CAPÍTULO CUATRO. NUEVAS ESPADAS

Lantis entra al castillo con mucha precaución, conservaba la esperanza de sorprender a Lisand y, tal vez, capturarla. Por la cara de asombro que pone Ráfaga al encontrarse ambos en uno de los corredores, se da cuenta que el Espíritu de Céfiiro estaba en lo cierto.

-¿Lantiz? ¿Cómo llegaste aquí? ¡Acabo de dejarte en el salón del trono!

Lantiz hace una seña a los guardias que van con él.

-Ya lo oyeron, la persona que buscamos se parece mucho a mí en este momento. Tengan cuidado. Ráfaga, ¿hay alguien más en el salón del trono?

-Ascot y Paris.

-Démonos prisa.

Pero cuando irrumpen ahí, el salón está vacío. Hay claras señales de que una lucha terrible se llevó a cabo poco antes, tres de las bestias amigas de Ascot están muertas y la espada de Paris, mellada y opaca, está clavada profundamente en el respaldar del trono.

-¿Qué pasó aquí? -pregunta Caldina, que acaba de llegar.

-Lisand -contesta Lantiz.

 

Las Guerreras Mágicas contemplan el fuego.

-Es mejor que regresen al castillo y ayuden a Lantiz y los demás -indica la voz de Céfiro-. No hay nada que puedan hacer aquí.

-Yo esperaré -responde Marina.

-No te servirá de nada hacerlo. Sólo perderás tu tiempo y tus amigos perderán tu ayuda.

-Esperaré de todos modos -se obstina la joven-. O mejor aún, no esperaré, voy a ir a buscarlo.

-¿Qué? -un soplo de viento levanta una nube de polvo que toma (por un instante) la apariencia de un signo de interrogación.

-Él puede necesitar ayuda, ¿no?

Hay un largo silencio. "El que calla, otorga", piensa Marina.

-¿Nosotras podemos ayudarlo de alguna manera? -pregunta, esperanzada.

-No estorbar sería una buena forma... pero sí podrían hacer algo, claro que tendrían que hacerlo las tres. Y si una fracasa, podrían morir las tres.

-Suena arriesgado -señala Anaís-, ¿de qué se trata?

-Cruzar el Fuego Blanco ustedes mismas.

-¿No se supone que nadie ha sobrevivido a eso?

-Nadie lo ha intentado con mi autorización. Violeta y muchos otros lo intentaron por sus propias ambiciones, no por ayudar a otra persona. Aún así, aún teniendo mi permiso y las mejores intenciones, es peligroso.

-¿Y si no lo hacemos? ¿Si seguimos tu consejo y regresamos al castillo? -pregunta Lucy.

-Despertaré a sus genios y los enviaré a combatir cuando el enemigo ataque; pero si Guruclef no ha regresado con ustedes para entonces, no podrán unirse a ellos. A él le corresponde devolverles sus armas, sus poderes y restablecer la conección que tenían con los genios.

-Ya veo. Bueno, ¿qué esperamos? -dice Lucy, con entusiasmo- ¡Vamos a cruzar el fuego!

-¿Estás segura, Lucy? -dice Marina-. Si morimos ahí dentro...

-Tú fuiste la que dijo primero que quería entrar y yo te ayudaré en lo que pueda. Por algo somos amigas.

-Sí, -dice Anaís -"una para todas y todas para una", como los tres mosqueteros.

-Gracias, chicas -dice Marina, emocionada-. ¡Vamos allá!

-Un momento -dice Céfiro-, ¡aún no les he dado permiso!

Las tres se detienen en seco.

-¿Así que además de todo hay que pedírtelo "por favor"? -dice Marina, irritada.

-¡Marina! ¡No seas grosera! -dice Anaís.

Hay un suspiro, apenas audible.

-No deseo que lo hagan.

-Pero acabas de decir...

-Sé lo que dije. Por algún tiempo, incluso tuve la intención de pedirles que lo hicieran... pero ahora me doy cuenta de que no están preparadas para algo así; mis niñas, si entran al Fuego Blanco y sobreviven, jamás volverán a ser las mismas que eran antes de hacerlo... Tendrán un nuevo temple, como una espada que hubiera sido forjada dos veces, y no hay manera de saber qué clase de personas serían. Prefiero que regresen al castillo.

