Crecimiento
y salud en menores de cinco años
Dado
su particular trayectoria evolutiva, la especie
humana tiene características específicas, una
de ellas es que en el momento del nacimiento los
individuos son todavía inmaduros y que, por
tanto, una buena parte de su proceso de
desarrollo ocurre fuera del útero. Quizá la
principal ventaja evolutiva de esta
particularidad sea el garantizar las condiciones
para el despliegue de la enorme complejidad del
sistema nervioso central, base fisiológica
fundamental para la existencia de lenguaje,
pensamiento abstracto, cultura, y relaciones
sociales. Pero, a la vez, esta situación
condiciona que durante los primeros años de
vida los niños sean extremadamente vulnerables.
Así,
los bebés nacen con potencialidades que, sin
embargo, deben ser desarrolladas en interacción
con el entorno extraorgánico que los rodea,
que, por ello, tiene un enorme peso tanto en
posibilitar o limitar su existencia física,
como en moldear su corporeidad y convertirse en
miembros de grupos sociales. Por ejemplo, su
aparato cognitivo y fonador eventualmente les
permitirá pensar y hablar, pero es el contexto
cultural el que determinará cual será su
idioma y los códigos simbólicos que
condicionarán su existencia.
Como
en otras especies, en los seres humanos el
crecimiento físico sigue un patrón específico
controlado genéticamente, así, por ejemplo, al
momento del nacimiento el peso es en promedio de
3 kg y la estatura de 50 cm (Bogin, 1994). El
proceso de crecimiento, que inicia desde el
momento de la concepción, está caracterizado
por una dirección céfalo-caudal y
ventro-dorsal; un ritmo, constituido por las
modificaciones secuenciales, también
universales, que sufren los diferentes segmentos
que componen el cuerpo; una velocidad, medida en
los centímetros que se crece por unidad de
tiempo, y momentos críticos, dado que los máximos
incrementos ocurren de la concepción hasta los
seis años, con una desaceleración a partir del
segundo año, y durante la adolescencia (Ramos
Rodríguez, 1978).
En
el proceso de crecimiento es muy evidente que en
la especie existe la capacidad de “ajuste” a
las circunstancias circundantes. Generalmente,
se distingue entre los cambios adaptativos
producto de la selección natural, que se
transmiten genéticamente, como podría ser el
patrón de crecimiento de la especie; la
aclimatación, es decir, los cambios fisiológicos
reversibles no heredables que es capaz de llevar
a cabo el cuerpo, y la plasticidad, o sea las
modificaciones ontogenéticas que se estructuran
a través del proceso de crecimiento y
desarrollo y son irreversibles, pero no
inevitables. Según Schell (1995), desde el
punto de vista teórico y a la luz de la
perspectiva evolutiva en la discusión actual
hay dos puntos de vista opuestos sobre los
cambios ontogenéticos, se consideran o bien un
medio para la adaptación, o una forma de medir
ésta.
Hay
dos modelos de interpretación del crecimiento:
el de la adaptabilidad, que ve al crecimiento
como un medio de adaptación que tiene como
consecuencia adaptaciones plásticas ontogenéticas
y el modelo médico, en que el crecimiento es
una forma de medir la adaptación (Schell, 1995)
Se
considera que la característica adaptativa que
por evolución está presente en nuestra especie
es la plasticidad, esa capacidad del organismo
de adecuar el crecimiento y el desarrollo físico
(en sentido amplio) a muy diversas
circunstancias externas y que, en su caso, las
modificaciones observables durante el desarrollo
ontogenético, valoradas a través de parámetros
antropométricos y de acuerdo a los patrones de
referencia conque se comparan, la manera en que
se expresa dicha plasticidad. Desde este punto
de vista la adecuación morfológica a las
condiciones del exterior no es la adaptación,
sino su resultado (Peña Florencia, México
1997).
