Sobre la guerra prolongada

Mao Tse-tung
SOBRE LA GUERRA PROLONGADA 

      SOBRE LA GUERRA PROLONGADA (Mayo de 1938 )
      113

        Planteamiento del problema
        La base del problema
        Refutación de la teoría de la subyugación nacional
        ¿Compromiso o resistencia? ¿Corrupción o progreso?
        La teoría de la victoria rápida es tan errónea como la
          teoría de la subyugación nacional
        ¿Por qué una guerra prolongada?
        Las tres etapas de la guerra prolongada
        Guerra de interpenetración
        Guerra por una paz perdurable
        Actividad consciente en la guerra
        Guerra y política
        Movilización política para la Guerra de Resistencia
        Objetivo de la guerra
        Ofensiva dentro de la defensiva, operaciones de decisión
          rápida dentro de la guerra prolongada y líneas exteriores
          dentro de líneas interiores
        Iniciativa, flexibilidad y planificación
        Guerra de movimientos, guerra de guerrillas y guerra de
          posiciones
        Guerra de desgaste y guerra de aniquilamiento
        Posibilidades de explotar los errores del enemigo
        Batallas decisivas en la Guerra de Resistencia contra el
          Japón
        Ejército y pueblo, base de la victoria
        Conclusiones





  


   

    SOBRE LA GUERRA PROLONGADA[*]
  Mayo de 1938 


  PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA 
      1. Se acerca el 7 de julio, primer aniversario del estallido de la gran 
  Guerra de Resistencia contra el Japón. Hace ya casi un año que toda la nación, 
  uniendo sus fuerzas y perseverando en la Guerra de Resistencia y en el frente 
  único, lucha heroicamente contra el enemigo. Esta guerra no tiene precedentes 
  en la historia de Oriente y ocupará un lugar destacado también en la historia 
  universal; los pueblos del mundo entero siguen con atención su desarrollo. 
  Todos los chinos que sufren los desastres de la guerra y luchan por la 
  existencia de la nación, anhelan diariamente la victoria. Pero ¿cuál será en 
  realidad el curso de la guerra? ¿Podremos vencer? ¿Podremos vencer 
  rápidamente? Muchos hablan de una guerra prolongada, pero ¿por qué una guerra 
  prolongada? y ¿cómo hacerla? Muchos hablan de la victoria final, pero ¿por qué 
  será nuestra la victoria final? y ¿cómo lograrla? No todos han encontrado 
  respuesta a estas preguntas; más aún, la mayoría no la ha encontrado hasta 
  ahora. Y así, los derrotistas partidarios de la teoría de la subyugación 
  nacional se han presentado a decirle a la gente que China será subyugada y que 
  la victoria final no le pertenecerá. Ciertos amigos impetuosos también han 
  salido a decir que China puede triunfar muy pronto, sin necesidad de grandes 
  esfuerzos. Pero ¿son correctas estas opiniones? Siempre hemos dicho que no. 
  Sin embargo, la mayoría no ha comprendido aún lo que hemos venido diciendo. 
  Esto se debe, en parte, a que nuestro trabajo de propaganda y explicación ha 
  sido insuficiente, y en parte, a que 


      * Ciclo de conferencias dictado por el camarada Mao Tse-tung en Yenán del 
  26 de mayo al 3 de junio de 1939 en la Asociación para el Estudio de la Guerra 
  de Resistencia con el Japón. 
  
  los acontecimientos objetivos, en su desarrollo, aún no han revelado por 
  completo su naturaleza inherente ni manifestado claramente sus rasgos, de modo 
  que la gente no puede discernir las tendencias y perspectivas del desarrollo 
  de los acontecimientos en su conjunto ni, por lo tanto, determinar enteramente 
  las orientaciones y los métodos de acción. Ahora las cosas van mejor; la 
  experiencia de diez meses de Guerra de Resistencia ha sido más que suficiente 
  para desbaratar la teoría absolutamente infundada de la subyugación nacional 
  y, al mismo tiempo, para disuadir a nuestros amigos impetuosos de su teoría de 
  la victoria rápida. En estas circunstancias, mucha gente pide una explicación 
  a modo de balance. Y con mayor razón en lo referente a la guerra prolongada, 
  ya que no sólo existen contra ella las teorías de la subyugación nacional y de 
  la victoria rápida, sino que existe también una comprensión huera de la misma. 
  "Desde el Incidente de Lukouchiao, los cuatrocientos millones de chinos vienen 
  realizando esfuerzos mancomunados, y la victoria final será de China." Esta 
  fórmula está muy en boga. Es correcta, pero es necesario darle un contenido. 
  Si hemos podido perseverar en la Guerra de Resistencia contra el Japón y 
  mantener el frente único, ello se ha debido a la concurrencia de numerosos 
  factores: en el plano interior, todos los partidos y grupos políticos, desde 
  el Partido Comunista hasta el Kuomintang; todo el pueblo, desde los obreros y 
  los campesinos hasta la burguesía, y todas las fuerzas armadas, desde las 
  tropas regulares hasta las unidades guerrilleras; en el plano internacional, 
  el país socialista y todos los pueblos amantes de la justicia, y en el campo 
  enemigo, aquellos que entre la población civil y entre los soldados del frente 
  se oponen a la guerra. En una palabra, todos ellos han contribuido en 
  distintos grados a nuestra Guerra de Resistencia. Todo persona de buena fe 
  debe rendirles homenaje. Junto con los demás partidos que están por la 
  resistencia y el pueblo entero, los comunistas tenemos como único objetivo 
  luchar por unir todas las fuerzas para vencer a los abominables invasores 
  japoneses. El 1.ƒ de julio de este año se cumplirá el XVII aniversario de la 
  fundación del Partido Comunista de China. A fin de que cada comunista aporte 
  mejores y más grandes esfuerzos a la Guerra de Resistencia contra el Japón, es 
  también preciso conceder una importancia particular al estudio de la guerra 
  prolongada. Por esto, mis conferencias estarán dedicadas a ese estudio. 
  Trataré de hablar sobre todos los problemas vinculados con la guerra 
  prolongada, pero no me será posible entrar en todos los detalles en un solo 
  ciclo de conferencias. 
  
      2. Toda la experiencia de los diez meses de Guerra de Resistencia 
  demuestra que son erróneas tanto la teoría de la inevitable subyugación de 
  China como la de su victoria rápida. La primera engendra la tendencia al 
  compromiso, y la segunda, la tendencia a la subestimación del enemigo. Los 
  partidarios de estas teorías abordan el problema de una manera subjetiva y 
  unilateral, es decir, no científica. 
      3. Antes de que se iniciara la Guerra de Resistencia, existían muchas 
  opiniones inspiradas en la teoría de la subyugación nacional. Se decía, por 
  ejemplo: "China está peor armada que el enemigo, y condenada a la derrota en 
  una guerra." "Si China resiste, se convertirá inevitablemente en otra 
  Abisinia." Desde que empezó la guerra, ya no se expresan abiertamente 
  opiniones de este orden; pero siguen manifestándose solapadamente, y en 
  abundancia. Por ejemplo, de tiempo en tiempo surge una atmósfera de 
  compromiso, y sus partidarios argumentan: "La continuación de la guerra 
  significa la subyugación inevitable."[1] Desde la provincia de Junán, un 
  estudiante nos escribe: 
        "En el campo tropiezo a cada paso con dificultades. Al hacer propaganda 
    sin ayuda de nadie, tengo que hablar con la gente donde y cuando la 
    encuentro. Mis interlocutores no son en modo alguno ignorantes; todos tienen 
    cierta comprensión de lo que está ocurriendo y se muestran muy interesados 
    en lo que les digo. Pero cuando tropiezo con mis propios parientes, siempre 
    me dicen: China no puede vencer; está condenada' ¡Qué asco! Y menos mal que 
    no andan por ahí divulgando sus opiniones, pues eso sería desastroso. ¡Los 
    campesinos, como es natural, les darían más crédito a ellos que a mí!" 
  Estos partidarios de la teoría de la inevitable subyugación de China forman la 
  base social de la tendencia al compromiso. A elementos de esta especie se les 
  encuentra en todos los rincones de China; por eso, el problema del compromiso 
  puede aflorar en el seno del frente antijaponés en cualquier momento y quizá 
  subsistirá hasta el final mismo de la guerra. Ahora que ha caído S¸chou y que 
  Wuján está en peligro, creo que no será inútil dar un mentís a la teoría de la 
  subyugación nacional. 
      4. Durante estos diez meses de Guerra de Resistencia, han aparecido 
  también toda clase de opiniones caracterizadas por la precipitación. Por 
  ejemplo, al comienzo de la guerra, mucha gente mostraba un optimismo sin 
  fundamento; subestimaba al Japón e incluso creía que los japoneses no podrían 
  llegar hasta la provincia 
  
  de Shansí. Algunos menospreciaban el papel estratégico de la guerra de 
  guerrillas en la Guerra de Resistencia contra el Japón y ponían en duda el 
  siguiente planteamiento: "En el plano de conjunto, la guerra de movimientos es 
  lo principal, y la de guerrillas, lo auxiliar; en el plano particular, la 
  guerra de guerrillas es lo principal, y la de movimientos, lo auxiliar." 
  Desaprobaban la línea estratégica del VIII Ejército, que es: "Tomar la guerra 
  de guerrillas como lo fundamental, pero no perder oportunidad alguna para 
  realizar la guerra de movimientos cuando las condiciones sean favorables", y 
  consideraban que éste era un punto de vista "mecanicista"[2]. Durante la 
  campaña de Shanghai, algunos decían: "Basta resistir tres meses; la situación 
  internacional tendrá que cambiar, la Unión Soviética habrá de enviar tropas y 
  la guerra terminará." Depositaban sus esperanzas para el futuro de la Guerra 
  de Resistencia principalmente en la ayuda extranjera[3]. A raíz de la victoria 
  de Taierchuang[4], algunos sostenían que la campaña de S¸chou debía ser una 
  "batalla casi decisiva" y que había que cambiar la política establecida de 
  guerra prolongada: Decían cosas tales como: "Esta campaña representa el último 
  y desesperado Forcejeo del enemigo"; "Si ganamos, los militaristas japoneses 
  quedarán desmoralizados y sólo podrán esperar su juicio final"[5]. La victoria 
  de Pingsingkuan se les había subido a la cabeza a algunos, y la de Taierchuang 
  hizo perder el juicio a un número aún mayor de personas. Y así se han 
  suscitado dudas acerca de si el enemigo atacará Wuján. Muchos piensan que 
  "probablemente no", y muchos otros, que "de ninguna manera". Tales dudas 
  pueden afectar a todos los problemas importantes. Por ejemplo: ¿son ya 
  suficientes nuestras fuerzas para resistir al Japón? La respuesta podría ser 
  afirmativa; pues si se piensa que nuestras actuales fuerzas son ya suficientes 
  para detener la ofensiva del enemigo, ¿para qué aumentarlas? O por ejemplo: 
  ¿sigue siendo correcta la consigna de consolidar y ampliar el frente único 
  nacional antijaponés? La respuesta podría ser negativa; pues si se cree que el 
  frente único en su estado actual es lo bastante fuerte para rechazar al 
  enemigo, ¿para qué consolidarlo y ampliarlo aún más? O bien: ¿deben 
  intensificarse nuestras actividades diplomáticas y la propaganda para el 
  extranjero? Aquí, de nuevo, la respuesta podría ser negativa O también: ¿es 
  necesario proceder concienzudamente a reformar el sistema que rige en el 
  ejército y el sistema político, desarrollar el movimiento de masas, poner en 
  vigor la educación para la defensa nacional, reprimir a los colaboracionistas 
  
  y a los trotskistas, desarrollar la industria de guerra y mejorar las 
  condiciones de vida del pueblo? O igualmente: ¿siguen siendo correctas las 
  consignas que llaman a la defensa de Wuján, Cantón y el Noroeste, y al 
  desarrollo vigoroso de la guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga? Las 
  respuestas podrían ser todas negativas. Existen incluso personas que, apenas 
  se produce un cambio ligeramente favorable en la situación de la guerra, se 
  preparan para intensificar los "roces" entre el Kuomintang y el Partido 
  Comunista, desviando la atención de los asuntos exteriores a los interiores. 
  Esto ocurre casi invariablemente cada vez que se gana una batalla 
  relativamente grande, o cuando el enemigo detiene en forma temporal su 
  ofensiva. Todo esto puede llamarse miopía política y militar. Tales 
  argumentos, aunque parecen razonables, son en realidad palabrería 
  absolutamente infundada y engañosa. Poner fin a tal verborrea ayudará a la 
  prosecución victoriosa de la Guerra de Resistencia contra el Japón. 
      5. La cuestión es entonces: ¿Será China subyugada? Respondemos: No, no 
  será subyugada; por el contrario, obtendrá la victoria final. ¿Puede China 
  vencer rápidamente? Respondemos: No, no puede vencer rápidamente; la Guerra de 
  Resistencia contra el Japón será una guerra prolongada. 
      6. Hace ya dos años señalamos; en líneas generales, los principales 
  argumentos relativos a estos problemas. EL 16 de julio de 1936, cinco meses 
  antes del Incidente de Sían y doce antes del Incidente de Lukouchiao, en una 
  entrevista con el Sr. Edgar Snow, periodista norteamericano, hice una 
  apreciación general de la situación de la guerra entre China y el Japón y 
  formulé una serie de orientaciones para conseguir la victoria. No está de más 
  traer acá algunos apartes: 
        Snow : ¿En qué condiciones puede China vencer y destruir las fuerzas del 
    imperialismo japonés? 
        Mao : Se necesitan tres condiciones: primera, la creación de un frente 
    único antijaponés en China; segunda, la formación de un frente único 
    antijaponés internacional; tercera, el ascenso del movimiento revolucionario 
    del pueblo japonés y de los pueblos de las colonias japonesas. Para el 
    pueblo chino, la más importante de las tres condiciones es su gran unidad. 
        Snow : Según piensa usted, ¿cuánto tiempo durará esta guerra? 
        Mao : Eso dependerá de la fuerza del frente único antijaponés de China, 
    y de cómo se desarrollen muchos otros factores 
  
    decisivos para China y para el Japón. Es decir, aparte de la propia fuerza 
    de China, que es lo principal, desempeñarán también un papel importante la 
    ayuda internacional y el apoyo que le preste la revolución en el propio 
    Japón. Si el frente único antijaponés de China se desarrolla con vigor y se 
    organiza eficiente en amplitud y profundidad; si los gobiernos y pueblos 
    convencidos de que el imperialismo japonés amenaza sus propios intereses 
    proporcionan a China la ayuda necesaria, y si la revolución estalla 
    rápidamente en el Japón, entonces la guerra terminará pronto y China 
    obtendrá rápidamente la victoria. Si estas condiciones no se hacen realidad 
    con prontitud, la guerra se prolongará. Pero el resultado será el mismo: el 
    Japón será derrotado y China vencerá, sólo que los sacrificios serán 
    grandes, y habrá que pasar por un período muy doloroso. 
        Snow : ¿Cuál es su opinión acerca del probable desarrollo de esta guerra 
    en el plano político y militar? 
        Mao : La política continental del Japón está ya fijada. Quienes se 
    imaginan que un compromiso con el Japón y nuevos sacrificios del territorio 
    y de la soberanía de China pueden detener la ofensiva japonesa, sólo viven 
    de ilusiones. Sabemos a ciencia cierta que también el valle inferior del 
    Yangtsé y nuestros puertos del Sur están ya incluidos en la política 
    continental del imperialismo japonés. Más aún, el Japón aspira a apoderarse 
    de las Filipinas, Siam, Vietnam, la península de Malaca y las Indias 
    Orientales holandesas, con el objeto de aislar a China de otros países y 
    establecer su dominación exclusiva en el Pacífico del Sudoeste. Esta es la 
    política marítima del Japón. En tales circunstancias, está fuera de toda 
    duda que China se encontrará en una situación sumamente difícil. Pero la 
    gran mayoría de los chinos creen que las dificultades pueden superarse. Sólo 
    la gente adinerada de los grandes centros comerciales es derrotista, porque 
    teme perder sus bienes. Muchos piensan que a China le será imposible 
    continuar la guerra una vez que su litoral sea bloqueado por el Japón. Esto 
    es un disparate. Para refutarlo bastaría referirnos a la historia de guerra 
    del Ejército Rojo. La posición de China en la Guerra de Resistencia contra 
    el Japón es muy superior a la del Ejército Rojo durante la guerra civil. 
    China es un país inmenso. Aunque el Japón consiguiese ocupar regiones con 
    cien o incluso doscientos millones de habitantes, estaríamos todavía muy 
    lejos de ser derrotados. Aún nos quedaría una gran fuerza para 
    
    luchar contra el Japón, mientras éste tendría que sostener, durante toda la 
    guerra, incesantes combates defensivos en su retaguardia. La falta de unidad 
    en la economía china y su desarrollo desigual presentan más bien ventajas 
    para la Guerra de Resistencia contra el Japón. Por ejemplo, aislar a 
    Shanghai del resto de China no es en absoluto tan desastroso para nosotros 
    como lo sería para los EE.UU. separar a Nueva York del resto del país. 
    Aunque el Japón bloquee el litoral de China, le será imposible bloquear el 
    Noroeste, el Sudoeste y el Oeste de China. Por eso, una vez más, el punto 
    central del problema es la unidad de todo el pueblo chino y la Formación de 
    un frente antijaponés en que se una toda la nación. Esto es lo que venimos 
    proponiendo desde hace tiempo. 
        Snow : Si la guerra dura mucho tiempo sin que el Japón sea derrotado por 
    completo, ¿aceptaría el Partido Comunista negociar una paz con el Japón y 
    reconocer su dominio en el Nordeste de China? 
        Mao : No. Al igual que todo el pueblo, el Partido Comunista de China no 
    permitirá que el Japón retenga un solo palmo de territorio chino. 
        Snow : ¿Cuál es, en su opinión, la línea estratégica fundamental que ha 
    de seguirse en esta guerra liberadora? 
        Mao : Nuestra línea estratégica debe ser la de emplear nuestras fuerzas 
    principales en operaciones sobre frentes muy dilatados y variables. Para 
    alcanzar la victoria, las tropas chinas deben sostener una guerra de 
    movimientos de gran movilidad en vastos teatros de operaciones, actuar con 
    rapidez tanto en los avances como en las retiradas, tanto en la 
    concentración como en la dispersión. Es decir, una guerra de movimientos en 
    gran escala, y no una guerra de posiciones, que depende exclusivamente de 
    las obras de fortificación con profundos fosos, altas fortalezas y sucesivas 
    líneas defensivas. Esto no significa el abandono de todos los puntos 
    estratégicos vitales, que deben ser defendidos mediante una guerra de 
    posiciones siempre que sea provechoso. Pero la estrategia capaz de 
    transformar toda la situación ha de ser la guerra de movimientos. La guerra 
    de posiciones también es necesaria pero sólo puede desempeñar un papel 
    secundario, auxiliar. Desde el punto de vista geográfico, el teatro de la 
    guerra es tan vasto que nos permite efectuar una guerra de movimientos con 
    la máxima eficacia. Frente a las vigorosas acciones de nuestro ejército, las 
    tropas japonesas tendrán que actuar con prudencia. 
  
    Su maquinaria bélica es voluminosa, de movimientos lentos y eficacia 
    limitada. Si concentramos nuestras fuerzas en un estrecho sector del frente 
    para oponer resistencia en una guerra de desgaste, desperdiciaremos las 
    ventajas que nos proporcionan las condiciones geográficas y nuestra 
    organización económica, y repetiremos el error de Abisinia. Debemos evitar 
    toda gran batalla decisiva en el periodo inicial de la guerra, y recurrir 
    primero a la guerra de movimientos para minar la moral y la capacidad 
    combativa de las tropas enemigas. 
        Además de emplear para la guerra de movimientos tropas adiestradas, 
    debemos organizar gran cantidad de unidades guerrilleras entre los 
    campesinos. Hay que comprender que los destacamentos de voluntarios 
    antijaponeses en las tres provincias del Nordeste, apenas son una pequeña 
    muestra de las fuerzas latentes del campesinado de todo el país que pueden 
    movilizarse para sostener la Guerra de Resistencia. Las fuerzas latentes del 
    campesinado chino son enormes, y basta organizarlas y dirigirlas 
    apropiadamente para no dar sosiego a las tropas japonesas durante las 
    veinticuatro horas del día, abrumándolas basta el agotamiento completo. No 
    hay que olvidar que la guerra se desarrolla en China. Esto significa que las 
    tropas japonesas estarán completamente rodeadas por una población hostil, 
    que se verán obligadas a traer los pertrechos necesarios, y vigilarlos ellas 
    mismas, que tendrán que emplear importantes fuerzas para proteger las líneas 
    de comunicación, manteniéndose constantemente en guardia contra los ataques 
    por sorpresa, y además, guarnecer con gran parte de sus fuerzas a Manchuria 
    y al propio Japón. 
        En el curso de la guerra, China podrá hacer prisioneros a muchos 
    soldados japoneses y capturar gran cantidad de armas y municiones para 
    pertrecharse a sí misma; al mismo tiempo, procurará obtener ayuda extranjera 
    para reforzar gradualmente el armamento de sus tropas. Por eso, en las 
    postrimerías de la guerra, podrá emprender una guerra de posiciones, 
    atacando las posiciones enemigas en las zonas ocupadas. De este modo, la 
    economía del Japón se derrumbará a consecuencia del prolongado desgaste 
    causado por la Guerra de Resistencia de China, y sus tropas se 
    desmoralizarán en el curso de innumerables batallas extenuativas. En cuanto 
    a China, sus fuerzas latentes de resistencia brotarán con pujanza creciente 
    y, en un inmenso torrente ininterrumpido, las masas populares 
    revolucionarias marcharán al frente para 
    
    combatir por la libertad. Todos estos factores, coordinados con otros, nos 
    permitirá lanzar los ataques finales y decisivos contra las fortificaciones 
    y bases del Japón en el territorio por él ocupado, y arrojar de China a sus 
    tropas invasoras. 
      La experiencia de los diez meses de Guerra de Resistencia ha confirmado la 
  justeza de las consideraciones anteriores, y el futuro seguirá confirmándola. 
      7. Ya el 25 de agosto de 1937, a poco más de un mes del Incidente de 
  Lukouchiao, el Comité Central del Partido Comunista de China señaló con 
  claridad en su "Resolución sobre la situación actual y las tareas del 
  Partido": 
        La provocación de los invasores japoneses en Lukouchiao y su ocupación 
    de Peiping y Tientsín no son más que el comienzo de su ofensiva en gran 
    escala contra el territorio chino al Sur de la Gran Muralla. Los invasores 
    japoneses han iniciado en su país la movilización general para la guerra. Su 
    propaganda en el sentido de que no tienen "ningún deseo de agravar la 
    situación" es sólo una cortina de humo para encubrir su ofensiva. 
        La resistencia ofrecida el 7 de julio en Lukouchiao señaló el punto de 
    partida para la Guerra de Resistencia de China en escala nacional. 
        La situación política de China ha entrado así en una nueva etapa: la 
    resistencia efectiva. Ya pertenece al pasado la etapa de preparación para la 
    resistencia. La tarea central de la actual etapa consiste en movilizar a 
    todas las fuerzas para obtener la victoria de la Guerra de Resistencia. 
        La clave para la victoria reside hoy en desarrollar la Guerra de 
    Resistencia ya iniciada, convirtiéndola en una guerra de resistencia general 
    de toda la nación. Sólo mediante una guerra así, se podrá lograr la victoria 
    final. 
        Como en la actualidad todavía existen serias deficiencias en la Guerra 
    de Resistencia, podrán presentarse en su curso futuro muchos descalabros, 
    retrocesos, divisiones internas, traiciones, compromisos temporales y 
    parciales y otras situaciones adversas. Por consiguiente, debemos tener en 
    cuenta que ésta será una guerra dura y prolongada. Pero estamos convencidos 
    de que, gracias a los esfuerzos de nuestro Partido y del pueblo entero, la 
    Guerra de Resistencia ya iniciada barrerá todos los obstáculos para 
    continuar su avance y desarrollo. 
  
      La experiencia de estos diez meses de Guerra de Resistencia ha confirmado 
  igualmente la justeza de estas consideraciones, y el futuro seguirá 
  confirmándola. 
      8. Las raíces gnoseológicas de todos los conceptos erróneos sobre la 
  guerra son las tendencias idealista y mecanicista. Quienes tienen estas 
  tendencias enfocan el problema de manera subjetiva y unilateral. Se entregan a 
  una charla carente de todo fundamento y puramente subjetiva, o bien, basándose 
  en un solo aspecto o en una manifestación temporal del problema, los exageran 
  también subjetivamente, tomándolos por el todo. Ahora bien, hay dos categorías 
  de conceptos erróneos: una comprende los errores fundamentales y de carácter 
  permanente, que son difíciles de rectificar; la otra, los errores accidentales 
  y de carácter temporal, que son fáciles de rectificar. Sin embargo, como unos 
  y otros son errores, todos tienen que ser rectificados. Por lo tanto, sólo 
  oponiéndonos a las tendencias idealista y mecanicista en el problema de la 
  guerra y examinándolo objetivamente y en todos sus aspectos, podemos llegar a 
  conclusiones correctas. 


  LA BASE DEL PROBLEMA 
      9. ¿Por qué la Guerra de Resistencia contra el Japón será una guerra 
  prolongada? ¿Por qué pertenecerá a China la victoria final? ¿Cuál es la base 
  en que se apoyan estas afirmaciones? 
      La guerra chino-japonesa no es una guerra cualquiera, sino una guerra a 
  muerte que se lleva a cabo en los años 30 del siglo XX, entre la China 
  semicolonial y semifeudal y el Japón imperialista. Esta es la base de todo el 
  problema. Ambos contendientes, que consideraremos por separado, presentan 
  numerosas características opuestas entre sí. 
      10. El Japón. En primer lugar, el Japón es un poderoso país imperialista, 
  que ocupa el primer puesto en Oriente en cuanto a poderío militar y económico 
  y a capacidad político-organizativa, y es también una de las cinco o seis 
  potencias imperialistas más importantes del mundo. Estas son las condiciones 
  fundamentales para su guerra de agresión. La inevitabilidad de esta guerra y 
  la imposibilidad de una victoria rápida de China se deben precisamente al 
  sistema imperialista del Japón; a su gran poderío militar y económico y a su 
  gran capacidad político-organizativa. Pero, en segundo lugar, el carácter 
  imperialista del régimen socio-económico del Japón determina el 
  
  carácter imperialista -- retrógrado y bárbaro -- de su guerra. En los años 30 
  del siglo XX, las contradicciones internas y externas del imperialismo japonés 
  no sólo lo han obligado a emprender una guerra aventurera de amplitud sin 
  precedentes, sino que lo han llevado al borde del derrumbamiento final. Desde 
  el punto de vista del desarrollo social, el Japón no es ya un país en ascenso; 
  la guerra no conducirá a la prosperidad a que aspiran sus clases dominantes, 
  sino a lo contrario: la ruina del imperialismo japonés. Esto es lo que 
  entendemos por naturaleza retrógrada de la guerra que hace el Japón. Dicha 
  naturaleza, unida al carácter militar-feudal del imperialismo japonés, da 
  origen a la particular barbarie con que realiza esta guerra. Todo esto 
  agudizará al máximo el antagonismo entre las clases del propio Japón, el 
  antagonismo entre la nación japonesa y la china y el antagonismo entre el 
  Japón y la mayoría de los países del mundo. La naturaleza retrógrada y bárbara 
  de la guerra del Japón constituye la razón principal de su inevitable derrota. 
  Pero esto no es todo. En tercer lugar, aunque el Japón conduce la guerra sobre 
  la base de su gran poderío militar y económico y su gran capacidad 
  político-organizativa, esta base adolece, a su vez, de una deficiencia que le 
  es inherente. El poderío militar y económico y la capacidad 
  político-organizativa del Japón son grandes, pero cuantitativamente 
  insuficientes. Por ser un país relativamente pequeño, el Japón tiene limitados 
  recursos humanos, militares, financieros y materiales, y no puede soportar una 
  guerra prolongada. Los gobernantes japoneses tratan de resolver estas 
  dificultades por medio de la guerra; pero aquí también obtendrán lo contrario 
  de lo que desean; es decir, la guerra que han desencadenado para solucionar 
  estas dificultades terminará por agravarlas e incluso por agotar sus reservas 
  iniciales. Finalmente y en cuarto lugar, si bien el Japón puede obtener ayuda 
  exterior de los países fascistas, ha de encontrar al mismo tiempo fuerzas de 
  oposición internacionales que sobrepasarán a las fuerzas que le prestan ayuda 
  desde el exterior. Las primeras crecerán en forma gradual y, a la postre, no 
  sólo llegarán a anular a las segundas, sino que también presionarán sobre el 
  propio Japón. Aquí rige una ley que emana de la naturaleza misma de la guerra 
  que hace el Japón: una causa injusta encuentra escaso apoyo. En resumen, la 
  ventaja del Japón reside en su gran capacidad bélica, y sus desventajas, en la 
  naturaleza retrógrada y bárbara de su guerra, en la insuficiencia de sus 
  recursos humanos y materiales y en el escaso apoyo internacional con que 
  cuenta. Estas son las características del Japón. 
  
