V. I. LENIN
CARLOS MARX
(BREVE ESBOZO BIOGRAFICO, CON
UNA EXPOSICION DEL MARXISMO)
I N D I C E
PROLOGO
LA DOCTRINA DE MARX
EL MATERIALISMO FILOSOFICO
LA DIALECTICA
LA CONCEPCION MATERIALISTA DE LA HISTORIA
LA LUCHA DE CLASES
LA DOCTRINA ECONOMICA DE MARX
EL VALOR
LA PLUSVALIA
EL SOCLALISMO
LA TACTICA DE LA LUCHA DE CLASE DEL
PROLETARIADO
NOTAS
CARLOS MARX[1]
(BREVE ESBOZO BIOGRAFICO,
CON UNA EXPOSICION DEL
MARXISMO)
Escrito de julio a noviembre de
1914.
Publicado por primera vez en
1915 en el Diccionario Enciclo-
pedico Granat, 7a edición, to-
mo XXVIII.
Firmado: V. Ilín.
P R 0 L 0 G 0
El artículo sobre Carlos Marx, que hoy aparece en folleto, lo escribí
(si mal no recuerdo) en 1913 para el Diccionario Granat. Al final del
artículo se agregaba una bibliografía bastante detallada sobre Marx, que
abarcaba sobre todo publicaciones extranjeras. Esta bibliografía no figura
en la presente edición. Además, la Redacción del diccionario, por su parte,
teniendo en cuenta la censura, suprimió la porción final del artículo, en la
que exponiaía táctica revolucionaria de Marx. Por desgracia no me ha sido
posible reconstruir aquí dicha parte, pues el borrador lo dejé no sé dónde,
con mis papeles, en Cracovia o Suiza. Sólo recuerdo que al final de mi
artículo citaba, entre otras cosas, el pasaje de la carta de Marx a Engels
del 16 de abril de 1856, en la que el primero decía: "Todo el asunto
dependerá en Alemania de la posibilidad de cubrir la retaguardia de la
revolución proletaria mediante una segunda edición de la guerra campesina.
De esta manera la cosa será espléndida". Esto es lo que no entendieron,
desde 1905, nuestros mencheviques, que en la actualidad han llegado incluslo
a traicionar completamente al socialismo y a pasarse al campo de la
burguesía.
N. Lenin
Moscú, 14 de mayo de 1918.
Publicado en 1918 en el folle-
to: N. Lenin, Carlos Marx, Ed.
Priboi, Moscú.
Se publica de acuerdo con el
manuscrito.
Carlos Marx nació el 5 de mayo (según el nuevo calendario) de 1818 en
Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Su padre era un abogado judío,
convertido en 1824 al protestantismo. La familia de Marx era una familia
acomodada, culta, pero no revolucionaria. Después de terminar en Tréveris
sus estudios de bachillerato, Marx se inscribió en la universidad, primero
en la de Bonn y luego en la de Berlín, estudiando jurisprudencia y, sobre
todo, historia y filosofía. En 1841 terminó sus estudios universitarios,
presentando una tesis sobre la filosofía de Epicuro. Por sus concepciones,
Marx era entonces todavía un idealista hegeliano. En Berlín se adhirió al
círculo de los "hegelianos de izquierda" (Bruno Bauer y otros), que se
esforzaban por extraer de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y
revolucionarias.
Terminados sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn con la
intención de hacerse profesor. Pero la política reaccionaria del gobierno,
que en 1832 había despojado de su cátedra a Ludwig Feuerbach, que en 1836 le
había negado nuevamente la entrada en la universidad y que en 1841 privó al
joven profesor Bruno Bauer del derecho a enseñar en Bonn, obligó a Marx a
renunciar a la carrera docente. En aquella época, las ideas de los
hegelianos de izquierda progresaban rápidamente en Alemania. Ludwig
Feuerbach, sobre todo desde
1836, comenzó a someter a crítica la teología y a orientarse hacia el
materialismo, que en 1841 (La esencia del cristianismo ) se impone ya
definitivamente en su pensamiento; en 1843 ven la luz sus Principios de la
filosofía del porvenir. "Hay que haber vivido la influencia liberadora" de
estos libros, escribía Engels años más tarde refiriéndose a esas obras de
Feuerbach. "Nosotros [es decir, los hegelianos de izquierda, entre ellos
Marx] nos hicimos en el acto feuerbachianos."[2] Por aquel tiempo, los
burgueses radicales renanos, que tenían ciertos puntos de contacto con los
hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la
Gaceta del Rin (cuyo primer número salió el 1 de enero de 1842). Marx y
Bruno Bauer fueron invitados como principales colaboradores; en octubre de
1842 Marx fue nombrado redactor jefe del periódico y se trasladó de Bonn a
Colonia. La tendencia democrática revolucionaria del periódico fue
acentuándose bajo la jefatura de redacción de Marx, y el gobierno lo sometió
primero a una doble censura y luego a una triple, hasta que decidió más
tarde suprimirlo totalmente a partir del 1 de enero de 1843. Marx se vio
obligado a abandonar su puesto de redactor jefe en esa fecha, sin que su
salida lograse tampoco salvar al periódico, que fue clausurado en marzo de
1843. Entre los artículos más importantes publicados por Marx en la Gaceta
del Rin, Engels menciona, además de los que citamos más adelante (véase la
Bibliografía ) el que se refiere a la situación de los campesinos
viticultores del valle del Mosela. Como su labor periodística le había
demostrado que conocía insuficientemente la economía política, Marx se
dedicó afanosamente al estudio de esta ciencia.
En 1843, Marx se casó en Kreuznach con Jenny von Westphalen, amiga suya
de la infancia, con la que se había comprometido cuando todavía era
estudiante. Su esposa pertenecía a una reaccionaria familia aristocrática de Prusia. Su hermano mayor fue ministro del Interior en Prusia durante una de las épocas más reaccionarias,
desde 1850 hasta 1858. En el otoño de 1843 Marx se trasladó a París con
objeto de editar en el extranjero una revista de tendencia radical en
colaboración con Arnold Ruge (1802-1880; hegeliano de izquierda, encarcelado
de 1825 a 1830, emigrado desde 1848, y partidario de Bismarck entre 1866 y
1870). De esta revista, titulada Anales franco-alemanes, sólo llegó a ver la
luz el primer fascículo. Las dificultades con que tropezaba la difusión
clandestina de la revista en Alemania y las discrepancias surgidas entre
Marx y Ruge hicieron que se suspendiera su publicación. En los artículos de
Marx en los Anales vemos ya al revolucionario que proclama la necesidad de
una "crítica implacable de todo lo existente", y, en particular, de una
"crítica de las armas"[3] que apele a las masas y al proletariado.
