Tenzo
Kyôkun
"Instrucciones
al cocinero de un monasterio zen" del Maestro Dogen (1200 -
1253)
Desde los tiempos
antiguos, la casa del Buda está regida por seis administradores,
todos ellos hijos del Buda, cuya misión es la de gestionar
conjuntamente los asuntos del Buda. El cocinero encargado de la
preparación de las comidas de los monjes, el tenzo, ocupa una de
estas funciones.
La regla de los
monasterios, el Zenonshingi 1,
precisa que la función del tenzo ha sido instituida "porque
los monasterios hacen ofrenda de alimento a un gran número de
monjes". Esta responsabilidad siempre ha sido confiada a
maestros iluminados que poseían el espíritu de la Vía, o a
hombres eminentes que aspiraban ardientemente al espíritu del
despertar.
¿Acaso la práctica de
la Vía no forma un todo de un solo acuerdo?. Un tenzo sin el espíritu
de la Vía sufriría en vano al intentar realizar esta abrumadora
tarea y no sería de ninguna ayuda a la comunidad. El Zenonshingi
hace hincapié en que "es porque actualiza el espíritu de la
Vía en la variedad y renovación de los menús apropiados a las
estaciones y necesidades que el tenzo aporta a la sangha el
aliento y el bienestar necesario para la práctica". Ya antes
Isan Reiyu 2 y Tozan
Shusho 3 ocuparon este
puesto, como tantos otros grandes maestros y patriarcas a lo largo
de los tiempos. Es decir que el tenzo es sensiblemente diferente
de los que día a día preparan la comida, aunque estos últimos
sean encargados o maestros cocineros en una gran casa.
Durante mi estancia en la
China de los Song, he aprovechado mi tiempo libre para preguntar a
los antiguos sobre la naturaleza de las funciones que ellos habían
ejercido en el pasado. Les estoy agradecido por haberme instruido
haciéndome partícipe de sus experiencias. Sus enseñanzas son la
médula que desde los tiempos antiguos se transmiten los maestros
y patriarcas que han realizado la Vía. Por supuesto, es preciso
leer con atención el Zenonshingi, pero también es importante
escuchar a los antiguos relatar su experiencia sin perder el menor
detalle.
***
Quisiera ahora seguir el
desarrollo de las actividades de un tenzo durante veinticuatro
horas. Tras haber terminado la comida del mediodía, el tenzo
busca al intendente que le entrega cereales, legumbres y otros
productos para la comida del día siguiente. Una vez que estos
productos están en vuestras manos, debéis cuidarlos como a la niña
de vuestros ojos. Acaso no dijo el maestro zen Honei Nin´yu :
"los objetos y los bienes de la comunidad que utilizáis
cotidianamente son la niña de vuestros ojos, protegedlos y cuidad
de ellos." Tratad los alimentos con el mismo respeto con el
que trataríais a los destinados a la mesa del emperador. Tened
los mismos miramientos para con todos los alimentos, cocidos o
crudos.
Después, todos los
administradores se reúnen en la cocina para establecer los menús
del día siguiente tras deliberar sobre la elección de sabores y
la preparación de los platos: legumbres de acompañamiento, sémola
y otros platos. El Zenonshingi es muy claro en este punto:"
Antes de decidir los menús del día siguiente, sabores, legumbres
y cereales, el cocinero debe consultar a los administradores del
monasterio." Se trata de los jefes de los seis (6)
departamentos que se reparten la administración del monasterio:
el director (tsusu), el asistente del director (kansu), el
tesorero (fusu), el supervisor de la conducta de los monjes (ino),
el cocinero (tenzo) y el jefe de trabajos (shissui). Cuando se han
tomado las decisiones, los menús deben ser expuestos en los
paneles situados frente a la habitación del superior y frente a
la habitación de los monjes.
Una vez hecho esto, el
tenzo inicia la preparación de la comida del día siguiente.
Cuando lavéis el arroz o las legumbres, hacedlo con vuestras
manos, en la intimidad de vuestra propia mirada, con diligencia y
conciencia, sin que vuestra atención se relaje un solo instante.
No seáis cuidadoso para una cosa y negligente para otra. Procurad
que ni una sola gota del océano de los méritos se os escape. No
perdáis la ocasión de agregar vuestro grano de polvo a la cima
de la montaña de los actos benéficos. El Zenonshingi dice:"
...si los seis sabores 4
no están en armonía y las Tres Virtudes 5
están ausentes, ese plato no es digno de ser presentado ante la
sangha". Cuando veáis el arroz, ved también la arena. Si
vuestra mirada va y viene escrutando minuciosamente los detalles,
sin que vuestro espíritu se relaje, automáticamente las tres
virtudes estarán presentes en toda su plenitud y los seis sabores
se desarrollaran por si mismos.
Seppo Gisson 6
fue en su momento cocinero en el monasterio de Tozan Ryokai 7.
Un día que estaba lavando el arroz, el maestro le pregunto:"
¿Quitas la arena del arroz, o quitas el arroz y dejas la
arena?" Seppo le respondió:" Hago las dos cosas al
mismo tiempo." ¿Entonces que van a comer nuestros
monjes?" preguntó Tozan. Como respuesta, Seppo volcó el
cubo 8. Tozan le dijo:
"¡ Llegara el día en que partirás a la búsqueda de otro
maestro!". He aquí como practicaban antiguamente nuestros
grandes antepasados: ellos dominaban la Vía trabajando con las
manos. ¿Cómo nosotros, sus lejanos descendientes, podemos ser
tan negligentes en nuestra práctica?. Un maestro ha dicho:
"Remangándose es como el tenzo realiza el espíritu de la Vía".
