El líder sectario como imagen paterna

 

¿Por qué este tema?

Podría pensarse que este tema no es importante, o que es un tema anexo o destinado solo a especialistas. Pero he de responder que es muy importante, y que lamentablemente no soy un especialista ni gozo de material —que estimo inexistente— para poder ofrecerles algo mejor que lo que les propongo en estas líneas. Lo que les ofrezco es la posibilidad de centrarnos no en las sectas en general, sino en la figura del líder, y más en concreto en su correspondencia con la imagen del padre.

Como esquema introductor empezaremos haciendo un pequeño recorrido a lo que se suele llamar «secta destructiva» y desde aquí veremos la importancia de la persona y su construcción, porque lo que una secta destructiva pretende y muchas veces consigue es la aniquilación en mayor o menor grado de la personalidad del sectario. Dentro del proceso de maduración personal nos detendremos en la labor de la familia, en los padres. Desde aquí nos centraremos en la figura propiamente paterna, y veremos diferentes imágenes posibles de paternidad, más o menos predominantes en la última etapa de nuestra sociedad. Además, ofreceré ejemplos cotidianos, también de sectas, dentro de cada uno de los modelos presentados. Para finalizar, mostraré la imagen de padre que el cristianismo posee y que servirá de crítica ante los anteriores modelos.

La «secta destructiva»

Sigo en la definición de «secta destructiva» al especialista Pepe Rodríguez:

«Una secta destructiva será todo aquel grupo que, en su dinámica de captación y/o adoctrinamiento, utilice técnicas de persuasión coercitiva que propicien la destrucción —desestructuración— de la personalidad previa del adepto o la dañen severamente. El que, por su dinámica vital, ocasione la destrucción total o severa de los lazos afectivos y de comunicación afectiva del sectario con su entorno social habitual y consigo mismo. Y, por último, el que en su dinámica de funcionamiento le lleve a destruir, a conculcar, derechos jurídicos inalienables en un Estado de Derecho».

Son variadas las definiciones de secta destructiva que podemos encontrar, pero todas se centran en los mismos puntos, que vienen a coincidir en la «destrucción o desestructuración de la personalidad» o la familia.

Un mayor desarrollo podría expresarse en los siguientes enunciados que, aunque tomados del mismo autor, han sido remozados al aplicarles un tinte de características paterno–filiales.

1. El grupo sectario presenta una doctrina —no necesariamente religiosa— transmitida de forma demagógica, poco racional o argumentada lógicamente. Existe un líder, generalmente varón, que suele pretender ser la personificación de la divinidad, un elegido por ella para ser su vicario en la tierra, una manifestación o avatar de lo divino, por lo general poseedor de verdades ignoradas y necesarias para el individuo y la sociedad.

El padre no da razonamientos a su hijo, sino que sabe lo que está bien y está mal; sabe decir las cosas y no espera la pregunta «¿y por qué papá?»; y si esta es incómoda, recibe el hijo un contundente «porque lo digo yo y basta», o un «cuando seas mayor ya lo entenderás». El padre es el sabelotodo, tiene respuestas para cada situación, entiende de todo lo inimaginable, y cuando creo poder cazarlo preguntándole por algo escuchado o leído en «prohibidos y vetados lugares», resulta que también sabe responder a lo que yo creía que no sabría. El niño entonces presume ante sus amigos de su padre.

2. El líder interviene en todos los detalles, ya personalmente o de manera delegada, pero siempre se entera de todo lo que ocurre a cada uno de sus fieles, sus hijos. Su palabra es sagrada, dogma de fe, y hay que cumplirla sin crítica. La estructura organizativa es teocrática, piramidal y totalitaria. El poder no es compartido.

El padre detenta el poder en casa, llanamente lleva los pantalones, y esta autoridad queda reflejada ante el niño. La madre es más cercana, suele estar más tiempo en casa -al menos en lo que han sido nuestras familias hasta esta generación—, pero el padre es el punto final a las conversaciones entre madre e hijo. Cuando el padre es consultado, desde su pedestal, dará la solución, «magister dixit», y no hay más que hablar o decir.

3. El grupo absorbe al individuo. Las relaciones con el exterior se difuminan, se recortan, en lo posible hasta el máximo. El tiempo es prácticamente para el grupo, de manera gratuita, los amigos son del grupo, se practica la endogamia, que a veces es elección del mismo líder. Los contactos con la secta son múltiples, el teléfono suena sin parar, los encuentros son continuados. Se intenta en muchas ocasiones vivir en centros, locales o granjas propias de la misma secta.

Por supuesto, el niño tiene recortadas sus amistades, y dependiendo de la edad, no las tiene más que en los horarios de colegio. Los contactos del hijo con la familia son absolutos, de su familia depende, en ella vive y con ella comparte sus horas casi en exclusividad.

4. Las libertades del individuo se ven suprimidas, el derecho a la intimidad, la capacidad de decisión... La información es controlada, ocultada o manipulada. El adepto no es libre de decidir por sí mismo. Se le presenta la realidad externa de manera mediatizada, y mucho más deformada la realidad del propio grupo sectario.

El niño ve por los ojos de sus padres y son ellos los que le indican lo que es el mundo, los que le abren a él, los que le inculcan un modo de sentir, de pensar, de creer. La mediatización es el hecho de la identificación del hijo con su padre y con su madre. Ya llegará la adolescencia y el intento de despegarse muchas de las etiquetas que no desea asumir como propias, para construirse las suyas. En la secta, sin embargo, no hay adolescencia, sino un permanente estado infantil.

5. La secta usa de técnicas de manipulación coercitiva para anular la voluntad y la capacidad crítica de sus adeptos, y ello de manera encubierta, con técnicas de relajación, recitado de oraciones...

Se trata de hacer volver al adepto a sus años de niñez, de aniñarlo incluso físicamente, pues como se ha podido comprobar, conforme se está en la secta destructiva los rasgos anatómicos se van infantilizando.

6. Los del grupo son buenos y los de fuera son malos. Se propone un dualismo entre los del grupo y los que no son de nuestro grupo. Sólo interesan los del exterior como posibles adeptos, víctimas que han de servir al grupo.

Se trata de construir una familia enferma, una familia donde se cobijan sus miembros en sí mismos, y rechazan el mundo exterior, cierran puertas y sólo desde el televisor y sus imágenes poner verdes y despotricar contra toda la sociedad. Todo es peligroso, los prejuicios campean por el salón y las demás habitaciones de la casa, es malo salir a la calle, traer extraños a casa, verse con los que no son de la familia.

7. La financiación se logra con las donaciones de los adeptos, aportaciones por cursillos que hay que realizar, trabajando gratuitamente para el grupo, y recaudando dinero de actividades en la calle, material de la secta, negocios encubiertos, etc.

El niño no posee dinero propio, no es solvente económicamente, no puede responder por sí mismo. Sus padres poseen y controlan su dinero. Se impide el desarrollo autónomo del sujeto sectario y se le minimiza para la dependencia.