-Pero... pero...

-¡Un solo "pero" es demasiado, Guerrera Mágica Marina!

-Sin embargo -contesta Marina, molesta, y recalcando lo que dice-, ¿qué podríamos hacer nosotras si Guruclef no vuelve? ¡Sólo seríamos una carga si ese famoso enemigo tuyo ataca Céfiro y nosotras no tenemos ni nuestras espadas ni nuestros genios!

-Escucha, niña...

-¡Señorita Ryuuzaki para ti!

-¿¡¿Qué?!? -un pequeño remolino empieza a formarse en el aire, parece ser que Céfiro está perdiendo la paciencia.

-Marina tiene razón en parte, espíritu de Céfiro -interviene Anaís, conciliadora-. Vinimos aquí a ayudar y no es justo que nos envíes de vuelta al castillo sólo para que estemos a salvo. Ya perdimos la costumbre de estar "a salvo", en especial cuando nuestros amigos están en peligro.

Lucy asiente.

-Es verdad, si no quieres que entremos al Fuego, debe haber otra cosa que podamos hacer. ¿No puedes encomendarnos una misión, como a Lantiz?

-¿Una misión? -la voz de Céfiro se oye desconcertada-. Yo... había pensado que estar alertas contra Lisand sería suficiente para ustedes...

-Nos estás menospreciando -dice Marina.

-Uh... Está bien.

Una esfera de luz aparece delante de cada guerrera mágica, y estas esferas se condensan hasta transformarse en flores de cristal: una roja, una verde y una azul.

-Lleven esto con ustedes, las protegerá un poco en caso de que haya problemas. Percival, Gawaine y Galahad las llevarán a la casa de Guruclef, en el Bosque del Silencio. Allí encontrarán armas... Están reservadas para otras guerreras mágicas, pero con algo de suerte, tal vez ustedes puedan controlarlas, sólo que no serán tan fuertes como con sus verdaderas espadas.

-¡Bien! -dice Marina, que por fin empieza a sentirse mejor, teniendo algo que hacer.

-No he terminado.

-Lo siento...

-Hay algunas criaturas mágicas y varias personas en esa casa, si pueden convencerles de ayudar... tal vez ya sea hora de que salgan del Bosque del Silencio en forma definitiva, pero recuerden, ellos no están obligados a hacerlo: si las acompañan, debe ser por su propia voluntad.

-Está bien. ¿Es todo?

-Sí... digo, no. Existe la posibilidad de que Guruclef no lo logre, pero no por eso dejarán de ser guerreras mágicas... hay otros genios en Céfiro que aún aguardan a que alguien los despierte.

  

Ascot vuelve en sí con un inmisericorde dolor de cabeza, justo donde Lantiz lo golpeó. Tan pronto como logre localizarlo, se lo devolverá, con intereses. El muchacho descubre (y lo raro es que no se sorprende por ello) que está amarrado de pies y manos; y que él y Paris están en el duro suelo de piedra de algún lugar oscuro, húmedo y frío.

-Tengo ganas de matar a alguien -dice Ascot, tan pronto como ve a Paris abrir los ojos-; tú sabes a quién...

-Oh, pobrecito Lantiz, están levantándole falsos... -Lisand, ataviada con un elegante vestido violeta está sentada frente a ellos en una silla que más bien parece un trono-. Fui yo quien los trajo aquí.

-Bueno, pues empieza por desatarnos y luego déjanos irnos, o lo lamentarás -responde Ascot-, yo me encargo de eso.

-¿Tú y cuál ejército? ¿Ya olvidaste lo que le pasó a tus amigos, los monstruos?

Ascot rechina los dientes con furia.

-Mataste a Kubri, a Nenet y Caline, te juro que no va quedarse así, bruja.

-Claro que no, todavía puede empeorar. Cuando el Fuego Salvaje tenga el control de Céfiro, yo misma exterminaré a todas tus mascotas.

-¿¡¿Pero por qué?!?

-Por diversión... -hay una luz tan extraña en los ojos de Lisand, que Ascot se queda mudo de la impresión.

