Disertación pronunciada en «El Imparcial> 22 de diciembre de 1992

En busca de la Argentina perdida

 

     Partimos de un diagnóstico: la Argentina no está bien y los argentinos están mal ambos van a estar peor si seguimos por este camino. Toda la ingeniería del modelo económico en curso gira en torno un solo valor: la estabilidad.

-a una sola apuesta tan ingeniosa como peligrosa: la convertibilidad dólar-peso;

-ya un solo parámetro de evaluación: el índice mensual del costo de vida por precios minoristas.

Estabilidad no es únicamente ausencia de inflación. China, Panamá y El Salvador tienen índices inflacionarios inferiores al nuestro, pero no son ejemplos válidos para la Argentina. La convertibilidad es un espejismo. El alza del costo de vida desde el inicio del Plan provocó un deterioro salarial y un retraso cambiario cuya combinación originó un fenómeno explosivo: los salarios son tan bajos en relación a los precios internos, que a quienes los cobran no les alcanzan para sobrevivir dignamente, y a la vez son tan altos en dólares, que no les permiten exportar a quienes los pagan.

Es una ficción porque en el exterior nadie compra pesos a la paridad del dólar. Y en nuestro país hay 8.000 millones de dólares depositados en el circuito financiero local a tasas mucho más bajas de las que se pagan por los pesos; y solamente 4.000 millones de pesos depositados. Nadie ofrece créditos en pesos. La gente no les cree. Y los que creyeron, van a quedar atrapados con cuotas en dólares que no podrán pagar; y quienes les vendieron no podrán cobrar.

El equipo económico se aferra a la única tabla de salvación del índice mensual de precios minoristas, porque todos los demás indicadores están marcando la última luz roja antes del precipicio. Me hacen acordar al cuento del borracho que se cayó de un sexto piso y al pasar por el tercero decía: “Por ahora voy bien”.

-Se estima que este año la balanza de intercambio comercial tendrán un déficit de 2.000 millones de dólares, Cavallo admite 1.000 millones.

-La tendencia al consumo baja precipitadamente (según FIEL 9% en agosto); según cámaras mercantiles, la venta en comercios disminuyó hasta un 25% en septiembre, y hasta un 45% en algunos rubros como electrodomésticos, en el bimestre agosto-septiembre.

-El desempleo aumentó un 4,7%, llegó al 6,5% en el Gran Buenos Aires, y es el mayor nivel desde abril de 1990. Un 14% de la población económicamente activa del Gran Buenos Aires está desocupada o subocupada.

-Según un estudio de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), los salarios de mercantiles, trabajadores rurales, docentes y empleados públicos no alcanzan a cubrir la cuarta parte de la canasta familiar de alimentos, y los albañiles y jubilados apenas cubren el 12%.

El 47% de los argentinos ha quedado por debajo del límite de pobreza: 14.700.000 compatriotas a los que no les alcanzan los ingresos para comprar los productos básicos de la canasta de alimentos. De ellos, 9 millones -según lo admitió un ministro con el consecuente revuelo- carecen de servicios sanitarios, asistenciales, educación, vivienda y hasta vestimenta. Los argentinos somos más pobres en una Argentina cada día más pobre. Nos quedamos sin Y.P.F., que era la principal palanca de desarrollo; y sin ferrocarriles, que son un factor esencial de integración territorial; sin línea aérea de bandera y sin Gas del Estado, aunque daban superávit. Las tarifas telefónicas son hoy ocho veces más caras que cuando existía ENTe1, según denunciaron la Unión Industrial Argentina y la Confederación General de la Industria.

Se está construyendo un sociedad injusta, dual y fracturada, que amenaza la paz social, la concordia y la unidad nacional. Y que es un mal negocio para todos:

-Para los más pobres, que son sus principales víctimas;

-para los más ricos, porque el auge del delito genera una inseguridad que les impide disfrutar de lo que tienen, y

-para la clase media fundamentalmente, que ya perdió su movilidad social y está pauperizándose.

  1. Estatizaron pérdidas y privatizaron ganancias

¿Cómo es posible que seamos tan pobres rodeados de tanta riqueza?

Veinte años de políticas equivocadas en un mismo sentido dejaron a la Argentina en ruinas y a los argentinos en la pobreza.

De 1970 a 1990 se triplicaron las tasas de desocupación y subocupación y el poder adquisitivo del salario promedio es hoy un 50% inferior que cuando asumió Alfonsín.