En septiembre de 1844 llegó a París, por unos días, Federico Engels,
quien se convirtió, desde ese momento, en el amigo más íntimo de Marx. Ambos
tomaron conjuntamente parte activísima en la vida, febril por entonces, de
los grupos revolucionarios de París (especial importancia revestía la
doctrina de Proudhon, a la que Marx ajustó cuentas resueltamente en su obra
Miseria de la filosofía, publicada en 1847) y, en lucha enérgica contra las
diversas doctrinas del socialismo pequeñoburgués, forjaron la teoría y la
táctica del socialismo proletario revolucionario, o comunismo (marxismó).
Véanse, más adelante, en la Bibliografía, las obras de Marx de esta época,
años de 1844 a 1848. En 1845, a instancias del gobierno prusiano, Marx fue
expulsado de París como revolucionario peligroso, instalándose entonces en
Bruselas. En la primavera de 1847, Marx y Engels se afiliaron a una sociedad
secreta de propaganda, la Liga de los Comunistas, tuvieron una participa-
ción destacada en el II Congreso de esta organización (celebra do en Londres
en noviembre de 1847) y por encargo del Congre so redactaron el famoso
Manifiesto del Partido Comunista, que apareció en febrero de 1848. En esta
obra se traza, con claridad y brillantez geniales, una nueva concepción del
mundo: el materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida
social; la dialéctica como la doctrina más completa y profunda del
desarrollo; la teoría de la lucha de clases y de la histórica misión
revolucionaria universal del proletariado como creador de una nueva
sociedad, la sociedad comunista.
Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de
Bélgica. Se trasladó nuevamente a París, y desde allí, después de la
revolución de marzo, marchó a Alemania, más precisamente, a Colonia. Desde
el 1 de junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, se publicó en esta ciudad
la Nueva Gaceta del Rin, de la que Marx era el redactor jefe. El curso de
los acontecimientos revolucionarios de 1848 a 1849 vino a confirmar de
manera brillante la nueva teoría, como habrían de confirmarla en lo sucesivo
los movimientos proletarios y democráticos de todos los países del mundo. La
contrarrevolución triunfante hizo que Marx compareciera, primero, ante los
tribunales (siendo absuelto el g de febrero de 1849) y después lo expulsó de
Alemania (el 16 de mayo de 1849). Marx se dirigió a París, de donde fue
expulsado también después de la manifestación del 13 de junio de 1849[4];
entonces marchó a Londres, donde pasó el resto de su vida.
Las condiciones de vida en la emigración eran en extremo duras, como lo
revela con toda claridad la correspondencia entre Marx y Engels (editada en
1913). La miseria asfixiaba realmente a Marx y a su familia; de no haber
sido por la constante y abnegada ayuda económica de Engels, Marx no sólo no
hubiera podido acabar El Capital, sino que habría su-
cumbido inevitablemente bajo el peso de la miseria. Además, las doctrinas y
tendencias del socialismo pequeñoburgués, no proletario en general, que
predominaban en aquella época, obligaban a Marx a librar constantemente una
lucha implacable, y a veces a repeler (como hace en su obra Herr Vogt [5])
los ataques personales más rabiosos y salvajes. Manteniéndose al margen de
los círculos de emigrados y concentrando sus esfuerzos en el estudio de la
economía política, Marx desarrolló su teoría materialista en una serie de
trabajos históricos (véase la Bibliografía ). Con sus obras Contribución a
la crítica de la economía política (1859) y El Capital (t. I, 1867), Marx
provocó una verdadera revolución en la ciencia económica (véase más adelante
la doctrina de Marx).
El recrudecimiento de los movimientos democráticos, a fines de la década
del 50 y durante la del 60, llevó de nuevo a Marx a la actividad práctica.
El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la famosa Primera
Internacional, la "Asociación Internacional de los Trabajadores". Marx fue
el alma de esta organización, el autor de su primer "Llamamiento" y de gran
número de sus resoluciones, declaraciones y manifiestos. Unificando el
movimiento obrero de los diferentes países, orientando por el cauce de una
actuación conjunta a las diver sas formas del socialismo no proletario,
premarxista (Mazzini, Proudhon, Bakunin, el tradeunionismo liberal inglés,
las vacilaciones derechistas lassalleanas en Alemania, etc.), a la par que
combatía las teorías de todas estas sectas y escuelas, Marx fue forjando la
táctica común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos
países. Después de la caída de la Comuna de París en 1871, que Marx analizó
(en La guerra civil en Francia, 1871) de modo tan profundo, certero,
brillante y eficaz, como revolucionario -- y a raíz de la escisión de la In
ternacional provocada por los bakuninistas --, esta última ya
no pudo seguir existiendo en Europa. Después del Congreso de La Haya (1872),
Marx consiguió que el Consejo General de la Internacional se trasladase a
Nueva York. La primera Internacional había cumplido su misión histórica y
dejaba paso a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del
movimiento obrero en todos los países del mundo, época en que este
movimiento había de desplegarse en extensión, con la creación de partidos
obreros socialistas de masas dentro de cada Estado nacional.
Su intensa labor en la Internacional y sus actividades teóricas, aún más
intensas, minaron definitivamente la salud de Marx. Prosiguió su obra de
relaboración de la economía política y se consagró a terminar El Capital,
recopilando con este fin multitud de nuevos documentos y poniéndose a
estudiar varios idiomas (entre ellos el ruso), pero la enfermedad le impidió
concluir El Capital.
El 2 de diciembre de 1881 murió su esposa, y el 14 de marzo de 1883 Marx
se quedó dormido apaciblemente para siempre en su sillón. Está enterrado,
junto a su mujer, en el cementerio londinense de Highgate. Varios hijos de
Marx murieron en la infancia en Londres, cuando la familia vivía en la
miseria. Tres de sus hijas se casaron con socialistas de Inglaterra y
Francia: Eleonora Eveling, Laura Lafargue y Jenny Longuet. Un hijo de esta
última es miembro del Partido Socialista Francés.
LA DOCTRINA DE MARX
El marxismo es el sistema de las concepciones y de la doctrina de Marx.