-¿Qué es lo que quieres de nosotros? -pregunta Paris.

-Ofrecerles un trato. Mi amigo Notus es muy generoso... él quiere darles la oportunidad de sobrevivir a la destrucción de Céfiro.

-¿Exactamente, cómo? -pregunta Paris.

-Notus los transportará a ustedes dos y a Lucy y Anaís al Mundo Místico y nunca más les causará molestias. A cambio, por supuesto, de un pequeño favor: que ustedes dos abran la puerta de la Prisión Estelar.

-¿Dejando libre a qué? -pregunta Ascot.

Lisand sonríe de un modo indescifrable.

-A alguien que arrasará con toda forma de vida sobre la faz de este planeta: a Melkor. Pero no teman, ustedes y sus novias estarán a salvo, en el Mundo Místico.

-¿Quién diablos es Melkor? ¿Y quién es Notus? ¡Y Marina no es mi novia!!

Lisand empieza a hablar en forma mecánica, como si lo que dice fuera un discurso aprendido de memoria.

-Notus es el otro vala de este planeta. Él, por derecho, debería ser el único vala, pero Céfiro lo traicionó y lo encerró en la luna negra para apoderarse del Fuego Salvaje. Lo que Céfiro no sabía es que sólo Notus puede controlar el Fuego Salvaje y ahora es su propia imprudencia lo que está destruyendo al vala Céfiro. Notus desea salvar este planeta, pero, para ello debe destruir a Céfiro, destruir a todas las formas de vida y empezar de nuevo la labor de hacer habitable este mundo. Para lograrlo, necesita el Fuego Blanco, sin embargo, éste está fuera de control. Por todo ello, Notus ha decidido acudir a Melkor. Melkor fue el amo y señor del Mundo Místico hasta que sus doce sirvientes lo traicionaron y lo arrojaron a la Prisión Estelar, fuera del tiempo y el espacio. Cuando ustedes liberen a Melkor, él reemplazará a Céfiro, dominará el Fuego Blanco y este mundo será renovado.

Caminando como en sueños, Lisand se marcha para darles tiempo de meditar su oferta.

-¿Tú entendiste algo? -pregunta Paris-. Yo tendría que empezar por averiguar qué diantres es un vala...

-Me suena familiar la palabreja... Guruclef la mencionó alguna vez... se había empeñado en enseñarme historia (tú sabes, tiene la extraña idea de que debo aprender más de lo que ya sé) y me contó una serie de cosas raras sobre una época anterior a nuestra civilización. Me dijo que nuestro planeta no siempre se llamó Céfiro, sino que los antiguos empezaron a darle ese nombre porque llegó un momento en que dejaron de hacer la distinción entre el planeta y su espíritu... ¡Eso es! Vala significa "espíritu del planeta" o algo así.

-Y ese Notus...

-Pues debe ser otro espíritu, como dijo Lisand. ¿Has oído hablar de la luna negra?

-Pues sí, cuando era pequeño y me portaba mal...

-¿Tú portándote mal? No juegues...

-¡No seas sarcástico, caramba! Se diría que tienes algo en contra de la humanidad. Decía que en esas ocasiones, los adultos me amenazaban diciéndome que los diablos de la luna negra vendrían a castigarme.

-Bueno, pues según Guruclef, la luna negra se llama Notus. ¿Captas la analogía? Siempre me llamó la atención que, de las seis lunas de Céfiro, sólo esa no refleja ninguna luz; hay mucha gente que ni sabe que existe, sólo los astrónomos y los magos prestan alguna atención al círculo negro que cubre periódicamente a algunas estrellas. Pero de ese tal Melkor sí que no sé nada.

-Mpf mpfuumf nff... -Paris empieza a morder las cuerdas que sujetan sus manos.

-¿Qué dijiste??

-Dije que salgamos de aquí y lo averiguaremos después.

-Ah...

 

Las guerreras mágicas llegan hasta una pequeña casa de madera (parecida a la de Heidi) que se encuentra junto al nacimiento de un pequeño río, en el Bosque del Silencio.

-Esta es la casa -anuncia Percival.

-Este sitio parece sacado de un cuento -dice Anaís-; qué jardín tan encantador, y... ¡glup!

