Los Estamentos Eclesiales
¿Cómo puedo vivir mi vida cristiana, estructuralmente
hablando?
Indiscutiblemente
que toda vida cristiana se origina en Cristo. El es el enviado del Padre. Se
encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de María. Vivió entre nosotros,
padeció y murió para redimirnos, y fue resucitado por la fuerza de Dios.
Así como él
fue enviado por el Padre, él envía a su vez a los Apóstoles. Dejó en manos de
éstos la santificación, la enseñanza y el gobierno del pueblo adquirido con el
precio de su sangre. De ahí que Pedro y los Apóstoles hayan ido determinando
cómo administrar los sacramentos, esos medios sensibles portadores de la gracia
que les entregó Jesucristo.
Sus sucesores,
el Papa y los Obispos (tomados colegiadamente), van capacitando a ayudantes,
mediante la imposición de manos, para que colaboren en las funciones
ministeriales. Y prosiguen, además, el delicado e imprescindible trabajo de la
adecuación entre la oferta salvífica y la legítima demanda del Pueblo de Dios,
y esto para cada momento histórico, en el continuo devenir.
Así pues el
primer eje de división al interior de la Iglesia (pueblo de Dios) se da en
función del ministerio. En un esquema, de inspiración matemática,
correspondería al eje de las Y’s. En la parte superior se encontraría el clero (Papa, Obispos, Presbíteros,
Diáconos), y en la parte inferior, el laicado.
Su reflejo en la liturgia quedaría en las anáforas eucarísticas cuando dicen:
“te pedimos por el Papa, el Obispo, los Sacerdotes, los diáconos” y, a continuación,
“y por todo tu pueblo santo”.
El segundo eje
de división en la Iglesia se hace en función de la forma-de-vida. En un
esquema, de inspiración matemática también, estaría representada por el eje de
las X’s. En la parte izquierda estaría la vida consagrada mediante profesión
votal de los consejos evangélicos (vida
religiosa) y en la parte derecha por la secularidad, o sea, la vida en el
siglo (vida secular).
Si ahora
empezamos a establecer las coordenadas engendradas por el entrecruce de
abscisas y ordenadas, vemos que se originan los cuadrantes trigonométricos. Son
cuatro en número. Ayudados con ello podemos ir viendo lo que da la combinación
entre forma-de-vida y ministerio-en-la-Iglesia.
Primer
cuadrante: Forma-de-vida: secular. Función eclesial: ministerio
jerárquico (ordenado). Aquí se encuentran localizados todos aquellos que forman
el clero secular, incluidos los diáconos permanentes (casados o solteros). Su
ministerio es gobernar, santificar, enseñar en la Iglesia. Su forma de vida es
claramente secular: No hacen votos de pobreza ni de obediencia (estrictamente
hablando), no están obligados a la vida de comunidad. Pueden tener sus
propiedades, terrenos y coches. Pueden vivir con su madre, con sus hermanas,
con alguno otro pariente. Tienen una promesa de obediencia a su superior
eclesiástico correspondiente. En el rito latino, hoy por hoy, les obliga la ley
eclesiástica del celibato estatuida con el andar de los siglos[1].
Segundo
cuadrante: Forma-de-vida: religiosa (esto es, votal). Función eclesial:
ministerio jerárquico (ordenado). Aquí se encuentran localizados todos aquellos
que integran el clero regular: PP Franciscanos, Jesuitas, Salesianos,
Maristas…. Los Institutos religiosos a que pertenecen se denominan
Congregaciones Clericales. Es cierto que en algunos de estos Institutos se
hallan también miembros con una función diversa a la del ministerio sacerdotal.
Se les llama Hermanos Coadjutores, o legos. No pueden nunca acceder a los
puestos de mando propios de los superiores mayores de dichas instituciones.
Tercer
cuadrante: Forma-de-vida: religiosa (esto es, votal). Función
eclesial: tareas o ministerios laicales (educación, sanidad, ...) Aquí se
encuentran localizados todos aquellos que forman las Congregaciones Laicales:
Esta formado por todas la religiosas (hoy por hoy) y por los Hermanos:
lasallistas, maristas,.
Cuarto
cuadrante: Forma-de-vida: secular. Función eclesial: tareas o
ministerios laicales (educación, sanidad, ...). Aquí
se encuentran localizados todos aquellos que llamamos Seglares. Numéricamente
son los más abundantes en la Iglesia. Su imprescindible misión es la de vivir
dentro del matrimonio la procreación y la educación de los niños. Son los
encargados de hacer marchar la economía, la política, el comercio. Nuestro mundo
no prosperaría sin ellos. Hay seglares que viven su secularidad desde la
soltería transitoria o permanente.
¿Similitudes y
diferencias entre los cuadrantes?
En primer
lugar si consideramos el cuadrante 1 y el 2, vemos igualdad en la función al
interior de la Iglesia, pero diferencia en la forma-de-vida. Ambos son
sacerdotes, pero los unos son seculares, y los otros son religiosos. Entre el 2
y el 3 hay semejanza en la forma-de-vida (consagrada con votos y vida
comunitaria), pero diferencia en la función. Los del 3 realizan función laical,
los del 2, clerical. Los del 2 y el 3 tienen la opción celibataria (hombres) o
virginal (mujeres) como algo esencial. En cambio, los del cuadrante 1 su opción
celibataria es obligatoria por ley eclesiástica pero no es esencial a su
función ministerial. A este último cuadrante, en el rito latino, así como se le
impuso el celibato, se le puede quitar y todo ello por el mismo legislador: el
Sumo Pontífice con el Colegio Episcopal. Y esto sin afectar en lo más mínimo la
validez de su acción ministerial sacramentaria, magisterial y rectora en la
Iglesia.