Este continúa y corona genialmente las tres principales corrientes
ideológicas del siglo XIX, que pertenecen
a los tres países más avanzados de la humanidad: la filosofía clásica
alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés,
vinculado a las doctrinas revolucionarias france sas en general. La
admirable coherencia y la integridad de sus concepciones -- cualidades
reconocidas incluso por sus adver sarios --, que constituyen en su conjunto
el materialismo y el socialismo científicos contemporáneos como teoría y
programa del movimiento obrero de todos los países civilizados del mundo,
nos obligan a esbozar brevemente su concepción del mundo en general antes de
exponer el contenido esencial del marxismo, o sea, la doctrina económica de
Marx.
EL MATERIALISMO FILOSOFICO
Desde 1844-1845, años en que se formaron sus concepciones, Marx fue
materialista y, especialmente, partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos
débiles vio, más tarde, en la insuficiente consecuencia y amplitud de su
materialismo. Para Marx, la significación histórica universal de Feuerbach,
que "hizo época", residía precisamente en el hecho de haber roto en forma
resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo, que ya "en
el siglo XVIII, sobre todo en Francia, representaba la lucha, no sólo contra
las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo contra la religión
y la teología, sino también [. . .] contra la metafísica en general"
(entendiendo por ella toda "especulación ebria", a diferencia de la
"filosofía sobria") (La Sagrada Familia, en La herencia literaria ). "Para
Hegel -- escribía Marx --, el proceso del pensamiento, al que él convierte
incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo
de lo real [. . .]. Para mí lo ideal no es, por el contrario, más que lo
material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre." (C. Marx, El
Capital, t. I, "Palabras finales a la 2a ed."). Mostrándose plenamente de acuerdo con esta filosofía materialista de Marx, F. Engels escribía lo siguiente, al
exponerla en su Anti-Dühring (véase ), obra cuyo manuscrito conoció Marx: .
. . "La unidad del mundo no existe en su ser, sino en su materialidad, que
ha sido demostrada [. . .] en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y
de las ciencias naturales [. . .]. El movimiento es la forma de existencia
de la materia. Jamás, ni en parte alguna, ha existido ni puede existir
materia sin movimiento, ni movimiento sin materia [. . .]. Pero si seguimos
preguntando qué son y de dónde proceden el pensar y la conciencia, nos
encontramos con que son productos del cerebro humano y con que el mismo
hombre no es más que un producto de la naturaleza, que se ha desarrollado en
un determinado ambiente natural y junto con éste; por donde llegamos a la
conclusión lógica de que los productos del cerebro humano, que en última
instancia no son tampoco más que productos de la naturaleza, no se
contradicen, sino que corresponden al resto de la concatenación de la
naturaleza". "Hegel era idealista, es decir, que para él las ideas de
nuestra cabeza no son reflejos [Abbilder, esto es, imágenes, pero a veces
Engels habla de "reproducciones"] más o menos abstractos de los objetos y
fenómenos de la realidad, sino que los objetos y su desarrollo se le
antojaban, por el contrario, imágenes de una idea existentes no se sabe
dónde, ya antes de que existiese el mundo." En Ludwig Feuerbach [6], obra en
la que Engels expone sus ideas y las de Marx sobre la filosofía de
Feuerbach, y cuyo original envió a la imprenta después de revisar un antiguo
manuscrito suyo y de Marx, que databa de los años 1844-1845, sobre Hegel,
Feuerbach y la concepción materialista de la historia, escribe Engels: "El
gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el
problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . .]. ¿Qué está primero: el espíritu o
la naturaleza? [. . .] Los filósofos se dividieron en dos grandes campos,
según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban que el
espíritu estaba antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían, en
última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma [. . .],
constituyeron el campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la
naturaleza como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del
materialismo". Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y materialismo
(en sentido filosófico) sólo conduce a la confusión. Marx rechazaba
enérgicamente, no sólo el idealismo -- vinculado siempre, de un modo u otro,
a la religión --, sino también los puntos de vista de Hume y Kant, tan
difundidos en nuestros días, es decir, el agnosticismo, el criticismo y el
positivismo en sus diferentes formas; para Marx esta clase de filosofía era
una concesión "reaccionaria" al idealismo y, en el mejor de los casos, una
"manera vergonzante de aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar de él
públicamente". Sobre esto puede consultarse, además de las obras ya citadas
de Engels y Marx, la carta de este último a Engels, fechada el 12 de
diciembre de 1868, en la que habla de unas manifestaciones del célebre
naturalista T. Huxley. En ella, a la vez que hace notar que Huxley se
muestra "más materialista" que de ordinario, y reconoce que "si observamos y
pensamos realmente, nunca podemos salirnos del materialismo", Marx le
reprocha que deje abierto un "portillo" al agnosticismo, a la filosofía de
Hume. En particular debemos destacar la concepción de Marx acerca de las
relaciones entre la libertad y la necesidad: "La necesidad sólo es ciega en
cuanto no se la comprende. La libertad no es otra cosa que el conocimiento
de la necesidad" (Engels, Anti-Dühring ) = reconocimiento de la sujeción
objetiva de la naturaleza a leyes y de la
trasformación dialéctica de la necesidad en libertad (a la par que de la
trasformación de la "cosa en sí" no conocida aún, pero cognoscible, en "cosa
para nosotros", de la "esencia de las cosas" en "fenómenos"). El defecto
fundamental del "viejo" materialismo, incluido el de Feuerbach (y con mayor
razón aún el del materialismo "vulgar" de Buchner, Vogt y Moleschott)
consistía, según Marx y Engels, en lo siguiente: 1) en que este materialismo
era "predominantemente mecanicista" y no tenía en cuenta los últimos
progresos de la química y de la biología (a los que habría que agregar en
nuestros días los de la teoría eléctrica de la materia); 2) en que el viejo
materialismo no era histórico ni dialéctico (sino metafísico, en el sentido
de antidialéctico) y no mantenía consecuentemente ni en todos sus aspectos
el punto de vista del desarrollo; 3) en que concebían "la esencia del
hombre" en forma abstracta, y no como el "conjunto de las relaciones
sociales" (históricamente concretas y determinadas), por cuya razón se
limitaban a "explicar" el mundo cuando en realidad se trata de "trasformar
lo"; es decir, en que no comprendían la importancia de la "actividad
práctica revolucionaria".
LA DIALECTICA
La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral, más rica
en contenido y más profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor
conquista de la filosofía clásica alemana. Toda otra formulación del
principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral y pobre,
deformadora y mutiladora de la verdadera marcha del desarrollo en la
naturaleza y en la sociedad (marcha que a menudo se efectúa a través de
saltos, cataclismos y revoluciones). "Marx y yo fuimos casi los únicos que
nos planteamos la tarea de salvar [del descalabro
del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica conciente para
traerla a la concepción materialista de la naturaleza." "La naturaleza es la
confirmación de la dialéctica, y precisamente son las modernas ciencias
naturales las que nos han brindado un extraordinario acervo de datos [¡y
esto fue escrito antes de que se descubriera el radio, los electrones, la
trasformación de los elementos, etc.!] y enriquecido cada día que pasa,
demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia,
dialéctica, y no metafísicamente."
