Un 10% de los argentinos habita en
el primer mundo y un 40% en el cuarto. Los primeros reciben el 36% del
ingreso nacional y los otros solamente el 14%. Casi la mitad de nuestra
población (un 47%) no percibe lo necesario para comprar la canasta
básica de alimentos y virtualmente un tercio carece de viviendas,
servicios sanitarios, asistenciales y educativos, y hasta de vestimenta.
Somos como mendigos en una
joyería. ¿Cómo es posible que seamos tan pobres rodeados de tanta
riqueza?
La Argentina fue literalmente
vaciada en las dos últimas décadas mediante cuatro vías: fuga de
capitales; pago de una deuda externa usuraria; corrupción
administrativa y entrega del mercado interno a través de la venta de
las empresas públicas que más facturaban y de la apertura salvaje de
las importaciones.
Martínez de Hoz aumentó
sideralmente la deuda externa, Sourrouille la legitimó y Cavallo la
paga, luego de haber estatizado la deuda privada cuando era presidente
del Banco Central en el gobierno del general Bignone.
Este año, el 46% de todos los
impuestos que pagaremos los argentinos será destinado a seguir saldando
esta deuda.
El modelo de país elegido por
Menem -y también por Angeloz y De la Rúa, que no harían algo muy
distinto- implica una insólita concentración de riqueza. Solamente
cuatro grupos económicos representan hoy un 50% de la economía
nacional con un capital de 86.000 millones de dólares. Controlan la
provisión de agua Corriente, gas, luz y combustibles; los servicios
telefónicos y el transporte aéreo, ferroviario y terrestre por 10.000
kilómetros de rutas argentinas.
No es casual que se multipliquen
los shoppings, las canchas de paddle, los country y los lofts para
consumidores con alto poder adquisitivo, mientras que 10 kilos de lana
no alcanzan para comprar media bolsa de harina, cuando cinco años
atrás permitían comprar seis bolsas, como ejemplificó Monseñor
Hesayne. El año pasado, los 3.000 millones de dólares del déficit del
intercambio comercial con el exterior significaron miles de puestos de
trabajo menos para los argentinos, porque cada vez que compramos un
artículo importado pagamos mano de obra extranjera. Este año puede
duplicarse.
Si usted está sin trabajo o
sobreviviendo con changas, si le suspendieron las horas extras, si es
uno de los profesionales que está conduciendo un taxi, si es docente,
si usted está jubilado o si es uno de los empresarios que sufre por el
personal que deja en la calle porque tiene que bajar las cortinas de su
negocio, sabe de qué estoy hablando.
El modelo final del menemismo
alcanza solamente para el bienestar de un tercio de nuestra población.
El resto sobrevivirá con una dieta mínima, sin educación ni servicios
esenciales, diezmado por el cólera y otras enfermedades de la miseria.
La Argentina será como una Suiza y dos Haití. ¿En cuál vivirá
usted?
Pobres habrá siempre, no es un
mandato divino, sino una resignación humana. Nosotros no nos
resignamos. Hay otro camino: desarrollo con justicia social para forjar
una Argentina con pobres menos pobres y ricos menos ricos. Lo invitamos
a recorrerlo junto al MODIN.
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