Tened cuidado de no confundir un grano de arroz con un grano de
arena y lo dejeis escapar."
El Zenonshingi nos
dice:" Durante la preparación de la comida el tenzo, debe
cuidar perfectamente de la perfecta limpieza de todas las
cosas." No vertáis de cualquier manera el agua que ha lavado
el arroz. Los antiguos utilizaban un saco de tela para filtrar el
agua antes de tirarla. Tras poner el grano en la marmita y agregar
la cantidad exacta de agua, no relajéis vuestra vigilancia,
porque nada debe venir a contaminarlo, ni un ratón por descuido,
ni la mirada curiosa de un ocioso.
Tras esto el tenzo
prepara las legumbres que acompañan la guen mai de la mañana y
guarda los utensilios y recipientes que han sido utilizados para
cocer el arroz y la sopa de la comida del mediodía. Verificad su
absoluta limpieza y colocad en alto lo que esté hecho para estar
arriba y abajo lo que esté hecho para ir abajo. Cada cosa
encontrará la paz y el equilibrio en el lugar que le conviene,
tanto arriba como abajo. Separad los palillos, cucharones y otros
instrumentos y guardad junto lo que va junto. Prestad atención a
las cosas, no las tiréis de cualquier manera.
Ahora el tenzo se
consagra a la preparación de la comida del día siguiente.
Examina el arroz, quitando cuidadosamente insectos, granos,
piedras y otras impurezas y limpia las legumbres. Durante estas
operaciones, su asistente canta un sutra como ofrenda al espíritu
guardián del horno. Tras esto prepara las legumbres de acompañamiento
y la sopa, verificándolo todo con sumo cuidado.
Cuando el intendente os
da las provisiones, no debéis discutir sobre la cantidad, grande
o pequeña, ni examinar la calidad, fina o basta. Solamente
aplicaros de todo corazón en tratarlas de la mejor manera y en
sacar de ellas el mayor partido posible. Nada es mas abominable
que dejarse llevar por la cólera o por la alegría al considerar
la cantidad o calidad de los productos. Practicar con ardor y
diligencia es hacerlo de manera que día y noche las cosas entran
en vuestro espíritu y que vuestro espíritu vuelve a las cosas,
sin discriminación, con el mismo espíritu.
La preparación de los
productos necesarios para la confección de los platos del día
siguiente se hace antes de media noche y después de media noche
el tenzo se consagra a la cocción. Tras la comida de la mañana,
lava las marmitas, pone a cocer el arroz y hace la sopa. Cuando
vertáis el arroz en la marmita, debéis quedaros cerca del
fregadero y vigilar personalmente que ningún grano se pierda y
que la cantidad de agua sea la prescrita. encended el fuego y
hacedlo cocer. Un viejo refrán dice:" Que la marmita sea
vuestra propia cabeza y el agua que cuece el arroz, la sangre que
da vida a vuestro cuerpo".
Una vez que el arroz está
cocido, lo vertéis en recipientes de bambú o de madera que
disponéis sobre una mesa. Evidentemente hay que prever la cocción
de las legumbres y de la sopa mientras que el arroz está
cociendo. El tenzo debe estar presente durante la cocción de los
platos y vigilar su desarrollo. Aunque disponga de asistentes,
servidores, de mano de obra para el fuego y la vajilla o, como
recientemente en los grandes monasterios, especialistas encargados
de la cocción del arroz y de las sopas, aunque estas funciones no
hayan existido en los tiempos antiguos, el cocinero debe saber que
todo este personal está bajo sus ordenes y que él es el único
responsable de todas las actividades de la cocina.
***
Cuando cocinéis no miréis
las cosas ordinarias con una mirada ordinaria, con sentimientos y
pensamientos ordinarios. Con esta hoja de legumbre que tenéis en
vuestras manos construid una maravillosa morada de buda y haced
que este ínfimo grano proclame su ley. Dicho de otra manera, si
preparáis un pobre caldo de hierbas silvestres, que no os inspire
ningún sentimiento de disgusto o de desprecio, y si elaboráis un
rico y cremoso potaje, que vuestro corazón no salte de alegría;
donde no existe apego, ¿cómo ha de haber hostilidad?. Así,
cuando tenéis que ocuparos de una materia basta no la tratéis
sin miramientos, mostrad hacia ella la misma diligencia y atención
que mostraríais hacia un objeto precioso. Es importante que
vuestro espíritu no cambie según la calidad del objeto. Si
vuestro espíritu depende de las cosas, es como si cambiárais de
actitud y de lenguaje según la calidad de la persona que os
encontráis. Un comportamiento semejante no es el propio de una
persona que practica la Vía.
Si vuestra determinación
es profunda y encamináis todas vuestras energías hacia la Vía
podríais alcanzar la suprema pureza de los antiguos y sobrepasar
a vuestros antecesores llevando vuestro trabajo a la perfección
hasta en el mínimo detalle. ¿Cómo negociar la Vía para
alcanzar este objetivo? Pues bien, si los antiguos por dos cuartos
hacían un caldo de hierbas silvestres, vosotros con dos cuartos
elaborad un suculento potaje. Vaya, ¡qué difícil es la tarea!.