"La gran idea fundamental -- escribe Engels -- de que el mundo no se
compone de un conjunto de objetos terminados y acabados, sino que representa
en sí un conjunto de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables,
al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es decir, los
conceptos, se hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de
nacimiento y muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya tan
arraigada desde Hegel en la conciencia común, que apenas habrá alguien que
la discuta en su forma general. Pero una cosa es reconocerla de palabra y
otra aplicarla en cada caso particular y en cada campo de investigación."
"Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez para
siempre, nada absoluto, consagrado.; en todo ve lo que hay de perecedero, y
no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer y desaparecer,
del infinito movimiento ascensional de lo inferior a lo superior. Y esta
misma filosofía es un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante."
Así, pues, la dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales
del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano".
Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx
recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico "no necesita de ninguna
filosofía situada por encima de las demás
ciencias". De la filosofía anterior queda en pie "la teoría del pensamiento
y sus leyes, es decir, la lógica formal y la dialéctica". Y la dialéctica,
tal como la concibe Marx, y también según Hegel, abarca lo que hoy se llama
teoría del conocimiento o gnoseología, ciencia que debe enfocar también su
objeto desde un punto de vista histórico, investigando y generalizando los
orígenes y el desarrollo del conocimiento, y el paso de la falta de
conocimiento al conocimiento.
En nuestro tiempo, la idea del desarrollo, de la evolución, ha penetrado
casi en su integridad en la conciencia social, pero no a través de la
filosofía de Hegel, sino por otros caminos. Sin embargo, esta idea, tal como
la formularon Marx y Engels, apoyándose en Hegel, es mucho más completa,
mucho más rica en contenido que la teoría de la evolución al uso. Es un
desarrollo que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero de otro modo,
sobre una base más alta ("negación de la negación"), un desarrollo, por
decirlo así, en espiral y no en línea recta; un desarrollo que se opera en
forma de saltos, a través de cataclismos y revoluciones, que significan
"interrupciones de la gradualidad"; un desarrollo que es trasformación de la
cantidad en calidad, impulsos internos de desarrollo originados por la
contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias, que
actúan sobre determinado cuerpo, o dentro de los límites de un fenómeno dado
o en el seno de una sociedad dada; interdependencia íntima e indisoluble
concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno (con la particularidad
de que la historia pone constantemente al descubierto nuevos aspectos),
concatenación que ofrece un proceso de movimiento único, universal y sujeto
a leyes; tales son algunos rasgos de la dialéctica, teoría mucho más
empapada de contenido que la (habitual) doctrina de la evolución. (Véase la
carta de Marx a Engels del 8 de enero de 1868, en la que se mofa de las
"rígidas tricotomías" de Stein, que sería ridículo confundir con la
dialéctica materialista.)
LA CONCEPCION MATERIALISTA DE LA HISTORIA
La conciencia de que el viejo materialismo era una teoría inconsecuente,
incompleta y unilateral llevó a Marx a la convicción de que era
indispensable "poner en consonancia la ciencia de la sociedad con la base
materialista y reconstruirla sobre esta base". Si el materialismo en general
explica la conciencia por el ser, y no al contrario, aplicado a la vida
social de la humanidad exige que la conciencia social se explique por el ser
social. "La tecnología -- dice Marx (en El Capital, t. I) -- pone al
descubierto la relación activa del hombre con la naturaleza, el proceso
inmediato de producción de su vida, y, a la vez, sus condiciones sociales de
vida y de las representaciones espirituales que de ellas se derivan." Y en
el "prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política ", Marx
ofrece una formulación integral de las tesis fundamentales del materialismo
aplicadas a la sociedad humana y a su historia. He aquí sus palabras:
"En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas
relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de
producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales.
"El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una
superestructura política y jurídica, y a la que corresponden determinadas
formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general.
No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase
de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con
las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión
jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se
han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas de ellas. Y se abre
así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se
revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura
erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir
siempre entre la revolución material producida en las condiciones económicas
de producción, y que puede verificarse con la precisión propia de las
ciencias naturales, y las revoluciones jurídicas, políticas, religiosas,
artísticas o filosóficas; en una palabra, de las formas ideológicas en que
los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.
"Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él
piensa de si, no podemos juzgar tampoco estas épocas de revolución por su
conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia
por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente
entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. . ."
"A grandes rasgos, podemos señalar como otras tantas épocas de progreso en
la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el
antiguo, el feudal y el moderno burgués." (Véase la breve formulación que
Marx da en su carta a Engels del 7 de julio de 1866: "Nuestra teoria de que
la organización del trabajo está determinada por los medios de producción".)
El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o mejor
dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al dominio de
los fenómenos sociales, superó los dos defectos fundamentales de las viejas
teorías de la historia. En primer lugar, estas teorías solamente examinaban,
en el mejor de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica
de los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin captar las
leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones
sociales, ni ver las raices de éstas en el grado de desarrollo de la
producción material; en segundo lugar, las viejas teorias no abarcaban
precisamente las acciones de las masas de la población, mientras que el
materialismo histórico permitió estudiar, por vez primera y con la exactitud
de las ciencias naturales, las condiciones sociales de la vida de las masas
y los cambios operados en estas condiciones. La "sociologia" y la
historiografía anteriores a Marx proporcio naban, en el mejor de los casos,
un cúmulo de datos crudos, recopilados fragmentariamente, y la descripción
de aspectos aislados del proceso histórico. El marxismo señaló el camino
para un estudio global y multilateral del proceso de aparición, desarrollo y
decadencia de las formaciones económico-sociales, examinando el conjunto de
todas las tendencias contradictorias y reduciéndolas a las condiciones,
perfectamente determinables, de vida y de producción de las distintas clases
de la sociedad, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección
de las diversas ideas "dominantes" o en la interpretación de ellas, y
poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y de las
diversas tendencias que se manifiestan en el estado de las fuerzas
productivas materiales. Los hombres hacen su propia historia, ¿pero qué
determina los móviles de estos hombres, y precisamente de las masas
humanas?; ¿qué es lo que provoca los choques de ideas y las aspira-
ciones contradictorias?; ¿qué representa el conjunto de todos estos choques
que se producen en la masa entera de las sociedades humanas?; ¿cuáles son
las condiciones objetivas de producción de la vida material que crean la
base de toda la actividad histórica de los hombres?; ¿cuál es la ley que
rige el desenvolvimiento de estas condiciones? Marx concentró su atención en
todo esto y trazó el camino para estudiar científicamente la historia como
un proceso único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con su
carácter contradictorio.