      11. China. En primer lugar, el nuestro es un país semicolonial y 
  semifeudal. Desde la Guerra del Opio, pasando por la Guerra del Reino 
  Celestial Taiping, el Movimiento Reformista de 1898[6] y la Revolución de 
  1911, hasta la Expedición al Norte, todos los movimientos revolucionarios o 
  reformistas que se proponían liberar a China de su estado semicolonial y 
  semifeudal sufrieron serios reveses, y por eso China sigue siendo un país 
  semicolonial y semifeudal. Somos todavía un país débil y manifiestamente 
  inferior al enemigo en poderío militar y económico y en capacidad 
  político-organizativa. También en este punto encuentran su base la 
  inevitabilidad de la guerra y la imposibilidad de la victoria rápida de China. 
  Pero, en segundo lugar, el movimiento de liberación de China, que se ha 
  desarrollado incesantemente durante los últimos cien años, es ahora distinto 
  de lo que fue en cualquier otro período histórico. Si bien las diversas 
  fuerzas internas y externas que se oponen a ese movimiento le han causado 
  serios reveses, éstos, a su vez, han templado al pueblo chino. Aunque en el 
  terreno militar, económico, político y cultural, la China de hoy no es tan 
  fuerte como el Japón, existen ya en el país factores más progresistas que en 
  cualquier otro período de su historia. El Partido Comunista de China y el 
  ejército por él dirigido representan esos factores. Y precisamente sobre la 
  base de estos factores progresistas, la actual guerra liberadora de China 
  podrá ser prolongada y alcanzar la victoria final. En contraste con el 
  decadente imperialismo japonés, China es como el sol al nacer. La guerra de 
  China es progresista, y de ahí su carácter justo. Por ser una guerra justa, 
  puede unir a toda la nación, despertar la simpatía del pueblo del país enemigo 
  y ganar el apoyo de la mayoría de los países del mundo. En tercer lugar, China 
  es un país muy grande: vasto territorio, abundantes recursos, inmensa 
  población y gran número de soldados; por consiguiente, es capaz de sostener 
  una guerra prolongada. Esto ofrece otro contraste con el Japón. Finalmente y 
  en cuarto lugar, el amplio apoyo internacional a China, producto del carácter 
  progresista y justo de su guerra, es, asimismo, exactamente lo contrario. del 
  escaso apoyo a la injusta causa del Japón. Para resumir, la desventaja de 
  China reside en su debilidad militar, y sus ventajas, en el carácter 
  progresista y justo de su guerra, en el hecho de que es un país grande y en el 
  amplio apoyo internacional con que cuenta. Estas son las características de 
  China. 
      12. Así, puede verse que el Japón posee un gran poderío militar y 
  económico y una gran capacidad político-organizativa, pero que su 
  
  guerra es retrógrada y bárbara, sus recursos humanos y materiales, 
  insuficientes, y su posición internacional, desventajosa. China, por el 
  contrario dispone de un menor poderío militar y económico y de una capacidad 
  político-organizativa inferior, pero se encuentra en una época de progreso y 
  sostiene una guerra progresista y justa; además, es un país grande lo cual le 
  permite mantener una guerra prolongada, y la mayoría de los países del mundo 
  le brindarán su apoyo. Tales son las características básicas, contradictorias 
  entre sí, de la guerra chino-japonesa. Estas características han determinado y 
  determinan todas las medidas políticas la estrategia y táctica militares de 
  ambos bandos: han determinado y determinan el carácter prolongado de la guerra 
  y el que la victoria final pertenezca a China y no al Japón. La guerra es una 
  pugna entre esas características, que irán cambiando en el curso de la guerra, 
  cada una de acuerdo con su propia naturaleza, y todo lo que suceda será 
  consecuencia de estos cambios. Estas características existen en la realidad y 
  no son una invención para engañar a la gente. Comprenden la totalidad de los 
  elementos básicos de la guerra, y no algunos aspectos incompletos y aislados. 
  Penetran todos los problemas de ambos bandos, grandes y pequeños, y todas las 
  etapas de la guerra; no son en absoluto algo insignificante. Si alguien olvida 
  estas características al examinar la guerra chino-japonesa, ciertamente se 
  equivocará. Aunque algunas de sus opiniones puedan parecer correctas y ganar 
  crédito por un tiempo, el curso de la guerra demostrará de seguro que son 
  erróneas. Basándonos en estas características, pasaremos ahora a explicar 
  todos los problemas que nos proponemos examinar. 


  REFUTACION DE LA TEORIA DE LA
  SUBYUGACION NACIONAL 
      13. Los partidarios de la teoría de la subyugación nacional, no viendo más 
  que el contraste entre la fortaleza del enemigo y nuestra debilidad, solían 
  decir: "La resistencia significa la subyugación inevitable." Y ahora andan 
  diciendo: "La continuación de la guerra significa la subyugación inevitable." 
  No podremos convencerlos con sólo afirmar que el Japón, aunque fuere, es 
  pequeño, en tanto que China, aunque débil, es grande. Pueden traer a colación 
  ejemplos históricos como la conquista de la dinastía Sung por la dinastía Yuan 
  y de la dinastía Ming por la dinastía Ching, para demostrar que un 
  
  país pequeño pero fuerte puede subyugar a un país grande pero débil, y que 
  incluso un país atrasado puede someter a uno avanzado. Si decimos que estos 
  hechos sucedieron en tiempos antiguos y que no pueden servir de argumento, 
  ellos podrán citar el caso de la subyugación de la India por Inglaterra, para 
  demostrar que un país capitalista pequeño pero fuerte puede someter a un país 
  atrasado, grande pero débil. Por consiguiente, debemos presentar aún otras 
  razones para tapar la boca a todos los partidarios de la teoría de la 
  subyugación nacional y convencerlos, así como para proporcionar suficientes 
  argumentos a todos aquellos que se dedican a la propaganda, de modo que puedan 
  persuadir a los que aún se hallan confusos o vacilantes y fortalecer su fe en 
  la Guerra de Resistencia. 
      14. ¿Qué argumentos debemos presentar? Las características de la época, 
  que se reflejan concretamente en lo retrógrado del Japón y de escaso apoyo que 
  obtiene, y en lo progresista de China y el amplio apoyo con que cuenta. 
      15. Nuestra guerra no es una guerra cualquiera, sino una guerra entre 
  China y el Japón en los años 30 del siglo XX. Por su parte, nuestro enemigo 
  es, antes que nada, un país imperialista moribundo; se encuentra ya en la 
  época de su decadencia y no sólo es distinto de la Inglaterra de la época en 
  que ésta subyugó a la India, cuando el capitalismo inglés aún se encontraba en 
  ascenso, sino también distinto de lo que él mismo era hace veinte años, en la 
  época de la Primera Guerra Mundial. La guerra actual ha sido desatada en 
  vísperas del derrumbamiento general del imperialismo mundial y, ante todo, de 
  los países fascistas. Y éste es precisamente el motivo por el cual el enemigo 
  se ha lanzado a esta guerra aventurera, que reviste el carácter de un último y 
  desesperado forcejeo. Por consiguiente, no será China, sino los círculos 
  gobernantes del imperialismo japonés los que quedarán destruidos como 
  resultado inevitable de la guerra. Más aún, el Japón ha emprendido esta guerra 
  en momentos en que los diversos países de la Tierra ya están o pronto estarán 
  envueltos en una guerra; todo el mundo está luchando o preparándose para 
  luchar contra la bárbara agresión, y los intereses de China están ligados con 
  los de la mayoría de los países y pueblos de la Tierra. Esta es la causa 
  fundamental de la oposición que el Japón ha despertado y continuará 
  despertando con creciente intensidad en la mayoría de los países y pueblos del 
  mundo. 
      16. ¿Y China? La China de hoy ya no puede compararse con la de ningún otro 
  período histórico. Su rasgo característico es el de una 
  
  sociedad semicolonial y semifeudal, y por eso China es considerada como país 
  débil. Pero, al mismo tiempo, se encuentra en una época de progreso en su 
  historia. Esta es la razón principal de su capacidad para derrotar al Japón. 
  Cuando decimos que la Guerra de Resistencia contra el Japón es progresista, no 
  queremos decir que lo sea en un sentido corriente y general, no nos referimos 
  a un carácter progresista como el de la guerra de Abisinia contra el invasor 
  italiano o como el de la Guerra del Reino Celestial Taiping o de la Revolución 
  de 1911, sino al carácter progresista de la China de hoy. ¿En qué sentido es 
  progresista la China de hoy? En que ya no es un país totalmente feudal y tiene 
  ya capitalismo, una burguesía y un proletariado, amplias masas populares que 
  han despertado o están despertando, un Partido Comunista, un ejército 
  políticamente progresista -- el Ejército Rojo de China dirigido por el Partido 
  Comunista --, y la tradición y experiencia de muchas décadas de revolución, en 
  especial la experiencia de los diecisiete años transcurridos desde la 
  fundación del Partido Comunista de China. Esta experiencia ha educado al 
  pueblo y a los partidos políticos de China, y hoy constituye precisamente la 
  base de la unidad para resistir al Japón. Si puede decirse que en Rusia no 
  habría sido posible la victoria de 1917 sin la experiencia de 1905, también 
  podemos afirmar que sin la experiencia de los últimos diecisiete años sería 
  imposible la victoria de la Guerra de Resistencia. Estas son las condiciones 
  internas. 
      Las condiciones internacionales hacen que China no esté aislada en la 
  guerra, y esto tampoco tiene precedentes en la historia. En el pasado, tanto 
  las guerras de China como las de la India se realizaron en el aislamiento. 
  Sólo hoy nos encontramos con que han surgido o están surgiendo en el mundo 
  entero movimientos populares de amplitud y profundidad sin igual, y contamos 
  con su apoyo. La Revolución de 1917 en Rusia también encontró apoyo en todo el 
  mundo, y así triunfaron los obreros y campesinos rusos. Pero ese apoyo no fue 
  tan amplio ni de naturaleza tan profunda como el que hoy recibimos nosotros. 
  Los movimientos populares del mundo se desarrollan hoy con una amplitud y 
  profundidad incomparables. En la actual política internacional, es un factor 
  particularmente importante la existencia de la Unión Soviética, que sin duda 
  ayudará a China con el máximo entusiasmo. Este factor no existía en absoluto 
  hace veinte años. Todo esto en su conjunto ha creado y crea importantes 
  condiciones indispensables para la victoria final de China. Hasta ahora 
  todavía no ha habido una ayuda directa y de gran magnitud, que solo vendrá en 
  el 
  
  futuro, pero siendo un país grande y progresista, China puede sostener una 
  guerra prolongada y promover y esperar la ayuda internacional. 
      17. A esto debe añadirse que, mientras el Japón es un país pequeño -- 
  reducido territorio, escasos recursos, limitada población y un número 
  insuficiente de soldados --, China es un país grande -- vasto territorio, 
  abundantes recursos, inmensa población y gran número de soldados --. Así, 
  aparte del contraste entre la fortaleza y la debilidad, existe también el 
  contraste entre un país pequeño, en decadencia y con escaso apoyo, por una 
  parte, y un país grande, en progreso y con amplio apoyo, por la otra. Esta es 
  la razón por la cual China jamás será subyugada. El contraste entre la 
  fortaleza y la debilidad determina que el Japón pueda cometer tropelías en 
  China durante cierto período y en cierta medida, que China haya de recorrer 
  ineludiblemente un trecho de camino difícil y que la Guerra de Resistencia 
  contra el Japón sea una guerra prolongada y no de decisión rápida; sin 
  embargo, el contraste entre un país pequeño, en decadencia y con escaso apoyo, 
  por una parte, y un país grande, en progreso y con amplio apoyo, por la otra, 
  determina que el Japón no pueda atropellar eternamente a China y esté 
  condenado a la derrota final, y que China nunca pueda ser subyugada y tenga 
  segura la victoria final. 
      18. ¿Por qué Abisinia fue subyugada? Primero, no sólo era un país débil, 
  sino también pequeño. Segundo, no era tan progresista como China; era un país 
  antiguo que estaba pasando del régimen de esclavitud al de servidumbre, un 
  país en que no había capitalismo ni partidos políticos burgueses, para no 
  hablar ya de un Partido Comunista, ni había un ejército como el de China, y 
  mucho menos como el VIII Ejército. Tercero, no pudo resistir lo suficiente 
  como para obtener la ayuda internacional y tuvo que luchar aislada. Cuarto, y 
  esto es lo principal, se cometieron errores en la dirección de su guerra 
  contra los invasores italianos. Por eso Abisinia fue subyugada. Pero aún 
  existe allí una guerra de guerrillas bastante amplia que, si se mantiene con 
  firmeza, permitirá a los abisinios recuperar la independencia de su patria en 
  el futuro, cuando cambie la situación mundial. 
      19. Si los partidarios de la teoría de la subyugación nacional citan 
  ejemplos de los fracasos del movimiento de liberación en la China moderna para 
  justificar sus aseveraciones de que "la resistencia significa la subyugación 
  inevitable" y de que "la continuación de la guerra significa la subyugación 
  inevitable", nuestra respuesta será igualmente una sola frase: los tiempos son 
  distintos. La propia China, el Japón y 
  
  la situación internacional son distintos ahora. El Japón se ha hecho más 
  fuerte que antes, mientras China, en su condición inalterada de país 
  semicolonial y semifeudal, sigue siendo bastante débil. Esta es una grave 
  circunstancia. También es un hecho que los gobernantes del Japón, por el 
  momento, aún pueden mantener bajo el yugo a su pueblo y aprovecharse de las 
  contradicciones internacionales para invadir a China. Pero, en el curso de una 
  guerra larga, se producirán inevitablemente cambios en sentido contrario. En 
  la actualidad, estos cambios no son todavía una realidad, pero lo serán sin 
  duda en el futuro. Este punto lo pasan por alto los partidarios de la teoría 
  de la subyugación nacional. ¿Y China? Ya tiene nuevos hombres, un nuevo 
  partido político, un nuevo ejército y una nueva política, la resistencia al 
  Japón. Esta situación es muy distinta a la de hace más de diez años y, lo que 
  es más, experimentará inevitablemente nuevos progresos. Es cierto que, en la 
  historia de China, los movimientos de liberación han sufrido una y otra vez 
  serios descalabros, y por ello nuestro país no ha podido acumular una mayor 
  fuerza para la actual Guerra de Resistencia contra el Japón (ésta es una 
  lección histórica extremadamente dolorosa; ¡que en lo sucesivo los chinos no 
  vuelvan jamás a destruir ninguna de sus propias fuerzas revolucionarias!); no 
  obstante, sobre la base actual y haciendo grandes esfuerzos, podremos sin duda 
  avanzar gradualmente y acrecentar nuestra fuerza para la resistencia. El gran 
  frente único nacional antijaponés es precisamente la dirección general hacia 
  la cual deben orientarse todos estos esfuerzos. En cuanto al apoyo 
  internacional, aunque hasta ahora no hemos recibido una ayuda directa y 
  considerable, dicha ayuda está preparándose, ya que la situación internacional 
  es fundamentalmente distinta a la del pasado. Los innumerables fracasos en el 
  movimiento de liberación de la China moderna tuvieron sus causas objetivas y 
  subjetivas, pero ni en uno ni en otro aspecto es posible la comparación con la 
  presente situación. En la actualidad, aunque existen muchas condiciones 
  desfavorables que determinan el carácter arduo de la Guerra de Resistencia 
  contra el Japón como por ejemplo la fortaleza del enemigo y nuestra debilidad, 
  y el hecho de que sus dificultades apenas comienzan, en tanto que nuestro 
  progreso dista mucho de ser suficiente, existen sin embargo muchas condiciones 
  favorables para vencer al enemigo; basta agregar a ellas nuestros propios 
  esfuerzos para que podamos superar las dificultades y lograr la victoria. Por 
  estas condiciones favorables, ningún período en la historia de China puede 
  compararse con el actual, y de 
  
  aquí la razón por la cual la Guerra de Resistencia contra el Japón, a 
  diferencia de los movimientos de liberación del pasado, no terminará en el 
  fracaso. 


  ¿COMPROMISO O RESISTENCIA? 
  ¿CORRUPCION O PROGRESO? 
      20. Ya hemos demostrado que la teoría de la subyugación nacional es 
  infundada. Pero existen muchas personas que, sin ser partidarias de esta 
  teoría, sino patriotas se sienten profundamente preocupadas por la situación 
  presente. Sus problemas son dos: el temor a un compromiso con el Japón y la 
  duda respecto a la posibilidad de progreso político en China. Estos dos 
  inquietantes problemas siguen siendo objeto de una amplia discusión y no se ha 
  encontrado base alguna para su solución. Estudiémoslos ahora. 
      21. Como se ha dicho anteriormente; el problema del compromiso tiene sus 
  raíces sociales. Mientras existan dichas raíces, necesariamente tendrá que 
  presentarse esta cuestión. Sin embargo, el compromiso no se hará realidad. 
  Para demostrarlo, sólo necesitamos, una vez más, buscar las razones en la 
  situación del Japón, en la de China y en la situación internacional. En primer 
  lugar, veamos el Japón. Ya al comienzo de la Guerra de Resistencia estimamos 
  que llegaría el momento en que surgiría una atmósfera conducente al 
  compromiso, o sea, que el enemigo, luego de ocupar el Norte y las provincias 
  de Chiangsú y Chechiang, podría tratar de inducir a China a la capitulación. 
  Más tarde, en efecto, así lo hizo. Pero la crisis terminó muy pronto, siendo 
  una de las causas el hecho de que el enemigo aplicó una bárbara política por 
  todas partes y practicó el pillaje desembozado. Si China hubiese capitulado, 
  todos los chinos se habrían convertido en esclavos coloniales. La política de 
  rapiña del enemigo, política de subyugación de China, tiene dos aspectos, el 
  material y el espiritual, y se aplica a todos los chinos sin excepción, no 
  sólo a las masas populares sino también a las capas superiores de la sociedad. 
  Por supuesto, estas últimas son tratadas con cierta moderación, pero sólo hay 
  una diferencia de grado, y no de principio. En general, el enemigo utiliza en 
  el interior de China los mismos procedimientos que ha venido aplicando en las 
  tres provincias del Nordeste. En el plano material, roba a la gente sencilla 
  basta los alimentos y la ropa, condenando a 
  
  las amplias masas al hambre y al frío; saquea los medios de producción, 
  arruinando y esclavizando así la industria nacional de China. En el plano 
  espiritual, el enemigo trabaja para destruir la conciencia nacional del pueblo 
  chino. Bajo la bandera del "sol naciente", los chinos no podrían ser sino 
  siervos sumisos, bestias de carga, y a nadie se le permitiría la más mínima 
  manifestación de espíritu nacional. El enemigo tratará de llevar esta bárbara 
  política hasta lo más profundo del país. En su voracidad, no quiere detener la 
  guerra. Como es inevitable, la política proclamada por el gabinete japonés en 
  su declaración del 16 de enero de l938[7] sigue siendo aplicada 
  obstinadamente, lo que ha provocado una gran indignación entre todas las capas 
  de la población de China. Esta indignación es originada por el carácter 
  retrógrado y bárbaro de la guerra que sostiene el enemigo, y como "nadie 
  escapa a su destino ", esa indignación ha cristalizado en una hostilidad 
  absoluta. Es de suponer que en un momento determinado, el enemigo volverá a 
  tratar de inducir a China a capitular, y que algunos partidarios de la teoría 
  de la subyugación nacional saldrán de nuevo a la superficie y muy 
  probablemente se confabularán con ciertos elementos del extranjero (tales 
  elementos pueden encontrarse en Inglaterra, los EE.UU. y Francia, en especial 
  en las capas superiores de Inglaterra), como socios de su empresa criminal. 
  Pero la tendencia general de los acontecimientos no permitirá la capitulación; 
  una de las razones de ello es el carácter obstinado y particularmente bárbaro 
  de la guerra que hace el Japón. 
      22. En segundo lugar, veamos China. En China hay tres factores que 
  contribuyen a su perseverancia en la Guerra de Resistencia. Primero, el 
  Partido Comunista, fuerza segura que dirige al pueblo en la resistencia al 
  Japón. Segundo, el Kuomintang, que depende de Inglaterra y los EE.UU., y por 
  ello no capitulará ante el Japón a menos que estos países le ordenen hacerlo. 
  Finalmente, los otros partidos y grupos políticos, la mayoría de los cuales se 
  oponen al compromiso y apoyan la Guerra de Resistencia. Estas tres fuerzas ya 
  están unidas; cualquiera de ellas que pretenda un compromiso se alineará con 
  los colaboracionistas, y todo el mundo tendrá derecho a castigarla. A todos 
  aquellos que no quieran ser traidores no les queda otra alternativa que unirse 
  para llevar firmemente la Guerra de Resistencia hasta el fin; por eso, el 
  compromiso difícilmente podrá realizarse. 
      23. En tercer lugar, veamos la situación internacional. Con excepción de 
  los aliados del Japón y de ciertos elementos de las capas superiores de otros 
  países capitalistas, el mundo entero está en favor 
  
  de la resistencia de China, y no del compromiso. Este factor refuerza nuestras 
  esperanzas. Hoy, el pueblo entero espera confiadamente que las fuerzas 
  internacionales brindarán a China una ayuda creciente. Esta no es una 
  esperanza vana; la existencia de la Unión Soviética es un estímulo especial 
  para China en su Guerra de Resistencia. La Unión Soviética, país socialista, 
  ahora más fuerte que nunca, ha compartido siempre con China penas y alegrías. 
  En directo contraste con todos los países capitalistas, en que los elementos 
  de las capas superiores de la sociedad sólo buscan ganancias, la Unión 
  Soviética considera como su deber prestar ayuda a todas las naciones débiles y 
  pequeñas y apoyar todas las guerras revolucionarias. El que la guerra de China 
  no se encuentre aislada se debe no sólo a la ayuda internacional en general, 
  sino especialmente a la de la Unión Soviética. China es un país limítrofe de 
  la Unión Soviética, lo cual agrava la crisis del Japón y facilita nuestra 
  Guerra de Resistencia. La cercanía de China con el Japón aumenta las 
  dificultades de nuestra Resistencia, pero su proximidad con la Unión Soviética 
  es una condición favorable para ella. 
      24. De lo dicho podemos deducir que el peligro de compromiso existe pero 
  puede ser superado. Pues, aunque el enemigo pueda modificar en cierta medida 
  su política, es imposible que la altere radicalmente. Si bien existen en China 
  raíces sociales para el compromiso, los que a él se oponen constituyen la 
  inmensa mayoría. Aunque en el plano internacional hay también algunas fuerzas 
  que están en favor del compromiso, las fuerzas principales son partidarias de 
  la resistencia. La combinación de estos tres factores hace posible superar el 
  peligro de compromiso y persistir hasta el fin en la Guerra de Resistencia. 
      25. Ahora vamos a contestar la segunda cuestión. El progreso político en 
  el país es inseparable de la perseverancia en la Guerra de Resistencia. Cuanto 
  mayor sea este progreso, tanto más podremos perseverar en la Guerra de 
  Resistencia; cuanto más persistamos en ella tanto mayor será el progreso 
  político. Sin embargo, aquí lo fundamental será la perseverancia en la Guerra 
  de Resistencia. En los diversos aspectos de la actividad del Kuomintang, 
  existen serios fenómenos negativos; y la acumulación, en el transcurso de los 
  años, de estos injustificables factores ha provocado gran inquietud y zozobra 
  entre las amplias filas de los patriotas. Pero no hay razón para el pesimismo, 
  pues la experiencia de la Guerra de Resistencia ha demostrado que el pueblo 
  chino ha hecho en los últimos diez meses progresos que en el pasado habrían 
  exigido muchos años. Si bien la 
  
  corrupción, acumulada durante largos años, retarda seriamente el crecimiento 
  de la fuerza del pueblo para resistir al Japón, reduciendo así el número de 
  nuestras victorias y causándonos pérdidas en la guerra, la situación general 
  en China, en el Japón y en el mundo es tal que el pueblo chino no puede sino 
  progresar. Pero como existe la corrupción, factor que estorba el progreso, 
  éste será lento. El progreso y su ritmo lento son dos rasgos característicos 
  de la situación actual, y que el segundo no concuerde con las urgentes 
  exigencias de la guerra preocupa mucho a los patriotas chinos. Pero nos 
  encontramos en medio de una guerra revolucionaria, y la guerra revolucionaria 
  es una antitoxina, que no sólo destruirá el veneno del enemigo, sino que 
  también nos depurará de toda inmundicia. Toda guerra justa, revolucionaria, 
  está dotada de una fuerza inmensa, capaz de transformar muchas cosas o de 
  abrir el camino a su transformación. La guerra chino-japonesa transformará a 
  China y al Japón. Siempre que China persista en La Guerra de Resistencia y en 
  el frente único, el viejo Japón se convertirá en un nuevo Japón, y la vieja 
  China, en una nueva China, y tanto en un país como en el otro, hombres y cosas 
  se transformarán en el curso de esta guerra y después de ella. Por lo tanto, 
  tenemos razón al considerar la Guerra de Resistencia y la edificación del país 
  como vinculadas entre sí. Al decir que el Japón también puede ser 
  transformado, nos referimos a que la guerra de agresión sostenida por sus 
  gobernantes terminará en una derrota y puede suscitar la revolución del pueblo 
  japonés. El día en que triunfe la revolución del pueblo japonés, será el 
  momento de la transformación del Japón. Esto está estrechamente vinculado con 
  la Guerra de Resistencia de China y es una perspectiva que no debemos perder 
  de vista. 


  LA TEORIA DE LA VICTORIA RAPIDA ES TAN ERRONEA
  COMO LA TEORIA DE LA SUBYUGACION NACIONAL 
      26. Hemos sometido ya a un estudio comparativo las particularidades 
  fundamentales, recíprocamente contradictorias, de nuestro país y del enemigo, 
  que consisten en que el Japón es un país fuerte, pero pequeño, que se 
  encuentra en decadencia y no cuenta sino con un escaso apoyo exterior, y que 
  China es un país débil, pero grande, que atraviesa una época de progreso y 
  goza de amplio apoyo internacional. Con ello hemos refutado la teoría de la 
  subyugación nacional 
  
  y explicado por qué es poco probable el compromiso y por qué es posible el 
  progreso político en China. Los partidarios de la teoría de la subyugación 
  nacional sólo acentúa la contradicción entre lo fuerte y lo débil, y la inflan 
  hasta convertirla en la base de su argumentación sobre todo el problema, sin 
  tener en cuenta las otras contradicciones. Subrayar únicamente el contraste 
  entre lo fuerte y lo débil indica la unilateralidad de su pensamiento, y 
  exagerar este único aspecto de la cuestión, tomándolo por el todo, denota a su 
  vez su subjetivismo. Por lo tanto, si se mira la cuestión en su conjunto, se 
  verá que su teoría carece de fundamento y que están equivocados. En cuanto a 
  los que no comparten la teoría de la subyugación nacional ni son pesimistas 
  empedernidos, pero cuyo estado de ánimo es por el momento pesimista, 
  simplemente porque están confundidos por la disparidad entre nuestra fuerza y 
  la del enemigo en un momento determinado y en ciertos aspectos o por la 
  corrupción que existe dentro del país debemos señalarles que el origen de su 
  punto de vista es también la unilateralidad y el subjetivismo. Pero en su 
  caso, la corrección es relativamente fácil; basta con mostrarles sus errores 
  para que comprendan, porque son patriotas y sus errores son sólo momentáneos. 
      27. No obstante, los partidarios de la teoría de la victoria rápida 
  también están equivocados. Bien se olvidan por completo de la contradicción 
  entre lo fuerte y lo débil y se acuerdan tan sólo de las demás 
  contradicciones; o bien exageran las ventajas de China más allá de toda 
  realidad, presentándolas de manera deformada; o toman la correlación de 
  fuerzas en un momento y lugar dados por la situación en su conjunto -- como se 
  dice, "una hoja ante los ojos impide ver la montaña Taishan" --, y creen estar 
  en lo cierto. En una palabra, carecen de valor para admitir que el enemigo es 
  fuerte en tanto que nosotros somos débiles. A menudo niegan esto, borrando así 
  un aspecto de la verdad. Tampoco tienen el valor necesario para admitir las 
  limitaciones de nuestras propias ventajas, y así borran otro aspecto de la 
  verdad. Por consiguiente, cometen errores, grandes o pequeños, y aquí, una vez 
  más, el mal se debe al subjetivismo y la unilateralidad. Estos amigos tienen 
  buenas intenciones y también son patriotas. Pero, aunque "las aspiraciones de 
  sus mercedes son en verdad elevadas", su forma de abordar los problemas no es 
  acertada, y nos estrellaríamos contra el muro si actuáramos de acuerdo con lo 
  que dicen. Pues, si las apreciaciones no concuerdan con la realidad, la acción 
  no puede alcanzar su objetivo; y obstinarse en actuar así significa la derrota 
  del ejército y la subyugación de la nación, y el resultado será el mismo 
  
  que en el caso de los derrotistas. De ahí que la teoría de la victoria rápida 
  tampoco sirva para nada. 
      28. ¿Negamos el peligro de subyugación nacional? No, no lo negamos. 
  Reconocemos que ante China se ofrecen dos perspectivas posibles: liberación o 
  subyugación, y que ambas se encuentran en violento conflicto. Nuestra tarea es 
  lograr la liberación y evitar la subyugación. Las condiciones para la 
  liberación son: el progreso de China, que es lo fundamental, las dificultades 
  del enemigo y la ayuda internacional. A diferencia de los partidarios de la 
  teoría de la subyugación nacional, nosotros, abordando la cuestión 
  objetivamente y en todos sus aspectos, reconocemos que existen al mismo tiempo 
  las dos posibilidades: subyugación y liberación; subrayamos que la liberación 
  es la posibilidad predominante, señalamos las condiciones para su realización 
  y nos esforzamos por conseguirlas. Los partidarios de la teoría de la 
  subyugación nacional, en cambio, adoptando un punto de vista subjetivo y 
  unilateral, reconocen una sola posibilidad, la de subyugación; no admiten la 
  de liberación, ni mucho menos pueden señalar las condiciones necesarias para 
  ella ni se esfuerzan por obtenerlas. Reconocemos que existen la corrupción y 
  la tendencia al compromiso, pero vemos asimismo otros fenómenos y tendencias, 
  y mostramos que estos últimos prevalecerán gradualmente en su violento choque 
  con las primeras. Además, señalamos las condiciones necesarias para que 
  prevalezcan estos últimos fenómenos y tendencias, y luchamos por superar la 
  tendencia al compromiso y suprimir la corrupción. Por lo tanto, contrariamente 
  a los pesimistas, no caemos en el desaliento. 
      29. Y no es que no deseemos una victoria rápida. Todo el mundo desearía 
  expulsar a los "demonios" japoneses de la noche a la mañana. Pero señalamos 
  que, en ausencia de ciertas condiciones; la victoria rápida es algo que sólo 
  existe en la mente, y no en la realidad objetiva; es una mera ilusión, una 
  teoría falsa. Por eso, después de haber hecho una apreciación objetiva y 
  completa de todas las circunstancias, tanto las del enemigo como las nuestras, 
  señalamos que el único camino que conduce a la victoria final es la estrategia 
  de guerra prolongada, y rechazamos la teoría totalmente infundada de la 
  victoria rápida. Sostenemos que nuestro deber es esforzarnos por lograr todas 
  las condiciones indispensables para la victoria final, y que cuanto más 
  plenamente y más pronto las logremos, más asegurada estará nuestra victoria y 
  más temprano la conseguiremos. Creen los que sólo de este modo se puede 
  abreviar la duración de la guerra, y rechazamos la 
  
  teoría de la victoria rápida, que no es más que palabrería y un intento de 
  conseguir las cosas a bajo precio. 