Las condiciones de hoy en día están tan alejadas del pasado como
la distancia que separa el cielo de la tierra, ¿cómo podríamos
siquiera compararnos a los maestros del pasado? Sin embargo, aplicándonos
sin escatimar esfuerzos, no hay razón para no hacerlo tan bien o
mejor que ellos. Si esto no os parece evidente, es que todavía no
habéis clarificado suficientemente vuestro espíritu. Vuestros
dispersos sentimientos galopan como un caballo salvaje y vuestras
emociones saltan de rama en rama como un mono. Sin embargo, cuando
estos fogosos y dispersos pensamientos retroceden y se vuelven
sobre sí mismos, aunque no sea más que por un instante, nuestra
naturaleza original aparece automáticamente y todas las cosas son
iguales y armoniosas. Así es como dirigimos las cosas en lugar de
ser dirigidos por ellas. Un espíritu aclarado y tranquilo no es
ni tuerto ni ciego y abraza todos los aspectos de la realidad. La
hoja de legumbre que tienes en la mano se convierte en el cuerpo
sagrado de la última realidad y este cuerpo que tienes en la mano
se vuelve simple legumbre. De la práctica de este maravilloso
poder de transformación, propia de la actividad del buda, se
benefician todos los seres.
***
La comida está
preparada, ved que todo esté en orden y aseguráos que reposa
tranquilamente. Cuando suene el tambor o la campana, uníos a la
sangha en el dojo. Mañana y noche, no debéis nunca faltar a zazén
ni a la enseñanza del maestro.
***
Cuando volváis a vuestro
cuarto, cerrad los ojos y contad el número de monjes, novicios y
antiguos que residen en el dormitorio de los monjes. Agregad
aquellos que viven en las edificaciones próximas o están en la
enfermería. Pensad en los pabellones de los monjes retirados. No
olvidéis a los que acaban de llegar y que aún no forman parte de
la sangha, los visitantes de paso y las ermitas. Algunos monjes
pueden estar temporalmente ausentes. Si tenéis la más mínima
duda sobre el número exacto, preguntad al asistente del director,
al supervisor de los monjes y a los responsables de los
dormitorios, residencias y pabellones o hablad con sus asistentes.
Una vez que habéis
establecido el número preciso de comidas, os hace falta ahora
calcular la cantidad de comida necesaria. Para cada comensal
preved una ración de arroz, pero cuando dividís una ración por
dos, obtenéis dos raciones. O tres si dividís por tres. O cuatro
si dividís por cuatro. También podéis dividir media unidad por
dos y obtenéis dos medias unidades y cuando sirváis el arroz, un
cuarto de unidad será una ración. Por otro lado, si servís
nueve décimas partes de una unidad, ved cuanto os queda; y si
ahora guardáis en reserva nueve décimas partes, calculad cuantas
décimas partes podréis servir.
Cuando un monje come un
grano de arroz de Luling (arroz de la mejor calidad) ve a Isan
Reiyu. Cuando el cocinero sirve un grano de arroz de Luling, ve al
búfalo 9. El búfalo
se come a Isan Reiyu e Isan Reiyu hace pastar al búfalo. ¿Estáis
seguro de vuestras cantidades y del número de comidas a servir?
Verificadlo una vez más, paso por paso. Una vez que todo está
claro en vuestro espíritu y que distinguís perfectamente todos
los pormenores, dad las instrucciones apropiadas y en el momento
oportuno guiad a los otros en la Vía adaptándoos a las
facultades de cada uno. Esta práctica, esfuerzo tras esfuerzo, día
tras día, no debe jamás relajarse.
Cuando un benefactor
visita el monasterio y hace una ofrenda (fuse) en comida, debéis
decidir sobre el fuse junto a los otros administradores. Esta
regla ha sido observada siempre en los monasterios zen desde los
tiempos antiguos. Sucede lo mismo con la distribución de todos
los bienes destinados a la comunidad. Si no queréis que el
desorden reine en donde estáis, no usurpéis derechos ajenos.
***
Ahora, en el momento que
la comida está en las bandejas y a punto de servirse, el tenzo
viste el kesa 10 y
despliega su zagu 11.
Enciende una varilla de incienso como ofrenda y se prosterna nueve
veces en dirección del cuarto de los monjes. Tras esto, hace
llevar las bandejas al cuarto de los monjes en donde se sirve.
***
Este es el desarrollo de
la vida de un tenzo que consagra su atención a la preparación de
la comida, sin perder el tiempo en cosas inútiles. Si vuestras
actividades son auténticas y actuáis por el bien de los demás,
todo lo que realicéis alimentará el cuerpo de la última
realidad. En contrapartida, nuestra gran sangha sentirá un
bienestar apaciguador y gustará de practicar.
Hace ya siglos que las
enseñanzas del buda fueron llevadas a Japón y sin embargo todavía
nadie se ha interesado por el método de preparación de la comida
de los monjes. Nuestros antepasados no han dejado ninguna consigna
sobre el tema y nuestros sabios predecesores no han incluido este
capítulo en su enseñanza. Ni que decir tiene que nadie jamás ha
hecho mención de las nueve prosternaciones antes de servir la
comida. Ni en sueños ha pensado alguien en ello alguna vez. Me
parece que en nuestro país la gente no le da más importancia a
la comida y a su preparación que la que le puedan dar los
animales de pelo y pluma. ¡Es del todo deplorable!, ¿por qué
sucede esto?.