Breve apunte sobre lo que sea la persona

Considerada clave a la hora de definir una secta destructiva lo que sea la despersonalización hemos primero de tomar cuenta del término positivo, personalización, o sea, el proceso de ser o llegar a ser persona. Pasamos, por tanto, brevemente a considerar el concepto de persona, cuáles son sus rasgos y facetas principales.

Desde la visión clásica podríamos decir que la persona es una realidad sustancial, permanente, individual y racional. Esta es la definición de Boecio y de todo el clasicismo medieval. En el siglo XVII y XVIII los empiristas británicos se preguntan por la sustancia, qué sea ello, cómo es, y la criticarán con fuerza. Podríamos extendernos en detalles pero sólo resaltar otras dos durísimas críticas a la idea clásica de persona ofrecida por Boecio: La primera es del psicoanálisis de Freud. Él nos enseñó que no somos tan racionales como suponíamos, que tenemos represiones, «superyo», «yo» y «ello», pulsiones que mueven nuestros comportamientos, que en lucha perenne estaban «eros» y «thanatos», vida y muerte, en nuestro interior, que éramos un manojo de deseos...

La segunda crítica proviene de la biología y en concreto de la citología, que nos dice que cada siete años aproximadamente renovamos todas las células de nuestro cuerpo. Y si bien es cierto que no ocurre así con las células del cerebro, las neuronas, la física cuántica nos enseña que el trasvase y la movilidad de energía y materia es tal que la sustancialidad y la perennidad querida no es tal en realidad. Vamos, que no somos lo que éramos hace 12 años, sino materia totalmente nueva.

No obstante, en nuestro fondo más íntimo seguimos sintiéndonos el mismo que el que un día nació de nuestra madre y es un hermano de mi hermano que no es hermano mío. ¿Por qué? Porque la información —y lo diré simplísticamente— se va regrabando en las partes nuevas de nosotros, de tal forma que siempre conservamos la unicidad de ser nosotros mismos.

Quiero dar ahora un enorme salto y ofrecer una definición de persona más actual, más personalista, una definición relacional más semántica.

En latín existen los casos siguientes: Nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo. Cada uno de ellos hace referencia a la posibilidad de una palabra de obtener significados diferentes y cambiar su sentido. Yo quiero, siguiendo al personalista Carlos Díaz, hacer una comparación entre la persona y los seis casos de la lengua latina.

Cuando el niño nace, nace como el más desamparado de los animales. Precisa de total ayuda. Conserva muy pocos instintos y estos no le llevarían a alargar mucho su vida si no estuviera cerca su madre. Ella le dará calor, alimentación, cariño, acogida, le enseñará a pronunciar sus primeras palabras, a tomar identidad, a verse en ella, a entender el mundo circundante. En el proceso la figura del padre le tendrá que enseñar el mundo de los valores, las normatividades, las diferencias bueno–malo, correcto–incorrecto... Si los padres, los generadores, los genes, el Genitivo, son buenos padres, ofrecerán a sus hijos ayuda, capacidades, serán para sus hijos unos padres nutritivos.

Sabemos, por experimentos con animales y humanos, que los nacidos necesitan ser tocados, abrazados, besados y queridos. Incluso experimentos con ratas —y digo ratas porque pareciera que son animales sin sentido familiar o sentimientos, por su catalogación como repulsivos e infecciosos— nos han enseñado que éstas se deprimen más si no reciben este comportamiento nutritivo, de unos genitivos nutritivos. No olvidemos que siempre somos algo niños —y no es malo— y necesitamos por ello que nos toquen, abracen, besen y quieran. Y esto en reciprocidad, de los otros a uno y de uno a los otros.

Dentro del Genitivo y muy cercano a él tenemos el Vocativo. El Vocativo nos posibilita llamar y llamarnos. El niño ha aprendido a distinguirse: se toca los pies, se mete sus dedos en la boca, necesita delimitar sus fronteras. Quiere saber cuánto mide, pregunta miles de cosas, «¿y por qué?», necesita aprender, ve en su padre a alguien que tiene respuestas para todas sus preguntas. Quiere designarlo todo, crea nombres, palabras, gusta de definir. Ya no es como antes, un ser indiferenciado que se miraba a sí mismo en su madre. Ahora empieza a ganarse su individualidad.

Posteriormente se hará adolescente, se desarrollará, se chocará con las puertas y los dinteles y se hará alguna brecha, y por ello necesitará tocarse de nuevo para conocer cuánto mide, quién es él ahora, que de la noche a la mañana y tras dolores de rodillas ha crecido tanto, ha cambiado la voz y a desarrollado sus órganos sexuales de diferenciación personal. Sus ideas cambian, sus valores, crece en independencia familiar, se enfrenta con sus hermanos, sus padres y educadores.

Si se ha tenido un buen Genitivo y un buen Vocativo podemos estar seguros de que habrá un buen Dativo. Es la capacidad de dar, de ofrecer, de ser oblativo y generoso. Ya dice Aristóteles que es mejor ser insultado que insultar. De Jesús de Nazaret aprendimos que es mejor dar que recibir. Es algo que todos hemos experimentado en más de una ocasión. No obstante diré que creo que alguien que sea flojo en su Dativo es porque sus padres —seguramente— fueron flojos en su Genitivo y en su Vocativo. Hay personas que no son dativas, que son egoístas, que viven encerradas y clausuradas, curvadas sobre sí mismas.

Esto nos lleva a una doble elección, a una bifurcación expresada en dos ramas, el Acusativo y el Ablativo. El Acusativo es el pecado de Caín, el cainismo, y al tiempo es la labor del Satán como lo manifiesta el libro de Job en el Antiguo Testamento. Es el acusador, y el Acusativo por excelencia es el Diablo y lo diabólico. Es la acusación de Adán a Eva y de ésta a la serpiente. Es el «yo no he sido», es la exculpación continua y repetida. Es la creencia de que me persiguen, de que conspiran contra mí, es la tendencia a pensar que los astros están contra mí, o los dioses, o el hado, el destino, la «moira». Es la superstición, la idolatría, la creencia en la negación de la libertad. El acusador, el Acusativo, busca siempre chivos expiatorios, culpables autojustificadores. No es responsable de sí mismo, de sus acciones, no encuentra —negando a Kant— en sí mismo la razón de la moralidad, ni —siguiendo a san Agustín— a Dios dentro de su intimidad.

Frente al Acusativo se emplaza el Ablativo. Es el caso de las preposiciones, es la posibilidad, la posibilidad de decir "a", "ante", "con", "desde", "en", "hasta", "para",... Quien tiene posibilidades en su vida no está cerrado sobre sí. Si espero una llamada de mi hijo que marchó hace dos días y quedó en llamarme hoy por la noche a las 10, y no lo hace, y estoy allí esperando el teléfono, pero son las 10.30, y las 11 y las 12 y no me llama, ¿qué posibilidades tengo? La negación del Ablativo es la depresión, es la posibilidad única de actuación, es la negación de la creatividad. Quien sólo tiene en la vida una posibilidad está ligado a ella, sea buena o mala. Quien tiene un fuerte Ablativo, un amplio Ablativo, puede suponer mil cosas, —hablar de mil cosas, porque el ablativo es también hablador— puede creer que se le ha olvidado, pero que, sin embargo, quiere a su madre, o que no ha podido encontrar un teléfono, o que querrá dar una sorpresa llamando en otro momento, o que no es importante el llamar a las 10 en punto y que lo hará por la mañana, o que estará bien y no hay que darle demasiada importancia.

