JOSHIN SENSEI

 

Conferencia  realizada en AEBU- el 11 de Octubre de 1996
Montevideo, Uruguay

 transcripción

Para comenzar, voy a contar una historia:

Un día, todos los discípulos estaban reunidos alrededor del Buda, y Buda no decía nada, sostenía una flor en su mano, así, y todos los discípulos se miraban entre sí, sin comprender, y luego, uno solo, el más anciano de entre ellos, miró a Buda y sonrió. Entonces Buda dijo: "Eres tú quien ha apreciado el Ojo Precioso de mi Enseñanza".

Esto es, realmente, la raíz de nuestra enseñanza, una relación silenciosa, profunda, de mi alma a tu alma, de mi corazón a tu corazón.

Antes de realizar esta comprensión tan profunda, más allá de las palabras, se necesita mucho tiempo.

Quisiera contar un poco cómo llegué a esta Vía.

Vivía en París, con una vida bastante satisfactoria, y apenas una pequeña cosa que faltaba, no era algo que hubiera podido definir, sino que era más bien como un gran espacio blanco con una diminuta mancha negra, una frustración, una pequeña frustración siempre presente. Entonces pasé por distintos lugares, un poco en cada uno, en la Iglesia, en el Yoga, pero la insatisfacción se mantenía.

Yo había leído libros sobre el Budismo, también sobre el Zen, y leyéndolos pensaba que el Zen era algo terrible. Un día, encontré un lugar con un cartel: "zazen, puede venir a hacer meditación Zen", y fui. Me dijeron, "siéntese sobre ese almohadón frente a la pared, no se mueva, y espere que la campanilla anuncie el final del zazen". Entonces me senté frente a esa pared, sin moverme, y al cabo de 10 minutos me pregunté: "qué hago acá?". Salí convencida de que era lo más estúpido que había hecho en mi vida. Y después, no sé qué pasó en mi cabeza, pero a los 2 días volví, y esa vez, me quedé sentada, 1 hora y media, sin moverme, frente al muro, y después volví todos los días, y era una sensación extraordinaria empezar a encontrar lo que había buscado sin poder definirlo.

Entonces, la cuestión es, por qué hacer esto? Por qué sentarse frente a un muro sin moverse?

Podríamos imaginar un vaso de agua sucia de barro, impurezas mezcladas, que flotan y enturbian el agua. Si dejamos reposar ese vaso sobre la mesa, entonces las impurezas se depositarán en el fondo y el agua irá purificándose hasta quedar completamente transparente.

Esto es, para mí, la práctica de la meditación.

Primero, quiere decir, tener el espíritu un poco más claro, y que con ese espíritu un poco más claro se puede, entonces, volver más profundamente hacia uno mismo. Encontrar el verdadero silencio - que no tiene nada que ver con retirarse al campo, lejos de la ciudad, o cosas por el estilo -.

Es el propio silencio, el silencio interior, y a partir de ahí, realizar la unidad profunda con uno mismo, y luego con todos los seres, con todas las cosas.

Es una experiencia muy difícil y muchas veces muy dolorosa. Antes de encontrar ese silencio - y al mismo tiempo - empieza a aparecer todo aquello que fuimos ocultando y amontonando en el tiempo, recuerdos dolorosos, grandes emociones, antiguas rabias, todo lo que fuimos dejando de lado, ocultándolo a nosotros mismos.

Entonces, cuando nos sentamos tranquilos, sin movernos, damos ocasión a que todo eso emerja porque está ahí, aunque nos neguemos a verlo, está ahí porque lo llevamos. Es como un desván lleno de cosas tapadas por el polvo pero están ahí.

Lo más importante, y lo primero que surge, son las emociones que nos arrasan como los celos, la ira, el rencor, y esto es también lo más terrible porque la mayor parte del tiempo estamos tratando de mantener estas emociones bajo control, y nos da miedo - como una gran ola que podría arrastrarnos y sumergirnos, como un dique que va a desmoronarse - y entonces, podríamos desaparecer arrollados por nuestras emociones.

Y mucho más.

Pensamos que si los otros nos ven, se van a romper nuestras máscaras. Ustedes saben, todas esas máscaras que vamos usando todo el día para escondernos, todas esas máscaras que nos ponemos para decir "soy una buena persona, soy muy amable". Y si de pronto los demás nos vieran, tal como somos, con todo lo que llevamos en el interior? es algo terrible, con las emociones.