***
Cuando estaba en China,
durante mi estancia en el monasterio del monte T´ien T´ung,
encontré a un monje llamado Yung. Originario de la región del
mismo nombre, era el tenzo en este monasterio. Un día tras la
comida, cuando me dirigía hacia el pabellón de reposo a través
de la galería Este, lo vi secando champiñones frente a la Sala
del Buda. Tenía una vara de bambú en las manos y no llevaba
sombrero. El tórrido sol quemaba el suelo. Iba y venía
chorreando sudor, volteando una y otra vez los champiñones con
toda su alma. Era un trabajo ingrato y abrumador. Su espalda
estaba tensa como un arco y sus blancas cejas parecían un
penacho. Me acerque a él y le pregunte:
"¿Qué edad tenéis?".
"Sesenta y ocho años."
"¿Por qué no le
pedís a un sirviente que haga esta tarea?"
"Porque aquello que
hace otro no lo puedo hacer yo."
"Veo que os ceñís
a la regla de los antiguos, pero ¿por qué hacer esta tarea bajo
el ardiente sol?"
"¿Dejarlo para más
tarde?, ¿para cuando?"
Ya no sabía qué más
decirle. Continué mi camino a lo largo de la galería pensando en
lo que acababa de decirme el cocinero. Sus palabras me habían
tocado el punto sensible y, en el fondo, presentía el gran
alcance de esta función.
***
Llegamos a China a
mediados de abril de 1223, pero me quedé algún tiempo a bordo
del barco en el puerto de Ch´ing Yüan. Un día, a principios de
mayo, mientras conversaba con el capitán, se presentó un monje.
Tenía unos sesenta años. El objeto de su misión era comprar
champiñones directamente a los comerciantes japoneses que estaban
a bordo. Le invité a tomar el té y le pregunté de donde venía.
Me dijo que era el tenzo del monasterio del monte Ayüwang.
"Soy oriundo de la
provincia de Szechwan, pero dejé mi pueblo hace cuarenta años y
ahora tengo sesenta. Durante todos estos años, he viajado de un
monasterio a otro, sin establecerme en ningún sitio hasta el año
pasado cuando encontré a Koun Doken, el superior del templo Ku-yün
del monte Ayüwang. Vine a visitarle y me quedé cerca de él,
descubriendo que hasta ese momento no había hecho más que perder
mi tiempo. Al final del Ango (retiro de verano) se me encomendó
ser tenzo. Mañana celebramos el quinto día del quinto mes lunar
y he visto que no tenía nada bueno para ofrecer de comida. He
pensado en hacer una sopa de tallarines, pero no tenía champiñones.
Por eso he venido aquí con propósito de comprarlos. Así podré
hacer una ofrenda a todos los monjes de las diez
direcciones."
"¿Cuándo salisteis
del monasterio?"
"Esta tarde después
de comer."
"¿A que distancia
está el monte Ayüwang?"
"Quince o veinte kilómetros."
"¿Cuándo debéis
partir?
"En cuanto haya
comprado los champiñones."
"Nuestro encuentro
de hoy en el barco se ha debido a circunstancias fortuitas que nos
han permitido conversar un momento. ¿No es esto un presagio? Os
lo ruego, permitidme invitaros a pasar la noche a bordo."
"Debo volver al
monasterio para preparar la comida de mañana. No estaría bien si
no vigilara yo mismo la cocina."
"¡En ese gran
monasterio seguramente habrá alguien capaz de cocinar !
Seguramente podran prescindir de un cocinero sin que haya un
disgusto."
"Esta función ha
sido confiada a este viejo. Digamos que es mi práctica de viejo.
¿Cómo podría delegar en otra persona? Por otro lado, no he
pedido autorización para pasar la noche fuera del
monasterio."
"Vuestra edad merece
una consideración, ¿por qué no os consagráis solamente a la práctica
de zazen o al estudio de las palabras de los antiguos maestros, en
lugar de afanaros tanto como cocinero, sin hacer más que trabajos
manuales?. ¿Qué provecho sacáis de ello?"
El cocinero se hecho a reír
y me dijo:
"Mi buen amigo que
venís del extranjero, ¡todavía no habéis comprendido lo que
significa la práctica de la Vía y aún no sabéis lo que quieren
decir las palabras y las letras !"
Su inesperada respuesta
me lleno de confusión y de vergüenza y le pregunté: "¿Qué
queréis decir con "las palabras y las letras" y que
entendéis por "la práctica de la Vía"?"
"Sí no titubeáis
en estas preguntas esenciales, os convertiréis seguramente en un
hombre de la Vía."
En ese preciso momento,
era incapaz de comprender lo que quería decir, y agregó:
" Si no comprendéis,
venid un día a verme al monte Ayüwang, examinaremos más de
cerca la naturaleza de las palabras y las letras. Se hace tarde,
el sol pronto se pondrá, debo darme prisa en regresar."
Se levantó y partió
apresuradamente hacia el monasterio.
En julio del mismo año,
mientras permanecía en el monasterio del monte Tien-t´ung, recibí
un día la visita del cocinero del monte Ayüwang. Me dijo:
"Voy a dejar mi
función al final del Ango y tengo la intención de volver a mi
región. Cuando supe que estabais aquí, pensé en venir a
saludaros."