El Ablativo son posibilidades abiertas antes los sucesos múltiples de la vida, es creatividad, es poder ver las cosas desde cerca o desde lejos, desde diferentes ángulos, es la lucha contra el fanatismo y la intolerancia, contra el pensamiento lineal y culpabilizador, la moralina que busca saber siempre quién lo hizo. Es la creencia en que a Dios no se le escapa nada, que no hay que juzgar porque sólo Dios puede hacerlo, que desconocemos mucho más que lo que sabemos, que hay que ser humildes, que hay que crecer continuamente, que la sorpresa no ha de desaparecer nunca, que el mundo está abierto, como diría Karl Popper.

El Ablativo nos lleva al primer caso, al Nominativo. El Nominativo es el decirse «ego sum», yo soy. Es la configuración siempre en marcha y siempre con ideal tensional, como horizonte a realizar, pero desde la que hay que partir, para escalar más allá. Si hemos tenido unos buenos genitivos, vocativos, dativos y ablativos podemos decir que el Nominativo será «Amo»: «Amo ergo sum». Curiosamente para Descartes, su «cogito ergo sum», supone la soledad más absoluta. Descartes primeramente crea su yo, y desde esta realidad llega a la existencia del mundo y de Dios. Pero lo primero es el yo.

Desde mi planteamiento personalista, basado en lo que el dominico Tomás de Aquino decía, «quien es persona es quien ama», he de corregir el cartesianismo y decir «amo ergo sum», amo, y por ello soy. Mi planteamiento no es solipsista, individualista o egoísta, porque no se puede amar desde la soledad. Se necesita un tú para amar, de ahí que el Nominativo, el nombre, correcto y adecuado a la persona sea «Amor». De ahí que ya dijera el santo de Hipona: «Soy amado, luego soy». El Verbo, la Palabra, el Nombre, el hombre pleno, Cristo, nos enseña que nuestro nombre es también el suyo y el de su Padre, porque somos hijos suyos y este nombre es Amor. Este ha de ser nuestro Nominativo.

Lo que buscan los jóvenes

Tratando de observar por qué los jóvenes buscan en un grupo lo que dentro de su casa no encuentran, tenemos que preguntarnos por aquello que desean.

Los estudios sobre juventud y sectas, todos de alguna manera, vienen a incidir en lo mismo: Los jóvenes buscan asociaciones no institucionalizadas. Buscan un asociacionismo basado en lazos de amistad y afecto. Y desde este parámetro se desarrollan las demás necesidades: Búsqueda de respuestas, comunicación entre los miembros, afecto, deseo de ocio y aventura, nuevas expectativas, sorpresa, apoyo personalizado, etc. La verdad es que muchas Iglesias institucionalizadas y de larga implantación podrían repensar estos datos, muy significativos, para plantearse muchas pastorales. Lo que aquí quiero sólo mostrar es un cúmulo de deseos de muchos hijos de padre, que veremos ahora, salen de su casa en busca de lo que dentro no existe o al menos ellos no logran percibir en caso de que lo haya. Esto lleva a configurar un perfil de joven con unas necesidades y carencias que pueden colocar en el grupo de candidatos a una secta adecuada a la persona. Es lo que se llama un presectario, que no necesita ser captado por nadie para tener estas características.

El marco presectario

Entre los factores de vulnerabilidad que posibilitan la captación por una secta, Michael Langone, de la «American Family Foundation», selecciona los siguientes:

1. Alto nivel de angustia e insatisfacción general en la vida.

2. Descontento cultural en un investigador frustrado.

3. Carencia de un sistema de creencia/valor religioso intrínseco (autoaceptado y fuertemente mantenido como una parte muy importante de uno mismo) o de una menor o más extrínseca religiosidad.

4. Sistema familiar moderadamente disfuncional:

a) Síndrome de «ausencia del padre».

b) Carencia de guía, estructura, dirección y límites paternales.

c) Carencia de una atención y afecto positivos e incondicionales.

d) Pobre comunicación familiar, especialmente el uso de vínculos dobles por parte de los padres.

e) Conflicto paterno o matrimonial permanente.

5. Tendencias a la personalidad dependiente:

a) Carencia de dirección o propuestas internas.

b) Carencia de un adecuado autocontrol.

c) Susceptibilidad a estar en estado de trance.

Las figuras paternas

Ya hemos centrado en un primer esquema lo que es una persona. Hemos visto, además, cuáles son las necesidades de los jóvenes en un contexto español u occidental típico, marco al que nos estamos refiriendo. Si una cosa hemos de tener clara a esta altura es la importancia de la familia en el crecimiento de la persona. Por otro lado, sabemos que una secta destructiva, lo que pretende y desea, es la despersonalización, cosa que lograrán con mayor o menor medida y posibilidad si se dan unos síntomas presectarios adecuados, es decir, si se es más o menos vulnerable.

Digamos que todos somos vulnerables, en diferente grado y según épocas y etapas de nuestra vida, pero todos lo somos. Habrá que dar con el momento justo para una captación adecuada y por una secta en concreto, porque como con los virus, no todas son iguales, y cada una tiene su veneno. A todos se nos muere algún amigo, o somos rechazados por algún ser querido, o discutimos, o perdemos un trabajo, o no logramos mantenerlo, o se nos marchan los hijos de casa, o pasamos por la adolescencia, que son todos ellos momentos críticos en la vida de cualquiera donde nuestra vulnerabilidad aumenta, donde tenemos las barreras bajadas, donde podemos caer en una depresión más o menos constante y mantenida.

Profundicemos ahora en las figuras de la madre y del padre, tan vitales e importantes en la configuración de la persona. Podemos decir que del sistema cultural que vivimos, de la sociedad en la que estamos, de la familia en la que vivimos, vienen las deficiencias que llevan en gran parte a la entrada de los jóvenes en las sectas, y no sólo de los jóvenes. Incluso podemos decir que muchas veces no es lo que tenemos, sino lo que se gesta, porque muchos son los sectarios en su comportamiento, ya de víctimas o de verdugos, y, sin embargo, no pertenecen a ninguna secta en particular.

De todos los estamentos señalados, sociedad, educación y familia, el primario es sin duda el familiar. Es la cuna, la tumba y aún hoy el ámbito de formación personal más fuerte. Hemos de poner cuidado en conservarlo, en adecuarlo a los tiempos en los que vivimos, diferentes a los pasados, pero siempre persiguiendo que sea el adecuado marco para el desarrollo pleno y humanizador de sus integrantes.