  ¿POR QUE UNA GUERRA PROLONGADA? 
      30. Examinemos ahora el problema de la guerra prolongada. únicamente sobre 
  la base de todos los contrastes fundamentales entre el enemigo y nosotros, se 
  puede dar una respuesta correcta a la pregunta: "¿Por qué una guerra 
  prolongada? "Por ejemplo, si nos limitamos a arg¸ir que el enemigo es una 
  fuerte potencia imperialista en tanto que nosotros somos un débil país 
  semicolonial y semifeudal, corremos el peligro de caer en la teoría de la 
  subyugación nacional, pues el simple hecho de que el débil se oponga al fuerte 
  no puede producir como resultado, ni en la teoría ni en la práctica una lucha 
  prolongada. Tampoco puede producirla el solo hecho de que uno sea grande y el 
  otro pequeño, o uno progresista y el otro retrógrado, o el que uno cuente con 
  amplio apoyo y el otro no. La anexión de un país pequeño por otro grande, o de 
  uno grande por otro pequeño, son cosas que suceden corrientemente. Es 
  frecuente que un país o fenómeno progresista, pero débil sea destruido por 
  otro país o fenómeno retrógrado, pero fuerte. La amplitud del apoyo es un 
  factor importante, y no obstante, secundario y su efecto depende de los 
  factores básicos de ambos contendientes. Por eso, nuestra afirmación de que la 
  Guerra de Resistencia contra el Japón será una guerra prolongada, es una 
  conclusión derivada de la interrelación entre todos los factores del enemigo y 
  los de nuestro país. El enemigo es fuerte y nosotros débiles; en esto reside 
  el peligro de que seamos subyugados. Pero al mismo tiempo, el enemigo tiene 
  sus puntos débiles, y nosotros, nuestras ventajas. Con nuestros esfuerzos, la 
  ventaja del enemigo puede ser reducida, y sus defectos, agravados. Por otra 
  parte, esforzándonos, podemos acrecentar nuestras ventajas y superar nuestro 
  punto débil. Por consiguiente, podemos lograr la victoria final y evitar la 
  subyugación, mientras que el enemigo será finalmente derrotado y no podrá 
  evitar el derrumbamiento de todo su sistema imperialista. 
      31. Si la ventaja del enemigo reside en un solo aspecto, y en todos los 
  demás se revelan sus puntos débiles, mientras nosotros tenemos un solo aspecto 
  débil y los restantes constituyen nuestras ventajas, ¿por qué no ha producido 
  esto, en el momento actual, una paridad de 
  
  fuerzas, sino al contrario, superioridad del enemigo e inferioridad nuestra? 
  Es evidente que no se puede abordar el problema de manera tan formal. El hecho 
  es que la disparidad entre la fuerza del enemigo y la nuestra es ahora tan 
  grande, que los defectos de aquél aún no se han desarrollado ni pueden 
  desarrollarse, por el momento, en la proporción necesaria para contrapesar su 
  fortaleza, en tanto que nuestras ventajas tampoco se han desarrollado ni 
  pueden desarrollarse, por el momento, en la proporción necesaria para 
  compensar nuestra debilidad. Por lo tanto, todavía no puede haber paridad, 
  sino disparidad. 
      32. Si bien nuestros esfuerzos por perseverar en la Guerra de Resistencia 
  y mantener el frente único han modificado un tanto la correlación de fuerzas 
  entre el enemigo y nosotros, no se ha producido, sin embargo, un cambio 
  radical, por lo cual, en una etapa determinada de la guerra y en cierta 
  medida; el enemigo obtendrá victorias y nosotros sufriremos derrotas. Pero 
  ¿por qué las victorias enemigas y nuestras derrotas se limitarán a una 
  determinada etapa y a cierta medida, sin poder sobrepasar dicha etapa ni 
  llegar a ser una victoria total o una derrota completa? La razón reside, 
  primero, en que desde el comienzo la fortaleza del enemigo y nuestra debilidad 
  han sido relativas y no absolutas, y segundo, en que nuestros esfuerzos por 
  perseverar en la Guerra de Resistencia y mantener el frente único han 
  acentuado ese carácter relativo. Consideremos la situación desde el comienzo: 
  si bien el enemigo es poderoso, su fortaleza ya se ve minada por los factores 
  desfavorables, aunque todavía no en grado suficiente para destruir su 
  superioridad. Por otra parte, si bien nosotros somos débiles, nuestra 
  debilidad ya se ve compensada por los factores favorables, aunque todavía no 
  en grado suficiente para superar nuestra inferioridad. Así resulta que el 
  enemigo es relativamente fuerte y nosotros relativamente débiles, que aquél se 
  encuentra en una posición relativamente superior y nosotros en una 
  relativamente inferior. Para ambos lados, la fortaleza y la debilidad, la 
  superioridad y la inferioridad no han sido jamás absolutas, y además, en el 
  curso de la guerra, nuestros esfuerzos por persistir en la Resistencia y en el 
  frente único han modificado aún más la correlación inicial de fuerzas. Por 
  consiguiente, las victorias del enemigo y nuestras derrotas se limitarán a una 
  determinada etapa y a cierta medida, y de ahí que la guerra sea prolongada. 
      33. Pero la situación continuará modificándose. En el curso de la guerra, 
  siempre que empleemos tácticas militares y políticas correctas, 
  
  no cometamos errores de principio y hagamos los mayores esfuerzos, los 
  factores desfavorables para el enemigo y los favorables para nosotros se 
  desarrollarán a medida que se prolongue la guerra, lo que continuará 
  modificando inevitablemente la correlación inicial de fuerzas y la posición 
  relativa de los dos bandos. Cuando se llegue a una nueva etapa determinada, se 
  producirá un gran cambio en la correlación de fuerzas y en la posición 
  relativa de ambos lados, que desembocará en la derrota del enemigo y en 
  nuestra victoria. 
      34. Por el momento, el enemigo aún puede, de un modo u otro, explotar su 
  fortaleza; nuestra Guerra de Resistencia todavía no lo ha debilitado en lo 
  fundamental. Su insuficiencia de recursos humanos y materiales no es aún lo 
  bastante grave como para detener su ofensiva; por el contrario, esos recursos 
  todavía le permiten continuarla hasta cierto punto. El carácter retrógrado y 
  bárbaro de su guerra, factor que ha de intensificar los antagonismos de clase 
  en el propio Japón y la resistencia de la nación china, no ha creado aún una 
  situación que impida radicalmente la ofensiva del Japón. El aislamiento 
  internacional del enemigo está creciendo, pero todavía no ha llegado a ser 
  completo. En muchos países, que han expresado el deseo de ayudarnos, los 
  capitalistas que negocian en armamento y materias primas estratégicas, 
  dedicados sólo a la caza de ganancias, continúan proporcionando al Japón 
  inmensas cantidades de material bélico[8], en tanto que sus gobiernos[9] aún 
  no están dispuestos a aplicar, junto con la Unión Soviética, sanciones 
  prácticas contra el Japón. Todo esto determina que nuestra Guerra de 
  Resistencia no pueda triunfar rápidamente y sólo pueda ser una guerra 
  prolongada. En cuanto a China, si bien en los terrenos militar, económico, 
  político y cultural, en los que se pone de manifiesto su debilidad, ha 
  realizado ciertos progresos durante los diez meses de Guerra de Resistencia, 
  estos progresos, sin embargo, están todavía lejos de alcanzar el grado 
  necesario para detener la ofensiva del enemigo y preparar nuestra 
  contraofensiva. Más aún, desde el punto de vista cuantitativo, hemos tenido 
  que sufrir ciertas pérdidas. Si bien todos los factores que nos son favorables 
  actúan en sentido positivo, aún nos quedan por hacer ingentes esfuerzos para 
  que dichos factores se desarrollen hasta un grado tal que nos permitan detener 
  la ofensiva del enemigo y preparar nuestra contraofensiva. Todavía no se han 
  convertido en hechos la eliminación de la corrupción y la aceleración del 
  progreso en el país, ni el predominio sobre las fuerzas projaponesas y el 
  aumento de las fuerzas antijaponesas en el extranjero. Todo esto también 
  determina 
  
  que nuestra guerra no pueda triunfar rápidamente y sólo pueda ser una guerra 
  prolongada. 


  LAS TRES ETAPAS DE LA GUERRA PROLONGADA 
      35. Dado que la guerra chino-japonesa será una guerra prolongada y que la 
  victoria final pertenecerá a China, se puede suponer con razón que en su 
  desarrollo concreto esta guerra pasará por tres etapas. La primera es el 
  período de ofensiva estratégica del enemigo y defensiva estratégica nuestra. 
  La segunda será el período de consolidación estratégica del enemigo y 
  preparación nuestra para la contraofensiva. La tercera, el de contraofensiva 
  estratégica nuestra y retirada estratégica del enemigo. Es imposible predecir 
  lo que ocurrirá concretamente en las tres etapas, pero a la luz de las 
  condiciones actuales, se pueden señalar ciertas tendencias fundamentales del 
  desarrollo de la guerra. El desarrollo de la realidad objetiva será 
  extraordinariamente rico, variado y sinuoso, y nadie puede hacer un 
  "horóscopo" de la guerra chino-japonesa; no obstante, para la dirección 
  estratégica de la guerra, es necesario trazar un esquema de su desarrollo. 
  Aunque nuestro esquema no puede coincidir exactamente con los futuros 
  acontecimientos y ha de ser corregido por ellos, sigue siendo necesario 
  trazarlo, con el objeto de dar a la guerra prolongada una dirección 
  estratégica firme y bien definida. 
      36. La primera etapa de la guerra no ha concluido aún. El propósito del 
  enemigo es ocupar Cantón, Wuján y Lanchou y unir estos tres puntos. Para 
  alcanzar este objetivo, el enemigo tendrá que utilizar por lo menos 50 
  divisiones, con cerca de 1.500.000 hombres, emplear de un año y medio a dos 
  años y gastar más de l0.000 millones de yenes. Al penetrar tan profundamente 
  en nuestro país, el enemigo encontrará inmensas dificultades y obtendrá 
  desastrosos resultados. En cuanto a su intento de ocupar toda la línea del 
  ferrocarril Cantón-Jankou y la carretera Sían-Lanchou, tiene que pasar, para 
  ello, por muy arriesgadas batallas y es posible que, aun así, no logre 
  plenamente su propósito. Sin embargo, es necesario que tomemos disposiciones 
  para una guerra prolongada, basando nuestro plan de operaciones en el supuesto 
  de que el enemigo consiga ocupar esos tres puntos y hasta algunas regiones 
  más, así como enlazarlos entre sí, de modo que podamos enfrentarlo incluso en 
  el caso de que logre su intento. La 
  
  forma principal de lucha que debemos adoptar en esta etapa es la guerra de 
  movimientos, complementada por la de guerrillas y la de posiciones. Si bien en 
  la fase inicial de esta etapa, la guerra de posiciones fue colocada en primer 
  plano debido a los errores subjetivos de las autoridades militares del 
  Kuomintang, desde el punto de vista de la etapa en su conjunto, desempeñará de 
  todos modos un papel auxiliar. En esta etapa se ha formado ya en China un 
  amplio frente único y se ha logrado una unidad sin precedentes. Aunque el 
  enemigo, en el intento de realizar su plan de decisión rápida y conquistar 
  toda China sin mucho esfuerzo, ha recurrido y seguirá recurriendo a medios 
  ruines y desvergonzados para inducir a China a la capitulación, hasta ahora ha 
  fracasado, y difícilmente logrará éxito en el futuro. En esta etapa, China 
  sufrirá grandes pérdidas, pero al mismo tiempo realizará notables progresos, 
  que se convertirán en la base principal para la continuación de la Guerra de 
  Resistencia en la segunda etapa. En la etapa actual, la Unión Soviética ha 
  prestado ya una ayuda cuantiosa a China. En lo que respecta al enemigo, ya se 
  observan señales del descenso de su moral, y el ímpetu ofensivo de sus tropas 
  terrestres es ahora, en la fase media de esta etapa, menor que en la fase 
  inicial, y disminuirá aún más en la fase final. Las finanzas y la economía del 
  Japón empiezan a mostrar indicios de agotamiento; entre su población y sus 
  soldados apunta el cansancio de la guerra, y en el seno de la camarilla que la 
  dirige comienza a manifestarse la "decepción de la guerra" y crece el 
  pesimismo respecto a las perspectivas del conflicto. 
      37. La segunda etapa puede ser denominada de equilibrio estratégico. Al 
  final de la primera etapa, debido a su escasez de tropas y a nuestra firme 
  resistencia, el enemigo se verá obligado a fijar, dentro de ciertos límites, 
  el punto final de su ofensiva estratégica. Llegado a este punto, detendrá su 
  ofensiva y entrará en la etapa de consolidación del territorio ocupado. En 
  esta segunda etapa, el enemigo tratará de consolidar ese territorio, de 
  apropiárselo recurriendo al engañoso método de establecer gobiernos títeres, y 
  de saquear hasta el máximo al pueblo chino; pero entonces tendrá que enfrentar 
  una tenaz guerra de guerrillas. Aprovechando que la retaguardia del enemigo 
  está débilmente guarnecida, nuestra guerra de guerrillas habrá experimentado 
  un amplio desarrollo en la primera etapa y se habrá creado muchas bases de 
  apoyo, lo que constituirá una seria amenaza para el intento del enemigo de 
  consolidar el territorio ocupado; así, durante la segunda etapa, seguirán 
  entablándose operaciones militares en vastas zonas. En dicha etapa, nuestra 
  forma de lucha será principalmente la 
  
  guerra de guerrillas; complementada por la de movimientos. China contará 
  todavía con un gran ejército regular, pero le será difícil pasar pronto a la 
  contraofensiva estratégica, pues de un lado, el enemigo adoptará una posición 
  estratégicamente defensiva en las grandes ciudades y a lo largo de las 
  principales vías de comunicación ocupadas por él, y del otro, las condiciones 
  técnicas de China distarán aún de ser adecuadas. A excepción de las tropas 
  dedicadas a defender los frentes, gran cantidad de nuestras fuerzas se 
  trasladarán a la retaguardia enemiga para actuar en formaciones relativamente 
  dispersas, y apoyándose en las zonas que el enemigo no haya ocupado y en 
  coordinación con las fuerzas armadas de la población local, desencadenarán una 
  vasta y violenta guerra de guerrillas contra las zonas ocupadas y, en la 
  medida de sus posibilidades, obligarán al enemigo a desplazarse a fin de 
  destruirlo en operaciones móviles, como se hace actualmente en la provincia de 
  Shansí. En esta etapa, la guerra será cruel y muchas regiones del país 
  sufrirán una grave devastación. Pero la guerra de guerrillas tendrá éxito y, 
  de ser bien conducida, hará que el enemigo sólo pueda conservar 
  aproximadamente una tercera parte del territorio ocupado, mientras que 
  alrededor de dos terceras partes se encontrarán en nuestras manos. Esto 
  constituirá una gran derrota para el enemigo y una gran victoria para China. 
  Para entonces, todo el territorio ocupado por el enemigo estará dividido en 
  tres categorías: bases enemigas, bases de apoyo de la guerra de guerrillas y 
  zonas guerrilleras disputadas por ambas partes. La duración de esta etapa 
  dependerá del grado en que cambie la correlación de fuerzas entre el enemigo y 
  nosotros y de los cambios en la situación internacional. Hablando en general, 
  debemos estar preparados para atravesar una etapa relativamente larga y 
  recorrer un camino penoso. Será un período muy doloroso para China. El país 
  enfrentará dos graves problemas: las dificultades económicas y las actividades 
  de zapa de los colaboracionistas. El enemigo desplegará febrilmente sus 
  actividades para socavar el frente único de China, y todas las organizaciones 
  de los colaboracionistas en las zonas ocupadas se fusionarán para formar un 
  "gobierno unificado ". Dentro de nuestras filas, debido a la pérdida de 
  grandes ciudades y a las dificultades causadas por la guerra; los elementos 
  vacilantes abogarán a voz en cuello por el compromiso, y el estado de ánimo 
  pesimista alcanzará serias proporciones. Nuestras tareas entonces consistirán 
  en movilizar a las masas populares de todo el país para que se unan como un 
  solo hombre y perseveren con inquebrantable firmeza en la guerra; ampliar y 
  consolidar el frente único; barrer todo pesi- 
  
  mismo y toda idea de compromiso; promover el espíritu de tenacidad en la 
  lucha, y poner en práctica una nueva política de tiempos de guerra, a fin de 
  salir airosos de esta difícil prueba. En esta segunda etapa, tendremos que 
  llamar a todo el país a mantener con decisión un gobierno unificado y oponerse 
  a la división; tendremos que mejorar sistemáticamente nuestra técnica de 
  combate, transformar el ejército, movilizar a todo el pueblo y prepararnos 
  para la contraofensiva. En esta etapa, la situación internacional se tornará 
  aún más desfavorable para el Japón, y aunque puedan surgir cantinelas del 
  "realismo" tipo Chamberlain que se acomoda a los "hechos consumados", las 
  principales fuerzas internacionales brindarán mayor ayuda a China. La amenaza 
  del Japón contra el Sudeste de Asia y contra Siberia será mayor, e incluso es 
  posible que estalle otra guerra. En lo que atañe al Japón, decenas de sus 
  divisiones permanecerán irremediablemente empantanadas en China. La vasta 
  guerra de guerrillas y el amplio movimiento popular antijaponés fatigarán a 
  esta enorme fuerza enemiga, desgastándola en gran medida, por una parte, y por 
  la otra, quebrantando su moral al avivar su nostalgia y acrecentar su 
  sentimiento de apatía e incluso hostilidad hacia la guerra. Aunque no puede 
  decirse que el Japón no logre absolutamente nada en su pillaje de China, sin 
  embargo, falto de capital y hostigado por la guerra de guerrillas, no podrá 
  obtener resultados rápidos ni sustanciales. Esta segunda etapa será la de 
  transición de la guerra en su conjunto y también el periodo más duro, pero 
  marcará su punto de viraje. El que China se convierta en país independiente o 
  sea reducida a colonia, no lo determina la conservación o la pérdida de las 
  grandes ciudades en la primera etapa, sino la magnitud del esfuerzo de toda la 
  nación en la segunda. Si perseveramos en la Resistencia, en el frente único y 
  en la guerra prolongada, China adquirirá en esta etapa la fuerza suficiente 
  para convenirse de la parte débil en la fuerte. Este será el segundo de los 
  tres actos en el drama de la Guerra de Resistencia de China. Con los esfuerzos 
  de todos los actores, será posible representar un brillantísimo acto final. 
      38. La tercera etapa será la de nuestra contraofensiva para recuperar el 
  territorio perdido. Su recuperación dependerá principalmente de la fuerza que 
  China haya preparado en la etapa precedente y que continuará creciendo en la 
  tercera. Pero la sola fuerza de China no será suficiente, y tendremos que 
  contar con la ayuda de las fuerzas internacionales y con aquella representada 
  por los cambios que se operen dentro del Japón; de otro modo no podremos 
  triunfar. Esto aumenta 
  
  las tareas de China en la propaganda para el extranjero y en las actividades 
  diplomáticas. En esta etapa, ya no estaremos a la defensiva estratégica, sino 
  que pasaremos a la contraofensiva estratégica, la cual asumirá la forma de 
  ofensiva estratégica; en vez de seguir operando en líneas estratégicamente 
  interiores, pasaremos poco a poco a operar en líneas estratégicamente 
  exteriores. La guerra no podrá considerarse como terminada hasta que nuestro 
  ejército llegue al río Yalu. La tercera etapa será la última de la guerra 
  prolongada, y cuando hablamos de perseverar en la guerra hasta el final, 
  queremos decir que es necesario recorrer toda esta etapa. En ella nuestra 
  principal forma de lucha será, de nuevo, la guerra de movimientos, pero la 
  guerra de posiciones ocupará un lugar destacado. Mientras en la primera etapa 
  la defensa de posiciones no puede considerarse como importante debido a las 
  condiciones de este momento, el ataque a posiciones asumirá bastante 
  importancia en la tercera etapa en virtud de los cambios producidos en las 
  condiciones y debido a las exigencias de las tareas. En esta etapa, la guerra 
  de guerrillas volverá a desempeñar un papel auxiliar, de apoyo estratégico a 
  la guerra de movimientos y a la de posiciones, en lugar de ser la forma 
  principal como en la segunda etapa. 
      39. En tales circunstancias es evidente que la guerra será prolongada y, 
  por lo tanto, encarnizada. El enemigo no podrá engullirse por completo a 
  China, pero sí ocupar muchas de sus regiones por un tiempo considerable. China 
  no podrá expulsar con rapidez a los invasores japoneses, pero conservará en 
  sus manos la mayor parte de su territorio. Al final, el enemigo será derrotado 
  y nosotros venceremos; pero será preciso recorrer un penoso camino. 
      40. De esta guerra larga y encarnizada, el pueblo chino saldrá bien 
  templado. Los partidos políticos que participan en la guerra también serán 
  sometidos a temple y prueba. El frente único debe ser mantenido firmemente; 
  sólo manteniéndolo podremos perseverar en la guerra, y sólo perseverando en el 
  frente único y en la guerra podremos obtener la victoria final. únicamente así 
  conseguiremos superar todas las dificultades. Después de recorrer en la guerra 
  el sendero escabroso, llegaremos al camino real de la victoria. Esta es la 
  lógica natural de la guerra. 
      41. En las tres etapas, los cambios en la correlación de fuerzas entre el 
  enemigo y nosotros se operarán según el orden siguiente: En la primera etapa, 
  el enemigo es superior en fuerza y nosotros inferiores. Con respecto a esta 
  inferioridad nuestra, es preciso tener en cuenta dos tipos diferentes de 
  cambios que se producen desde vísperas de la 
  
  Guerra de Resistencia hasta el final de esta etapa. Los del primer tipo son 
  cambios desfavorables. La inferioridad inicial de China se agrava con las 
  pérdidas sufridas durante la primera etapa, es decir, disminución de 
  territorio, población, recursos económicos, potencia militar e instituciones 
  culturales. Dichas pérdidas podrán ser considerables hacia el final de la 
  primera etapa, especialmente en el aspecto económico. Este hecho será 
  explotado por algunos como argumento en favor de sus teorías de la subyugación 
  nacional y del compromiso. Pero es preciso tener en cuenta los cambios del 
  segundo tipo, los favorables: experiencia adquirida en la guerra, progreso en 
  el ejército, progreso político, movilización del pueblo, desarrollo cultural 
  en una nueva dirección, surgimiento de la guerra de guerrillas, aumento de la 
  ayuda internacional, etc. En la primera etapa, lo que declina es la vieja 
  cantidad y la vieja calidad, y este fenómeno es principalmente de orden 
  cuantitativo. Lo que asciende es la nueva cantidad y la nueva calidad, y este 
  fenómeno es principalmente de orden cualitativo. los cambios del segundo tipo 
  nos proporcionan una base para sostener una guerra prolongada y lograr la 
  victoria final. 
      42. En la primera etapa, también se producen dos tipos de cambios en el 
  bando enemigo. Los del primer tipo son cambios desfavorables, que representan 
  centenares de miles de bajas, consumo de armas y municiones, descenso de la 
  moral de las tropas, descontento del pueblo japonés, disminución del comercio, 
  gasto de más de diez mil millones de yenes, condenación de la opinión pública 
  mundial, etc. Esto nos proporciona otra base para sostener una guerra 
  prolongada y lograr la victoria final. Pero asimismo deben tenerse en cuenta 
  los cambios del segundo tipo, los favorables, en el bando enemigo: aumento de 
  territorio, habitantes y recursos materiales en su poder. Esto también 
  constituye una razón para probar que nuestra Guerra de Resistencia será 
  prolongada y que la victoria rápida es imposible; al mismo tiempo, algunos lo 
  explotarán como argumento en favor de sus teorías de la subyugación nacional y 
  del compromiso. No obstante, debemos tener en cuenta el carácter transitorio y 
  parcial de estos cambios favorables en el campo enemigo. EL Japón es una 
  potencia imperialista condenada al derrumbamiento, y su ocupación de 
  territorio chino no puede ser sino temporal. El vigoroso desarrollo de la 
  guerra de guerrillas de China restringirá de hecho su esfera de ocupación a 
  estrechas miras: Además, su ocupación de territorio chino ha engendrado nuevas 
  contradicciones entre el Japón y otros países y profundizado las que ya 
  existían. Más aún, como lo demuestra la experiencia en las tres 
  
  provincias del Nordeste, en general esta ocupación sólo significará para el 
  Japón, durante un período considerable, inversión de capital y no obtención de 
  ganancias. Todo esto nos proporciona asimismo argumentos para desbaratar las 
  teorías de la subyugación nacional y del compromiso y establecer las de la 
  guerra prolongada y de la victoria final. 
      43. En la segunda etapa, continuarán desarrollándose en ambos bandos los 
  cambios antes mencionados; aunque no se puede predecir en detalle la 
  situación, en términos generales podemos afirmar que el Japón continuará en 
  descenso y China en ascenso[10]. Por ejemplo, el Japón sufrirá un cuantioso 
  desgaste de sus recursos militares y financieros a causa de la guerra de 
  guerrillas de China; crecerá el descontento entre su población; bajará aún más 
  la moral de sus tropas, y su aislamiento internacional se agravará. En cuanto 
  a China, habrá progresos aún mayores en lo político, militar y cultural y en 
  la movilización del pueblo; se desarrollará aún más la guerra de guerrillas; 
  su economía experimentará cierto desarrollo nuevo sobre la base de la pequeña 
  industria y la agricultura de las vastas zonas del interior del país; la ayuda 
  internacional aumentará en forma gradual, y el cuadro entero ofrecerá un 
  aspecto muy distinto del actual. La segunda etapa probablemente durará un 
  tiempo bastante largo, durante el cual se producirán grandes cambios en la 
  correlación de fuerzas: China se elevará poco a poco y el Japón declinará más 
  y más. China saldrá de su inferioridad y el Japón perderá su superioridad, de 
  modo que, tras un período de paridad, la correlación de fuerzas entre los dos 
  países quedará invertida. Entonces China habrá completado en lo fundamental 
  sus preparativos para la contraofensiva estratégica y entrará en la etapa de 
  contraofensiva y de expulsión del enemigo. Es necesario subrayar una vez más 
  que el cambio de inferioridad en superioridad y la conclusión de los 
  preparativos para la contraofensiva implican el aumento de la fuerza de China, 
  de las dificultades del Japón y de la ayuda internacional que recibamos. La 
  combinación de estos factores asegurará a China la superioridad y le permitirá 
  dar cima a los preparativos para su contraofensiva. 
      44. Debido a la desigualdad del desarrollo político y económico de China, 
  la contraofensiva estratégica de la tercera etapa no será, en su fase inicial, 
  uniforme y armoniosa en todo el país, sino que tendrá un carácter zonal, 
  ascendiendo en un lugar y descendiendo en otro. Durante esta etapa, el enemigo 
  no cejará en sus intentos de escindir por todos los medios posibles el frente 
  único de China, por lo cual la tarea 
  