Un enorme, grandísimo, inmenso... ¿perro? ¿lobo? ¿perro-lobo? (¡algo por el estilo!) las mira fijamente... y de pronto se lanza sobre Lucy.

-¡¡Lucy!!

Marina y Anaís buscan con desesperación algo con qué defender a su amiga, un palo, una piedra, ¡horror!, no hay nada a mano... y entonces descubren que Lucy está riéndose: el extraño animal está lamiéndole la cara como si se tratara de Dino, el de los Picapiedra.

-¡Ja ja ja! ¡Por favor, ya basta! ¡Ja ja ja! ¡Me haces cosquillas!

-¡Nova! ¡Deja tranquila a esa niña!

Eso lo ha dicho una voz muy familiar. Las guerreras mágicas descubren que pertenece a un hombre muy alto, de cabello negro y largo, recogido en una cola.

-¿Zagato? -pregunta Anaís.

-Zagato... -murmura Marina.

-¡Zagato! -grita Lucy.

-¡Las Guerreras Mágicas! -exclama Zagato.

Zagato retrocede y acerca la mano derecha a la izquierda como para invocar su espada; entonces recuerda que no la lleva consigo; ha sido sólo un movimiento reflejo, exactamente igual al que acaban de hacer las guerreras mágicas; los cuatro se sonrojan un poco.

-Creímos que habías muerto -dice Lucy.

-La última voluntad de Esmeralda... -dice Zagato.

-... fue que volvieran a la vida todos los que habían muerto por su causa -completa Lucy-; lo sé, pero pensé que no te incluía a ti.

Zagato mira hacia otro lado, con una clarísima expresión de dolor en el rostro.

-Ojalá hubiera sido como dices.

-¡Zagato! -exclama Nova-. ¡Me prometiste que no volverías a hablar así!

-Lo siento, amigo -suspira Zagato; trata de sonreír, pero no lo logra-. -¿Qué es lo que buscan aquí, Guerreras Mágicas?

-El Espíritu de Céfiro nos envió. Dijo que aquí encontraríamos nuevas armas.

-¿Nuevas armas? ¿Y para qué las necesitan?

Galahad se adelanta un poco y saluda a Zagato y a Nova con una inclinación de cabeza.

-El Espíritu de Céfiro está en peligro. Guruclef en este momento está intentando cruzar el Fuego Blanco. Y las Guerreras Mágicas no tienen poderes ni armas ni genios. ¿Les permitirás tomar las armas que proteges?

Para sorpresa de las muchachas, la pregunta no era para Zagato, sino para Nova.

-Síganme -dice la exmascota de la princesa Esmeralda.

La casa es mucho, muchísimo más grande por dentro que por fuera. Anaís se queda uno minutos en el umbral, mirándola por fuera unas veces y asomándose dentro otras, sin poder creerlo; luego, tiene que correr para alcanzar a las otras dos y Nikona, que van siguiendo a Nova y Zagato.

Pronto, llegan a una armería repleta de espadas, lanzas, hachas, arcos, flechas, puñales, chakos, katanas, mazas, macanas, abanicos de hierro, estrellas ninja, etc., etc., etc.

Una joven rubia, peinada con cola de caballo, se afana con un plumero, quitando polvo aquí y allá. Nikona da un gran salto y aterriza sobre su cabeza.

-¡¡Paaa pú!!

-¡¡AAAYYYYY!!! ¡¡NIKONA!! -chilla Presea-. ¿¡¿Cómo te atreves?!?

Presea agarra un mazo y persigue a la pequeña bolita peluda por un rato antes de darse cuenta de la presencia de las Guerreras Mágicas.

-¡Lucy! ¡Anaís! ¡Marina!

Las seis ríen y lloran al mismo tiempo, abrazadas y diciendo cosas que (al menos para Zagato) carecen de sentido. Al rato, consiguen calmarse y las Guerreras Mágicas resumen lo sucedido con Guruclef , Lisand y el Espíritu de Céfiro, tratando de suavizar la parte que le corresponde a la gemela de Presea.

-¿Entonces, quieren otras armas? -Presea mira a su alrededor con aspecto preocupado.

