EDITORIAL: Editorial
Crisis política, menos democracia, mayores precios…

El Gobierno de los K juega al solitario

En el ámbito nacional, en la provincia de Buenos Aires y muchas otras, el Gobierno juega al solitario frente a una derecha extremista, alcahueta de Estados Unidos y del imperialismo, y que gobernó durante casi 40 años en forma ininterrumpida llevando –parcialmente o a saltos– al país a una catástrofe descomunal para los trabajadores y el pueblo.

Ese proceso explotó el 19-20 de diciembre del 2001. Frente a esa derecha –expresada por La Nación y otros medios, por los López Murphy, Carrió, Blumberg y Cía.– al Gobierno le alcanza con disponer de un poco de la bonanza económica para amortiguar apenas la inmensa desigualdad social, y con golpear con el tema del genocidio y, ahora, también parcialmente con los curas que participaron en él y con los que lo reivindican.

Los grandes problemas para el Gobierno no radican en la dividida, atomizada y desprestigiada oposición que lo enfrenta. Hablando “en criollo”, corre “el caballo del comisario”. El primer gran problema para Kirchner es que la Argentina es más dependiente que nunca del mercado mundial, sumergido en la inestabilidad y la volatilidad a partir de la crisis de la bolsa de Shanghai en China y, ahora, en Estados Unidos con la explosión de la burbuja inmobiliaria.

El segundo, es que se hundió todo el régimen institucional incluyendo a todos los partidos. Esto abarca al PJ de Manolo Quindimil y Ballestrini; y al radicalismo que “una sombra ya pronto será”. Kirchner necesita hacer algo para tratar de reconstruir un aparato político, así sea precario, porque en todo el mundo la democracia burguesa cada vez es más restringida y más precaria. Tiene que arrancar desde algún lado para construir algo y es a lo que están apuntando Kirchner y Señora.

Es simbólico que Ballestrini vaya en la fórmula para Buenos Aires detrás de Scioli: de hecho, será su “comisario político”, en el intento de arrastrar a toda la mafia del Conurbano para obtener la diferencia que le permita ganar con comodidad las elecciones el 28 de octubre.

Pero estos intendentes –y todo el aparato político del Gran Buenos Aires, que fue cafierista, duhaldista, menemista, etc., etc.– son una banda de rufianes y saqueadores. Es muy emblemático que se quiera presentar como candidato Manolo Quindimil, a pesar de que tiene casi 90 años, para evitar que, eventualmente, alguien pueda empezar a destapar los negociados que él hizo durante décadas. Quiere morir con la banda puesta, y si algo estalla será después de que él haya muerto.

Ése es el capital humano que tiene el Gobierno, no es que tiene “la gloriosa JP”. La mayoría de los escasos jóvenes que andan dando vuelta al lado del kirchnerismo, en lo fundamental son corrientes de oportunistas que buscan dividendos (plata).

¿Eso quiere decir que no puede hacer nada? No. Pero es muy difícil, porque revertir el hundimiento de partidos muy viejos que dependieron durante muchos años de una mística, de una que son casi imposibles de recrear, no es sencillo. Tampoco aparece algo nuevo, de cierta magnitud, por fuera del peronismo. El caso más ilustrativo es el que se dio en Capital Federal, precisamente, uno de los lugares donde hay más militancia. Allí Macri armó un rejunte de ex-ex-lo-que-sea y, pese a que ganó con el 60% de los votos, nadie salió a festejar en las calles. De hecho, el PRO es exclusivamente las bancas nacionales, las distritales y los puestos que va ocupando en el Municipio.

La economía y las relaciones internacionales. El Gobierno salió desesperadamente a buscar inversiones. En primer lugar, con el viaje de Cristina Fernández a España, cuyas empresas fueron las principales beneficiarias-saqueadoras de las privatizaciones de los ’90 (con Repsol en primer lugar). Allí tuvo, aparentemente, buen eco, pese a la campaña de mentiras sistemáticas lanzada desde el pasquín de los Mitre. A los pocos días, con igual objetivo, se reunió en Buenos Aires con el Council of the Americas (las grandes empresas estadounidenses lideradas por el grupo Rockefeller). El resultado parece ser el interés de la banca y los monopolios en invertir en la Argentina, lo cual la ataría a ellos con cadenas de acero, similares a las del FMI. Y si, como todo parece indicar, se abonan al Club de París los US$ 6.000 millones de deuda, se profundizarían aun más las ataduras internacionales ya que, al igual que frente al FMI, se les paga pero no se rompe con dichos organismos.

Estados Unidos y Brasil (Bush y Lula) están empeñados en boicotear el Mercosur tras el acuerdo suscripto entre ellos para la producción del etanol como sustituto del petróleo, así sea a costa del hambre de los pueblos.

Por eso fue tan contundente la política de que pasara inadvertida la visita del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Pero como no podían hacerla “desaparecer” por completo, la mezclaron con la archipublicitada valijita de US$ 800.000. Ésta ha sido una vulgar maniobra orquestada entre el imperialismo y los sectores más de derecha dentro del propio Gobierno: llevan al extremo un problema (¿o provocación?) para tapar los US$ 1.000 millones que, efectivamente, vino a traer Chávez para la compra de bonos. Todo este operativo fue acompañado de las farsescas “reflexiones” de Mariano Grondona desde La Nación del domingo 5 de agosto acerca de si debemos ser “sanmartinianos” o “bolivarianos”, llegando al extremo de afirmar que San Martín estaba en contra de las “reelecciones”… ¡Claro, si era monárquico!!!

La ofensiva burguesa y bonapartista. Esta ofensiva pretende reconstruir un régimen institucional en todos los terrenos (Justicia, Policía, etc.). El hecho de que Arslanian, en un lapso relativamente breve, haya echado a 1.600 efectivos de “la mejor policía del mundo”, no es un problema menor. Lo mismo vale para la corrupción en la Policía Federal, que salta a los cuatro vientos; para la Justicia, de la que hoy separaron al juez Tiscornia, que es un vulgar bandolero. De conjunto, el kirchnerismo modificó apenas la Suprema Corte y algo de las cúpulas judiciales, pero el resto sigue siendo el mismo aparato heredado del menemismo, que se consolidó a lo largo de diez años. Hace pocos días hubo una explosión en Río Tercero y la gente entró en pánico; desde el estallido del arsenal en 1995, nadie ha ido preso, ni Menem ni alguno de sus ministros ni oficiales de las Fuerzas Armadas de aquel momento.

¿Qué forma puede tomar ese intento de reconstrucción institucional? Seguro que no vamos hacia más democracia. Vamos hacia cualquier engendro trucho que tape agujeros. ¿Bajo qué formas?, ¿bajo las de un partido tipo el PRI mexicano, que gobernó 70 años? No sabemos, pero es muy evidente que este fenómeno de agotamiento del régimen democrático burgués no se da sólo en la Argentina.

Si en Estados Unidos se puede llegar a la Presidencia mediante fraude electoral, y se acaba de votar que se puede violar toda comunicación privada, quiere decir que la democracia burguesa está muy mal en el mundo. Sarkozy, en Francia, crea un Ministerio para que los inmigrantes aprendan a ser “buenos franceses”; o sea, para que los inmigrantes sean colonizados culturalmente. Esto no va a poder lograrlo por completo, pero esa política, que se viene instrumentando desde la Vª República de 1958, es la primera vez que se plantea abiertamente.

La Argentina es parte de esa tendencia mundial. Y el Gobierno empieza a tener problemas porque, a pesar de que hay muchísima plata dando vueltas, el “derrame” es muy poco, la concentración de la riqueza sigue siendo cada vez mayor y va paralela a cierto descontento social. Descontento que no se debe sólo a la suba del precio de la lechuga, es un descontento global, en todos los aspectos de la vida cotidiana.

Hartazgo social. Hay un hecho nuevo, de gran importancia, que se expresa en la tendencia a la acción directa de la gente frente a los atropellos y las barbaridades sociales, desde las malas condiciones de los trenes hasta los crímenes aberrantes. No era común ese tipo de reacción, no podemos considerar como “normal” que se tienda a dar respuestas directas en lugar de quedarse en una queja impotente. Casi semana tras semana se quema un tren o se le prende fuego a la casa de un violador. Es que, por ejemplo, cualquiera constata que la privatización de los trenes –que fue “vendida” como “la octava maravilla del mundo”– es la mayor estafa consumada. Ni siquiera se habla de que Taselli –un hombre ligado al Gobierno y que ha hecho trabajos sucios desde Santa Cruz hasta Jujuy– se robó, lisa y llanamente, los $ 150 millones que le dio el Estado para el pago de sueldos y aguinaldos de los trabajadores del ferrocarril.

Los niveles de impunidad también tienen mucha importancia. No es lo mismo robar con Skanska –que puede ser muchísimo dinero–, que es un robo relativamente “clandestino” que este tipo de robos públicos, a ojos de todos.

Pero si bien existe descontento social, éste carece de un norte político. Porque no hay por dónde canalizarlo, ni siquiera episódicamente como fue en el 2001-2003. Ahora, el terreno político está “copado” por dos falsas opciones: o Kirchner o la ultraderecha.

Luchas sociales y represión. Hay un proceso embrionario de luchas de trabajadores estatales, docentes o municipales, que abarcan a gremios enteros, en particular en el interior. A estas luchas, sobre todo en el interior, el gobierno nacional y varios provinciales han respondido con abierta represión (recordemos el virtual “Estado de sitio” en Las Heras, la militarización de Santa Cruz, el asesinato de Carlos Fuentealba, etc.). A esto se agrega la ocupación del Hospital Francés por la Gendarmería, como una muestra más –superlativa por tratarse del distrito federal– de la política represiva que lleva adelante el gobierno de Kirchner.

