Diario «Ámbito Financiero»28 de setiembre de 1992

Nacionalismo de Mercado

El Plan Austral de Cavallo (la convertibilidad) llegó a su Primavera. Estamos en un punto donde los salarios son tan bajos en relación a los precios internos, que no les alcanzan a quienes los perciben para vivir dignamente; y al mismo tiempo son tan altos en dólares, que no les permiten exportar a quienes los pagan. Los industriales acaban de denunciar que la convertibilidad contribuyó a una cuantiosa transferencia de fondos del sector productivo al financiero.

El culto del libre mercado, oficiado sucesivamente por Martínez de Hoz, Alemann, Sourrouille y Cavallo ha empobrecido a los argentinos y desnacionalizado a la Argentina. En 1970 sólo resultaban pobres 5 de cada 100 hogares urbanos y 19 de cada 100 rurales. Hoy la mitad de la población está por debajo del nivel crítico de pobreza y un tercio sumido en la miseria. Un ministro admitió que 9 millones de argentinos carecen de alimentación, salud, vivienda, servicios sanitarios, educación y vestido; otros 6 millones no ganan lo necesario para comprar los productos de la canasta básica de alimentos.

Más que achicar el Estado, pauperizaron el mercado interno.

EL CUENTO DE LAS PRIVATIZACIONES

Así como Alfonsín aseguró que "con la democracia se come, se cura y se educa", Menem prometió que las privatizaciones serían el remedio de todos nuestros males. Lo de Aerolíneas y los peajes fueron estafas, lo de ENTeI transferencia de un mercado cautivo a monopolios estatales extranjeros con rentabilidad garantizada; el desguace de YPF, lapérdidade la mayor palanca para el desarrollo y fijan una condición previa para el desmembramiento territorial, así las demás están por verse.

Expertos como el profesor Lester Thurow, decano de la Escuela de Administración del Instituto de Tecnología de Massachusetts, ahora nos explican que "las privatizaciones y la desregulación, por sí mismas no aseguran que se realicen inversiones", puntualizando que "si el Estado hace inversiones que eleven la productividad, entonces van a aparecer inversiones privadas", porque "la verdadera distinción no es entre público y privado sino entre inversión y consumo".

Las privatizaciones son un instrumento y no un objetivo. El fin de la economía es el bienestar del hombre, y no únicamente que las cuentas les cierren bien a los cajeros. A nadie debe serle negado el uso y beneficio de los bienes, para lo cual propiciamos un sistema que asegure las condiciones que garanticen esta posibilidad.

En nuestro país se realizaron a tontas y a locas, desvirtuando la validez del instrumento. Se concretaron con una suerte de "naciofobia" por la cual se privilegió al capital extranjero, excluyendo a los capitales medios argentinos. Al iniciarse este año había 6.000 millones de dólares depositados en el sistema bancario local a tasas bajísimas, y el gobierno no movió un dedo para fomentar que ese capital de pequeños y medianos ahorristas se agrupara para adquirir las empresas privatizadas. Aún para tareas que no requieren tecnología alguna, como organizar carreras hípicas y explotar algunos bares, se convocó a capital extranjero.

Se nos pide reiteradamente una definición sobre las privatizaciones. La vamos a dar. Privatizaremos todo aquello que no sea esencial para el desarrollo nacional, y en cuanto pueda ser adquirido por capitales y empresas probadamente argentinos. El capital extranjero -como en Inglaterra- podrá participar en proporciones limitadas, sin privilegios, sin garantía de ganancias y sometido a los mismos riesgos y tribunales que los inversores argentinos.

Pero como las privatizaciones de la administración Menem se han convertido en un festival de corrupción y arbitrariedad institucional, advertimos que sus beneficiarios tienen plazo fijo para sus privilegios: nos comprometemos a revisar en 1995 -y si es necesario a revocar la ley- todas las privatizaciones, licitaciones y concesiones que se hayan realizado por decreto.

NUESTRA PROPUESTA

Sostenemos que este gobierno pretende llegar al primer mundo por un camino equivocado que nos conduce en sentido contrario. ¿Cuál es el error?

Sencillamente, que las naciones desarrolladas comenzaron acumulando capitales, para lo cual protegieron decididamente su producción, y después impulsaron teorías económicas con el fin de abrir mercados de consumo como en países condenados a no tener capital propio. Y nosotros debemos hacer lo que ellos hicieron, y no lo que nos dicen que hagamos.

Por eso Carlos Pellegrini sostenía ya en 1902 que "todas las naciones protegen el trabajo nacional y no puede ser de otra manera, porque el trabajo es la riqueza, y la riqueza es el poder y el engrandecimiento en todo sentido, y en la competencia universal es lógico que cada país trate de asegurar para su industria, en primer término, su propio mercado antes de buscar el mercado ajeno".

Por lo mismo, Henry Kissinger define casi un siglo después que "la soberanía de un país, en última instancia, reside en el control de su mercado interno".

Frente al dogma de la "Economía de mercado", proponemos nuestro "Nacionalismo de mercado". Así como el nacionalismo es nada más -ni nada menos- que la reacción natural del patriotismo ante la agresión externa, este aspecto puntual es la defensa a ultranza de un mercado que está siendo entregado vilmente.

Nos dicen que no debemos consumir porque el consumo genera inflación, cuando en realidad ocurre todo lo contrario. Las causas estructurales de la inflación son la desinversión y la desindustrialización.

Pero como no podemos confiar en un capital externo que nunca llega, la base de la inversión debe ser el ahorro interno. Es decir, debemos procurar que la renta de la riqueza que producimos quede en la Argentina, e invertida en educación, cultura, ciencia y tecnología se transforme en desarrollo.

Para ello debemos fortalecer nuestro mercado interno. El salario no puede ser la ventaja comparativa de la Argentina, que cuenta con recursos naturales y humanos más que suficientes para establecer otros parámetros de competencia. Debemos lograr salarios dignos y aptos para desarrollar paulatinamente el consumo, movilizar el comercio y activar la producción. Necesitamos un mercado interno tan poderoso, que su demanda sea capaz de cubrir los costos fijos de las empresas productoras, para posibilitar luego que exporten. La política monetaria sólo debe servir para garantizar que la tasa de retorno de toda actividad económica sea mayor que la tasa de interés real (costo del dinero), porque sólo así habrá crédito, sin el cual no hay producción.

Este es, en síntesis, el Nacionalismo de mercado que proponemos.

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Modin. Una patria con Justicia, Dignidad y Libertad