El programa militar de la revolución proletaria
V. I. Lenin
EL PROGRAMA MILITAR
DE LA REVOLUCION PROLETARIA
Escrito en septiembre de 1916.
Publicado por vez primera en sep-
tiembre y octubre de 1917, en
los numeros 9 y 10 de Jugend-
Internationale.
Firmado: N. Lenin
En ruso se publicó por vez pri-
mera en 1929, en las ediciones
2 y 3, tomo XIX, de las Obras
Completas de V. I. Lenin.
[blanca]
En Holanda, Escandinavia y Suiza, entre los socialdemócratas
revolucionarios, que luchan contra esa mentira socialchovinista de la "defensa
de la patria" en la actual guerra imperialista, suenan voces en favor de la
sustitución del antiguo punto del programa minimo socialdemócrata: "milicia" o
"armamento del pueblo", por uno nuevo: "desarme". Jugend-Internationale ha
abierto una discusión sobre este problema, y en su numero 3 ha publicado un
editorial en favor del desarme. En las últimas tesis de R. Grimm[17]
encontramos también, por desgracia, concesiones a la idea del "desarme". Se ha
abierto una discusión en las revistas Neues Leben [18] y Vorbote [*].
Examinemos la posición de los defensores del desarme.
I
Como argumento fundamental se aduce que la reivindicación del desarme es
la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo
militarismo y contra toda guerra.
Pero precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación
fundamental de los partidarios del desarme.
* El Precursor.
Los socialistas, si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.
En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de
las guerras revolucionarias. La burguesía de las "grandes" potencias
imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que
la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista
y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía, de
una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella
dependen, o de los pueblos coloniales, por su liberacion? En el 5ƒ punto de
las tesis del grupo "La internacional", leemos: "En la epoca de este
imperialismo desenfrenado ya no puede haber guerras nacionales de ninguna
clase" -- esto es evidentemente erróneo.
La historia del siglo XX, siglo del "imperialismo desenfrenado", está
llena de guerras coloniales. Pero lo que nosotros, los europeos, opresores
imperialistas de la mayoría de los pueblos del mundo, con el repugnante
chovinismo europeo que nos es peculiar, llamamos "guerras coloniales", son a
menudo guerras nacionales o insurrecciones nacionales de esos pueblos
oprimidos. Una de las caracteristicas esenciales del imperialismo consiste,
precisamente, en que acelera el desarrollo del capitalismo en los países más
atrasados, ampliando y recrudeciendo así la lucha contra la opresión nacional.
Esto es un hecho. Y de él se deduce inevitablemente que en muchos casos el
imperialismo tiene que engendrar guerras nacionales. Junius, que en un folleto
suyo defiende las "tesis" arriba mencionadas, dice que en la época
imperialista toda guerra nacional contra una de las grandes potencias
imperialistas conduce a la intervencion de otra gran potencia, también
imperialista, que compite con la primera, y que, de este modo, toda guerra
nacional se conviate en guerra imperialista. Mas también este argu-
mento es falso. Eso puede suceder, pero no siempre sucede así. Muchas guerras
coloniales, entre 1900 y 1914, no siguieron este camino. Y sería sencillamente
ridiculo decir que, por ejemplo, después de la guerra actual, si termina por
un agotamiento extremo de los países beligerantes, "no puede" haber "ninguna"
guerra nacional, progresiva, revolucionaria, por parte de China, pongamos por
caso, en unión de la India, Persia, Siam, etc., contra las grandes potencias.
Negar toda posibilidad de guerras nacionales bajo el imperialismo es
teóricamente falso, erróneo a todas luces desde el punto de vista histórico, y
equivalente, en la práctica, al chovinismo europeo. ¡Nosotros, que
pertenecemos a naciones que oprimen a centenares de millones de personas en
Europa, en Africa, en Asia, etc., tenemos que decir a los pueblos oprimidos
que su guerra contra "nuestras" naciones es "imposible"!