El Budismo ha hecho un estudio muy sutil de la formación de esas emociones, muy simplemente:

por ejemplo, un día, estoy sentada a la puerta de mi casa, en la campaña, tranquilamente, estoy bien, es un día hermoso, y de pronto, por el camino, veo aparecer algo que se mueve - primero, ya hay una sensación.

Y a medida que esa cosa se aproxima puedo distinguir si es un ser humano, un animal, un coche, y a medida que se aproxima más, reconozco que es una persona, puedo saber si es un hombre o una mujer, una persona que conozco o que no conozco - estamos siempre dentro de la percepción.

Pero imaginemos que es alguien que conozco y a quien no quiero. Mientras lo veo llegar pienso: "ah!, la última vez discutimos, es tan desagradable!", todo esto que empieza a pasar por la cabeza - ya no estamos en la sensación, estamos ahora, en un estado de espíritu. Estábamos en el pasado y ahora nos vamos al futuro, vamos a cerrarnos frente a esa persona que está llegando. Es decir que, la situación neutra que existe de hecho - una persona que llega -, la transformé en una situación en la cual, ya todas mis emociones están en juego: es una persona que no quiero, ya estoy cerrada, ya estoy enojada. Y ya, no hay duda que el recibimiento salga muy mal.

Tomé todos mis recuerdos, todas mis expectativas, todo lo que espero, (y lo puse todo mal): eso es lo que hacemos, a cada minuto. Se construye algo, se construye una situación, generalmente bastante rígida, bastante sólida, y luego, chocamos contra todo eso. Y luego decimos, "es terrible, mi vida es terrible, a mí solamente me pasan cosas terribles".

Pero eso es algo que hemos construido.

Hay un ejemplo, en los textos hindúes, es un pescador, que sale a pescar por la noche, con su barca nueva, recién pintada, y luego, en medio de la oscuridad, percibe una forma, otra barca que viene hacia él. Entonces empieza a gritarle, "eh! atención! atención a mi barca!". Nadie responde, nadie se mueve, y él empieza a enfurecerse más, y les grita, "despierten!, qué hacen!", nadie responde, y a medida que la barca avanza, más grosero se pone, más grita, finalmente consigue empujar a la otra embarcación con su remo y ahí ve que está vacía, era una barca que se había quedado a la deriva, seguía la corriente, y toda su rabia se desmorona; toda esa rabia que había acumulado por esa persona que estaba en la barca, tal vez dormida, borracha, todo eso, de un golpe, se desmorona. Era una situación completamente construida, y en el momento en que queda en evidencia que no existe, entonces, cae.

Esto es lo interesante, que algo que se ha construido puede también, desconstruirse. Los hechos no pueden cambiarse: yo estoy sentada acá y veo que alguien llega, eso no puedo cambiarlo, no podemos actuar sobre lo exterior.

Pero sí, puedo cambiar: puedo evitar la actitud de construir toda esa situación, porque nada impide que la persona que está llegando, a su vez, haya construido en su cabeza, toda otra situación, y cuando esas dos situaciones se encuentran, generalmente, se producen los problemas. Lo que es difícil de ver, lo que es difícil de aceptar, es que realmente somos completamente libres frente a esa situación. Es difícil ser libre porque estoy segura de tener razón, si esa persona fue desagradable conmigo, entonces siento que debo ser ahora desagradable, con ella, a mi vez, y que tengo razón.

Es muy difícil darse cuenta que, en efecto, podríamos actuar de otra manera, porque es en ese momento que debemos adoptar la idea de que es posible cambiar, y que no sólo es posible, sino que nos haría mucho bien ese cambio, y que tenemos esa responsabilidad de cambiar. Es difícil porque dependemos de tantos hábitos, de tantos mecanismos, de excusas fáciles: "sí, porque es así; sí porque es su culpa...", así, nos deslizamos por una especie de pendiente y es preciso un gran esfuerzo para volver atrás, para subir por esa pendiente.

En los textos se dice:

"Toda forma material es como un copo de espuma

es como una burbuja que estalla en la superficie del agua

todos los nombres y todos los conceptos son como espejismos

y la conciencia que los une, el juego de un mago"

Es difícil aceptar que el cambio está aquí, que el cambio depende de nosotros. Creo que las palabras más profundas que dijo Buda son:

"Enseño la Vía que lleva al fin del sufrimiento"

Esto es una cosa extraordinaria, que alguien nos diga: ahora ya no vamos a sufrir más. Es algo maravilloso que está lleno de alegría.