LA LUCHA DE CLASES
Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de una
parte de sus miembros chocan abiertamente con las aspiraciones de otros, que
la vida social está llena de contradicciones, que la historia nos muestra
una lucha entre pueblos y sociedades, así como en su propio seno; todo el
mundo sabe también que se suceden los períodos de revolución y reacción, de
paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El
marxismo nos proporciona el hilo conductor que permite descubrir una
sujeción a leyes en este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría de la
lucha de clases. Sólo el estudio del conjunto de las aspiraciones de todos
los miembros de una sociedad dada o de un grupo de sociedades, puede
conducirnos a una determinación científica del resultado de esas
aspiraciones. Ahora bien, la fuente de que brotan esas aspiraciones
contradictorias son siempre las diferencias de situación y de condiciones de
vida de las clases en que se divide cada sociedad. "La historia de todas las
sociedades que han existido hasta nuestros días -- dice Marx en el
Manifiesto Comunista (exceptuando la historia del régimen de la comunidad
primitiva, añade más tarde Engels) -- es la historia de
las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos,
señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra: opresores y
oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada
unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la
trasformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las
clases beligerantes [. . .]. La moderna sociedad burguesa, que ha salido de
entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de
clase. Unicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de
opresion, las viejas formas de lucha, por otras nuevas. Nuestra época, la
época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las
contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en
dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan
directamente: la burguesía y el proletariado." A partir de la Gran
Revolución Francesa, la historia de Europa pone de relieve en distintos
países, con especial evidencia, el verdadero fondo de los acontecimientos,
la lucha de clases. Y ya en la época de la restauración se destacan en
Francia algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet y Thiers) que, al
generalizar los acontecimientos, no pudieron dejar de reconocer que la lucha
de clases era la clave para la comprensión de toda la historia francesa. Y
la época contemporánea, es decir, la época que señala el triunfo completo de
la burguesía y de las instituciones representativas, del sufragio amplio
(cuando no universal), de la prensa diaria barata que llega a las masas,
etc., la época de las poderosas asociaciones obreras y patronales cada vez
más vastas, etc., pone de manifiesto de un modo todavía más patente (aunque
a veces en forma unilateral, "pacífica" y "constitucional") que la lucha de
clases es la fuerza motriz
de los acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista nos
revela lo que Marx exigía de la ciencia social en cuanto al análisis
objetivo de la situación de cada clase en la sociedad moderna y en relación
con el examen de las condiciones de desarrollo de cada clase: "De todas las
clases que hoy se enfrentan con ía burguesía, sólo el proletariado es una
clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y
desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en
cambio, es su producto más peculiar. Las capas medias -- el pequeño
industrial, el pequeño comerciante, el artesano y el campesino -- , todas
ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como
tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más
todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la
historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la
perspectiva de su tránsito inminente al proletariado; defendiendo así, no
sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus
propios puntos de vista para adoptar los del proletariado". En una serie de
obras históricas (véase la Bibliografía ), Marx nos ofrece brillantes y
profundos ejemplos de historiografía materialista, de análisis de la
situación de cada clase en particular y a veces de los diferentes grupos o
capas que se manifiestan dentro de ella, mostrando palmariamente por qué y
cómo "toda lucha de clases es una lucha política". El pasaje que acabamos de
citar ilustra cuán intrincada es la red de relaciones sociales y fases de
transición de una clase a otra, del pasado al porvenir, que Marx analiza
para determinar la resultante total del desarrollo histórico.
La confirmación y aplicación más profunda, más completa y detallada de
la teoría de Marx es su doctrina económica.
LA DOCTRINA ECONOMICA DE MARX
"Y la finalidad última de esta obra -- dice Marx en el prólogo a El
Capital -- es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el
movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad capitalista,
burguesa. El estudio de las relaciones de producción de una sociedad dada,
históricamente determinada, en su aparición, desarrollo y decadencia: tal es
el contenido de la doctrina económica de Marx. En la sociedad capitalista
impera la producción de mercancías ; por eso, el análisis de Marx empieza
con el análisis de la mercancía.
EL VALOR
La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface una determinada
necesidad humana y, en segundo lugar, una cosa que se cambia por otra. La
utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. El valor de cambio (o,
sencillamente el valor) es, ante todo, la relación o proporción en que se
cambia cierto número de valores de uso de una clase por un determinado
número de valores de uso de otra clase. La experiencia diaria nos muestra
que, a través de millones y miles de millones de esos actos de intercambio,
se equiparan constantemente todo género de valores de uso, aun los más
diversos y menos equiparables entre sí. ¿Qué es lo que tienen de común esos
diversos objetos, que constantemente son equiparados entre sí en determinado
sistema de relaciones sociales? Tienen de común el que todos ellos son
productos del trabajo. Al cambiar sus productos, los hombres equiparan los
mas diversos tipos de trabajo. La producción de mercancías es un sistema de
relaciones sociales en que los distintos pro-
ductores crean diversos productos (división social del trabajo), y todos
estos productos se equiparan entre sí por medio del cambio. Por lo tanto, lo
que todas las mercancías encierran de común no es el trabajo concreto de una
determinada rama de producción, no es un trabajo de determinado tipo, sino
el trabajo humano abstracto, el trabajo humano en general. Toda la fuerza de
trabajo de una sociedad dada, representada por la suma de valores de todas
las mercancías, es una y la misma fuerza humana de trabajo; así lo
evidencian miles de millones de actos de cambio. Por consiguiente, cada
mercancía en particular no representa más que una determinada parte del
tiempo de trabajo socialmente necesario. La magnitud del valor se determina
por la cantidad de trabajo socialmente necesario o por el tiempo de trabajo
socialmente necesario para producir cierta mercancía o cierto valor de uso.
