No somos estatistas,
pero tampoco privatistas dogmáticos, porque las privatizaciones son
instrumento y no un fin en sí mismas. En la Argentina no se realizaron
como inversiones de riesgo que garantizaran la prestación de los
servicios públicos esenciales, sino como un mecanismo de pago de la
deuda externa. Sólo así se entiende que las tarifas telefónicas
cuesten hoy ocho veces más que cuando existía ENTEL, según lo
denunciaron la UIA y la CGI.
La economía de mercado es
necesaria pero no suficiente. El sector privado tiene legítimos fines
de lucro, por eso no invierte en la escuela pública, en el hospital, en
la administración de Justicia ni en la seguridad. El rol del Estado es
fijar equilibrio entre el Modelo nacional y la libertad; entre la
regulación y la iniciativa privada, porque siempre alguien regula. Si
el granjero no regula su gallinero, lo regula el zorro.
¿Qué podría esperarse de un
gobierno del MODIN?
Una recomposición de los
mecanismos para recuperar el ahorro interno. El ahorro nacional
-adecuadamente orientado- transformado en inversión es la causa del
desarrollo. La inversión extranjera, que será siempre bienvenida, es
complemento de ese ahorro interno. Sin inversión no hay tecnología;
sin tecnología no hay desarrollo, y sin desarrollo habrá conflicto,
porque el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, como bien definió
Paulo VI. El objetivo es crear más riqueza y distribuirla mejor.
Salarios dignos para desarrollar el
consumo, dinamizar el comercio y activar la producción, porque el
salario no puede ser la ventaja comparativa de un país que tiene
recursos naturales y capital humano más que suficiente para establecer
otros parámetros de competencia. Y porque necesitamos un mercado
interno tan poderoso, que su demanda sea capaz de cubrir los costos
fijos de las empresas.
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