El proceso de luchas fuertes, antipatronales y antiburocráticas, no se vive con tanta intensidad en la capital federal y el Gran Buenos Aires. Por ejemplo, en este momento están paradas cuatro provincias –entre ellas Catamarca y Chaco– desde hace varios días. Esos paros están motorizados por los docentes.

En forma simultánea, surgen luchas obreras duras contra las patronales, como en el caso de Mafissa (La Plata) y otros, pero también contra las burocracias, como son el Hospital Francés, la Pesca en el sur, Fate…

Sindicalismo hoy. Las burocracias actuales adoptan formas de acumulación capitalista completamente distintas de las que existieron durante décadas. La burocracia ya no es la que se conoció de 1945 a 1975 que vivía, en lo fundamental, de mediar entre las patronales y los obreros (además de muchos robos diversos). Es una burocracia esencialmente empresaria, que tiene sus grandes fuentes de negocios en las obras sociales, donde es socia de las grandes multinacionales de la Salud. Es el caso de Cavalieri, de Comercio, con 150.000 trabajadores en los grandes supermercados donde él garantiza que no haya la menor organización gremial.

Además, están divididas, incluso dentro de la propia CGT –que aglutina sólo a una parte de los gremios–. En ella hay una “mesa chica”, controlada por Moyano; y una “mesa grande”, que ni siquiera se reúne porque no se sabe quién la controla. Intentaron hacer una reunión hace poco en la Uocra, y la tuvieron que levantar porque corrían el riesgo de que terminara a los tiros, como la ceremonia de traslado de los restos de Perón. Y quienes no están en la mesa chica ni en la grande, como los “gordos”, tienen a la vez un proyecto de “CGT de Servicios”, encabezado por Cavalieri.

La propuesta de “Mesa de diálogo” realizada por Cristina Fernández adolece de un gravísimo problema: no existe un bloque sindical que represente a “los trabajadores”.

Cuando Moyano dice que la CGT es “representativa”, está enunciando una patraña inmensa. Los sindicatos están vacíos de activistas. En lo fundamental, salvo alguna excepción, son empresas prestadoras de –malos– servicios de Salud más allá de que Moyano logre algún beneficio para los camioneros gracias a su buena relación con Kirchner.

Al mismo tiempo que defendemos el derecho a la libre agremiación, estamos convencidos de que hay que reconstruir el movimiento obrero-sindical, porque su sujeción al Estado mediante la burocracia, lo ha hecho impotente. Desde hace 50 años –desde el golpe de la llamada “Revolución Libertadora”–, lo único que ha hecho es perder y perder conquista tras conquista.

El movimiento estudiantil. En la UBA se está expresando una ofensiva reaccionaria, antidemocrática, de las autoridades y del Gobierno. Es muy correcto y necesario enfrentar esa ofensiva. Pero esto no puede hacerse desde una perspectiva de aparatos, sin organismos de masas, sin política para incorporar a la resistencia a decenas de miles de estudiantes. Cuando decimos organismos de masas nos referimos a que, aunque no sea seguro que puedan crearse, es infinitamente más importante que esos cientos de compañeros que mueve la Fuba, que se muestran dispuestos a hacer un escándalo en tal o cual lugar, salgan a recorrer facultades para hacer reuniones, asambleas, etc., para incorporar a la mayor porción de las bases estudiantiles a esa resistencia. Ésa es la única forma en que pueden llegar a triunfar. No se logrará un triunfo mediante acciones de aparato y pequeños putsch mediáticos. Hay un agotamiento completo de la supuesta utilidad de los golpes de efecto mediáticos. En lo fundamental, éstos se transforman en “pelotazos en contra”.

Perspectivas políticas. En este cuadro de situación, la izquierda carece de protagonismo. Se postula –en fórmulas conjuntas o por separado– como una corriente electoral vocera de las luchas obreras y que levanta diversas consignas con las que supone que puede obtener muchos votos –“¿Por qué votar corruptos si hay luchadores honestos?”–, expresando el mismo tipo de propaganda que los representantes del sistema. Por eso viene siendo cada vez más irrelevante. No sólo porque no logra unirse, sino porque su discurso es vacío… Para nosotros, de lo que se trata, como socialistas, es de expresar una política anticapitalista revolucionaria. Esto no equivale a decir “vivan las luchas y mueran los corruptos”. Los corruptos son intrínsecos al capitalismo: en la Argentina, en Japón, en China, en Estados Unidos, etcétera. Es como vender espejitos de colores.

No existe la menor posibilidad de que una izquierda absolutamente marginal sea portavoz de las luchas. Por supuesto que debe apoyar las luchas, pero tiene que proponer cómo cambiar el país. Cómo tener un programa y una política anticapitalista y antimperialista, de destrucción del Estado por parte de las grandes masas obreras y explotadas. Sin eso, inevitablemente, el péndulo de la vieja izquierda va a ir girando cada vez más a la derecha. El MST casi seguro va a sacar la mayor cantidad de votos, con Pino Solanas, con Claudio Lozano, con restos del peronismo… pero eso ya no es izquierda antisistema. Es una “nueva izquierda”, dicen ellos. Sí, pero una izquierda que no tiene ni el recuerdo de una política revolucionaria. Va a decir exclusivamente “hagamos una gran bancada”, “los candidatos de la izquierda en el Parlamento pueden hacer maravillas”… Por eso tampoco es atractiva para buena parte de la juventud y de los trabajadores.

La izquierda agotó un ciclo histórico, que duró décadas. De lo que se trata es de refundarla sobre nuevas bases: revolucionarias y democráticas, tal como lo expresamos en el suplemento especial que publicamos en este número. n

 

Por plenos derechos de asociación gremial

El gobierno de Kirchner sigue negándose a otorgar la personería reclamada por la CTA para ser reconocida como central obrera. Quiere reservar todos los beneficios que ese reconocimiento implica para su amigo Moyano y toda la banda de burócratas-empresarios de la CGT.

Más allá de las críticas que tengamos a la política de la CTA y su actuación en las luchas –fundamentalmente de estatales y docentes, incluyendo su papel en contra de la rebelión popular del 19-20 de diciembre del 2001–, es evidente que tiene todo el derecho del mundo a ser reconocida por el Estado.

Pero al Gobierno le preocupa que, si se termina con el unicato de centrales y sindicatos, se puede abrir un camino que facilite la organización de agrupamientos sindicales independientes de los “cuerpos orgánicos” que son apéndices del Estado patronal. Ellos quieren tener el campo libre para dominar a los trabajadores y no quieren la menor rendija que le facilite a sus modernos esclavos organizarse y hacerles frente.

Como queda dicho, desde la Liga Socialista Revolucionaria nos pronunciamos en favor del reconocimiento reclamado por la CTA. Pero, a la vez, reclamamos el derecho al reconocimiento de cualquier organización que se den los explotados, así fuera una “Mesa en defensa de los trabajadores de Florencio Varela”, por ejemplo.

Hoy, al contrario de lo que afirma Moyano, la CGT no “representa” siquiera a los trabajadores de los gremios que aglutina. No sólo por la proliferación del trabajo “en negro” y las contrataciones tercerizadas. No representa a los trabajadores porque su papel central es el de oprimir a los trabajadores para mantenerlos bajo el yugo de la explotación, en beneficio propio, sea como socios del Estado o directamente como socios de las patronales de su sector (caso Cavalieri con los super e hipermercados) y hasta como empresarios. Recordemos el papel de Ibáñez en la privatización de YPF en los inicios del menemismo y, más recientemente, el caso de Moyano, que eligió el Sanatorio Antártida como regalo de cumpleaños para su mujer.

No vamos a repetir aquí las consideraciones históricas sobre la burocracia sindical que esbozamos en la nota de tapa. Decimos que, en lo fundamental, estamos convencidos de que la estructura sindical existente se corresponde con un período de cierto desarrollo económico capitalista (la Segunda Guerra y su posguerra) que nada tiene que ver con su actual crisis (ver pág. 7). La CGT y Moyano no representan a ningún explotado (en actividad o marginado) y, obviamente, es necesario sacárselos de encima. Pero siendo conscientes de que lograrlo será parte de la misma pelea que se encare contra las patronales y el Estado (porque ellos son parte de ese andamiaje social, político e institucional que defiende la explotación del hombre por el hombre).

Lo que tenemos por delante no es meramente la articulación de “listas lo más rojas posible” para “echar a la burocracia”, ya que no será por esa vía como lograremos echarla. De lo que se trata es de impulsar un paciente y férreo trabajo por las bases, clandestino respecto de la patronal tanto como de los buchones de la burocracia, para articular una sólida y enraizada organización de los explotados, necesariamente democrática, asamblearia, capaz de enfrentar (y, en perspectiva, derrotar) a los asaltantes capitalistas, a su Estado y a los burócratas a su servicio.

Sea cual sea el tipo de organización que se den los trabajadores, al Estado no le reconocemos el menor derecho a decidir cómo debe ser; y mucho menos, a negarse a reconocerla.

Estamos transitando un momento de tipo fundacional para los explotados. Así como los “mártires de Chicago” simbolizan el inicio de la conformación de los sindicatos, nos corresponde a los activistas anticapitalistas de hoy emprender la lucha, hombre a hombre, como siempre ha sido, por la reorganización de los explotados.

L. Rubiales

 

La Iglesia sigue avalando el genocidio y al torturador Von Wernich

Pese al supuesto “arrepentimiento” expresado por la Iglesia Católica en el año 2000 por su actuación durante la dictadura, todos los hechos recientes lo desmienten.

