Sobre el significado del materialismo militante

V. I. Lenin
SOBRE EL SIGNIFICADO
DEL MATERIALISMO MILITANTE





  


   

  SOBRE EL SIGNIFICADO
  DEL MATERIALISMO MILITANTE




      . . . Quisiera detenerme en algunas cuestiones que determinan más de cerca 
  el contenido y el programa de la labor que se propone realizar la redacción de 
  esta reyista[333], según se declara en el preámbulo al núm. 1-2. 
      En dicha declaración se dice que no todos los que se agruparon en derredor 
  de la revista Pod Známeniem Marxizma son comunistas, pero que todos son 
  materialistas consecuentes. Creo que esta alianza de comunistas con no 
  comunistas es indiscutiblemente necesaria y determina acertadamente las tareas 
  de la revista. Uno de los más graves y peligrosos errores de los comunistas 
  (como en general de los revolucionarios que hayan coronado con éxito la etapa 
  inicial de una gran revolución) es el de imaginarse que la revolución puede 
  llevarse a cabo por los revolucionarios solos. Por el contrario, para el éxito 
  de todo trabajo revolucionario serio, es necesario comprender y saber aplicar 
  en la práctica el concepto de que los revolucionarios sólo son capaces de 
  desempeñar el papel de vanguardia de la clase verdaderamente vital 
  
  y avanzada. La vanguardia cumple sus tareas como tal vanguardia sólo cuando 
  sabe no aislarse de la masa que dirige, sino conducir realmente hacia adelante 
  a toda la masa. Sin la unión con los no comunistas, en los más diversos 
  terrenos de la actividad, no puede ni siquiera hablarse de ninguna 
  construcción comunista eficaz. 
      Esto se refiere también a la labor de defensa del materialismo y del 
  marxismo que emprende la revista Pod Známeniem Marxizma. Las principales 
  orientaciones del pensamiento social avanzado de Rusia tienen, por suerte, una 
  sólida tradición materialista. Sin referirme ya a J. V. Plejánov, bastará con 
  nombrar a Chernishevski, del que se apartaban, retrocediendo, los populistas 
  modernos (los socialistas populares, los eseristas y otros), que corrían con 
  frecuencia en pos de las doctrinas filosóficas reaccionarias en boga, cegados 
  por la apariencia de la supuesta "última palabra" de la ciencia europea y sin 
  ser capaces de ver, tras las apariencias, tal o cual variedad de servilismo a 
  la burguesía, a sus prejuicios y a su carácter reaccionario burgués. 
      En todo caso, entre nosotros, en Rusia, hay todavía -- e indudablemente 
  los habrá aún durante bastante tiempo -- materialistas del campo no 
  comunistas, y nuestro deber in discutible es el de atraer a todos los 
  partidarios del materialismo consecuente y militante al trabajo común, a la 
  lucha contra la reacción filosófica y los prejuicios filosóficos de la llamada 
  "sociedad instruida". Dietzgen-padre -- al que no se debe confundir con el tan 
  presuntuoso como fracasado literato Dietzgen-hijo --, al decir que los 
  catedráticos de filosofía en la sociedad moderna, en la mayoría de los casos, 
  son de hecho nada más que "lacayos diplomados del clericalismo", expresó de un 
  modo justo, acertado y claro, el concepto fundamental del marxismo acerca de 
  las tendencias filosóficas 
  
