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Casualidades
Las casualidades de los días,
la dicha del destino,
reencontrándonos un tanto vivos
con sólo un par de signos
deslizándonos por un hueco al eterno vacío.
Las casualidades de las horas,
los momentos y encuentros,
la aguja que me desola,
y los tiempos que son nuestros.
Ni la terrible tempestad,
ni la odiada soledad,
me harán olvidar los instantes
del juego hipotético de amarte.
Letras van, letras vienen
y ya nada nos detiene,
nadie sabe lo que es,
todo un enigma, puede ser.
Laberinto rebuscado
de soles que arden y brillan,
quizá estés atado
al que sólo me ilumina.
¿Por qué te recuerdo tanto?
¿Por qué te pienso tanto?
¿Será que algo nos debe pertenecer,
el tiempo, la noche, el encanto,
o algún tibio amanecer?
Silvana Barrales
Devastación amarga
Con mi boca desahuciada
De quebrantos, desencantos,
Con mi mente abocada,
totalmente en tus mantos.
Hechos de montañas blancas,
recubiertas por tu nieve,
ruego a tus manos santas,
que la lluvia no me lleve.
Tus oprobios me inclinaron
al abismo de los días,
mis momentos te lloraron
y quedó el alma vacía.
Aunque vacía de rencores,
colmada de amargura,
sufrida de dolores,
escasa de cordura.
Silvana Barrales
Ya nada queda
Si pudiera descifrar apenas en lentas maniobras de vida,
lo sordo que es el tiempo, lo inerte que me convierte,
sin ser más, sin ser menos, sin ser.
Si pudiera detener el maldito tiempo de agujas,
y así quedar dormida, ver entre sueños el sol,
iluminando a los valientes y cobardes.
A los desfachatados que carecen de verdades,
a los buenos que no supe comprender jamás, quizá.
Ya nada queda. Todo se ha vaciado y hueco y oscuro ha quedado.
Me perdí los sinfines de los caminos,
las alegrías de mis días, la felicidad que me prometieron alguna vez.
No conocí los senderos a recorrer,
ni pude ver de cerca la luna y las
estrellas que según me contaron tienen su propia magia.
Derroché risas por doquier, muchas de ellas
para tapar viejos y angustiosos agujeros de maldad ajena,
que poco a poco, me fueron fundiendo…
Y otras de verdad, donde creí que el mundo era para mí,
donde pensé superar los oprobios del trayecto a trazar.
Y de suposiciones y fantasías viví hasta ahora,
creyendo poder llegar a ser yo misma,
a lograr mi permitida felicidad…
Ya nada queda. Nada vuelve. Todos se han ido.
Me han dejado tan sólo sus lugares vacíos,
donde flota en una nube sus recuerdos antiguos
de alegrías destruidas por el mal.
Me han abandonado en esta cruel prueba que no puedo lograr jamás.
Tal vez me esperen y conozcan mi rostro del hoy,
que no es el mismo del ayer.
Silvana Barrales
Amor Incalculable
Cubres de amor mis días,
empañas de dulzura mi alma,
dulzura que quisiera sentir embelesada ante ti.
Quisiera tenerte a mi lado, y no soñarte más,
embriagarte de cariño, amor y ternura, hasta percibir la locura.
Volar hasta perdernos, y no poder volver,
deshacer nuestros sentidos, olvidando el ayer.
Te tengo y no, te siento hasta en el momento del abismo,
caballero honrado, me has atrapado, no puedo olvidarme de ti.
Me has conquistado con tus armas varoniles,
me has enamorado colmándome de sentimiento puro.
Deliro pensándote desde que nace el aurora hasta
que muere el ocaso, donde ellos solos,
se confunden en una misma tristeza.
Me alcanzas con tus fuertes manos,
me atrapas con ese amor incalculable, que espero, y desespero…
El humo de mis cigarrillos se esparce bajo
el viento arrasador, tu nombre en la oscura
noche, se repite solo sin predecirlo.