"Al equiparar unos con otros, en el cambio, sus diversos productos, lo que
hacen los hombres es equiparar entre sí sus diversos trabajos como
modalidades del trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen." El valor es,
como dijo un viejo economista, una relación entre dos personas; pero debió
añadir simplemente: relación encubierta por una envoltura material. Sólo
partiendo del sistema de relaciones sociales de producción de una formación
social históricamente determinada, relaciones que se manifiestan en el
fenómeno masivo del cambio, repetido miles de millones de veces, podemos
comprender lo que es el valor. "Como valores, las mercancías no son más que
cantidades determinadas de tiempo de trabajo coagulado." Después de analizar
en detalle el doble carácter del trabajo materializado en las mercancías,
Marx pasa al análisis de la forma del valor y del dinero. Con ello se
propone, fundamentalmente, investigar el origen de la forma monetaria del
valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento del cambio, comenzando por las operaciones sueltas y fortuitas de trueque ("forma simple, suelta o fortuita del valor", en que una cantidad de mercancía es cambiada por otra) hasta remontarse a la forma universal del
valor, en que mercancías diferentes se cambian por una mercancía concreta,
siempre la misma, y llegar a la forma monetaria del valor, en que la función
de esta mercancía, o sea, la función de equivalente universal, la desempeña
el oro. El dinero, producto supremo del desarrollo del cambio y de la
producción de mercancías, disfraza y oculta el carácter social de los
trabajos privados, la concatenación social existente entre los diversos
productores unidos por el mercado. Marx somete a un análisis
extraordinariamente minucioso las diversas funciones del dinero, debiendo
advertirse, pues tiene gran importancia, que en este caso (como, en general,
en todos los primeros capítulos de El Capital ) la forma abstracta de la
exposición, que a veces parece puramente deductiva, recoge en realidad un
gigantesco material basado en hechos sobre la historia del desarrollo del
cambio y de la producción de mercancías. "El dinero presupone cierto nivel
del cambio de mercancías. Las diversas formas del dinero -- simple
equivalente de mercancías o medio de circulación, medio de pago, de
atesoramiento y dinero mundial -- señalan, según el distinto volumen y
predominio relativo de tal o cual función, fases muy distintas del proceso
social de producción" (El Capital, I).
LA PLUSVALIA
Al alcanzar la producción de mercancías determinado grado de desarrollo,
el dinero se convierte en capital. La fórmula de la circulación de
mercancías era: M (mercancía)
-- D (dinero) -- M (mercancía), o sea, venta de una mercancía para comprar
otra. Por el contrario, la fórmula general del capital es D -- M -- D, o
sea, la compra para la venta (con ganancia). Marx llama plusvalía a este
incremento del valor primitivo del dinero que se lanza a la circulación. Que
el dinero lanzado a la circulación capitalista "crece", es un hecho conocido
de todo el mundo. Y precisamente ese "crecimiento" es lo que convierte el
dinero en capital, como relación social de producción particular,
históricamente determinada. La plusvalía no puede brotar de la circulación
de mercancías, pues ésta sólo conoce el intercambio de equivalentes; tampoco
puede provenir de un alza de los precios, pues las pérdidas y las ganancias
recíprocas de vendedores y compradores se equilibrarían; se trata de un
fenómeno masivo, medio, social, y no de un fenómeno individual. Para obtener
plusvalía "el poseedor del dinero necesita encontrar en el mercado una
mercancía cuyo valor de uso posea la cualidad peculiar de ser fuente de
valor", una mercancía cuyo proceso de consumo sea, al mismo tiempo, proceso
de creación de valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza de trabajo del
hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo crea valor. El poseedor del
dinero compra la fuerza de trabajo por su valor, valor que es determinado,
como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente
necesario para su producción (es decir, por el costo del mantenimiento del
obrero y su familia). Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo el
poseedor del dinero tiene derecho a consumirla, es decir, a obligarla a
trabajar durante un día entero, por ejemplo, durante doce horas. En realidad
el obrero crea en seis horas (tiempo de trabajo "necesario") un producto con
el que cubre los gastos de su mantenimiento; durante las seis horas
restantes (tiempo de trabajo "suplementario") crea un
"plusproducto" no retribuido por el capitalista, que es la plusvalía. Por
consiguiente, desde el punto de vista del proceso de la producción, en el
capital hay que distinguir dos partes: capital constante, invertido en
medios de producción (máquinas, instrumentos de trabajo, materias primas,
etc.) -- y cuyo valor se trasfiere sin cambio de magnitud (de una vez o en
partes) a las mercancías producidas --, y capital variable, invertido en
fuerza de trabajo. El valor de este capital no permanece invariable, sino
que se acrecienta en el proceso del trabajo, al crear la plusvalía. Por lo
tanto, para expresar el grado de explotación de la fuerza de trabajo por el
capital, tenemos que comparar la plusvalía obtenida, no con el capital
global, sino exclusivamente con el capital variable. La cuota de plusvalía,
como llama Marx a esta relación, sería, pues, en nuestro ejemplo, de 6:6, es
decir, del 100 por ciento.
Las premisas históricas para la aparición del capital son: primera, la
acumulación de determinada suma de dinero en manos de ciertas personas, con
un nivel de desarrollo relativamente alto de la producción de mercancías en
general ¡ segunda, la existencia de obreros "libres" en un doble sentido --
libres de todas las trabas o restricciones impuestas a la venta de la fuerza
de trabajo, y libres por carecer de tierra y, en general, de medios de
producción --, de obreros desposeídos, de obreros "proletarios" que, para
subsistir, no tienen más recursos que la venta de su fuerza de trabajo.
Dos son los modos principales para poder incrementar la plusvalía:
mediante la prolongación de la jornada de trabajo ("plusvalía absoluta") y
mediante la reducción del tiempo de trabajo necesario ("plusvalía
relativa"). Al analizar el primer modo, Marx hace desfilar ante nosotros el
grandioso panorama de la lucha de la clase obrera para reducir la jornada de
trabajo y de la intervención del poder estatal, primero pa-
ra prolongarla (en el período que media entre los siglos XIV y XVII) y
después para reducirla (legislación fabril del siglo XIX). Desde la
aparición de El Capital, la historia del movimiento obrero de todos los
países civilizados ha aportado miles y miles de nuevos hechos que ilustran
este panorama.
Al proceder a su análisis de la producción de plusvalía relativa, Marx
investiga las tres etapas históricas fundamenta les de la elevación de la
productividad del trabajo por el capitalismo: 1) la cooperación simple; 2)
la división del trabajo y la manufactura; 3) la maquinaria y la gran
industria. La profundidad con que Marx aquí pone de relieve los rasgos
fundamentales y típicos del desarrollo del capitalismo nos demuestra, entre
otras cosas, el hecho de que el estudio de la llamada industria de los
kustares [*] en Rusia ha aportado un abundantísimo material para ilustrar
las dos primeras etapas de las tres mencionadas. En cuanto a la acción
revolucionaria de la gran industria maquinizada, descrita por Marx en 1867,
durante el medio siglo trascurrido desde entonces ha venido a revelarse en
toda una serie de países "nuevos" (Rusia, Japón, etc.).