Anotemos que la familia ha variado enormemente en la historia de Occidente, marco en el que nos movemos en estas páginas. Sería demasiado complicado yéndonos a otras culturas. A grandes rasgos podemos decir que la familia de nuestros abuelos y padres, nacidos en condiciones duras, con una guerra por en medio, una dura posguerra y la necesidad de salir de la miseria a fuerza de duro trabajo, les ha configurado en unos padres–camello (usando la figura de Nietzsche), que lo soportan todo, que pueden llevar tanta carga como sea necesario, y que cuando no pueden más, si les apretamos un poco, siguen tirando de los bultos añadidos. La generación de nacidos en los 70 y siguientes es la generación del niño —siguiendo con la analogía del pensador alemán—, que no soporta contratiempos, que es caprichosa, postmoderna. Veremos que cada uno de sus representantes encaja en un perfil de padre que luego expondremos, los primeros en el padre–ley y los segundos en el modelo de padre–libertad, en su mayoría.

¿Cuál será el modelo familiar del futuro, que ya es inmediato? No lo sé, y tampoco sé cómo saberlo. Habremos de esperar y ver. Sin embargo, algunos especialistas dan una serie de características de lo que haya de ser: Mayor apertura y democracia, menos autoritaria, basada en la libertad, la igualdad, la participación... Será muy individualista, y la apertura más allá de lo sanguíneo será muy alta. La familia vivirá en asociaciones, grupos, movimientos, clubes. Cada miembro, como un átomo, buscará su rincón exterior, pero el núcleo familiar será un lugar para poner en común las aficiones de cada cual. Será inconformista y reivindicadora, buscadora de derechos. Será activa y transformadora políticamente, muy móvil, entre otras cosas por razones de trabajo e inestabilidad económica. Su consumismo no será tan infundado como en épocas más recientes, pero irá en aumento. Existirá un gran pluralismo en valores, estilos de vida, relaciones, religiosidad, ideología... Será sincrética en casi todo, innovadora y ansiosa de novedades y experiencias nuevas.

Las encuestas en los Estados Unidos empiezan a apuntar a la caída del mito de la sangre, es decir, la creencia de que la familia y sus vínculos son los primeros y fundamentales a la hora de las relaciones entre las personas. La serie «Friends», también conocida en España, parece ser el modelo que se impone en la sociedad anglosajona, es decir, la unidad no sanguínea, sino de pareceres, valores, ideales conjuntos. No se buscan personas nacidas de los mismos padres con quien no puedes compartir nada o a quienes no hablas, se buscan amigos, socios, incluso a través de Internet, o como sea, con los que compartir tu vida, tus gustos y aficiones. Cuando te cansas de ellos, te buscas otros. Lo mismo sucederá cada vez más con el matrimonio, como en la empresa, por la inestabilidad laboral, la inestabilidad o mejor dicho, las continuas estabilidades, unas detrás de otras.

Pasemos ahora con brevedad a analizar la figura de la madre, que no es objeto de nuestra charla, y posteriormente analizaremos más detalladamente la figura masculina o paterna, en su sentido, en relación con las sectas y como ideal tensional según el cristianismo de lo que debería ser un padre logrado o cabal.

La figura de la madre

La madre, como símbolo, al menos hasta hoy en día, (aunque las cosas están cambiando, poco a poco, pero cambiando, y la emancipación del sexo femenino, la consecución de igualdades, la profesionalización de las mujeres, el trabajo de los padres, el menor tiempo de educación directa madre–hijo, el mayor número de horas de estancia en centros escolares de los niños, etc., están variando lo que ahora diremos), es paño de entretelas, calor, acomodación, afecto, perdón incondicional, identidad, consuelo y reparación. La madre nunca pide por qués, no desea retribuciones, no pide explicaciones, solamente ama sin condiciones, espera sin descanso, enjuga lágrimas en toda situación.

En la dependencia sectaria, la secta, como comunidad de agradecidos, de rebaño conducido por el líder, de creyentes sin razones, de cohesión a pesar de toda justificación, es la madre. La madre es la secta. No diré más, para no extenderme, y pasaré al tema que nos ocupa, la figura del padre, el líder de la secta.

La figura del padre

La vida no es simple y el conocimiento de la realidad no es algo fácil de obtener, pero tampoco es imposible de conseguir. A veces tendemos a simplificar las cosas y decimos u oímos que las sectas son diagnosticables, o que se reducen a unas cuantas características básicas. Yo siempre me he negado a una valoración tan superficial, y creo, como dije arriba, que hay muchos tipos de sectas destructivas, porque hay muchos tipos de potenciales adeptos, y cada una tiene su cuota de mercado, su público, podríamos decir en términos mercantilistas. Por ello hay diferentes imágenes extremas —la mayoría se encontraría en modelos intermedios— de líderes sectarios, porque son varias las imágenes del padre. Quiero decir que de los tres modelos de figura paterna que presento, la mayoría de las sectas destructivas encajan en el segundo, pero esto no quita para que la fachada del líder pueda circunscribirse a alguno de los otros.

I. Padre–Abuelo.

El abuelo es bonachón, es anciano, tiene la barba blanca y espesa, sus bolsillos están llenos de caramelos. Cuando por algún lado recibo regañinas, el abuelo me guiña el ojo y me dice que no me preocupe, que no pasa nada. Quien tenga un padre–abuelo, es decir, una figura paterna masculina con estas características no es que tenga un padre ausente, sino que su padre será como si nada importara, como si el romper las reglas no fuera importante, como si todo estuviera a cubierto. Ya podrá la madre ponerse como quiera, que papá–abuelito siempre comprará el regalo querido aunque no hayamos hecho los deberes. El padre–abuelo es débil, y sólo desea ver a su hijo feliz, caprichosamente feliz. Lo malcría, no le ofrece pautas, ni límites o normas. No le enseña cuales son los valores positivos y negativos. Es la gratificación sin responsabilidad. Y la falta de responsabilidad no crea personalidad.

Como ejemplo de sectas con un líder padre–abuelo tenemos:

• Los Niños de Dios en su manifestación más primaria y atrayente. Igual podemos decir de Hare Krishna, Meditación Trascendental (MT) o la Iglesia de la Unificación. Pero sólo en una primera aproximación. ¿Por qué digo esto? Bien, porque ningún líder sectario es figura de un padre–abuelo, no gratifica sin responsabilidad. No encaja. Curiosamente el líder que encaja aquí es Baba Ram Dass, de la contracultura de los 60, o el padre de la LSD, Timothy Leary, cierta época Beatles y de la ola de contracultura de hippies, colocados y amantes del I Ching, el Libro de los Muertos del Tibet, y el «Jesús te ama».

Se trataba de desobedecer, porque no pasaba nada, había que cambiar el sistema, que olía a podrido, acabar con el Vietnam, luchar por los negros y las demás minorías. En esta época surgieron entre otras las sectas señaladas, y todas ellas, dentro de la contracultura, ya por el exotismo oriental (ISKCON o Hare Krishna), por el sexo libre (Niños de Dios), la capacidad de plenificación humana más allá de cualquier religión o ideología (MT), o lo que fuera. Con el tiempo las comunas y el movimiento hippie desaparecieron —el «anarcopunk» es un ramalazo que no sabe dónde está y poco tiene que ver con el fondo ideológico de aquellos a los que dicen seguir—, pero no estas sectas que se cambiaron de rol y de maquillaje.