Cuando el capellán Baseotto expresó que al ministro de Salud había que colgarle una piedra al cuello y echarlo al mar por promover la despenalización del aborto, la Iglesia local y el Vaticano lo avalaron.

Ahora, en pleno juicio contra el cura Von Wernich, que fue la mano derecha del general Ramón Camps, el nazi-asesino jefe de la policía bonaerense en aquellos años, los obispos optan por no pronunciarse sobre el caso, a la espera del fallo judicial (así lo expresó incluso el jefe de la Pastoral Social, Jorge Casaretto).

Von Wernich está acusado de 7 homicidios, 31 casos de torturas y 42 secuestros.

Más de 120 testigos de su participación en el campo de concentración de Quilmes, han sido llamados a declarar; 30 ya lo han hecho y uno incluso describió las torturas psicológicas a las que fue sometido por el cura.

Entre tanto, Von Wernich puede seguir suministrando el bautismo, la comunión, el matrimonio, y conserva todos lo atributos propios de los curas. Es como si alguien acusado comprobadamente de falsificar billetes, siguiera al frente de la Casa de la Moneda.

¿Qué significa esto sino el aval de la institución religiosa a todo lo actuado durante el genocidio?

La responsabilidad de la Iglesia no disminuye por más que el cura Rubén Capitanio haya sido sostén de las Madres de Plaza de Mayo desde 1978, y afirme que hay que juzgar a la persona y no a la institución a la que pertenece. En un sentido inverso, tiene razón: lo actuado por el cura Mugica o por el obispo Angelelli, ambos asesinados, no expresa al Vaticano. Por algo ellos están muertos y todos los que colaboraron con la dictadura y la bendijeron, están vivos y gozando del ejercicio de todas las funciones que emanan de su ordenación.

Es muy obvio que la política oficial de la Iglesia no era la de prestar apoyo a las Madres sino la que llevaron adelante Von Wernich y todos los curas que participaron en los “vuelos de la muerte”, dándoles la bendición a los desaparecidos que iban a ser arrojados al río estando aún vivos.

L. R.

 

La caída de las bolsas en el mundo
Un nuevo capítulo de la crisis global del capitalismo. Y van…

Hace pocos meses, en febrero, mencionábamos que la bolsa china de Shanghai había registrado el mayor desplome en diez años, debido a los rumores de una recesión en los Estados Unidos. En realidad, todos los mercados internacionales habían sido afectados por el derrumbe del mercado bursátil de Shanghai.

En aquella oportunidad, nos preguntábamos si esto había sido sorpresivo o si era parte de un proceso mucho más complejo, profundo y extendido a escala del capitalismo global.

La respuesta era (y es) muy clara. No fue ni es una sorpresa. Es parte de un proceso de crisis e inestabilidad que acecha al capitalismo desde hace mucho tiempo y que se ha profundizado en los últimos años con el gran crecimiento de todas las actividades especulativas a escala global.

Ahora, al igual que en aquella oportunidad, el foco debería ubicarse en la economía norteamericana (aunque sin dejar de lado en el análisis los altos precios del petróleo que afectan el crecimiento de la economía mundial).

El detonante de la fuerte caída de las bolsas fue el temor a una crisis hipotecaria en Estados Unidos. En los últimos días creció la incertidumbre sobre la dimensión real de las llamadas hipotecas subprime, préstamos para casas que se entregan a personas con un pobre historial de crédito o con bajos ingresos. La inquietud se acentuó por informes del sector que indican una caída pronunciada en las ventas de viviendas nuevas en el mes de junio.

En la década anterior, mientras los precios de las propiedades se dispararon y los intereses se redujeron a niveles históricos, este mercado se convirtió en un gran negocio. Pero cuando los intereses volvieron a aumentar, del 1% al 5,25% actual, los impagos se dispararon junto a la recuperación de propiedades.

Los mercados financieros se tambalearon en medio de una andanada importante de ventas. Aparte de la deuda de mayor riesgo y cualquier activo vinculado al mercado inmobiliario, los inversionistas se desprendieron de acciones, de deuda de los mercados denominados emergentes y hasta de los bonos de empresas con grado de inversión (libres de riesgo).

El declive de los mercados en Estados Unidos afectó a todas las bolsas de Europa y a las de Latinoamérica (San Pablo, México y Buenos Aires, entre las principales).

A medida que los inversionistas vendieron acciones y deuda, compraron bonos del Tesoro de Estados Unidos, lo cual hizo que disminuyeran los retornos. En efecto, el retorno sobre el bono del Tesoro a 10 años cayó a un 4,8%. Se trata de una de las mayores variaciones en el mercado de bonos de los últimos años.

En el mercado accionario, los inversionistas se deshicieron de acciones en industrias cuyo desempeño está ligado a los ciclos de la economía, como las compañías energéticas, industriales y de commodities. Hasta ahora, esos sectores se encontraban entre los líderes del mercado, una señal de que los inversionistas creen ahora que la economía se desacelerará.

De continuar el “nerviosismo” mundial en las bolsas, los grandes inversores pueden empezar a salir de los mercados emergentes, considerados de mayor riesgo, como es el caso de los latinoamericanos. Esa situación podría traducirse en menos inversiones extranjeras dirigiéndose a los países de la región. Igualmente, podría llevar a que haya menos interés en comprar bonos emitidos por los gobiernos de estos países, haciendo más difícil la financiación del gasto público y, posiblemente, llevando a recortes en dicho gasto. Además, la turbulencia en las bolsas también podría influir en el valor de la moneda de algunos países de América Latina.

La burbuja inmobiliaria. Un poco de historia reciente

A lo largo de 2002 y 2003, las bajas tasas de interés en Estados Unidos hicieron que la compra de activos inmobiliarios fuera un buen negocio. Pero, con el incremento de la demanda, los precios subieron y los compradores supusieron que dichos precios continuarían incrementándose. Así, esta burbuja se alimentó a sí misma: los deudores empezaron a tomar créditos que no podían pagar y los prestadores fueron relajando sus exigencias.

Desde 2005, diversos expertos comenzaron a alertar acerca del próximo desinfle de la burbuja inmobiliaria. Pero, en Estados Unidos, donde la brecha entre los préstamos inmobiliarios y los ingresos personales crecía sin cesar, la fiesta financiera siguió imperturbable.

En 2006, los precios de las viviendas comenzaron a descender y la burbuja se fue contrayendo, inexorablemente, con el consiguiente impacto negativo sobre la demanda y la producción.

Hacia fines del año pasado, aparecieron los primeros síntomas de desaceleración económica que se profundizaron durante el primer trimestre de 2007. En febrero se produjo el sacudón bursátil internacional que mencionamos, afectando en primer lugar a China, país que es muy dependiente de la capacidad de compra del mercado estadounidense.

¿Qué sucede en Estados Unidos?

La acumulación de déficit fiscales (en 2006 ascendió hasta US$ 247.000 millones, es decir, 1,9% del PBI) y externos (el rojo de la balanza comercial –la diferencia entre exportaciones e importaciones– fue de US$ 763.600 millones), la degradación del dólar y el desinfle de la burbuja inmobiliaria hacen inevitable la desaceleración de la economía estadounidense.

En los últimos años, la burbuja inmobiliaria junto a la avalancha de gastos militares y las reducciones de impuestos, lograron que la economía del país saliera del estancamiento, pero a costa de inflar un consumo no respaldado por el desarrollo productivo local.

Por otro lado, se sumaron las deudas interna y externa, y los créditos fáciles; en especial, los destinados a las viviendas crecieron de manera desmesurada. Asimismo, se expandió el déficit energético.

Un estado de guerra permanente

Junto a todo lo mencionado, hay que destacar que sin un estado de guerra permanente, la economía estadounidense deja de funcionar.

La paz es contraria a sus intereses: afecta al complejo militar-industrial, sobre el cual sostiene su economía y toda la cadena productiva. Asimismo, se ha producido una convergencia de intereses que fue reconfigurando al tradicional complejo militar-industrial para transformarlo en una extendida red de grupos financieros, petroleros, industriales, políticos, militares y paramilitares mafiosos.

La estrategia del gobierno de Bush combinó una expansión rápida de una burbuja consumista–financiera, para producir un fuerte despegue económico, asociada a una ofensiva militar que le daría la hegemonía energética global y, desde allí, la primacía financiera arrinconando a las otras potencias (China, Unión Europea, Rusia). En efecto, a partir de 2001 apostó a una victoria de sus fuerzas armadas que le permitiría controlar militarmente la franja territorial que va desde los Balcanes en el Mediterráneo Oriental hasta Paquistán, atravesando Turquía, Siria, Irak, Irán, las ex repúblicas soviéticas de Asia Central, la Cuenca del Mar Caspio y Afganistán.

La dirigencia estadounidense sabía que la burbuja económica lanzada en paralelo a la ofensiva militar no podía sostenerse por mucho tiempo. Los desajustes financieros se acumularían y la burbuja de créditos inmobiliarios terminaría por desinflarse. Los halcones del Pentágono consideraban que la victoria militar del imperio permitiría redefinir las reglas de juego económicas del planeta.

Pero… todo salió mal; se empantanaron en Irak, y la ofensiva sobre Eurasia fracasó.

¿Hacia dónde va la economía mundial?

Ahora, al promediar el 2007 –más allá de altibajos y efímeras recuperaciones–, el interrogante central es cómo y a qué ritmo se propagará el enfriamiento al conjunto de la economía mundial. Por ejemplo, ¿cómo afectará a los precios de las materias primas (en primer lugar, el del petróleo)? ¿Habrá pronto una recesión con caída general de precios o bien una combinación de recesión e inflación parecida a la estanflación de los años 1970? ¿Se darán grandes contracciones de negocios financieros combinados con nuevos brotes especulativos?

