Diario «Pregón de Lanús» Diciembre de 1992

Revolución Corruptiva

Carlos Menem prometió "revolución productiva y salariazo" y en realidad produjo revolución corruptiva y empobrecimiento. En los últimos días algunos casos lo ejemplifican patéticamente: el de Alberto Lestelle, acusado por un "arrepentido" de haber ordenado su contratación para asesinara un narcotraficante que sabía demasiado; el del gobernador sanjuanino Jorge Escobar, suspendido por la Legislatura provincial acusado de corrupción; y el del brigadier Andrés Antonietti, quien abandona la jefatura del Estado Mayor Conjunto por no haber podido explicar claramente cómo adquirió una propiedad que cuesta medio millón de dólares con sus magros ingresos.

Mientras tanto, Aerolíneas anunció que aumentará entre un 15 y un 30% las tarifas de sus vuelos de cabotaje (es decir internos), cuando uno de sus aviones estalló en San Luis, como una renovada prueba de cómo funcionan las empresas privatizadas.

Lestelle, Escobar y Antonietti son típicas criaturas de la revolución corruptiva del menemismo. Si bien el brigadier es el más próximo al Presidente por lazos de amistad nunca desmentidos, Escobar contó para su campaña con el personal respaldo de Eduardo Menem y aún del ministro Cavallo, procesado a su vez por cohecho a raíz de su condición de asalariado de las empresas de la Fundación Mediterránea. Compró para la gobernación vehículos a una concesionaria de sus familiares y utilizó personal y maquinarias oficiales en sus propiedades.

El secretario de Lucha contra el narcotráfico, Alberto Lestelle, es hombre de Eduardo Duhalde, quien llegó a declarar que no le sorprendería que alguna vez se hallara con un paquete de cocaína en el baúl de su automóvil, presuntamente colocado por el narcotráfico. A mí tampoco me asombraría. Su caso se suma al Yomagate, que involucró a familiares del Presidente y a uno de sus secretarios de Estado, que había actuado como coordinador de su campaña en la provincia de Buenos Aires. Como la droga es un problema político y se infiltra en niveles políticos, la solución también debe ser política: pegar duro y a la cabeza, y estar alertados que donde entra la DEA, que con su accionar termina regulando el mercado de consumo, la droga no sale jamás. Nunca la corrupción estuvo tan cerca del corazón de la administración y vinculada con mafias de tal magnitud y peligrosidad. Si hasta Neustadt les está pidiendo que paren de robar!

Esta corrupción política se completa con la corrupción económica que se advierte en las privatizaciones, entre otros aspectos. Así como las tarifas telefónicas son hoy ocho veces más caras que cuando existía ENTe1 -según denunciaron la UIA y la CGI-, las tarifas de los vuelos de cabotaje se incrementan ahora un 30% sin control alguno del Estado, y Aerolíneas pide que se subsidien sus pérdidas. Recordemos el negociado de los peajes y terminaremos de pintar el cuadro de la impunidad.

REVOLUCION MORAL

La revolución no es una barricada sino un estado de espíritu que comienza cuando se advierte que no sólo hay que evitar los abusos, sino cambiar los usos, interpretaba Ortega y Gasset. En el gobierno argentino, la corrupción está dejando de ser una excepción para convertirse en regla. Lestelle, Antonietti y Escobar son los últimos eslabones de una cadena que incluye a los ex-ministros Roberto Dromi y Jorge Triaca; al ex-viceministro del Interior Juan Carlos Masson; al ex-secretario de Estado de Recursos Hídricos Mario Caserta; a la ex-directora de Audiencias de la Presidencia Amira Yoma; al ex-secretario privado del Presidente Miguel Angel Vicco; al ex-asesor presidencial Carlos Spadone; al ex-vicegobernador santafesino Mario Vanrrel; al ex-titular del ANSAAL Luis Barrionuevo; al ex-interventor del PAMI Miguel Nazur; al ex-intendente porteño Carlos Grosso; al "diputrucho" justicialista Juan Kenan y a otros próceres de la "patria menemista". Todo un gabinete y algo más.

Esta revolución corruptiva que padecemos los argentinos, sólo podrá ser superada por una Revolución Moral, protagonizada por hombres y mujeres honrados, que son inmensa mayoría, dispuestos a ocupar el lugar de los corruptos en la administración nacional, provincial y municipal, y enviarlos donde corresponde: a la cárcel. Esta revolución moral no necesita de la violencia, sino de la canalización inteligente y organizada de la sana indignación. Tampoco es cuestión de un puñado de iluminados mesiánicos, porque requerirá del mayor consenso y participación de los argentinos. El mal no está en el sistema sino en el corazón de los hombres.

Nuestras urgencias son tan graves, que los tiempos parecen agotarse en América Latina. En Venezuela, un sector del Ejército intentó derrocar a un

gobierno corrupto. En Perú, el Presidente disolvió al Congreso con la excusa de la corrupción, para garantizar la continuidad del modelo dependiente que pretende imponerse en todo el continente. En Brasil, el Congreso destituyó al Presidente por corrupción. En la Argentina, el pueblo derrotará -repito: derrotará- con votos al Presidente y al Congreso, es decir a la dirigencia corrupta. Esa es la convicción y el objetivo político del MODIN.

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Modin. Una patria con Justicia, Dignidad y Libertad