Maravillosamente supo aprovechar la plataforma de las Circulares de que dispone un Superior General. Sus Circulares fueron magistrales, voluminosas, llenas de ideas, como lo requería el momento difícil, donde hacían crisis no precisamente las costumbres sino las mentalidades.
“La Obediencia”, otra de sus circulares. La obediencia al Espíritu por parte de la Iglesia, del Superior religioso. La importancia de la mediación. Lo vital del diálogo en el ejercicio de la autoridad y en la práctica de la obediencia. Lo imprescindible de una mediación mediada. Esto es, de una autoridad obediente, pues “obedecer a un desobediente específicamente en lo que está desobedeciendo es en realidad desobedecer.” Esto lo decía en relación con superiores eclesiásticos o religiosos que desoían al Concilio e intentaban hacer proséltios de esta actitud entre su grey o su comunidad, bajo pretextos aparentemente piadosos.
“La Comunidad”, otro tema fundamental abordado por Basilio. Desmitificó la comunidad negándola como un lugar de felicidad “hallada” y presentándola como una tarea a realizar, ayudados por la gracia. “Ella no es suma de egoísmos, sino suma de donaciones”, proclamaba. Comunidad abierta, y con conciencia de tener una misión. Fue él, el primero en expresar la idea de la espiritualidad apostólica marista, que luego su sucesor, Charles Howard, va a retomar con tanto brío y va hacer llegar hasta el Capítulo General XIX que le dedicará todo un documento.
“La Oración”, elemento clave al que le consagró páginas muy bellas, retiros especiales, y todo un movimiento en el Instituto. Comprensivo, pero certero, solía interpelarnos: “Hermano que me dices que no tienes tiempo para orar, déjame decirte que no es tiempo lo que te falta, sino amor”. Mucho insistió en lo fundamental: la oración está más allá de las “oraciones”, no se agota en ellas. “Orar es pensar en Dios, amándolo”, sentenciaba, con la gran Teresa de Avila. “Nada nos hará más sensibles al mundo y a sus necesidades que ver con la retina de Jesús. Y para esto tenemos que llevarlo en la mente y en el corazón, hemos de hacer nuestros sus sentimientos y sus actitudes. El Instituto ha de llegar al pobre por este camino, desde Jesús y con Jesús....”
En “El espíritu del Instituto”, fue magistral y audaz. Analizó nuestras virtudes tradicionalmente características de humildad, sencillez y modestia. Denunció con fuerza profética las adulteraciones y los sucedáneos de esas hermosas virtudes. Y dio un rotundo “no” al poquiterismo y al autoapocamiento en nombre de la humildad, o a la simplonería y al “ahi-se-vaísmo” en nombre de la sencillez, o la autocastración apostólica y al ausentismo eclesial en nombre de la modestia.... El material de esta circular sigue siendo válido como denuncia y como anuncio. Se trata de buscar la fuerza que dan esas virtudes maristas cuando son auténticas, pues permiten entonces, como en el Fundador, todas las audacias en la fe y la esperanza.
“Un nuevo espacio para María”. Una circular donde Basilio, sin pretenderlo, nos descubrió todo el secreto de su dinamismo, que era profundamente mariano. Poseía una excelsa visión de María desde un apasionado cristocentrismo. Su Circular fue una puesta al día de nuestra devoción mariana desde los parámetros certeros de Vaticano II. En su elaboración invitó a todos los Hermanos a que le enviaran testimonios de lo que María había representado para ellos. Esta fue una Circular conjunta, escrita por el Superior General y los Hermanos. Era el alma colectiva del Hermanito de María que se expresaba acerca de quien “lo ha hecho todo entre nosotros”, a nivel institucional e individual.
“La Fidelidad”. Densa circular, por su tema y por su tamaño. El tema lo ameritaba. Los recientes acontecimientos a nivel Iglesia e Instituto lo aconsejaban. Ser fieles a Dios, a la Iglesia, a la Humanidad, a uno mismo.... ¡No podemos fallarle a Dios! El, aunque omnipotente, cuenta con nosotros, y a pesar de todo. Esta Circular fue su testamento, su canto del cisne. Vino al final de su segundo y último período de gobierno. Estaba hablando el hombre fiel, “que estaba quemando su vida por el reino”. Que había dejado su salud regada por el mundo, a jirones: en retiros, entrevistas, viajes, congresos.... Tocaba el punto medular: ser fieles a Dios, ser fieles al Espíritu en esta época posconciliar.... Y pensando que todos vivíamos la fidelidad y en la fidelidad, nos volvió a invitar a que escribiéramos junto con él esa circular. Los testimonios en ella abundan y son de una hermosura y un realismo conmovedores. ¡Dios sigue haciendo maravillas en las vasijas de barro y desde ellas!
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