Javier
García
Los marxistas de hoy representan
la continuación de la obra revolucionaria de Marx, Engels, Lenin
y Trotsky. Son, por tanto, los luchadores más consecuentes y firmes
por la liberación y emancipación de la clase trabajadora.
Una lucha que sólo puede acabar, o con la derrota de los trabajadores
y la consumación de la barbarie que amenaza con la propia destrucción
de la humanidad, o con el derrocamiento del capitalismo y la victoria de
la revolución socialista, que, estableciendo la democracia obrera
a nivel internacional, ponga las bases para la desaparición de las
clases, la extinción del estado y la construcción de la sociedad
comunista.
El marxismo, el socialismo
científico, huye de la vulgarización y el esquematismo mecanicista
propios del estalinismo, que en alianza con el reformismo, ha llevado al
proletariado a grandes derrotas históricas.
Los marxistas rechazan el
culto a la personalidad. Los grandes revolucionarios dejaron claro el carácter
vivo, dialéctico y relativista del marxismo; no como dogma, sino
como guía para la acción. Esto significa, en primer lugar,
ser críticos hasta con el propio marxismo. Debemos ser capaces de
desarrollar un pensamiento independiente con la ayuda del método
marxista, basándonos en lo esencial de la escuela leninista: el
análisis concreto de la situación concreta.
Si existe un rasgo principal
que define a los marxistas, éste es el internacionalismo. Cuando
unos 500 monopolios y multinacionales dominan la economía mundial;
cuando un puñado de grandes banqueros son capaces, por meros intereses
especulativos, de hundir a la moneda de un país; cuando los trabajadores
para ganar una lucha local a una multinacional tienen que organizarse a
nivel internacional; cuando cualquier acontecimiento en un país
tiene inmediatas repercusiones en otros, el internacionalismo surge como
una necesidad de la lucha de los trabajadores. Por eso, los marxistas defendemos
la necesidad de la unidad de la clase obrera por encima de las fronteras
nacionales. Defendemos la necesidad de construir el partido revolucionario
a nivel mundial, como única garantía del triunfo del proletariado.
Como la experiencia histórica ha demostrado, el socialismo, o se
construye a nivel internacional o degenera, y finalmente, es derrotado.
También, el marxismo,
reivindica que la construcción del socialismo no se limita a la
simple nacionalización de la economía. Es necesario que la
clase trabajadora controle la producción y la sociedad. La más
amplia democracia obrera, los más amplios derechos democráticos
son inherentes al socialismo. La restauración del capitalismo en
los antiguos estados estalinistas demuestra la certeza del programa marxista.
Trotsky, hace más de 50 años, planteó que la burocracia
estalinista sería incapaz de defender las conquistas del estado
obrero, se convertiría en un freno absoluto para el progreso social
y más tarde o más temprano, si los trabajadores no se alzaban
contra el poder burocrático, la burocracia se haría restauracionista.
No encontraría más salida que restaurar el capitalismo y
reconvertirse en nuevos burgueses y agentes del imperialismo.
Los análisis de Trotsky,
realizados hace más de 50 años, se han visto confirmados
brillantemente por los acontecimientos. Sin duda alguna, el marxismo de
nuestra época, la época del imperialismo y la transición
al socialismo, no ha podido encontrar mejor interlocutor.
León Trotsky no sólo
combatió duramente en las jornadas revolucionarias de 1905 y 1917,
sino que ocupó una vital posición dirigente en ambos procesos.
Al lado de Lenin, su principal maestro, dirigió las riendas del
recién nacido estado obrero soviético, primero como ministro
de exteriores y más tarde, como fundador del ejército rojo,
venciendo a la contrarrevolución. Ambos dirigentes se entregaron
en cuerpo y alma a la construcción de la Internacional Comunista,
a la que dieron más importancia que a la propia existencia de la
URSS.