  de mantener la unidad interna del país se tornará aún más importante, y 
  tendremos que velar porque la contraofensiva estratégica no se malogre a mitad 
  de camino por disensiones internas. En este período, la situación 
  internacional se volverá muy favorable para nosotros. La tarea de China será 
  aprovecharla para alcanzar su total liberación y establecer un Estado 
  democrático independiente, lo cual ayudará, a su vez, al movimiento 
  antifascista mundial. 
      45. China pasará de la inferioridad a la paridad de fuerzas, y luego a la 
  superioridad; el Japón, de la superioridad a la paridad, y luego a la 
  inferioridad: China pasará de la defensiva al equilibrio, y luego a la 
  contraofensiva; el Japón, de la ofensiva a la consolidación, y luego a la 
  retirada. He aquí el proceso de la guerra chino-japonesa y su curso lógico. 
      46. Así, llegamos a las siguientes conclusiones para las preguntas 
  planteadas: ¿Será China subyugada? Respuesta: No, no lo será, y la victoria 
  final será suya. ¿Puede China vencer rápidamente? Respuesta: No, no puede 
  vencer rápidamente, y la guerra tiene que ser prolongada. ¿Son correctas estas 
  conclusiones? Creo que sí. 
      47. Al llegar a este punto, los partidarios de las teorías de la 
  subyugación nacional y del compromiso se presentarán nuevamente a decir: Para 
  pasar de la inferioridad a la paridad, China necesitará una potencia militar y 
  económica igual a la del Japón, y para pasar de la paridad a la superioridad, 
  necesitará una potencia militar y económica superior a la del Japón; pero como 
  esto es imposible, las conclusiones precedentes son incorrectas. 
      48. Esta es la llamada teoría de que "las armas lo deciden todo"[11], 
  teoría mecanicista y punto de vista subjetivo y unilateral sobre el problema 
  de la guerra. Nuestro punto de vista es opuesto a esta teoría; no sólo tenemos 
  en cuenta las armas, sino también los hombres. Las armas son un factor 
  importante en la guerra, pero no el decisivo. El factor decisivo es el hombre, 
  y no las cosas. La correlación de fuerzas es determinada no sólo por la 
  potencia militar y económica, sino también por los recursos humanos y el apoyo 
  popular. La potencia militar y económica es manejada por el hombre Si la gran 
  mayoría de los chinos, de los japoneses y de la población de otros países se 
  colocan del lado de nuestra Guerra de Resistencia, ¿podrá considerarse como 
  superioridad la potencia militar y económica que una ínfima minoría del Japón 
  detenta por la fuerza? Y si no puede considerarse así, ¿no pasará entonces 
  China a ser superior, a pesar de disponer de una fuerza militar y económica 
  relativamente inferior? Está fuera de toda duda que la 
  
  potencia militar y económica de China crecerá en forma gradual, siempre que 
  China persevere en la Guerra de Resistencia y en el frente único. En cuanto a 
  nuestro enemigo, que será debilitado por la larga guerra y las contradicciones 
  internas y externas, su potencia militar y económica sufrirá inevitablemente 
  un cambio en sentido inverso. En tales circunstancias, ¿acaso no podrá China 
  convenirse en superior? Y esto aún no es todo. En el momento actual todavía no 
  podemos contar manifiesta y ampliamente con la potencia militar y económica de 
  otros países, pero ¿acaso tampoco podremos hacerlo en el futuro? Si el 
  adversario del Japón no es sólo China, si en el futuro uno o varios países 
  emplean abiertamente una parte considerable de su potencia militar y económica 
  para defenderse del Japón o atacarlo y nos ayudan abiertamente, entonces ¿no 
  será aún mayor nuestra superioridad? El Japón es un país pequeño, sostiene una 
  guerra retrógrada y bárbara, y quedará cada vez más aislado en el plano 
  internacional. China es un país grande, realiza una guerra progresista y 
  justa, y gozará de un apoyo internacional cada vez mayor. Después de un largo 
  periodo de desarrollo, ¿no invertirán todos estos factores, en forma 
  definitiva, la relación de superioridad e inferioridad entre el enemigo y 
  nosotros? 
      49. Los partidarios de la teoría de la victoria rápida, sin embargo, no 
  comprenden que la guerra es una pugna de fuerzas, y tratan de dar batallas 
  estratégicamente decisivas para acortar el camino de la liberación, antes de 
  que se haya producido un determinado cambio en la correlación de fuerzas entre 
  los contendientes. Esto también es infundado. Si pusieran en práctica sus 
  ideas, se estrellarían inevitablemente contra el muro. O quizás hablen sólo 
  por el placer de hablar, sin la intención de ponerlas realmente en práctica. A 
  la postre, su señoría la Realidad vendrá y arrojará un balde de agua fría 
  sobre estos charlatanes, mostrándolos como simples fabricantes de frases que 
  buscan obtener las cosas a bajo precio, que sueñan con cosechar sin haber 
  sembrado. Este tipo de charlatanería ha existido y existe, aunque no está muy 
  difundida. Es posible que aumente cuando la guerra llegue a la etapa de 
  equilibrio y a la de contraofensiva. Pero, entretanto, si China sufre pérdidas 
  relativamente importantes en la primera etapa, y si la segunda se prolonga 
  mucho, se pondrán más en boga las teorías de la subyugación nacional y del 
  compromiso. Por lo tanto, nuestro fuego debe dirigirse principalmente contra 
  estas teorías, y sólo en segundo lugar contra la cháchara sobre la victoria 
  rápida. 
      50. Ya está fuera de duda que la guerra será prolongada; pero nadie puede 
  predecir con exactitud cuántos años y meses durará, pues 
  
  ello depende por completo de la medida en que cambie la correlación de fuerzas 
  entre el enemigo y nosotros. Todos aquellos que quieren abreviar la duración 
  de la guerra, no tienen otro recurso que esforzarse por aumentar nuestra 
  propia fuerza y reducir la del enemigo. Hablando concretamente, el único 
  camino es el de esforzarnos en ganar más batallas y desgastar a las tropas 
  enemigas; en desarrollar la guerra de guerrillas para reducir al mínimo el 
  territorio ocupado por el enemigo; en consolidar y ampliar el frente único 
  para unir las fuerzas de toda la nación; en formar un nuevo ejército y 
  desarrollar una nueva industria de guerra; en promover el progreso político, 
  económico y cultural; en movilizar a los obreros, campesinos, hombres de 
  negocios, intelectuales y otros sectores del pueblo; en desintegrar a las 
  tropas enemigas y ganarnos a sus soldados; en realizar propaganda para el 
  exterior a fin de conseguir la ayuda internacional, y en ganarnos el apoyo del 
  pueblo japonés y de las naciones oprimidas. Sólo haciendo todo esto podremos 
  abreviar la duración de la guerra. No hay ningún atajo posible. 


  GUERRA DE INTERPENETRACION 
      51. Podemos decir con certeza que la Guerra de Resistencia contra el 
  Japón, guerra prolongada, escribirá una página gloriosa y excepcional en la 
  historia de las guerras de la humanidad. Una de las peculiaridades notables de 
  esta guerra es su carácter de interpenetración, producto de factores 
  contradictorios como la barbarie y la escasez de tropas del Japón, por un 
  lado, y el carácter progresista de China y su extenso territorio, por el otro. 
  En la historia ha habido otras guerras de interpenetración, como la guerra 
  civil de tres años en Rusia después de la Revolución de Octubre. Pero lo que 
  distingue a este tipo de guerra en China es su duración y amplitud 
  excepcionales; en este sentido establecerá una nueva marca en la historia. La 
  interpenetración se manifiesta en los siguientes rasgos. 
      52. Líneas interiores y exteriores. La Guerra de Resistencia contra el 
  Japón se realiza, en su conjunto, en líneas interiores. Pero, en cuanto a la 
  relación entre las tropas regulares y las guerrillas, las primeras operan en 
  líneas interiores y las últimas, en exteriores, ofreciendo un cuadro 
  extraordinario de tenazas en torno al enemigo. Lo mismo puede decirse respecto 
  a la relación entre las distintas zonas guerrilleras. Desde su propio punto de 
  vista, cada zona guerrillera se 
  
  encuentra en líneas interiores, y las demás, en exteriores, formando así una 
  multitud de líneas de fuego entre las cuales se halla atenazado el enemigo. En 
  la primera etapa de la guerra, el ejército regular, que opera estratégicamente 
  en líneas interiores, se repliega, mientras las guerrillas, que operan 
  estratégicamente en líneas exteriores, avanzan por amplias zonas a pasos 
  agigantados sobre la retaguardia enemiga, continuando este avance, con mayor 
  ímpetu aún, en la segunda etapa. De esta forma, se produce una combinación 
  extremadamente original de repliegue y avance. 
      53. Existencia y ausencia de retaguardia. Las tropas regulares, que tienen 
  su frente de operaciones en los límites exteriores del territorio ocupado por 
  el enemigo, se apoyan en la retaguardia general del país. Las guerrillas, que 
  tienen el suyo en la retaguardia enemiga, están separadas de la retaguardia 
  general del país. Pero cada zona guerrillera posee una pequeña retaguardia, 
  sobre la cual se apoya para establecer un frente móvil de operaciones. Es 
  diferente el caso de los destacamentos guerrilleros enviados de una zona 
  guerrillera a la retaguardia enemiga situada en la misma región para efectuar 
  actividades temporales. Estos destacamentos no tienen ni retaguardia ni frente 
  de operaciones. Las "operaciones sin retaguardia" constituyen un rasgo 
  peculiar de la guerra revolucionaria en la nueva época, en un país que cuenta 
  con un vasto territorio; un pueblo progresista y un partido político y 
  ejército avanzados. No hay ninguna razón para temer las operaciones de este 
  tipo, ya que únicamente pueden reportar provecho; en vez de ponerlas en tela 
  de juicio, hay que promoverlas. 
      54. Cerco y contracerco. Tomando la guerra en su conjunto, no cabe duda de 
  que nos encontramos cercados estratégicamente por el enemigo; por cuanto éste 
  se halla a la ofensiva estratégica y opera en líneas exteriores, mientras 
  nosotros estamos a la defensiva estratégica y operamos en líneas interiores. 
  Este es el primer tipo de cerco que nos impone el enemigo. Debido a que, con 
  relación a las fuerzas enemigas que desde líneas estratégicamente exteriores 
  avanzan sobre nosotros en varias columnas, aplicamos el principio de 
  operaciones en líneas exteriores en campañas y combates empleando fuerzas 
  numéricamente superiores, podemos cercar a una o varias de esas columnas 
  enemigas. Este es el primer tipo de contracerco que imponemos al enemigo. 
  Luego, si se consideran por separado las bases de apoyo guerrilleras en la 
  retaguardia enemiga, cada una de ellas está rodeada por el enemigo, ya sea por 
  todos lados, como la zona de las montañas Wutai, ya sea por tres lados, como 
  el Noroeste de Shansí. Este es el segundo 
  
  tipo de cerco que nos impone el enemigo. Sin embargo, si consideramos las 
  diversas bases de apoyo guerrilleras en su vinculación mutua y cada una en su 
  relación con las posiciones de las fuerzas regulares, vemos que, a nuestra 
  vez, rodeamos a una gran cantidad de fuerzas enemigas. En la provincia de 
  Shansí, por ejemplo, hemos rodeado el ferrocarril Tatung-Puchou por tres lados 
  (Este, Oeste y extremo sur) y la ciudad de Taiyuán por todos lados. En las 
  provincias de Jopei y Shantung también se pueden encontrar muchos ejemplos 
  similares. Este es el segundo tipo de contracerco que imponemos al enemigo. De 
  este modo, existen dos tipos de cerco recíproco entre nosotros y el enemigo, 
  más o menos como en una partida de weichi. Las campañas y combates entre ambos 
  bandos se asemejan a la toma de piezas y el establecimiento de puntos de apoyo 
  del enemigo (como la ciudad de Taiyuán) y de nuestras bases de apoyo 
  guerrilleras (como las montañas Wutai), a las jugadas para dominar espacios en 
  el tablero. Si se amplía la partida de weichi a una escala mundial, entonces 
  habrá todavía un tercer tipo de cerco recíproco, o sea, la interrelación entre 
  el frente de la agresión y el de la paz. Con el primer frente, el enemigo 
  cerca a países como China, la Unión Soviética, Francia y Checoslovaquia, en 
  tanto que nosotros, con el segundo frente, imponemos el contracerco a 
  Alemania, el Japón e Italia. Pero nuestro cerco, al igual que la mano de Buda, 
  se convertirá en una Montaña de los Cinco Elementos que atraviese todo el 
  Universo, y los Sun Wu-kung modernos -- los agresores Fascistas -- serán 
  fácilmente enterrados debajo de ella, para no levantarse más[12]. Por eso, si 
  en el plano internacional logramos crear un frente antijaponés en la región 
  del Pacífico, con China como una unidad estratégica, con la Unión Soviética y 
  otros países que puedan incorporarse a él como otras tantas unidades 
  estratégicas, y con el movimiento del pueblo japonés como una unidad 
  estratégica más, formaremos una gigantesca red mundial de la que los Sun 
  Wu-kung fascistas no podrán escapar; entonces habrá llegado el día final para 
  nuestro enemigo. Efectivamente, el momento en que se forme, en lo esencial, 
  esta red mundial, será sin duda el día del derrumbamiento total del 
  imperialismo japonés. Esto no es de ninguna manera una broma; se trata de la 
  tendencia inevitable de la guerra. 
      55. Zonas grandes y pequeñas. Existe la posibilidad de que el enemigo se 
  apodere de la mayor parte del territorio chino al Sur de la Gran Muralla, y 
  que sólo permanezca intacta la parte menor. Este es un aspecto de la 
  situación. Mas, dentro de esta parte mayor a diferencia de las tres provincias 
  del Nordeste, el enemigo sólo podrá 
  
  ocupar realmente las grandes ciudades, las principales vías de comunicación y 
  algunos sectores de las llanuras, es decir, objetivos de primer orden en 
  cuanto a su importancia, pero que, por su extensión y población, constituirán 
  probablemente la parte menor del territorio ocupado, en tanto que las zonas 
  guerrilleras, que se desarrollarán por doquier, constituirán la parte mayor. 
  Este es otro aspecto de la situación. Ahora, si no nos circunscribimos al 
  territorio situado al Sur de la Gran Muralla y tomamos en cuenta Mongolia, 
  Sinchiang, Chingjai y el Tíbet, las zonas no ocupadas seguirán constituyendo 
  la parte mayor del territorio de China, mientras las zonas ocupadas por el 
  enemigo, aun incluyendo las tres provincias del Nordeste, representarán tan 
  sólo la parte menor. Este es el tercer aspecto de la situación. Las regiones 
  no ocupadas tienen, por supuesto, una gran importancia para nosotros, y 
  debemos consagrar grandes esfuerzos a su desarrollo, no sólo en los terrenos 
  político, militar y económico, sino también, y esto es igualmente importante, 
  en el cultural. El enemigo ha transformado nuestros antiguos centros de 
  cultura en zonas culturalmente atrasadas, y nosotros, a nuestra vez, tenemos 
  que transformar las antiguas zonas culturalmente atrasadas en centros de 
  cultura. Por otra parte, es también de suma importancia la tarea de 
  desarrollar las extensas zonas guerrilleras en la retaguardia enemiga, y 
  debemos llevarla a cabo en todos los terrenos, incluido el cultural. En 
  resumen, las grandes. zonas rurales de China se convertirán en regiones de 
  progreso y luz, mientras que las pequeñas zonas ocupadas por el enemigo, en 
  especial las grandes ciudades, se convertirán temporalmente en islotes de 
  atraso y tinieblas. 
      56. Así vemos como la larga y vasta Guerra de Resistencia contra el Japón 
  será una guerra de interpenetración en los aspectos militar, político, 
  económico y cultural, magnífico espectáculo en la historia de las guerras, 
  heroica empresa de la nación china, grandiosa proeza que conmoverá a toda la 
  Tierra. Esta guerra no sólo influirá sobre China y el Japón, impulsando 
  grandemente el progreso de ambos países, sino también sobre el mundo entero, 
  impulsando el progreso de todas las naciones, y antes que nada, de las 
  naciones oprimidas, como la India. Todos los chinos deben participar con plena 
  conciencia en esta guerra de interpenetración; ésta es la forma de guerra 
  mediante la cual la nación china lucha por su propia liberación, la forma 
  peculiar de la guerra de liberación sostenida por un país grande y 
  semicolonial en los años 30 y 40 del siglo XX. 
  


  GUERRA POR UNA PAZ PERDURABLE 
      57. La naturaleza prolongada de la Guerra de Resistencia de China contra 
  el Japón es inseparable de la lucha por una paz perdurable en China y en el 
  mundo entero. En ninguna época histórica ha estado la guerra tan próxima como 
  hoy a una paz perdurable. Como resultado de la aparición de las clases, la 
  vida de la humanidad a lo largo de milenios ha estado llena de guerras. Son 
  incontables las que ha sostenido cada nación, ya dentro del marco nacional, ya 
  contra otras naciones. En la etapa imperialista del desarrollo de la sociedad 
  capitalista, las guerras han adquirido una envergadura y un encarnizamiento 
  excepcionales. La Primera Gran Guerra imperialista, ocurrida hace veinte años, 
  fue una guerra sin parangón en la historia, mas no la última. Sólo la que ha 
  comenzado ahora está cerca de ser la última, es decir, está próxima a la paz 
  perdurable de la humanidad. Hasta hoy, una tercera parte de la población 
  mundial ha entrado en la guerra: Italia, luego el Japón; Abisinia, después 
  España, luego China. La población de los países beligerantes suma ahora cerca 
  de seiscientos millones, o sea, casi un tercio de la población mundial. Los 
  rasgos peculiares de la guerra actual son su carácter ininterrumpido y su 
  proximidad a la paz perdurable. ¿Por qué es ininterrumpida? Luego de invadir 
  Abisinia, Italia agrede a España, y Alemania se asocia a la agresión. Después, 
  el Japón ataca a China. ¿Qué vendrá a continuación? No cabe duda de que Hitler 
  combatirá contra las grandes potencias. "El fascismo es la guerra"[13]; esto 
  es completamente cierto. No habrá interrupción alguna en la transformación de 
  la guerra actual en una guerra mundial; la humanidad no podrá eludir la 
  calamidad de la guerra. ¿Por qué decimos entonces que esta guerra está próxima 
  a la paz perdurable? La guerra actual es el resultado del desarrollo de la 
  crisis general del capitalismo mundial, que comenzó con la Primera Guerra 
  Mundial; esta crisis general empuja a los países capitalistas a entrar en un 
  nuevo conflicto bélico y, sobre todo, a los países fascistas a emprender 
  nuevas aventuras bélicas. Se puede prever que esta guerra no salvará al 
  capitalismo, sino que lo aproximará a su ruina: Esta guerra será más vasta y 
  encarnizada que la de hace veinte años, abarcará inevitablemente a todas las 
  naciones y será muy prolongada; la humanidad soportará grandes sufrimientos. 
  Pero en el curso de ella, debido a la existencia de la Unión Soviética y a la 
  elevación de la conciencia política de los pueblos del mundo, 
  
  surgirán sin duda grandiosas guerras revolucionarias para oponerse a todas las 
  guerras contrarrevolucionarias, confiriendo así a esta guerra el carácter de 
  lucha por una paz perdurable. Aunque más tarde haya todavía otro período de 
  guerra, ya no estará muy lejos la paz perdurable en el mundo entero. Una vez 
  que la humanidad haya eliminado el capitalismo, entrará en la era de la paz 
  perdurable, y ya no será necesaria la guerra. No se necesitarán entonces 
  ejércitos, buques de guerra, aviones militares ni gases tóxicos. El hombre ya 
  no volverá a ver la guerra por los siglos de los siglos. Las guerras 
  revolucionarias que han comenzado son parte de esta guerra por la paz 
  perdurable. El conflicto entre China y el Japón, países que tienen una 
  población total de más de quinientos millones, ocupará un lugar importante en 
  esta guerra por la paz perdurable, y de ella saldrá la liberación de la nación 
  china. La nueva China liberada, la China del futuro, será inseparable del 
  nuevo mundo liberado. el mundo del futuro. De ahí que nuestra Guerra de 
  Resistencia contra el Japón adquiera el carácter de lucha por una paz 
  perdurable. 
      58. La historia demuestra que las guerras se dividen en dos clases: las 
  justas y las injustas. Todas las guerras progresistas son justas, y todas las 
  que impiden el progreso son injustas. Los comunistas nos oponemos a todas las 
  guerras injustas, que impiden el progreso, pero no estamos en contra de las 
  guerras justas, progresistas. Los comunistas lejos de oponernos a estas 
  últimas, participamos activamente en ellas. . Entre las guerras injustas, la 
  Primera Guerra Mundial fue un caso en que ambos bandos pelearon por intereses 
  imperialistas; por lo tanto, los comunistas del mundo entero se opusieron 
  resueltamente a ella. La forma de combatir una guerra de este tipo es hacer 
  cuanto se pueda por prevenirla antes de que estalle y, si llega a estallar, 
  oponer la guerra a la guerra, oponer la guerra justa a la injusta, tan pronto 
  como sea posible. La guerra que realiza el Japón es una guerra injusta, que 
  impide el progreso, y todos los pueblos del mundo, incluido el japonés, deben 
  oponerse y de hecho se oponen a ella. En China, todos, desde el pueblo hasta 
  el gobierno, desde el Partido Comunista hasta el Kuomintang, han levantado la 
  bandera de la justicia y realizan una guerra revolucionaria nacional contra la 
  agresión. Nuestra guerra es sagrada y justa, es progresista y aspira a la paz. 
  No sólo aspira a la paz de un país, sino también a la de todo el mundo, y no 
  sólo a una paz temporal, sino a una paz perdurable. Para lograr este objetivo, 
  debemos sostener una lucha a muerte, estar preparados para cualquier 
  sacrificio, perseverar hasta el fin y no detenernos jamás antes de 
  
  alcanzar la meta. Serán grandes los sacrificios y hará falta mucho tiempo, 
  pero ya aparece con nitidez ante nosotros un mundo nuevo donde reinarán para 
  siempre la paz y la luz. La convicción con que hacemos esta guerra se basa 
  precisamente en que estamos luchando por una nueva China y un nuevo mundo de 
  paz y luz perdurables. El fascismo y el imperialismo quieren perpetuar las 
  guerras, pero nosotros queremos acabar con ellas en un futuro no muy lejano. 
  Para conseguir este fin, la gran mayoría de la humanidad debe esforzarse al 
  máximo. Los 450 millones de chinos constituyen una cuarta parte de la 
  población del mundo, y si mediante sus esfuerzos mancomunados logran aplastar 
  al imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en derechos, 
  habrán hecho indudablemente una inmensa contribución a la lucha por una paz 
  perdurable en todo el mundo. Esta no es una esperanza vana, pues el mundo 
  entero ya se aproxima a este punto en el curso de su desarrollo social y 
  económico; y a condición de que la mayoría de los hombres redoble sus 
  esfuerzos, nuestro objetivo será de seguro alcanzado dentro de algunas 
  décadas. 


  ACTIVIDAD CONSCIENTE EN LA GUERRA 
      59. Con todo lo dicho hasta aquí se ha explicado por qué la guerra será 
  prolongada y por qué la victoria final pertenecerá a China, y principalmente 
  se ha tratado de los problemas de "qué es" y "qué no es" esta guerra. Pasemos 
  ahora a los problemas de "qué hacer" y "qué no hacer". ¿Cómo llevar adelante 
  la guerra prolongada? ¿Cómo lograr la victoria final? Estas son las preguntas 
  a las que vamos a responder. Para ello explicaremos por orden los siguientes 
  problemas: actividad consciente en la guerra; guerra y política; movilización 
  política para la Guerra de Resistencia; objetivo de la guerra; ofensiva dentro 
  de la defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada 
  y líneas exteriores dentro de líneas interiores; iniciativa, flexibilidad y 
  planificación; guerra de movimientos, guerra de guerrillas y guerra de 
  posiciones; guerra de aniquilamiento y guerra de desgaste; posibilidades de 
  explotar los errores del enemigo; batallas decisivas en la Guerra de 
  Resistencia contra el Japón; ejército y pueblo, base de la victoria. 
  Comencemos por el problema de la actividad consciente. 
  
      60. Cuando hablamos de oposición al enfoque subjetivo de los problemas, 
  queremos decir que debemos oponernos a las ideas que no se basan en los hechos 
  objetivos o no concuerdan con ellos, porque tales ideas son fruto de la 
  imaginación o de falsos razonamientos, y nos conducirán al fracaso si actuamos 
  conforme a ellas. Pero todo cuanto se hace es hecho por el hombre; la guerra 
  prolongada y la victoria final no serán posibles sin el esfuerzo humano. Para 
  que sea eficaz ese esfuerzo, el hombre tiene que concebir, partiendo de los 
  hechos objetivos, ideas, principios y criterios, y elaborar planes, 
  orientaciones, política, estrategia y táctica. Las ideas, principios, etc. son 
  lo subjetivo, en tanto que la práctica o acciones son lo subjetivo traducido 
  en lo objetivo; tanto aquéllos como éstas representan la actividad peculiar 
  del hombre. A esta actividad la llamamos "actividad consciente", rasgo que 
  diferencia a los hombres de los demás seres. Toda idea basada en los hechos 
  objetivos y que corresponde a ellos, es correcta; y toda práctica o acción 
  basada en ideas correctas, es igualmente correcta. Debemos poner plenamente en 
  juego esas ideas y acciones, esa actividad consciente. La Guerra de 
  Resistencia contra el Japón tiene como objetivo expulsar al imperialismo y 
  transformar la vieja China en una nueva. Para ello es indispensable movilizar 
  a todo el pueblo chino y poner en pleno juego su actividad consciente para la 
  resistencia al Japón. Si permaneciéramos de brazos cruzados, seríamos 
  subyugados y no habría ni guerra prolongada ni victoria final. 
      61. La actividad consciente es un rasgo característico del hombre, quien 
  lo manifiesta intensamente en la guerra. La victoria o la derrota en una 
  guerra depende, por supuesto, de las condiciones militares, políticas, 
  económicas y geográficas de ambos bandos, de la naturaleza de la guerra que 
  hace cada uno y del apoyo internacional de que uno y otro gozan, pero no sólo 
  de estos factores; todos ellos no hacen más que proporcionar la posibilidad de 
  la victoria o la derrota, y no deciden por sí solos el desenlace de la guerra. 
  Para decidirlo, es preciso agregar el esfuerzo subjetivo, esto es, la 
  dirección y realización de la guerra, la actividad consciente en ella. 
      62. Quienes dirigen una guerra no pueden pretender ganarla traspasando los 
  límites impuestos por las condiciones objetivas, pero si pueden y deben, 
  dentro de tales límites, esforzarse con su actividad consciente por alcanzar 
  la victoria. El escenario de la acción para los mandos de una guerra debe 
  construirse dentro de lo que permiten las 
  
  condiciones objetivas, pero en este escenario pueden dirigir la representación 
  de muchos dramas marciales, grandiosos y llenos de sonido y color. Sobre la 
  base material objetiva dada, los mandos de la Guerra de Resistencia deben 
  poner en juego su capacidad y conducir a todas sus fuerzas para aplastar a los 
  enemigos de la nación, transformar la situación actual en que nuestra sociedad 
  y nuestro país sufren la agresión y la opresión, y crear una nueva China libre 
  e igual en derechos; es en este sentido que puede y debe ejercerse nuestra 
  capacidad subjetiva para dirigir la guerra. No queremos que ninguno de 
  nuestros mandos de la Guerra de Resistencia se aparte de las condiciones 
  objetivas y se convierta en un impulsivo que actúe de manera arrebatada, pero 
  debemos alentar a cada uno de ellos para que se transforme en un jefe valeroso 
  y sagaz: Nuestros mandos deben poseer no sólo el denuedo necesario para 
  aplastar al enemigo, sino también la capacidad para dominar el curso entero de 
  la guerra en todas sus vicisitudes y en todo su desarrollo. Nadando en el 
  océano de la guerra, un mando no sólo debe evitar hundirse, sino también 
  asegurarse la llegada a la orilla opuesta con brazadas medidas. La estrategia 
  y la táctica, como leyes de la dirección de la guerra, constituyen el arte de 
  nadar en el océano de la guerra. 


  GUERRA Y POLITlCA 
      63. "La guerra es la continuación de la política." En este sentido, la 
  guerra es política, y es en sí misma una acción política. No ha habido jamás, 
  desde los tiempos antiguos, una guerra que no haya tenido carácter político. 
  La Guerra de Resistencia contra el Japón es una guerra revolucionaria de toda 
  la nación, y la victoria es inseparable del objetivo político de esta Guerra 
  -- expulsar al imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en 
  derechos --; inseparable de la política general de perseverar en la 
  Resistencia y mantener el frente único; de la movilización de todo el pueblo; 
  de los principios políticos de unidad entre oficiales y soldados, unidad entre 
  ejército y pueblo y desintegración de las fuerzas enemigas; de la aplicación 
  eficaz de la política de frente único; de la movilización cultural, y de los 
  esfuerzos por ganar el apoyo internacional, incluido el del pueblo japonés. En 
  una palabra, la guerra no puede separarse ni un solo 
  
  instante de la política. Toda tendencia entre los militares antijaponeses a 
  menospreciar la política, aislando la guerra de ella y abogando por la idea de 
  que la guerra es algo absoluto, es errónea y debe ser corregida. 
      64. Pero la guerra tiene sus peculiaridades; en este sentido, no equivale 
  a la política en general. "La guerra es la continuación de la política por 
  otros medios."[14] Cuando la política Llega a cierta etapa de su desarrollo, 
  más allá de la cual no puede proseguir por los medios habituales, estalla la 
  guerra para barrer el obstáculo del camino. Por ejemplo, la situación 
  semiindependiente de China constituye un obstáculo para el desarrollo de la 
  política del imperialismo japonés, y por lo tanto, el Japón ha iniciado su 
  guerra de agresión para eliminar ese obstáculo. ¿Y China? La opresión 
  imperialista constituye desde hace mucho tiempo un obstáculo para la 
  revolución democrático-burguesa de China, y por ello se han sostenido 
  numerosas guerras de liberación, con la intención de eliminarlo. Como el Japón 
  utiliza ahora la guerra para oprimir a China y cerrar por completo el camino a 
  su revolución, China no tiene más remedio que emprender la Guerra de 
  Resistencia contra el Japón, decidida a barrer este obstáculo. Cuando se haya 
  eliminado el obstáculo y conseguido el objetivo político, terminará la guerra. 
  Mientras no se elimine por completo el obstáculo, la guerra tendrá que 
  continuar hasta lograr el objetivo. Por ejemplo, mientras no se cumpla la 
  tarea de la resistencia al Japón, toda tentativa de compromiso fracasará 
  inevitablemente, pues aun cuando, por una u otra razón, se llegase a un 
  compromiso, la guerra volvería a estallar, ya que sin duda las amplias masas 
  populares no se resignarían a ello, y continuarían la guerra hasta la completa 
  realización del objetivo político de la misma. Por consiguiente, se puede 
  decir que la política es guerra sin derramamiento de sangre, en tanto que la 
  guerra es política con derramamiento de sangre. 
      65. Los rasgos peculiares de la guerra hacen surgir un conjunto de 
  organizaciones especiales; una serie de métodos particulares y un proceso 
  específico de la guerra. Las organizaciones son las fuerzas armadas y cuanto a 
  ellas es anejo. Los métodos son la estrategia y la táctica para dirigir la 
  guerra. El proceso es la forma particular de actividad social en que las 
  fuerzas beligerantes atacan o se defienden empleando una estrategia y una 
  táctica favorables para sí y desfavorables para el enemigo. Por lo tanto, la 
  experiencia de la guerra es una experiencia especial. Todos cuantos participan 
  en la guerra deben 
  
  desprenderse de los hábitos corrientes y adaptarse a ella, a fin de poder 
  ganarla. 