  predominantes en los países burgueses y que son objeto de la atención de sus 
  sabios y publicistas. 
      A nuestros intelectuales de Rusia, a quienes les agrada considerarse 
  avanzados -- lo mismo que les ocurre, de paso sea dicho, a sus colegas de 
  todos los demás países --, les disgusta mucho trasladar la cuestión al terreno 
  de la apreciación dada por Dietzgen. Y no les gusta, porque la verdad les 
  duele. Basta con reflexionar un poco en la dependencia estatal, luego en la 
  económica, mas tarde en la de la vida cotidiana y otras más, en que se 
  encuentran los intelectuales contemporáneos con respecto a la burguesía 
  dominante, para comprender la certeza absoluta de la tajante calificación dada 
  por Dietzgen. Basta con recordar la enorme mayoría de las tendencias 
  filosóficas de moda, que surgen con tanta frecuencia en los países europeos, 
  aunque sea empezando por las relacionadas con el descubrimiento del radio y 
  terminando por las que tratan ahora de aferrarse a Einstein, para darse cuenta 
  de la ligazón que existe entre los intereses de clase y la posición de clase 
  de la burguesía, entre el apoyo que ésta presta a todas las formas de las 
  religiones y el contenido ideológico de las tendencias filosóficas de moda. 
      De lo expuesto se deduce que la revista, que quiere ser organo de prensa 
  del materialismo militante, debe ser, primeramente, un órgano combativo en el 
  sentido del desenmascaramiento y persecución sin tregua de todos los "lacayos 
  diplomados del clericalismo" de nuestros tiempos, lo mismo si actúan en 
  calidad de representantes de la ciencia oficial o en calidad de 
  francotiradores que se tildan a sí mismos de publicistas "demócratas de 
  izquierda o ideológicamente socialistas". 
      Una revista así debe ser, en segundo lugar, un órgano de prensa del 
  ateísmo combativo. Tenemos departamentos o, 
  
  por lo menos, instituciones estatales que dirigen esta labor. Pero lo hacen de 
  un modo sumamente apático, sumamente insatisfactorio, sintiendo, por lo visto, 
  en su propia carne, la presión de las condiciones generales de nuestro 
  burocratismo auténticamente ruso (aunque sea soviético). Por lo mismo, es 
  sumamente importante que, complementando la labor de las correspondientes 
  instituciones estatales, corrigiéndola y avivándola, la revista, que se 
  consagra a la tarea de convertirse en el órgano de prensa del materialismo 
  militante, lleve a cabo una propaganda y lucha ateístas infatigables. Es 
  necesario prestar atención a toda la literatura que, sobre el particular, 
  aparezca en todos los idiomas, traduciéndola o, por lo menos, resumiendo el 
  contenido de todo lo valioso que se publique al respecto. 
      Hace ya mucho que Engels aconsejaba a los dirigentes del proletariado 
  moderno que se tradujese, para la difusión en masa, entre el pueblo, la 
  literatura atea militante de fines del siglo XVIII[334]. Para verguenza 
  nuestra, hasta ahora no lo hemos hecho (una de las muchas demostraciones de 
  que en una época revolucionaria es mucho más fácil conquistar el Poder que 
  saber utilizarlo acertadamente). A veces se pretende justificar esta apatía, 
  inactividad e incapacidad nuestras con toda clase de razones "ampulosas": por 
  ejemplo, diciendo que la antigua literatura atea del siglo XVIII ya está 
  anticuada, no es científica, es ingenua, etc. No hay nada peor que estos 
  sofismas pretendidamente sabios que encubren la pedantería o la completa 
  incomprensión del marxismo. Claro está que en las obras ateas de los 
  revolucionarios del siglo XVIII hay no pocos elementos no científicos e 
  ingenuos. Pero nadie impide a los editores de estas obras abreviarlas y 
  proveerlas de sucintos epílogos señalando el progreso que la humanidad ha 
  alcanzado en la crítica científica contra la 
  
  religión desde fines del siglo XVIII y se enumeren las respectivas obras 
  nuevas, etc. Sería un gran error, uno de los más graves errores que pueda 
  cometer un marxista, el pensar que los muchos millones de las masas populares 
  (sobre todo, de campesinos y artesanos), condenadas por la sociedad 
  contemporánea a permanecer en el oscurantismo, en la ignorancia y llenas de 
  prejuicios, puedan salir de la oscuridad únicamente por la linea recta de la 
  ilustración puramente marxista. Es necesario dar a dichas masas el más variado 
  material de propaganda atea, hacerles conocer los hechos de las más variadas 
  ramas de la vida, abordarlas de una y otra manera a fin de interesarlas, de 
  sacudirlas en todos los aspectos, a fin de despertarlas del letargo religioso, 
  empleando, para ello, los más distintos procedimientos, etc. 
      Las publicaciones agudas y amenas de los viejos ateos del siglo XVIII 
  escritas con talento, que atacan ingeniosa y abiertamente al oscurantismo 
  clerical dominante, resultarán, a cada paso, mil veces más adecuadas para 
  despertar a la gente del letargo religioso que las exposiciones aburridas del 
  marxismo, secas, no ilustradas casi con ningún hecho bien seleccionado, 
  exposiciones que prevalecen en nuestra literatura y que, con frecuencia (hay 
  que confesarlo), tergiversan el marxismo. Ya están traducidas al ruso todas 
  las obras de alguna importancia de Marx y Engels. No hay absolutamente motivo 
  alguno para temer que el viejo materialismo y el viejo ateísmo queden sin 
  complementar con las correcciones aportadas por Marx y Engels. Lo más 
  importante -- lo que precisamente olvidan con mayor frecuencia nuestros 
  comunistas seudomarxistas, en realidad deformadores del marxismo -- es saber 
  despertar a las masas, todavía incultas, en la actitud consciente ante las 
  cuestiones religiosas y en la crítica consciente de las religiones. 
  