II. Padre–Ley.

El padre–ley es la contraposición más fuerte a la figura de la madre. Si al levantarse no se hace el chico la cama, ella la hará —otra cosa es que luego se lo diga al hijo—. No lleva la madre cuenta de las veces que los calcetines no son llevados a la lavadora y quedan debajo de la cama, o del dinero que gasta. El padre–ley sí, pues lleva un perfecto estado de cuentas de todo lo que acontece en casa. Es la gratificación al cumplir. Sólo habrá paga si se hace lo debido, y lo debido es lo marcado por el padre. El padre–ley sabe siempre qué es lo correcto, cómo hay que comportarse. La madre intenta ocultar siempre algo al padre–ley, y siempre para salvaguarda de su prole.

Hay que estar atentos a lo que dice el padre–ley, escucharle siempre que se pronuncie. Puede que un día el negro sea negro, pero mañana puede que el negro sea blanco, o violeta, o azul. Depende. El padre–ley marca las normas y espera resultados, cumplimientos, y necesita de ellos. Sus hijos son amonestados por los resultados ofrecidos, y gratificados según escala por ellos. Diferencia entre sus hijos, a unos más y a otros menos. Sólo quien ha cumplido con lo debido merece su recompensa.

Como ejemplos de sectas con un líder estructurado según este esquema tenemos:

• El líder de la secta «Casa Hebrea Negra de Judá», que fue condenado en el 1986 por reducir a los niños a esclavitud, llegando incluso a matar a golpes a uno de ellos.

• Tony Alamo, líder de la secta «Santa Iglesia Cristiana Consagrada Alamo» fue acusado en el 1991 de ordenar a cuatro hombres que golpearan ciento cuarenta veces a un muchacho de diez años con un remo de madera.

• «Misión de la Luz Divina». En la actualidad renombrada como «Elan Vital». Su creador es el gurú Mahara–ji, aunque quizás habría que decir que la creadora es su madre. A los 17 años, el gurú será aclamado en Houston (EE.UU) por 25000 personas como «Señor del Universo». Se casará ese año con su secretaria Marilyn Johnson, y se disipará de sus divinas obligaciones, yendo a discotecas o emborrachándose, tras lo cual su madre, Mata–ji («Madre Divina») le negará la divinidad por su mal comportamiento. Esto sumirá al pobre gurú en una gran depresión y la secta caerá en picado. Tras el cambio de nombre ha podido lograr cierta recuperación.

• La secta «Nueva Acrópolis» es conocida extensamente en España y Europa por su ideología militar, filonazi y de desprecio de la propia vida, incluso, por los ideales del grupo.

• La secta «Colonia Dignidad», también de ideología nazi y que fue protegida por Pinochet en Chile, no permitía que los padres vieran a sus hijos, y a las madres sólo las dejaban que les arrullaran. Hasta los veinte años estaban viviendo en colegios cuidados por institutrices, y los padres sólo podía hacer una corta visita antes de ir al centro, después de comer, y otro momento a mitad de la tarde.

• «Niños de Dios» («Familia del Amor», «La Familia»). Su fundador, Moisés David, David Brand Berg, es un californiano, a quien su madre, que tenía visiones, le inculcó rasgos mesiánicos. Colaboró David con varios grupos protestantes americanos. Fundó en el 1949 la «Iglesia de la Puerta Abierta», pero a los dos años fue expulsado por sus propios adeptos. Con 50 de ellos llegó a Arizona, su tierra prometida, razón por la cual adoptaría el nombre de Moisés. Los dividiría en grupos de 12 secciones a imitación de las tribus de Israel.

Creía que ya desde el seno materno fue santificado, como el Bautista, y que en su interior había doce Consejeros espirituales que hablaban por su boca las revelaciones divinas, que son recogidas en sus famosas «Cartas». Más tarde se denominará el «Profeta de los últimos tiempos», y se consideraba el portador de la Verdad Absoluta y definitiva. Fue impulsor de la contracultura y la lucha contra las instituciones, a través de la llamada «revolución de Jesús».

En un documento interno de esta secta, se persigue que los niños aprendan a responder a ciertas preguntas comprometidas en caso de que sean apresados y hubieran de declarar. En este manual los niños han de hablar de su líder Moisés David, MO, como de un abuelo, y se le califica como un ministro que enseña el Evangelio —esta es la respuesta que el niño bien instruido debe contestar— y que le llaman abuelo porque es una persona mayor.

Una de las mayores fuerzas desestructuradoras o liberadoras de la persona es la sexualidad, y la manipulación de la misma puede llevar a los peores grados de despersonalización. Ya sabemos el uso de la sexualidad que hace esta secta. El control de los adeptos se logra por el chantaje, la inculcación del miedo, el control físico y mental en todos los niveles, la estructura piramidal. Algunos que han podido salir de esta estructura han dicho que la persecución de los ex–miembros es brutal e inhumana, llegando a algo más que amenazas.

• «Cienciología» persigue a sus detractores, los amenaza, castiga corporalmente, tiene una guardia de seguridad diseñada según los esquemas de las «SS» de Hitler, se infiltra en las administraciones públicas, en la policía, roba documentación,... Y todo ello porque las cabezas diseñadoras marcan la ley que hay que cumplir, son los espirituales, y el resto, medios para conseguir sus tiránicos fines.

«Cienciología» ofrece un maravilloso código ético, diseñado por su fundador, Lafayette Ronald Hubbard, pero en uno de sus comunicados internos, de 1965, podemos leer que «un grupo o persona supresiva no tiene derechos de ninguna clase como cienciólogos, y las acciones tomadas en contra de ellos no son penables (punibles) bajo los códigos éticos de Cienciología. Las casas, propiedades, lugares y moradas de personas que han estado activos en intentar suprimir a la Cienciología o a cienciólogos están todos más allá de cualquier protección ética de Cienciología, a menos que sea absuelto por Ética (el Comité de la propia organización en asuntos de moralidad) posteriormente o por una amnistía».

La secta puede y es su deber investigar las vidas en todas sus facetas de aquellos que les molesten, puede robarles propiedades, falsificar sus firmas, ponerles trampas para hundirles profesionalmente, hacerles encarcelar, extorsionarles, crearles problemas psicológicos, etc.

En las publicaciones internas de la Iglesia de la Cienciología podemos encontrar avisos como el siguiente: «Una recompensa de 400$ dólares (unas 50.000 pesetas, y esto en el 1969) se pagará a cualquier miembro del personal, o persona que no lo sea, que oyese de o estuviese sujeto a cualquier actividad provocativa contraria a la organización, y que luego suministre pruebas suficientes de los antecedentes y conexiones críticas del provocador, de tal manera que pueda ser entregado a la policía por el RTC («Religious Technology Center», algo así como los asuntos exteriores de la secta)».

En el 1984 la «Cienciología» en Alemania (entonces la Federal) acosó al experto en sectas de la Iglesia Evangélica en Baviera, Haack, y a otro de sus oponentes, Ingo Heinemann. Fueron demandados, acosados, tomados por mentirosos, y en un documento de la Fiscalía de Munich del 24 de abril de 1986, leemos como orden de «Cienciología»: «Queremos hechos y delitos sobre él (en referencia a Haack), para llevarle ante juicio y desacreditarle».

