Dragones de Tierra
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10: Pesadilla
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Weevil había despertado con una
sensación horrible. Sentía que un olor nauseabundo le llegaba hasta el corazón,
no ya hasta los huesos, y lo hacía temblar. Había olido eso antes, en las clases
de tortura en las que él se negaba a entrar, pero ahora lo sentía mil veces más
fuerte.
Por un momento pensó que aún
estaba dormido, pero luego la escena lo golpeó con toda la fuerza. Alguien
había llenado su habitación de estacas para empalar, de ésas que tanto usó Vlad
Daculea. Pero estas no tenían cuerpos. El pelo creaba formas extrañas,
mezclándose con la sangre seca. La sangre que caía de los cuellos cortados,
insertadas las cabezas en las estacas.
Estaban sobre su cama. Mirándolo.
Rogándole con la mirada que terminara con su sufrimiento. Algunos no tenían con
qué mirarlo, porque sus ojos habían sido utilizados para experimentos. Otros no
tenían lengua. Algunos no tenían mandíbula. De los veinte que allí había,
ninguno tenía el rostro sano. Las heridas aún sangraban, sin cicatrizar. Y las
que lo habían hecho habían sido abiertas de nuevo, con más brutalidad. Uno no
era más que una calavera cubierta de piel con ojos. Y todos lo miraban, en una
súplica muda.
Eliminamos, por favor.
Apenas alcanzó a darse cuenta de
que eso no era una pesadilla, que era real, cuando el primero empezó a gritar.
Había escuchado gritar a otros vampiros en las salas de tortura, pero esto era
peor. Le perforaba los tímpanos, y le llegaba hasta el corazón, helándoselo.
Almas que sufrían los tormentos del infierno en sus cuerpos mientras sus
cabezas rogaban por la muerte. Tormentos que los destripadores justificaban en
la inexistencia del infierno.
Los vampiros merecían el castigo
divino. Y como el infierno no existía en el otro mundo, debían fabricarlo en
ése. Por eso las torturas y los flagelos eran impartidos. Merecían sufrir todo
lo que habían hecho en ésta y en otras vidas, y debían seguir vivos. Weevil
nunca supo cómo, pero mantenían a los vampiros vivos aún cuando todo su cuerpo
había sido destrozado. Si la cabeza seguía viva, el cuerpo seguiría sintiendo
todo los estímulos. Como el dolor. Y era lo único que sentían los vampiros
ahora.
Weevil se tapó los oídos, pero los
gritos le llegaban al alma y la congelaban. Trató de salir de su habitación,
pero tropezó con las colchas y terminó en cuatro patas sobre el suelo. Sólo al
escuchar el chapoteo vio qué era. Sangre. Sangre de vampiro. Y le llegaba hasta
los tobillos. No podía ver sus manos en ése mar rojo, cuyo olor ya se le había
pegado a la piel. Toda su habitación estaba llena de sangre de vampiro. Y las
cabezas seguían gritando.
Weevil se levantó como pudo y
corrió hacia la puerta. Quería salir de allí, quería respirar, quería decirse
que todo era un mal sueño, una pesadilla. Pero era real. Tan real como la
sangre que ahora sentía en su boca. La puerta estaba cerrada, y él había
seguido de largo. Se partió el labio, y
el sabor de la sangre le dio náuseas. El olor a carne podrida casi lo
hacía perder el conocimiento. Se giró, tratando de buscar otra salida, y
entonces vio cómo las cabezas lo buscaban con la vista.
El pelo ensangrentado y seco. La
piel cortada hasta más allá del hueso. Los sesos al descubierto. Los colmillos
quebrados. La sangre escurriéndose hasta llegar al suelo. Eso eran los
siniestros trofeos que habían puesto sobre su cama. Como si lo vigilaran. O
como si le advirtieran.
-¿Quieres que eso te pase a ti,
Weevil?- le preguntó una voz conocida.
Saya(1), su maestra de torturas,
estaba detrás de él. Llevaba su katana, la que había cortado a tantos vampiros,
con ella.
-Eso les pasa a los que se oponen
a los iluminados-
Levantó su espada, con una mirada
psicópata en el rostro. Weevil sintió el dolor. Sintió cómo Saya le cortaba
todo el costado izquierdo. Sintió cómo el metal frío le llegaba hasta el
corazón, cortaba sus órganos internos y volvía a salir. Todo en menos de un
segundo. El más largo de su vida.
Y luego, nada.
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Weevil se despertó de golpe. Estaba
cubierto de un sudor frío, y pese a todas las colchas, estaba temblando. ¿Acaso
había gritado? Mokuba, quien dormía en una cama cercana a la suya, no mostraba
preocupación alguna. No, no había gritado.
