El Caminante Nº 13...........................................................Página 9
EL DIALOGO
José A. Illanes

Me llama gratamente la atención un artículo de don Luis Rodríguez, titulado "Merece la pena intentarlo" (El Socialista. pág. 5. nº 4); no solo por su prosa brillante (que contrasta con la simplona del alcalde y la farragosa, dogmática y vacía de don Francisco Salazar), sino también por la profundidad y agudeza política del contenido.
Lleva usted razón, don Luis, es verdad que hubo un tiempo en que las izquierdas de este país estuvieron unidas en torno a un proyecto progresista. Era la época, como usted bien dice, en que don Julio Anguita llegaba a la alcaldía de Córdoba por la alianza con el PSOE, la época en que el PSOE llegaba a la alcaldía de Montellano por el apoyo incondicional de los dos concejales de la CUT, ahora integrada en Izquierda Unida, ahora calumniada, difamada y puesta a los pies de los caballos por los mismos a los que dieron su confianza. ¿Cosas de la política? No; cosas de los hombres.
Coincido con usted en que sería posible el diálogo basándonos en lo que nos une. Pero dialogar en domocracia exige un requisito: que primero haya eso, democracia, y en Montellano, por desgracia, no la hay. Se lo explico: En 1995, Izquierda Unida gana en Montellano la confianza de muchas vecinas y vecinos, y saca 3 concejales. El mismo día que tomamos posesión del cargo, cuando todos los portavoces de todos los grupos, en todos los pueblos y ciudades de España explicaban a los ciudadanos, en el pleno, su proyecto político, en Montellano se nos impidió hablar. Cuando reclamamos el despacho que nos reconoce la ley para atender debidamente a los vecinos del pueblo, se nos negó tajantemente. Cuando nos dijeron (escrito del alcalde), que ensuciábamos las paredes de la plaza anunciando los plenos y solicitamos colocar un tablón informativo, nos lo prohibieron. Cuando quisimos acceder a la información necesaria para informar a Montellano de cómo y dónde se gasta su dinero, se nos negó (y se nos niega). Cuando propusimos televisar los plenos por el vídeo comunitario, para que todos los montellaneros vieran cómo se debatían sus problemas, se rieron en nuestra cara. Cuando dijimos que las listas del PER debían estar expuestas al público, volvieron a reírse. Cuando propusimos una comisión de empleo que controlara las contrataciones del ayuntamiento, se burlaron de nosotros. Cuando colocamos carteles en el Ayuntamiento, que es la casa del pueblo, informando a los vecinos de asuntos que les interesan, se nos arrancan. Cuando utilizamos la fotocopiadora para una campaña de juguetes, se nos insulta. Cuando un vecino de reconocida honradez, como Fernando El Conti, se acerca a trabajar con nosotros, se le difama cobardemente, para amedrentarlo. Cuando un trabajador del Ayuntamiento, nacido libre, amparado por la ley, como Horacio Muñoz, se manifiesta contra el poder, se le expulsa, para hundirlo. Cuando regalamos un fax al centro de salud, de nuestro bolsillo, se nos desprecia y calumnia. Cuando gastamos horas y horas de nuestro tiempo libre, haciendo proyectos para el pueblo con la intención de debatirlos con el PSOE, van a la papelera. Y así podría yo ponerle a usted, don Luis, un libro entero, lleno de diálogos frustrados. Dígame usted, don Luis, qué entendimiento cabe entre una izquierda como la nuestra, que desea trabajar por el bien de su pueblo, y otra, apalancada en el poder, que responde de semejante manera.
DIALOGO. Qué cálida, soñada y ultrajada palabra. Qué angustiosa tentación, don Luis. Pero algunas personas, usted lo sabe, son como los reyes godos, que invitaban a comer a los nobles para celebrar la paz y a los postres los degollaban. Incluso el alcaide de Côte, un día, aquí al lado, hace mucho tiempo, invitó a almorzar a Coronilla, para "dialogar"... usted me entiende. Al atardecer, cuando dialogaron, lo subió a la torre, para mostrarle el paisaje, y entonces murmuró en su oído: esto es Côte, Coronilla, esto es Cottê y no Membrilla... y lo empujó al vacío.
Qué hermoso sueño el suyo, don Luis, qué palabra tan hospitalaria: DIALOGO. Le felicito por su buena voluntad, sinceramente, sin ironías. Yo, como usted, sueño para mi pueblo con esa misma democracia romana que usted conoció hace muchos años. Pero llegará... no se impaciente.


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