No olvidemos que no estamos hablando de una organización terrorista, ni de un grupo mafioso, sino de una religión, de una entidad terapéutica, como ellos dicen de sí mismos, o de su rama Dianética. Narconón, su rama de desintoxicación, ha llevado a muchas personas a pagar altísimas sumas de dinero para hacer de ellos corderillos del maestro Hubbard. Los internos son explotados, sirven de mano de obra gratuita, se les moldea su conciencia y el sentido de la realidad y empeñan a sus familias, que sólo desean la rehabilitación de su ser querido.

En un extracto de la declaración bajo juramento de André Tabayoyon en el proceso de la Iglesia de la Cienciología Internacional contra Steven Fishman y Uwe Geertz, del 4 de abril de 1994, ante el Tribunal de Distrito de los Estados Unidos, Distrito Central de California, se nos relata como una ciencióloga, Vicky Aznaran es llevada a un rancho de nombre «Happy Valley». Este rancho es parte del RPF (Fuerza de Proyecto de Rehabilitación), y la razón de llevar a Vicky allí es por una diferencia de poderes dentro de la organización. Vicky era una directora dentro de la RTC o Centro de Técnicas Religiosas.

André Tabayoyon era el encargado de supervisar el trabajo de la RPF, y comenta como Vicky pasó 120 días en la RPF, estancia durante la cual dedicaba 12 horas a correr alrededor de un bidón, como parte del programa de disciplina. Vicky logró evadirse de la RPF y ha demandado a la Iglesia de la Cienciología.

Sería prolijo entrar ahora a exponer las doctrinas de Cienciología, pero sólo diré que creen en la reencarnación, aunque con variantes con respecto a las religiones clásicas de Asia. Eso les lleva a que en los grados más elevados de iniciación, en estado de claros, como ellos dicen, uno se acomoda a ver la muerte como un suceso normal, poco importante, porque serán instaurados en otro cuerpo. Tenemos bastantes elementos para suponer que el suicidio en diferentes formas se practica en la secta, o por mejor decir, la inducción al suicidio.

Un excienciólogo ha llegado a relatar que conoció a un miembro elevado en la pirámide de la organización que le confesaba que un compañero suyo mató a una persona supresiva y tras lo cual y para borrar pruebas del homicidio se suicidó. Podemos ver que Cienciología tiene —o al menos promueve— mártires y kamikazes. ¿A qué mayor grado de despersonalización se puede llegar? ¿Qué padre–legalista–fascista es este Lafayette R. Hubbard? Los que han llegado a lo alto del "Puente", que es el nombre que dan al proceso de autoliberación y despegue del MEST (materia, energía, espacio y tiempo), dicen que allí se descubre que la divinidad no es otra que el mismo Hubbard. Sólo a tal estado se puede llegar en un proceso de infantilización perfectamente acoplado, realizado y conquistado por medio de etapas cada vez más dañinas y desestructuradoras del sujeto. Y aquello que en un principio sonaría irrisorio, en un primer encuentro con un captador, ahora, es lo más natural, normal y aceptado. Por fin uno encuentra a su Padre Eterno, y, por tanto, puede descansar en Él.

• «Moon». La «Promesa Solemne» es el texto con el que se da gracias al Padre, que no es como podría parecer Dios Padre, (Dios Padre es citado como el Padre Celestial) sino el mismísimo reverendo Moon, fundador de la secta Iglesia de la Unificación. Sus artículos son como siguen:

«1. Como el centro del cosmos, cumpliré la voluntad de nuestro Padre (el propósito de la creación) y la responsabilidad que me ha sido dada (en cuanto a mi propia perfección). Llegaré a ser un hijo/a fiel de la bondad, para servir a nuestro Padre eternamente en el mundo ideal de la creación, devolviéndole alegría y gloria. Lo prometo.

 

2. Asumiré completamente la voluntad de Dios de darme a la creación entera como herencia. Él me ha dado su palabra, su personalidad y su corazón, y está reviviéndome, ya que había muerto, haciéndome uno consigo y convirtiéndome en verdadero hijo/a suyo. Con este fin, nuestro Padre ha perseverado durante 6.000 años en el camino sacrificial de la Cruz. Lo prometo.

3. Como un hijo/a verdadero, seguiré el modelo de nuestro Padre y atacaré valientemente el campo de los enemigos, hasta que les haya juzgado completamente con las armas que Él ha estado derrotando al enemigo Satán por mí, en el transcurso de la historia: sembrando sudor por la tierra, lágrimas por los hombres y sangre en el cielo, como un servidor pero con un corazón de un padre, con el fin de restaurar a sus hijos y al universo, perdidos a Satán. Lo prometo.

4. El individuo, la familia, la sociedad, la nación, el mundo, y el cosmos están dispuestos a servir a nuestro Padre, fuente de la paz, la felicidad, la libertad y todos los ideales, realizarán el mundo ideal del corazón único en un solo cuerpo, a través de restaurar su naturaleza original. Con el fin de lograr esto, llegaré a ser un hijo-a verdadero, devolviendo alegría y satisfacción a nuestro Padre, y como representante suyo, transferiré a la creación paz, felicidad, libertad, y todos los ideales presentes en el mundo del corazón. Lo prometo.

5. Estoy orgulloso de la Soberanía única, orgulloso del pueblo único, orgulloso del país único, orgulloso de la lengua y cultura únicas, centradas en Dios, orgulloso de llegar a ser el hijo del Padre Único y Verdadero, orgulloso de la familia que va a heredar la tradición única, orgulloso de ser un trabajador que obra para establecer el mundo único del corazón.

Lucharé con mi vida. Seré responsable de cumplir mi deber y mi misión. Lo prometo y lo juro; lo prometo y lo juro; lo prometo y lo juro».

Los padres biológicos son considerados falsos padres, por ser de Satanás, de tal suerte que cuando uno entra en la secta de Moon, ha de renunciar a ellos y ser un fiel hijo del Padre Moon y su reverenda esposa.

Moon y su secta tienen multitud de empresas, bancos, periódicos, asociaciones y organizaciones culturales, sociales y religiosas, tapaderas de una organización de despersonalización, quizás la más potente de todas las sectas destructivas hoy conocidas. Y todo ello desde métodos fascistas —recordemos que algunos de sus dirigentes han sido o siguen siendo antiguos y actuales fascistas del mundo, como Paul Werner, de las Juventudes Hitlerianas, Thomas Ward, de la WALC (Liga Anticomunista Mundial), de carácter fascista, Bo Hi Pak, brazo derecho de Moon y colaborador del nazi Klaus Barbie—, etc..

El fascismo, como todos sabemos, coloca en el terreno de lo familiar lo que es propio del terreno político. Todo es reducido al ámbito paterno, la sociedad, los ciudadanos, las estructuras son dominadas paternalísticamente, y del fascista del poder surgen las órdenes, pareceres, leyes para regirlo todo, como un padre en su casa. Lo privado se hace público, y los roles se convierten en posesión del líder. Al caudillo hay que adorarle, quererle, llorarle en su muerte, rendirle honores, pues somos hijos suyos, la sociedad, también lo religioso, la ideología, la conciencia de sus hijos–súbditos le pertenecen.