Estaba encantado de
volver a verle y le acogí con alegría. Tras hablar de unas cosas
y otras dirigí la conversación a la discusión que habíamos
entablado a bordo del barco en relación con las palabras y las
letras y con la práctica, y me dijo:
" Una persona que
estudia las palabras y las letras debe saber lo que es una palabra
o una letra y aquel que se consagra a la práctica de la Vía debe
comprender lo que quiere decir practicar."
"¿Qué entendéis
por "las palabras y las letras"?"
"Uno, dos, tres,
cuatro, cinco."
"¿Qué es la práctica
de la Vía?"
"No se esconde ningún
tesoro en el universo."
Tras esto hablamos de
otros temas que ya no es necesario mencionar aquí.
Si adquirí algún
conocimiento sobre las palabras y las letras y comprendí un poco
lo que es la práctica de la Vía, fue gracias a la benevolencia
de este cocinero.
Cuando le conté esta
conversación a mi añorado maestro Myozen, derramó lagrimas de
gratitud.
Más tarde, entre mis
lecturas, encontré esta estrofa que Setcho Juken había escrito
dirigida a un monje:
¿Una palabra, siete,
tres o cinco, 12
para captar la verdad de las miríadas de formas del Universo?
No os fiéis de ellas.
En la noche profunda,
la luna brillante ilumina el vasto océano.
La joya del dragón negro que buscáis
está aquí y allí, por todas partes.
Leyendo este poema, me
vino a la mente la conversación que había tenido el año
anterior. Lo que expresaba Setcho Juken se correspondía
exactamente con lo que me había dicho el cocinero. Esta estrofa
venía a confirmar mi sentimiento de que el tenzo de Ayüwang era
verdaderamente un hombre de la Vía.
Así es como he llegado a
ver el sentido de "uno, dos, tres, cuatro, cinco", y
como ahora he captado también el de seis, siete, ocho, nueve,
diez. Vosotros, mis hermanos de las generaciones futuras,
aplicaros en ver desde aquí lo que está allí, y desde allí lo
que está aquí y paladeareis más allá de las palabras el sabor
único del zen. Por el contrario, si no hacéis este esfuerzo, seréis
las victimas del veneno de la dualidad y gustareis del zen de los
cinco sabores que os impedirá preparar con corazón y talento el
alimento de la comunidad.
***
Realmente, la función de
tenzo concretiza la transmisión de los antiguos. Es a la vez el
ojo y la oreja, la palabra y el sentido. ¿Cómo no habría de ser
ella el centro de la diana, el corazón de la práctica?. Si sois
dignos de vuestro nombre de tenzo, vuestro arte y vuestro espíritu
son idénticos. En el Zenonshingi se dice: "...aportad todos
vuestros cuidados a la preparación de las dos comidas diarias,
velando tanto por la cantidad como por la calidad. Ninguna de las
Cuatro Ofrendas -alimento, ropa, lecho y medicina - debe faltar
jamás. El venerado Shakyamuni nos ha ofrecido el fuse de veinte años
de su vida a nosotros, sus lejanos descendientes, para
protegernos. Gracias al mérito de su acto, gozamos de la ayuda de
su inextinguible luz. Sabed pues servir de la mejor manera a la
comunidad sin temer jamás a la pobreza. Si vuestro espíritu no
conoce límites, vuestra parte de bienestar es
inextinguible". Con este mismo espíritu el superior de un
monasterio debe servir a la comunidad.
Lo esencial en el arte de
la cocina es tener una actitud de espíritu profundamente sincera
y respetuosa hacia los productos y el tratarlos sin juzgarlos por
su apariencia, ya sea basta o refinada. ¿No os acordáis de la
anciana que obtuvo infinitos méritos por haber ofrecido al buda
con un corazón puro el agua con la que había lavado su arroz?.
Pensad en el rey Ashoka, que en el instante de morir ofreció
medio mango a un monasterio. Plantando esta última raíz de bien,
recibió la predicción de que recolectaría los frutos en su próxima
existencia. El lazo que creamos con el buda no va en función de
la grandeza de la ofrenda, sino de la autenticidad de nuestro
corazón. Nuestra práctica quiere que seamos verdaderos en todos
los actos de nuestra vida.
Un plato preparado con
ricos ingredientes no es necesariamente superior ni un cocido de
humildes legumbres es necesariamente inferior. Cuando cojáis o
preparéis vulgares plantas silvestres, hacedlo sinceramente, con
todo vuestro corazón y tratadlas con tantos miramientos como
trataríais a los productos mas raros. El vasto océano tiene un
único sabor a pesar de recibir el agua de innumerables ríos y el
vasto océano de la naturaleza original no hace discriminaciones
entre los sutiles sabores de un delicado plato y el gusto grosero
de un cocido de hierbas silvestres. De igual manera, cuando hacéis
crecer el germen de la Vía y alimentáis al embrión sagrado,
comidas refinadas o vulgares tienen un solo sabor. Hay un viejo
adagio que dice:" La boca de un monje es como un horno".
Recordad que una planta silvestre puede alimentar al sagrado embrión
y hacer crecer el germen de la Vía. No la rechacéis con
desprecio ni la tratéis a la ligera. Un instructor y guía de
dioses 13 y hombres
debe saber sacar partido de una simple legumbre.
Por otro lado, no juzguéis
las cualidades y los defectos de los miembros de la comunidad y no
tengáis en cuenta su ancianidad o su edad. Puesto que ignoráis
vuestro propio porvenir, ¿cómo podríais augurar el de los demás?.