Simultáneamente, la Argentina fue literalmente vaciada mediante tres vías:

-Fuga de capitales,

-Pago de una deuda externa usuraria, y

-Entrega del mercado interno como consecuencia de la venta de las empresas públicas que más facturaban a cambio de papeles de esa misma deuda; y de la apertura salvaje de las importaciones.

  Cavallo perfeccionó los mecanismos que venían aplicando sucesivamente Martínez de Hoz y Sourrouille, porque pasan los gobiernos pero los gerentes del ajuste sin fin, quedan.

Advertir públicamente lo que estaba ocurriendo en una conferencia como ésta, que expuse en la Peña El Ombú en Córdoba, en noviembre de 1991:

Los grandes grupos económicos que contrajeron la deuda externa privada -denuncié entonces-, estatizada por Cavallo cuando era presidente del Banco Central en el gobierno del general Bignone, compran las empresas públicas asociados con los bancos acreedores con papeles de esa misma deuda.

Cinco meses después, la revista “América Economía” -vinculada a “The Wall Street Journal” comentó en su edición de abril: “en la nueva Argentina con su renaciente mercado, los grupos económicos están comprando las propias obras públicas que construyeron o ayudaron a construir en el pasado como contratistas o proveedores del Estado”.

No lo digo yo solamente, lo está viendo el mundo.

Estos grupos económicos son los mismos que pagaron las campañas de Alfonsín y de Menem, y casualmente los mismos que auspiciaron durante años la Fundación Mediterránea, presidida por el propio Cavallo.

Por eso los argentinos ya no pueden esperar nada del Partido Justicialista y de la Unión Cívica Radical, que vaciados de sus contenidos doctrinales nacionales, se han convertido en el Partido Unico del Ajuste, porque responden a los mismos intereses.

Estos grandes grupos económicos socializaron sus pérdidas con la estatiza­ción de la deuda externa privada, y privatizaron sus ganancias, quedándose con las empresas públicas que más facturan.

Surge así otro cargo del modelo en curso: la concentración de riqueza. Solamente cuatro grupos económicos (Techint, Pérez Companc, Astra y Comercial del Plata) integraron los consorcios adjudicatarios de más de la mitad de las empresas públicas privatizadas.

No es casual que en la Argentina de hoy, el 40% más pobre de la población perciba sólo el 14% del ingreso nacional, y el 10% más rico se quede con el 36%.

No es casual que se multipliquen los shoppings, las canchas de paddle, los country y los lofts para consumidores con alto poder adquisitivo, mientras que 10 kilos de lana no alcanzan para comprar media bolsa de harina, cuando cinco años atrás permitían adquirir seis bolsas, como ejemplificó Monseñor Hesayne.

  II. Estado y Mercado

Este es el resultado de haber abandonado las políticas de desarrollo hace 30 años, y de justicia social, hace 35.

Los fundamentalistas de mercado sin mercado interno -es decir, sin consumo-parecen no comprender que las naciones desarrolladas comenzaron acumulando capitales, para lo cual protegieron decididamente su producción, y después impulsaron teorías económicas con el fin de abrir mercados en países condenados a no tener capital propio. Hay que hacer lo que ellas hicieron, no lo que nos dicen que hagamos.

Y se empeñan en ignorarlo, aunque lo estén diciendo los pensadores y hasta los operadores internacionales del modelo.

Hasta el director general del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, reconoce que (y lo cito textualmente): “No se puede aceptar que el fundamentalismo marxista sea sustituido por el fundamentalismo de mercado: el mercado no puede quedar librado a su sola lógica, puesto que la economía no pertenece al ámbito de la técnica, sino de lo humano”. Lo dijo ante la asamblea francesa de la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresas y entre nosotros lo reprodujo la revista “Criterio”.

Saburo Okita dice (y lo cito textualmente): “Si en Japón hubiéramos dejado que el mercado interno eligiera, no existiría la inversión automotriz y, por esto, no existirían ni Toyota, ni Nissan, ni Honda”. Cuando nos visitó este año (1992), el ex-canciller nipón, uno de los artífices del “milagro japonés”, afirmó: “Los mecanismos del mercado no son infalibles; requieren la intervención del gobierno a través de políticas de planificación”.

Collin Lewis, catedrático del London Scholl of Economic and Political Science, define a Alemania como “un modelo de estabilidad con productividad y con inversión productiva en educación y salud; porque una mano de obra formada y sana es inversión y productividad”.