Prácticamente la gran mayoría de sectas destructivas y las más potentes y conocidas tienen en su líder un ejemplo de figura padre–ley. Este modelo paterno es el más típicamente sectario. Es un líder fuerte, macizo, dominador y controlador. Un perfecto vigilante que domina siempre las circunstancias. Es en este clima psicológico donde respira bien el líder de las sectas. Podemos decir que a cada hijo de vecino le viene como anillo al dedo un sustituto paterno en caso de que no tenga en casa a su padre. Pero pasemos a otra imagen posible de padre, el padre de los años en que vivimos.

III. Padre–Libertad.

El padre–libertad se ha puesto de moda últimamente. Es un tío enrollado que dice ser el mejor amigo de su hijo. Le mola un mazo salir con él, le compra la bicicleta, pero no porque sea un abuelete que no tiene criterios, ni porque el hijo haya hecho algo para merecerla, no, nada de eso, porque la «bici» es buena para que el hijo se desarrolle, haga deporte, adquiera una buena estructura física. Este padre molón y compañero se lanza al suelo a jugar con su hijo, le lleva al Parque de Atracciones, le compra la manzana de caramelo, y le enseña las cosas que todo un tío tiene que saber de la vida. Le habla de sus amigos, lo lleva al fútbol, le enseña a insultar al árbitro y al contrario, le cuenta cuántos fueron sus ligues y cómo lo conseguía. Es un tipo amistoso que de tanto querer deja al hijo "avasalla". No le permite a su hijo el desarrollo pleno porque no le deja relacionarse con sus iguales, con otros niños, no le deja averiguar las cosas, investigarlas él, descubrirlas y equivocarse. Estos niños llegan a ser unos listillos con consigna aprendidas pero nada asimiladas. Estos padres quieren que su hijo estudie porque es bueno para él, y le convencen de ello, o al menos lo intentan. Seguro que es el modelo cuya crítica más cuesta entender a cierta juventud, porque es el que está insertado en ellos; es el padre light, solidario. Este padre no conoce nada de psicología infantil y cree que su hijo es como él, o que él es como su hijo.

Como modelos de sectas con un líder del tipo padre–libertad, tenemos:

• Los grupos de «New Age» en general, ocultistas, psicológicos y terapéuticos, además de los empresariales, que entran a través de programas de rendimiento y preparación continua del personal de muchas internacionales de gestión y producción. Ellos buscan en distinto grado que el adepto se libere, deje sus traumas, se reconcilie con la naturaleza, se responsabilice con el entorno. No le impone normas, como el padre–ley, ni es un blandengue que nada dice al seguidor, como el padre–abuelo.

Este padre te enseña los conocimientos ocultos para que tú a qué atenerte. El líder se ha difuminado más, aunque existen sus dictados –y su cuenta corriente–, pero se le nota menos, es uno el que se va liando, el responsable de la libertad pretendida y creída.

La «New Age» enseña un entramado o mescolanzas de sabidurías, lo junta todo, quiere que su hijo coma de todo, que pruebe de todo, que nada le sea vetado, y que él elija, haga su espiritualidad y se configure. El ocultismo es quebrantador de normas, pero ofrece nuevos o retocados rituales, pretende liberar al hombre de absurdas religiones de débiles, de morales de jerarquía de clérigos, de dioses de represión. De igual forma las sectas de la psicología, la prosperidad personal y la humanización pretenden que uno se encuentre y alcance la iluminación, que el Espíritu se derrame sobre él, que le libere de todos sus males y demonios, que quede sanado, liberado.

Seamos cautos y digamos que la «New Age» no es en sí misma una secta destructiva. Primeramente hemos de afirmar que es un movimiento excesivamente complejo. Está integrado por diferentes agrupaciones y creencias, muchas de ellas contrapuestas, aunque pueda ser paradójico, pero así es. La «New Age» pretende una ampliación de la conciencia, alcanzar la hipnosis, la autohipnosis, ofrecer sistemas muy variados de meditación, ejercicios, como los de Arica, Método de Silva, terapias corporales (yoga, aikido, karate, footing, bioenergéticas, biofeedback, t´ai chi ch´uan, reiki,...), terapias del grito, psicosíntesis, danza de los derviches, psicología freudiana, terapias de música, de flores, cristales, improvisaciones dramáticas,...

• «Amway». Su nombre viene de «American way», es decir el modo americano, y ello en su estilo de venta piramidal, donde uno gana dinero conforme tenga a más clientes bajo sí mismo vendiendo sus productos. Este método de venta está prohibido, es ilegal e inmoral, y se abusa de la candidez y los deseos de riqueza de los futuros adeptos, para así atraparles en la red del dinero fácil, y así llegar a ser "diamantes", que es el término que ellos dan a los que tienen un buen lugar en la organización y poseen mucho dinero porque muchos clientes o amigos, como ellos les llaman, ganan a su vez dinero para la organización.

En «Amway» se busca liberar al adepto de una vida rutinaria, dura, de trabajo duro, y se le ofrece riqueza, honores, coches, buenos viajes, pieles y visones, ropa de marca, un negocio próspero con personal a tu cargo y ganando dinero para tí. Se inicia a uno a vivir en la liberalidad del paraíso yanqui, el «american way of life», un sueño visionario e irreal que no es sino otro modo de esclavizar y de someterse a un padre —la empresa— de estricta legalidad, la legalidad del dinero y del valor de mercado.

Hoy en día, y conforme esta figura de padre se vaya imponiendo, y lo irá haciendo, creo yo, surgirán sectas con una cara lavada, sectas con un líder padre–ley, pero mostrando un escaparate de padre–libertad. Es lo que los jóvenes padres demandan, lo que la sociedad necesita, y los modelos que se van implantando como esquemas a seguir. Hoy en día aún mantenemos los modelos de padre–abuelo, pero la igualdad, la democratización, la solidaridad, y la liberación serán rasgos que conforme vaya pasando el tiempo serán síntomas muchas veces de una agrupación fascista y demoledora de la personalidad con el padre–ley en su vértice.

¿Qué decir de la Iglesia católica?

La Iglesia católica, a la que pertenezco, muchas veces muestra un rostro de Dios correcto, equilibrado, misericordioso, y muchos de sus miembros transparentan esta realidad, la realidad del Reino presente ya entre nosotros. No obstante, en otras ocasiones, o en algunos de sus fieles, su rostro es inadecuado, y la facilidad de erigirse en padre–abuelo, padre–libertad o padre–ley es evidente.

La imagen de la Iglesia católica, distorsionada en su paternidad más común, es la de padre–ley. Pero no podemos olvidar la, a veces, extendida imagen de paternidad entre algunos teólogos que hablan de un Dios abuelete, bonachón, que nunca regaña o se enfada, y que por detrás de su batín ofrece recompensas a sus hijos. Nada es malo, no hay pecado u ofensa a Dios, todo es relativo, y siempre se puede ver la parte buena,... a lo más hay errores. Son los benditos de la Iglesia, los que todo lo excusan, no hay ideales de cristianismo, ni exigencias, todo es posible, todo vale.