Esta crisis no se parece a ninguna de las anteriores. Este nivel de hipertrofia financiera nunca antes había sido alcanzado. También es inédito el grado de interdependencia entre todas las grandes economías y, además, se mezclan peligrosamente aspectos característicos de una crisis de sobreproducción con otros propios de un período de subproducción de productos fundamentales para la supervivencia del sistema.

Esta es una situación muy delicada en la que la economía mundial resulta cada vez más inestable. En efecto, la crisis del sistema –que ya lleva varias décadas–, con una caída importante de la tasa de ganancia, no puede ser solucionada por el capitalismo, ya que una parte creciente del excedente económico no encuentra una salida rentable en la producción real (que permite la expansión del sistema productivo) y tiene que acudir a una salida alternativa: las colocaciones financieras. En este sentido, el sistema se plantea diferentes “soluciones” para el corto plazo (aumento de la “mundialización financiera”, por ejemplo) que no hacen otra cosa que agravar las tensiones y contradicciones del sistema en el largo plazo.

No hay respuesta racional por parte del sistema para salir de una crisis que se ha instalado en el tiempo y se ha profundizado año tras año. Es evidente que la crisis estructural de la acumulación capitalista no ha sido superada ni está en vías de serlo.

Marcelo Viña

 

En ASIA:

Estados Unidos amplía sus guerras coloniales

En estos días, el Congreso norteamericano resolvió eliminar el derecho a la privacidad de cartas, mails, teléfonos: pueden ser intervenidos indiscriminadamente con solo invocar la ley recién sancionada.

La medida forma parte del desmantelamiento de los restos de democracia imperialista que se opera en todos los terrenos con el pretexto de un “terrorismo” que el mes que viene cumple seis años (desde el 11S-2001) sin haber realizado una sola acción más en territorio estadounidense. ¡Curiosos terroristas! que, tras un atentado tan grandilocuente y exitoso, no avanzan con otros ataques. Y esto no se debe precisamente a que Bush obligue a todo el mundo a sacarse los zapatos en sus aeropuertos. Ese tipo de medidas no está destinado a prevenir “el apocalipsis” sino a sembrar pánico entre la población civil, para que acepte mansamente la ofensiva guerrerista del imperio, supuestamente “atacado”.

Si el Congreso de los dos grandes partidos (Republicano y Demócrata) pudo tomar tamaña acción antidemocrática, no es sólo por decisión de las grandes corporaciones a las que representan, sino también porque el movimiento de resistencia a la invasión a Irak dentro de los Estados Unidos no se parece en nada, por lo menos hasta ahora, al que se opuso a la guerra en Vietnam. El actual es una corriente más ligth, poco movilizadora, menos militante y radicalizada.

Regionalización de las guerras

Estados Unidos está muy cerca de perder la guerra en Irak; tiene dificultades en el Líbano y en Palestina, y no logra avanzar en el aislamiento de Irán y de Siria. Como muestra de esto último, en estos días se supo que el famoso armamento que –según Bush– Irán y Siria le entregaban a la resistencia iraquí, en realidad era suministrado por el propio presidente de los Estados Unidos a quien se le habían “perdido” medio millón de fusiles y pistolas.

Pero, en su afán de conquistar el poder hegemónico del petróleo y las riquezas del planeta, Estados Unidos dobla la apuesta: el asalto a la Mezquita Roja en Paquistán rompe el acuerdo del tirano aliado de Bush en ese país, y el pacto de no agresión existente con las multitudinarias corrientes talibán. Y establece un curso de posibles enfrentamientos militares dentro del propio Paquistán que, a su vez, van a ser fogoneados por el aumento de la resistencia afgana a la ocupación. Alcancen como ilustración las declaraciones de “la paloma” Barak Obama que salió golpeado del debate con Hillary Clinton por decir que él no tendría problemas en reunirse con el presidente iraní Amajinejad, o con Chávez. Para mejorar su imagen, a las pocas horas declaró que no tendría inconvenientes en bombardear con las armas que sea, la frontera de Afganistán y Paquistán para matar –supuestamente– a Bin Laden.

Decíamos que a pesar de golpes y dificultades, Bush y Cheney seguían redoblando la apuesta militar. Tal es el sentido del ofrecimiento de un préstamo especial por US$ 63.000 millones a Israel, Egipto y otros países menores para tratar de construir una fuerza militar importante que no dependa sólo de Israel sino que incluya a grandes países y ejércitos árabes.

Por otra parte, Estados Unidos acaba de suscribir un importante acuerdo nuclear con la India en prevención de que se pueda derrumbar el régimen paquistaní y se caotice una región con una fuerte presencia atómica en tres países muy importantes: China, India y Paquistán.

Primeras impresiones

La lucha contra la guerra en Asia y Medio Oriente es una tarea vital para que todo el mundo, en todos los continentes pueda enfrentar la barbarie que viene avanzando a pasos agigantados junto a la descomposición imperialista.

Todo el horror de Irak, Palestina y toda la región es sólo una muestra de lo que se está preparando para intentar impedir que Estados Unidos deje de ser la primera potencia mundial, utilizando todo, y siguiendo cualquier camino para mantenerse en ese efímero lugar; salvo en el terreno militar. En él, su superioridad tecnológica es abrumadora pero, al mismo tiempo, carece de una fuerte infantería capaz de luchar y ocupar el terreno de batalla en lugar de pegarse un tiro en un pie para que le den la baja.

En nuestra opinión, hay grandes tareas para enfrentar este proceso de barbarización. La primera es explicar, explicar y explicar a millones de personas que no se trata de guerras lejanas que no tienen nada que ver con los habitantes de otros lugares distantes como el nuestro, y que es necesario ponerse de pie y luchar en la más amplia unidad de acción, aunque sea por un solo punto: contra la guerra y por la derrota de Estados Unidos y sus aliados.

Lo segundo es luchar por la revolución para derrotar al imperialismo y al capitalismo en países, en continentes y en el planeta todo, e inaugurar el camino al socialismo, a la liquidación de las fronteras trazadas para dividir la fuerza de los explotados, y a la hermandad entre los seres humanos.

Jorge Guidobono

 

Marcha contra el miserable aumento de US$ 20 a sobrevivientes judíos israelíes
¿La solución final de Olmert?

Con sus números de presos grabados en los brazos, pijamas a rayas y la estrella amarilla que les obligaron a usar durante su cautiverio en los campos de concentración nazis, el domingo 5 de agosto marcharon por Jerusalén unos 3.000 sobrevivientes judíos que viven en Israel.

Marcharon en repudio del miserable aumento de 20 dólares a sus pensiones.

Esto está provocando un serio debate e indignación en la población israelí por una situación de larga data. Desde hace un año y medio, los sobrevivientes del Holocausto vienen denunciando: “Me dan 3.000 shékels (unos 694 dólares) de pensión, eso es todo lo que tengo para vivir, y de ahí tengo que pagar alquiler, medicamentos, comida, electricidad, gas”. Así se lamentaba, entre sollozos, Menahem Ogrodovich (86), que fue “habitante” del gueto de Varsovia. Parece el relato de cualquier jubilado argentino o de otro Estado tercermundista. Pero no. Se trata de un sobreviviente del nazismo, que vive en el Estado de Israel, supuestamente, su Estado.

Los manifestantes se dirigieron a las oficinas de Ehud Olmert en Jerusalén, en lo que denominaron “marcha por la vida”, en contraposición a la “marcha de la muerte”, que es como se denominaban las caminatas que los nazis obligaban a hacer a los judíos, en las que murieron decenas de miles de personas.

El jefe de Estado declaró: “La exageración no es aceptable, publicar una foto de una mujer con un pijama a rayas y una estrella amarilla para hacer un llamamiento a una manifestación rebaja el debate a un nivel intolerable”. Y denunció en su consejo de ministros dominical “a los que explotan el Holocausto para intrigas políticas”.

Lo “insoportable” es que un tercio de dichos sobrevivientes vive en la extrema pobreza, cuando Alemania indemnizó millonariamente al Estado hebreo para que mantenga a las víctimas de su pasado régimen nazi. Los manifestantes, son los peores pagos comparados con los que viven fuera del Estado de Israel, porque a los otros les llega la ayuda directamente del gobierno alemán. Es decir, los sobrevivientes israelitas viven las consecuencias económicas del proyecto sionista que se materializó con el supuesto propósito de protegerlos.

Así y todo, el ministro de Asuntos Sociales, Itzhak Herzog, declaró: “Una marcha en la que los participantes vestirán uniformes de presos y estrellas amarillas por una disputa (económica) con el Gobierno es un insulto a la memoria del Holocausto”. Justamente, se lo dice a las víctimas directas de aquel Holocausto.

Los participantes de la marcha denunciaron que el gobierno especula con la “solución biológica”. Es decir, esperar a que mueran los ancianos: se calculan 30 defunciones por día sobre un total aproximado de 240.000 sobrevivientes.

El problema trasciende al actual primer ministro. La situación de los sobrevivientes viene de arrastre; y no por falta de dinero.

El Estado de Israel se muestra extraño ante la suerte de los ancianos. Demuestra que su creación nada tuvo que ver con el objetivo de “garantizar el bienestar de los judíos”, como argumentan algunos de sus representantes cuando se les cuestiona su papel hacia el pueblo palestino.

Este emblemático conflicto descorre el velo de la maquinaria ideológica, económica y militar que significó la creación del Estado de Israel en favor de los intereses imperialistas en la región, en particular de los estadounidenses. Israel es el principal beneficiario de la ayuda externa económica y militar de Estados Unidos.