Pero, seguramente, se sabe que no puede ser fácil.

Les voy a contar la historia de una mujer hindú. Para mí es un texto muy precioso porque hay muy pocas narraciones acerca de las mujeres que estuvieron junto a Buda.

Esta mujer, se llama Patakara, es una joven que pertenece a una rica familia, de una ciudad. Sus padres preparan para ella un matrimonio, pero ella lo rechaza, y huye con uno de los sirvientes de la casa. Se van lejos de la ciudad, y al cabo de un tiempo, esta mujer está embarazada, y decide volver a la casa de sus padres para tener el niño ahí, como era la costumbre. El marido le suplica que no parta, que los padres no la dejarán volver, y la retiene con él. Entonces, tiene su niño en la casa. Tiempo después, otra vez está embarazada, y decididamente quiere volver junto a sus padres, a tener allí su niño. Así que, una tarde, antes de que su marido volviera del trabajo del campo, se va. Cuando él llega, comprende lo que pasó y corre a alcanzarla.

Ya había avanzado bastante, estaba lejos, pero cuando la alcanza, empieza a llover copiosamente porque es justamente la época de los monzones. Entonces, el marido decide construir un refugio para que ella pueda dar a luz ahí, ya que no pueden seguir adelante. Pero mientras está recogiendo unas ramas, una serpiente lo muerde, y muere.

La mujer, lo espera, pero llega el momento de dar a luz, y cuando a la mañana, sale de la cabaña, encuentra a su marido muerto. Se desespera profundamente, hasta que decide cargar con sus hijos, y seguir el viaje hacia la casa de sus padres. Pero como llovió demasiado, el río está por desbordar, entonces toma a su primer bebé para cruzarlo y vuelve a buscar el segundo, pero cuando el niño ve a su madre quiere alcanzarla, y cae al agua y la corriente lo arrastra y se ahoga. Vuelve donde estaba el primer bebé, y mientras cruza el río, aparece un ave de rapiña que se lo lleva. Entonces enloquece, arranca sus cabellos, se desgarra la ropa, grita, llora. Está loca de dolor. Vuelve a la ciudad de los padres, pero la gente la rechaza, le tiran piedras.

Así, durante años, anda, de aldea en aldea, y un día llega a un lugar donde estaba el Buda con sus monjes. Al principio no la querían aceptar porque estaba así, sucia, desnuda, loca, pero Buda le dice: "aproxímate, hermana", y un monje la cubre con unas ropas, y cuando ella ve al Buda, como si por un instante se aclarara su espíritu, ella se arroja a sus pies y le suplica que la ayude.

Y Buda la levanta diciéndole: "tú no has encontrado a la persona que pueda ayudarte, a través de todas tus vidas los llantos que has derramado son más grandes que los cuatro océanos, no habrá prójimo, amigo, o familiar que pueda ayudarte a la hora de la muerte", y el Buda le enseña el Dharma.

Esto para mí, es una escena muy fuerte, porque esta mujer llega en un momento en que ya no tiene absolutamente nada, que está completamente despojada, y se echa a los pies de Buda pidiendo ayuda - ésta es una reacción muy común en todos, en el momento en que algo muy difícil nos sucede, intentamos pedir ayuda. Y al mismo tiempo, esas palabras tan duras de Buda, "Tú no has encontrado a esa persona que pueda ayudarte", y así, el Buda le enseña el Dharma.

Porque la ayuda es imposible, una persona sólo puede cambiarse a sí misma. Es como una paradoja porque primero hay que abrir su corazón como ella lo ha hecho, pero no alcanza. Me gustaría que eso alcanzara, que pudiéramos abrir el corazón y que por un milagro las cosas se arreglaran. Pero el Buda dice, "No, ahora hay que caminar, ahora está entre tus manos el cambio"

"Ninguna otra persona podrá vivir nuestra vida, ninguna otra persona podrá vivir nuestra muerte".

Es cada uno de nosotros que debe avanzar si desea cambiar, y esta mujer, Patakara, entonces va a poner toda su energía en este cambio.

Escribió un poema. Ella sigue firmemente la enseñanza de Buda, pero ve que no lo alcanza, que no llega, y en determinado momento dice:

"cuando ellos hayan labrado sus campos y sembrado los granos en la tierra,

cuando ellos se ocupan de sus mujeres y de sus hijos,

los jóvenes brahmanes hallan las riquezas.

Pero yo hice todo correctamente

y seguí la regla de mi Maestro, no soy perezosa ni orgullosa,

por qué no encontré la paz?