Prosigamos. Importantísimo y nuevo es el análisis de Marx de la a c u m
u l a c i ó n d e l c a p i t a l, es decir, de la trasformación de una
parte de la plusvalía en capital, y de su empleo, no para satisfacer las
necesidades personales o los caprichos del capitalista, sino para renovar la
producción. Marx hace ver el error de toda la economía política clásica
anterior (desde Adam Smith) al suponer que toda la plusvalía que se
convertía en capital pasaba a formar parte del capital variable, cuando en
realidad se descompone en medios de producción más capital variable. En el
proceso de desarrollo del capitalismo
* Kustares : productores de objetos industriales que trabajaban para el
mercado.
y de su trasformación en socialismo tiene una inmensa importancia el que la
parte del capital constante (en la suma total del capital) se incremente con
mayor rapidez que la parte del capital variable.
Al acelerar el desplazamiento de los obreros por la maquinaria,
produciendo riqueza en un polo y miseria en el polo opuesto, la acumulación
del capital crea también el llamado "ejército industrial de reserva", el
"sobrante relativo" de obreros o "superpoblación capitalista", que reviste
formas extraordinariamente diversas y permite al capital ampliar la
producción con singular rapidez. Esta posibilidad, relacionada con el
crédito y la acumulación de capital en medios de producción, nos
proporciona, entre otras cosas, la clave para comprender las crisis de
superproducción, que estallan periódicamente en los países capitalistas,
primero cada diez años, término medio, y luego con intervalos mayores y
menos precisos. De la acumulación del capital sobre la base del capitalismo
hay que distinguir la llamada acumulación primitiva, que se lleva a cabo
mediante la separación violenta del trabajador de los medios de producción,
expulsión del campesino de su tierra, robo de los terrenos comunales,
sistema colonial, sistema de la deuda pública, tarifas aduaneras
proteccionistas, etc. La "acumulación primitiva" crea en un polo al
proletario "libre" y en el otro al poseedor del dinero, el capitalista.
Marx caracteriza la "t e n d e n c i a h i s t ó r i c a d e l a
a c u m u l a c i ó n c a p i t a l i s t a " con las famosas palabras
siguientes: "La expropiación del productor directo se lleva a cabo con el
más despiadado vandalismo y bajo el acicate de las pasiones más infames, más
sucias, más mezquinas y más desenfrenadas. La propiedad privada, fruto del
propio trabajo [del campesino y del artesano], y basada, por decirlo así, en
la compenetración
del obrero individual e independiente con sus instrumentos y medios de
trabajo, es desplazada por la propiedad privada capitalista, basada en la
explotación de la fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre [. . .].
Ahora ya no se trata de expropiar al trabajador dueño de una economía
independiente, sino de expropiar al capitalista explotador de numerosos
obreros. Esta expropiación la lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes
de la propia producción capitalista, la centralización de los capitales. Un
capitalista derrota a otros muchos. Paralelamente con esta centralización
del capital o expropiación de muchos capitalistas por unos pocos, se
desarrolla en una escala cada vez mayor la forma cooperativa del proceso de
trabajo, la aplicación técnica conciente de la ciencia, la explotación
planificada de la tierra, la trasformación de los medios de trabajo en
medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la economía de todos los
medios de producción al ser empleados como medios de producción de un
trabajo combinado, social, la absorción de todos los países por la red del
mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del
régimen capitalista. Conforme disminuye progresivamente el número de
magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos los beneficios de este
proceso de trasformación, crece la masa de la miseria, de la opresión, del
esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece también
la rebeldía de la clase obrera, que es aleccionada, unificada y organizada
por el mecanismo del propio proceso capitalista de producción El monopolio
del capital se convierte en grillete del modo de producción que ha crecido
con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la
socialización del trabajo llegan a un punto en que son ya incompatibles con
su envoltura capitalista. Esta envoltura estalla. Suena la hora de la
propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados" (EI Capital, t. I).
También es sumamente importante y nuevo el análisis que hace Marx más
adelante de la reproducción del capital social, considerado en su conjunto,
en el tomo II de El Capital. Tampoco en este caso toma Marx un fenómeno
individual, sino de masas; no toma una parte fragmentaria de la economía de
la sociedad, sino toda la economía en su conjunto. Rectificando el error en
que incurren los economistas clásicos antes mencionados, Marx divide toda la
producción social en dos grandes secciones: 1) producción de medios de
producción y 2) producción de artículos de consumo. Y, apoyándose en cifras,
analiza minuciosamente la circulación del capital social en su conjunto,
tanto en la reproducción de envergadura anterior como en la acumulación. En
el tomo III de El Capital se resuelve, sobre la base de la ley del valor, el
problema de la formación de la c u o t a m e d i a d e g a n a n c i a.
Constituyeungran progreso en la ciencia económica el que Marx parta siempre,
en sus análisis, de los fenómenos económicos generales, del conjunto de la
economía social, y no de casos aislados o de las manifestaciones
superficiales de la competencia, que es a lo que suele limitarse la economía
política vulgar o la moderna "teoría de la utilidad límite". Marx analiza
primero el origen de la plusvalía y luego pasa a ver su descomposición en
ganancia, interés y renta del suelo. La ganancia es la relación de la
plusvalía con todo el capital invertido en una empresa. El capital de "alta
composición orgánica" (es decir, aquel en el cual el capital constante
predomina sobre el variable en proporciones superiores a la media social)
arroja una cuota de ganancia inferior a la cuota media. El capital de "baja
composición orgánica" da, por el contrario, una cuota de ganancia superior a
la media. La competencia entre los capitales, su
libre paso de unas ramas de producción a otras, reducen en ambos casos la
cuota de ganancia a la cuota media. La suma de los valores de todas las
mercancías de una sociedad dada coincide con la suma de precios de estas
mercancías; pero en las distintas empresas y en las diversas ramas de
producción las mercancías, bajo la presión de la competencia, no se venden
por su valor, sino por el precio de producción, que equivale al capital
invertido más la ganancia media.
Así, pues, un hecho conocido de todos, e indiscutible, es decir, el
hecho de que los precios difieren de los valores y de que las ganancias se
nivelan, lo explica Marx perfectamente partiendo de la ley del valor, pues
la suma de los valores de todas las mercancías coincide con la suma de sus
precios. Sin embargo, la reducción del valor (social) a los precios
(individuales) no es una operación simple y directa, sino que sigue una vía
indirecta y muy complicada: es perfectamente natural que en una sociedad de
productores de mercancías dispersos, vinculados sólo por el mercado, las
leyes que rigen esa sociedad no puedan manifestarse más que como leyes
medias, sociales, generales, con una compensación mutua de las desviaciones
individuales manifestadas en uno u otro sentido.