Salta a la vista, que el objetivo de la creación del Estado de Israel a posteriori de la Segunda Guerra no ha sido ni es la protección del “perseguido pueblo judío”. Por lo contrario, Olmert está demostrando que la “solución final” que no llegó a ejecutar Hitler, él sí está dispuesto a llevarla adelante. Ya no se trata aquí de hablar sobre el derecho o no del pueblo judío a tener su propio Estado y de las “razones” para su instalación en territorio palestino.

El genocidio gradual de los sobrevivientes de los campos de concentración de Hitler será una mancha imborrable para Olmert y todos los autores de este crimen horrendo que está ocurriendo frente a nuestros ojos, a más de 60 años del fin de la guerra.

La responsabilidad cae también de lleno sobre el patrón de Olmert: George W. Bush (h.).

H. Verjádez

Fuentes: ANSA, EFE y Clarín, 6/8/2007.

 

Fuera la Gendarmería del Hospital Francés:

Primero fueron al Hospital de Clínicas, ahora al Francés. ¿Esa es la “atención de la salud” del gobierno de Kirchner? Necesitamos médicos, enfermeras, técnicos, ¡no gendarmes!

LIBERTAD a Fernando Esteche y demás presos políticos de “Quebracho”

Están tras las rejas mientras les fijan fecha para llevarlos a juicio oral por participar de una protesta frente a la casa de Neuquén ante el asesinato de Carlos Fuentealba.

Ellos están en la cárcel y el asesino de Fuentealba y su jefe, Sobisch, están libres.

Para mayor información: www.quebracho.org.ar

Escríbales a: quebracho@quebracho.org.ar

18 de AGOSTO: 11 MESES SIN JULIO LOPEZ. APARICION CON VIDA

SOLIDARIDAD con los trabajadores del Hotel BAUEN

Ellos mantuvieron y ampliaron las fuentes de trabajo, y una orden judicial pretende desalojarlos en beneficio de la empresa que lo vació y estafó al Estado.

Para mayor información y enviar su apoyo:
prensatrabajadoresdelbauen@yahoo.com.ar
Tel: (011) 4371-9505 - Callao e/ Corrientes y Sarmiento - CF.

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FUERA las tropas argentinas de Haití.
FUERA Bush de América Latina.

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SUPLEMENTO ESPECIAL

A un mes de la pérdida del camarada Ernesto González

El lunes 16 de julio, a los 83 años, Ernesto González cesó, por primera y última vez, todas las actividades que ocuparon su vida.

Pocos meses antes, con motivo de la proximidad del 20º aniversario del fallecimiento de Nahuel Moreno, un joven del programa “FMI” (Fuimos Muy Ingenuos) de Radio La Tribu, se contactó telefónicamente con el local de la Liga Socialista Revolucionaria. Solicitaba mantener una entrevista personal con Jorge Guidobono y Ernesto González para conversar sobre el tema, sobre los orígenes de la corriente de Moreno, su desarrollo, la explosión posterior a su muerte y las perspectivas actuales para el movimiento trotskista.

Así fue que, en la cálida tarde del 23 de enero de este año, en una sala de la sede de la LSR, se desarrolló un extenso diálogo que hoy queremos ofrecer a todos nuestros lectores.

Lo que sigue, a lo largo de cuatro páginas, es la desgrabación sin editar de lo que se dijo aquella tarde.

Ernesto González (EG): Me inicié a la vida política desde que fui un poco consciente. Yo nací en 1924, mi padre era de origen español, y cuando estalló la revolución española –y yo tenía ya una edad como para entender cómo era la revolución española– y me interesaba profundamente ese fenómeno político. Mis orígenes políticos están en ese momento. Mi viejo tenía una sastrería en Pehuajó y me gustaba ir de noche a donde se reunía un pequeño cenáculo de Pehuajó en el que se discutían los pormenores de la guerra civil española. Detrás de las mercaderías que tenía mi viejo, ahí escuchaba los problemas que se discutían. Para mí ése es mi inicio político.

Con el correr de los años, no encontraba una salida política. También como producto de la guerra civil española, mi viejo era algo así como simpatizante del Partido Comunista. Pero en el año 1939 con la liquidación de hecho de la Unión Soviética en el acuerdo que se hizo con Alemania, ahí dije: “No puedo ser del Partido Comunista, ni borracho”.

Me recibí de profesor de historia y me iba a ir Europa para conocer la civilización europea. Un amigo, que acababa de venir de Europa, nos contó sobre una reunión trotskista y nos dijo: “Yo tengo un pariente allá que los puede ayudar si van a Europa”. Yo me pensaba ir con el hermano de Luis Vitale, un profesor de historia chileno. Bueno, “macanudo” le digo y ése fue mi “minuto fatal”, porque empecé a atacar a los trotskistas de acuerdo con las posiciones estalinistas que tenía, y me hizo “bolsa”. Me llamó la atención y me terminó captando para el trotskismo y ahí inicié mi vida trotskista.

¿Quién lo terminó captando para el trotskismo?

EG: Nahuel Moreno, en 1952. Tengo un hermano que vive en Pehuajó que me cuenta una anécdota que es reveladora. Mi viejo, tenía antecedentes anarquistas y después filo-estalinistas por la guerra civil española. Cuando yo entré a militar me venía a visitar todos los meses. íbamos al teatro, al cine, etc., etc. Pero la mayor parte de las citas que arreglábamos yo se las postergaba o no se las cumplía. Dejó de venir a Buenos Aires porque no tenía oportunidad de verme. Mi viejo un poco protestaba con mi hermano por esas ausencias mías pero él me defendía: “Papá, ¿vos hacés responsable a Ernesto? Si vos fuiste quien nos imbuiste de todas las ideas de izquierda”. Lo digo para tener en cuenta la dialéctica que hay en la formación de uno.

¿Cuándo ingresás al trotskismo, dónde precisamente lo ubicás?

EG: Entré al poco tiempo en un frigorífico, que en aquel momento no estaban en la decadencia que están hoy en día, sino que eran todavía vanguardia de los procesos sociales y sindicales. Primero entré en La Blanca, una fábrica que debe haber desaparecido, que estaba frente al Riachuelo (el Anglo también estaba frente al Riachuelo). Un día quise mostrarle a mi hija donde estaba el Anglo y no estaba más.

Después entré en el Anglo y me hice dirigente en el proceso de huelga de 1955.

¿Qué organización política era en ese momento?

EG: El POR, habíamos pasado al Partido Obrero Revolucionario. Llegué a ser delegado; no más de ahí. Estábamos en pleno proceso de la llamada Revolución Libertadora y lo único que llegué a ser fue delegado, pero construimos dentro del Anglo, que es donde me eligieron delegado. Porque de La Blanca me echaron, no por actividad política sino por falta de trabajo en el frigorífico en aquel entonces. Del Anglo sí me echaron porque caí preso en una reunión y estaba el proceso militar y, entonces, no me retomaron.

¿Y seguís vinculado al morenismo?

EG: Desde entonces. Hoy en día estoy echado del “nuevo MAS” y aunque no queremos formar un nuevo partido ni nada por el estilo –porque opinamos que ya bastante diáspora ha habido– quiero que de alguna forma se reconozca el nombre de quienes puedo hablar de esa vieja tradición, o de esa vieja formación, más allá de que hoy hagamos un balance crítico de algunas cosas.

Jorge Guidobono (JG): Bueno, casi me da vergüenza hablar porque tengo mucha menos historia. Soy, en lo fundamental, hijo de la revolución cubana. Yo era profundamente antiestalinista. Era de una familia politizada –profesionales, abogados–, que vivía mucho la política. Y en 1956 seguí con atención, en particular, la revolución húngara. En aquel momento tenía 12 años y llegué a una conclusión muy categórica: no se puede ser comunista masacrando obreros. En mi casa se recibían cuatro diarios por día, y yo los leía. En realidad, la revolución cubana –antes de triunfar– me fue abriendo la cabeza. En 1958, siendo estudiante secundario, organicé un paro en el liceo al que iba en Montevideo, a favor de la revolución cubana.

Los guerrilleros eran los “Robin Hood democráticos”… Llegué a ver a Fidel Castro en 1959 y en 1961 llegué a ver al Che cuando viajó a Montevideo para participar de la Conferencia de Punta del Este. Habló en la Universidad de Montevideo –y yo lo vi, como un monito, trepado a una columna, porque había muchísima gente– y me impresionaron mucho sus ojos. Las palabras del Che no las recuerdo demasiado. Pero sí recuerdo sus ojos: mostraban un odio de la hostia, y valían la pena. Entonces me dije: “Por acá pasa la cosa”.

En esa actividad (de 1961) mataron a un profesor de Historia que se llamaba Arbelio Ramírez. Yo estudiaba la carrera de Abogacía. Y un profesor de italiano –que era fascista, como todos los profesores de esa época– dijo: “Bien muerto está Ramírez, por comunista”. Entonces, los estudiantes organizamos una movilización muy fuerte y un boicot hasta fin de año. (Aunque hasta fin de año sólo llegamos dos con el boicot. Empezamos todos, pero lo terminamos dos.) Ahí empezó mi historia.

Me ligué al trotskismo. Empecé a trabajar, a los 18 años, en 1962 en el principal banco del país. Lo había comprado Rockefeller, y lo había tercerizado –la tercerización no es de ahora–. Éramos ciento y pico de pibes que trabajábamos en el departamento inmobiliario del mismo banco, con las mismas tareas, los mismos horarios, pero cobrábamos menos. Y en 1966 hicimos una huelga de un mes –¡contra Rockefeller!–, ¡y la ganamos!