  MOVILIZACION POLITICA PARA LA GUERRA
  DE RESISTENCIA 
      66. Una guerra revolucionaria nacional tan grandiosa no puede triunfar sin 
  una amplia y profunda movilización política. Antes de la Guerra de Resistencia 
  no hubo una movilización política para la resistencia al Japón; ésta fue una 
  enorme falla de China, y debido a ello perdimos una jugada ante el enemigo. 
  Después de iniciada la Resistencia, la movilización política estuvo lejos de 
  ser general, y no hablemos ya de su falta de profundidad. Fueron los cañonazos 
  y el bombardeo aéreo del enemigo los que hicieron llegar la noticia de la 
  guerra a la gran mayoría del pueblo. Eso también constituyó una forma de 
  movilización, pero no fue realizada por nosotros, sino por el enemigo. Los 
  habitantes de las regiones remotas, a las cuales no llega el ruido del 
  cañoneo, viven aún en una tranquilidad que nada turba. Esta situación debe 
  cambiar, pues de lo contrario no podremos salir victoriosos en esta guerra de 
  vida o muerte. En ningún caso debemos perder otra jugada ante el enemigo; por 
  el contrario, debemos explotar a fondo esa jugada, la movilización política, 
  para vencer al enemigo. Dicha jugada es decisiva; es realmente un asunto de 
  importancia primordial, en tanto que nuestra inferioridad en armamento y otros 
  aspectos es lo secundario. La movilización de todo el pueblo formará un vasto 
  mar para ahogar al enemigo, creará las condiciones que habrán de compensar 
  nuestra inferioridad en armas y otros elementos, y proporcionará los 
  requisitos previos para superar todas las dificultades en la guerra. A fin de 
  obtener la victoria, debemos perseverar en la Resistencia, mantener el frente 
  único y persistir en la guerra prolongada. Pero todo esto es inseparable de la 
  movilización del pueblo. Querer alcanzar la victoria y descuidar la 
  movilización política es lo mismo que "tratar de dirigirse al Sur con el 
  carruaje orientado al Norte". Indudablemente esto no conduciría a la victoria. 

      67. ¿Qué es la movilización política? Primero, explicar al ejército y al 
  pueblo el objetivo político de la guerra. Hay que hacer comprender a cada 
  soldado y a cada civil por qué es necesario batirse y en qué les atañe la 
  guerra. El objetivo político de la Guerra de 
  
  Resistencia contra el Japón es "expulsar al imperialismo japonés y crear una 
  nueva China libre e igual en derechos". Debemos explicar este objetivo a todo 
  el ejército y el pueblo, a fin de encender en ellos un gran entusiasmo por la 
  resistencia al Japón y unir como un solo hombre a cientos de millones de 
  personas para que aporten sin reservas su contribución al esfuerzo bélico. 
  Segundo, no basta con explicar sólo el objetivo; hay que explicar también las 
  medidas y la política destinadas a alcanzarlo, y de ahí la necesidad de un 
  programa político. Ya poseemos el Programa de Diez Puntos para la Resistencia 
  al Japón y la Salvación Nacional y también el Programa de Resistencia Armada y 
  Reconstrucción Nacional; debemos divulgarlos en el ejército y entre el pueblo 
  y movilizar a éstos para que los pongan en práctica. Sin un programa político 
  preciso y concreto, no es posible movilizar a todas las fuerzas armadas y a 
  todo el pueblo para que lleven hasta el fin la Guerra de Resistencia contra el 
  Japón. Tercero, ¿cómo efectuar la movilización? Verbalmente; por medio de 
  octavillas y carteles, periódicos libros y folletos; con representaciones 
  teatrales y películas; a través de las escuelas, las organizaciones populares 
  y los cuadros. Lo que hasta ahora se ha hecho en las regiones dominadas por el 
  Kuomintang es como una gota de agua en el océano, y además, se ha realizado de 
  una manera inadecuada al gusto de las masas populares y con un espíritu ajeno 
  a ellas; esto debe ser corregido radicalmente. Cuarto, no basta con movilizar 
  una vez; la movilización política para la Guerra de Resistencia contra el 
  Japón debe efectuarse permanentemente. Nuestra tarea no consiste en recitar 
  mecánicamente al pueblo nuestro programa político, porque así nadie escuchará; 
  debemos vincular la movilización política con la marcha de la guerra y con la 
  vida de los soldados y del pueblo, y hacer de ella un trabajo permanente. Este 
  es un asunto de extrema importancia, del cual depende en primer término 
  nuestra victoria. 


  OBJETIVO DE LA GUERRA 
      68. No nos referiremos aquí al objetivo político de la guerra. El objetivo 
  político de la Guerra de Resistencia contra el Japón es "expulsar al 
  imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en derechos", y de 
  esto ya hemos hablado más arriba. Aquí nos referiremos al objetivo fundamental 
  de la guerra, de la guerra como política 
  
  con derramamiento de sangre, como destrucción mutua de ejércitos. El objetivo 
  de la guerra no es otro que "conservar las fuerzas propias y destruir las del 
  enemigo' (destruir las fuerzas enemigas significa desarmarlas o "privarlas de 
  su capacidad de resistencia", y no significa aniquilarlas a todas 
  físicamente). En las guerras antiguas, se pisaban la lanza y el escudo: la 
  lanza para atacar y destruir al enemigo, el escudo para defenderse y 
  conservarse a si mismo. Hasta hoy, las armas no son más que una continuación 
  de la lanza y el escudo. El bombardero, la ametralladora, el cañón de largo 
  alcance y los gases tóxicos son desarrollos de la lanza, en tanto que el 
  refugio antiaéreo, el casco de acero, las defensas de hormigón y la careta 
  antigás lo son del escudo. El tanque es una nueva arma que combina las 
  funciones de la lanza y el escudo. El ataque es el medio principal para 
  destruir las fuerzas enemigas, pero no se puede prescindir de la defensa. El 
  ataque se realiza con el objetivo inmediato de aniquilar las fuerzas del 
  enemigo, pero al mismo tiempo para conservar las fuerzas propias, porque si 
  uno no aniquila al enemigo, será aniquilado. La defensa tiene como objetivo 
  inmediato conservar las fuerzas propias, pero al mismo tiempo es un medio de 
  complementar el ataque o de prepararse para pasar a él. La retirada pertenece 
  a la categoría de la defensa y es una continuación de ésta, en tanto que la 
  persecución es una continuación del ataque. Hay que señalar que, dentro del 
  objetivo de la guerra, la destrucción de las fuerzas enemigas es lo principal, 
  y la conservación de las Fuerzas propias, lo secundario, porque sólo se puede 
  conservar eficazmente las fuerzas propias destruyendo en gran número las del 
  enemigo. Por lo tanto, el ataque, como medio principal para destruir las 
  fuerzas enemigas, es lo primordial, en tanto que la defensa, como medio 
  auxiliar para destruir las fuerzas del enemigo y como uno de los medios para 
  conservar las fuerzas propias, es lo secundario. Aunque en la práctica de una 
  guerra muchas veces predomine la defensa, y en otras ocasiones el ataque, 
  considerada esa guerra en su conjunto, el ataque sigue siendo lo primordial. 
      69. ¿Cómo explicar el estímulo al espíritu heroico de sacrificio en la 
  guerra? ¿No está en contradicción con "conservar las fuerzas propias"? No, no 
  lo está. Uno y otro son contrarios que se condicionan entre sí. La guerra es 
  política con derramamiento de sangre y exige un precio, a veces sumamente 
  elevado. El sacrificio (la no conservación) parcial y temporal es 
  indispensable para la conservación permanente del todo. He aquí precisamente 
  por qué decimos que el 
  
  ataque, que es en lo fundamental un medio para destruir las fuerzas del 
  enemigo, sirve al mismo tiempo para conservar las propias. He ahí también por 
  qué la defensa debe ir acompañada del ataque; y no ser una defensa pura. 
      70. El objetivo de la guerra, es decir, la conservación de las fuerzas 
  propias y la destrucción de las del enemigo, es la esencia de la guerra y la 
  base de todas las actividades bélicas, y esta esencia las impregna a todas 
  ellas, desde la técnica de combate hasta la estrategia. EL mencionado objetivo 
  constituye el principio básico de la guerra, y ningún fundamento o principio 
  de la técnica de combate, la táctica, las campañas y la estrategia pueden 
  separarse de él. ¿Qué significa, por ejemplo, en el tiro, el principio de 
  "ponerse a cubierto y emplear al máximo la potencia de fuego"? Lo primero es 
  para conservarse a sí mismo, y lo segundo, para destruir al enemigo. De lo 
  primero surgen métodos como la utilización del terreno y de los objetos que en 
  él se hallen, el avance a saltos y la disposición en orden abierto de las 
  tropas. De lo segundo nacen otros métodos como despejar el campo de tiro y 
  organizar la red de fuego. En cuanto a las fuerzas de choque, de contención y 
  de reserva en las operaciones tácticas, las primeras son para destruir las 
  fuerzas enemigas, las segundas; para conservar las propias, y las terceras, 
  para cualquiera de los dos fines según las circunstancias, bien para destruir 
  al enemigo, apoyando a las fuerzas de choque o sirviendo como fuerzas de 
  persecución, bien para conservar las propias, apoyando a las fuerzas de 
  contención o sirviendo como fuerzas de cobertura. De este modo, todos los 
  principios o acciones en el plano técnico, táctico, de las campañas y 
  estratégico son absolutamente inseparables del objetivo de la guerra, que la 
  rige en su conjunto y desde el principio hasta el fin. 
      71. Al dirigir la Guerra de Resistencia contra el Japón, los jefes de todo 
  nivel deben tener siempre presentes los diversos factores fundamentales de 
  China y del Japón opuestos entre si, así como el objetivo de la guerra. En el 
  curso de las operaciones militares, esos factores fundamentales de los dos 
  países, opuestos entre sí, se manifiestan en la lucha de cada bando por 
  conservar sus fuerzas y destruir las del enemigo. En lo que a nosotros 
  concierne, nos esforzamos al máximo en cada encuentro por obtener una 
  victoria, grande o pequeña, así como por desarmar a una parte de las fuerzas 
  enemigas y destruir una parte de sus efectivos y de su equipo. Al acumular los 
  resultados de estas destrucciones parciales, tendremos grandes victorias 
  estra- 
  
  tégicas, que nos permitirán alcanzar el objetivo político de expulsar 
  definitivamente del país al enemigo, defender a nuestra patria y construir una 
  nueva China. 


  OFENSIVA DENTRO DE LA DEFENSIVA, OPERACIONES
  DE DECISION RAPIDA DENTRO DE LA GUERRA
  PROLONGADA Y LINEAS EXTERIORES DENTRO
  DE LINEAS INTERIORES 
      72. Examinemos ahora la estrategia concreta de la Guerra de Resistencia 
  contra el Japón. Ya hemos dicho que nuestra estrategia para resistir al Japón 
  es la de guerra prolongada, y esto es absolutamente exacto. Pero ésta es una 
  estrategia general, y no concreta. ¿Cómo debe conducirse concretamente la 
  guerra prolongada? Este es el problema que analizaremos ahora. He aquí nuestra 
  respuesta: en la primera y segunda etapas de la guerra, o sea, la etapa en que 
  el enemigo está a la ofensiva y la etapa en que pasa a consolidar el 
  territorio ocupado, debemos realizar campañas y combates ofensivos dentro de 
  la defensiva estratégica, campañas y combates de decisión rápida dentro de la 
  guerra estratégicamente prolongada, y campañas y combates en líneas exteriores 
  dentro de la guerra en líneas interiores en el plano estratégico. En la 
  tercera etapa, debemos lanzar la contraofensiva estratégica. 
      73. Como el Japón es una potencia imperialista y nosotros un país débil, 
  semicolonial y semifeudal, aquél adopta la política de ofensiva estratégica, 
  en tanto que nosotros estamos a la defensiva estratégica. El Japón trata de 
  aplicar la estrategia de guerra de decisión rápida y nosotros debemos poner en 
  práctica conscientemente la estrategia de guerra prolongada. El Japón emplea 
  decenas de divisiones terrestres (ahora ya son treinta) de capacidad combativa 
  bastante elevada y una parte de su marina de guerra para cercar y bloquear a 
  China por tierra y por mar, y utiliza su fuerza aérea para bombardearla. En el 
  momento actual, su ejército ha establecido ya un amplio frente que se extiende 
  de Paotou a Jangchou, y su marina de guerra ha llegado hasta las provincias de 
  Fuchién y Kuangtung; así, han cobrado gran amplitud sus operaciones en líneas 
  exteriores. Nosotros en cambio, operamos en líneas interiores. Todo ello se 
  debe al hecho de que el enemigo es fuerte y nosotros débiles. Este es un 
  aspecto de la situación. 
  
      74. Pero hay también otro aspecto, exactamente contrario. El Japón, aunque 
  fuerte, no tiene suficientes soldados. China, aunque débil, posee un vasto 
  territorio, una gran población y gran número de soldados. De esto se derivan 
  dos importantes consecuencias. Primera: el enemigo, que emplea fuerzas poco 
  numerosas contra un país grande, sólo puede ocupar algunas grandes ciudades y 
  principales líneas de comunicación y parte de las llanuras. Así, en el 
  territorio tomado por él quedan extensas zonas que no está en condiciones de 
  ocupar, lo cual ofrece un amplio campo de operaciones para nuestra guerra de 
  guerrillas. Considerando China en su conjunto, aunque el enemigo consiga 
  ocupar la línea Cantón-Wuján-Lanchou y las zonas adyacentes, difícilmente 
  podrá apoderarse de regiones situadas más allá, lo que proporcionará a China 
  una retaguardia general y bases de apoyo vitales para sostener una guerra 
  prolongada y lograr la victoria final. Segunda: el enemigo, al lanzar fuerzas 
  reducidas contra fuerzas numerosas, se encuentra cercado por éstas. El enemigo 
  nos ataca en varias direcciones; estratégicamente, se halla en líneas 
  exteriores mientras nosotros, en líneas interiores, y se encuentra a la 
  ofensiva mientras nosotros, a la defensiva. Esto puede parecer muy 
  desfavorable para nosotros. Sin embargo, podemos hacer uso de nuestras dos 
  ventajas -- vasto territorio y gran número de soldados --, recurriendo a la 
  flexible guerra de movimientos, en lugar de una guerra de posiciones de 
  defensa obstinada, y empleando varias divisiones contra una división enemiga, 
  varias decenas de miles de hombres contra diez mil de los suyos, varias 
  columnas contra una suya, para cercarla y atacarla repentinamente desde líneas 
  exteriores del campo de batalla. De esta manera, para el enemigo, las líneas 
  exteriores y la ofensiva en el plano estratégico se convertirán 
  inevitablemente en líneas interiores y defensiva en campañas y combates. Y 
  para nosotros, las líneas interiores y la defensiva en el plano estratégico se 
  convertirán en líneas exteriores y ofensiva en campañas y combates. Así se 
  debe actuar frente a cada una de las columnas enemigas. Las dos consecuencias 
  arriba mencionadas se desprenden del hecho de que el Japón es un país pequeño 
  en tanto que el nuestro es grande. Por otra parte, las fuerzas enemigas, 
  aunque poco numerosas, son potentes (en armas y adiestramiento), en tanto que 
  las nuestras, aunque muchas, son débiles (también en armas y adiestramiento, 
  pero no en moral); de modo que en las campañas y combates no sólo debemos 
  emplear fuerzas grandes contra pequeñas y operar desde líneas exteriores 
  contra líneas interiores, sino también adoptar el principio de operaciones de 
  decisión rápida. Para conseguir una 
  
  decisión rápida por lo general tenemos que atacar no a fuerzas enemigas 
  acantonadas, sino a fuerzas en movimiento. Debemos concentrar previamente y en 
  secreto grandes fuerzas a ambos lados de la ruta , por la que el enemigo debe 
  pasar, caer repentinamente sobre él mientras se halla en movimiento, cercarlo 
  y atacarlo antes que se dé cuenta de lo que sucede, y concluir con rapidez la 
  batalla. Si el combate marcha bien, podemos aniquilar todas las fuerzas 
  enemigas, o la parte mayor o menor de esas fuerzas; y aun si el combate no se 
  desarrolla muy bien, de todos modos podremos ocasionar severas pérdidas al 
  enemigo. Es así como debemos actuar en cada uno de nuestros combates. Si 
  logramos, aunque no sea más que una vez por mes, una victoria relativamente 
  grande como la de Pingsingkuan o la de Taierchuang, esto debilitará 
  considerablemente la moral del enemigo; elevará la de nuestras fuerzas y 
  despertará la solidaridad internacional. De esta manera, nuestra guerra 
  estratégicamente prolongada se traducirá en batallas de decisión rápida en el 
  teatro de operaciones. La guerra del enemigo de decisión rápida en el plano 
  estratégico se convertirá ineludiblemente en una guerra prolongada, después 
  que haya sufrido muchas derrotas en campañas y combates. 
      75. El principio para las operaciones en campañas y combates, expuesto más 
  arriba, puede resumirse así: "operaciones ofensivas de decisión rápida en 
  líneas exteriores". Es lo contrario de nuestro principio estratégico de 
  "guerra defensiva prolongada en líneas interiores", pero es indispensable 
  precisamente para la realización de este principio estratégico. Si aplicásemos 
  también en campañas y combates el principio de "guerra defensiva prolongada en 
  líneas interiores", como se hizo en el período inicial de la Guerra de 
  Resistencia, ello no correspondería en absoluto al hecho de que el país 
  enemigo es pequeño y el nuestro grande, y de que el enemigo es fuerte y 
  nosotros débiles. En tal caso, no alcanzaríamos jamás nuestro objetivo 
  estratégico, no lograríamos sostener una guerra prolongada y seríamos 
  derrotados. Por eso, hemos abogado siempre por la organización de todas las 
  fuerzas armadas del país en varios grandes ejércitos de campaña, cada uno 
  enfrentado a uno de los ejércitos de campaña del enemigo, pero con efectivos 
  que sean dos, tres o cuatro veces los suyos, para mantener atareado al enemigo 
  en amplios teatros de operaciones de acuerdo con el principio antes expuesto. 
  Dicho principio puede y debe aplicarse tanto a la guerra regular como a la de 
  guerrillas, y es válido no sólo para una etapa determinada de la guerra, sino 
  también para todo su curso. En la etapa de contraofensiva estratégica, en que 
  tendremos mejores 
  
  condiciones técnicas e incluso dejaremos de estar en la posición del débil 
  contra el fuerte, si continuamos empleando fuerzas numéricamente superiores en 
  operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores, tendremos 
  posibilidades aún mayores de capturar gran cantidad de soldados y pertrechos 
  enemigos. Por ejemplo, si empleamos dos, tres o cuatro divisiones mecanizadas 
  contra una división mecanizada del enemigo, podremos estar mucho más seguros 
  de aniquilarla. Varios hombres fornidos pueden vencer fácilmente a uno solo: 
  ésta es una verdad de sentido común. 
      76. Si aplicamos resueltamente en los campos de batalla el principio de 
  "operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores", no sólo 
  modificaremos la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros en esos 
  campos de batalla, sino que también iremos cambiando progresivamente la 
  situación general de la guerra. En los campos de batalla, estaremos a la 
  ofensiva y el enemigo, a la defensiva; emplearemos fuerzas superiores en 
  líneas exteriores y el enemigo, fuerzas inferiores en líneas interiores, y 
  buscaremos la decisión rápida, en tanto que el enemigo no podrá, por más que 
  lo intente, prolongar la lucha en espera de socorros. De esta manera, el 
  adversario pasará de fuerte a débil y de superior a inferior, y nuestras 
  fuerzas, por el contrario, pasarán de débiles a fuertes y de inferiores a 
  superiores. Después de ganadas así muchas batallas, se modificará la situación 
  general entre el enemigo y nosotros. Es decir, con la acumulación de muchas 
  victorias obtenidas en los campos de batalla mediante operaciones ofensivas de 
  decisión rápida en líneas exteriores, poco a poco iremos fortaleciéndonos y 
  debilitando al enemigo, lo cual afectará forzosamente la correlación general 
  de fuerzas y la hará cambiar. Para entonces, dicho cambio, combinado con otras 
  condiciones nuestras, con los cambios operados en el campo enemigo y con una 
  situación internacional favorable, producirá en la situación general entre el 
  enemigo y nosotros, primero, una paridad de fuerzas, y luego, nuestra 
  superioridad sobre el enemigo. Entonces habrá llegado la hora de lanzar la 
  contraofensiva y expulsar de nuestro país a los invasores. 
      77. La guerra es una pugna de fuerzas, pero el estado inicial de éstas 
  cambia en el curso de la guerra. Aquí el factor decisivo es el esfuerzo 
  subjetivo por lograr más victorias y cometer menos errores. Los factores 
  objetivos proporcionan la posibilidad de tal cambio, pero, para convertir en 
  hechos esta posibilidad, es necesaria una política correcta y el esfuerzo 
  subjetivo. Aquí lo subjetivo desempeña el papel decisivo. 
  


  INICIATIVA, FLEXIBILIDAD Y PLANIFICACION 
      78. En las campañas y combates ofensivos de decisión rápida en líneas 
  exteriores, tal como se ha planteado, el punto central es la ofensiva; "líneas 
  exteriores" se refiere a la esfera de la ofensiva, y "decisión rápida", a su 
  duración. De ahí el nombre de "operaciones ofensivas de decisión rápida en 
  líneas exteriores". Es el mejor principio para realizar una guerra prolongada, 
  y es también el principio para lo que se conoce como guerra de movimientos. 
  Pero no se puede llevar a la práctica este principio sin iniciativa, 
  flexibilidad y planificación. Estudiemos ahora estas tres cuestiones. 
      79. Ya hemos hablado de la actividad consciente. ¿Por qué tratamos ahora 
  de la iniciativa? Por actividad consciente entendemos la acción y el esfuerzo 
  conscientes, característica propia del género humano, que se manifiesta con 
  particular vigor en la guerra. Todo esto ya ha sido analizado. La iniciativa 
  significa aquí libertad de acción para un ejército, en contraste con la 
  situación en que las tropas quedan privadas de esta libertad. Para un ejército 
  es vital la libertad de acción, y en cuanto la pierde, se encuentra al borde 
  de la derrota o la destrucción. El que un soldado sea desarmado se debe a que 
  ha perdido su libertad de acción, quedando reducido a la pasividad. Lo mismo 
  puede decirse en cuanto a la derrota de un ejército. Por ello, en una guerra 
  ambos bandos se empeñan enérgicamente en lograr la iniciativa y evitar la 
  pasividad. Se puede decir que las operaciones ofensivas de decisión rápida en 
  líneas exteriores, por las cuales abogamos, así como la flexibilidad y la 
  planificación, necesarias para llevarlas a cabo, están todas destinadas a 
  lograr la iniciativa para reducir al enemigo a la pasividad y alcanzar el 
  objetivo de conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo. Pero la 
  iniciativa o la pasividad son inseparables de la superioridad o inferioridad 
  en la capacidad bélica; por consiguiente, también son inseparables de una 
  dirección subjetiva correcta o errónea de la guerra. Además, existe la 
  posibilidad de explotar las apreciaciones erróneas y la desprevención del 
  enemigo para ganar la iniciativa y reducirlo a la pasividad. Analicemos a 
  continuación estos puntos. 
      80. La iniciativa es inseparable de la superioridad en la capacidad 
  bélica, en tanto que la pasividad es inseparable de la inferioridad en ese 
  terreno. Tal superioridad o inferioridad constituyen, respectivamente, la base 
  objetiva para la iniciativa o la pasividad. Naturalmente, 
  
  es más fácil mantener y desarrollar la iniciativa estratégica por medio de la 
  ofensiva estratégica, pero mantener la iniciativa durante toda la guerra y en 
  todos los frentes, o sea, tener la iniciativa absoluta, sólo es posible en 
  condiciones de superioridad absoluta sobre el adversario. En una lucha cuerpo 
  a cuerpo entre un hombre fuerte y sano y otro gravemente enfermo, el primero 
  tendrá la iniciativa absoluta. Si el Japón no estuviera acribillado de 
  contradicciones insolubles; si, por ejemplo, pudiera enviar de una sola vez un 
  ejército inmenso, de varios o incluso de diez millones de soldados; si sus 
  recursos financieros fueran varias veces lo que son; si no encontrara 
  oposición alguna en las masas populares de su propio país ni en otros países, 
  y si no siguiera la bárbara política que impulsa al pueblo chino a entablar 
  una lucha a muerte, podría asegurarse la superioridad absoluta y contar con la 
  iniciativa absoluta durante toda la guerra y en todas partes. Pero la historia 
  muestra que la superioridad absoluta aparece al final de una guerra o una 
  campaña; y rara vez al comienzo. Por ejemplo, fue en vísperas de la rendición 
  de Alemania, en la Primera Guerra Mundial, cuando los países de la Entente 
  lograron la superioridad absoluta y Alemania quedó reducida a la inferioridad 
  absoluta, a consecuencia de lo cual, ésta fue derrotada y aquéllos triunfaron. 
  Este es un ejemplo de superioridad e inferioridad absolutas al final de una 
  guerra. Otro ejemplo: en vísperas de nuestra victoria en Taierchuang, las 
  fuerzas japonesas aisladas allí fueron reducidas a la inferioridad absoluta 
  después de una dura lucha, en tanto que las nuestras alcanzaron la 
  superioridad absoluta, como resultado de lo cual, el enemigo fue derrotado y 
  nosotros triunfamos. Este es un ejemplo de superioridad e inferioridad 
  absolutas al final de una campaña. Una guerra o una campaña también pueden 
  terminar en una situación de superioridad relativa o de paridad. En ese caso, 
  se llega a un compromiso en la primera o a una situación de empate en la 
  segunda. Pero, en la mayoría de los casos, la guerra o campaña finalizan con 
  la superioridad e inferioridad absolutas, que deciden, respectivamente la 
  victoria y la derrota. Todo esto se refiere al final y no al comienzo de una 
  guerra o una campaña. Se puede predecir que el desenlace de la guerra 
  chino-japonesa será la derrota del Japón a consecuencia de su inferioridad 
  absoluta y la victoria de China a causa de su superioridad absoluta. Pero en 
  el momento actual, la superioridad e inferioridad de una y otra parte no son 
  absolutas sino relativas. Con la ventaja de su poderío militar y económico y 
  de su gran capacidad político-organizativa, el Japón goza de superioridad 
  sobre China, que es débil en estos aspectos; dicha superioridad cons- 
  
  tituye la base de su iniciativa. Pero como su fuerza en lo militar y en otros 
  aspectos es cuantitativamente insuficiente, y como existen muchos otros 
  factores que le son desfavorables, su superioridad se ve reducida por sus 
  propias contradicciones. Esa superioridad ha disminuido aún más, al 
  enfrentarse en China con un vasto territorio, enorme población, gran número de 
  soldados y tenaz resistencia nacional. Por lo tanto, vista en su conjunto, la 
  posición del Japón ha pasado a ser de simple superioridad relativa, y su 
  capacidad para tomar y mantener la iniciativa, que ha quedado así restringida, 
  se ha vuelto también relativa. En cuanto a China, si bien se encuentra 
  estratégicamente en una posición un tanto pasiva a causa de la inferioridad de 
  su fuerza es sin embargo cuantitativamente superior en territorio, población y 
  efectivos militares, y también es superior por la moral combativa y el 
  profundo odio de su pueblo y su ejército hacia el enemigo. Esta superioridad, 
  junto con otros factores favorables, disminuye el grado de su inferioridad 
  militar, económica, etc., y la conviene en una inferioridad estratégica 
  relativa. Y esto también reduce el grado de pasividad de China, de modo que su 
  posición estratégica es sólo de pasividad relativa. Sin embargo, como toda 
  pasividad es desventajosa, hay que esforzarse al máximo para salir de ella. En 
  el terreno militar, la forma de conseguirlo es desplegar resueltamente 
  operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores, desarrollar la 
  guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga, y producir así numerosos casos 
  de aplastante superioridad e iniciativa locales en campañas de guerra de 
  movimientos y en la guerra de guerrillas. Por medio de esa superioridad e 
  iniciativa locales, podremos crear gradualmente la superioridad e iniciativa 
  estratégicas y salir de la inferioridad y pasividad estratégicas. Tal es la 
  relación entre la iniciativa y la pasividad, entre la superioridad y la 
  inferioridad. 
      81. De lo dicho puede comprenderse también la relación entre la iniciativa 
  o la pasividad y la dirección subjetiva de la guerra. Como se ha expuesto más 
  arriba, podemos salir de nuestra inferioridad y pasividad estratégicas 
  relativas creando, mediante nuestros esfuerzos, muchos casos de superioridad e 
  iniciativa locales, privando así una y otra vez al enemigo de esta 
  superioridad e iniciativa y empujándolo a la inferioridad y la pasividad. La 
  suma de estos éxitos parciales nos dará la superioridad e iniciativa 
  estratégicas y reducirá al enemigo a la inferioridad y pasividad estratégicas. 
  Tal cambio depende de una dirección subjetiva correcta. ¿Por qué? Porque 
  mientras nosotros buscamos la superioridad y la iniciativa, el enemigo hace lo 
  mismo. En 
  
  este sentido, la guerra es una pugna de capacidad subjetiva entre los mandos 
  de los ejércitos contendientes por la superioridad y la iniciativa, sobre la 
  base de condiciones materiales tales como las fuerzas militares y los recursos 
  financieros. De la pugna uno sale vencedor y el otro vencido; además de las 
  condiciones materiales objetivas, el vencedor debe necesariamente su triunfo a 
  una dirección subjetiva correcta, y el vencido debe su derrota a una dirección 
  subjetiva errónea. Admitimos que el fenómeno de la guerra es más inasible y 
  ofrece menos certidumbre que cualquier otro fenómeno social, en otras 
  palabras, que es en mayor grado una cuestión de "probabilidad". Pero la guerra 
  no tiene nada de sobrenatural; no es sino un fenómeno de este mundo, regido 
  por la necesidad. Por eso, sigue siendo una verdad científica el axioma de Sun 
  Tsi: "Conoce a tu adversario y conócete a ti mismo, y podrás librar cien 
  batallas sin correr ningún riesgo de derrota." Los errores surgen de la 
  ignorancia acerca del enemigo y de sí mismo; además, en muchos casos, las 
  características de la guerra hacen imposible tener pleno conocimiento de ambos 
  bandos; de ahí la incertidumbre de la situación y las acciones en la guerra, 
  los errores y derrotas. Pero, sean cuales fueren la situación y las acciones 
  en la guerra, es posible conocer sus aspectos generales y puntos esenciales. 
  Gracias a todo tipo de reconocimientos y, además, a sus deducciones y juicios 
  inteligentes, un jefe puede reducir los errores y ejercer una dirección 
  correcta en líneas generales. Armados de esta "dirección correcta en líneas 
  generales", podemos lograr más victorias y transformar nuestra inferioridad en 
  superioridad y nuestra pasividad en iniciativa. Esta es la relación entre la 
  iniciativa o la pasividad y la dirección subjetiva correcta o incorrecta de la 
  guerra. 
      82. La tesis de que una dirección subjetiva incorrecta puede originar el 
  cambio de superioridad en inferioridad y de iniciativa en pasividad, y que una 
  dirección subjetiva correcta puede hacer lo contrario, se hace aún más 
  convincente cuando consideramos los ejemplos históricos de derrotas sufridas 
  por ejércitos numerosos y fuertes, y de victorias alcanzadas por ejércitos 
  reducidos y débiles. Tales ejemplos abundan en la historia de China y de otros 
  países. Ejemplos de China son la batalla de Chengpu entre Tsin y Chu[15]; la 
  de Chengkao entre Chu y Jan; la batalla en que Jan Sin derrotó a las tropas de 
  Chao Sie[16]; la de Kunyang entre Sin y Jan; la de Kuantu entre Yuan Shao y 
  Tsao Tsao; la de Chipi entre Wu y Wei; la de Yiling entre Wu y Shu; la de 
  Feishui entre Chin y Tsin, etc. Entre los ejemplos en la historia de otros 
  países, figuran muchas campañas de Napoleón[17] y la guerra civil en la 
  