Sí medís las faltas de los demás tomando como norma vuestras
propias faltas, ¿cómo no cometeríais errores?. Los hombres
difieren en edad y facultades, pero son todos iguales sobre la Vía.
Por otro lado puede que el que actuó mal ayer, actúe bien hoy.
¿Qué es un santo? ¿Qué es un hombre ordinario? Nadie lo sabe.
Se dice en el Zenonshingi que un monje no es ni santo ni hombre
ordinario, abraza las diez direcciones. Si estáis firmemente
resueltos a no permanecer en la dualidad del bien y del mal entraréis
directamente en la Vía de la incomparable sabiduría del
despertar, pero si tropezáis en el uno o en el otro no veréis la
Vía, incluso aunque esté ante vosotros. Aplicándose en no
discriminar es como se alcanza los huesos y la médula de los
antiguos maestros. Vosotros, mis hermanos que ejerceréis la función
de tenzo en el futuro, realizaréis también el despertar haciendo
el mismo esfuerzo. Sabiendo que nuestro gran antepasado Hyakujo
Ekai os ha dejado una línea de señales para guiaros en la Vía
¿cómo podríais ignorarlas?
***
A mi vuelta a Japón,
colgué mi bastón de peregrino durante dos o tres años en Kennin-ji.
Si bien es cierto que existía una función de tenzo en este
monasterio, el titular de este cargo no tenía nada que ver con un
auténtico tenzo digno de este nombre. ¡Incluso ignoraba que la
cocina era una actividad de Buda! No sabiendo discernir la Vía,
¿cómo habría podido entregarse a la práctica? ¡Es una lastima
que no hay podido nunca tener la oportunidad de ver en acción un
auténtico tenzo!. Es del todo deplorable desperdiciar así su
tiempo y reducir a la nada su práctica haciéndolo de forma
chapucera.
Observé a este monje en
el ejercicio de sus funciones. No velaba personalmente por la
preparación de las dos comidas cotidianas y para todo se remitía
a un estúpido, descerebrado e indiferente sirviente. Daba órdenes,
fuera el asunto de importancia o no, pero jamás verificaba la
ejecución del trabajo, como si el hacerlo fuera tan vergonzoso o
inconveniente como mirar a la mujer del vecino. Pasaba su tiempo
en su habitación, durmiendo, hablando con los vecinos, leyendo o
cantando sutras. Pasaban los días y los meses sin que se arrimara
jamás a una cacerola. Ni que decir tiene que no entraba dentro de
sus cálculos el proveerse de los productos necesarios y todavía
menos el prever un menú. ¿Cómo hubiera podido saber que estas
actividades son en sí la práctica de la Vía? Jamás le había
venido a la mente, ni en sueños, el prosternarse nueve veces
antes de hacer llevar los platos al comedor. Ignorando él mismo
estas cosas, ¿cómo hubiera sido capaz de formar jóvenes
alumnos? Esta deplorable situación me entristeció profundamente.
He aquí como se comporta un hombre que no tiene el espíritu de
la Vía porque no ha tenido la suerte de encontrar un verdadero
maestro; entra en una montaña de piedras preciosas y vuelve a su
casa con las manos vacías; penetra en un océano de gemas y
vuelve sin un adorno precioso.
Sí aún no tenéis el
espíritu del despertar, es importante que sepáis que realizaréis
la Vía practicando con un maestro que haya realizado él mismo su
verdadera naturaleza original. Sin embargo, si aún no habéis
encontrado a esta persona pero en vosotros hay una profunda
determinación de producir el espíritu del despertar y ponéis
todo vuestro corazón en vuestro trabajo, realizareis también la
Vía. Claro está que, si ninguna de estas condiciones se cumple,
no esperéis ningún beneficio.
En todos los monasterios
donde he estado en la gran China de los Song, he observado que los
administradores y sus adjuntos eran nombrados para su función por
un año. No obstante, en todo momento y bajo toda circunstancia
sus comportamientos manifestaban las tres líneas de conducta que
se exigen al superior de un monasterio: por un lado trabajan para
el bien de los demás, obteniendo así un doble provecho, para
ellos mismos y para los demás; por otro, realzan el prestigio del
monasterio por la nobleza de su espíritu a semejanza de los
antiguos; finalmente rivalizan con los grandes maestros del pasado
siguiendo sus pasos y su ejemplo. Sobre esto, quisiera que
comprendiérais bien que aquel que no tiene en cuenta a los demás
es un tonto y que aquel que considera a los demás como a si mismo
es un sabio. Antiguamente un maestro dijo:
Habéis finalizado dos
tercios de vuestra vida,
Sin jamás haber hecho brillar la menor parcela de vuestra alma.
Insaciables, devoráis vuestra vida corriendo tras futilidades.
¿Qué puedo hacer por vosotros, si ni siquiera volvéis la cabeza
cuando os llamo?
Sabed que os arrastrarán
vuestras emociones si no veis a este buen amigo. ¡Sería
deplorable que fuérais como ese estúpido hijo prodigo que lleva
con él el tesoro que le ha dejado su padre y que lo deja de lado,
como si fuera un montón de desperdicios!. Es preciso que no os
pase esto. Todos los hombres de la Vía que en el pasado han
ejercido la función de cocinero han mostrado que sus actividades
y sus valores espirituales estaban en perfecta concordancia. Isan
Reiyu alcanzó el despertar cuando era cocinero. Fue también el
cocinero Tozan Susho quien, cuando estaba pesando el sésamo,
respondió a un monje que le preguntaba sobre el buda: " ¿El
buda? ¡Tres libras de sésamo!"
