Diario «Clarín»12 de agosto de 1992

El otro camino

El radicalismo dice hoy por conveniencia lo que nosotros sostenemos desde hace casi dos años por convicción. Un modelo que penaliza el ahorro interno, asfixia el crecimiento económico y pauperiza a la población, tiene que terminar mal.

Pero existe una diferencia sustancial de enfoque: consideramos que el plan Cavallo es una continuidad de lo que hicieron Martinez de Hoz durante el Proceso y Sourrouille en el gobierno de Alfonsín.

El mecanismo ha sido perverso. Los grupos económicos que contrajeron la deuda externa privada, luego estatizada por Cavallo durante su gestión al frente del Banco Central en la presidencia del general Bignone, hoy compran las empresas públicas que más facturan con papeles de esa misma deuda. Son los mismos grupos que financiaron sucesivamente las campañas de Alfonsín y de Menem, y los mismos que durante años auspiciaron la Fundación Mediterránea, presidida por el propio Cavallo.

El plan de convertibilidad termina mal por tres razones:

• Este año se acaba la liquidación de las ‘joyas de la abuela" con la privatización de ferrocarriles, distribución de luz, gas y agua corriente. El próximo ya no se contará con esos recursos extraordinarios para afrontar los pagos comprometidos por el plan Brady, que sólo refinanció la mitad de la deuda externa.

• Se está liquidando el superávit de la balanza comercial porque el dólar bajo subsidia las importaciones. Los argentinos ya no podemos exportar ni ajo a Brasil, mientras diariamente cruzan 600 camiones por Uruguayana cargados con todo tipo de mercadería brasileña.

• La desaparición de empresas provocará una brusca caída de la recaudación impositiva determinando un nuevo desequilibrio fiscal.

¿EN QUÉ MUNDO ESTAMOS?

El gobierno quiso llegar al "primer mundo" desarrollado, pero tomó un tren equivocado que lo conduce en sentido contrario. No alcanzaremos el desarrollo entregando nuestro mercado interno, rematando a precio vil las empresas públicas, favoreciendo la concentración de riqueza y sometiéndonos al interés de la política exterior norteamericana.

Después de la caída del muro de Berlín no subsiste un mundo unipolar hegemonizado por Estados Unidos, sino un sistema multipolar con por lo menos tres centros de gravitación: EEUU, la Comunidad Europea liderada por Alemania y el Japón y sus satélites económicos del sudeste asiático.

Ante el fracaso de la privatización de Aerolíneas y la transferencia monopólica de Entel, y los abusos del sistema de peajes y de la concesión de estacionamiento medido, los usuarios comienzan a preguntarse qué está pasando. ¿Las privatizaciones no eran la panacea para nuestros problemas? ¿El estatismo no era la causa de nuestros principales males?

En realidad, la antinomia nunca ha sido estatismo o privatismo, sino capitalismo o socialismo. Pero así como no existe un mundo unipolar, tampoco existe un sólo tipo de capitalismo.

Hay un modelo capitalista salvaje, que podríamos denominar anglosajón, porque fue ensayado en Gran Bretaña por Margaret Thacher y en Estados Unidos por Ronald Reagan, con los resultados conocidos: recesión y conflicto social. Y otro más humano, que algunos autores como Michael Albert llaman renano, porque se originó en Alemania pero hoy se extiende también a Austria, Suiza, Holanda y Dinamarca. Se diferencian en dos rasgos esenciales: la impronta productiva y la política social.

El modelo anglosajón es menos eficaz, con menor competitividad y mayor brecha entre ricos y pobres. Estados Unidos tiene un 17% de pobres y Alemania sólo un 5%; Gran Bretaña tiene más analfabetos que Portugal. El renano -según Albert- es más eficiente y más justo, porque no busca solamente el lucro, sino también el bienestar social.

En síntesis: este mundo en transición, donde hay 36 conflictos localizados, tantos o más que antes de la caída del sistema bipolar, deja un amplio margen para ensayar modelos autónomos en beneficio del interés nacional y la dignidad del pueblo.

¿QUÉ PAÍS QUEREMOS?

Alfonsín aseguró que con la democracia se come, se cura y se educa. La ola de saqueos, en medio de la explosión hiperinflacionaria, se ocupó de desmentirlo. No basta la representatividad política para resolver los problemas argentinos.

Menem prometió revolución productiva y salariazo, pero dio recesión, desocupación e hipercorrupción. Promulgó 128 decretos de necesidad y urgencia, más de los que se suscribieron en toda la historia argentina desde Urquiza hasta Alfonsín. Dijo que los fondos producidos por las privatizacíones serían destinados a salud, educación y seguridad. Pero en realidad se destinaron al pago de la deuda externa, como consta en el acuerdo con el FMI. El ajuste económico tampoco basta para resolver la crisis argentina.

Los principales males que nos aquejan provienen de haber abandonado las políticas de desarrollo, hace 30 años, y las de justicia social, hace 35.

En 1974, según la encuesta de hogares del INDEC, el 20 por ciento más rico de la población percibía el 39,5% del ingreso y el 20 por ciento más pobre el 8,8%. En 1989, las proporciones alcanzaban el 52,4% para los más ricos y sólo el 5,3% para los más pobres. Estas cifras se han agravado aún más. Se está construyendo una sociedad injusta, dual y fracturada. Una sociedad excluyente, para 5 millones de personas, que excluye al resto de la educación, la salud, la cultura, la seguridad y la administración de justicia.

Esta sociedad injusta es un mal negocio para todos. Los más pobres sufren una epidemia de cólera que ya superó los 400 casos, un incremento del 40% de la tuberculosis el año pasado y 36 muertes por frio este invierno; los más ricos viven cada vez más inseguros porque son víctimas de secuestros y otros delitos; la clase media ya ha perdido su movilidad social y está pauperizándose.

Nuestro propósito es -por lo menos- volver a los niveles de 1974 a través de una reforma ‘tributaria que grave el lucro y no el consumo, y de una política crediticia que estimule a la pequeña y mediana empresa.

Estabilidad no es únicamente ausencia de inflación. China, Panamá y El Salvador tienen índices inflacionarios inferiores al nuestro, pero no son modelos aptos para nosotros. Lo único estable en la Argentina actual son los salarios. Todo lo demás aumenta. Desde el inicio del plan de convertibilidad se registró un 30 por ciento de inflación en dólares, pero alimentos, alquileres, tarifas y servicios crecieron mucho más.

Nuestros objetivos son recuperar el mercado interno, preservar el ahorro nacional, impulsar la producción y dignificar el trabajo. Ni críticos ni criticados son hoy una alternativa válida para los argentinos. Nuestra opción nacional es el otro camino.

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Modin. Una patria con Justicia, Dignidad y Libertad