  Unión Soviética después de la Revolución de Octubre. En todos estos casos, la 
  victoria fue alcanzada por fuerzas pequeñas sobre grandes y por fuerzas 
  inferiores sobre superiores. En cada caso, la fuerza menor opuso una 
  superioridad e iniciativa locales a la inferioridad y pasividad también 
  locales del enemigo, empezó por derrotar a una parte de sus unidades, luego se 
  volvió contra las restantes, las aplastó una por una y transformó así toda la 
  situación en superioridad e iniciativa. Lo contrario sucedió con el enemigo, 
  que en un principio tenía la superioridad y la iniciativa; debido a sus 
  errores subjetivos y contradicciones internas, perdió por completo su 
  excelente o relativamente buena posición de superioridad e iniciativa, 
  convirtiéndose en general de un ejército vencido o en rey de un reino 
  subyugado. Así puede verse que, si bien la superioridad o inferioridad en la 
  capacidad bélica es la base objetiva que determina la iniciativa o la 
  pasividad, no constituye en sí misma la iniciativa o la pasividad efectivas; 
  sólo mediante una lucha, una pugna entre las capacidades subjetivas, puede 
  surgir la iniciativa o la pasividad efectivas. En la lucha, una dirección 
  subjetiva correcta puede transformar la inferioridad en superioridad y la 
  pasividad en iniciativa, y una dirección subjetiva errónea puede hacer lo 
  contrario. El hecho de que las dinastías gobernantes no hayan podido vencer a 
  los ejércitos revolucionarios, demuestra que la simple superioridad en ciertos 
  aspectos no asegura la iniciativa ni mucho menos la victoria final. El bando 
  que se encuentra en estado de inferioridad y pasividad puede arrebatar la 
  iniciativa y la victoria al bando que tiene la superioridad y la iniciativa, 
  si crea ciertas condiciones mediante una gran actividad subjetiva, de acuerdo 
  con las circunstancias reales. 
      83. Las apreciaciones erróneas y la desprevención pueden ocasionar la 
  pérdida de la superioridad y la iniciativa. Por lo tanto, desorientar 
  sistemáticamente al enemigo y atacarlo por sorpresa son dos importantes medios 
  de lograr la superioridad y ganar la iniciativa. ¿Qué significa "apreciaciones 
  erróneas"? "Tomar por soldados enemigos los árboles y matorrales del monte 
  Pakung"[18] es un ejemplo de apreciación errónea. Y "amagar en el Este pero 
  atacar por el Oeste" es una forma de desorientar al enemigo. Cuando contamos 
  con un firme apoyo de las masas, suficiente para evitar la filtración de 
  informaciones, a menudo es posible conseguir eficazmente, con diversas 
  estratagemas, meter al enemigo en un cenagal de juicios y acciones erróneos, 
  de modo que pierda la superioridad y la iniciativa. A esto se refiere 
  precisamente el dicho: "En la guerra jamás hay exceso de 
  
  astucia." ¿Qué significa "desprevención"? Significa falta de preparación. Sin 
  preparación, la superioridad no es real ni puede haber tampoco iniciativa. 
  Comprendiendo esto, una fuerza inferior, pero bien preparada, a menudo puede 
  derrotar a una fuerza superior mediante ataques por sorpresa. Decimos que es 
  fácil golpear a un enemigo en movimiento, precisamente porque entonces no está 
  alerta, o sea, no está preparado. Estos dos procedimientos -- desorientar al 
  enemigo y atacarlo por sorpresa -- significan transferir al enemigo la 
  incertidumbre de la guerra y procurar para nosotros la mayor certidumbre 
  posible, lo cual nos permite ganar la superioridad y la iniciativa y lograr la 
  victoria. Una excelente organización de las masas es el requisito previo para 
  la consecución de todo esto. Por lo tanto, es de extrema importancia poner en 
  pie a todas las masas populares que se oponen al enemigo y armarlas hasta el 
  último hombre, para que efectúen asaltos por todas partes y, al mismo tiempo, 
  impidan el escape de informaciones y cubran a nuestro ejército, de modo que el 
  enemigo no sepa cuándo ni dónde lo atacaremos y se cree una base objetiva que 
  lo conduzca a apreciaciones erróneas y a la desprevención. Si el Ejército Rojo 
  de China, en el período de la Guerra Revolucionaria Agraria; pudo ganar 
  frecuentemente batallas con fuerzas pequeñas, fue en gran medida porque 
  contaba con masas populares organizadas y armadas. Lógicamente, la guerra 
  nacional debe conquistar un apoyo popular más amplio todavía que la Guerra 
  Revolucionaria Agraria; sin embargo, debido a errores del pasado[19], las 
  masas populares se encuentran desorganizadas, no sólo no pueden ponerse 
  inmediatamente al servicio de la causa, sino que a veces incluso son 
  utilizadas por el enemigo. La movilización decidida y amplia de todo el pueblo 
  es la única forma de obtener inagotables recursos para atender a todas las 
  necesidades de la guerra. Además, desempeñará ciertamente un gran papel en la 
  aplicación de nuestra táctica de derrotar al enemigo desorientándolo y 
  tomándolo desprevenido. No somos el príncipe Siangkung del Estado de Sung y no 
  nos interesa su estúpida ética[20]. A fin de lograr la victoria, debemos hacer 
  cuanto sea posible para taparle ojos y oídos al enemigo, de modo que se vuelva 
  ciego y sordo, así como para crear la mayor confusión posible en la mente de 
  sus mandos, hasta que pierdan completamente el juicio. En todo esto puede 
  verse también la relación entre la iniciativa o la pasividad y la dirección 
  subjetiva de la guerra. Tal dirección subjetiva es indispensable para derrotar 
  al Japón. 
      84. En líneas generales, el Japón mantiene la iniciativa en la etapa de su 
  ofensiva en razón de su poderío militar y del aprovechamiento de 
  
  nuestros errores subjetivos, pasados y actuales. Pero su iniciativa ha 
  comenzado a menguar en cierto grado, a causa de las numerosas desventajas que 
  le son inherentes y de los errores subjetivos que él ha cometido también en la 
  guerra (sobre los cuales hablaremos en detalle más adelante), y asimismo a 
  causa de nuestras numerosas ventajas: La derrota del enemigo en Taierchuang y 
  sus dificultades En la provincia de Shansí son clara prueba de ello. El amplio 
  desarrollo de nuestra guerra de guerrillas en la retaguardia del enemigo ha 
  colocado a sus guarniciones del territorio ocupado en una posición 
  completamente pasiva. Aunque el enemigo todavía está a la ofensiva estratégica 
  y mantiene la iniciativa, la perderá cuando cese esta ofensiva. La primera 
  razón por la cual el enemigo no podrá mantener la iniciativa, es que su 
  escasez de tropas le hace imposible sostener la ofensiva indefinidamente. 
  Nuestras operaciones ofensivas en las campañas y nuestra guerra de guerrillas 
  en la retaguardia enemiga, junto con otros factores, constituyen la segunda 
  razón por la cual el enemigo tendrá que detener su ofensiva en cierto límite y 
  no podrá mantener su iniciativa. La existencia de la Unión Soviética y los 
  cambios en la situación internacional constituyen la tercera razón. Así se ve 
  que la iniciativa del enemigo es limitada y puede ser anulada. Si China 
  mantiene firmemente el método de realizar operaciones ofensivas con sus 
  fuerzas regulares en campañas y combates, desarrolla con vigor la guerra de 
  guerrillas en la retaguardia enemiga y moviliza ampliamente a las masas 
  populares En el terreno político, entonces podremos asegurarnos gradualmente 
  una posición de iniciativa estratégica: 
      85. Tratemos ahora de la flexibilidad. ¿Qué es la flexibilidad? Es la 
  expresión concreta de la iniciativa en las operaciones militares; es el empleo 
  flexible de las fuerzas armadas. El empleo flexible de las fuerzas armadas es 
  la tarea central, y también la mas difícil, en la conducción de una guerra. 
  Además de tareas tales como la organización y la educación del ejército y del 
  pueblo, la conducción de la guerra consiste en el empleo de las tropas en el 
  combate, y todo ello se hace para lograr la victoria. Ciertamente son 
  difíciles tareas tales como organizar un ejército, pero más difícil aún es 
  emplearlo, en especial cuando se enfrenta a uno más fuerte. Para ello, se 
  requiere tener una alta capacidad subjetiva, vencer la confusión, la oscuridad 
  y la incertidumbre peculiares de la guerra, y descubrir en ellas el orden, la 
  claridad y la certidumbre; sólo así puede conseguirse la flexibilidad en el 
  mando. 
      86. El principio fundamental para las operaciones en los campos de batalla 
  de la Guerra de Resistencia consiste en operaciones ofensivas 
  
  de decisión rápida en líneas exteriores. Para ponerlo en práctica, existen 
  diversas tácticas o métodos, tales como dispersión y concentración de las 
  fuerzas; avance divergente y ataque convergente; ataque y defensa; asalto y 
  contención; cerco y movimientos envolventes; avance y retirada. Comprender 
  estas tácticas es fácil, pero no lo es en modo alguno emplearlas y pasar de 
  una a otra con flexibilidad. Aquí hay tres factores clave: momento, lugar y 
  tropas. Ninguna victoria puede lograrse si el momento, el lugar o las tropas 
  no han sido bien elegidos. Por ejemplo, si, al atacar a una fuerza enemiga en 
  movimiento, asestamos el golpe prematuramente, nos pondremos al descubierto y 
  daremos al adversario la oportunidad de prepararse; si lo hacemos demasiado 
  tarde, el enemigo podrá haber concentrado y acampado sus tropas; 
  presentándonos un hueso duro de roer. Esto en cuanto al momento. Si el punto 
  de asalto que escogemos está, por ejemplo, en el ala izquierda del enemigo, 
  que resulta ser justamente su lado débil, será fácil la victoria; pero si el 
  que escogemos está en el ala derecha, podremos darnos contra un muro y no 
  obtener resultado alguno. Esto en cuanto al lugar. Si, para realizar una 
  determinada tarea, es fácil obtener éxito enviando una determinada unidad de 
  nuestras fuerzas, será difícil lograr resultados empleando otra unidad. Esto 
  en cuanto a las tropas. No sólo tenemos que saber cómo emplear las tácticas, 
  sino también cómo pasar de una a otra. Para un mando flexible es tarea 
  importante cambiar de táctica oportuna y apropiadamente según las condiciones 
  de las tropas y del terreno, tanto las del enemigo como las nuestras; pasando 
  del ataque a la defensa o de la defensa al ataque, del avance a la retirada o 
  de la retirada al avance, transformando las unidades de contención en unidades 
  de asalto o las de asalto en las de contención, pasando del cerco a los 
  movimientos envolventes o de los movimientos envolventes al cerco, etc. Esto 
  rige tanto para el mando de los combates como para el de las campañas y el 
  estratégico. 
      87. Los antiguos decían: "La habilidad para emplear la táctica reside en 
  la mente." Esta "habilidad", que nosotros llamamos flexibilidad, es la 
  aportación del comandante inteligente. Flexibilidad no significa temeridad, la 
  cual debe ser rechazada. La flexibilidad es la capacidad de un comandante 
  inteligente para adoptar medidas oportunas y adecuadas según las condiciones 
  objetivas después de "juzgar el momento y la situación" (por situación se 
  entiende la del enemigo y la nuestra, la naturaleza del terreno, etc.); esta 
  flexibilidad es la "habilidad para emplear la táctica". Valiéndonos de esta 
  habilidad, podemos obtener más victorias en las operaciones ofensivas de deci- 

  
  sión rápida en líneas exteriores, cambiar a nuestro favor la correlación de 
  fuerzas, ganar la iniciativa sobre el enemigo, abrumarlo y destruirlo, de modo 
  que la victoria final sea nuestra. 
      88. Pasemos ahora al problema de la planificación. Debido a la 
  incertidumbre propia de la guerra, es mucho más difícil trazar planes para 
  ésta que para otras actividades. Sin embargo, como "la preparación asegura el 
  éxito y su ausencia significa el fracaso", no se puede ganar una guerra sin 
  previa planificación ni preparativos. En la guerra no hay una certidumbre 
  absoluta, pero esto no excluye cierto grado de certidumbre relativa. Tenemos 
  un conocimiento relativamente exacto de nuestra propia situación. En cuanto a 
  la del enemigo, aunque para nosotros es muy incierta, existen, sin embargo, 
  signos que podemos captar, hilos que seguir y una sucesión de fenómenos en los 
  que meditar. Esto constituye lo que llamamos cierto grado de certidumbre 
  relativa, que proporciona una base objetiva para la planificación en la 
  guerra. Los adelantos de la técnica moderna (telégrafo, radio, aviones, 
  vehículos motorizados, ferrocarriles, barcos de vapor, etc.) han aumentado la 
  posibilidad de esa planificación. No obstante, como en la guerra hay sólo una 
  certidumbre muy limitada y pasajera, es difícil que la planificación sea 
  compleja y estable. El plan cambia con el movimiento (curso o desarrollo) de 
  la guerra, y el alcance de sus modificaciones varía según la escala de las 
  operaciones. Los planes tácticos, tales como planes de ataque o defensa de 
  pequeñas agrupaciones o unidades, frecuentemente deben ser modificados varias 
  veces al día. El plan de una campaña, esto es, un plan de acción para grandes 
  agrupaciones, puede durar por lo general hasta la conclusión de la campaña, en 
  el curso de la cual, sin embargo, a menudo es modificado parcialmente, y en 
  ocasiones, totalmente. Un plan estratégico, basado en la situación general de 
  ambos bandos beligerantes, es más estable aún, pero también es aplicable sólo 
  en una determinada etapa estratégica y tiene que ser modificado al pasar la 
  guerra a una nueva etapa. La elaboración y modificación de los planes 
  tácticos, de campañas y estratégicos de acuerdo con su respectivo alcance y 
  según las circunstancias, es el factor clave en la conducción de la guerra; 
  constituye asimismo la expresión concreta de la flexibilidad en las 
  operaciones militares, en otras palabras, es la habilidad para emplear la 
  táctica. A esto deben prestar atención los mandos de todo nivel en la Guerra 
  de Resistencia contra el Japón. 
      89. Basándose en la movilidad de la guerra, algunas personas niegan 
  categóricamente la estabilidad relativa de los planes u orien- 
  
  taciones para la guerra, y los consideran "mecánicos". Esta opinión es 
  errónea. Como ya hemos dicho más arriba, reconocemos plenamente que, dado que 
  la guerra sólo presenta una certidumbre relativa y transcurre (se mueve o se 
  desarrolla) rápidamente, los planes u orientaciones para ella sólo pueden ser 
  relativamente estables, y tienen que ser reemplazados o revisados a tiempo, de 
  acuerdo con el cambio de las circunstancias y el curso de la guerra; de lo 
  contrario, nos convertiríamos en mecanicistas. No obstante, en modo alguno se 
  puede negar la estabilidad relativa, dentro de un período determinado, de los 
  planes u orientaciones para la guerra. Negar este punto significa negarlo 
  todo, incluso la propia guerra, y a sí mismo. Como las circunstancias y 
  acciones en la guerra son relativamente estables, debe darse también una 
  estabilidad relativa a los planes u orientaciones, que están condicionados por 
  ellas. Por ejemplo, como las circunstancias de la guerra en el Norte de China 
  y las operaciones dispersas del VIII Ejército tienen un carácter estable 
  dentro de una determinada etapa, en ésta es de todo punto necesario dar una 
  relativa estabilidad a la línea estratégica del VIII Ejército: "Tomar la 
  guerra de guerrillas como lo fundamental, pero no perder oportunidad alguna 
  para realizar la guerra de movimientos cuando las condiciones sean 
  favorables." La orientación para una campaña es aplicable en un período más 
  corto que una orientación estratégica, y la orientación táctica es aplicable 
  en un lapso más breve aún, pero todas ellas son estables durante un 
  determinado tiempo. Negar esto es no saber por dónde empezar en materia de 
  guerra, es convertirse en un relativista de la guerra carente de criterio, 
  para quien un procedimiento es tan erróneo o tan justo como cualquier otro. 
  Nadie niega que incluso una orientación válida para un período dado también 
  está sujeta a variaciones; de no ser variable, jamás se abandonaría en favor 
  de otra. Pero esta variabilidad tiene sus límites, es decir, no rebasa el 
  marco de las diversas operaciones militares en que se aplica esa orientación, 
  y no afecta a su esencia misma; en otras palabras, la variabilidad es 
  cuantitativa y no cualitativa. Dentro de un período determinado, esta esencia 
  no es en modo alguno variable, y esto es lo que queremos decir al hablar de la 
  estabilidad relativa dentro de un período determinado. En el gran río de la 
  guerra como un todo, donde la movilidad es absoluta, cada uno de sus tramos es 
  relativamente estable. Este es nuestro punto de vista en lo que respecta a la 
  esencia de los planes u orientaciones para la guerra. 
      90. Luego de haber tratado de la guerra defensiva prolongada en líneas 
  interiores en el plano estratégico y de las operaciones ofen- 
  
  sivas de decisión rápida en líneas exteriores en campañas y combates, así como 
  de la iniciativa, flexibilidad y planificación, podemos hacer ahora un breve 
  resumen. La Guerra de Resistencia contra el Japón debe tener su plan. Los 
  planes de operaciones, que son la aplicación concreta de la estrategia y la 
  táctica, tienen que ser flexibles, de modo que puedan adaptarse a las 
  circunstancias de la guerra. Debemos esforzarnos siempre por transformar 
  nuestra inferioridad en superioridad y nuestra pasividad en iniciativa, a fin 
  de que la correlación de fuerzas cambie a nuestro favor. Todo esto halla su 
  expresión en las operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores 
  en campañas y combates, así como en la guerra defensiva prolongada en líneas 
  interiores en el plano estratégico. 


  GUERRA DE MOVIMIENTOS, GUERRA DE GUERRILLAS
  Y GUERRA DE POSICIONES 
      91. Toda guerra consistente en campañas y combates ofensivos de decisión 
  rápida en líneas exteriores dentro de una guerra defensiva prolongada en 
  líneas interiores en el plano estratégico, toma necesariamente la forma de 
  guerra de movimientos. Esta es una forma de guerra en que los ejércitos 
  regulares efectúan campañas o combates ofensivos de decisión rápida en líneas 
  exteriores a lo largo de amplios frentes y en vastas zonas de guerra. Al mismo 
  tiempo, comprende la "defensa móvil", que se aplica en caso de necesidad para 
  facilitar tales operaciones ofensivas, así como el ataque y la defensa de 
  posiciones, los cuales desempeñan un papel auxiliar. Las características de la 
  guerra de movimientos son: ejércitos regulares, superioridad de fuerzas en 
  campañas y combates, carácter ofensivo y movilidad. 
      92. China posee un vasto territorio y un inmenso número de soldados, pero 
  sus tropas no tienen adecuadas condiciones técnicas ni están suficientemente 
  adiestradas, mientras que las fuerzas del enemigo son insuficientes en número, 
  pero sus condiciones técnicas y su adiestramiento son mejores. En estas 
  circunstancias, no cabe duda de que debemos adoptar las operaciones ofensivas 
  móviles como forma principal y complementarlas con otras formas, organizando 
  así toda una guerra de movimientos. A este respecto, debemos oponernos a la 
  tendencia a la huida, caracterizada por "retirarse siempre sin 
  
  avanzar jamás", y al mismo tiempo, a la temeridad desesperada, consistente en 
  "avanzar siempre sin retirarse jamás". 
      93. Una de las características de la guerra de movimientos es su 
  movilidad, que no sólo permite sino exige que un ejército de campaña avance o 
  se retire a grandes zancadas. Pero eso no tiene nada de común con la huida 
  tipo Jan Fu-ch¸[21]. La exigencia básica de la guerra es destruir las fuerzas 
  enemigas, y la otra exigencia es conservar las propias. La conservación de las 
  fuerzas propias tiene por objetivo destruir las del enemigo, y la destrucción 
  de éstas es, a su vez, el medio más eficaz de conservar las propias. Por 
  consiguiente, la guerra de movimientos jamás puede ser pretexto para gentes 
  como Jan Fu-ch¸; nunca significará moverse sólo hacia atrás y jamás hacia 
  adelante, pues esta clase de "movimiento", que niega el carácter ofensivo, 
  carácter básico de la guerra de movimientos, en la práctica haría que China 
  "se moviera" hasta desaparecer, por muy vasto que sea su territorio. 
      94. Pero también es incorrecto el otro punto de vista, que llamamos 
  temeridad desesperada y que se caracteriza por avanzar siempre sin retirarse 
  jamás. Abogamos por la guerra de movimientos, consistente en campañas y 
  combates ofensivos de decisión rápida en líneas exteriores. Este tipo de 
  guerra comprende la guerra de posiciones, que desempeña un papel auxiliar, y 
  también la "defensa móvil" y la retirada, sin las cuales la guerra de 
  movimientos no puede ser realizada a plenitud. La temeridad desesperada es 
  miopía militar, nacida a menudo del temor a perder territorio. Quien actúa con 
  temeridad desesperada no sabe que uno de los rasgos característicos de la 
  guerra de movimientos es la movilidad, que no sólo permite sino exige que un 
  ejército de campaña avance o retroceda a grandes zancadas. En el aspecto 
  positivo; a fin de arrastrar al enemigo a una lucha desfavorable para él y 
  favorable para nosotros, suele ser necesario que éste se encuentre en 
  movimiento y que contemos con una serie de ventajas, tales como terreno 
  favorable, vulnerabilidad del enemigo, población local que pueda impedir la 
  filtración de informaciones, fatiga y desprevención del adversario, etc. Esto 
  exige que el enemigo avance y que nosotros no reparemos en la pérdida temporal 
  de una parte de nuestro territorio, pues esa pérdida temporal es el precio que 
  se paga por la conservación permanente de todo el territorio y la recuperación 
  del territorio perdido. En el aspecto negativo, cada vez que nos vemos 
  empujados a una posición desfavorable que pone seriamente en peligro la 
  conservación de nuestras fuerzas, debemos tener el valor de retroceder a fin 
  de conservarla y volver a golpear al enemigo cuando se 
  
  presenten nuevas oportunidades. Los que abogan por acciones temerarias y 
  desesperadas ignoran este principio y disputan una ciudad o un trozo de 
  terreno incluso cuando la situación es obvia y definitivamente desfavorable, y 
  como resultado, no sólo pierden el territorio o la ciudad, sino que tampoco 
  pueden conservar sus fuerzas. Siempre hemos preconizado la política de "atraer 
  al enemigo para que penetre profundamente", porque ésta es precisamente la 
  política militar más eficaz que puede emplear un ejército débil, 
  estratégicamente a la defensiva, contra uno fuerte. 
      95. Entre las formas de operaciones militares en la Guerra de Resistencia 
  contra el Japón, la guerra de movimientos ocupa el primer lugar y la guerra de 
  guerrillas, el segundo. Cuando decimos que en todo el conflicto bélico la 
  guerra de movimientos es lo principal y la de guerrillas lo auxiliar, queremos 
  decir que el desenlace de la guerra depende, en lo esencial, de la guerra 
  regular, especialmente en su forma de guerra de movimientos, y que la guerra 
  de guerrillas no puede asumir la responsabilidad principal de decidirlo. Sin 
  embargo, esto no significa que la guerra de guerrillas no desempeñe un papel 
  estratégico importante en la Guerra de Resistencia. Su papel estratégico en la 
  Guerra de Resistencia tomada en su conjunto es inferior sólo al de la guerra 
  de movimientos, pues sin su ayuda es imposible derrotar al enemigo. Al decir 
  esto, tenemos ya en cuenta la tarea estratégica de desarrollar la guerra de 
  guerrillas hasta convertirla en guerra de movimientos. En el curso del largo y 
  cruel conflicto bélico, la guerra de guerrillas no permanecerá invariable, 
  sino que alcanzará un nivel superior, transformándose en guerra de 
  movimientos. De este modo, su papel estratégico es doble: apoyar la guerra 
  regular y transformarse ella misma en guerra regular. Mucho menos puede 
  subestimarse el papel estratégico de la guerra de guerrillas en la Guerra de 
  Resistencia de China contra el Japón si se tiene en cuenta su extensión y 
  duración sin precedentes. Por consiguiente, en China la guerra de guerrillas 
  no sólo plantea problemas tácticos, sino también problemas estratégicos 
  específicos. Esto lo he analizado ya en "Problemas estratégicos de la guerra 
  de guerrillas contra el Japón". Como se ha señalado anteriormente, las formas 
  de operaciones militares en las tres etapas estratégicas de la Guerra de 
  Resistencia contra el Japón son las siguientes: En la primera etapa, la guerra 
  de movimientos es la forma principal, en tanto que la de guerrillas y la de 
  posiciones son auxiliares. En la segunda, la guerra de guerrillas pasará a 
  ocupar el primer lugar y será complementada por la de movimientos y la de 
  
  posiciones. En la tercera, la guerra de movimientos volverá a ser la forma 
  principal y será complementada por la de posiciones y la de guerrillas. Pero 
  la guerra de movimientos en la tercera etapa no será efectuada exclusivamente 
  por las fuerzas regulares iniciales; una parte de ella, probablemente de 
  bastante importancia, será realizada por las antiguas fuerzas guerrilleras, 
  que para entonces habrán pasado de la guerra de guerrillas a la de 
  movimientos. Consideradas las tres etapas de la Guerra de Resistencia de China 
  contra el Japón, la guerra de guerrillas es ciertamente indispensable, y está 
  llamada a representar un drama grandioso sin paralelo en la historia de las 
  guerras de la humanidad. Por tal razón, es absolutamente necesario tomar, de 
  entre los millones de hombres de las tropas regulares de China, por lo menos 
  algunos centenares de miles de combatientes y dispersarlos por todas las zonas 
  que el enemigo ocupa, para que movilicen y organicen fuerzas armadas populares 
  y, junto con ellas, emprendan una guerra de guerrillas. Las fuerzas regulares 
  designadas para ello deben tomar sobre sí conscientemente esta sagrada misión, 
  y no pensar que han sido rebajadas porque participen en un número menor de 
  grandes batallas y no puedan aparecer por el momento como héroes nacionales. 
  Tales ideas son erróneas. La guerra de guerrillas no produce resultados tan 
  rápidos ni da tanto renombre como la guerra regular, pero igual que "en el 
  viaje largo se conoce la fuerza del caballo, y en la larga prueba, el corazón 
  del hombre", en el curso de esta guerra larga y cruenta, la guerra de 
  guerrillas demostrará su inmenso poderío; no es, en verdad, una empresa 
  ordinaria. Además, un ejército regular puede, dispersando sus fuerzas, 
  realizar la guerra de guerrillas, y concentrándolas, la guerra de movimientos; 
  así lo ha venido haciendo el VIII Ejército, cuya línea estratégica es: "Tomar 
  la guerra de guerrillas como lo fundamental, pero no perder oportunidad alguna 
  para realizar la guerra de movimientos cuando las condiciones sean 
  favorables." Esta línea es perfectamente correcta, en tanto que las opiniones 
  opuestas son erróneas. 
      96. Dadas sus actuales condiciones técnicas, China no puede, en general, 
  practicar una guerra de posiciones, sea defensiva u ofensiva, y es ahí donde 
  se manifiesta nuestra debilidad. Más aún, el enemigo también puede explotar la 
  vastedad de nuestro territorio para esquivar nuestras posiciones fortificadas. 
  De ahí que la guerra de posiciones no pueda emplearse como un medio importante 
  y, menos aún, como el principal. Pero en la primera y segunda etapas de la 
  guerra, es posible y necesario, dentro de los límites de la guerra de 
  
  movimientos, recurrir en el plano local a la guerra de posiciones, como medio 
  auxiliar en las campañas. La "defensa móvil", con carácter de semiposiciones, 
  encaminada a resistir al enemigo escalonadamente para desgastar sus fuerzas y 
  ganar. tiempo, constituye con mayor motivo una parte indispensable de la 
  guerra de movimientos. China debe hacer todo lo posible para aumentar el 
  número de armas modernas, de modo que esté plenamente en condiciones de 
  efectuar ataques contra las posiciones enemigas en la etapa de contraofensiva 
  estratégica. En esta etapa. la guerra de posiciones tendrá sin duda mayor 
  importancia, pues entonces el enemigo se aferrará a sus posiciones, y a menos 
  que lancemos contra ellas potentes ataques para apoyar la guerra de 
  movimientos, no podremos alcanzar nuestro objetivo de recuperar el territorio 
  perdido. No obstante, en la tercera etapa, también debemos esforzarnos por 
  hacer de la guerra de movimientos la forma principal. Pues en una guerra de 
  posiciones como la que se dio en Europa occidental en la segunda mitad de la 
  Primera Guerra Mundial, el arte de dirigir la guerra y el papel activo del 
  hombre quedan en gran medida anulados. Por lo tanto, en las condiciones de 
  China, que cuenta con vastas extensiones para desarrollar la guerra y que 
  permanecerá, durante un tiempo bastante largo, pobremente equipada desde el 
  punto de vista técnico, resulta natural "sacar la guerra de las trincheras". 
  Incluso en la tercera etapa, si bien China estará en mejores condiciones 
  técnicas, difícilmente podrá superar a su enemigo en ese sentido, y por eso, 
  se verá obligada todavía a esforzarse por desplegar una guerra de movimientos 
  de gran movilidad, sin la cual no podrá alcanzar la victoria final. Así, en 
  ninguna de las etapas de la Guerra de Resistencia contra el Japón; China 
  adoptará la guerra de posiciones como la forma principal; las formas 
  principales o importantes son la guerra de movimientos y la de guerrillas. 
  Estas formas de guerra permitirán desarrollar plenamente el arte de dirigir la 
  guerra y el papel activo del hombre, lo que será una dicha en medio de nuestro 
  infortunio. 