Las
características del ajuste que lleva a cargo el
organismo durante el proceso de crecimiento
cuando no encuentra condiciones óptimas de
desarrollo, principalmente por la presencia de
malnutrición e infecciones gastrointestinales y
broncorrespiratorias recurrentes, situaciones
características de los sectores depauperadas,
se ha investigado a profundidad (Waterlow y al.,
1977; Ramos Rodríguez, 1978), no así las
consecuencias del ajuste a largo plazo. (May y
al. 1993), en restos óseos encontraron que los
individuos que presentaban un mayor número de líneas
de hipoplasia del esmalte, indicadores de estrés
nutricional entre los 3.5 y los 7 años,
murieron a edades más tempranas que quienes no
mostraban huellas de haber sufrido desnutrición
a esas edades, lo que denota que existe relación
entre la nutrición en los primeros años de la
vida, con el momento de la muerte en la edad
adulta, dos hechos "biológicos"
distantes entre sí.
Determinación
del estado de salud.
Como ya se comentó anteriormente no todas las
poblaciones con una dieta similar presentan
necesariamente el mismo estado de salud. Ello
puede deberse al grado diferencial de presión
ambiental soportado así como a factores genéticos
y culturales específicos de cada grupo humano.
Los indicadores de presión ambiental a partir
de restos óseos podemos considerarlos divididos
en dos grupos: marcadores de estrés episódico
y marcadores de enfermedades que ocurren en una
sola ocasión. La hipoplasia del esmalte
dentario y las líneas de Harris serían dos
indicadores correspondientes al primer grupo,
mientras que la cribra orbitaria, la caries y
las enfermedades infecciosas o traumáticas
pertenecerían al segundo.
Como ya mencionamos, está demostrado que la
hipoplasia adamantina es el resultado de una
alteración en la producción de la matriz del
esmalte. Investigaciones a nivel experimental y
epidemiológico han establecido la relación
causal entre distintos factores sistémicos y la
hipoplasia del esmalte dental. Deficiencias
nutricionales, estados febriles y una gran
cantidad de otros agentes pueden ser
responsables de disrupciones más o menos
severas en la amelogénesis y producir la
aparición de la alteración. Numerosos autores
(Trancho y Robledo, 2000) sugieren que la
hipoplasia es un indicador patológico inespecífico,
en otras palabras, que si el individuo queda
expuesto a cualquiera de los factores causales
de forma severa, desarrollará la lesión.
Estudios
en poblaciones humanas actuales demuestran que
la prevalencia de hipoplasia dental es mayor en
zonas geográficas con deficiencias
nutricionales y sanitarias, respecto a la
detectada en los países industrializados más
avanzados. Sin embargo, aún no ha podido
demostrarse si las alteraciones del esmalte
dental son consecuencia directa de una disminución
en la cantidad o calidad de la ingesta o si
aparecen porque los individuos peor alimentados
tienen una menor capacidad de respuesta
inmunitaria y padecen con mayor frecuencia
enfermedades infectocontagiosas y parasitarias.
Incluso podría tratarse de un efecto sinérgico
que incrementasen ambos factores de riesgo.
La
lesión hipoplásica es producida durante la
formación de la corona y puede aparecer en
todos los dientes que se estaban desarrollando
en el mismo momento en el que ocurrió la
disrupción metabólica. Dado que las piezas
dentarias maduran durante la infancia siguiendo
un patrón conocido, puede estimarse fácilmente
la edad a la cual aparecen las bandas de
hipoplasia. Resulta sencillo medir la distancia
entre la línea amelocementaria y el principio
de la lesión con un calibre digital y conocida
dicha medida trasformarla en meses de vida
gracias a ecuaciones matemáticas
estandarizadas.
Estudios realizados en poblaciones humanas del
pasado, demuestran la existencia de picos máximos
de hipoplasia a edades superiores al primer año
de vida, entre los dos y cuatro años, por esta
razón numerosos investigadores han relacionado
esos valores con el momento del destete
(Curruccini et al., 1985; Goodman et al., 1987).
En España Robledo (1998) ha podido demostrar
que la población hispanomusulmana de Xarea (Vélez
Rubio, Almería) cumplía las recomendaciones
del Corán respecto de la edad de destete, los
dos años de vida, sin un trato diferencial
entre niños y niñas que favoreciese a los
primeros.