Lavándome los pies miraba el agua del baño deslizarse a lo largo de la pendiente,

concentraba mi espíritu de la manera en que vosotros adiestráis un buen caballo,

luego tomé una lámpara y entré en mi celda, verifiqué mi cama, y me senté encima,

tomé una aguja y la apoyé sobre la mecha,

cuando la lámpara se apagó, mi espíritu quedó en libertad"

En ese momento en que ella ve el agua correr, en ese momento en que ella ve la luz desaparecer, es el momento cuando ella realiza que cada cosa cambia, el agua corre, el tiempo pasa, tanto es el día como es la noche. Comprender esa impermanencia, comprender la manera en que las cosas cambian, comprender la vida y la muerte, así dice, "entonces mi espíritu está en paz".

Comprender eso quiere decir, aceptar.

"Aceptar" es una palabra enorme. Aceptar es, realmente, dar un paso hacia adelante. Lo común es suponer que aceptar es como una especie de sumisión: "yo no puedo pero soy fuerte, entonces está bien"...es algo muy pasivo así, con restos de rencor que queda dentro del corazón.

Pero "aceptar" es algo dinámico, es "ir hacia" todas esas cosas que rechazamos, realmente - pero no podemos - todo eso que tratamos de rechazar todo el tiempo. Qué pasaría si en lugar de empujar lejos de nosotros, aceptamos?

Pienso que eso sería un cambio extraordinario. En lugar de estar encerrados en nosotros mismos, alertas a lo que puede venir, qué sería si aceptáramos?

Así es como yo comprendo la Vía que pone fin al sufrimiento.

La Vía que depende de nosotros. La Vía que solamente nosotros podemos realizar en nuestra vida.

Parece algo terrible pues sentimos que al decir "acepto" vamos a quedar sumergidos por las cosas. Porque si dejamos caer todos los miedos, todas las pantallas, los muros que ponemos entre nosotros y el mundo, qué nos va a pasar? Tal vez morir. Tal vez ya no seamos más nada, entonces lo demás van a aprovechar para atacarnos.

Esto es algo muy importante en la meditación.

Primero vamos a reconocer todos nuestros miedos, luego vamos a reconocer nuestro egocentrismo, vamos a aceptar todo lo que hemos rechazado, hasta ahora, en nosotros mismos y en los otros, vamos a tener que aceptar que no somos perfectos, que los demás no son perfectos, y que el mundo no es perfecto, pero que es con este mundo que tenemos que vivir. Por cierto que con la imaginación podemos ver todo perfecto, nosotros y los otros, y el mundo, pero lo cierto es que con este mundo tenemos que vivir. Entonces, qué vamos a hacer con todas esas emociones, miedo, rabia, etc, que nos aparecen?. Buda , una vez, comparó todas esas emociones a un pedazo de carbón ardiente, un carbón al rojo, y nosotros lo tomamos en nuestra mano para poder arrojarlo contra alguien, pero al tomarlo en la mano nos quemamos a nosotros mismos.

Es muy difícil llegar más allá de las emociones.

Una de las cosas que aprendemos en la meditación es que cuando estamos en determinado estado de la mente, ese estado totaliza el espacio mental, no hay lugar: si estamos contentos, estamos contentos; si estamos irritados, estamos irritados, no hay más espacio. Por eso, una de las cosas que se trata de hacer - que es muy difícil - es cambiar tal estado de la mente. Así se dice que cuando estamos furiosos, reflexionemos sobre el amor bienaventurado:

"Cuando se está enojado, reflexionar en el amor bienaventurado,

cuando la mente está agitada como caballos salvajes corriendo sin descanso,

poner la atención en la respiración,

si uno queda atrapado por la ilusión de un yo solo, separado de los demás,

reflexionar en la impermanencia y el constante cambio dentro y fuera de nosotros

que tiene lugar a cada instante"

Entonces, cuando uno imagina que está furioso, reemplazar , por un momento, esa emoción por el amor bienaventurado, y entonces, es esta nueva emoción que va a tomar todo el espacio. Por supuesto que inmediatamente la rabia va a volver, pero se puede hacer el esfuerzo para retornar al amor bienaventurado, y vamos a estar así, haciéndolo venir todo el tiempo, pero ya es una posibilidad de romper esa emoción. De romper un mecanismo.

La cuestión es por qué hay que hacer este esfuerzo, que es un enorme esfuerzo.