  GUERRA DE DESGASTE Y GUERRA DE
  ANIQUILAMIENTO 
      97. Como hemos dicho antes, la esencia de la guerra, su objetivo, consiste 
  en conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo. 
  
  Para alcanzar este objetivo existen tres formas de guerra: guerra de 
  movimientos, de posiciones y de guerrillas. Como estas formas no dan los 
  mismos resultados generalmente se hace distinción entre guerra de desgaste y 
  guerra de aniquilamiento. 
      98. Para empezar, podemos afirmar que la Guerra de Resistencia contra el 
  Japón es a la vez guerra de desgaste y de aniquilamiento. ¿Por qué? Porque la 
  fortaleza del enemigo sigue operando, y subsisten su superioridad e iniciativa 
  estratégicas; por lo tanto, no podremos debilitarlo eficaz y rápidamente, ni 
  acabar con su superioridad e iniciativa, a menos que realicemos campañas y 
  combates de aniquilamiento. Nosotros seguimos siendo débiles y todavía no 
  hemos salido de la inferioridad y pasividad estratégicas; por eso, sin 
  campañas y combates de aniquilamiento no podremos ganar tiempo para mejorar 
  nuestras condiciones internas e internacionales y modificar nuestra posición 
  desfavorable. Así, las campañas de aniquilamiento son el medio para lograr el 
  objetivo de desgaste estratégico. En este sentido, la guerra de aniquilamiento 
  es una guerra de desgaste. Para poder sostener una guerra prolongada el método 
  principal que emplea China es desgastar al enemigo aniquilando sus fuerzas. 
      99. Pero el objetivo de desgaste estratégico puede alcanzarse también a 
  través de campañas de desgaste. En términos generales, la guerra de 
  movimientos cumple la tarea de aniquilamiento, la guerra de posiciones, la de 
  desgaste, y la guerra de guerrillas, ambas tareas al mismo tiempo; así, las 
  tres formas de guerra se diferencian entre sí. En este sentido, la guerra de 
  aniquilamiento es diferente a la de desgaste. Las campañas de desgaste son 
  auxiliares, pero también necesarias para la guerra prolongada. 
      100. Tanto desde el punto de vista de la teoría, como del de la necesidad 
  práctica, China para lograr el objetivo estratégico de desgastar en gran 
  medida las fuerzas del enemigo, debe explotar, en la etapa de defensiva, no 
  sólo la función de aniquilamiento que desempeña primordialmente la guerra de 
  movimientos y parcialmente la de guerrillas, sino también, en forma 
  complementaria, la función de desgaste que desempeña primordialmente la guerra 
  de posiciones y parcialmente la de guerrillas. En la etapa de equilibrio, 
  debemos continuar aprovechando las funciones de aniquilamiento y desgaste que 
  cumplen la guerra de guerrillas y la de movimientos, para seguir desgastando 
  considerablemente las fuerzas enemigas. Todo ello está destinado a prolongar 
  la guerra cambiar gradualmente la correlación de fuerzas y preparar las 
  condiciones para nuestra contraofensiva. 
  
  Durante la contraofensiva estratégica, debemos continuar desgastando al 
  enemigo mediante el aniquilamiento, para expulsarlo definitivamente del país. 
      101. Pero, en realidad, lo ocurrido en los últimos diez meses fue que 
  muchas e incluso la mayoría de las campañas de guerra de movimientos se 
  convirtieron en campañas de guerra de desgaste, y que la guerra de guerrillas, 
  en ciertas zonas, no cumplió debidamente su función de aniquilamiento. Lo 
  positivo de esta situación consiste en que, de todas maneras, hemos desgastado 
  las fuerzas enemigas, lo cual tiene importancia para la guerra prolongada y 
  para la victoria final, de modo que no hemos derramado en vano nuestra sangre. 
  Pero lo negativo es que, primero, no hemos desgastado suficientemente al 
  enemigo, y segundo, nuestras pérdidas han sido más bien grandes y lo capturado 
  más bien escaso. Desde luego, hay que reconocer la causa objetiva de esta 
  situación, o sea, la disparidad entre el enemigo y nosotros en cuanto a 
  condiciones técnicas y adiestramiento de las tropas; pero, de cualquier modo, 
  es necesario teórica y prácticamente instar a nuestras tropas regulares a que 
  den batallas de aniquilamiento cada vez que las circunstancias sean 
  favorables. En cuanto a las guerrillas, aunque tienen que librar batallas de 
  simple desgaste al cumplir muchas tareas concretas como el sabotaje y el 
  hostigamiento, es necesario que promuevan y lleven a cabo con vigor campañas y 
  combates de aniquilamiento siempre que las circunstancias sean favorables, a 
  fin de desgastar en gran medida las fuerzas del enemigo y, a la vez, reforzar 
  considerablemente las nuestras. 
      102. Lo que llamamos "operaciones ofensivas", "decisión rápida" y "líneas 
  exteriores" en la expresión "operaciones ofensivas de decisión rápida en 
  líneas exteriores", igual que "movimiento" en la expresión "guerra de 
  movimientos", se refiere principalmente, en cuanto a la forma de operaciones, 
  al empleo de la táctica de cerco y de movimientos envolventes; de ahí la 
  necesidad de concentrar fuerzas superiores. La concentración de las fuerzas y 
  el empleo de la táctica de cerco y de movimientos envolventes son, por lo 
  tanto, los requisitos indispensables para realizar la guerra de movimientos, 
  esto es, las operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores. Y 
  todo ello está destinado a aniquilar al enemigo. 
      103. La ventaja del ejército japonés no reside sólo en su armamento, sino 
  también en el adiestramiento de sus oficiales y soldados: grado de 
  organización, confianza en sí mismos derivada del hecho de no haber sido jamás 
  derrotados, creencia supersticiosa en el Mikado 
  
  y en seres sobrenaturales, arrogancia, desprecio por los chinos y otras 
  características semejantes. Todo esto es resultado de largos años de 
  adoctrinamiento de las tropas en el espíritu samurai por los militaristas 
  japoneses, y de las costumbres nacionales del Japón. Esta es la razón 
  principal por la cual hemos hecho muy pocos prisioneros, aunque hemos dado 
  muerte o herido a gran número de soldados enemigos. Este es un punto que mucha 
  gente ha subestimado en el pasado. Hace falta un largo proceso para eliminar 
  estas características del enemigo: Ante todo, debemos prestar seria atención 
  al problema y luego, trabajar para este fin paciente y sistemáticamente en el 
  terreno político, en la propaganda para el extranjero y en relación al 
  movimiento popular del Japón. Otro método para lograr este objetivo es, en lo 
  militar, la guerra de aniquilamiento. En estas características del enemigo los 
  pesimistas pueden encontrar una base para la teoría de la subyugación 
  nacional, y los militares de mentalidad pasiva, una base para oponerse a la 
  guerra de aniquilamiento. Nosotros, por el contrario, sostenemos que esos 
  puntos fuertes del ejército japonés pueden ser destruidos, y ya han empezado a 
  serlo. El método principal para destruirlos es ganarnos políticamente a los 
  soldados japoneses. En lugar de herir su orgullo, debemos comprenderlo y 
  canalizarlo en la dirección debida, y tratando con indulgencia a los 
  prisioneros de guerra, hacer ver a los soldados japoneses el carácter 
  antipopular de la política de agresión de los gobernantes del Japón. Por otra 
  parte, debemos demostrar a los soldados japoneses el indomable espíritu y la 
  heroica y tenaz capacidad combativa del ejército y el pueblo chinos, 
  golpeándolos en batallas de aniquilamiento. Nuestra experiencia en los últimos 
  diez meses de operaciones militares demuestra que es posible aniquilar las 
  fuerzas enemigas; testimonio palmario de ello son las campañas de Pingsingkuan 
  y de Taierchuang. La moral del ejército japonés ha comenzado a vacilar; sus 
  soldados no entienden el objetivo de la guerra, se hallan rodeados por las 
  tropas y el pueblo de China, y manifiestan en los asaltos mucho menos valor 
  que los soldados chinos. Todos éstos son; entre otros, factores objetivos 
  favorables a nuestras batallas de aniquilamiento, los que se desarrollarán 
  cada día a medida que se prolongue la guerra. Al abatir la arrogancia del 
  ejército enemigo, las operaciones de aniquilamiento constituyen una de las 
  condiciones que permiten abreviar la duración de la guerra y acelerar la 
  emancipación de los soldados y el pueblo japoneses. Los gatos traban amistad 
  solamente con los gatos, y jamás con los ratones. 
  
      104. Por otra parte, hay que admitir que por ahora somos inferiores al 
  enemigo en condiciones técnicas y adiestramiento militar. Por eso, en muchas 
  operaciones, sobre todo en las llanuras, es difícil lograr la máxima eficacia 
  de aniquilamiento, como la captura del total o de la mayor parte de las 
  fuerzas enemigas. Son equivocadas las exigencias desmedidas que en este 
  sentido hacen los partidarios de la teoría de la victoria rápida. La exigencia 
  correcta en la Guerra de Resistencia debe ser: dar batallas de aniquilamiento 
  siempre que sea posible. En todas las circunstancias favorables, debemos 
  concentrar fuerzas superiores en cada batalla y emplear la táctica de cerco y 
  de movimientos envolventes -- cercar una parte, si no es posible el total, de 
  las fuerzas enemigas, capturar una parte, si no se puede el total, de las 
  fuerzas cercadas, y si esto tampoco es posible, causar fuertes pérdidas a las 
  fuerzas cercadas --; en todas las circunstancias desfavorables para las 
  operaciones de aniquilamiento, debemos efectuar batallas de desgaste. En el 
  primer caso, hay que aplicar el principio de concentrar las fuerzas, y en el 
  segundo, el de dispersarlas. En cuanto a las relaciones de mando en una 
  campaña, se debe aplicar, en el primer caso, el principio de la centralización 
  del mando, y en el segundo, el de la descentralización. Estos son los 
  principios básicos para las operaciones en el tiempo de batalla de la Guerra 
  de Resistencia contra el Japón. 


  POSIBILIDADES DE EXPLOTAR LOS ERRORES
  DEL ENEMIGO 
      105. En el mismo mando enemigo puede encontrarse también una base para 
  nuestra victoria. La historia no ha conocido jamás un general infalible, y así 
  como nosotros mismos difícilmente podemos evitar los errores, el enemigo 
  también los comete; por eso existe la posibilidad de explotarlos. En lo que 
  respecta a la estrategia y a las campañas, el enemigo ha cometido muchos 
  errores en los diez meses de su guerra de agresión. Entre ellos, hay cinco de 
  importancia. 
        En primer lugar, el aumento paulatino de sus fuerzas. Esto se debe a que 
    subestima a China, y también a que no posee suficientes tropas. El enemigo 
    siempre nos ha menospreciado. Después de apoderarse con poco esfuerzo de las 
    cuatro provincias del Nor- 
    
    deste, ocupó el Este de Jopei y el Norte de Chajar. Todo esto lo hizo a modo 
    de reconocimiento estratégico. La conclusión que extrajo fue que la nación 
    china era un montón de arena suelta. De este modo, pensando que China se 
    derrumbada de un solo golpe, elaboró un plan de "decisión rápida", y con una 
    fuerza muy pequeña trató de hacernos huir despavoridos. No esperaba 
    encontrarse con una unidad tan grande ni un poder de resistencia tan inmenso 
    como los que China ha demostrado en los últimos diez meses, pues no tuvo 
    presente que China se encuentra ya en una época de progreso y cuenta con un 
    partido político, un ejército y un pueblo avanzados. Como sufría reveses, 
    comenzó a aumentar poco a poco sus fuerzas, desde algo más de diez 
    divisiones hasta treinta. Si quiere continuar su avance, tendrá que 
    aumentarlas más aún. Pero, debido a su antagonismo con la Unión Soviética, 
    así como a la escasez de recursos humanos y financieros que le es inherente, 
    existe inevitablemente un límite para el número máximo de hombres que puede 
    lanzar al combate y para el alcance máximo de su ofensiva. 
        En segundo lugar, la falta de una dirección principal de ataque. Antes 
    de la campaña de Taierchuang, el enemigo tenía divididas sus fuerzas más o 
    menos por igual entre el Centro y el Norte de China. Esta división de 
    fuerzas también se observaba en cada una de dichas zonas. En el Norte de 
    China, por ejemplo, repartió sus fuerzas en forma pareja entre las tres 
    líneas férreas Tientsín-Pukou, Peiping-Jankou y Tatung-Puchou, y así, 
    después de sufrir ciertas bajas a lo largo de cada una de estas líneas y 
    dejar algunas guarniciones en los lugares ocupados, no le quedaron fuerzas 
    suficientes para nuevos avances. Luego de la derrota en Taierchuang, el 
    enemigo resumió las lecciones aprendidas, concentró el grueso de sus fuerzas 
    en la dirección de S¸chou y corrigió así temporalmente este error. 
        En tercer lugar, la ausencia de coordinación estratégica. En general, 
    había coordinación dentro de cada uno de los dos grupos de fuerzas enemigas 
    en el Centro y el Norte de China, pero existía una notoria falta de 
    coordinación entre ambos. Mientras sus fuerzas del sector sur del 
    ferrocarril Tientsín-Pukou atacaban Siaopengpu, las del sector norte 
    permanecieron inmóviles, y mientras éstas atacaban Taierchuang, aquéllas no 
    actuaron. Tras los reveses del enemigo en ambos lugares, llegó en gira de 
    inspección 
  
    el ministro de la Guerra del Japón, y el jefe del Estado Mayor General 
    acudió a asumir el mando; por el momento se ha establecido, al parecer, 
    cierta coordinación. La clase terrateniente, la burguesía y los militaristas 
    del Japón tienen serias contradicciones, tanto internas como entre sí, que 
    se están agravando, y la ausencia de coordinación militar es una de las 
    manifestaciones concretas de este hecho. 
        En cuarto lugar, el desaprovechamiento de oportunidades estratégicas. 
    Esto se manifestó con claridad en la detención del enemigo después de la 
    ocupación de Nankín y Taiyuán, error que se debió esencialmente a su escasez 
    de tropas y a su consiguiente falta de fuerzas para la persecución 
    estratégica. 
        En quinto lugar, el cerco de muchas fuerzas pero aniquilamiento de 
    pocas. Antes de la campaña de Taierchuang en las campañas de Shanghai, 
    Nankín, Tsangchou, Paoting, Nankou, Sinkou y Linfen, fueron derrotadas 
    muchas tropas chinas, pero se hicieron pocos prisioneros, lo que demuestra 
    la estupidez del mando enemigo. 
  Estos cinco errores -- aumento paulatino de sus fuerzas, falta de una 
  dirección principal de ataque, ausencia de coordinación estratégica, 
  desaprovechamiento de oportunidades y cerco de muchas fuerzas pero 
  aniquilamiento de pocas -- señalan la incompetencia del mando japonés antes de 
  la campaña de Taierchuang. Si bien desde entonces el enemigo ha hecho algunas 
  rectificaciones, le será imposible evitar la repetición de sus errores a 
  juzgar por su escasez de tropas sus contradicciones internas y otros factores 
  similares. Más aún, lo que gana en un punto, lo pierde en otro. Por ejemplo, 
  cuando concentró sus fuerzas del Norte de China en S¸chou, dejó grandes claros 
  en el territorio ocupado del Norte, lo que nos dio la oportunidad de 
  desarrollar ampliamente la guerra de guerrillas. Estos fueron errores 
  cometidos por el enemigo mismo, y no inducidos por nosotros. Por nuestra 
  parte, podemos hacer deliberadamente que el enemigo cometa errores, es decir, 
  desorientarlo y atraerlo adonde nos convenga por medio de acciones 
  inteligentes y eficaces al amparo de una población local bien organizada, por 
  ejemplo, "amagar en el Este pero atacar por el Oeste". Esta posibilidad ya ha 
  sido analizada anteriormente. Todo ello indica que en el mando enemigo también 
  podemos encontrar una base para nuestra victoria. Por supuesto, no debemos 
  considerar esta posibilidad como una base importante para nuestros planes 
  estratégicos; por el 
  
  contrario, es más seguro fundar nuestros planes en el supuesto de que el 
  enemigo cometerá pocos errores. Además, al igual que nosotros explotamos los 
  errores del enemigo, éste puede explotar los nuestros, por lo cual, es deber 
  de nuestro mando dejarle el mínimo de oportunidades para hacerlo. Sin embargo, 
  como de hecho el mando enemigo ha cometido errores, los cometerá nuevamente en 
  el futuro y puede ser inducido a cometerlos mediante nuestros esfuerzos, 
  siempre habrá errores que explotar. Nuestros generales en la Guerra de 
  Resistencia deben hacer todo lo posible para aprovecharlos. Aunque el mando 
  estratégico y de campañas del enemigo es incompetente en muchos aspectos, 
  existen no pocos puntos excelentes en su mando de combates, esto es, en su 
  táctica de combate de unidades y pequeñas agrupaciones; en este aspecto 
  debemos aprender de él. 


  BATALLAS DECISIVAS EN LA GUERRA DE
  RESISTENCIA CONTRA EL JAPON 
      106. El problema de las batallas decisivas en la Guerra de Resistencia 
  contra el Japón debe ser tratado en tres formas diferentes: buscar 
  resueltamente una acción decisiva en toda campaña o combate en que estemos 
  seguros de la victoria; evitar una acción decisiva en toda campaña o combate 
  en que la victoria sea incierta, y eludir de manera absoluta toda batalla 
  estratégicamente decisiva en la cual esté en juego el destino de la nación. 
  Las características que distinguen a la Guerra de Resistencia contra el Japón 
  de muchas otras guerras, se revelan también en este problema de las batallas 
  decisivas. En la primera y segunda etapas de la guerra, cuando el enemigo es 
  fuerte y nosotros débiles, el propósito del adversario es hacer que 
  concentremos el grueso de nuestras fuerzas para una batalla decisiva. Nosotros 
  buscamos justamente lo contrario: elegir condiciones favorables, concentrar 
  fuerzas superiores y entablar campañas o combates decisivos sólo cuando 
  estemos seguros de la victoria, como en la campaña de Pingsingkuan la de 
  Taierchuang y otras muchas, y evitar batallas decisivas en condiciones 
  desfavorables, cuando no tengamos seguridad de la victoria, política ésta que 
  adoptamos en la campaña de Changte y otras. En cuanto a una batalla 
  estratégicamente decisiva en que esté en juego el destino de la nación, 
  simplemente no la emprenderemos, ejemplo de lo cual es nuestra reciente 
  retirada de S¸chou. Así frus- 
  
  tramos el plan del enemigo para una "decisión rápida", y éste se verá obligado 
  a sostener una guerra prolongada. Tales principios son impracticables en un 
  país con un territorio pequeño y difíciles de practicar en un país 
  políticamente muy atrasado. Son practicables en China, que es un país grande y 
  se encuentra en una época de progreso. Si evitamos las batallas 
  estratégicamente decisivas, perderemos con ello parte de nuestro territorio, 
  pero conservaremos todavía un gran espacio para maniobrar, y como "mientras 
  haya montes verdes, no hay que inquietarse por la leña", aún podremos impulsar 
  y esperar el progreso dentro del país, el crecimiento del apoyo internacional 
  y la desintegración interna del enemigo. Esta es la mejor política para 
  nuestra Guerra de Resistencia contra el Japón. Los impetuosos partidarios de 
  la teoría de la victoria rápida, incapaces de soportar el penoso camino de una 
  guerra prolongada y ansiosos de un triunfo rápido, claman por batallas 
  estratégicamente decisivas en cuanto la situación se torna ligeramente 
  favorable. Si hiciéramos lo que preconizan, la causa de la Guerra de 
  Resistencia sería gravemente perjudicada, se frustraría la guerra prolongada y 
  caeríamos en la pérfida trampa del enemigo. Esta sería en realidad la peor 
  política. No cabe duda de que, para evitar batallas decisivas, nos veremos 
  obligados a abandonar territorio, y debemos tener el valor de hacerlo cuando 
  (y solamente cuando) sea absolutamente inevitable. En esos momentos no debemos 
  sentir el menor pesar, pues esta política de trocar espacio por tiempo es 
  correcta. La historia nos enseña cómo Rusia efectuó una valiente retirada para 
  evitar una batalla decisiva, y luego derrotó a Napoleón[22], el terror de su 
  época. Ahora China debe hacer lo mismo. 
      107. ¿No tememos que nos acusen de "no resistencia"? No, no lo tememos. No 
  combatir en absoluto, sino llegar a un compromiso con el enemigo, eso es la no 
  resistencia, lo cual no sólo debe ser denunciado sino también resueltamente 
  impedido. Sostenemos con decisión la Guerra de Resistencia, pero, para evitar 
  la pérfida trampa del enemigo e impedir que el grueso de nuestras fuerzas sea 
  aniquilado de un golpe, lo que haría imposible la prosecución de la Guerra de 
  Resistencia, en una palabra, para evitar la subyugación nacional la política 
  anteriormente definida es de todo punto imprescindible. Las dudas a este 
  respecto reflejan miopía en el problema de la guerra y, en fin de cuentas, 
  conducen forzosamente al campo de los partidarios de la teoría de la 
  subyugación nacional. Hemos criticado la temeridad desesperada de "avanzar 
  siempre sin retirarse jamás", precisamente porque si esta teoría se 
  generalizase, correríamos el peligro de no poder 
  
  continuar la Guerra de Resistencia y de ser llevados finalmente a la 
  subyugación. 
      108. Somos partidarios de toda batalla decisiva en circunstancias 
  favorables, trátese de combates o de campañas grandes o pequeñas, y no hay que 
  tolerar pasividad alguna en este sentido. Sólo con tales batallas decisivas 
  podremos aniquilar o desgastar las fuerzas enemigas, y cada militar en la 
  Guerra de Resistencia debe contribuir a ello resueltamente. Esto exige 
  considerables sacrificios parciales; evitar todo sacrificio es la actitud de 
  los cobardes y de los enfermos de terror al Japón actitud que debe ser 
  enérgicamente combatida. La ejecución de Li Fu-ying, Jan Fu-ch¸ y otros 
  desertores está justificada. Con una correcta planificación de las operaciones 
  militares, es absolutamente indispensable estimular el espíritu y la práctica 
  del sacrificio personal heroico y del avance intrépido en los combates, sin lo 
  cual es imposible la guerra prolongada y la victoria final. Hemos condenado 
  con severidad la tendencia a la huida, a "retirarse siempre sin avanzar 
  jamás", y estamos por la rigurosa aplicación de la disciplina, precisamente 
  porque sólo mediante heroicas batallas decisivas, dadas según un plan correcto 
  podremos vencer al poderoso enemigo. La tendencia a la huida, por el 
  contrario, proporciona apoyo directo a la teoría de la subyugación nacional. 
      109. ¿No hay contradicción entre combatir heroicamente primero y abandonar 
  luego el territorio? ¿No se derramará en vano la sangre de nuestros heroicos 
  combatientes? Esta es una manera desatinada de formular las preguntas. Comer y 
  luego evacuar, ¿no es esto comer en vano? Dormir y luego levantarse, ¿no es 
  esto dormir en vano? ¿Pueden formularse así las preguntas? Creo que no. Ya que 
  se come, comamos sin cesar: ya que se duerme, durmamos sin parar; ya que se 
  combate valientemente, combatamos sin detenernos hasta el río Yalu: éstas son 
  ilusiones nacidas del subjetivismo y del formalismo, y no realidades de la 
  vida. Como todos saben, aunque al combatir y derramar nuestra sangre para 
  ganar tiempo y preparar la contraofensiva hemos tenido que abandonar algún 
  territorio, en verdad hemos ganado tiempo, logrado aniquilar y desgastar al 
  enemigo, adquirido experiencia de combate, despertado al pueblo hasta entonces 
  inactivo y elevado nuestra posición internacional. ¿Se ha derramado nuestra 
  sangre en vano? De ninguna manera. Se ha abandonado territorio para conservar 
  nuestras fuerzas militares y también, precisamente, para conservar nuestro 
  territorio, porque si, en lugar de abandonar una parte en circunstancias 
  desfavorables, diésemos a ciegas batallas 
  
  decisivas sin la menor seguridad de ganarlas, perderíamos nuestras fuerzas 
  militares y luego, inevitablemente, todo nuestro territorio, y no hablemos 
  siquiera de recuperar el ya perdido. Un capitalista necesita capital para 
  manejar su negocio, y si se arruina, deja de ser capitalista. Un jugador 
  también necesita dinero para apostar, pero si lo arriesga todo en una sola 
  jugada y la suerte le falla, no podrá seguir jugando. Los acontecimientos 
  tienen sus vueltas y revueltas y no siguen una línea recta; lo mismo sucede 
  con la guerra. Sólo los formalistas no comprenden esta verdad. 
      110. Creo que esto es igualmente válido para las batallas decisivas en la 
  etapa de contraofensiva estratégica. Aunque para entonces el enemigo se 
  encontrará en una situación inferior y nosotros en una superior, todavía será 
  aplicable el principio de "entablar batallas decisivas en condiciones 
  favorables y evitarlas en condiciones desfavorables", y lo seguirá siendo 
  hasta que lleguemos combatiendo al río Yalu. De esta manera podremos mantener 
  siempre la iniciativa. Todos los "desafíos" del enemigo y "pinchazos" de otras 
  personas debemos apartarlos imperturbablemente y no hacer caso de ellos. En la 
  Guerra de Resistencia contra el Japón, sólo un jefe con tal firmeza puede ser 
  considerado bravo e inteligente. No puede decirse lo mismo de quienes "saltan 
  en cuanto los tocan". Y aunque en la primera etapa nos encontramos 
  estratégicamente en una posición hasta cierto punto pasiva, debemos ganar la 
  iniciativa en todas las campañas, y conservarla en las etapas posteriores. 
  Somos partidarios de la guerra prolongada y la victoria definitiva; no somos 
  como los jugadores que lo arriesgan todo en una sola jugada. 