Durante
el desarrollo anatómico de un individuo y como
consecuencia de fenómenos de hiponutrición
proteinocalórica pueden producirse retrasos en
el crecimiento normal de los huesos largos.
Cuando la presión ambiental cede en intensidad
o desaparece, el crecimiento normal se reanuda.
Estos cambios en el ritmo de formación de la
matriz del hueso provocan la aparición de unas
líneas horizontales de mayor concentración ósea
(Líneas de Harris) que pueden ponerse de
manifiesto mediante placas radiográficas al ser
más radio opacas. Por su número y posición
puede calcularse el número de crisis y la edad
a la que se produjeron.
La frecuencia de esta afección se ha utilizado
en el cálculo de tasas de morbilidad de las
poblaciones humanas desde hace más de treinta años.
Hoy sabemos que pueden ser reabsorbidas durante
el crecimiento óseo, al menos parcialmente y
que sus valores no se corresponden exactamente
con los de la hipoplasia dental; sin embargo,
esta aparente contradicción podría explicarse
si ambos indicadores correspondiesen a presiones
ambientales de diferente etiología.
Algunas enfermedades infecciosas pueden dejar señales
muy variadas en el hueso. La mayoría no llegan
a ser identificadas con exactitud y sólo puede
afirmarse la existencia de un proceso
infeccioso. Otras en cambio como la sífilis,
tuberculosis y lepra son reconocibles aunque
poco frecuentes. La prevalencia de este tipo de
lesiones probablemente aumentó como
consecuencia del cambio de patrón económico
cazador-recolector a agricultor y especialmente
por el aumento de la densidad de población.
Dicha modificación cultural también influyó
en el aumento de enfermedades orales durante el
tránsito de las sociedades recolectoras a las
agrícolas, entre las más frecuentes cabe
destacar a la caries, abscesos, periodontolisis
y pérdidas de piezas dentarias ante mortem.
Por último, entre los indicadores de actividad
física o entesopatías, se considera que
existirá una mayor variabilidad morfológica en
las extremidades superiores. Parece lógico
detectar mayor asimetría en el desarrollo
bilateral de los brazos, ya que la actividad
muscular de las piernas está lógicamente
asociada a la bipedestación y a la marcha. El
estudio combinado de estas características anatómicas
con las lesiones artrósicas pueden ayudar a
determinar el tipo de actividad profesional de
la persona o al menos conocer el grupo de músculos
o de articulaciones funcionalmente más
afectados. A estos análisis se debería añadir
estudios paleopatológicos de todo el esqueleto
del individuo, considerando entre otros aspectos
la presencia de malformaciones craneales,
tumoraciones, trepanaciones, traumatismos y
fracturas, afecciones reumáticas, prácticas
rituales, etc., al lector interesado le
recomiendo la revisión publicada por Campillo
en 1994.
Como puede imaginarse las líneas precedentes
son tan sólo un esquema del contenido de esta
ciencia, una sencilla aproximación que en modo
alguno debe interpretarse como propuesta
definitiva. Se puede afirmar firmemente que lo
importante en un científico es cuestionar de
forma continua muchas de las hechos que
suponemos correctas, sólo así, reevaluando los
conocimientos se puede ayudar al avance de la
sociedad en la que se vive y gozar del trabajo.
Sólo así aumentará la cultura presente y
futura de nuestros hijos.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
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B. MIGUEL. RODRÍGUEZ F. CARLOS. RODRÍGUEZ F.
ERNESTO MUÑOZ B. EDITH
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SAINT MARTIN
FLORENCIA
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metropolitana de la ciudad de méxico”. Latin
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RAMOS
RODRÍGUEZ, R.“Crecimiento
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RODRIGUEZ
C. JOSE.“Avances
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Universidad Nacional de Colombia Santafé de
Bogotá, enero de 1999
SCHELL,
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Cambridge University Press. 1995
TRANCHO
GONZALO “Biología
animal I (Antropología)”. Universidad
Complutense de Madrid. <http://www.ucm.es/info/antropo/trancho/salud.htm>.
(consulta
06/23/2001)
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