"Misionero de las nuevas relaciones eclesiales"

Intervención de Agradecimiento del Arcipreste Ortodoxo Dimitrios Tsiamparlis

Queridos amigos: Con orgullo, emoción y alegría participamos en este homenaje al Padre Julián García Hernando, amigo entrañable y hermano en el sacerdocio.

He conocido al Padre Julián en una faceta de la labor sacerdotal, que creo muy importante, y es por la lucha por llegar algún día a la plena unión de las Iglesias como Cristo lo ha pedido en su oración.

Mi primer encentro con el Padre Julián tuvo lugar cuando el ecumenismo en España estaba subiendo un primerísimo peldaño. Las circunstancias entonces —me estoy refiriendo al año 1967— eran bien distintas a las de otros países, y bien distintas a las actuales. España ha sido tradicionalmente un país de mayoría católica y el ecumenismo se veía más bien como algo de fuera para otros pueblos; un enfoque o una necesidad más apropiada a sociedades pluriculturales, multireligiosas, como la alemana, francesa u holandesa. No era algo que podía atañer a la mayoría de los fieles españoles. La labor y decisión del Padre Julián fue por aquel entonces profética: a la vista está lo que se ha conseguido hasta ahora. Fue también obediente en el sentido de recoger las recomendaciones que el concilio Vaticano II daba a todos sus fieles.

En una España en la que había poco conocimiento de las Iglesias no católicas, el P. Julián daba su apoyo, su simpatía y su amistad; contribuía en el progreso con su actitud totalmente evangélica, expresando su respeto y prestando su atención al otro, como señal del orden establecido por Cristo en su Evangelio.

La preparación del amigo entrañable, no admitía fronteras de idiomas. Yo llegaba aquí sin hablar el castellano y fue el francés el que facilitó nuestro diálogo desde el primer momento. Yo llegaba a España con la nueva responsabilidad de Rector de nuestra Iglesia, y encontraba la buena acogida de la Iglesia hermana a través del Padre Julián, con su diálogo de comprensión y de apoyo en mi nueva labor.

El interés del Padre Julián en fomentar la amistad entre los cristianos ha sido ejemplar. Podemos decir que promovió como nadie la riqueza y la presencia del tesoro de espiritualidad que guarda la Iglesia ortodoxa. Promovió, junto con el Metropolita ortodoxo Mons. Emilianos Timiadis, el encuentro entre religiosas de nuestra Iglesia y de la Iglesia católica, cuyas reuniones anuales siguen teniendo lugar hasta hoy.

Me viene ahora a la memoria el viaje de peregrinación organizado por el Centro Ecuménico de las "Misioneras de la Unidad" de Madrid, con el objetivo principal de buscar un mayor conocimiento de la Ortodoxia. Visitamos Bulgaria, Grecia y Constantinopla. En este viaje tuvimos el honor de ser recibidos por S.S. nuestro Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Dimitrios I.

Entre otras cosas, S.S. nos recomendaba lo siguiente: «Vosotros, los sacerdotes, tenéis la gran responsabilidad ante los fieles de vuestras parroquias de transmitirles este espíritu ecuménico, el espíritu de fraternidad y de reconciliación, porque la unión de las Iglesias no es asunto solamente de los jerarcas o de los teólogos, sino de todo el Cuerpo de la Iglesia, si queremos que la unión sea seria, eficaz y permanente, y no meramente pasajera, como por desgracia, ocurrió a veces en el pasado».

Me imagino lo que supuso para el Padre Julián ser pionero de una necesidad de adecuar la formación de los futuros clérigos de la Iglesia católica, de los fieles en general, de una forma natural. El hizo posible con la ayuda de sus fieles colaboradores las Misioneras de la Unidad en Madrid, para que centenares de fieles, todos cristianos, pero de distinta espiritualidad y distintos cultos, pudieran encontrarse a través de múltiples actos, oficios y enseñanza directa.

Encontramos en el Padre Julián, yo diría, un misionero de las nuevas relaciones eclesiales. Un misionero renovador y dinámico. Renovador porque procuró por todos los medios que los fieles católicos dejaran de considerar como enemigos a los fieles cristianos de otras Iglesias. Dinámico, porque sacaba el tiempo de donde fuera para estrechar relaciones, para hacer amistad, para buscar ocasión de encontrar en sus raíces las tradiciones de los cristianos de otras Iglesias.

Por lo que a nosotros respecta, promovió como nadie la riqueza, el conocimiento del tesoro de espiritualidad que guarda la Iglesia ortodoxa.

La actitud que ha mantenido el P. Julián para con nuestra Iglesia ha sido la de un hombre con la mente y el corazón abiertos. Así a nuestras inquietudes en esta lucha por el acercamiento, ha brindado sin cesar su parecer y su apoyo. Con todos nuestros aciertos, y como humanos que somos con algunos errores, hemos disfrutado de una colaboración sincera y eficaz.

No creo que en algún momento haya pasado por su mente la actitud de vencer, sino la de convencer al otro. Y esta actitud receptiva solo podría lograrse partiendo del respeto a la dignidad de los demás, respeto sin el cual nada se puede obtener. Este respeto es el primer peldaño para llegar a conseguir un verdadero amor fraterno, y compartir con el hermano, como el Padre Julián ha compartido con nosotros todas las alegrías que ha tenido nuestra comunidad.

Muchos de los que estamos aquí tenemos el placer de conocernos desde hace bastantes años. Todos somos conocedores del Padre Julián. Y debo decir con orgullo, que las relaciones que empezaron con cortesía, rápidamente se volvieron de gran amistad y de confianza. Y es precisamente esa relación de confianza, de amistad y de cariño, el mejor tributo que podíamos brindarle y que yo particularmente brindo al P. Julián.

Por todo ello, amigo Julián, en nombre propio, en el de mi esposa y de toda mi comunidad ortodoxa, gracias.

 

Arcipreste Dimitri TSIAMPARLIS

Vicario Episcopal para España de la

Iglesia Ortodoxa Griega, del

Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.