Pero la burguesía no perdona. Y en el primer Estado de sitio –octubre de 1967–, como parte de un gran operativo, me echaron. Resistimos hasta donde pudimos. La patronal decía: “Tiene razón Guidobono: el dueño de todo esto es Rockefeller. Y a Rockefeller no le importa nada cerrar este banco si es necesario”. En consecuencia, creó pánico en un sector de los empleados. Perdimos esa huelga. Y la primera vez que fui “rentado” para la revolución, fue porque mis compañeros del banco hicieron colectas durante un año y medio para que pudiera cobrar un sueldo; todos los meses juntaban la plata y me pagaban un sueldo.

En medio de ese proceso me ligué al trotskismo. El trotskismo de Uruguay en ese momento era Posadas. Me ligué al posadismo en 1964-65. Y después, en 1968-69, cuando fue cambiando el mundo, y en 1969 rompo con él y formo un grupo distinto –la Liga Espartaco– con viejos compañeros (para ese entonces yo apenas tenía 25 años). Logramos desarrollar una actividad importante, dentro de lo pequeño del trotskismo en Uruguay, que era muy marginal y estaba marcado a fuego por el peso del estalinismo y de la guerrilla. Intentamos dirigir también a la Corriente de Izquierda antiestalinista, que estaba ligada a Tupamaros. Los Tupamaros me condenaron a muerte, pese a que me conocían, porque no era “disciplinado”… bueno, esas cosas nefastas que hace la guerrilla; hicieron todo tipo de canalladas. Unos años después, conozco a Moreno en Uruguay, y marchamos a una unificación muy principista (el FURS).

¿En qué contexto?

JG: En 1971, cuando se funda el Frente Amplio, nosotros hacemos un acuerdo con el grupo de Moreno, que dirigía Ernesto, para ir juntos a las elecciones por el Frente Obrero y Socialista. Y tuvimos que aceptar la candidatura a presidente de Seregni, cosa de la que hoy opino que estuvo mal, y yo estuve mal porque en aquel momento estuve de acuerdo.

Así llegamos a 1972, que fue el año más represivo que yo conocí en la historia de Uruguay, y hacia el golpe de Estado. Es cuando revientan a Tupamaros, y a buena parte de la vanguardia obrera. Había asambleas en FUNSA, ocupada por los trabajadores, pese a que tenían secuestrados a sus principales dirigentes. Después viene el golpe. Sobre esto yo escribí un trabajo en 1974 que se llama “Quince días que conmovieron a Uruguay”, donde denuncio el papel del PC como el enterrador de la posibilidad revolucionaria y cómo los restos de Tupamaros fueron cómplices de eso.

Para ese momento, la policía ocupa mi casa y tengo que huir raudamente de Uruguay. Vengo a Buenos Aires, “con lo puesto”, y soy recibido muy, muy fraternalmente, de puertas abiertas por Moreno. De eso hace ya 33 años.

¿Cuál es la visión de ustedes de lo que es el “morenismo”, o la “corriente morenista”? ¿Cuál es la visión hoy, a 20 años del fallecimiento de Nahuel Moreno, habiendo pasado por el PST y el MAS, el partido con mayor influencia de masas que ha dado, sin lugar a dudas, el trotskismo argentino y, quizá, latinomericano? ¿Qué visión tienen hoy sobre Moreno, el trotskismo y el morenismo?

EG: Yo me reclamo de la corriente morenista, y creo que Moreno en especial y la corriente morenista llegaron a tener –no influencia “de masas” como dijiste vos– cierta influencia dentro de la vanguardia del movimiento obrero. Esto se debe, vuelvo a decir, al trabajo de la corriente pero fundamentalmente al trabajo del dirigente fundamental que fue Nahuel Moreno. Él fue el que “nos hizo” a nosotros, fue con quien nosotros nos fuimos formando. No había otra salida, otros ejemplos.

Yo recuerdo las lecturas de José Ingenieros, pero no significaba nada desde el punto de vista de la formación partidaria, ni nada por el estilo. En cambio Moreno sí. Tenía como principal objetivo la creación de un partido no sólo a escala nacional sino a escala mundial. Es decir, la neta diferenciación tanto con el tradicional Partido Socialista y con el Partido Comunista. Fue un polarizador de esas inquietudes más sanas y verdaderamente revolucionarias.

Ésa es la visión que tengo de Moreno que fue el adalid en ese proceso. Desgraciadamente se murió y entones afloraron, en lo fundamental –para mí–, las tendencias de clase media que había. El movimiento del proletariado no empujaba lo suficiente para que surgieran dirigentes de envergadura, los dirigentes comunistas estaban todos corrompidos gracias a la política de los partidos comunistas y no surgían dirigentes obreros.

El que recuerdo de mi época, era un dirigente anarquista, amigo nuestro porque habíamos sido los únicos que lo habíamos ayudado antes de 1952; es decir, antes de mi ingreso al partido. Por desgracia, terminó trágicamente, suicidándose por problemas personales y porque ya estaba afuera de la fábrica. Pero no había dirigentes sindicales y un movimiento obrero que presionara contra la influencia de clase media que teníamos.

La muerte de Hugo –Nahuel Moreno– ayudó para ese proceso de diáspora que hubo. Igual, tratamos de defender –personalmente– la concepción de la necesidad de la formación de direcciones verdaderamente revolucionarias dentro del trotskismo.

El impreso que te acaba de entregar la compañera de la LSR (que es mi discurso en el entierro de Moreno en 1987), a quienes yo he autorizado para que lo publiquen, termina con ese planteo: que lo fundamental era defender la formación de esos grupos de dirección para no terminar como hoy estamos. Aunque creemos que nada se termina aquí y que es posible un proceso de reversión de la diáspora que se produjo a partir de 1987, de la bifurcación o multiplicación de las corrientes que se reivindican del trotskismo. Desgraciadamente, el movimiento obrero no presiona hoy lo suficiente para obligar a esos distintos partidos que se reivindican del trotskismo a reunificarse, reagruparse, etc., etc.

En eso vamos a coincidir con el compañero Jorge: en reivindicar uno de los objetivos estratégicos, que es el reagrupamiento del trotskismo revolucionario y cuidando los cuadros de dirección y cuidando de generar la ligazón estrecha con las bases del movimiento obrero. No significa que seamos elitistas –por lo menos en mí–, y creamos que es nada más un problema de cuadros y de dirección. Pero sí es un problema muy importante ayudar a la construcción de la dirección.

JG: Yo reivindico mucho a Moreno, en dos aspectos centrales. Él era un hombre mayor que yo pero, en un punto, nos cruzamos. Ese punto es la revolución cubana y la avalancha guerrillera que había en América Latina, de la cual no se salvó nadie, nadie. Yo nunca estuve en la guerrilla, entre otras cosas, porque Uruguay –pese a que quisiéramos hacer la guerrilla, y la terminó haciendo Sendic– no tiene selva, ni bosques, ni campesinos. Hubo compañeros que se fueron a la sierra de Minas y, cuando se les terminaron las latas de paté y los sandwichitos, volvieron a la ciudad y dijeron: “Ya demostramos que se puede sobrevivir en la sierra”; era muy ridículo.

¿Qué reivindico de Moreno? Reivindico de Moreno que, sin tener una posición cerrada ni mucho menos, ante esa avalancha guerrillera de comienzos de la década de 1960, fue capaz de detenerse al borde del precipicio.

Porque la revolución, para mí –cada vez más claramente con el correr de casi 50 años–, o la hacen millones y millones de obreros, campesinos, estudiantes, pobres de la ciudad y el campo, o no hay revolución. Menos aún mediante un aparato armado, pero tampoco mediante un partido. El partido tiene que ayudar a hacer la revolución pero no sustituye a esos millones: son esos millones de personas los que tienen que hacer la revolución. El estalinismo inficcionó al movimiento obrero y de masas en el mundo acerca de que la revolución es “patrimonio del partido”. Y eso es absolutamente falso. Es una porquería estaliniana. El partido debe y tiene que ayudar mucho al triunfo de la revolución… pero si los obreros y los estudiantes no están dispuestos a matar y a morir, no hay revolución, no tengo dudas.

Moreno se detuvo, y muy bien, en ese punto, y ésa fue la ruptura con Santucho: “la fábrica o el monte”, para decirlo metafóricamente.

La segunda cuestión que yo reivindico extraordinariamente de Moreno es su enorme valentía intelectual para plantarse frente a Perón, al Gran Acuerdo Nacional en 1972-73. ¡Había que plantarse frente a Perón!; todo el mundo era peronista. Y el que no lo era, era “de derecha”, era “gorila”, era… cualquier cosa. Y Moreno logró, contra la corriente, armar un partido pequeño pero importante. Sacó 70.000 votos el 11 de marzo de 1973 y 180.000 en septiembre contra la fórmula Perón-Perón, los jefes y fundadores de las Tres A.

Si nosotros existimos, aun fragmentados, es gracias a ese coraje político e intelectual de Moreno. No tengo la menor duda de eso. Esto no quiere decir que haya hecho todo bien; pero un balance de un dirigente no es una suma y resta. Puedo hacer una larguísima lista de errores que tuvo Moreno. Y, de mí, cualquiera podría hacer una lista infinitamente más larga.

Pero ése no es el problema, el problema es si tuvo grandes aciertos. Y opino que Moreno tuvo grandes aciertos. Para mí, los fundamentales son esos dos, junto al intento de una proyección… no estoy seguro si internacional, pero sí latinoamericana muy importante, en condiciones muy adversas.