En segundo lugar, las guerras civiles también son guerras. Quien admita la
lucha de clases no puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda
sociedad de clases representan la continuación, el desarrollo y el
recrudecimiento -- naturales y en determinadas circunstancias inevitables --
de la lucha de clases. Todas las grandes revoluciones lo confirman. Negar las
guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar de
la revolución socialista.
En tercer lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye en modo
alguno, de golpe, todas las guerras en general. Al contrario, las presupone.
El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en
los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el regimen de producción
de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no
puede triunfar simultaneamente en todos los países. Triunfará en uno o en
varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo,
países burgueses
o preburgueses. Esto no sólo habra de provocar rozamientos, sino incluso la
tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al
proletariado triunfante del Estado socialista. En tales casos, la guerra
sería, de nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el
socialismo, por liberar de la burguesía a los otros pueblos. Engels tenía
completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882,[19]
reconocía directamente la posibilidad de "guerras defensivas" del socialismo
ya triunfante. Se refería precisamente a la defensa del proletariado
triunfante contra la burguesía de los demás países.
Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado
definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán
imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería
completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que
tiene precísamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la
burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al
socialismo. Los popes "sociales" y los oportunistas están siempre dispuestos a
soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los
socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni
reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para
alcanzar ese bello porvenir.
No debemos consentir que se nos engañe con palabras. Por ejemplo: a muchos
les es odiosa la idea de la "defensa de la patria", porque los oportunistas
francos y los kautskianos en cubren y velan con ella las mentiras de la
burguesía en la actual guerra de rapiña. Esto es un hecho. Pero de él no se
deduce que debamos olvidar en el sentido de las consignas políticas. Aceptar
la "defensa de la patria" en la guerra actual equivaldría a considerarla
"justa", adecuada a los intereses del pro-
letariado, y nada más, absolutamente nada más, porque la invasión no está
descartada en ninguna guerra. Sería sencillamente una necedad negar la
"defensa de la patria" por parte de los pueblos oprimidos en su guerra contra
las grandes potencias imperialistas o por parte del proletariado victorioso en
su guerra contra cualquier Galliffet[*] de un Estado burgues.
Desde el punto de vista teórico sería totalmente erróneo olvidar que toda
guerra no es más que la continuación de la politica por otros medios. La
actual guerra imperialista es la continuación de la política imperialista de
dos grupos de gran des potencias, y esa política es originada y nutrida por el
con junto de las relaciones de la época imperialista. Pero esta misma época ha
de originar y nutrir también, inevitablemente, la política de lucha contra la
opresión nacional y de lucha del proletariado contra la burguesía, y por ello
mismo, la posibilidad y la inevitabilidad, en primer lugar, de las
insurrecciones y guerras nacionales revolucionarias; en segundo lugar, de las
guerras e insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en tercer
lugar, de la fusión de los dos tipos de guerras revolucionarias, etc.
II
A lo dicho hay que añadir la siguiente consideración general.
Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a
tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los
esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en
oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la
* A. Galliffet, generel francés, famoso por la cruel represión que llevó a
cabo contra los publicistas de la Comuna de Paris de 1871. (N. de T.)
que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad
de clases -- ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora,
en el trabajo asalariado -- , la clase opresora está armada. No sólo el
ejército regular moderno, sino también la milicia actual -- incluso en las
repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo, en Suiza -- ,
representan el armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una
verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse especialmente
en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en
todos los países capitalistas.
El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos
más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad
capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas
revolucionarios que planteen la "reivindicación" del "desarme"! Esto equivale
a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de
toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para
vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible
para una clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo el desarrollo
objetivo del militarismo capitalista, y que es prescrita por este desarrollo.
Sólo después de haber desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin
traicionar su misión histórica universal, convertir en chatarra toda clase de
armas en general, y así lo hará indudablemente el proletariado, pero sólo
entonces ; de ningún modo antes.
