La revancha de Enén Francisco Feliciano Sánchez Puertorriqueño Había una vez y dos son tres. Un barquito de papel que se llama Enén. Enén es muy aventurero. La noche tomó a Enén navegando de lado a lado tratando de encontrar a los uranos. Los uranos habían llegado de muy lejos para adiestarse en las playas de Anén, mejor conocida como Isla Nena porque era una isla menuda y preciosa. Enén no podía olvidar su encuentro con los uranos, que eran muy firmes en sus decisiones. Eran unas criaturas que se habían preparado para hacer la guerra. Habían recorrido el mundo con sus armas potentes para demostar su poderío militar. Los uranos también habían sido grandes conquistadores del espacio. Para ellos viajar a la luna era como ir al patio de un vecino. Tenían conocimientos sobre otros planetas desconocidos por los demás guerreros de la Tierra. Conocían muchas cosas sobre otras galaxias. Mucha gente decía que dominaban el mundo. Enén sabía de la situación en que se estaba metiendo al enfrentarse a los uranos y exigirle que se fueran a otra parte del planeta a practicar a la guerra entre las galaxias. Al pensar en esto, se confundía un poco porque no podía entender que hubiese guerra en el espacio cuando el cielo se veía como una fiesta de estrellas desde la playa. Enén estaba convencido de algo muy importante. Tenía una fuerza de voluntad inmensa. Esa era el arma que utilizaría para enfrentarse a los uranos. La luna estaba preciosa. Era una luna llena. Enén se dejó llevar por una ola y descansó un poco. En el paisaje de la noche parecía un ángel cargando entre sus manos la hermosa luna. Enén escuchó de pronto un sonido que le resultó muy familiar. Pestañeó con una de sus velas y vio a Derma, la gaviota, su fiel compañera. .—Qué haces aquí? A estas horas de la noche todas las gaviotas duermen.—observó Enén. .—Dijiste todas, menos yo.Soy una gaviota distinta… .—Eres una engreída.—le dijo Enén con cariño. .—A veces pienso que no soy una gaviota.—dijo Derma. .—Yo tampoco soy un barco de papel.—comentó Enén. .-- Estamos locos.—añadió Derma. .—Qué va! Vivimos como tenemos que vivir. Hacemos posible lo que parece imposible. .—Eres un soñador y eso se pega. Enén la interrumpió y dijo: .—Mira… Le indicó que ya empezaba a notarse que llegaba el sol. Derma iba a mirar, cuando tuvo que interrumpirlo y decir: .—Mira.—dijo mientras le señalaba que por el lado contrario se acercaba la libélula gigante que llaman helicóptero.—Son los uranos. Los uranos bajaron la balsa de su hediondo helicóptero. .—No se han ido.—dijo el de cara de gancho. .—Van a aprender a respetarnos. Son atrevidos….,—dijo el de cara de palillo para colgar la ropa.. .—Defendemos lo nuestro. No queremos más destrucción.—interrumpió Derma. .—Cállate, gallina—le interrumpió el de cara de gancho, amenazándola con un fuete. Derma se sintió ofendidísima: .—Me dijo ga…lli…na...¡Qué horror! Derma se lanzó con rabia contra su agresor verbal. El urano dio un fuetazo en el aire que casi la derriba. Enén se interpuso entre ambos y con su mirada, solicitó control a Derma. .—Quítate del medio.—Ordenó el urano. Enén se mantuvo en su sitio. .—Quítate del medio, pedazo de cuaderno escolar. Enén se mantuvo en su sitio. .—Quítate, te dije. Eres un desperdicio escapado del basurero.—dijo con rabia mientras dio un azote en el aire a la izquierda. Luego, con más ganas dio otro azote a la derecha. Después, con una fuerza que casi le saca el brazo de sitio dio otro a la izquierda. Enén se desplazó hacia atrás para evitar los golpes. En la distancia, se notó que se transformaba. En eso le salieron sus dos alas hermosas. También fue cobrando un color rojo intenso, además de un azul brillante y real. Las velas se inflaron de pasión. Parecía un gallo de pelea. .—Ataca, urano.Te llegó la hora. Enén se movió de un lado al otro, agitando al urano. A éste le crecía la naríz cada vez que fallaba un golpe. El coraje lo fue transformando en una criatura cada vez más horrorosa. Se puso gris. Luego se puso verde. Y otra vez se puso gris. Gruñó como una bestia. Empezó a echar por la naríz un humo con olor a hoja quemada. Los ojos, que crecieron como dos bolas de billar, se pusieron rojos como el fuego. Soltó el fuete y se tiró encima de Enén, quien lo esquivó, yendo a parar de boca al fondo de la balsa. Entonces Derma se le paró encima y le daba picotazos. El urano con cara de palillo se acercó también y comenzó a dispararle a Enén con un arma que lanzaba unas bolas de luces extrañas. Enén se defendía como todo un campeón. Se defendía como gallo en su corral. Mejor, como pitirre en el aire. Con un movimiento rápido y ayudado por una ola que parece que viniera en su ayuda, Enén logró mover la balsa del urano, quien perdió el balance. El arma de luces cayó al agua y se hundió. El urano se tiró también sobre Enén, quien completaba su montaña de uranos vencidos en la balsa. De pronto Enén sintió que una mole venía sobre él. Era el urano con cara de plancha caliente que venía echando vapor por los cráteres que se formaron en su cara. .—Pedazo de papel de estraza, deténte.—dijo. Esta vez Enén fue más cauteloso. No quiso desperdiciar energía. Vio cómo la plancha humana se llenaba de vapor por los huecos de la cara. Lo dejó prepararse. Enén invocó sus fuerzas interiores. Pensó en su paz. Se aisló de la presencia de todos estando presente en todos. El urano se puso más caliente. Venía con toda la intención de quemarlo de una vez y por todas. Enén se concentró en sí mismo y aguantó el empuje de la plancha. Venía ardiendo. Dispuesto a acabarlo. Este corrió apresurado. .—Maldito. Haré de ti cenizas.—le advirtió. Enén no se inmutó. Permaneció quieto. Sólo cuando estuvo seguro de que el bulto hirviente venía, se echó a un lado. Éste, que venía directo a Enén, fue a parar de cara derecho al mar. Esta sonó como tocineta frita en un balde de agua. Derma estaba eufórica. Los uranos se levantaron y se fueron en su balsa. Antes de irse, el helicóptero, se lanzó sobre Enén, amenazante. |