Yo creo que esto se hace realmente cuando al fin comprendemos que al tomar ese carbón en nuestras manos, somos nosotros los que nos quemamos.

Que, en efecto, cada vez que intentamos herir a los demás, es a nosotros mismos que nos herimos.

Para esto hay que realizar verdaderamente nuestra "interdependecia profunda". Este ejemplo que daré es algo menor pero, esta noche, ahora, aquí, si hay una persona que comienza a agitarse mucho, a hacer ruido, entonces va molestar a todas las demás personas; en esta situación, cada uno depende de los otros.

Esto muy fácil de ver, es una pequeña cosa. Pero si uno va más profundamente, se ve que en todas las situaciones de la vida se está siempre en interdependencia con los otros.

El Maestro Dogen que fundó la rama del Zen a la cual pertenezco, decía algo que encuentro muy hermoso, "con el paso del tiempo, nos convertimos en otros, y otros se convierten en uno".

Yo creo que desde el momento en que estamos tranquilos, en ese estado de transparencia, sin todas esas proyecciones, sin todos esos espejismos que se crean continuamente, pienso que en ese momento se puede recibir todo lo que se presenta. Tanto sea la felicidad como el dolor, una buena situación o una mala situación, lo vamos a acoger. Es como abrir la puerta del hogar, al recibir a los amigos y sonreírles, esto es abrir, abrir nuestro corazón, abrirse a sí mismo, sin miedo.

Esto es una manera de salir de esos estados de la mente, siempre cambiantes, de esas situaciones que se crean permanentemente.

Ustedes saben, en el Budismo, hay algo que se llama la Rueda de los Seis Mundos. Es una rueda que está dividida en seis partes. Esto se puede comprender en el sentido clásico de la transmigración o de los renacimientos, o bien puede comprenderse cómo en cada minuto nacemos y morimos. Porque son seis mundos diferentes, que se recorren uno a uno, todo el tiempo, en cualquier orden.

El primero es el Infierno. El Infierno es el sufrimiento absoluto. Es cuando el sufrimiento es tan totalizador que ya no queda aire que pueda pasar, ya no hay respiración posible, ya no hay espacio para nada, es algo que nos encierra. Este es el sufrimiento en su estado bruto, el sufrimiento que todos encontramos por lo menos una vez en la vida.

Por encima está el Mundo de los Demonios Hambrientos. Los Demonios Hambrientos se representan con un enorme cuerpo y un pequeño cuello y una pequeña boca: es la avidez total. Se quiere y no se puede llegar a tener todo lo que se quiere y tanto como se quiere. Es muy fácil convertirse en un demonio hambriento, cada vez que se ve algo, y se dice, "ah, yo quiero, yo quiero..." se está siendo un demonio hambriento.

Luego está el Mundo de los Animales. Es un mundo de satisfacción completa, física. Se le representa con un perro que siempre tiene su nariz contra el suelo, rastreando los olores, y no levanta la vista, y no puede tener una visión general de lo que lo rodea.

Los animales de la granja, p. ej., que no tienen ningún poder sobre sus vidas, mientras están vivos están contentos, son gordos, están felices, pero no tienen ningún poder sobre sus vidas; cuando vemos un gato que está tranquilo, durmiendo contento cerca del fuego se dice, "ah!, qué bien! yo quisiera ser un gato!". Pero no tienen ningún poder, ninguna posibilidad de conocer su propia vida, su propia muerte.

Luego viene el Mundo de los Seres Humanos, que también es el mundo del sufrimiento pero es donde existe la posibilidad, justamente por la comprensión de ese mecanismo, de salir del sufrimiento. Este es un mundo muy precioso y en los textos budistas siempre se dice, "hay que cuidar el cuerpo humano, pues es una suerte muy preciosa renacer como ser humano" ya que es el único que permite pasar más allá de este agujero.

El mundo siguiente es el Mundo de los Dioses Celosos. Son los que están permanentemente peleando, compitiendo: "yo soy el mejor! no, yo soy el mejor". Es el mundo en que los otros son siempre los adversarios, los enemigos.

El último es el Paraíso, está bien, no pasa nada, se está como adormecido en la propia dicha, en el propio bienestar, pero ese mundo del paraíso, como todos los otros mundos, es transitorio.

Y siempre hay un momento en que se recomienza a girar en la Rueda.