La revista “The Economist” comentó en septiembre de 1992 (cito textual­mente): “Sin la mezcla correcta de Estado y mercado, los países nunca tendrán una infraestructura económica que estimule el crecimiento”.

Los modelos económicos exitosos, como Alemania y Japón, se caracterizan por una fuerte intervención estatal en la economía, y sólidas políticas sociales.

Lester Thurrow, decano de la Escuela de Administración del Instituto de Tecnología de Massachusetts observa que la economía europea creció con mayor celeridad en la década del ochenta -la de España- las empresas de propiedad oficial producen por lo menos la mitad del PNB; y que en Francia e Italia el sector público representa un tercio.

Otro economista del Instituto Massachusetts, Lance Taylor, advierte que Corea, Taiwan y Singapur respaldaron decididamente sus industrias con otor­gamiento de crédito barato y mantenimiento de subsidios, entre otras medidas proteccionistas.

  III. ¿Qué hacen los extremistas del mercado?

Comparemos lo que vienen haciendo los gerentes del ajuste sin fin en la Argentina. Todo lo contrario: desmantelaron el Poder Nacional, más que el aparato burocrático estatal que sirve un menú especializado en ñoquis; desprotegieron la producción y el trabajo nacional, deprimieron el salario y disminu­yeron las políticas sociales. Síntesis de tanto desacierto: achicaron el mercado interno.

Veamos el caso de las privatizaciones que no son un fin en sí mismas, sino un instrumento de política económica. Aquí no fueron concebidas como inver­siones de riesgo que garantizaran la prestación de servicios públicos esenciales, sino como un mecanismo de pago de la deuda externa. Por eso se rechazó al capital argentino mediano. Al iniciarse este año, había 6.000 millones de dólares en el sistema bancario local a tasas bajísimas, y el gobierno no movió un dedo para fomentar que ese capital de pequeños y medianos ahorristas se agrupara para adquirir las empresas privatizadas.

Algunos publicistas del fundamentalismo de mercado dicen que desarmaron un teléfono y no encontraron la soberanía. Y aunque 30 avisadores que pagan 30.000 dólares por mes les impiden verla, la soberanía también está en los teléfonos.

Henry Kissinger dice que la soberanía del país, en última instancia, depende del control de su mercado interno. Cuando nosotros entregamos ese mercado cautivo a monopolios estatales españoles, franceses e italianos, estamos entre­gando parte de nuestra soberanía.

Este Estado “bobo” ni siquiera controla a las empresas privatizadas que prestan servicios públicos, como pudo comprobarse cuando se produjo un brote de cólera en un vuelo de Aerolíneas Argentinas, que ya no debería llamarse así.

Por eso aunque se oculte tras una máscara de modernidad, el verdadero rostro del Modelo menemista es el más crudo retroceso. Nos retrotrae a los abusos de la década infame, cuando todos los servicios públicos argentinos eran privados.

Veamos el caso de la apertura, que ya está provocando un agudo déficit en nuestra balanza comercial, que los ayatollah del fundamentalismo de mercado esperan compensar con inversiones extranjeras que nunca llegan. Y si llegan se destinan a sectores no productivos, a mercados cautivos que terminan en manos de monopolios estatales extranjeros o al blanqueo de oscuros capitales en lujosos hoteles.

Los capitales extranjeros prefieren orientarse hacia la integración transnacio­nal que comenzó con el Tratado de Libre Comercio entre EE.UU., Canadá y México. Luego de la apertura de la economía mexicana, las terminales estado­unidenses envían sus autopartes para que sean ensambladas por obreros mexi­canos que cobran un dólar por hora, mientras que en Estados Unidos esa misma mano de obra cuesta 11 dólares por hora.

Pronto sufriremos este fenómeno en carne propia. Por eso el gobierno impulsa una “flexibilización” laboral que deja sin protección a los trabajadores. Adivinen qué ocurrirá cuando se concrete el mentado MERCOSUR. ¿Aumen­tarán los salarios brasileños, bolivianos, paraguayos y uruguayos, o bajarán los argentinos?

En los términos en que está planteado el MERCOSUR, Bolivia, Paraguay y Uruguay terminarán girando como satélites económicos de Brasil -que de por sí es un subcontinente- y la Argentina se verá gravemente afectada como ya lo está siendo en los primeros ocho meses de este año (1992), acumulamos un déficit de 900 millones de dólares en la balanza del intercambio bilateral.