La emoción invade mi corazón, cuando te
escucha llegar, fuerte, firme, vibrante, aislado…
Te esperaré hasta la eternidad, te desearé en soledad,
suspiraré hasta agotarme, no me abandones jamás.
SILVANA BARRALES
Aquel Hombre
Aquel hombre,
aquella noche,
desvistió el alma al cielo,
suspiró,
amó,
tocó,
degustó el amor eterno.
Con su palmas
modeló,
dio forma,
color,
anhelo,
de tocar apenas
el azul celeste cielo.
Al ave
miró inspirado,
al trébol
observó sonriente,
mis manos
rozó ferviente,
mi corazón gritó ardiente.
Merece más que mi alma,
más que mis días contados,
lo llamo desde la ausencia,
que me agota,
me desespera,
me mata,
más que su silencio.
Silvana Barrales
Colores de Amor
Orbe hecho de profecía,
pleno de vida, agitación y muerte.
Vive, canta, ansía,
deja que vuele tu mente.
Ama libremente,
agótate serenamente,
suspira los desamores,
descubre otros colores.
Los colores del amor,
como los canta el ruiseñor.
Despliega tus enormes alas,
Y haz un encanto de hadas.
Descubre interrogantes
que no interesaron antes,
encuentra tu duende perdido en el edén,
y pregúntale el por qué.
Y si de errores y desencantos no sabe,
imítalo sin saber,
pues él es más esperanzado que el ave,
y jamás ha de caer.
Silvana Barrales
Tu
Eres mi sangre. Eres yo misma. Se que estamos muy cerca.
Muy cerca. Tu corazón ya está latiendo junto al mío,
y son sólo uno.
Tu rostro ya está uniéndose con el mío, y nuestras lágrimas
forman parte de un mismo mar.
Nuestras manos ya sienten el mismo calor, y seguirán juntas
hasta la eternidad.
Tus pasos son los mismos que anduve yo, pero
tu aliento fresco, lo capté en el aire, en las tenues brisas
de verano, escuché tu voz a lo lejos, al compás del viento
junto al mar, confundiéndose con el eterno jugar de las olas.
Vendrás. Volverás. Te diré cuánto te amé. Cuánto te amo.
Te diré que nuestros recuerdos no están sepultados,
sino que florecen día a día, cada mañana; cuando el sol asoma.
Y mi ilusión de volver a verte perdurará por el resto de mis días.
Porque somos un mismo alma, un mismo sentimiento,
aunque el sol no asome, aunque caiga el cielo.
A mi padre.
Silvana Barrales
Ya nada queda
Si pudiera descifrar apenas en lentas maniobras de vida,
lo sordo que es el tiempo, lo inerte que me convierte,
sin ser más, sin ser menos, sin ser.
Si pudiera detener el maldito tiempo de agujas,
y así quedar dormida, ver entre sueños el sol,
iluminando a los valientes y cobardes.
A los desfachatados que carecen de verdades,
a los buenos que no supe comprender jamás, quizá.
Ya nada queda. Todo se ha vaciado y hueco y oscuro ha quedado.
Me perdí los sinfines de los caminos,
las alegrías de mis días, la felicidad que me prometieron alguna vez.
No conocí los senderos a recorrer,
ni pude ver de cerca la luna y las estrellas
que según me contaron tienen su propia magia.
Derroché risas por doquier, muchas de ellas
para tapar viejos y angustiosos agujeros de
maldad ajena, que poco a poco, me fueron fundiendo…
Y otras de verdad, donde creí que el mundo era para mí,
donde pensé superar los oprobios del trayecto a trazar.
Y de suposiciones y fantasías viví hasta ahora,
creyendo poder llegar a ser yo misma, a lograr mi permitida felicidad…
Ya nada queda. Nada vuelve. Todos se han ido.
Me han dejado tan sólo sus lugares vacíos,
donde flota en una nube sus recuerdos antiguos
de alegrías destruidas por el mal.
Me han abandonado en esta cruel prueba que no puedo lograr jamás.
Tal vez me esperen y conozcan mi rostro del hoy,
que no es el mismo del ayer.
Silvana Barrales
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