  EJERCITO Y PUEBLO, BASE DE LA VICTORIA 
      111. El imperialismo japonés no aflojará jamás en su ofensiva y represión 
  frente a la China revolucionaria; esto está determinado por su naturaleza 
  imperialista. Si China no resistiera, el Japón se apoderaría fácilmente de 
  toda ella, sin disparar un solo tiro. Prueba de ello es la pérdida de las 
  cuatro provincias del Nordeste. Como China resiste, el Japón reprime esa 
  resistencia, y no dejará de hacerlo hasta que su represión sea superada por la 
  resistencia de China. Esta es una ley inexorable. La clase terrateniente y la 
  burguesía del Japón tienen grandes ambiciones y, con el fin de atacar, hacia 
  el Sur, el 
  
  Archipiélago Malayo y hacia el Norte, Siberia, han adoptado la política de 
  ruptura en el centro atacando primero a China. Quienes piensan que el Japón se 
  conformará con la ocupación del Norte de China y las provincias de Chiangsú y 
  Chechiang, deteniéndose ahí, no ven en absoluto que el Japón imperialista que 
  ha pasado a una nueva etapa de su desarrollo y está al borde de la muerte, es 
  distinto al Japón del pasado. Cuando decimos que existe un límite para la 
  cantidad de hombres que el Japón puede lanzar al combate y para el alcance de 
  su ofensiva, nos referimos a que, con las fuerzas de que dispone, el Japón 
  sólo puede emplear una cantidad determinada de sus tropas contra China y 
  penetrar en ella hasta donde lo permita su capacidad, pues aún se propone 
  atacar en otras direcciones y tiene que defenderse de otros enemigos. Al mismo 
  tiempo, China ha dado pruebas de progreso y de capacidad para una tenaz 
  resistencia, pues sería inconcebible que existieran sólo feroces ataques del 
  Japón sin que China poseyese la necesaria capacidad de resistencia. El Japón 
  no podrá ocupar toda China, pero en todas las zonas a las que pueda llegar, no 
  escatimará esfuerzos para reprimir la resistencia, y no dejará de reprimirla 
  hasta que las condiciones internas y externas hagan al imperialismo japonés 
  estrellarse con la crisis que ha de conducirlo a la tumba. Hay sólo dos 
  salidas posibles para la situación política del Japón: o bien toda la clase 
  gobernante se derrumba rápidamente, el Poder pasa a manos del pueblo y 
  concluye así la guerra, lo cual es imposible por el momento; o bien la clase 
  terrateniente y la burguesía se hunden cada vez más en el fascismo y prosiguen 
  la guerra hasta su derrumbamiento final, que es precisamente el camino que el 
  Japón recorre ahora. No puede haber otra salida. Los que alimentan la 
  esperanza de que el sector moderado de la burguesía japonesa intervenga y 
  ponga fin a la guerra, no hacen más que ilusionarse en vano. Desde hace muchos 
  años, la realidad política del Japón es que el sector moderado de la burguesía 
  se ha convertido en prisionero de los terratenientes y la oligarquía 
  financiera. Ahora que el Japón ha iniciado la guerra contra China, mientras no 
  sufra un golpe mortal de nuestra resistencia y tenga todavía poderío 
  suficiente, atacará inevitablemente el Sudeste de Asia o Siberia, o incluso 
  ambos puntos. Lo hará en cuanto estalle la guerra en Europa; los gobernantes 
  del Japón han hecho sus alegres cálculos de manera muy ambiciosa. Por 
  supuesto, existe la posibilidad de que, debido al poderío de la Unión 
  Soviética y al serio debilitamiento del Japón en su guerra con China, éste 
  tenga que abandonar su plan original de atacar Siberia y adoptar una actitud 
  
  esencialmente defensiva con respecto a la Unión Soviética. Pero, en ese caso, 
  lejos de aflojar en su ofensiva contra China, la intensificará, pues no le 
  quedará otro camino que devorar al débil. Para entonces, se volverá aún más 
  seria la tarea de China de perseverar en la Resistencia, en el frente único y 
  en la guerra prolongada, y será todavía más necesario no cejar lo más mínimo 
  en nuestros esfuerzos. 
      112. En tales circunstancias, los requisitos principales para la victoria 
  de China sobre el Japón son la unidad nacional, así como los progresos en 
  todos los aspectos en una escala diez y hasta cien veces mayor que en el 
  pasado. China se encuentra ya en una época de progreso y ha logrado una 
  espléndida unidad, pero este progreso y esta unidad todavía están lejos de ser 
  suficientes. Que el Japón haya ocupado una zona tan extensa se debe en parte a 
  su fortaleza, pero también a nuestra debilidad; esta debilidad es por entero 
  consecuencia de la acumulación de diversos errores históricos de los últimos 
  cien años, y en especial de los diez últimos, que han restringido el progreso 
  de China a su nivel actual. Ahora es imposible vencer a un enemigo tan fuerte 
  sin hacer grandes esfuerzos durante largo tiempo. Debemos esforzarnos en 
  muchos aspectos; aquí trataré sólo de los dos fundamentales: el progreso del 
  ejército y el del pueblo. 
      113. La reforma de nuestro sistema militar exige la modernización del 
  ejército y el mejoramiento de sus condiciones técnicas, sin los cuales no 
  podremos expulsar al enemigo al otro lado del río Yalu: En el empleo de las 
  tropas necesitamos una estrategia y una táctica avanzadas y flexibles, sin las 
  cuales tampoco podremos triunfar. Sin embargo los cimientos de un ejército son 
  los soldados. Si no se inculca en el ejército un espíritu político 
  progresista, si no se realiza, con este objetivo, un trabajo político 
  progresista, será imposible alcanzar una auténtica unidad entre oficiales y 
  soldados, despertar al máximo su entusiasmo por la Guerra de Resistencia y 
  proveer una excelente base para poner en pleno juego la eficacia de nuestra 
  técnica y nuestra táctica. Cuando afirmamos que el Japón será derrotado a la 
  postre, a pesar de su superioridad técnica, tenemos en cuenta que los golpes 
  que le asestamos por medio del aniquilamiento y el desgaste, además de 
  ocasionarle pérdidas, sacudirán finalmente la moral de su ejército, la cual no 
  está al nivel de su armamento. Entre nosotros, por el contrario, los oficiales 
  y soldados tienen un mismo objetivo político en la Guerra de Resistencia 
  contra el Japón. Esto nos proporciona la base para el trabajo político entre 
  todas las tropas antijaponesas. 
  
  Es preciso practicar en un grado apropiado la democracia en el ejército. Lo 
  principal es abolir la práctica feudal de castigos corporales e insultos, y 
  hacer que oficiales y soldados compartan penas y alegrías en la vida 
  cotidiana. Una vez que esto se consiga, se logrará la unidad entre oficiales y 
  soldados, aumentará extraordinariamente la capacidad combativa del ejército, y 
  no habrá motivo para inquietarse por nuestra capacidad para sostener esta 
  larga y encarnizada guerra. 
      114. El más rico manantial de fuerza para sostener la guerra está en las 
  masas populares. El Japón se atreve a atropellarnos principalmente porque las 
  masas populares de China no están organizadas. Cuando este defecto sea 
  superado, el invasor japonés se verá rodeado por los centenares de millones de 
  hombres de nuestro pueblo en pie, y como un búfalo salvaje metido en un cerco 
  de fuego, se estremecerá de pavor a nuestras solas voces y terminará muriendo 
  abrasado en las llamas. Por nuestra parte, las tropas deben contar con un 
  ininterrumpido torrente de refuerzos. Hay que prohibir inmediatamente el 
  reclutamiento forzoso y la compra de sustitutos[23], abusos que se perpetran 
  ahora en los niveles inferiores, y practicar una amplia y entusiástica 
  movilización política, con la cual será fácil reclutar incluso a millones de 
  hombres. Experimentamos ahora grandes dificultades financieras en la Guerra de 
  Resistencia, pero una vez movilizadas las masas, las finanzas dejarán de ser 
  un problema. ¿Cómo es posible que un país tan grande y populoso como China 
  tenga que sufrir escasez de Fondos? El ejército debe fundirse con el pueblo, 
  de suerte que éste vea en él su propio ejército. Un ejército así será 
  invencible, y una potencia imperialista como el Japón no será para él un 
  adversario de talla. 
      115. Muchos atribuyen a métodos erróneos la falta de buenas relaciones 
  entre oficiales y soldados, y entre ejército y pueblo; pero yo siempre les he 
  dicho que la cuestión reside en la actitud fundamental (o el principio 
  fundamental), que debe ser de respeto a los soldados y al pueblo. De esta 
  actitud nacen la política, los métodos y las maneras apropiados. Si nos 
  apartamos de esta actitud, la política, los métodos y las maneras serán 
  inevitablemente erróneos, y no se lograrán en modo alguno buenas relaciones 
  entre oficiales y soldados, ni entre ejército y pueblo. Los tres principios 
  cardinales de nuestro trabajo político en el ejército son: primero, unidad 
  entre oficiales y soldados; segundo, unidad entre ejército y pueblo, y 
  tercero, desintegración de las fuerzas enemigas. Para aplicar eficazmente 
  estos principios, hay que partir de la actitud fundamental de respeto a los 
  
  soldados, al pueblo y a la dignidad humana de los prisioneros de guerra que 
  hayan depuesto las armas. Quienes piensan que no se trata de una actitud 
  fundamental, sino de una cuestión técnica, están muy equivocados y deben 
  corregir su punto de vista. 
      116. En estos momentos en que la defensa de Wuján y otros lugares se ha 
  convertido en un problema urgente, es tarea de suma importancia despertar al 
  máximo el entusiasmo de todo el ejército y de todo el pueblo para apoyar la 
  guerra. No cabe duda de que la tarea de defender Wuján y otros lugares debe 
  ser seriamente planteada y realizada. Pero la cuestión de si podemos mantener 
  con seguridad estos lugares no depende de nuestros deseos subjetivos, sino de 
  las condiciones concretas. Entre estas condiciones, una de las más importantes 
  es la movilización política de todo el ejército y de todo el pueblo para la 
  lucha. Si no se realizan tenaces esfuerzos para lograr todas las condiciones 
  necesarias, si falta una sola de ellas, inevitablemente se repetirán desastres 
  como la pérdida de Nankín y otros lugares. ¿Dónde estará el Madrid chino? 
  Estará allí donde se logren las mismas condiciones que en Madrid. Hasta ahora 
  China no ha tenido ningún Madrid, y en adelante debemos esforzarnos por crear 
  algunos, pero ello depende enteramente de las condiciones. Y la fundamental de 
  ellas es la amplia movilización política del ejército y el pueblo enteros. 
      117. En todo nuestro trabajo, debemos perseverar en la política general de 
  frente único nacional antijaponés. Porque sólo con esta política podemos 
  persistir en la Resistencia y en la guerra prolongada; lograr un mejoramiento 
  general y profundo de las relaciones entre oficiales y soldados, y entre 
  ejército y pueblo; despertar al máximo el entusiasmo del ejército y el pueblo 
  enteros en la lucha por la defensa de todo el territorio que se mantiene aún 
  en nuestro poder y por la recuperación del ya perdido, y lograr así la 
  victoria final. 
      118. El problema de la movilización política del ejército y del pueblo es 
  realmente de la máxima importancia. Nos hemos detenido en él sin temor a 
  repeticiones, precisamente porque sin esa movilización es imposible la 
  victoria. Claro que existen muchas otras condiciones indispensables para el 
  triunfo, pero la movilización política es la fundamental. El e frente único 
  nacional antijaponés es un frente de todo el ejército y todo el pueblo, y en 
  modo alguno un frente exclusivo de las direcciones y los miembros de unos 
  cuantos partidos políticos. Movilizar a todo el ejército y todo el pueblo para 
  que participen en 
  
  el frente único nacional antijaponés: he aquí nuestro propósito fundamental al 
  iniciarlo. 


  CONCLUSIONES 
      119. ¿Cuáles son nuestras conclusiones? Helas aquí: 
        "¿En qué condiciones puede China vencer y destruir las fuerzas del 
    imperialismo japonés? Se necesitan tres condiciones: primera, la creación de 
    un frente único antijaponés en China; segunda, la formación de un frente 
    único antijaponés internacional; tercera, el ascenso del movimiento 
    revolucionario del pueblo japonés y de los pueblos de las colonias 
    japonesas. Para el pueblo chino, la más importante de las tres condiciones 
    es su gran unidad." 
        "[. . .] ¿cuánto tiempo durará esta guerra? Eso dependerá de la fuerza 
    del frente único antijaponés de China, y de cómo se desarrollen muchos otros 
    factores decisivos para China y para el Japón. [. . .] Si estas condiciones 
    no se hacen realidad con prontitud, la guerra se prolongará. Pero el 
    resultado será el mismo: el Japón será derrotado y China vencerá, sólo que 
    los sacrificios serán grandes, y habrá que pasar por un período muy 
    doloroso." 
        "Nuestra línea estratégica debe ser la de emplear nuestras fuerzas 
    principales en operaciones sobre frentes muy dilatados y variables. Para 
    alcanzar la victoria, las tropas chinas deben sostener una guerra de 
    movimientos de gran movilidad en vastos teatros de operaciones [. . .]" 
        "Además de emplear para la guerra de movimientos tropas adiestradas, 
    debemos organizar gran cantidad de unidades guerrilleras entre los 
    campesinos." 
        "En el curso de la guerra, China podrá [. . .] reforzar gradualmente el 
    armamento de sus tropas. Por eso, en las postrimerías de la guerra, podrá 
    emprender una guerra de posiciones, atacando las posiciones enemigas en las 
    zonas ocupadas. De este modo, la economía del Japón se derrumbará a 
    consecuencia del prolongado desgaste causado por la Guerra de Resistencia de 
    China, y sus tropas se desmoralizarán en el curso de innumerables batallas 
    extenuativas. En cuanto a China, sus fuerzas latentes de resistencia 
    brotarán con pujanza creciente y, en un inmenso torrente 
  
    ininterrumpido, las masas populares revolucionarias marcharán al frente para 
    combatir por la libertad. Todos estos factores, coordinados con otros, nos 
    permitirán lanzar los ataques finales y decisivos contra las fortificaciones 
    y bases del Japón en el territorio por él ocupado, y arrojar de China a sus 
    tropas invasoras." (Entrevista con Edgar Snow en julio de 1936.) 
        "La situación política de China ha entrado así en una nueva etapa [. . 
    .] La tarea central de la actual etapa consiste en movilizar a todas las 
    fuerzas para obtener la victoria de la Guerra de Resistencia." 
        "La clave para la victoria reside hoy en desarrollar la Guerra de 
    Resistencia ya iniciada, convirtiéndola en una guerra de resistencia general 
    de toda la nación. Sólo mediante una guerra así, se podrá lograr la victoria 
    final." 
        "Como en la actualidad todavía existen serias deficiencias en la Guerra 
    de Resistencia, podrán presentarse en su curso futuro muchos descalabros, 
    retrocesos, divisiones internas, traiciones, compromisos temporales y 
    parciales y otras situaciones adversas. Por consiguiente, debemos tener en 
    cuenta que ésta será una guerra dura y prolongada. Pero estamos convencidos 
    de que, gracias a los esfuerzos de nuestro Partido y del pueblo entero, la 
    Guerra de Resistencia ya iniciada barrerá todos los obstáculos para 
    continuar su avance y desarrollo." ("Resolución del Comité Central del 
    Partido Comunista de China sobre la situación actual y las tareas del 
    Partido", adoptada en agosto de 1937.) 
  Estas son nuestras conclusiones. Los partidarios de la teoría de la 
  subyugación nacional ven en el enemigo una fuerza sobrenatural, y en nosotros, 
  los chinos, una brizna insignificante; en tanto que los partidarios de la 
  teoría de la victoria rápida ven en nosotros, los chinos, una fuerza 
  sobrenatural, y en el enemigo, una brizna. Ambos se equivocan. Nuestro punto 
  de vista es diferente. La Guerra de Resistencia contra el Japón será una 
  guerra prolongada, y la victoria final pertenecerá a China: ésta es nuestra 
  conclusión. 
      120. Mis conferencias terminan aquí. La gran Guerra de Resistencia contra 
  el Japón se está desarrollando, y muchos desearían que se hiciera un resumen 
  de nuestra experiencia para facilitar el logro de una victoria total. Lo 
  tratado por mí es sólo una exposición general de la experiencia de los diez 
  meses pasados, y quizás pueda servir como una especie de resumen. El problema 
  de la guerra prolongada 
  
  merece amplia atención y discusión. Yo sólo he presentado un bosquejo, y 
  espero que ustedes lo estudien y discutan, lo enmienden y amplíen. 










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      to Mao
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      hasta Mao
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  NOTAS 



    [1] La teoría de la subyugación nacional era el punto de vista sostenido por 
  el Kuomintang. Este no quería resistir a los invasores japoneses y comenzó a 
  luchar contra ellos solamente cuando se vio obligado. Después del Incidente de 
  Lukouchiao, la camarilla de Chiang Kai-shek se incorporó con desgano a la 
  Guerra de Resistencia, en tanto que la de Wang Ching-wei se convirtió en 
  representante de la teoría de la subyugación nacional, dispuesta a capitular 
  ante el Japón, lo que efectivamente hizo después. Pero la idea de la 
  subyugación nacional no sólo exista en el Kuomintang, sino que afectaba 
  también a ciertos sectores de las capas medias de la sociedad e incluso a 
  algunos elementos atrasados entre los trabajadores. La razón era que el 
  gobierno del Kuomintang, corrompido e impotente, había perdido una batalla 
  tras otra en la Guerra de Resistencia y las tropas japonesas habían avanzado 
  arrolladoramente hasta las cercanías de Wuján en el primer año de la guerra, y 
  por consiguiente, un sector atrasado de la población se había vuelto 
  profundamente pesimista.    [] 
    [2] Estas opiniones existían en el seno del Partido Comunista. Durante los 
  primeros seis meses de la Guerra de Resistencia contra el Japón, surgió una 
  tendencia a menospreciar al enemigo entre algunos miembros del Partido 
  Comunista, los cuales sostenían que se podía derrotar al Japón de un solo 
  golpe. Pensaban así, no porque creyeran que nuestras fuerzas fuesen poderosas, 
  pues bien sabían que en aquel entonces las tropas y las fuerzas organizadas de 
  las masas populares bajo la dirección del Partido Comunista eran aún pequeñas, 
  sino porque el Kuomintang había empezado a resistir a los invasores japoneses. 
  En su opinión, el Kuomintang era bastante poderoso y, en coordinación con el 
  Partido Comunista, podía asestar eficaces golpes al Japón. Sólo veían un 
  aspecto del Kuomintang, el de su resistencia temporal al Japón, pasando por 
  alto el otro aspecto, el de su carácter reaccionario y corrompido, cosa que 
  los llevó a esa apreciación errónea.    [] 
    [3] Esta era la opinión de Chiang Kai-shek y compañía. Obligados a resistir 
  al Japón, Chiang Kai-shek y el Kuomintang depositaron sus esperanzas sólo en 
  una rápida ayuda extranjera, sin confiar en sus propias fuerzas, y menos aún 
  en las del pueblo.    [] 
    [4] Taierchuang es un poblado del Sur de la provincia de Shantung, donde el 
  ejército chino sostuvo en marzo de 1938 una batalla contra las tropas 
  invasoras y logró la victoria oponiendo cuatrocientos mil soldados a los 
  setenta u ochenta mil del Japón.    [] 
    [5] Esta opinión fue planteada en un editorial del Ta Kung Pao, entonces 
  órgano del Grupo de Ciencias Políticas del Kuomintang. Confiando en la buena 
  suerte, esta camarilla abrigaba la esperanza de que unas cuantas victorias 
  más. como la lograda en Taierchuang, detendrían el avance del Japón y así no 
  habría necesidad de movilizar a las fuerzas populares para una guerra 
  prolongada, movilización que constituiría una amenaza para la seguridad de su 
  propia clase. En todo el Kuomintang prevalecía entonces este estado de ánimo 
  de esperar una feliz concurrencia de circunstancias.    [] 
  
    [6] Este Movimiento, con Kang You-wei, Liang Chi-chao. Tan Si-tung y otros a 
  la cabeza, representaba los intereses de un sector de la burguesía liberal y 
  de los terratenientes sensatos. El Movimiento contaba con el favor y el apoyo 
  del emperador Kuangs¸. pero carecía de una base de masas. Yuan Shi-kai. que 
  disponía en aquel tiempo de fuerzas militares, entregó los planes secretos de 
  los reformistas a la emperatriz viuda Tsisi, cabeza de la camarilla 
  ultraconservadora, quien volvió a asumir el Poder e hizo enceldar al emperador 
  Kuangs¸ y decapitar a Tan Si-tung y a otros cinco. Así el Movimiento terminó 
  en un trágico fracaso.    [] 
    [7] En su declaración del 16 de enero de 1938, el gabinete japonés dio a 
  conocer su política de subyugación de China por la fuerza. Al mismo tiempo 
  trataba de llevar al gobierno del Kuomintang a la capitulación mediante la 
  intimidación y el engaño, declarando que si el gobierno del Kuomintang 
  "continuaba inspirando la resistencia ' el gobierno japonés crearía un nuevo 
  régimen títere en China y no aceptaría ya al gobierno del Kuomintang como "19 
  otra parte" en las negociaciones.    [] 
    [8] Se alude principalmente a los Estados Unidos.    [] 
    [9] Se hace referencia a los gobiernos de países imperialistas como 
  Inglaterra, los Estados Unidos y Francia.    [] 
    [10] La predicción del camarada Mao Tse-tung de que se registraría un 
  ascenso en China durante la etapa de equilibrio de la Guerra de Resistencia 
  contra el Japón, se hizo realidad en las regiones liberadas que dirigía el 
  Partido Comunista de China. Pero, en las regiones dominadas por el Kuomintang, 
  hubo en realidad descenso en vez de ascenso, porque la pandilla gobernante 
  encabezada por Chiang Kai-shek fue pasiva en su resistencia al Japón y activan 
  en su oposición al Partido Comunista y al pueblo. Esto despertó la oposición 
  entre las amplias masas populares y elevó su conciencia. Véase el análisis de 
  estos hechos en "Sobre el gobierno de coalición", Obras Escogidas de Mao 
  Tse-tung, t. III.    [] 
    [11] De acuerdo con la teoría de que "las armas lo deciden todo", China, por 
  ser inferior al Japón en armamento, estaba condenada a perder la guerra. Esta 
  opinión era general entre los cabecillas de la camarilla reaccionaria del 
  Kuomintang. incluido Chiang Kai-shek.    [] 
    [12] Sun Wu-kung, héroe de la novela mitología china Peregrinación al Oeste, 
  escrita en el siglo XVI, era un mono que podía cubrir con un salto mortal una 
  distancia de 108.000 li. Pero en cuanto estuvo en la palma de la mano de Buda, 
  no pudo salir de ella, por más saltos mortales que dio. Volviendo la mano, 
  Buda transformó sus dedos en cinco cordilleras enlazadas entre sí (la Montaña 
  de los Cinco Elementos) y sepultó a Sun Wu-kung.    [] 
    [13] En agosto de 1935, en su informe al VII Congreso de la Internacional 
  Comunista. titulado "la ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional 
  Comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo", el 
  camarada Jorge Dimitrov afirmó que "el fascismo es el chovinismo desenfrenado 
  y la guerra de rapiña". En julio de 1937, el camarada Dimitrov publicó un 
  artículo titulado "El fascismo es la guerra".    [] 
    [14] Véanse V. I. Lenin, "El socialismo y la guerra", cap. I, y "La 
  bancarrota de la II Internacional", III, Obras Completas, t. XXI.    [pág. 
  157] 
    [15] Chengpu se encontraba en el actual distrito de Fansien, provincia de 
  Jonán, y fue en el año 632 a.n.e. el escenario de una gran batalla entre los 
  Estados de Tsin y Chu. Al comienzo, las tropas de Chu llevaban la ventaja. Las 
  tropas de Tsin, luego de efectuar una retirada de noventa G, escogieron como 
  blanco los flancos del ejército 
  
  de Chu que eran sus puntos débiles. infligiéndole golpes demoledores; el 
  ejército de Chu sufrió así una tremenda derrota.    [] 
    [16] En el año 204 a.n.e., Jan Sin, general del Príncipe de fan, dirigió sus 
  tropas contra Chao Sie, librando una gran batalla en Chingsing. El ejército de 
  este último, que, según se decía, contaba con doscientos mil soldados, era 
  varias veces mayor que el de Jan Sin. éste. con sus tropas desplegadas de 
  espaldas a un río, las condujo a un valiente combate y, al mismo tiempo. envió 
  algunas unidades a asaltar y ocupar la retaguardia del enemigo, débilmente 
  guarnecida. Atrapadas en una tenaza, las tropas de Chao Sie fueron aplastadas 
  totalmente.    [] 
    [17] A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, Napoleón sostuvo guerras 
  contra Inglaterra, Prusia. Austria, Rusia y muchos otros países europeos. En 
  muchas batallas Napoleón obtuvo la victoria a pesar de la inferioridad 
  numérica de sus tropas.    [] 
    [18] En el año 383 Fu Chien, monarca del reino de Chin, envió sus tropas 9 
  atacarla dinastía Tsin, cuyas fuerzas menospreciaba. Las tropas de Tsin 
  derrotaron a sus unidades avanzadas en las inmediaciones del río Luochien, 
  distrito de Shouyang, provincia de Anjui, y continuaron avanzando por tierra y 
  agua. Subiendo a la muralla de la ciudad de Shouyang, Fu Chien vio la 
  excelente alineación de las fuerzas enemigas. Luego al mirar hacia el monte 
  Pakung, los árboles y matorrales le parecieron también soldados enemigos. 
  Creyendo tener enfrente a un potente adversario, fue presa del pánico. Véase 
  "Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria de China", nota 29, Obras 
  Escogidas de Mao Tse-tung, t. I.    [] 
    [19] Se hace referencia al hecho de que Chiang Kai-shek, Wang Ching-wei y 
  sus secuaces, después de haber traicionado en 1927 el primer frente único 
  democrático nacional entre el Kuomintang y el Partido Comunista, 
  desencadenaron una guerra de diez años contra el pueblo imposibilitando que 
  éste se organizara ampliamente. La responsabilidad de todo ello recae sobre la 
  camarilla reaccionaria del Kuomintang, encabezada por Chiang Kai-shek.    
  [] 
    [20] El príncipe Siangkung reinó en la Era de Primavera y Otoño, siglo VII 
  a.n.e. En el año 638 a.n.e., el Estado de Sung sostuvo una guerra con el 
  poderoso Estado de Chu. las fuerzas de Sung se habían desplegado ya en 
  posición de combate cuando las tropas de Chu aún estaban cruzando el río. Uno 
  de los dignatarios de Sung sugirió que, como las tropas de Chu eran 
  numéricamente superiores, ése era el momento para un ataque. Pero el príncipe 
  replicó: "No, un caballero no debe atacar jamás a otro que se encuentra en 
  dificultades: ' Cuando, cruzado el río, las tropas de Chu no habían completado 
  aún su despliegue de combate, el dignatario volvió a proponer un ataque 
  inmediato, y el príncipe volvió a contestar: "No, un caballero no debe atacar 
  a un ejército que no está formado en orden de combate." El príncipe ordenó el 
  ataque sólo cuando las tropas de Chu estuvieron perfectamente preparadas. Como 
  resultado, las tropas de Sung sufrieron una derrota desastrosa y el propio 
  príncipe Siangkung fue herido.    [] 
    [21] Caudillo militar del Kuomintang que gobernó durante muchos años la 
  provincia de Shantung. En l937, cuando los invasores japoneses, después de 
  ocupar Peiping y Tientsín, avanzaron hacia el Sur a lo largo del ferrocarril 
  Tientsín-Pukou para atacar Shantung, Jan Fu-ch¸ huyó a la provincia de Jonán 
  sin dar una sola batalla.    [] 
    [22] En el año 1812, Napoleón lanzó una ofensiva contra Rusia con un 
  ejército de unos quinientos mil hombres. El ejército ruso abandonó e incendió 
  Moscú, condenando así al ejército napoleónico al hambre, al frío y a todo 
  género de privaciones. Además, destruyó las comunicaciones de la retaguardia 
  del ejército Francés, y éste 
  
  quedó así cercado, en una situación sin salida. En consecuencia, Napoleón tuvo 
  que retirar sus fuerzas. Aprovechando la ocasión, el ejército ruso pasó a la 
  contraofensiva, y Napoleón logró huir sólo con unos veinte mil hombres.    
  [] 
    [23] El Kuomintang engrosaba su ejército mediante el reclutamiento forzoso. 
  Sus soldados y policías cogían a los hombres en cualquier lugar para enviarlos 
  al ejército y los conducían atados como si fueran convictos. Los que poseían 
  dinero solían sobornar a los funcionarios del Kuomintang o pagaban sustitutos. 
     [] 




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