SOBRE LA
INFALIBILIDAD PONTIFICIA
Mucho es lo que se ha escrito, y mucho más se
podría escribir sobre este tema, que desde 1870, viene escandalizando a
Es con el fin de no herir mas susceptibilidades
que presento este escrito, elaborado por una de las mas brillantes mentes del
Episcopado Católico del siglo XIX, como sólo testimonio sobre este tema; se
trata de un discurso pronunciado en una de las Sesiones del Concilio Vaticano
I, reunido en Roma durante el año 1870, por el Obispo Josef Schtrosmayer.
Discurso pronunciado en el Concilio Ecuménico I de
1870 por Monseñor Josef Schtrosmayer,
Obispo de
"Desde el principio, en que recibí el derecho de
coparticipar junto con Uds. en este Concilio, seguí atentamente todos los
discursos pronunciados aquí, esperando con gran deseo que con el tiempo y sobre
mí vendría del cielo el rayo de la luz divina, permitiéndome estar de acuerdo
con la resolución de este Santo Concilio, en absoluta comprensión del problema.
Con el hondo sentido de responsabilidad que estaré obligado a rendir ante
Dios, empecé a estudiar las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo
Testamento y con la más seria dedicación buscaba en este preciocísimo tratado
de la verdad si es cierto que quien aquí nos preside es el sucesor de San Pedro,
Vicario de Jesucristo e infalible preceptor de
Para resolver estos importantísimos problemas he debido, con la luz del
Evangelio, volver a los días cuando no existían ni ultramontanos ni galicanos,
y cuando los preceptores de
De este modo, abrí
Si Simón (hijo de Jonás) era lo que es, según nuestra creencia, ahora Su
Santidad Pío IX, entonces es curioso cómo Dios no dijo “Cuando suba al trono de
Mi Padre todos los apóstoles deberán obedecerte como a Mí me obedecen; Yo te
entronizaré como Mi sucesor.”
Jesucristo no dijo nada de eso; por el contrario,
cuando El prometía las cátedras o asientos a sus apóstoles, para juzgar a las
doce tribus de Israel, nunca manifestó que la cátedra o el asiento de San Pedro
sería superior a las de los demás (Mateo 19, 28). Probablemente, si tal hubiera
sido su deseo, lo habría dicho, pero Jesucristo calló. ¿Qué significa esto?
Esto significa que Jesucristo no quería poner a San Pedro como su sucesor.
Cuando El enviaba a sus apóstoles a propagar el Evangelio, a todos les dio
igual poder de perdonar o atar los pecados y a todos por igual les prometió el
Espíritu Santo (Juan 22, 21- 23).
Permitidme repetirlo: si Jesucristo hubiera querido hacer de San Pedro su
sucesor, le hubiera entregado la superioridad sobre todos. Jesucristo, como
rezan las Sagradas Escrituras, prohibió a San Pedro y a los demás apóstoles
gobernar y tratar de hacerse superiores los unos sobre los otros, o imponerse
sobre los fieles como hacen con su poder los monarcas paganos (Lucas 22, 25).
Si San Pedro fue elegido por Jesucristo como Papa, entonces hubiese dicho que
éste tiene dos espadas, símbolo del poder religioso y del poder civil.
Pensando en esto me extrañó lo siguiente: Si San
Pedro fue elegido por Jesucristo como Papa, ¿de qué forma podrían los demás
apóstoles ordenarle ir junto con San Juan a Samaría para propagar el Evangelio
del Hijo de Dios (Hechos 8, 14)?
¿Qué pensaríais, venerables hermanos, si en este momento nos fuese
permitido enviar a Su Santidad Pío IX y a Monseñor Plantic al Patriarca de
Constantinopla para pedir que termine el cisma de Oriente?
Esto es muy importante: en Jerusalén se reúne el primer Concilio (llamado
apostólico) en el año 51; para resolver esta cuestión: ¿quién podía convocarlo?
¿Acaso San Pedro, si era el Papa? ¿Quién habría de presidirlo, San Pedro o su
representante? ¿Quién debería redactar y transmitir al pueblo las resoluciones
del Concilio? ¿San Pedro, tal vez?
De hecho, no era así. San Pedro asistió al Concilio igual que los demás
apóstoles, la reunión fue convocada por San Santiago (Jacobo) y las
resoluciones se adoptaron en nombre de los Hermanos Mayores (Hechos 15). Ahora
bien, ¿cómo actuamos nosotros en nuestra Iglesia?