Pero necesitaba salir. Necesitaba
al Sol. Eran las once de la mañana, y el astro rey ya empezaba a dar sus más
cálidos rayos a Yiske. Todos descansaban en paz, todos menos Weevil. Tenía que
sentir la Tierra cuanto antes. Era lo único que lo calmaba, eso o algo que
estuviera relacionado con ella. Pero lo necesitaba ya.
Salió al balcón, teniendo bien
cuidado de cerrar las puertas para que no entrara el Sol. El balcón era
bastante amplio, y no tuvo problemas para transformarse en Dragón de Tierra.
El símbolo que había hecho para
unirse con Yuugi, como Portador y Sombra, apareció bajo sus pies. Dos círculos
con una estrella de seis puntas, con símbolos chinos entre el primer y segundo
círculo. La estrella parecía tres agujas de brújula apuntando a seis
direcciones diferentes. Weevil la recordaba. Había hecho la mitad de ése
símbolo con su sangre. Yuugi hizo la otra mitad con la propia. Y no trató de
probarla.
Weevil sintió cómo su cuerpo se
elevaba un poco y dos alas de dragón aparecían para cubrir su cuerpo. Era el
mismo sentimiento de levitación que habían sentido Yuugi y él cuando entraron
al centro del círculo, antes de acceder al Mar de la Decisión. Un mar negro,
con sólo una mínima plataforma circular, suficiente para que los dos estuvieran
sentados con los pies en el agua. El resto, nada, sólo agua negra y espesa.
Weevil sintió cómo su cuerpo
perdía solidez y cómo la energía de su elemento lo hacía cambiar. Sintió cómo
su piel desaparecía y en su lugar aparecían sus escamas verdes. Cómo su cola de
Dragón crecía, junto con sus alas, que no eran otras sino las que lo cubrían.
Sintió cómo los dedos de sus pies se convertían en uñas verdes, y cómo en vez
de la punta de sus dedos aparecían uñas verdes, como las de sus pies, pero más
finas.
Era una sensación tan diferente a
la que había sentido dentro del Mar... Yuugi le dijo que deberían sumergirse, y
él obedeció, pero se separaron enseguida. Y luego las voces, ésas voces
empezaron a decirle que sería mejor dejar allí a Yuugi. Que era un vampiro, y
como todo vampiro no merecía la redención que se le daba. Que él, Weevil, era
un niño brillante y que Yuug lo mataría poco a poco, absorbiendo su energía
vital...
Pero él estaba decidido a ayudar a
Yuugi, y entonces pudo sentir en dónde estaban ellos. Cuando le dio la mano a
Yuugi, aún sin verlo, fue entonces cuando sintió ésa sensación de calidez que
ahora la inundaba. El frió y el miedo que sintió en el Mar habían pasado, y
reapareció en el mismo lugar en donde se habían desvanecido.
Ése fue el primer día en que
sintió a alguien más en su cuerpo. Durante seis meses, él y Yuugi podían
fusionarse, y sentir lo mismo. Yuugi pudo probar el sabor del chocolate, el
sentimiento del Sol sobre la piel, el amor que le tenían los padres de Weevil,
la Tierra cantando bajo sus pies y a su alrededor. Y Weevil pudo apreciar cosas
que no había notado antes. La Luna en todo su esplendor, las constelaciones,
los secretos de la noche y de los seres que duermen, tal y como Yuugi aprendió
de nuevo a vivir de día y a la actividad diurna.
Cuando el cuerpo de Dragón de
Weevil volvió a tocar el piso, abrió los ojos con lentitud. Ahora veía a la
Tierra con más claridad. Veía cómo la energía vital se movía de un lugar a
otro, en todo lo que estaba vivo. Y recordó cómo había comprendido mejor a
Yuugi.
Fue un intercambio de
conocimientos, experiencias y de todo lo que habían vivido hasta ése entonces.
No sólo percibían lo mismo con sus sentidos, sino que podían ver los recuerdos
del otro. Y no sólo despiertos, sino en sus sueños. Weevil pasó noches enteras
recordando las noches que Yuugi había pasado junto a Yami, y cómo su relación
era de cuasi hermandad del alma.
Y era eso lo que le preocupaba a
Weevil. Si Yami estaba en el centro de recuperación, debía ir a verlo. Debía
decirle cómo había terminado Yuugi, y dónde estaba.
Subió sobre la baranda del balcón
y abrió sus alas. Se elevó con suavidad, sin hacer ruido, para no alertar a
nadie. El centro de recuperación no abría de día, pero debía sentir la Tierra.
Porque sabía que era gracias a ella que había sobrevivido al ataque de Saya.