¿Existe algo más
precioso que la realización de la Vía? ¿Hay algún momento más
grande que aquel del despertar? Para el que aspira ardientemente a
la realización de la Vía y que se entrega a la práctica, un puñado
de arena se convierte en un tesoro, y una imagen de buda que está
esculpiendo, un objeto de veneración. La historia ha dejado
numerosas experiencias de este tipo. Ciertamente, esta acciones
son meritorias pero, ¡cuanto más benéficas son si cabe las
actividades de un cocinero, que hayan podido serlo las de nuestros
grandes predecesores! Si lleváis vuestra tarea exactamente en el
puro espíritu que ellos nos han transmitido, ¿cómo podríais
dejar de igualar su perfección en la Vía?
***
La función de jefe o de
responsable cualquiera que sea el dominio de la actividad,
incluido el de tenzo, requiere tres cualidades: alegría de vivir,
benevolencia y grandeza de espíritu.
Alegría de vivir,
significa que estáis contentos de hacer vuestro trabajo. Pensad
que si hubiérais nacido en el reino de los dioses, seríais
acaparados por tantas alegrías y tantos placeres que no tendríais
tiempo ni ocasión de suscitar en vosotros el espíritu del
despertar y aún menos de practicar; ni siquiera tendríais la
oportunidad de preparar la comida que ofrecéis a los Tres Tesoros
(Sambo) 14, ¡y sin
embargo son el bien más precioso del Universo! Los Tres Tesoros
son incomparables en excelencia, ni el rey de los dioses ni el
soberano del mundo se le podrían comparar. El Zenonshingi dice
sobre los monjes: " Respetados y honrados viven
tranquilamente apartados de los asuntos del mundo; no siendo
mancillados por la creación de objetos del pensamiento, son la
excelencia de la humanidad".
No solamente tenéis la
suerte de pertenecer a la especie humana sino que además tenéis
el honor y el privilegio de alimentar a los Tres Tesoros para el
bien de todos los seres. ¿No es un magnífico karma? ¿Cómo no
estar totalmente contento?. Imaginad que hubierais nacido en otro
mundo, como el de los infiernos, o el de los espíritus ávidos, o
el de las bestias, o el de los demonios, o en cualquier otra
situación, que no os permitiera ver y entender la Vía. Imaginad
que incluso habiendo vestido el milagroso hábito del monje, no
estéis en estado de preparar correctamente las comidas de los
Tres Tesoros, porque vuestro espíritu y vuestro cuerpo, receptáculos
de sufrimiento, están entorpecidos por el doloroso destino que os
aflige. Ya que esta vida os permite cocinar, sed felices de vivir
esta vida y alegráos de ser lo que sois. Vuestro excelente karma
es fuente de inalterables méritos por kalpas y kalpas. Ojalá podáis,
por vuestro trabajo y vuestra aplicación, día a día, en cada
momento, venir en ayuda de todos los seres del universo y utilizar
vuestro cuerpo que es el fruto de miríadas de vidas para crear
buenos lazos kármicos. Sí consideráis todas las cosas en este
espíritu, vuestro corazón rebosará alegría. Incluso aunque fuérais
el soberano del mundo, si no preparárais las comidas ofrecidas a
los Tres Tesoros, no sacaríais ningún provecho y todos vuestros
esfuerzos serían en vano.
La benevolencia es el
sentimiento de un padre o de una madre hacia su hijo. Cuando
pensamos en los Tres Tesoros experimentamos este mismo
sentimiento. Aunque los padres sean pobres o estén incluso en la
miseria, tan grande es su ternura como atentos sus cuidados. ¿Cómo
explicar este sentimiento? El que no tiene hijos no puede
comprenderlo, es preciso que uno mismo sea padre para sentirlo. Un
padre no considera a su hijo en términos de pérdida o de
provecho, piensa antes que nada en criarlo bien. Despreciando su
confort personal le abriga del frío y le protege del sol. La
ternura de los padres es el colmo de la benevolencia. Aquel que ha
alcanzado el espíritu del despertar conoce este sentimiento y
solo aquel que lo practica puede sentirlo. ¿Acaso cuando tenéis
en vuestras manos el agua o el grano, no los veis con la tierna y
amante mirada de una madre que cuida de su hijo? Nuestro gran
maestro Shakyamuni ¿nos habría hecho el don de veinte años de
su vida si no se hubiera inclinado sobre nosotros con la tierna
atención de un padre que no busca obtener resultados ni hacer
fortuna?
La grandeza de espíritu
es grande como una montaña, vasta como el océano. Es un espíritu
sin ideas recibidas o partidarias. No se alegra cuando solo hay un
ligero peso a llevar, ni se aflige por levantar un gran peso.
Incluso cuando escucha la llamada de la primavera, no salta de
alegría entre el rocío y si contempla los colores del otoño, no
derrama melancólicas lagrimas. Un paisaje incluye las vicisitudes
de las cuatro estaciones, como el peso incluye el gramo y la
libra. Un gran espíritu engloba la totalidad de los componentes.