Cuanto más leemos las Sagradas Escrituras, venerables hermanos, tanto más
nos aseguraremos de que el hijo de Jonás no se presenta como el primero entre
todos. Pues bien, cuando nosotros enseñamos que
Aquél mismo apóstol tampoco cree en la supremacía de San Pedro y critica a
quienes dicen “nosotros somos de Pablo, nosotros de Apolo,” del mismo modo que
hoy se afirma “nosotros somos de Pedro.” Si San Pedro hubiese sido el Vicario
de Jesucristo, San Pablo no hubiera podido criticar a los discípulos del mismo
San Pedro.
Al nombrar a los miembros de
No he encontrado ningún indicio sobre el poder del Papa en las epístolas de
San Pablo, San Juan o San Santiago (Jacobo). San Lucas, historiador de los
actos misioneros de los apóstoles, también calló sobre este importante asunto,
y a mí este mutismo de los Santos Padres siempre me pareció incomprensible si de
verdad San Pedro fue el primer Papa.
Pero lo que me extrañó muchísimo más es que ni el mismo San Pedro dice nada
sobre el particular. Si el apóstol era lo que nosotros afirmamos ahora, es
decir el Vicario de Jesucristo en la tierra, probablemente lo hubiese sabido.
Pero si lo sabía, ¿por qué no actuaba jamás como Papa? Pudo haberlo hecho en el
día de Pentecostés, cuando pronunció su primer discurso, pero no actuó de esa
manera. No se menciona así mismo como Papa ni en la primera ni en la segunda
epístola dirigida a
Volvamos al principio. Dije que cuando vivían los apóstoles
Sin embargo, escucho que se dice: ¿no estuvo San Pedro en Roma? ¿No fue
crucificado en Roma con la cabeza para abajo? ¿No es en esta Ciudad Eterna
donde se encuentra
Sinceramente, busqué al Papa en los primeros cuatro siglos y no lo encontré.
Confío en que nadie dude sobre la gran autoridad del santo obispo de Hipona, el
grande y bienaventurado
Agustín. Este beatífico preceptor, honor y gloria de
También los obispos, en el sexto concilio de Cartago, presidido por San
Aurelio, dictaminaron que Celestino, obispo de Roma, no debía recibir
apelaciones de obispos africanos ni de sus secretarios ni de laicos, así como
que tampoco debía enviar a sus legados y plenipotenciarios...
El hecho de que el patriarca de Roma intentaba desde los primeros siglos
acumular un poder totalitario, es una realidad indiscutible, pero carecía del
primado que le dan los ultramontanos. Si tenía un poder totalitario, ¿cómo
entonces los obispos de África y el bienaventurado Agustín, el primero entre
ellos, podían prohibir las apelaciones a su alto tribunal?
Sin dificultad reconozco que el Papa romano ocupó el primer puesto entre
todos. En una ley de Justiniano se expresa: “según las resoluciones de cuatro
concilios, nosotros ordenamos que el Santo Padre de la antigua Roma sea el
primero, y que el Santo
Obispo de Constantinopla, Nueva Roma, sea el segundo.”
Entonces, dirán Uds., inclínate ante la supremacía del Papa. No seáis tan
veloces, venerables hermanos, en interpretar que las resoluciones de la ley de
Justiniano favorecen al Papa: primacía es una cosa, y poder de jurisdicción es
otra muy distinta.
Imaginemos, por ejemplo, que en Florencia se convoca a un concilio de todos
los obispos romanos. La primacía sería acordada, naturalmente, al obispo de
Florencia, del mismo modo que entre los orientales se le da al patriarca de Constantinopla
y en Inglaterra al arzobispo de Canterbury. Pero ni uno ni otro, ni el tercero
según su posición, ejercerán la primacía sobre sus hermanos.
La importancia del obispo de Roma no procede de un
poder divino sino por la importancia de Roma como capital del Imperio de
Occidente. Ya he dicho que desde los primeros siglos el patriarca de Roma
trataba de reunir el dominio ecuménico sobre
Los Padres del concilio de Calcedonia resolvieron que los obispos de
El cuarto concilio de Cártago prohibió a todos los obispos recibir el
título de Príncipe de los Obispos u Obispo Supremo.
Acerca del título de “obispo ecuménico” con que más tarde se designarían a
si mismos los Papas, dijo San Gregorio I, admonizando a sus sucesores, que
ninguno de ellos desease recibir este “deshonesto nombre, porque cuando un
patriarca se titula ecuménico, entonces su título no merece ser creído; así
pues, absténganse los cristianos de este título que siembra la desconfianza
entre sus hermanos.”
Podría presentar centenares de testimonios tan autorizados como estos,
mostrándonos, más claramente que la luz del sol en el mediodía, que los
primeros obispos de Roma nunca fueron reconocidos como obispos ecuménicos y
cabezas de todas las Iglesias.