Si la guerra actual despierta entre los reaccionarios socialistas
cristianos y entre los jeremias pequeños burgueses sólo susto y horror, sólo
repugnancia hacia todo empleo de las armas, hacia la sangre, la muerte, etc.,
nosotros, en cambio, debemos decir: la sociedad capitalista ha sido y es
siempre un
horror sin fin. Y si ahora la guerra actual, la más reaccionaria de todas las
guerras, prepara a esa sociedad un fin con horror, no tenemos ningún motivo
para entregarnos a la desesperación. Y en una época en que, a la vista de todo
el mundo, se esta preparando por la misma burguesía la única guerra legítima y
revolucionaria, a saber: la guerra civil contra la burguesía imperialista, la
"reivindicación" del desarme, o mejor dicho, la ilusión del desarme es única y
exclusivamente, por su significado objetivo, una prueba de desesperación.
Al que diga que esto es una teoría al margen de la vida, le recordaremos
dos hechos de carácter histórico universal: el papel de los trusts y del
trabajo de las mujeres en las fábricas, por un lado, y la Comuna de 1871 y la
insurrección de diciembre de 1905 en Rusia, por el otro.
El propósito de la burguesía es desarrollar trusts, empujar a niños y
mujeres a las fábricas, donde los tortura, los pervierte y los condena a la
extrema miseria. Nosotros no "exigimos" semejante desarrollo, no lo
"apoyamos", luchamos contra él. Pero ¿como luchamos? Sabemos que los trusts y
el trabajo de las mujeres en las fábricas son progresistas. No queremos volver
atrás, a los oficios artesanos, al capitalismo premonopolista, al trabajo
doméstico de la mujer. ¡Adelante, a través de los trusts, etc., y más allá de
ellos, hacia el socialismo!
Este razonamiento, con las correspondientes modificaciones, es también
aplicable a la actual militarización del pueblo. Hoy la burguesía imperialista
no sólo militariza a todo el pueblo, sino también a la juventud. Mañana tal
vez empiece a militarizar a las mujeres. Nosotros debemos decir ante esto:
¡tanto mejor! ¡Adelante, rapidamente! Cuanto más rapidamente, tanto más cerca
se estará de la insurrección armada contra el capitalismo. ¿Cómo pueden los
socialdemócratas dejarse inti-
midar por la militarización de la juventud, etc., si no olvidan el ejemplo de
la Comuna? Eso no es una "teoría al margen de la vida", no es una ilusión,
sino un hecho. Y sería en verdad gravisimo que los socialdemócratas, pese a
todos los hechos económicos y políticos, comenzaran a dudar de que la época
imperialista y las guerras imperialistas deben conducir inevitablemente a la
repetición de tales hechos.
Cierto observador burgués de la Comuna escribía en mayo de 1871 en un
periódico inglés: "¡Si la nación francesa estuviera formada sólo por mujeres,
qué nación tan horrible sería!" Mujeres y niños hasta de trece años lucharon
en los días de la Comuna al lado de los hombres. Y no podrá suceder de otro
modo en las futuras batallas por el derrocamiento de la burguesía. Las mujeres
proletarias no contemplarán pasivamente cómo la burguesía, bien armada,
ametralla a los obreros, mal armados o inermes. Tomarán las armas, como en
1871, y de las asustadas naciones de ahora, o mejor dicho, del actual
movimiento obrero, desorganizado más por los oportunistas que por los
gobiernos, surgirá indudablemente, tarde o temprano, pero de un modo
absolutamente indudable, la unión internacional de las "horribles naciones"
del proletariado revolucionario.
La militarización penetra ahora toda la vida social. El imperialismo es
una lucha encarnizada de las grandes potencias por el reparto y la
redistribución del mundo, y por ello tiene que conclucir inevitablemente a un
reforzamiento de la militarización en todos los países, incluso en los
neutrales y pequeños. ¿¿Con qué harán frente a esto las mujeres proletarias??