      Por otra parte, fijaos en los representantes de la moderna crítica 
  cientifica de las religiones. Casi siempre estos representantes de la 
  burguesía ilustrada "complementan" sus propias refutaciones de los prejuicios 
  religiosos con tales raciocinios, que los desenmascaran inmediatamente como 
  esclavos ideológicos de la burguesía, como "lacayos diplomados del 
  clericalismo". 
      Dos ejemplos. El profesor R. I. Vipper editó en 1918 un folleto titulado 
  El origen del cristianismo (Ed. Faros, Moscú). Al exponer los principales 
  resultados obtenidos por la ciencia moderna, no sólo no combate los prejuicios 
  y el engaño que constituyen el arma de la Iglesia como organización política, 
  no sólo elude hablar de estas cuestiones, sino que declara abiertamente una 
  pretensión ridícula y de las más reaccionarias, la de elevarse por encima de 
  ambos "extremos": tanto del idealismo como del materialismo. Esto no es más 
  que servilismo a la burguesia dominante, la cual emplea en todo el mundo 
  centenares de millones de rublos de las ganancias que extrae de los 
  trabajadores para apoyar a la religión. 
      El conocido sabio alemán Arthur Drews refuta en su libro El mito de Cristo 
  los prejuicios y leyendas religiosos, de muestra que en el mundo no ha 
  existido Cristo alguno, y al final del mismo se manifiesta a favor de la 
  religión, pero de una religión algo renovada, refinada, artificiosa, capaz de 
  contrarrestar "el torrente naturalista que aumenta a diario más y más" (página 
  238 de la cuarta edición alemana, 1910). Este es un reaccionario franco, 
  consciente, que ayuda abiertamente a los explotadores a que sustituyan los 
  viejos y putrefactos prejuicios religiosos por otros nuevecitos, todavia más 
  asquerosos y viles. 
      Esto no significa que no haya que traducir la obra de Drews. Esto 
  significa que los comunistas y todos los ma- 
  
  terialistas consecuentes deben, al mismo tiempo que realizan en cierta medida 
  su alianza con la parte progresista de la burguesía, desenmascararla sin 
  reserva cuando ésta se desliza a la reacción. Esto significa que rehuir la 
  alianza con los representantes de la burguesía del siglo XVIII, es decir, de 
  la época en que ésta era revolucionaria, equivaldría a la traición al marxismo 
  y al materialismo, puesto que la "alianza" con los Drews, en una u otra forma, 
  en mayor o menor grado, es obligatoria para nosotros en la lucha contra los 
  oscurantistas religiosos dominantes. 
      La revista Pod Známeniem Marxizma, que se propone ser el órgano de prensa 
  del materialismo militante, debe dedicar mucho espacio a la propaganda atea, a 
  la información sobre la literatura respectiva y subsanar las enormes faltas de 
  nuestra labor estatal en este terreno. Es especialmente importante el utilizar 
  libros y folletos que contengan muchos hechos concretos y comparaciones, que 
  demuestren la relación existente entre los intereses de clase y las 
  organizaciones de clase de la burguesía moderna, por un lado, y las 
  organizaciones de las instituciones religiosas y de la propaganda religiosa, 
  por el otro. 
      Son extraordinariamente importantes todos los materiales que se refieren a 
  los Estados Unidos de América del Norte, donde se revela, en grado menor, la 
  relación oficial, gubernamental, de Estado, entre la religión y el capital. 
  Pero, en cambio, se nos hace más evidente que la llamada "democracia moderna" 
  (ante la cual los mencheviques, los eseristas y, en parte, los anarquistas, 
  etc., se rompen la frente prosternándose con tanta insensatez) no representa 
  en sí otra cosa que la libertad de predicar lo que convenga a la burguesía, y 
  a ésta le conviene predicar las ideas más reaccionarias, la religión, el 
  oscurantismo, la defensa de los explotadores, etc. 
  pág. 
      Quisiera abrigar la esperanza de que la revista, que se propone ser el 
  órgano de prensa del materialismo militante, ofrecerá a nuestros lectores un 
  comentario de la literatura atea, con unas referencias que indiquen para qué 
  círculos de lectores y en qué sentido podrían ser adecuadas tales o cuales 
  obras, y mencionando qué ha sido publicado en nuestro país (sólo las 
  traducciones decorosas, que no son muchas) y qué debería publicarse. 





