La personalidad militar de Carlos V

 

  Carlos V fue un rey-emperador soldado, a ejemplo de sus abuelos los Reyes Católicos durante la campaña de Granada. El último de la historia de España durante el período de la Casa de Austria, salvo la fugaz aparición de Felipe II en San Quintín; después Felipe V y Carlos III de Borbón -y durante la campaña del Norte en 1876 Alfonso XII- también vivieron junto a sus tropas en el campo de batalla. La principal ocupación de Carlos V en Europa fue la dirección personal de sus ejércitos y decidió retirarse cuando ya le faltaron las fuerzas para la actividad militar. "En la historia de las guerras europeas habidas en el siglo XVI -resume el mariscal Montgomery- la nación más destacada fue España, que alcanzó la cima de su poderío en 1550". Es el fruto militar del reinado de Carlos V. Ese resultado se debió de forma importante al perfeccionamiento de la táctica y de la tecnología militar y naval "en las que también -dice el mariscal historiador de la guerra- estuvo España a la cabeza". El factor moral era decisivo: el ímpetu y el valor del combatiente hispano, la voluntad de vencer, la seguridad en la causa propia, el nuevo sentido de la patria y de su misión en el mundo, la presencia y actividad de los capellanes militares. "Santiago y cierra España" era el grito de ataque que inauguraron en Italia las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba.

Carlos I adoptó y perfeccionó la gran innovación del Gran Capitán, el uso preponderante de las armas de fuego portátiles y la maestría en la combinación de las diversas armas y cuerpos.

La estructuración de los Tercios, nacidos también en las campañas de Italia; unidades móviles que actuaban con disciplina colectiva pero dejando campo libre a la iniciativa individual, como en la tradición militar ibérica de la Antigüedad.

La selección de los mandos en todos su grados, desde el capitán al maestre de campo, apoyados en un excelente plantel de mandos intermedios y sargentos.

La presencia personal del rey-emperador en las campañas, como si pareciera decidido a vengar las derrotas, no bien explicadas para sus contemporáneos, de su bisabuelo Carlos el Temerario en el corazón de Europa frente a los piqueros suizos.

Los perfeccionamientos europeos (asimilados bien por España) y españoles del armamento individual de la infantería, la artillería y la ingeniería militar, de la que nació en gran parte la ciencia moderna; las fábricas españolas y las de Europa al servicio de España lograron hacia 1520 perfeccionar el arcabuz, cuyo alcance útil subió de 80 a 200 metros. La gran apertura de España a Europa en la primera época de Carlos V hizo que los fabricantes españoles de armamento captasen inmediatamente cualquier idea de mejora que surgiera, sobre todo en Italia. Y la compenetración entre españoles e italianos sería uno de los factores decisivos en la estrategia de Carlos V.

El rey de España y emperador de Alemania poseía, según el conjunto de los especialistas en su época, un admirable sentido estratégico, con rasgos muy modernos dentro de su enraizamiento medieval en el fecho del Imperio, y que podemos resumir en los puntos siguientes:

Su firmeza profunda, ante todo, para la guerra ideológica que entonces se desencadenó en Europa desde los comienzos de la tercera década del siglo XVI, y su captación asombrosa de la Reforma como desafío estratégico para la Cristiandad, que saltó hecha pedazos. Pero que se mantuvo como ideal y como posibilidad mientras vivió Carlos V, para diluirse después inevitablemente.

La idea de cruzada, típicamente medieval, pero trasplantada con todo vigor a los comienzos de la Edad Moderna y desplegada en tres frentes de resistencia y acción:

(1) El frente centroeuropeo, sometido a la doble amenaza de los protestantes y de los turcos.

(2) La recuperación del horizonte norteafricano, abandonado después de los primeros intentos Fernando el Católico.

(3) La defensa del Mediterráneo central, con bases en Italia y Sicilia, para frenar las amenazas turcas y con la idea, nunca abandonada, de organizar una nueva cruzada a Tierra Santa.

Afianzamiento del gran conjunto de Estados hereditarios sobre los dos polos de España y de Austria, y con un sistema de enlace y comunicación entre estos polos y todos los demás Estados, con los que, gracias al ejército permanente financiado con los extraordinarios recursos de Castilla, podía el emperador asegurar su hegemonía sobre Europa. España sería, desde el retorno del emperador en 1522, centro para esta estrategia.

El cerco a Francia, la cual, vista desde España y Austria, era esa porción díscola de la Cristiandad que no dudaba en aliarse con el turco para satisfacer su orgullo y sus pretensiones. Es lógico que ante esta actitud, y ante la fragmentación de la Cristiandad por las convulsiones de la Reforma, España apareciese ante los designios estratégicos de Carlos V como un bastión de unidad y de lealtad en cuanto los españoles en conjunto aceptasen, tras la prueba de la guerra civil de 1520- 1522, la idea del Imperio y una posición preeminente para realizarla.

La idea de Europa. Esta idea estaba inicialmente identificada con la de Cristiandad y constituía por tanto una herencia medieval evidente, destinada a enfrentarse con la Modernidad secularizadora. Pero incluso cuando la división de las religiones y las conciencias hizo entrar en crisis el concepto de Cristiandad y Carlos fue muy consciente de esa crisis, el emperador mantuvo el ideal de la unidad europea, pese a tan grave obstáculo, y no consideró cancelada su misión imperial unitaria.

El horizonte América. Durante el reinado de Carlos V los españoles consiguen en esos veinte años milagrosos que van de 1520 a 1540 la conquista de América, nada menos. Pero también hemos dicho que América constituía, en la estrategia imperial de Carlos V un horizonte, una retaguardia y una reserva segura, indisputada en lo esencial, más que un adelantamiento y una vanguardia.

  La conjunción concreta de estos seis factores en una estrategia coherente es una prueba de la genialidad de Carlos I de España y V de Alemania. Y como afirma el profesor Fernández Álvarez, uno de los grandes conocedores de Carlos V, el rey-emperador, además de concebir este grandioso designio quiere contribuir personalmente a realizarlo.

  "Va vestido de soldado, -cita el embajador Salinas, un testigo próximo- Quiere pasar los puertos en compañía de los soldados, y a la causa va de este atavío. Es muy gran placer de verle tan sano y alegre en estos trabajos, y no es el que menos parte dellos toma... Sé decir a V.M. que va la gente de guerra y la que no lo es la más alegre del mundo, como si fuesen a jubileo."

  Ser soldado: ésa fue la gran vocación de Carlos V como hombre. y, sin embargo, el estadista comprende que necesita la paz y la busca sinceramente.

Volver al índice