¿ Cómo funciona el intercambio en la Argentina?

Tomemos precisamente el ejemplo de nuestro comercio con Brasil: 700 camiones pasan diariamente por Uruguayana cargados con mercadería de todo tipo destinada a nuestro mercado. Los argentinos ya no podemos venderles ni siquiera ajo.

Los salarios brasileños son tres veces más bajos que los nuestros. La electricidad cuesta el doble en la provincia de Buenos Aires que en el Japón. Hablar por teléfono de Buenos Aires a Nueva York cuesta el triple que de Nueva York a Buenos Aires.

Nuestros productores no pueden competir con esos precios, entonces optan por convertirse en importadores. Pero al no producir, deben reducir la mano de obra. Se disminuyen así las fuentes de trabajo y crece la desocupación. Como los desocupados consumen muy poco, se achica el mercado interno, al que ya no pueden venderle artículos importados, y tampoco volver a producir porque no pueden colocar sus artículos en el exterior.

¿Resulta tan complicado entender un mecanismo tan simple?

Veamos finalmente cómo renegociaron la deuda externa nuestros genios mediterráneos de las finanzas. El objetivo de Menem y Cavallo, fue el mismo que el de Bush y la banca acreedora: que la Argentina pague. Por eso el Plan Brady lleva el nombre de un secretario de Estado norteamericano y no el de San Martín o Bolívar.

De modo que la renegociaron de tal manera, que la terminarían de pagar nuestros nietos en el año 2023. Si es que pueden, porque ya la pagamos con efectivo; continuamos pagándola con las empresas que más facturan adquiridas con papeles de esa misma deuda, y seguimos pagando con la vida de los jubilados

que se suicidan, con la meningitis de los chicos que crecen en el hacinamiento de la miseria, con el aumento de la tuberculosis de los trabajadores y con el cólera de nuestros aborígenes; con la desaparición del hospital, de la escuela pública y del ferrocarríl.

Es hora de que alguien lo diga: así no podemos seguir pagando! !... veremos cómo.

  IV. ¿Cómo salimos de esto?

Los extremistas del mercado tratan de convencernos de lo imposible: nos dicen que no consumamos, porque el consumo genera inflación, cuando en realidad es -junto al crédito- motor de la economía, y la verdadera causa de la inestabilidad es la desinversión y la desindustrialización, provocadas por la transferencia de la renta nacional al exterior.

Ante tanta insensatez llegó la hora de enfrentar con la autonomía del pensamiento nacional a este SIDA del neoliberalismo internacionalista que debilita todas las defensas de nuestro organismo económico.

Proponemos recorrer otro camino, una Economía Nacional de Mercado, un “Nacionalismo de Mercado” basado en las siguientes premisas:

-La solución debe ser doctrina, y no a la inversa. Por eso para nosotros primero está el hombre y después las leyes del mercado.

-Debemos crear las condiciones para que a nadie le sea negado el uso y beneficio de los bienes materiales y espirituales.

-Hay que recomponer los mecanismos para recuperar el ahorro interno. El ahorro nacional -adecuadamente orientado- transformado en inversión es la causa del desarrollo. La inversión extranjera que será siempre bienvenida, es complemento de ese ahorro interno.

-Sin inversión no hay tecnología; sin tecnología no hay desarrollo, y sin desarrollo habrá conflicto, porque el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, como bien definió Paulo VI. El objetivo es crear más riqueza y distribuirla mejor.

-Necesitamos salarios dignos para desarrollar el consumo, dinamizar el comercio y activar la producción, porque el salario no puede ni debe ser la ventaja comparativa de una Argentina que tiene recursos naturales y capital humano más que suficientes para establecer otros parámetros de competencia.

-Nuestro mercado interno debe ser tan poderoso, que su demanda sea capaz de cubrir los costos fijos de las empresas, para que después puedan exportar excedentes de producción a precios marginales.

-Debe asegurarse que la tasa de retorno de cualquier actividad económica sea mayor que la tasa de interés real, porque no hay producción sin crédito.

-Tiene que pagar más impuestos el que más gana, por eso debe gravarse el lucro más que el consumo.

-La economía social de mercado es necesaria pero no suficiente, porque el

sector privado, que tiene un legítimo fin de lucro, no invertirá en la escuela pública, ni en el hospital, ni en la seguridad social, ni en la administración de Justicia ni en la seguridad.