De otro lado, ¿quién no sabe que desde el año 325 (primer concilio de
Nícea) hasta el año 580 (segundo concilio de Constantinopla) sobre más de 1109
obispos presentes no más de 19 eran de Occidente? Los concilios eran convocados
por los emperadores, sin conocimiento y a veces contra la voluntad del obispo
de Roma.
Seguidamente voy a pasar a la
prueba fuerte que vosotros aceptáis para sostener la supremacía del obispo de
Roma.
Con la piedra ("petra” en latín) sobre la
cual está fundada
San Cirilo (IV Libro de
Según San Jerónimo (VI Libro sobre San Mateo), Dios fundó su Iglesia sobre
esta piedra y de esta piedra el apóstol San Pedro recibió su nombre. Después,
en el 532 discurso sobre Mateo, dice: “'Sobre esta piedra yo crearé mi
Iglesia', es decir, sobre la confesión de la fe.”
¿Cómo era, entonces, la creencia del apóstol?. Era, simplemente, en “Cristo
Hijo de Dios Vivo” (San Ambrosio, arzobispo de Milán, carta a los Efesios); San
Basilio de Seleucia y los Santos Padres del concilio de Calcedonia sostienen lo
mismo.
De todos los preceptores antiguos del cristianismo, San Agustín ocupa uno
de los primeros puestos como sabio y santo. Escuchad lo que él escribió en su
II Tratado sobre San Juan: “¿Qué significan las palabras crearé mi Iglesia
sobre esta piedra? Estas palabras significan: sobre la fe, sobre las palabras
de Jesucristo, el Hijo de Dios Vivo.” En el 124º pensamiento sobre San Juan
encontramos importantes palabras de San Agustín: “sobre esta piedra de tu
confesión Yo crearé mi Iglesia. La piedra era Cristo.”
El gran obispo tampoco creía que
Este pensamiento de San Agustín, era común a todo el cristianismo de aquel
tiempo. Por eso, para ser breve, declaro:
1. Jesucristo
dio a sus apóstoles el mismo poder que a San Pedro.
2. Los apóstoles
nunca reconocieron a San Pedro como Vicario de Jesucristo e infalible preceptor
de
3. San Pedro
nunca pensó ser Papa ni obró jamás como Papa.
4. Los
concilios de cuatro siglos reconocían el alto puesto de obispo de Roma y
por la importancia de esta ciudad le daban prioridad, pero no prioridad de
poder y jurisdicción.
5. Los Santos
Padres, en la famosa frase “Tú eres Pedro y sobre esta piedra crearé mi
Iglesia,” nunca interpretaron que
Conclúyese que
sobre la base de datos sanos en pensamiento, lógicos y de conciencia cristiana,
Jesucristo no otorgó ninguna clase de primacía a San Pedro y que los obispos de
Roma se hicieron gobernantes de
Si reconocemos la infalibilidad de Pío IX,
entonces debemos reconocer como infalibles a todos sus antecesores. Bien, pero,
venerables hermanos, la historia tiene su voz, demostrando que algunos Papas
eran pecadores. Vosotros podéis protestar o negarlo, pero yo puedo demostrar
que el Papa Víctor (año 192) reconoció la herejía del montanismo y después la
condenó; el Papa Marcelino (296-303) era pagano, entró en el templo de la diosa
Vesta y ahí hizo una ofrenda. Vosotros diréis que lo hizo por debilidad de
carácter, pero yo sostengo que el sucesor de Cristo debiera morir antes que
realizar ofrendas paganas.
El Papa
Liberio (año 358) confirmó la condena de Atanasio y también la herejía de
Ario para librarse del exilio, y así pudo volver a su cátedra. Honorio (año
625) era partidario del monotelismo, que atribuía a Cristo una sola voluntad,
la divina. Gregorio I (528-590) fulminó como Anticristo a cualquiera que se
autoproclamase obispo ecuménico, pero Bonifacio III (607-608) exigió al
emperador Focas que otorgase ese título.
Los Papas
Pascual II (1088-1099) y Eugenio
III (1145) permitían los duelos; Eugenio
IV (1431-1439) reconoció el concilio de Basilea que admitió el uso del
cáliz para
De no ser así, deberéis declarar que la infalibilidad empieza desde este
año 1870. ¿Osaréis hacer esto?
Es posible que el pueblo lo soporte sin quejarse, siendo acaso indiferente
a los problemas teológicos que no comprende y juzga de poca consideración, pero
de los hechos directos tiene otra opinión.