No sabía cómo, pero Yuugi volvió
para salvarlo. Lo llevó a un lugar donde la Tierra le dio todo su amor, y
Weevil pudo salvar su vida. Yuugi nunca se lo dijo, Pero Weevil lo sabía. Sabía
que Yuugi era capaz de todo para salvarlo, porque Yuugi le había dicho que sólo
estaba vivo por Yami y por él, Weevil, y que haría lo que fuera para salvarlos.
Y ahora Yuugi estaba en China,
cumpliendo su tarea de Avatar. Sería larga y agotadora, pero era lo que él
quería para sí. En teoría, cada vez que alguien mataba a un ser vivo consciente,
almado y pensante (2), debía renacer una vez más en el mundo en que mató; pero
los vampiros mataban demasiadas personas, y a veces llegaría el fin del mundo
antes que terminaran de renacer la cantidad de veces necesaria, por lo que se
ideó el sistema de los Avatares.
Éstos tenían por misión hacer
felices a las familias de sus víctimas, por lo que viajaban por todo el mundo.
Fue por eso que Weevil se sorprendió que Yuugi estuviera en China. Tal vez
había encontrado uno que viajaba por Japón y entonces... Bueno, el resto lo
suponía, pero no quería imaginárselo.
Así que Yuugi viviría como un ser
humano normal, pero cuando nadie lo viera debía ser el ángel protector de todas
las familias de sus víctimas. Era una forma de evolución extraña, pero era la
más eficaz. Ésa era la famosa redención de la que tanto se había hablado entre
los vampiros, cuando aún existían sin miedo sobre la Tierra.
¿Y los lilims? Ésos eran los
humanos luego de la separación física. En otras palabras, los Portadores de
Sombra no eran la evolución de los vampiros, era un conector entre los dos
razas para que volvieran a ser lo que el dios que había creado ése mundo, una
raza única. En ése planeta Tierra, porque se sabía que había seres
inteligentes, más avanzados moralmente, en otros planetas.
Así que ser un Portador era una
bendición, por muchas penurias que se pasaran para llegar a serlo. Los humanos
estaban horrorizados ante la idea de una evolución con sus peores enemigos, y
los vampiros no querían saber nada, desde el comienzo. ¿Ellos, rebajarse al
nivel de ser uno con un humano simple y tonto? Luego no querían ni acercarse
por miedo, pero la resistencia entre ambas razas seguía, por ése y otros
motivos.
Y había más, recordó Weevil,
muchas más cosas que les habían enseñado los Ocho Vampiros Inmortales de la
montaña Lushan, en China. Porque allí se habían separado las razas, y de allí
debió salir la solución. Los Ocho vampiros Inmortales de Lushan (o de China,
era lo mismo) eran los que enseñaban los últimos detalles para que la separación
física se realizara. Éstos seres no tenían cuerpo físico, eran como espíritus,
que tomaban forma física con los elementos que tenían a sus disposición. Cada
uno de ellos (siete hombres y una mujer) enseñaban lo secretos de cada
elemento, para poder entender mejor un aspecto de ése mundo y de lo que sucedía
en él. Y era por la misma regla del Ying y el Yang que la proporción de
Portadores de Sombra era de siete mujeres por cada hombre. En otras palabras,
los Ocho vampiros Inmortales de Lushan eran siete hombres y una mujer, pero los
Portadores eran siete mujeres y un varón.
Y el Ying y el Yang era sólo un
elemento de la larga y compleja historia de los Portadores de Sombra. Historia
que cada ser, humano o vampiro, experimentaría antes de llegar al siguiente
mundo, cuando su moralidad evolucionara la siguiente nivel.
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(1) Saya, la de Blood the last
vampire 2000. Es el Manga más dark y emocionante que haya leído. Una mezcla de
violencia, sangre, vampiros, sexo lésbico y situaciones adultas. Hay que leerlo
para creerlo. Saya es una cazadora de vampiros que usa una katana para matar a
los susodichos. Obedece ciegamente las órdenes que se le dan, como si fuera una
androide. El secreto de su identidad se descubre en el Manga ya mencionado, y
no, no les voy a contar qué pasa. Pero me gustó el personaje, por más que sólo
haya visto el trailer de la película (de ahí saqué que Saya era una asesina
como la muestro aquí)
(2) “ser vivo consciente,
almado y pensante” así se define a todos los seres que caminan sobre la
tierra que tienen consciencia de sí mismos y que poseen un alma. Todo ser que
tenga conciencia de sí mismo y con cierto nivel de inteligencia se considera en
esta categoría, ya que no hay otra forma de definir al grupo de los humanos,
los vampiros, los Portadores, los Lilims y los avatares.
Bueno, más info sobre los
Portadores y sobre porqué Weevil está tan traumado con la sangre y la carne. La
imagen que planteo es mucho más suave de lo que me imaginé, porque no puedo
poner en palabras humanas o vampíricas lo que el mundo onírico me reveló.
Nos leemos
Nakokun
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