En el templo, o en los
retiros, el horario es estricto y seguido por todos; es de hecho
el verdadero amo del lugar. Es él quien permite soltar, olvidar
los hábitos personales y hacer callar un poco los deseos
incesantes, no preguntarse qué hay que hacer ahora; se sigue, no
se formulan preguntas, es la campana la que dirige.
El despertar es a las cinco, se empieza la jornada con
zazen, un momento de silencio, retorno a sí mismo, se hace la
limpieza, se prepara la comida, cosas muy simples; se elimina todo
lo que complica nuestra vida. Se hacen las mismas cosas tratando
de salir de las anteojeras que se crean a fuerza de mecanismos,
automatismos que impiden estar presente en la vida. este modo de
vida es muy colectivo pero también ,y sobre todo, muy individual;
también es necesario que la gente tenga un espacio para las
preguntas, las rabias, las frustraciones y además para la
alegría, la maravilla junto a todo lo que acompaña a un camino
espiritual. Cólera y frustraciones porque ya no estamos sometidos
a nuestro ego que, sin embargo continúa incitándonos: deseamos
fumar un cigarrillo y no podemos; estar tranquilos y la campana
llama a trabajar o a la meditación; estar solos y alguien viene a
hablarnos. Hay pocas conversaciones intelectuales o discusiones
doctrinales; de inmediato somos llevados por las cosas materiales,
muchas tareas deben realizarse, hay poco tiempo para discutir de
ese modo.
También existe en los retiros, "el lado espejo": cuando
la mente deja de estar distraída se percibe, cada vez, así como la confusión, la gente alrededor, el horario.
Esta toma
de conciencia "física" es necesaria, y sirve de
contrapeso a las certezas intelectuales tan típicamente
occidentales que inducen por ejemplo, que si se comprendió
"con la cabeza" ya está adquirido.
En el centro todo es koan (el koan es una
interrogación a la que se responde por la intuición), el simple
hecho de preguntarse ¿cómo se hace esto, ahora, aquí? es un
koan. en cada momento. Es lo que el Maestro Dogen, llama
"Genjo koan", el koan de la vida cotidiana. cada momento
de la vida nos obliga a dar una respuesta.
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