Entre el
cuadrante 3 y el 4, hay algo en común: ambos pertenecen al laicado en cuanto a
su función en el interior de la Iglesia. Pero son diferentes en cuanto a la
forma-de-vida. Así pues puede haber hombres y mujeres con idéntica misión
(educación, sanidad,….) y con diferente forma-de-vida. Los unos serán seglares
y los otros religiosos.
¿Cuál es el
mejor estamento para vivir la vida cristiana?
Yo diría que
es aquél al que me ha destinado Dios. Esto es, aquí entra de lleno el asunto de
la vocación. Meterme a un estamento por criterios meramente humanos: prestigio,
promoción,…. sería equivocarse totalmente.
Los estamentos
son complementarios. Su origen es la acción del Espíritu Santo en la Iglesia.
Todos ellos son diversidades estructurales válidas de un solo cristianismo,
todos ellos son caminos de santidad, pues ésta depende del grado de amor a Dios
con que se vive la propia vocación. En la vida, pues, se trata de encontrar su
estamento y crecer en él sin medida.
Es pues
equivocado fijarse en la importancia del trabajo a realizar como discriminante
del tipo de vocación a que llama el Señor, el dueño de la mies. “Pastorales
vocacionales” que pretendieran captar adeptos mediante oferta de dignidades,
privilegios, status, estarían groseramente equivocadas. Además serían tramposas
pues estarían usurpando “en nombre de Dios” la prerrogativa divina que tiene la
exclusiva de llamar a los que quiere a cada estamento.
¿Algunos riesgos
peculiares a cada estamento?
Cada cuadrante
ofrece, además de grandes oportunidades de crecimiento personal, ciertos
riesgos típicos. Así por ejemplo, los del cuadrante 1 se podrían sentir
propensos a juzgar a los demás estamentos por lo que hacen, exclusivamente.
Esto indicaría que han identificado su propia función ministerial con su
forma-de-vida. Además, en ese caso tendrían que evitar inspirarse en su
forma-de-vida del estilo monástico que tendería a desubicarlos. Los del
cuadrante 2, podrían caer en la tentación de sobrevalorar
su acción sacerdotal en detrimento de su forma-de-vida religiosa consagrada.
Celebrarían sus bodas de ordenación sacerdotal con pompa y circunstancia, no
así sus bodas de profesión religiosa. Los del cuadrante 3, al compartir misión,
espiritualidad y espíritu con numerosos grupos de seglares, podrían sentirse
inclinados a vivir con poca especificidad el tipo de vida votal que les
caracteriza. Esto haría que se empobreciera el cuadrante 4 pues lo que
enriquece a los demás no es nuestra semejanza sino nuestra diferencia. Por
último, los del cuadrante 4 podrían sentirse sin iniciativa propia, queriendo
depender totalmente de los otros estamentos. Esto retrasaría o nulificaría su
misión propia, en cuanto forma-de-vida y función eclesial. Se convertirían en
aproximaciones del clero o en aprendices conventuales. Dos cosas que les
estorbarían en la adquisición de una personalidad fuerte y fecunda en la
Iglesia. Y para el mundo.
¿Cómo vivir,
pues, las funciones iguales con formas-de-vida
diversas? Pues teniendo dinámicas iguales en la función eclesial y respetando
la índole diversa en la forma-de-vida. Sería el caso de decir que quien no
distingue, confunde.
¿Repercusiones
en el discernimiento vocacional?
Es un hecho
fácilmente constatable que, por desgracia, en la
Iglesia hay no poca gente mal ubicada en uno u otro estamento, y esto por
razones muy complejas. El discernimiento vocacional involucrado en ciertas
“pastorales vocacionales” podría no ser ajeno a la génesis de semejante situación.
Pero en la base, el riesgo de tal desajuste es la no clara asunción de los
roles y formas-de-vida al interior de la Iglesia y luego, como corolario, la
tendencia mal disimulada a una supremacía equivocada y al esfuerzo solapado de
una nivelación de cuadrantes, borrando las diferencias en la forma-de-vida,
alegando la igualdad en la función. Todo ello empobrece a la Iglesia pues
aniquila la obra maravillosamente diversificadora del Espíritu Santo en una
sinfonía no menos maravillosa de una unidad bellamente armoniosa.
La tan mal
comprendida virtud de la modestia, esa inteligente discreción que nos hace
asumir con humildad y sencillez, —y sobre todo, con gran alegría— (al más puro
estilo mariano) el querer de Dios concreto sobre cada uno de nosotros, podría
ser de vitales consecuencias en una eficaz pastoral vocacional. Creo que ese es
el sentido genuino del artículo 93 de nuestras Constituciones vigentes:
“Sensibles a
la vocación universal a la santidad, ayudamos a los jóvenes a desarrollar la
gracia de su bautismo, comprometiéndose más radicalmente por el Reino, en la
vida seglar, consagrada o sacerdotal. Los invitamos a prestar atención a las
necesidades de los hombres, a abrir el corazón a la voluntad del Padre y a
crecer en la actitud mariana de disponibilidad.”
H. Aureliano
Brambila
[1] Proceso iniciado a nivel regional (España) en 303
(Elvira), y luego extendido a otros niveles con la Reforma de Cluny (909) y
culminado a nivel universal (latino) en 1139 con el II Concilio de Letrán ( 10° ecuménico). Éste
declara “inválidos, y no sólo ilícitos como hasta ahí, los matrimonios de
clérigos, a partir del sub-diaconado” (Cf. Roland Fröhlich, HISTOIRE DE
L’ÉGLISE, Desclée, Paris, pp. 35,64,85,94,101)