Por supuesto que no son los otros que nos ponen en tal o cual lugar, cada mundo está construido acá, somos nosotros que nos proyectamos aquí o allí, y por eso es que sólo somos nosotros los que podemos volver a salir. Fue un impacto, la primera vez, cuando conocí esta historia, y luego aprendí a reconocer en qué mundo estaba en cada momento: cuando estaba en el infierno, con los demonios hambrientos, en el paraíso.

Se ven cosas terribles que nos arrastran al infierno, como el infierno del remordimiento, el infierno de los celos, el infierno del rencor, y de pronto vemos situaciones formidables que nos llevan al paraíso y estamos tranquilos; pero en tanto no hagamos ese esfuerzo enorme del que les hablaba, vamos a estar siempre girando y girando.

Y es en ese esfuerzo del retorno al silencio, del retorno a la unidad, que podemos salir de la rueda. Porque ésa es nuestra posibilidad de vivir en este momento, en este momento presente, no en el futuro, no en el pasado, sino en este momento de ahora, presente.

Pero da miedo porque hay que abandonar todas las cosas que están girando alrededor de nosotros.

Existe ese koan muy conocido que dice "Cuál era tu rostro antes del nacimiento de tus padres?"

También hay un diálogo muy célebre, entre el Maestro y el discípulo, el discípulo viene donde está el Maestro y le dice:

- Maestro mi mente no tiene paz

- muy bien, le dice el Maestro, muéstrame tu mente y la curaré

- ése es el problema, contesta el discípulo, no puedo encontrarla, cambia todo el tiempo

el Maestro contesta: entonces, ya está curada

Esto quiere decir que abandonar todas las cosas es dejar de correr.

Dejar de correr detrás de todas esas cosas que deseamos todo el tiempo, dejar de correr frente a todas las cosas que nos dan miedo y no queremos permitir que nos alcancen, es cansador, no? siempre correr, así.

El Dalai Lama dice algo extraordinario: "Todos buscamos la misma cosa, todos los seres quieren ser felices, y evitar el sufrimiento". Creo que es extraordinario pues es una cuestión primera, es algo cierto porque todos los seres, no sólo los seres humanos, también los animales, buscan ser felices y evitar el sufrimiento. Y Comprenderlo es comprender nuestra unidad profunda con todos los seres: nacimos, vivimos y vamos a morir.

Siempre miramos las diferencias que hay entre los otros y nosotros mismos: "yo soy mejor, yo soy más, yo soy menos" pero, en definitiva, todo es la misma cosa, todos quieren ser felices, todos quieren evitar el sufrimiento, y todos se van a morir. Esta es nuestra unidad profunda. Y es a partir de aquí que podemos comprender cómo es que hiriendo a los demás nos herimos a nosotros mismos.

Entonces si resumo un poco, encuentro que esto es así:

con el zazen podemos poner nuestra mente en paz, cuando nuestra mente está en paz, entonces podemos estar realmente presentes en el mundo, al estar realmente presentes en el mundo, entonces podemos realmente ver a los otros, y cuando por ello nos vemos a nosotros mismos en los otros, entonces es cuando realmente podemos comprender el sufrimiento, y cuando llegamos a la raíz del sufrimiento, entonces aparece la compasión. Y esta compasión está acompañada de una gran alegría porque es una apertura, porque ya no tenemos miedo, porque ya no tenemos necesidad de correr o de pelear. Esto, para mí, es la verdad, la verdad de la vida, la verdad de la enseñanza, que es algo que siempre está en movimiento, es una dinámica como el río que corre.

Quiero decir que, desde el momento que hay esa alegría - estoy hablando de una alegría profunda, no hablo de un contento pasajero - desde el momento que hay esa alegría sólida en nosotros mismos, entonces podemos atender todo lo que se presenta, ya no vamos a estar optando entre lo salado, lo dulce, lo amargo. Esto es lo que enseña la Vía que pone fin al sufrimiento.

No quiere decir que en el exterior nuestra vida cambie, por supuesto que siempre va a haber problemas - y tenemos un problema bastante importante puesto que vamos a morir - no vamos a cambiar el exterior, somos nosotros que vamos a abrirnos, somos nosotros que vamos a aceptar, somos nosotros que vamos a caminar sobre esta Vía que pone fin al sufrimiento. No es una Vía fácil ni confortable, tampoco la vida es especialmente fácil y confortable, pero podemos estar acompañados por esta alegría.


Traducción : zendo_3tesoros-     Montevideo- Uruguay

Este material es un regalo del Dharma, puede ser reproducido para uso personal y puede ser distribuido sólo en forma gratuita, para el despertar de todos los seres