Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517)


Cardenal Cisneros
Cardenal y político español (castellano), nacido en Torrelaguna (Madrid).
De extracción nobiliaria, aunque sin fortuna, tras pasar por las universidades más significativas de la época (Salamanca y Roma), donde cursó teología y derecho, se inició en la carrera sacerdotal como arcipreste de Uceda y vicario general y provisor de la diócesis de Sigüenza, prebendas y beneficios que abandonó para pasar a ser guardián y superior del pobre convento de la Salceda, tras ingresar en la orden franciscana en 1484. Fue provincial del convento franciscano de San Juan de los Reyes (Toledo), donde cambió su verdadero nombre, Gonzalo, por el de Francisco.
Caracterizado como hombre de ardiente piedad militante, lleno de amor al estudio, humilde y modesto, pero de gran y afamada sabiduría y firmeza, no fue hasta su paso por la capellanía mayor en la catedral de Sigüenza cuando comenzó la estima y ponderación de su persona por parte del cardenal Mendoza, lo que le valió el inicio de su encumbramiento.


Al servicio de los Reyes Católicos
Sin embargo, su verdadero renombre no llegaría hasta que Isabel I la Católica, informada de sus grandes cualidades, le nombró su confesor y su principal consejero. Años después, en 1495, le propuso y encumbró a la sede de Toledo como dignidad arzobispal, desde la cual trató de corregir las desviadas costumbres del clero secular. Tras diversas y destacadas actuaciones políticas, recibió el capelo cardenalicio en 1507 a instancias de Fernando el Católico, quien también le nombró inquisidor general en esa misma fecha.
Desde su primado, fue albacea testamentario de la reina Isabel y designado como miembro de la Regencia provisional nombrada a la muerte de Felipe I el Hermoso en 1506 (los miembros de la grandeza le nombraron gobernador general del reino). Entonces y desde su cargo político privilegiado, fue uno de los artífices de la vuelta, en 1507, de Fernando el Católico como rey de Castilla.


Regente
En 1516 (pese a las pretensiones de Adriano de Utrecht, el futuro papa Adriano VI, y a los manejos del séquito del infante Fernando, el futuro emperador Fernando I de Habsburgo), Fernando el Católico le nombró en su testamento regente y gobernador de Castilla, León, Granada y Navarra, hasta la llegada de su nieto Carlos de Gante -quien llegaría a ser el rey Carlos I y emperador Carlos V-a España. Según la historiografía, éste fue uno de los momentos más brillantes de la vida pública del ilustre, y por entonces octogenario, cardenal. Cisneros aplacó con habilidad algunos conatos de revuelta, protagonizada por la nobleza castellana y por el partido flamenco, contra el futuro emperador, manteniendo un frágil equilibrio entre los partidarios de Juana la Loca y los que apoyaban a la facción fernandina.
Es dudosa la actitud manifestada por el prudente y enérgico Carlos I sobre la aprobación de toda la actividad política realizada por Jiménez de Cisneros. Lo cierto es que el cardenal falleció, en Roa (Burgos), cuando iba a recibirle con toda la corte a los puertos del Cantábrico.


Su obra política
En 1499 acompañó a los Reyes Católicos (Isabel y Fernando) a Granada. Fray Hernando de Talavera había iniciado en toda la zona un cuidado talante catequético para conseguir el bautismo voluntario de los moriscos. La lentitud del proceso convenció a Cisneros de la necesidad del cambio en política religiosa, emprendiendo la conversión forzosa y los bautismos masivos. Así, en 1502, se ordenaba la expulsión de toda la población musulmana no convertida.
Desde entonces acometió la reforma general del estado eclesiástico. La relajación de las costumbres reinante entre los miembros del clero exigía una reforma total: la elevación del nivel cultural y moral de regulares y seculares. Cisneros, convencido observante, emprendió la transformación de las órdenes religiosas.
Ya desde 1505 prestó su apoyo al rey para la conquista del norte de África. Propulsor de la política africana, envió, financió y hasta dirigió personalmente expediciones a la zona berberisca, logrando apoderarse de Orán (1509), Bugía y Trípoli, obligando a los reyes de Argel, Túnez y Tremecén a prestar homenaje a Castilla. No obstante, las divergencias entre Fernando y el espíritu de cruzada de Cisneros revelaban la existencia de dos políticas africanas muy contrapuestas.
A su vez, los refuerzos militares mandados a Pamplona impidieron los intentos del rey francés Francisco I de volver a anexionarse Navarra. En general, demostró una gran perspicacia en las tensas relaciones internacionales mantenidas con Inglaterra, Francia y Portugal.
Militarmente, también destacó por sus intentos de creación de una milicia activa, llamada 'gente de ordenanza' y por la reorganización de 'los lansquenetes' alemanes. A su vez, fomentó la artillería y no descuidó la marina ni la construcción naval.
En su relación con el poder de la nobleza, destacó su papel de mediador entre facciones y familias rivales (Ureña contra Guzmán, Alba contra Zúñiga): a pesar de su lucha contra la nobleza para conseguir el fortalecimiento del poder real, no la atacó sistemáticamente.
En las cuestiones hacendísticas, su gestión se centró en la reducción de las cargas de los pecheros (súbditos), aumentando, en cambio, los recursos del Tesoro gracias a su prudente administración y al aminoramiento de los gastos y 'gajes' cortesanos.
En los aspectos culturales también desarrolló una ingente labor de mecenazgo humanista, que cristalizó en la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares, en 1508, y en la impresión de la famosa Biblia Políglota Complutense (1517).