-El rol del Estado es fijar equilibrio entre el Modelo Nacional (es decir el proyecto de Nación que queremos) y la libertad; entre la regulación y la iniciativa privada. Debe controlar estrictamente la prestación de los servicios públicos y laudar entre los intereses sectoriales en función del Interés Nacional.

En extrema síntesis: nuestro “Nacionalismo de mercado” consiste en preservar el ahorro nacional, recuperar el mercado interno, impulsar la producción y dignificar el trabajo.

Todo lo contrario de lo que se está haciendo.

No es un nacionalismo aislacionista. Procura afianzar la identidad nacional y promover el desarrollo de fronteras. Pero la política interna es reflejo de la política internacional de una nación, por eso en países tan desarrollados como Alemania y Japón, el primer ministro es el canciller.

Veamos entonces si podemos llevar adelante este proyecto en un mundo independiente por los intereses, la tecnología y las comunicaciones. ¿Podemos? ¿Nos dejarán hacerlo?

Respondo: La caída del sistema bipolar simbolizada por el derrumbe del Muro de Berlín, no dio lugar a un mundo unipolar hegemonizado por EE.UU., sino multipolar, con por lo menos tres centros de gravitación: Estados Unidos, la Europa Unida liderada por Alemania y Japón y sus satélites del Sudeste asiático.

Este mundo en transición, con 36 conflictos localizados -más que los que existían antes de la caída del muro- deja un amplio margen para ensayar Modelos Autónomos en defensa de la soberanía y el interés nacional.

Es más: así como no existe un Mundo unipolar, tampoco existe un sólo capitalismo. Autores como Michel Albert y Lester Thurow coinciden en dis­tinguir uno que denominan “anglosajón”, porque fue ensayado por Margaret Thatcher en Gran Bretaña, y por Reagan y Bush en Estados Unidos, y otro “renano”, porque nació en Alemania pero hoy se extiende a otros países europeos, que Albert considera más productivo y distributivo.

Thurow define al primer modelo como “una forma individualista, anglosajona y británico-norteamericana de capitalismo”, contraponiéndolo al carácter co­munitario del alemán y japonés. “Los norteamericanos -sintetiza- creen en la economía de los consumidores, losjaponeses en la economía de los productores”. Interpreta que la estrategia empresarial estadounidense considera al cliente y al personal sólo como un medio para obtener ganancia. Entonces esos empresarios admiten, cuando es posible, que “debe rebajarse el salario y, cuando no es necesario, hay que despedir personal”, mientras que las empresas japonesas consideran una traición el retiro voluntario.

Son dos formas distintas, dos concepciones, dos modelos de capitalismo.

     El libro de Albert se llama “Capitalismo versus capitalismo” y el de Thurow “La guerra del siglo XXI”, anticipando el enfrentamiento entre ambos.

Nosotros deberemos encontrar nuestro propio camino, buscando soluciones argentinas a los problemas argentinos. Porque no sirve intentar copiar ningún modelo extraño, que como el liberalismo, la socialdemocracia o el marxismo, pueden ser aplicados en otras sociedades pero aquí están condenados al fracaso.

La respuesta a nuestros interrogantes es: podemos. Podemos si queremos. Podemos si tenemos la voluntad política, la honradez, el coraje, el patriotismo inteligente y la capacidad de recorrer nuestro propio camino.

Podremos hacerlo si la sociedad argentina quiere -si ustedes quieren- que lo hagamos. Y cada vez es más la gente que quiere que lo hagamos: 600.000 en la provincia de Buenos Aires, 100.000 en Capital Federal. El año que viene (1993) pretendemos ser opción, para convertirnos en 1995 en la alternativa.

Sé que muchos de ustedes se han dedicado exclusivamente a su trabajo y a su familia, permaneciendo al margen de la actividad política por falta de vocación o interés. Pero hemos llegado a una encrucijada en la cual aunque ustedes no participen en política, la política se entromete en la vida de ustedes, y no precisamente para bien.

Hemos dejado la política en manos de corruptos y delincuentes, y así nos fue. Dejemos de quejamos contra el sistema; el sistema somos todos nosotros. Debemos organizarnos para ocuparlo y administrarlo honradamente.

Gracias por haber escuchado lo que proponemos. Gracias por respetar nuestras ideas.

La Argentina los espera. ¡VIVA LA PATRIA!

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Modin. Una patria con Justicia, Dignidad y Libertad