesto: "Andá y decile que estoy peor que antes (risas). Y que soy quien quise ser”.

 

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