Si vosotros consagrárais ahora el dogma de la
infalibilidad papal los protestantes van a protestar más todavía, porque tienen
a su lado la historia. ¿Qué vamos a responderles si ellos nos mostraran a todos
los obispos de Roma predecesores de Pío IX? El Papa Virgilio (año 538) compró
el trono pontificio a Belisario (general del emperador Justiniano). Es también
cierto que no cumplió su palabra y que no pagó nada, lo cual no corresponde a
las resoluciones apostólicas. El segundo concilio de Calcedonia estipuló
categóricamente que “el obispo que recibe su grado por medio de dinero, que
quede privado de su grado y que sea excomulgado.” El Papa Eugenio III (1145)
hizo lo mismo que su antecesor Virgilio.
San Bernardo, reluciente astro de su siglo, dijo al Papa: “¿Puedes
mostrarme en esta gran ciudad (Roma) a una persona que te reconozca como Papa
si no es por soborno de oro y plata?”
Venerables hermanos. ¿Puede ser bendecido por el Espíritu Santo aquel Papa
que compre su trono y tiene el derecho de predicar infaliblemente?
Vosotros bien conocéis la historia de Formoso. El Papa Esteban ordenó
amputar los dedos de su mano, con los cuales había bendecido al pueblo, y
arrojarlo al río Tiber, proclamando que estaba fuera de la ley y de no haber
cumplido su juramento. Por eso, más tarde, el mismo Esteban fue encarcelado,
envenenado y estrangulado, hasta que por último otros Papas rehabilitaron el
honor de Formoso. Vosotros diréis que estas son leyendas y no hechos históricos.
Id a la biblioteca del Vaticano y leed.
En cuanto a las escrituras de Plotino, historiador
de los Papas, y los relatos de Baronio (a. 897), por el honor de la cátedra
pontificia no tendríamos que tocarlas ni publicarlas, por peligro a que se
produzca entre nosotros un cisma. ¡Pero si se intenta sancionar un nuevo dogma,
por amor a
Sigo: el sabio cardenal Baronio, hablando de la curia papal afirma: “A qué
estado llegó hoy en día
Pueden ustedes argumentar que tales antipapas eran ilegítimos. Bien, pero
en ese caso queda firme que durante 150 años el trono papal fue ocupado por
esos intrusos. ¿Cómo se puede probar de este modo la sucesión de los obispos?
¿Podía
El Papa
Juan XII fue electo a los dieciocho años de edad y no fue nada mejor que su
predecesor. “Siento remordimientos morales, honorables hermanos, al agraviar
sus oídos con estas cosas increíbles.” Debo callar acerca de Alejandro
VI, padre y amante de Lucrecia, y de Juan
XXII (a. 1316), que negaba
la inmortalidad del alma y fue destituido por el Santo Concilio de
Constanza. Yo no quiero mencionar todas las inquietudes y cismas que existían y
deshonraron a
Repito una vez más: si vosotros promulgáis la
infalibilidad del obispo de Roma actual, entonces deberéis reconocer la
infalibilidad de todos sus antecesores sin ninguna excepción. ¿Podéis hacer
eso? ¡Cuando la historia nos muestra, con la claridad de la luz solar, que los
papas se equivocaban en su doctrina! ¿Podéis hacer eso y demostrar que aquellos
aprovechadores y simoníacos fueron realmente los sucesores de Jesucristo?
Monseñores: los verdaderos creyentes dirigen sus miradas y esperan de
nosotros la curación de innumerables males que deshonran a
El
Concilio no escuchó a su hermano, Mons. Josef Schtrosmayer.
Nota: El Obispo Schtrosmayer,
dominaba varios idiomas y era perfecto orador en latín clásico. El texto que
hemos leído, es el discurso que pronunció en el Concilio Ecuménico I, de 1870,
bajo el pontificado de Pío IX. El obispo Dupanloup, de la diócesis de Orleáns,
lo calificó “el mejor del Concilio.” Monseñor Melhers, arzobispo de Colonia (Alemania),
lo llamó “espléndido orador, que no tiene igual.” Murió en Austria en el año
1905, mas de 30 años después de haberse proclamado el dogma de la
infalibilidad Pontificia. (Pastor Aeternus)
En 1870 había en todo el mundo 917 obispos católicos romanos y solamente
443 votaron en favor del dogma de la infalibilidad papal. Esta minoría,
inferior al 48 por ciento, estaba constituida principalmente por italianos.
Su Santidad PIO PP IX
Presidió el Concilio Vaticano I en el año 1870,
en el cual se definió el dogma de
Mons. Dom ++ Paulo
Jorge de Laureano – Vieira y Saragoça
(Mar Alexander I
da Hispânea)