Hoy, posiblemente, el partido trotskista más importante que hay en el mundo es el PSTU brasileño. Recuerdo perfectamente que en 1974 vinieron cuatro compañeros huyendo de Chile, a pedirle a la dirección del PST argentino $15.000 para fundar un partido en Brasil. Y hubo mucha discusión –$15.000 era nada– sobre si no era una aventura. Bueno, hoy, es el principal partido trotskista, no de América Latina… me parece que es más importante que la LCR francesa. Yo no coincido con muchísimas de sus posiciones, pero no se puede negar esa realidad: es fáctica. Y lo armaron cuatro compañeros en 33 años. Y eso tiene que ver con Moreno, que ayudó mucho en Brasil; incluso estuvo preso en ese país. En 1978 teníamos que hacer una reunión en San Pablo; viajamos 44 horas en micro y, cuando llegamos, nos esperaban los compañeros para decirnos que Moreno y toda la dirección brasileña estaban presos y tuvimos que tomar otro micro para viajar otras 44 horas de vuelta para no caer presos.

Esto no es un himno reverencial hacia nadie. Yo soy muy poco reverencial: ni de Marx, ni de Lenin, ni de Trotsky… tampoco de Moreno.

Hace unos años, en 1999, en una reunión abierta de la dirección del MAS, a la cual me invitaron pese a que me había ido en 1992, expresé lo más profundo de lo que pienso sobre Moreno: “Yo no soy morenista; sin embargo, Moreno fue el marxista vivo de quien más aprendí”. No es un mero elogio: es lo que fue. Mi vida ya es bastante larga, y decir de alguien que es el marxista vivo de quien más aprendí, es decir mucho.

Hoy por hoy, en opinión de ustedes (de Ernesto, de Jorge), ¿esa “escuela morenista” es la que hay que aplicar aquí en la Argentina?, ¿se siguen reinvidicando morenistas?

EG: Indudablemente, yo me reivindico de esa trayectoria. En eso coincidimos con Jorge. Es una trayectoria llena de errores, pero es la única que acá en la Argentina –y me animaría a decir que a escala latinoamericana y mundial– rescatamos. Independientemente de que yo soy “hincha” –y Jorge también– de tratar de lograr un reagrupamiento. Creo que en todos los grupos y sectores a escala nacional, latinoamericana y mundial, existen elementos rescatables para pelear por un verdadero trotskismo obrero e internacionalista, cosa que no existe.

Creo que es la única vía posible. Pero como ejemplo, superando los errores que se cometieron, etcétera. Eso es lógico. No somos magos, ni opinamos que todo lo que se dijo fue correcto. Eso sería estúpido. Creemos que hemos aprendido bastante. Pero sí creemos que es una escuela que dejó muchos elementos para que los tomemos quienes nos consideramos revolucionarios. E insistir en esos valores que hemos tratado de resumir en esta charla que sintetizan el contenido de lo que se puede llamar corriente morenista.

Más allá de las diferencias, o de si “soy o no soy morenista”. Por ejemplo, tenemos más acuerdo con Jorge, que no quiere identificarse con esa terminología, que con compañeros que se golpean el pecho diciendo “Soy morenista, soy morenista”. Yo también valoro eso. Por eso ahora estoy trabajando en comunidad con él para ver si logramos ese objetivo común, que es el reagrupamiento de los revolucionarios. Insisto: de los revolucionarios, no sólo de los trotskistas que venimos de esta corriente morenista. Porque si no creemos que vamos a poder incorporar a más compañeros a una corriente revolucionaria [no tenemos futuro].

Gracias a esas enseñanzas, podemos sentar bases para una reconstitución, un reagrupamiento de una corriente de trotskistas y no trotskistas, pero que abrazan el camino revolucionario. Con el objetivo de tener una influencia de masas que no logramos ni aun en la época de Moreno.

JG: Yo creo que nosotros tenemos que reivindicar nuestra historia. Quien no reivindica su historia, es un renegado. Y yo la reivindico, incluyendo todos los aciertos que nos posibilitaron ser el principal partido de izquierda en la Argentina… Y todos los errores, que fueron muchos y son obvios.

Hay un pensamiento “mágico”, que impuso el estalinismo, acerca de que el partido no se equivoca. Y el único partido que no se equivoca es una secta ramplona y estéril. Cualquier partido que intenta transformar la realidad, empezando por Lenin, el que cometió los mayores errores de todos nosotros porque era un gigante. Nosotros no podemos cometer los errores de Lenin, tampoco los de Trotsky, tenemos que cometer errores más chicos porque estamos a una distancia sideralmente inferior.

Pero el estalinismo creó un “culto mágico”, de tipo religioso, que hay que desterrar. El partido de Lenin no tiene nada que ver con lo que existió posteriormente. El partido de Lenin era abierto, democrático, luchaba, tenía posiciones distintas… Lenin solía quedar en minoría. Ése era un partido absolutamente vivo. Cualquier reconstrucción de un partido revolucionario –o como se llame– va a tener que ser así: con distintas posiciones, con opiniones, con tendencias, con debate… Si hay un pensamiento único, estamos muertos. Tratar de transformar el mundo y 8.000 años de historia de sociedades de clases sobre la base del pensamiento de un dirigente, es absolutamente una estupidez… en el mejor de los casos.

Frente a la revolución rusa, hubo una multitud de posiciones. Lenin era minoría, le rompían las cartas, las quemaban, cuando decía que había que hacer la insurrección. Todo eso está enterrado. Eso forma parte de los aciertos de Lenin. Pero la invasión a Polonia, por ejemplo, para el estalinismo está bien, porque lo hizo Lenin. No es así. Lenin se equivocaba gigantescamente porque era el revolucionario más importante –gigantesco– del siglo XX. Nosotros tenemos que salir de lo que dejó la derrota gigantesca de los años 1920-30. Esa derrota es a manos del imperialismo, que estranguló, aplastó, a la revolución rusa, la aisló; derrotó a la revolución alemana al precio que fuera… Y, sobre esa base, se instauró el estalinismo. Gradualmente al principio, pegando saltos descomunales en la década de 1930 y liquidando y asesinando a la dirigencia de la revolución de Octubre.

¿Qué tenemos que hacer nosotros? Me parece que tres o cuatro cosas.

La primera es ser sistemáticos y buscar pelear por algún tipo de frente, bloque o lo que fuere, de unidad del socialismo revolucionario.

La segunda: tenemos que ser pacientes.

La tercera, machacar y machacar, que ese bloque o lo que fuera, tiene que ser democrático.

Y la cuarta es que tiene que ser por la revolución y el poder. No tiene que ser por la consigna del salario móvil o algo parecido –de lo que no estoy en contra, obvio–. Pero si no hay revolución y destrucción del Estado burgués y cambio de manos del poder, no a un partido sino a las asambleas populares un millón de veces más grandes que las del 2001, no hay revolución. La salida no pasa por que se nacionalice tal o cual cosa. Todo eso hay que hacerlo, pero el problema es quién tiene el poder: o la burguesía, o el proletariado y sus aliados (los explotados, en un sentido mucho más amplio, que son mucho más numerosos hoy que hace 80 años).

Nosotros tenemos que trabajar por un reagrupamiento de las viejas fuerzas –en la medida que sea posible, sin forzar nada–, pero también tenemos que ser pacientes para esperar que irrumpan nuevos sectores de vanguardia revolucionaria juvenil, como están empezando a aflorar en Francia, en Chile y en algunos otros lugares. No hay revolución sin irrupción de la juventud.

El mundo cambió en 1968 porque se terminó la estupidización de los treinta gloriosos años del capitalismo de posguerra. Irrumpió la juventud en Francia, en América Latina, en México, en Brasil a pesar de que había dictadura, en Chile, en Perú, en Bolivia, en Argentina, en Uruguay, en todas partes. Y eso no depende de nosotros. Nosotros podemos ayudar, pero ésos son procesos internos que hacen a la descomposición del capitalismo y a la posibilidad que tengamos los socialistas revolucionarios de ayudar a la rebelión contra esa descomposición que está conduciendo al mundo a la barbarie, a la guerra, a la militarización, a la liquidación de la sociedad democrática. Empezando por Estados Unidos y Gran Bretaña que tienen de los restos de sus regímenes democráticos, un poco más que el Paraguay de Stroessner, que también llamaba a elecciones.

¿Qué sucedió previo a la muerte de Moreno? Existía un partido –el MAS– en el que, dentro de las diferencias internas, existía algo parecido a lo que están planteando ustedes ahora: la unidad de luchadores revolucionarios que pelean por llegar a la revolución socialista. ¿Qué pasó después de la muerte de Moreno, a nivel político, para que se produjera el estallido y nos alejáramos más todavía de esa unidad que estamos buscando? ¿Cuánto tuvo que ver con esto Nahuel Moreno?, ¿en qué se equivocó para que esto sucediera?, ¿o no se lo comprendió?

EG: Creo que en el curso de mi exposición insinué que, para mí, el factor fundamental es que el proceso de la lucha de clases a escala local y mundial no fue lo suficiente como para que pudiera presionar sobre el conjunto de nuestra corriente, impidiendo las desviaciones pequeñoburguesas que tuvimos. Más allá de la responsabilidad que a cada uno le cabe, para mí ése es el factor fundamental.

Segundo, el problema de la dirección tiene que ver con ese factor. No habiendo grandes expresiones de la lucha de clases, la dirección ésa no estaba probada. Y ni siquiera Hugo estaba probado frente a los problemas que se fueron presentando. Entonces, frente a esos errores de cada uno de los miembros de los grupos de dirección que se habían formado, fuimos incapaces de dar una salida.