-No pueden tomar cualquiera de las que hay aquí -intervine Nova-. Son muy pocas las que ha hecho Presea. La mayoría son las obras maestras de los grandes armeros del pasado, entrenados en el oficio por el propio Espíritu de Céfiro. Recorran el salón y elijan con cuidado.

Un arma en particular llama la atención de Lucy. Es delicada (en apariencia) y fina como un rayo de luna; es blanca, pero brilla con todos los colores del arco iris; su empuñadura, tallada con un hermoso y complicado diseño, parece de nácar. Lucy la toma, es liviana y la empuñadura parece haber sido hecha precisamente para sus manos. La flor roja brilla repentinamente y se incrusta en la espada. Ahora el reflejo rojo es más fuerte que los otros, aunque ninguno desaparece

-Esa es la espada de Imadia, que fue el Pilar de Céfiro hace mucho tiempo -dice Presea-. Yo era una bebé cuando la forjaron.

-¿En serio? La espada de Imadia... -Lucy sonríe, de pronto le han llegado muchos recuerdos-. Es bellísima, y parece que me acepta.

-Gracias a esa flor de cristal -señala Nova-, de otro modo, te habría lastimado. Cuando les dije que podían tomar un arma cada una, no me refería a las de las otras guerreras mágicas.

-El Espíritu de Céfiro dijo que podíamos usarlas.

-¿¿¿En serio??? ¡Eso sí que no lo esperaba!

Marina, por su parte, ha encontrado otra espada. Es una sola pieza de cristal azul, con la empuñadura labrada en forma de olas y adornada con perlas; su flor se incrusta en la espada, justo en el centro de un círculo de perlas.

-Esa era la espada de Zafiro, la primera guerrera mágica que llegó a Céfiro, hace miles de años...

El pobre Nova no tiene tiempo para terminar de sorprenderse, Anaís tiene otra espada, con la empuñadura de plata maciza y diamantes. A lo largo del mango de la empuñadura, hay un grabado de caballos salvajes al galope, que descienden en espiral hasta el lugar donde acaba de incrustarse su flor de cristal.

-¿Y de quién era esta? -pregunta Anaís.

-Esa... ¡Esa no ha sido usada todavía! ¡Es la espada de Guruclef!

 

Ascot y Paris están completamente extraviados.

-¿Podremos salir de aquí algún día?

-Es justo lo que yo iba a preguntar. Probemos con esta otra puerta.

-¿Cuánto apostamos a que da a otro cuarto vacío, como las ochenta y siete anteriores?

-Ah, vamos, Ascot, no seas tan pesimista. Oye, parece que está trabada. Ayúdame a empujar.

-Sí, señor...

La puerta cede con lentitud. Paris echa una mirada.

-Ascot.

-¿Sí?

-¡¡¡AYÚDAME A CERRAR!!!

-¿Qué?

-¡¡¡¡SÓLO AYÚDAME!!!!

Apenas han abierto una rendija, pero algo, como oscuridad viviente, consigue escapar antes de que cierren. Aquella sombra se divide y se solidifica en cuatro inmensas (y aterradoras) formas.

-Pa... pa... pa... -sí, ya sé, suena como Nikona-. Parecen genios... -dice Ascot.

-No son genios -dice Lisand, que parece haber salido de la nada- se llaman balrogs... ¿¡¿Pero por qué cerraron la puerta?!?

-¿Esta es la puerta que querías que abriéramos? -dice Paris-. Dejaste que escapáramos del calabozo sólo para venir a dar hasta aquí... ¡Pues no lo vamos a hacer de nuevo! ¡No nos engañarás dos veces de la misma forma!

-Podría darles una buena lección por hablarme de esa manera, pero al menos dejaron salir a estos balrogs de sombras y Notus está muy agradecido con ustedes, así que los perdonaré por esta vez... Ahora, regresen a su calabozo, ya hablaremos más tarde.

-¿Acaso crees que puedes obligarnos a regresar ahí? -dice Paris, amenazador.

Lisand se limita a sonreír; tres monstruos que parecen siniestras caricaturas de los amigos de Ascot (sí, son más feos todavía que los amigos de Ascot) llevan arrastrando a los dos prisioneros hasta el calabozo, donde los encierran otra vez, con cadenas en esta ocasión.