Así, de esta manera, hay que escribir, comprender y profundizar
la palabra grande. Si Kazan Zenne 15,
cocinero del monasterio del monte Chia, no hubiera comprendido la
palabra grande, no habría estallado en risas al escuchar el sermón
de Taigen Fu 16 y este último no
hubiera realizado el despertar. Si la palabra grande no hubiera
sido inscrita en el espíritu del maestro Isan Reiyu, no habría
soplado tres veces sobre la ramita de madera que había recogido.
Sí el maestro Tozan Shusho hubiera ignorado la palabra grande, no
habría respondido: "¡Tres libras de sésamo!" al monje
que le preguntaba sobre el buda. Es esencial que sepáis que
nuestros grandes maestros del pasado han profundizado la palabra
grande bajo toda clase de circunstancias. Cada uno, libremente, lo
ha gritado con fuerte voz, ha expuesto el gran principio,
realizado el gran asunto y formado grandes hombres. Han completado
a los seres llevándolos al despertar. Aunque seáis superior de
un monasterio, encargado de una función o simple monje, no olvidéis
actuar siempre con alegría, benevolencia y grandeza de espíritu.
He escrito este texto
para legarlo a los sabios de las generaciones futuras que estudiarán
la Vía.
Redactado en la
primavera del año 1237, por el monje Dogen que transmite la ley
desde la función de superior del monasterio Kannondôri Kôshôhôrin-ji.
Glosario
1
.-
Zenonshingi: Obra que contiene la regla relativa a la vida
de un monje en un monasterio zen. Escrita por el maestro Hyakuyo
Ekai , está todavía vigente.
2
.- Isan Reiyu: Dejó a su familia a los quince años para
hacerse monje. Tras recibir la ordenación, a los veintitrés años
parte en peregrinación y se detiene en el monasterio del maestro
Hyakujo Ekai, donde permanece veinte años como tenzo, llegando a
ser su discípulo principal y sucesor. Hyakujo Ekai le encarga
partir al monte Kuei-shan, donde Isan Reiyu funda un monasterio en
que llegó a haber mil quinientos miembros.
3
.- Tozan Susho: Recorrió 2.000 km. mientras atravesaba
China para encontrar al maestro Ummon.
4
.- Los seis sabores: Amargo, ácido, dulce, picante,
salado, soso.
5
.- Las Tres Virtudes: Suavidad-ligereza;
limpieza-frescura; cuidado-precisión.
6
.- Seppo Gison: Maestro zen; peregrinó como monje hasta
los 50 años por diversos monasterios realizando la función de
tenzo. A los 50 años se estableció llegando a tener un gran número
de discípulos.
7
.- Tozan Ryokai: Fundador de la escuela Soto junto a su
discípulo Sozan.
8
.- En el zen no existe antagonismo entre el bien y el mal.
Con este gesto él muestra que la progresión del razonamiento es
inoperante, pero no prueba su despertar, porque volcando el cubo
crea un nuevo antagonismo.
9
.- Literalmente "el búfalo de agua". El búfalo
en los textos zen simboliza la naturaleza de Buda inherente a toda
persona. Es difícil de capturar y aun más de domesticar.
10
.- Kesa: Vestido de la libertad. Manto de tela, compuesto
de bandas de tela cosidas entre si. Se lleva sobre el hombro
izquierdo y por encima del kimono o del kolomo durante zazén y en
las ceremonias. Simboliza la transmisión de maestro a discípulo.
11
.- Zagu: Antiguamente estera ligera que se ponía en el
suelo para sentarse. Actualmente es una pieza rectangular de tela
que se extiende en el suelo durante las prosternaciones para
evitar que el kesa toque el suelo.
12
.- Alusión a una forma de poesía china de cuatro versos
donde cada verso contenía por orden uno, siete, tres y cinco
versos.
13
.- Uno de los diez epítetos para nombrar al Buda.
14
.- Sambo: Los Tres Tesoros, el Buda, el Dharma y la Sangha,
son la base del budismo, no pudiendo existir vida religiosa búdica
sin fe en los Tres Tesoros.
15
.- Kassan Zenne: Entró a los cinco años en un monasterio
y fue poco menos que una lumbrera en el terreno intelectual. Tras
recibir la ordenación partió en peregrinaje y tras visitar al
maestro Dogo Enche y siguiendo sus indicaciones partió a la búsqueda
del maestro Sensu Tokujô. Este último vivía como barquero para
huir de las persecuciones antibúdicas y desde hacía unos treinta
años esperaba al discípulo a quien transmitir su sucesión. Al
ver a Kassan y tras conversar con él le lanzó al rio de un empujón.
Este hecho parece ser que "despertó" a Kassan. Tras
esto Sensu le entregó el sello de la transmisión y tras montar
en su barca desapareció en el río.
16.-
Taigen Fu: Era el responsable de los monjes en el
monasterio del monte Tai-Yüan y un hombre muy erudito. A una de
sus conferencias asistió de forma inesperada Kassan Zenne, quien
tras escucharle durante un momento se echó a reir a carcajadas y
abandonó la sala. Tras esto Taigen Fu se confesó ante Kassan
como un hombre torpe y sin talento, hecho que Kassan no solo no
desmintió sino que corroboró afirmando que se andaba por las
ramas y que hablaba de cosas que no conocía. Siguiendo las
instrucciones de Kassan, Taigen se encierra en su habitación
dispuesto a hacer zazén hasta el fondo de sí mismo. Al amanecer
del día siguiente se "despertó".
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