La imagen del padre–libertad es más difícil de encajar en nuestra Iglesia, porque ella es lenta y va con al menos una generación de retraso. No obstante, entre sus miembros se busca una democratización total, un final de jerarquizaciones absolutas, donde los padres —presbíteros y obispos— no sean tales, sino colegas, amigos, y la homilía sea de todos. No hay simbología diferenciadora, el sacerdocio es para todos, mujeres, hombres, homosexuales, travestidos,... lo que sea. No estoy diciendo que algunas de estas reivindicaciones no estén mal, no, igual que no digo que la figura del padre–abuelo o del padre–libertad sea mala en todos sus puntos y facetas, simplemente expongo lo que es la imagen de una paternidad de estos rasgos en la Iglesia católica.

La imagen del padre–ley es de larga tradición. Un teólogo de la talla de R. Brown tiene la tesis, y bastante bien perjeñada y avalada, de que el evangelista Juan, a pesar de ser llamado el escritor del amor, no tiene ninguna sentencia relativa al amor a los enemigos, como podemos encontrar en los evangelios sinópticos. La razón de ello es que a los enemigos no había que amarlos. El amor se dirige a los miembros de su comunidad, o mejor dicho, comunidades, las joaneas, pero el resto, aquellos que dice que «no le recibieron» —a Jesús— son los hijos de las tinieblas, el mundo, y de esos no se dice que haya que amarlos, sino odiarlos, y no están en la vida eterna.

Ejemplos de legalismo rayano en la inmisericordia y la excomunión son múltiples, y sin necesidad de pensar en inquisidores sedientos de gloria y asustados por el influjo del Maligno, con pocas luces en la cabeza, y una gran fe en estar ellos del lado de la luz frente a heterodoxos ya imperdonables por los tribunales humanos. También es que la Iglesia tiene muchos años, y los ejemplos se podrían multiplicar.

Cuando en el siglo XIII nacen las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) entre otras razones de su surgimiento, son un movimiento de protesta contra los «abbas», los abades de los monasterios, los padres, aquellos potentados en tierras y bienes amén de señores de conciencias, de vidas, llenos de hijos por la fe y los votos. Los mendicantes no podían soportar la suntuosidad de los abades ni sus jerarquizaciones y posiciones de dominación. Ellos querrán ser hermanos, hermanos de Jesús, sus grupos serán fraternidades y sus miembros llamados «fratres», frailes. Por su parte, ellas serán hermanas o «sores».

Sin detenernos mucho en ninguno de estos puntos, por falta de tiempo y espacio, sólo decir que la Iglesia es la Iglesia de los apóstoles, no la Iglesia de Constantino, aliada del poder. Lo mismo se podría decir de algunas de sus ramas, sarmientos, congregaciones o movimientos quizás demasiado situados en el trono de los poderes laicos. Conocemos todos del fanatismo a veces de los fieles de la Iglesia católica, de los modos a veces injustificados y paternalistas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de los sermones y predicaciones de muchos de los padres que nos pastorean, ingenuos, mal preparados, para niños, no para adultos en la fe, de la falta de autocrítica de los laicos, de formación, etc. También en la Iglesia se muestra más de una vez una imagen de paternidad deficiente. No podemos tampoco lanzar ninguna piedra.

Una imagen adecuada de paternidad

Podemos exponer en una serie de puntos los rasgos de una paternidad personalizadora adecuada, y este esquema lo encontramos en la imagen que de Dios nos ofrece Jesucristo:

I. Padre de la Alianza

Este Padre establece lazos con su hijo o hijos. Promete porque es veraz, pero no a modo de contrato, de manera legalista, sino de desigual a desigual. No se trata de dos partes iguales que tratan de competir, sino de una que eleva a la otra a su altura poniéndose primeramente a la altura del hijo.

II. Padre «Abba»

La expresión «abba», del arameo, es pronunciada una vez por Jesús de Nazaret. Significa «papaíto», y es el sonido onomatopéyico del balbuceo del niño que llama a su padre. No obstante, no estamos ante la imagen del padre–abuelo, porque el contexto donde esta palabra es pronunciada es la tribulación de Getsemaní. Significa esto que al tiempo que hay profundas responsabilidades hay entrañas de misericordia y cercanía acogedora. Es una paternidad que me lo da todo y que lo espera todo.

III. Padre Salvador

Este Padre conoce a sus hijos, está atento a ellos mas no es un espía ni un cazador mercenario dispuesto a levantar la mano ante el hijo que tropieza. Sabe que su hijo cae y cae mil veces, siete veces siete, pero en todas ellas perdona. Sabe que su hijo pretende manejarlo, engañarle de vez en cuando, llevarlo a su terreno en más de una ocasión, pero el Padre–salvador, desde su amor generoso y liberador, lleva a su hijo a la responsabilidad, una responsabilidad nacida del hecho fecundo de un amor paterno totalizante que enseña en espíritu y verdad.

Este Padre enseña amor en el dolor y el desvalimiento, enseña a acercarse con ternura a los pobres y menesterosos, nos hace hermanos, y ello por querernos desde antes de que hayamos nosotros querido (experiencia de fe), por querernos cuando queremos (experiencia de caridad), por querernos después de querer (experiencia de esperanza).

Una vez vistos los rasgos de una paternidad masculina adecuada, no podemos negar desde este proceso descendente —del Padre al Hijo— que Jesús, siendo Hijo, fue hombre pleno y cabal, fue el Hombre en sí, el «ecce homo». Sólo él nos reveló a un padre que mueve, conmueve, promueve, perdona, protege, muestra ternura, cariño, que enseña responsabilidad, y que sin embargo está siempre atento: «Padre nuestro...». Este Padre, modelo de todos los padres, auténtico aguijón contra falsos padres, contra líderes sectarios o peligros y asechanzas del mundo, es tal porque «su confianza no es en él freno, sino motor; la ternura no es debilidad, sino capacitación enérgica para la entrega total».

Cerremos estas líneas con las de un padre, hijo del Padre en Jesucristo, Charles de Foucauld, auténtico discípulo–hijo, al menos para nosotros, que expresó, en delicadas y precisas palabras, la hondura de la relación filial auténtica:

«Padre mío, yo me entrego en tus manos.

Padre mío, yo me abandono a Tí, confío en Tí.

Padre mío, haz de mí lo que quieras:

hagas lo que hagas, te doy las gracias;

gracias por todo: estoy dispuesto a todo,

acepto todo, te doy gracias por todo,

con tal de que tu voluntad se haga en mí, Dios mío,

con tal de que tu voluntad se haga en todas las criaturas,

en todos tus hijos,

por todos a quienes ama tu corazón:

no deseo ninguna otra cosa, Dios mío.

Entrego mi vida en tus manos,

te la doy, Dios mío,

con todo el amor de mi corazón, porque te amo,

y porque es para mí una necesidad del amor darme,

entregarme sin medida en tus manos:

me entrego en ellas con infinita confianza,

porque tú eres mi Padre».

Vicente JARA VERA