 

Una alarma suena en el castillo. Ráfaga y Caldina se reúnen con Lantiz en el salón principal.

-Nos atacan -dice Lantiz, antes de que nadie pregunte nada.

La imagen que aparece en el espejo mágico revela cuatro gigantescas formas que parecen... em... bueno, son negros y metálicos, con alas de bordes afilados y tentáculos que parecen látigos (¿o látigos que parecen tentáculos?), pero cambian a cada instante, como si el metal del que están hechos fuera algo semi líquido, o como si fueran la sombra de algo que no es posible ver del todo.

-Esas cosas... -dice Caldina.

-Son balrogs de sombras -dice la voz de Céfiro-, antiguos espíritus a los que Melkor arrastró consigo en su caída. Notus debe haberlos liberado de alguna manera y los envía ahora en contra de ustedes.

-¿Podemos combatirlos? -pregunta Lantiz.

-Si sólo son esos cuatro, puede ser que haya alguna oportunidad... Tu genio te espera, Lantiz, y he convocado a Zeres, Windom y Rayeheart.

-¿Las Guerreras Mágicas están aquí?

-No, por eso necesito que combatas esta vez con Tonar. En esta ocasión los otros genios no contarán con la ayuda de las guerreras... y sin ellas no alcanzarán su máximo poder.

-Entiendo.

 

-Lucy, Marina, Anaís...

La voz de Céfiro llama a las Guerreras Mágicas, que todavía están en el Bosque del Silencio.

-¿Céfiro? Ya tenemos las espadas.

-Bien, Lucy, me alegro. Ahora deben llegar hasta los otros genios de los que les hablé, cuatro balrogs de sombras están atacando el castillo, Lantiz, Zeres, Windom y Rayeheart lucharán contra ellos.

-¿Qué son balrogs? -pregunta Anaís.

-Ya los verás, no te preocupes por eso. Es mejor que se apresuren a llegar hasta los genios.

-¿En dónde? -pregunta Marina.

-Zagato sabe en dónde están, él puede guiarlas... ¿Lo harás, Zagato?

-Yo... ¿Estás seguro de que quieres que haga eso? Esos genios no son... no son los más estables de Céfiro.

-Son lo único que puedo ofrecerles de momento. La unión entre las Guerreras Mágicas y sus genios estará rota mientras el Fuego Blanco y el Fuego Salvaje sigan fuera de control, están incomunicados... Pero estos otros son independientes, ellos pueden ayudar. ¿Las guiarás, Zagato? Sólo te pido que las lleves hasta ahí.

-Está bien, lo haré.

-Gracias, amigo...

Zagato mira a las Guerreras Mágicas de un modo un tanto extraño, como estudiándolas. Luego, se acerca a un rincón y toma una espada negra.

-Van a necesitar más que un simple guía. Esos genios son una verdadera pesadilla.

-¿Tan malo es el asunto? -dice Marina-. ¿Cuál es el problema con ellos?

-Hace tiempo, mucho antes de que ustedes llegaran a Céfiro por primera vez, la Guerrrera Mágica Imadia se rebeló en contra de la princesa Esmeralda, los genios de los que habla el Espíritu de Céfiro la ayudaron en su revuelta y Guruclef los encerró en la Montaña de Cristal. Céfiro debe estar desesperado para recurrir a ellos... mejor dicho, a ellas...

continuará...

 

Notas de la autora:

¡Hola! Si han aguantado leer hasta aquí, los felicito (¿o los compadezco? A lo mejor son un poco masoquistas...).

Melkor y los Balrogs forman parte del ciclo del Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien (sí, me encantan esos libros).

Tal vez alguien se pregunte quién es Imadia... bueno, tomé ese nombre del fanfic Una Lágrima en la Oscuridad, escrito por Sergio Dante, el Gnomo del Pergamino. Si alguno de ustedes no ha leído todavía ese fanfic... ¿Qué estás esperando para hacerlo? ¡Es la mejor historia de las Guerreras Mágicas que he visto hasta ahora!

Comentarios, sugerencias y tomatazos, pueden enviarlos a daga23@hotmail.com