      Además de la alianza con los materialistas consecuentes que no estén 
  afiliados al Partido Comunista, no es de menor importancia, sino quizá de 
  mayor aún, para la labor que el materialismo militante debe realizar, la 
  aíianza con los representantes de las Ciencias Naturales modernas que tiendan 
  al materialismo y no teman defenderlo ni predicarlo contra las vacilaciones 
  filosóficas en boga, que se inclinan hacia el idealismo y el escepticismo, 
  predominantes en la llamada "sociedad instruida". 
      El artículo de A. Timiriázev sobre la teoría de la relativi dad de 
  Einstein, publicado en el número 1-2 de Pod Známeniem Marxizma, permite 
  abrigar la esperanza de que la revista logre también realizar esta segunda 
  alianza. Es necesario dedicarle a esta última mayor atención. Hay que recordar 
  que, precisamente del brusco viraje por el que en la actualidad pasan las 
  Ciencias Naturales modernas, surgen a cada paso las escuelas y escuelillas 
  filosóficas, las tendencias y subten dencias filosóficas reaccionarias. Por lo 
  tanto, seguir de cerca los problemas que la novísima revolución en la esfera 
  de las Ciencias Naturales, y atraer a esta labor de la revista filosófica, a 
  los naturalistas, es una tarea sin cuya solución el materialismo militante no 
  puede ser, en modo alguno, ni militante ni 
  
  materialismo. Timiriázev se vio obligado a hacer la reserva en el primer 
  número de la revista de que a la teoría de Einstein -- quien, según dice 
  Timiriázev, no ha emprendido personalmente ningún ataque activo contra las 
  bases del materialismo --, ya se aferraron un gran número de intelectuales 
  burgueses en todos los países, esto se refiere no sólo a Einstein, sino a toda 
  una serie, quizás a la mayoría, de los grandes transformadores de las Ciencias 
  Naturales, a partir de fines del siglo XIX. 
      Y para no abordar semejante fenómeno de un modo inconsciente, debemos 
  comprender que sin una sólida fundamentación filosófica ningunas Ciencias 
  Naturales, ningún materialismo podrían soportar la lucha contra el empuje de 
  las ideas burguesas y el restablecimiento de la concepción burguesa del mundo. 
  Para soportar esta lucha y llevarla a cabo con pleno éxito hasta el fin, el 
  naturalista debe ser un materialista moderno, un partidario consciente del 
  materialismo representado por Marx, es decir, debe ser un materialista 
  dialéctico. Para obtener este fin, los colaboradores de la revista Pod 
  Známeniem Marxizma deben organizar el estudio sistemático de la dialéctica de 
  Hegel desde el punto de vista materialista, es decir, de aquella dialéctica 
  que Marx aplicó también prácticamente en su obra El Capital y en sus otras 
  obras históricas y políticas, con tal éxito, que en la actualdiad cada día del 
  despertar de las nuevas clases a la vida y a la lucha en el Oriente (el Japón, 
  la India, China) -- es decir, de aquellos centenares de millones de hombres 
  que constituyen la mayoría de la población del globo y que hasta ahora con su 
  inactividad y letargo históricos eran causa del estancamiento y de la 
  putrefacción de muchos Estados adelantados de Europa --, cada día del 
  despertar a la vida de nuevos pueblos y de nuevas clases confirma, cada vez 
  más y más, el marxismo. 
  