¿Se limitarán a maldecir toda guerra y todo lo militar, se limitarán a exigir
el desarme? Nunca se conformarán con papel tan vergonzoso las mujeres de una
clase oprimida que sea verdaderamente revolucionaria. Les dirán a sus hijos:
"Pronto serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende bien a manejar
las armas. Es una ciencia imprescindible para los proletarios, y no para
disparar contra tus hermanos, los obreros de otros países, como sucede en la
guerra actual, y como te aconsejan que lo hagas los traidores al socialismo,
sino para luchar contra la burguesía de tu propio país, para poner fin a la
explotación, a la miseria y a las guerras, no con buenos deseos, sino
venciendo a la burguesía y desarmándola".
De renunciar a esta propaganda, precisamente a esta ptopaganda, en
relación con la guerra actual, mejor es no decir más palabras solemnes sobre
la socialdemocracia revolucionaria internacional, sobre la revolución
socialista, sobre la guerra contra la guerra.
III
Los partidarios del desarme se pronuncian contra el punto del programa
referente al "armamento del pueblo", entre otras razones, porque, según dicen,
esta reivindicación conduce más fácilmente a las concesiones al oportunismo.
Ya hemos examinado más arriba lo más importante: la relación entre el desarme
y la lucha de clases y la revolución social. Examinaremos ahora qué relación
guarda la reivindicación del desarme con el oportunismo. Una de las razones
más importantes de que esta reivindicación sea inadmisible consiste
precisamente en que ella, y las ilusiones a que da origen, debilitan y enervan
inevitablemente nuestra lucha contra el oportunismo.
No cabe duda de que esta lucha es el principal problema inmediato de la
Internacional. Una lucha contra el imperialismo que no esté indisolublemente
ligada a la lucha contra el oportunismo es una frase vacía o un engaño. Uno de
los princi-
pales defectos de Zimmerwald y de Kienthal,[20] una de las principales causas
del posible fracaso de estos germenes de la III Internacional, consiste
precisamente en que ni siquiera se ha planteado francamente el problema de la
lucha contra el opor tunismo, sin hablar ya de una solución de este problema
que señale la necesidad de romper con los oportunistas. El oportunismo
triunfó, temporalmente, en el seno del movimiento obrero europeo. En todos los
países más importantes han aparecido dos matices fundamentales del
oportunismo: primero, el socialimperialismo franco, cínico, y por ello menos
peligroso, de los Plejánov, los Scheidemann, los Legien, los Albert Thomas y
los Sembat, los Vandervelde, los Hyndman, los Henderson, etc.; segundo, el
encubierto, kautskiano: Kautsky-Haase y el "Grupo Socialdemócrata del
Trabajo"[21] en Alemania; Longuet, Pressemane, Mayeras, etc., en Francia
Ramsay McDonald y otros jefes del "Partido Laborista Independiente", en
Inglaterra; Mártov, Chjeídse, etc., en Rusia; Treves y otros reformistas
llamados de izquierda, en Italia.
El oportunismo franco esta directa y abiertamente contra la revolución y
contra los movimientos y explosiones revolucionarias que se están iniciando, y
ha establecido una alianza directa con los gobiernos, por muy diversas que
sean las formas de esta alianza, desde la participación en los ministerios
hasta la participación en los comites de la industria armamentista (en
Rusia)[22]. Los oportunistas encubiertos, los kautskianos, son mucho más
nocivos y peligrosos para el movimiento obrero porque la defensa que hacen de
la alianza con los primeros la encubren con palabrejas "marxistas" y consignas
pacifistas que suenan plausiblemente. La lucha contra estas dos formas del
oportunismo dominante debe ser desarrollada en todos los terrenos de la
política proletaria: parlamento, sindicatos, huelgas, en la cuestión militar,
etc. La particularidad principal
que distingue a estas dos formas del oportunismo dominante consiste en que el
problema concreto de la relación entre la guerra actual y la revolución y
otros problemas concretos de la revolución se silencian y se encubren, o se
tratan con la mirada puesta en las prohibiciones policíacas. Y eso a pesar de
que antes de la guerra se había señalado infinidad de veces, tanto en forma no
oficial como con carácter oficial en el Manifiesto de Basilea, la relación que
guardaba precisamente esa guerra inminente con la revolución proletaria. Mas
el defecto prin cipal de la reivindicación del desarme consiste precisamente
en que se pasan por alto todos los problemas concretos de la revolución. ¿O es
que los partidarios del desarme están a favor de un tipo completamente nuevo
de revolución sin armas?