Con los primeros síntomas
de burocratización del estado obrero, Lenin ya enfermo, le ofreció
una alianza contra el estalinismo emergente. Trotsky, en lo que después
reconocería como el mayor error de su vida, rehusó. Lenin
en su "Testamento político" propuso separar a Stalin de sus responsabilidades
y elogió a Trotsky como el "más capacitado" de la dirección
bolchevique.
Sin embargo, muerto Lenin,
Trotsky es objeto de una calumniosa campaña de desprestigio que
intenta separar el marxismo y el leninismo del así llamado "trotskismo",
un término inventado por el estalinismo y que nunca fue aceptado
por Trotsky.
No obstante, el trotskismo,
el marxismo de nuestra época, predijo el desastre, con 50 años
de adelanto, al que la burocracia estalinista llevaba a la URSS. Hoy, cuando
sólo quedan ruinas de la degeneración estalinista, son los
trotskistas los únicos defensores convencidos de las ideas del socialismo
y el comunismo.
Los trotskistas, los marxistas
de nuestro tiempo, sostenemos que la caída del estalinismo no marcó
el final de la época de la revolución socialista, sino sólo
el final de un paréntesis histórico. Aún estamos en
la época del imperialismo, en la época en la que el capitalismo
ha agotado su papel histórico de desarrollar el progreso de la sociedad,
impidiendo el avance de la humanidad. Vivimos una agonía prolongada
del capitalismo que se caracteriza por la concentración de la riqueza
cada vez en menos manos, el aumento de la miseria y las enfermedades, las
guerras de rapiña, la expoliación de los países ex-coloniales,
el surgimiento de la barbarie fascista y racista, la destrucción
del medio ambiente,...
La agonía prolongada
del capitalismo dará una nueva oportunidad a la clase obrera para
transformar la sociedad. A través de la lucha, las ideas y el programa
de Marx, Engels, Lenin y Trotsky penetrarán en las mentes de millones
de trabajadores, convirtiéndose en una fuerza material. Si las ideas
marxistas consiguen ganar la dirección proletaria se habrá
resuelto una de las grandes contradicciones de la humanidad y estaremos
preparados para entrar en una nueva época, la de la sociedad sin
clases. Pero, si el reformismo consigue mantener su poder e influencia
en la clase obrera, una larga cadena de sangrientas derrotas nos esperan.
Esta es la época de
la transición hacia el socialismo. En una situación donde
2/3 partes de la humanidad no tienen resueltas sus necesidades básicas,
donde los avances tecnológicos no son aprovechados en beneficio
de todos, donde sólo en Latinoamérica existen más
de 800.000 niñas que son obligadas a protituirse para sobrevivir,...
sólo el socialismo puede resolver los problemas globales y superar
la crisis de civilización que afecta a la humanidad.
Sin embargo, no existe la
crisis final del capitalismo. Si los trabajadores no toman el poder político
en sus manos, los capitalistas siempre encontrarán una salida. El
socialismo no va a llegar sin lucha. La burguesía nunca se conformará
con una pérdida de sus privilegios y beneficios. Siempre que pueda
empleará todo su poder para derrocar a los trabajadores y restablecer
el status quo. Lo vimos en la España de los años 30, en Chile
en 1973, etc.
A lo largo de la historia,
los poderosos han defendido con saña sus privilegios. No van a dejar
que a través de reformas, de forma gradual, se les expropie. Se
puede pelar una cebolla capa a capa, pero es imposible matar a un tigre
pata a pata. Sólo a través del alzamiento revolucionario
del proletariado contra la reacción burguesa se podrá vencer
al capitalismo. Los marxistas, por tanto, somos revolucionarios consecuentes.
Finalmente, los marxistas
reivindicamos el espíritu del optimismo revolucionario. Nuestra
lucha camina en el sentido de la historia. Los marxistas somos agentes
conscientes del proceso histórico. Hoy, la clase obrera es la clase
más poderosa de la sociedad. Sin su permiso ni gira una rueda ni
brilla una bombilla. Por eso el 90% de nuestra tarea consiste en hacer
consciente al proletariado de su propio poder, para ganar su confianza
y derribar el capitalismo. |
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