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Ahora que se van conociendo las facetas más ocultas de la intentona golpista en Venezuela puede completarse el cuadro de situación y entender detalles tan alevosos que en un primer momento parecían rayanos con el ridículo. De
a poco se irá armando la historia con testimonios varios; por lo
pronto, ya es posible sacar un balance y afirmar que Venezuela vive
momentos históricos. Para sí misma pero también para los países
latinoamericanos. Y no es para menos. En pocos días fue posible
presenciar un proceso muy repetido en nuestro continente, cuyo
desenlace, sin embargo, no encaja en la constante
histórica latinoamericana de los golpes de Estado que se
pergenian contra los proyectos nacionales “peligrosos”. Para
enumerar los acontecimientos que en los primeros días de abril fueron
noticia basta con decir que hubo: primero un golpe de estado realizado
contra un gobierno republicano legítimamente elegido, después la
instauración de un gobierno de facto con notorio tinte dictatorial y,
finalmente, la restauración del gobierno depuesto. Obviamente
esta enumeración de hechos no alcanza a trasuntar la real significación
de los mismos. Pero vamos por partes. EL
GOLPE CORPORATIVO PROYANQUI. Tal
vez este subtítulo sea demasiado para reseñar un período de unas
cuantas horas que acabó en un fracaso, pero la realidad es que se
organizó corporativamente y que se hizo en favor de los intereses de la
Casa Blanca. Ocurre
que la Venezuela bolivariana de Chávez constituye desde hace ya tiempo
una piedra en el zapato para la administración republicana
estadounidense. Si
hablamos en términos
geopolíticos, porque es innegable que Venezuela se había
acercado “demasiado” a la guerrilla colombiana y a la
bloqueada isla caribeña, no tanto por afinidad ideológica como por
poseer un enemigo común. Si hablamos en términos económicos porque Estados Unidos necesita asegurarse una provisión de petróleo adecuada en cantidad y precio a sus intereses. Este objetivo estaba resultándole difícil de lograr en la actual coyuntura internacional. Primero por su actuación en medio oriente (guerra al terrorismo y mediación interesada en el conflicto árabe-israelí), que mina sus relaciones con el mundo musulmán, una de sus fuentes de abastecimiento petrolero. Y, segundo, porque Chávez se animó a meter mano en PDVSA (la empresa petrolera venezolana que funciona como un Estado dentro del Estado), reemplazando la gerencia tradicionalmente complaciente para con la Casa Blanca por una más pro-venezolana. Por
eso decimos que largamente anunciada fue la intentona golpista. Desde
hacía varios meses había una serie de datos
que movía a pensar que las cosas en la Patria de Bolívar acabarían
por complicársele en serio al Presidente Chávez por no ceder fácilmente
ante las presiones que a su país, como a todo país latinoamericano que
pretende levantar cabeza, le llueven desde el exterior. Entre esos datos “de público conocimiento” podemos mencionar la permanente dureza con el FMI -ante quien finalmente debió ceder un poco-; la prensa, interna y externa, unánimemente volcada en su contra; la tensión militar creciente que cada semana acababa con algún uniformado de rango saliendo ha hacer declaraciones en nombre de tal o cual arma, aunque no representaran el espíritu de la misma. Y, por último, el motivo coyuntural -pero detonante-: la situación de PDVSA. Ya llegados este punto cualquier pretexto fue bueno: crisis económico-social, intolerancia, inestabilidad institucional, falta de democracia... Lo de siempre. Las eternas razones que encuentra la “democracia” estadounidense para intervenir militarmente o con la C.I.A. al sur de su frontera, para satisfacer las necesidades coyunturales (abastecimiento de petróleo) y cumplir los objetivos permanentes (mantener en vigencia la doctrina de Monroe). Por
eso pudo conformarse una extraña alianza opositora que en pocos días
pasó de decretar un paro por tiempo indefinido a propiciar un golpe de
Estado de estilo corporativo, el 11 de abril, en el que participaron
Fedecámaras (sector empresarial), CTV (algunos sectores obreros),
algunos militares de rango y la clase media, politizada un poco al
estilo argentino. Esa convergencia de presiones
olía a algo más que puro descontento popular reclamando en las
calles por un recambio de dirigencia. Olía a