Prosigamos. En modo alguno estamos contra la lucha por las reformas. No
queremos desconocer la triste posibilidad de que la humanidad -- en el peor de
los casos -- pase todavía por una segunda guerra imperialista, si la
revolución no surge de la guerra actual, a pesar de las numerosas explosiones
de efervescencia y descontento de las masas y a pesar de nuestros esfuerzos.
Nosotros somos partidarios de un programa de reformas que también debe ser
dirigido contra los oportunistas. Los oportunistas no harían sino alegrarse en
el caso de que les dejasemos por entero la lucha por las reformas y nos
eleváramos a las nubes de un vago "desarme", para huir de una realidad
lamentable. El "desarme" es precisamente la huida frente a una realidad
detestable, y en modo alguno la lucha contra ella.
En semejante programa nosotros diríamos aproximadamente: "La consigna y el
reconocimiento de la defensa de la patria en la guerra imperialista de
1914-1916 no sirven más que para corromper el movimiento obrero con mentiras
burguesas". Esa respuesta concreta a cuestiones concretas sería teórica-
mente más justa, mucho más útil para el proletariado y más insoportable para
los oportunistas que la reivindicación del desarme y la renuncia a "toda"
defensa de la patria. Y podríamos añadir: "La burguesía de todas las grandes
potencias imperialistas, de Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Rusia,
Italia, el Japón y los Estados Unidos, es hoy hasta tal punto reaccionaria y
está tan penetrada de la tendencia a la dominación mundial, que toda guerra
por parte de la burguesía de estos países no puede ser más que reaccionaria.
El proletariado no sólo debe oponerse a toda guerra de este tipo, sino que
debe desear la derrota de 'su' gobierno en tales guerras y utilizar esa
derrota para una insurrección revolucionaria, si fracasa la insurrección
destinada a impedir la guerra".
En lo que se refiere a la milicia, deberíamos decir: no somos partidarios
de la milicia burguesa, sino únicamente de una milicia proletaria. Por eso,
"ni un céntimo, ni un hombre", no sólo para el ejército regular, sino tampoco
para la milicia burguesa, incluso en países como los Estados Unidos o Suiza,
Noruega, etc. Tanto más cuanto que en los países republicanos más libres (por
ejemplo, en Suiza) observamos una prusificación cada vez mayor de la milicia,
sobre todo en 1907 y 1911, y que se la prostituye, movilizándola contra los
huelguistas. Nosotros podemos exigir que los oficiales sean elegidos por el
pueblo, que sea abolida toda justicia militar, que los obreros extranjeros
tengan los mismos derechos que los obreros nacionales (punto de especial
importancia para los Estados imperialistas que, como Suiza, explotan cada vez
en mayor número y cada vez con mayor descaro a obreros extranjeros, sin
otorgarles derechos). Y además, que cada cien habitantes de un país, por
ejemplo, tengan derecho a formar asociaciones libres para aprender el manejo
de las armas, eligiendo libremente instructores retribuidos por el Estado,
etc. Sólo en tales
condiciones podría el proletariado aprender el manejo de las armas
efectivamente para sí, y no para sus esclavizadores, y los intereses del
proletariado exigen absolutamente ese aprendizaje. La revolución rusa ha
demostrado que todo éxito, incluso un éxito parcial, del movimiento
revolucionario -- por ejemplo, la conquista de una ciudad, un poblado fabril,
una parte del ejército -- obligará inevitablemente al proletariado vencedor a
poner en práctica precisamente ese programa.
