En diciembre de 1937, el ejército japonés ocupó
Nanking, capital de la China nacionalista, y durante varios meses desencadenó
una increíble orgía de violencia que ocasionó cientos
de miles de víctimas. Los hombres chinos eran forzados a violar
a sus madres e hijas. Los soldados japoneses violaron a miles de mujeres.
Clavaron a las mujeres en los árboles. Les introducían estacas
en sus vaginas. Ataron las manos de hombres chinos, los alinearon en largas
filas, y les disparaban. Pasaron a la bayoneta a los bebés
frente a sus madres. Enterraron vivas a las personas. Los japoneses actuaron
con igual sadismo en otros lugares. Juergas con asesinatos, violaciones,
saqueos... Se hicieron experimentos médico-biológicos, con la autorización del emperador Hiro-Hito.

Además de la salvaje ocupación de China, posteriormente -durante la II Guerra Mundial-, los japoneses practicaron actos similares en el resto de territorios ocupados. Especialmente, eran crueles con sus prisioneros, a quienes no dudaban en decapitar cuando ya no los podían llevar consigo. También esclavizaron a muchas mujeres, hasta el punto de convertirlas en esclavas sexuales. En China usaron armas bacteriológicas entre 1937 y 1945: pulgas infectadas con la peste bubónica y comida preparada con dosis de bacterias del cólera causando la muerte de muchos civiles.
Vídeo japoneses en Nanking