      Naturalmente, la labor dedicada a tal estudio, a tal interpretación y a 
  tal propaganda de la dialéctica de Hegel es sumamente difícil y, sin duda, los 
  primeros intentos en este sentido se verán acompañados por errores. Pero 
  únicamente quien no hace nada no se equivoca. Basándose en el modo como Marx 
  aplicaba la dialéctica de Hegel, concebida de una manera materialista, podemos 
  y debemos desarrollar esta dialéctica en todos sus aspectos, publicar en la 
  revista fragmentos de las principales obras de Hegel, interpretarlas de un 
  modo materialista, comentándolas con ejemplos de la aplicación de la 
  dialéctica por Marx y también con ejemplos de la dialéctica aplicada al 
  terreno de las relaciones económicas y políticas, ejemplos que la historia 
  contemporánea, sobre todo la guerra imperialista y la revolución actuales, nos 
  ofrecen en cantidad extraordinariamente abundante. El grupo de redactores y 
  colaboradores de la revista Pod Známeniem Marxizma, a mi parecer, debe 
  constituir algo así como una "sociedad de amigos materialistas de la 
  dialéctica hegeliana". Los naturalistas modernos encontrarán (si saben 
  investigar y si nosotros aprendemos a ayudarles en ello) en la interpretación 
  materialista de la dialéctica de Hegel una serie de respuestas a las 
  cuestiones filosóficas que plantea la revolución en las Ciencias Naturales y 
  con las cuales "caen" en la reacción los admiradores intelectuales de las 
  modas burguesas. 
      Sin plantearse semejante tarea y sin cumplirla sistemáticamente, el 
  materialismo no puede ser materialismo combativo. Seguirá siendo, empleando 
  una expresión de Schedrín, no tan combativo, como combatido[335]. Sin ello, 
  los grandes naturalistas seguirán siendo, con tanta frecuencia como hasta 
  ahora, impotentes en sus conclusiones y generalizaciones filosófícas, ya que 
  las ciencias naturales progresan 
  
  con tanta rapidez, atraviesan un período de tan profundo viraje revolucionario 
  en todas las ramas, que no pueden pasarse de ninguna manera sin las 
  conclusiones filosóficas. 
      En conclusión, citaré un ejemplo que no se refiere al terreno de la 
  filosofía, pero que, en todo caso, se refiere al de las cuestiones sociales, a 
  las que Pod Známeniem Marxizma también quiere prestar atención. 
      Este es uno de los ejemplos de cómo la seudociencia de nuestros días, en 
  realidad, sirve de vía para los conceptos reaccionarios más groseros e 
  ignominiosos. 
      Hace poco me enviaron el Nƒ I de la revista Ekonomist (1922), editada por 
  la XI sección de la "Sociedad Técnica Rusa". El joven comunista que me la 
  envió (seguramente no ha tenido tiempo de conocer el contenido de la revista) 
  imprudentemente expresó por la revista mucha simpatía. En realidad, esta 
  revista es, no sé en qué medida conscientemente, un órgano de prensa de los 
  feudales modernos que, naturalmente, se encubren con el manto de la ciencia, 
  de la democracia, etc. 
      Cierto señor P. A. Sorokin publica en dicha revista un extenso estudio 
  "sociológico" titulado Acerca de la influencia de la guerra. El artículo 
  cientifico está lleno de citas cientificas de los trabajos "sociológicos" del 
  autor y de sus numerosos maestros y cofrades del extranjero. He aquí una 
  muestra de su sabiduria. 
      En la página 83 leo: 
      "En la actualidad, de cada 10.000 matrimoníos en Petrogrado hay 92,2 
  divorcios, una cifra fantástica; además, de cada 100 casos de divorcio el 51,1 
  de los matrimollios duraron menos de un año, el 11%, menos de un mes, el 22%, 
  menos de dos meses, el 41%, menos de 3-6 meses y sólo el 26 duraron más de 6 
  meses. Estas cifras testimonian que el matrimonio legal moderno es una forma 
  que, en realidad, encubre las relaciones se- 
  