Por último, contra el oportunismo no se puede luchar, naturalmente, sólo
con programas, sino vigilando sin descanso para que se los ponga en práctica
de una manera efectiva. El mayor error, el error fatal de la fracasada II
Internacional, consistió en que sus palabras no correspondian a sus hechos, en
que se inculcaba la costumbre de recurrir a la hipocresia y a una
desvergonzada fraseologia revolucionaria (vease la actitud de hoy de Kautsky y
Cía. ante el Manifiesto de Basilea). El desarme como idea social -- es decir,
como idea engendrada por determinado ambiente social, como idea capaz de
actuar sobre determinado medio social, y no como simple extravagancia de un
individuo -- tiene su origen, evidentemente, en las condiciones particulares
de vida, "tranquilas" excepcionalmente, de algunos Estados pequeños, que
durante un periodo bastante largo han estado al margen del sangriento camino
mundial de las guerras, y que confían poder seguir apartados de él. Para
convencerse de ello basta reflexionar, por ejemplo, en los argu mentos de los
partidarios del desarme en Noruega: "Somos un país pequeño, nuestro ejército
es pequeño, nada podemos hacer contra las grandes potencias" (y por ello nada
pueden hacer tampoco si se les impone por la fuerza una alianza imperialista
con uno u otro grupo de grandes potencias) . . . , "queremos seguir en paz en
nuestro apartado rinconcito y proseguir nuestra política pueblerina, exigir el
desarme, tribunales de arbi-
traje obligatorios, una neutralidad permanente, etc." (¿"permanente", como la
de Bélgica?).
La mezquina aspiración de los pequeños Estados a quedarse al margen, el
deseo pequeñoburgues de estar lo más lejos posible de las grandes batallas de
la historia mundial, de aprovechar su situación relativamente monopolista para
seguir en una pasividad acorchada, tal es la situación social objetiva que
puede asegurar cierto éxito y cierta difusión a la idea del desarme en algunos
pequeños Estados. Claro que semejante aspiración es reaccionaria y descansa
toda ella en ilusiones, pues el imperialismo, de uno u otro modo, arrastra a
los pequeños Estados a la vorágine de la economía mundial y de la política
mundial.
En Suiza, por ejemplo, su situación imperialista prescribe objetivamente
dos lineas del movimiento obrero: los oportunistas, en alianza con la
burguesía, aspiran a hacer de Suiza una unión monopolista
republicano-democrática, a fin de obtener ganancias con los turistas de la
burguesía imperialista y de aprovechar del modo más lucrativo y más tranquilo
posible esta "tranquila" situación monopolista.
Los verdaderos socialdemócratas de Suiza aspiran a utilizar la relativa
libertad del país y su situación "internacional" para ayudar a la estrecha
alianza de los elementos revolucionarios de los partidos obreros europeos a
alcanzar la victoria. En Suiza no se habla, gracias a Dios, un "idioma
propio", sino tres idiomas universales, los tres, precisamente, que se hablan
en los países beligerantes que limitan con ella.
Si los 20.000 miembros del Partido suizo contribuyeran semanalmente con
dos céntimos como "impuesto extraordinario de guerra", obtendríamos al año
20.000 francos, cantidad más que suficiente para imprimir periódicamente y
difundir en tres idiomas, entre los obreros y soldados de los países beli-
gerantes, a pesar de las prohibiciones de los Estados Mayores Generales, todo
cuanto diga la verdad sobre la indignación que comienza a cundir entre los
obreros, sobre su fraternización en las trincheras, sobre sus esperanzas de
utilizar revolucionariamente las armas contra la burguesía imperialista de sus
"pro pios" países, etc.
Nada de esto es nuevo. Precisamente es lo que hacen los mejores
periódicos, como La Sentinelle, Volksrecht y Berner Tagwacht,[23] pero, por
desgracia, en medida insuficiente. Sólo semejante actividad puede hacer de la
magnífica resolución del Congreso de Aarau[24] algo mís que una mera
resolución magnífica.