La elevación de la productividad del trabajo significa un incremento más
rápido del capital constante en comparación con el variable. Pero como la
creación de plusvalía es función privativa de éste, se comprende que la
cuota de ganancia (o sea, la relación que guarda la plusvalía con todo el
capital, y no sólo con su parte variable) acuse una tendencia a la baja.
Marx analiza minuciosamente esta tendencia, así como las diversas
circunstancias que la ocultan o contrarrestan. Sin detenernos a exponer los
capítulos extraordinariamente interesantes del tomo III, que estudian el
capítulo usurario, comercial y financiero, pasaremos a lo esencial, a la
teoría de l a r e n t a d e l s u e l o. Debido a la limitación de la superficie de
la tierra, que en los países capitalistas es ocupada enteramente por los
propietarios particulares, el precio de producción de los productos
agrícolas no lo determinan los gastos de producción en los terrenos de
calidad media, sino en los de calidad inferior; no lo determinan las
condiciones medias en que el producto se lleva al mercado, sino las
condiciones peores. La diferencia existente entre este precio y el de
producción en las tierras mejores (o en condiciones más favorables de
producción) da lugar a una diferencia o renta diferencial. Marx analiza
detenidamente la renta diferencial y de muestra que brota de la diferente
fertilidad del suelo, de la diferencia de los capitales invertidos en el
cultivo de las tierras, poniendo totalmente al descubierto (véase también la
Teoría de la plusvalía, donde merece una atención especial la crítica que
hace a Rodbertus) el error de Ricardo, según el cual la renta diferencial
sólo se obtiene con el paso sucesivo de las tierras mejores a las peores.
Por el contrario, se dan también casos inversos: tierras de una clase
determinada se trasforman en tierras de otra clase (gracias a los progresos
de la técnica agrícola, a la expansión de las ciudades, etc.), por lo que la
tristemente célebre "ley del rendimiento decreciente del suelo" es
profundamente errónea y representa un intento de cargar sobre la naturaleza
los defectos, las limitaciones y contradicciones del capitalismo. Además, la
igualdad de ganancias en todas las ramas de la industria y de la economía
nacional presupone la plena libertad de competencia, la libertad de
trasferir los capitales de una rama de producción a otra. Pero la propiedad
privada sobre el suelo crea un monopolio, que es un obstáculo para la libre
trasferencia. En virtud de ese monopolio, los productos de la economía
agrícola, que se distingue por una baja composición
del capital y, en consecuencia, por una cuota de ganancia individual más
alta, no entran en el proceso totalmente libre de nivelación de las cuotas
de ganancia. El propietario de la tierra, como monopolista, puede mantener
sus precios por encima del nivel medio, y este precio de monopolio origina
la renta absoluta. La renta diferencial no puede ser abolida mientras exista
el capitalismo; en cambio, la renta absoluta puede serlo; por ejemplo,
cuando se nacionaliza la tierra, convirtiéndola en propiedad del Estado.
Este paso significaría el socavamiento del monopolio de los propietarios
privados, así como una aplicación más consecuente y plena de la libre
competencia en la agricultura. Por eso los burgueses radicales, advierte
Marx, han presentado repetidas veces a lo largo de la historia esta
reivindicación burguesa progresista de la nacionalización de la tierra, que
asusta, sin embargo, a la mayoría de los burgueses, pues "afecta" demasiado
de cerca a otro monopolio mucho más importante y "sensible" en nuestros
días: el monopolio de los medios de producción en general. (El propio Marx
expone en un lenguaje muy popular, conciso y claro su teoría de la ganancia
media sobre el capital y de la renta absoluta del suelo, en la carta que
dirige a Engels el 2 de agosto de 1862. Véase Correspondencia, t. III, págs.
77-81, y también en las págs. 86-87, la carta del 9 de agosto de 1862.) Para
la historia de la renta del suelo resulta importante señalar el análisis en
que Marx demuestra cómo la trasformación de la renta en trabajo (cuando el
campesino crea el plusproducto trabajando en la hacienda del terrateniente)
en renta natural o renta en especie (cuando el campesino crea el
plusproducto en su propia tierra, entregándolo luego al terrateniente bajo
una "coerción extraeconómica"), después en renta en dinero (que es la misma
renta en especie, sólo que convertida en dinero, el obrok, censo de la
antigua Rusia, en virtud del desarrollo de la producción de mercancías) y
finalmente, en la renta capitalista, cuando en lugar del campesino es el
patrono quien cultiva la tierra con ayuda del trabajo asalariado. En
relación con este análisis de la "génesis de la renta capitalista del
suelo", hay que señalar una serie de profundas ideas (que tienen una
importancia especial para los países atrasados, como Rusia) expuestas por
Marx acerca de la e v o l u c i ó n d e l c a p i t a l i s m o e n l a
a g r i c u l t u r a. "La trasformación de la renta natural en renta en
dinero va, además, no sólo necesariamente acompaña da, sino incluso
anticipada por la formación de una clase de jornaleros desposeídos, que se
contratan por dinero. Durante el período de nacimiento de dicha clase, en
que ésta sólo aparece en forma esporádica, va desarrollándose, por lo tanto,
necesariamente, en los campesinos mejor situados y sujetos a obrok, la
costumbre de explotar por su cuenta a jornaleros agrícolas, del mismo modo
que ya en la época feudal los campesinos más acomodados sujetos a vasallaje
tenían a su servicio a otros vasallos. Esto va permitiendoles acumular poco
a poco cierta fortuna y convertirse en futuros capitalistas. De este modo va
formándose entre los antiguos poseedores de la tierra que la trabajaban por
su cuenta, un semillero de arrendatarios capitalistas, cuyo desarrollo se
halla condicionado por el desarrollo general de la producción capitalista
fuera del campo. . ." (El Capital, t. III2a, 332). "La expropiación, el
desahucio de una parte de la población rural no sólo 'libera' para el
capital industrial a los obreros, sus medios de vida y sus materiales de
trabajo, sino que además crea el mercado interior." (El Capital, t. I2a,
78). La depauperación y la ruina de la población del campo influyen, a
su vez, en la formación del ejército industrial de reserva para el capital.
En todo país capitalista "una parte de la població
               (
geocities.com/capitolhill/senate)                   (
geocities.com/capitolhill)