  xuales extramatrimoniales y que ofrece la posibilidad a los amantes "de la 
  manzana" de satisfacer de un modo "legal" sus apetitos" (Ekonomist, núm. 1, 
  pág. 83). 
      No cabe duda que tanto dicho señor, como esa Sociedad Técnica Rusa que 
  edita la revista mencionada, publicando en ella semejantes raciocinios, se 
  consideran a sí mismos partidarios de la democracia y tomarán por grandisima 
  ofensa el que se les llame por el nombre que en la realidad se merecen, es 
  decir feudales, reaccionarios, "lacayos diplomados del clericalismo". 
      El más minimo conocimiento de la legislación de los países burgueses con 
  respecto al matrimonio, divorcio e hijos naturales, así como de la situación 
  real a este respecto, mostrará a cualquiera que se interese por esta cuestión 
  que la democracia burguesa moderna, incluso en todas las repúblicas burguesas 
  más democraticas, se revela, precisamente en este sentido, como feudal con 
  respecto a la mujer y a los hijos naturales. 
      Esto, claro está, no impide a los mencheviques, a los eseristas y a una 
  parte de los anarquistas, y a todos los correspondientes partidos en el 
  Occidente, continuar gritando acerca de la democracia y de la violación de la 
  misma por parte de los bolcheviques. En realidad, la única revolución 
  consecuentemente democrática con respecto a cuestiones como las del 
  matrimonio, el divorcio y la situación de los hijos naturales, es, 
  precisamente, la revolución bolchevique. Y ésta es una cuestión que atañe de 
  un modo muy directo a los intereses de más de la mitad de la población de 
  cualquier país. Sólo la revolución bolchevique, por primera vez, a pesar de la 
  enorme cantidad de revoluciones burguesas que la precedieron y que se llamaban 
  democráticas, ha llevado a cabo una lucha 
  
  decidida en dicho sentido, tanto contra la reacción y el feudalismo como 
  contra la hipocresía habitual de las clases pudientes y gobernantes. 
      Si los 92 divorcios, en proporción a 10.000 matrimonios, le parecen una 
  cifra fantástica al señor Sorokin, nos queda por suponer que el autor o bien 
  ha vivido y se ha educado en algún monasterio tan alejado de la vida que es 
  dudoso que alguien crea en la existencia de tal monasterio, o bien dicho autor 
  tergiversa la verdad para complacer a la reacción y a la burguesía. Cualquiera 
  que conozca, por poco que sea, las condiciones sociales de los países 
  burgueses, sabrá que el número real de los divorcios reales (naturalmente, no 
  sancionados por la Iglesia y por la ley) es, en todas partes, 
  inconmensurablemente más grande. En este sentido, Rusia sólo se distingue de 
  otros países en que sus leyes no santifican la hipocresía y la carencia de 
  derecho de la mujer y su hijo, sino que declaran abiertamente y en nombre del 
  Poder del Estado una guerra sistemática a toda hipocresía y toda falta de 
  derechos. 
      La revista marxista tendrá que hacer la guerra también a semejantes 
  feudales "cultos" de nuestros tiempos. Seguramente, una parte no pequeña de 
  ellos incluso reciben honorarios del Estado y están al servicio del Estado 
  ilustrando a la juventud, a pesar de que sirven para tales fines en un grado 
  no mayor del que servirían degenerados manifiestos para desempeñar el cargo de 
  pasantes en instituciones de enseñanza para menores. 
      La clase obrera de Rusia supo conquistar el Poder, pero no ha aprendido 
  todavía a utilizarlo, puesto que, en caso contrario, hace ya mucho que habría 
  enviado, lo más cortésmente posible, a semejantes pedagogos y miembros de 
  sociedades 
  
  científicas a los países de la "democtacia" burguesa. Allí es el lugar más 
  adecuado para semejantes feudales. 
      Pero ya aprenderá, si es que desea aprender. 

  12 de marzo de 1922. 










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      Desde Marx
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  NOTAS 



    [333] Pod Známeniem Marxizma ("Bajo la Bandera del Marxismo"): revista 
  mensual filosófica, social y económica, que apareció en Moscú de enero de 1922 
  a junio de 1944.    [] 
    [334] Véase F. Engels, "La literatura de emigrado". (C. Marx y P. Engels, 
  Obras Completas, t. XVIII.)    [] 
    [335] Véase la novela de Saltikov-Schedrín La hstoria de una ciudad.    
  [] 




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