Tenemos que aprovechar, estudiar, por eso por mi parte me propuse hacer la historia de la corriente morenista tratando de mostrar no sólo los grandes aciertos que hubo sino los errores, para que los futuros compañeros que tengan la responsabilidad de esta tarea, que muy bien resumió Jorge –como es llegar a la toma del poder por parte de la clase trabajadora y el movimiento popular–, pueda fructificar, pueda lograrse.

No hay contradicción entre lo que decimos Jorge y yo. La revolución la hacen indudablemente las masas. Pero sin un partido, el puro espontaneísmo que es una de las desviaciones actuales de esas nuevas corrientes anarcoides o seudoanarcoides –¿no?–, que creen que sin organización revolucionaria se puede avanzar hacia la revolución y el socialismo. Si las masas no logran constituir nada, pueden hacer una revolución, pero después esa revolución puede prostituirse de varias formas. Fijémonos en lo que ha pasado en la propia Rusia.

De esos dos elementos que señaló Jorge yo enfatizo un aspecto, que es uno de los problemas que hemos tenido: el problema de una dirección que no respondió, por falta de un proceso revolucionario suficiente, a la necesidad de rectificar los errores. Tenemos que aprender de esa experiencia que hemos hecho dentro del MAS para evitar, en el futuro desenvolvimiento del proceso revolucionario, caer en los mismos errores.

Ése es el alerta que yo creo necesario hacer. Porque la magnitud de la crisis del régimen capitalista hoy, me da la impresión que nunca la hemos visto. Pudo haber sido luego de la guerra de Vietnam, pero enseguida fue rectificada. En cambio, hoy, no pasa lo mismo con Irak…

Si no hay ascenso en el movimiento de masas; si ese proceso no sirve para que esa vanguardia que Jorge señaló se desarrolle en el resto del mundo, y termine en la constitución de un movimiento, las condiciones objetivas habrán madurado pero no se habrá producido el otro fenómeno interesante, que es la organización capaz de ayudar a dirigir el proceso revolucionario.

Ésa es para mí la encrucijada que tenemos planteada no sólo nosotros los trotskistas, sino todo aquel que aspira a ser revolucionario. Y frente a las ilusiones anarcoides –o no sé que nombre tienen hoy los grupos que plantean: “No, partido no. Organización no…”– debemos decir que la situación objetiva nunca ha estado tan madura como ahora. Hay despelotes por todos lados. Que hayan surgido dirigentes como Evo Morales, como Chávez, etc., etc., indican que las condiciones objetivas dan. No por eso yo voy a depositar confianza en Chávez, en Evo ni nada por el estilo. Me parece que se necesita otra clase de dirección. Eso no quiere decir tener una política sectaria, que no vea que no es lo mismo Chávez que Bush. Pero, bueno, ése es otro tema, que podemos dejar para mañana o pasado.

JG: Yo creo que en general los marxistas, incluso los maestros del marxismo empezando por Marx y siguiendo por Lenin y por Trotsky, subestimamos históricamente la capacidad contrarrevolucionaria de la burguesía. Esto ocurre desde el Manifiesto Comunista incluso, pese a que marca las grandes tendencias de la humanidad. Pero las marca sesgadamente. Y esto es lógico, porque Marx no era un dios ni un semidios ni nada por el estilo. Por ejemplo, Lenin y Trotsky, para mí, magnifican muchísimo el rol contrarrevolucionario, obvio, de la socialdemocracia y no enfatizan lo suficiente en la descomposición que el imperialismo produjo en el proletariado aristocratizado de los países imperialistas antes de la primera guerra mundial, por lo cual logró mandar a millones de explotados a las trincheras y a una guerra espantosa, en defensa de sus imperios.

Yo creo que lo que nosotros hicimos –en un plano cualitativamente distinto, porque nuestros errores no pueden ser los de Lenin o Trotsky– es subestimar la capacidad contrarrevolucionaria de los imperialismos y de las burguesías de toda la región, incluyendo la de Argentina.

Yo recuerdo una anécdota de Moreno, unos meses antes de morir. En el patio grande que hay en el local de la calle Perú, que fue la sede del viejo MAS, me dijo, como quien pregunta “tenés cigarrillos”: “Jorge, ¿vos creés que se viene la guerra atómica?”. Yo lo miré y le dije que estaba loco. Y le repetí los argumentos que él mismo explicaba acerca de por qué no podía haber guerra atómica. Y él me contestó: “Sí, Jorge, pero quien dirige al gobierno de Reagan –en ese momento ya era la guerra de galaxias– es un grupo de locos. Yo no sé qué puede pasar, pero no descarto nada”.

Nunca escribió eso, pero doy cuenta de que fue así. Y esta anécdota me quedó grabada porque, en realidad, en aquel momento, me pareció que el equivocado era él. Y es muy evidente, después del 11-S, con Bush & Cía., que el imperialismo lo único que no va a hacer es resignarse a morir con los brazos bajos. Va a inventar lo que sea…

Y nosotros, como corriente en la Argentina, no tuvimos ese reflejo. Como se estaba “derrumbando” la burguesía argentina, sobre todo después de los hechos de Semana Santa, nosotros –la dirección del viejo MAS– creímos que todo era tan simple como pasar por la Rosada y decir “Buenas, ahora nos toca a nosotros”. Y eso no existe. En un sentido, había una concepción lindante con el reformismo.

La burguesía tiene una capacidad de regeneración, de contraataque, infinita. Y nos rompimos los dientes a partir de que el MAS multiplicó la apuesta (“¡Vamos a tomar el poder!”). Teníamos un gran partido, pero en un país donde generaciones enteras de obreros y estudiantes, no estaban dispuestas a matar y morir para reventar a la burguesía y al imperialismo. Yo polemicé en 1989, diciendo: “Tenemos una rueda pequeña, la del partido –que es muy grande–, pero no hay una rueda grande –llámense soviets, cabildos o lo que sea– para disputarle el poder a la burguesía”. Y eso no surgió; eso no dependía de nosotros.

Cuando uno apuesta a que va a tomar el poder, y no lo hace… ni lo araña, el resultado es directamente proporcional a la apuesta. O sea, es un derrumbe, sobre todo porque no hubo capacidad crítica para reconocer “Nos equivocamos de acá a la China”, en lo fundamental. En cambio, se trató de buscar explicaciones menores, algunas cuasi personales de algunos de los que dirigieron ese proceso. Y se buscó una solución administrativa y burocrática a un desastre político… En consecuencia, pasó lo que pasó.

Nosotros fundamos la LSR hace 14 años y unos meses. Decíamos: “No hay más (sino menos) revolución en el mundo, no se viene la revolución en la Argentina; hay reacción en el mundo, y avanzan el menemismo y el imperialismo en la Argentina; la voz de mando no es atacar sino retroceder en orden”. Bueno todos aquellos que se jugaron –hay varias corrientes– al “avancemos, avancemos”, quedaron desarmadas. No es que a nosotros nos haya ido muy bien. Nosotros pagamos el mismo precio que cualquiera frente a lo que significó la década de los noventa. Los ’90 completaron a los fusilamientos de los ’70. Porque fueron la reacción política e ideológica más profunda, mucho peor que los ’70. Porque en los ’70 cualquiera de nosotros, militantes, decía: “Vamos a dar vuelta la taba y vamos a hacer la revolución y vamos a derrotar a los militares y a los burgueses que los apoyan”.

En los ’90 fue el supuesto “fin de la historia”, el triunfo de la democracia, del capitalismo…, se terminó todo. Éramos puñados los que discutíamos y defendíamos que en realidad el capitalismo y el imperialismo estaban muy mal a pesar de que habían logrado el triunfo en la URSS, el Este y China.

Pero cuando uno niega la realidad, la realidad lo agarra por el cuello. Negar que había un triunfo descomunal del imperialismo en los ’90 y decir que había habido un triunfo de la revolución, era una zoncera y se vuelve en contra como un bumerang. Y en la Argentina no estábamos cada vez mejor, ni Menem cada vez más débil como se decía, sino que estaba avanzado una contrarrevolución política e ideológica que empieza a revertirse en diciembre del 2001. Empieza. No tanto por virtudes nuestras sino por el derrumbe del enemigo, porque quedaron al desnudo 30 años de políticas de derecha, con dictadura, con democracia, con lo que fuera, y terminaron con De la Rúa colgado del helicóptero. Pero no es tanto por acción nuestra sino porque quedó al desnudo el fracaso de la política capitalista ultrarreaccionaria. Y lo que estamos viviendo ahora es una reacción moderada, tratando de impedir que la cosa estalle en América Latina, con versiones centroizquierdistas que tratan de mantener lo fundamental, cambiando la forma.

Y el desafío continúa siendo el mismo: o hay revolución o sigue avanzando la barbarie. Prácticamente no hablan de los niveles de miseria que existe en todo el mundo. Escriben notas y más notas sobre la India pero está Katrina. En la India hay cientos de millones de muertos de hambre, pero Katrina demuestra que el cuarto mundo está también adentro del primero. Los africanos franceses demuestran lo mismo, en Gran Bretaña es exactamente igual. La ola xenófoba horrenda que sacude a Europa, a Estados Unidos, todo eso es proto-fascista. Y en un sentido sólo la puede derrotar la revolución.

El muerto mayor, el cadáver irrecuperable, es el liberalismo burgués. Está absolutamente liquidado…

Ernesto González, Jorge Guidobono, les agradezco muchísimo.

Liga Socialista Revolucionaria

www.oocities.org/ligasocrev - 4381-6433 - ligasocrev@hotmail.com

QUE SE VAYAN TODOS los explotadores (nacionales e internacionales), sus agentes políticos, judiciales, militares, policiales, los burócratas y los represores.

Para "que se vayan" HAY QUE ECHARLOS .


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