Departamento de Estado. Olía a C.Í.A. . Olía a doctrina de
Monroe, aunque desde Washington se insistiese después en que nada sabían,
o que sí sabían pero que no apoyaban, o que Chávez era el único
culpable. Pero
no todo iba a responder tan sencillamente a una variante política del
realismo mágico latinoamericano, y tampoco el chavismo estaba acabado
ni muchos menos. En pocas horas el flamante y de facto gobierno
encabezado por Carmona -que se había tomado juramento así mismo porque
la institucionalidad republicana ya había sido disuelta- empezó a
demostrar las fisuras que la prensa mostraba lacónica y mínimamente,
sin hacerse eco de la situación real
de los golpistas y de las calles de Venezuela donde el chavismo
recuperaba terreno. Las noticias estaban en un lugar y los periodistas
estaban en otro, o directamente no estaban. Libertad de prensa, que le
llaman. LA
REVOLUCIÓN NO HA MUERTO. Finalmente
el golpe fracasó, pero en los momentos en que algunos consideraban que
Chávez se encontraba ya sin posibilidades
de volver a ocupar la presidencia
se llegó a decir que su período de gobierno (es decir el de
la revolución bolivariana)
sería para la historia venezolana algo anecdótico. Nosotros
creemos que no es así. La revolución bolivariana encarada hace ya tres
años por las mayorías de venezuela merece sin dudas
llamarse proyecto nacional. Porque
ha nacido de un movimiento, porque ese movimiento encarna lo venezolano,
empezando por los
valores espirituales y acabando por los rumbos políticos, económicos y
sociales. Y también porque Chávez, más que un dirigente sui generis
que hizo renacer
en los venezolanos el interés político luego de que los partidos
tradicionales (AD y COPEI) cayeran en el anquilosamiento y la corrupción
(por no hablar de entrega),
es un
caudillo (populista, demagógico y tiránico para muchos) que ha sido
capaz de ponerse al frente de ese proyecto generando masivamente el
compromiso de los venezolanos con su Patria. La
revolución bolivariana, lo repetimos, ni es ni será una cuestión mínima
en la historia de Venezuela.
Porque un proyecto nacional
podrá o no consolidarse, podrá o no ser derrocado o silenciado,
pero nunca entrará en el terreno de la anécdota. EL
FUTURO Cabe
ahora preguntar si el peligro para Venezuela, restaurado el gobierno legítimo,
ha desaparecido. Bien sabemos que no. Baste recordar que Joe Stiglitz,
el economista rebelde del FMI que hace poco se animó a deschavar
oficialmente las perversas
políticas seguidas por el Fondo Monetario y a decir que por no
aceptarlas Chávez tenía el tiempo contado. Por
otro lado, Estados Unidos, después de recomendar a Chávez -como lo ha
hecho- que
aproveche esta segunda oportunidad tratará de desaparecer de la escena,
poniendo en marcha toda la fachada institucional (léase OEA) que le
permita cubrirse de las maledicencias sin perder de vista otros puntos
actual o potencialmente conflictivos: Colombia (con la combinación
droga guerrilla), Brasil
(con la eterna amenaza de Lula Da Silva) y Cuba. Incluso Argentina está
en la mira, porque no conviene que Duhalde -más allá de que se anime o
no- sea otro Chávez. Pero
sin minimizar lo anterior, el problema mayor para Chávez está en su país.
Debe reconocerrse que existe el descontento legítimo , pero también
debe señalarse que muchos hay también que son oposición porque no
pueden satisfacer sus privilegios sectoriales, y que continuarán en su
postura, más o menos encubiertamente. Por
eso, el mayor desafío lo tiene hoy Chávez en su frente interno, en la
política venezolana.
Para eso valen las
propias palabras del Presidente cuando hablando de autocrítica
cargó con los propios errores e hizo un llamado a la reflexión.
Esa
inmensa tarea les queda a los venezolanos todos. Ni nos corresponde ni
pretendemos emitir aquí más opinión que la que hasta ahora
hemos emitido. Pero
de algo sí estamos seguros. Jamás podrá achacársele al chavismo como
error el haberse decidido a poner a Venezuela de pie. Vaya
entonces, desde el extremo sur del continente americano, nuestro apoyo
espiritual a la Venezuela bolivariana, un sueño puesto en marcha
por Chávez hace tres años, pero que no acaba en el Presidente
ni en ningún otro dirigente político. Porque todo proyecto que busque
construir una Venezuela grande y soberana no puede tener más dueño ni
más destinatario que el
propio pueblo venezolano. |
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