La cuestión que ahora nos interesa se plantea en la forma siguiente:
ccorresponde la reivindicación del desarme a la tendencia revolucionaria entre
los socialdemócratas suizos? Es evidente que no. El "desarme" es,
objetivamente, el programa más nacional, el más especificamente nacional de
los pequeños Estados, pero en manera alguna el programa internacional de la
socialdemocracia revolucionaria internacional.
From Marx to Mao
(English)
Desde Marx
hasta Mao
Textos
de Lenin
Apuntos sobre
el texto abajo
NOTAS
[16] El artículo "El programa militar de la revolución proletaria " fue
escrito en alemán en septiembre de 1916 para la prensa de los socialdemócratas
escandinavos de izquierda, que durante la Primera Guerra Mundial se
manifestaron en contra del punto del programa socialdemócrata relativo al
"armamento del pueblo" y lanzaron la errónea consigna del "desarme".
En diciembre de 1916 el articulo, redactado de nuevo, fue publicado en la
Recopilación del Socialdemócrata, t. II, con el titulo de "La consigna del
'desarme'" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII).
En abril de 1917, poco antes de salir para Rusia, Lenin entregó el texto
en alemán del artículo a la redacción de la revista Jugend-Internationale ; el
articulo fue publicado el mismo año en sus núms. 9 y 10.
Jugend-Internationale órgano de la Liga Internacional de las
Organizaciones Socialistas de la Juventud, adherida a la izquierda de
Zimmerwald, se publicó desde septiembre de 1915 hasta mayo de 1918 en Zurich.
Lenin emite su juicio acerca de esta revista en la nota "La Internacional de
la Juventud" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIII). []
[17] Se alude a las tesis sobre la cuestión militar escritas por R. Grimm
(uno de los lideres del Partido Socialdemócrata de Suiza) en el verano de 1916
con motivo de la preparación del Congreso Extraordinario del mismo Partido.
Este Congreso, cuya celebración había sido señalada para febrero de 1917,
tenía que resolver la cuestión de la actitud de los socialistas suizos ante la
guerra. []
[18] Neues Leben (Vida Nueva ) órgano del Partido Socialdemócrata de Suiza;
se publicó en Berna desde enero de 1915 hasta diciembre de 1917. La revista
difundia los puntos de vista de los zimmerwaldianos de derecha; desde
comienzos de 1917 adopto la posición socialchovinista. []
[19] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXXV. []
[20] Se alude a las Conferencias Socialistas Internacionales celebradas por
los internacionalistas en Zimmerwald y Kienthal (Suiza).
La Primera Conferencia Socialista Internacional se celebró del 5 al 8 de
septiembre de 1915 en Zimmerwald. En la Conferencia se enfrentaron los
internacionalistar revolucionarios, encabezador por Lenin, y la mayoría
kautskiana. Lenin formó con los internacionalistas de izquierda el grupo de
izquierda de Zimmerwald, en el que sólo el Partido Bolchevique mantuvo una
posición acertada y consecuentemente internacionalista contra la guerra.
La Conferencia aprobó un manifiesto en el que se calificaba de
imperialista la guerra mundial; asimismo condenó la conducta de los
"socialistas" que votaron por los creditos de guerra y tomaron parte en los
gobiernos burgueses, y llamo a los obreros de Europa a desarrollar la lucha
contra la guerra y por la conclusion de un tratado de paz sin anexiones ni
contribuciones.
La Conferencia aprobó también una resolución de simpatía a las victimas de
la guerra y eligió una Comisión Socialista Internacional.
Acerca de la significación de la Conferencia de Zimmerwald, veanse los
articulos de Lenin "El primer paso" y "Los marxistas revoluciona-
rios en la Conferencia Socialista Internacional del 5 al 8 de septiembre de
1915" (V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXI).
La Segunda Conferencia Socialista Internacional se celebró en Kienthal del
24 al 30 de abril de 1916. En esta Conferencia el ala izquierda actuó más
unida y fue más fuerte que en la Conferencia de Zimmerwald. Gracias a los
esfuerzos de Lenin, la Conferencia aprobó una resolución que criticaba el
socialpacifismo y la actividad oportunista del Buró Ejecutivo Socialista
Internacional. El manifiesto y las resoluciones aprobados en Kienthal fueron
un nuevo paso en el desarrollo del movimiento internacional contra la guerra.
Las Conferencias de Zimmerwald y de Kienthal contribuyeron a destacar y
agrupar a los elementos internacionalistas, pero no formularon abiertamente el
problema de la lucha contra el oportunismo, no adoptaron una posición
consecuentemente internacionalista y no aceptaron las tesis fundamentales de
la política de los bolcheviques: transformación de la guerra imperialista en
guerra civil, derrota del gobierno propio en la guerra y organización de la
III Internacional. []
[21] Grupo Socialdemocrata del Trabajo (Arbeitsgemeinschaft: Comunidad del
Trabajo ): organización de los centristas alemanes, fundada en marzo de 1916
por los diputados al Reichstag que se habían separado de la fracción
socialdemócrata del Reichstag. Este grupo fue el núcleo fundamental del
Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, organización centrista
constituida en 1917 que justificaba a los social chovinistas abiertos y
propugnaba el mantenimiento de la unidad con ellos. []
[22] Los comités de la industria armamentista fueron creados en 1915 en
Rusia por la gran burguesía imperialista. Tratando de someter a los obreros a
su influencia y de inculcarles ideas defensistas, la burguesía ideó la
organización de "grupos obreros" anejos a esos comités. A la burguesía le
convenía que en esos grupos hubiese representantes de los obreros, encargados
de hacer propaganda entre las masas obreras en favor de una mayor
productividad del trabajo en las fábricas de materiales militares. Los
mencheviques partidparon activamente en esta empresa seudopatriótica de la
burguesía. Los bolcheviques declararon el boicot a los comités de la industria
armamentista y lo aplicaron eficazmente con el apoyo de la mayoría de los
obreros. []
[23] La Sentinelle, órgano de la organización socialdemócrata suiza del
cantón de Neuchatel (Suiza francesa), fundado en Chaux de Fonds en 1884. En
los primeros años de la Primera Guerra Mundial, el periódico mantuvo una
posición internacionalista. El 13 de noviembre de 1914,
en el núm. 265 del periódico fue publicado, en forma abreviada, el Manifiesto
del C.C. del P.O.S.D.R. "La guerra y la socialdemocracia de Rusia" (véase V.
I. Lenin, Obras Completas, t. XXI).
Volksrecht (El Derecbo del Pueblo ), órgano del Partido Social demócrata
de Suiza y de la organización socialdemócrata del cantón de Zurich. Se publica
en Zurich desde 1898. Durante la Primera Guerra Mundial el periódico presentó
artículos de los Zimmerwaldianos de izquierda. En el aparecieron tambión
artículos de Lenin, como por ejemplo, "Doce breves tesis sobre la defensa
hecha por G. Greulich de la defensa de la patria", "Sobre las tareas del
P.O.S.D.R. en la revolución rusa", "Las maniobras de los chovinistas
republicanos". Más tarde el periódico adoptó una posición anticomunista y
antidemocrática.
Berner Tagwacht (El Centinela de Berna ), órgano del Partido
Socialdemócrata de Suiza, publicado desde 1893 en Berna. Al comienzo de la
Primera Guerra Mundial el periódico insertó artículos de K. Liebknecht, de F.
Mehring y de otros socialdemócratas de izquierda. A partir de 1917 apoyó
abiertamente a los socialchovinistas y más tarde adoptó una posición
anticomunista y antidemocrática. []
From Marx to Mao
(English)
Desde Marx
hasta Mao
Textos
de Lenin
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