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AQUEHUA El Poder de la “Madre Sol”. En la sociedad patriarcal nos acostumbraron a relacionar el sol con lo masculino y la luna con lo femenino. Sin embargo, numerosas culturas veneraron a una divinidad femenina asociada con el sol. En algunos lenguajes nórdicos, “sol” es una palabra de género femenino. Para estos pueblos acostumbrados al frío los rayos solares no eran agresivos sino que representaban la calidez necesaria para que la vida pudiera alimentarse y crecer. Tal es el caso de Eostre, cuya aparición daba comienzo a la primavera. Encontramos diosas solares en Egipto, Alemania, Japón, Suecia y también en la Argentina, donde nuestros hermanos tobas veneraron a una diosa solar, Aquehua, como la creadora del Universo. |
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Sandra Román: "Saraswati". | ||||||||||||||
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La Historia de Aquehua (el Sol) y el Hombre-Jaguar . En el principio, Aquehua vivía en el cielo junto con sus hermanas las mujeres-cielo. Sobre la tierra, vivían el hombre-jaguar y sus hermanos. Las hermanas les habían prestado el fuego a los hombres, bajándolo del cielo por una cuerda. Mientras lo hacían cantaron una canción tan femenina y sensual que atrajeron a los hombres felinos, quienes las invitaron a visitarlos. Ellas se sintieron muy interesadas en bajar a la tierra, pero su hermana les advirtió que no lo hicieran porque “esos hombres tienen la boca llena de dientes”. “¿Qué las hace pensar que no los usarán en su contra para lastimarlas? –les preguntó-. Si bajan a su mundo jamás volverán.” Pero las hermanas no le hicieron caso y siguieron coqueteando. En la tierra, el hombre jaguar tampoco quería que sus hermanos continuaran con el juego porque “ellas son gorditas y hermosas, pero no tienen una boca sino dos, y ambas llenas de dientes. Ellas los devorarán”. Esto hizo pensar un poco a los muchachos, pero enseguida se animaron pensando en que tenían suficiente fuerza como para dominarlas. Así, las hermanas fueron saltando una por una. Pero, luego de que bajara la última, un halcón enviado por los hombres-jaguar cortó la cuerda y las mujeres quedaron para siempre atrapadas en la tierra. Observando hacia abajo con tristeza, el cabello de Aquehua se volvió blanco. Ahora estaba sola, brillando en la inmensidad del cielo, recorriéndolo lenta y muy temerosamente, hasta sumergirse en el horizonte. En la tierra, cada hermana corrió a los brazos de los hermanos expectantes, cada una cantando bonitas canciones. Solo el hombre-jaguar permaneció solitario. Su corazón estaba muy triste, mirando el camino solitario de Aquehua. Algo en su rostro le hacía sentir mucho dolor a pesar de tenerle miedo. Un día, Aquehua que también lo miraba desde arriba, tejió una escalera con la trenza de su pelo. Ambos comenzaron a encontrarse en la oscuridad que se extendía bajo el horizonte. Aquehua que había comenzado a envejecer, rejuveneció de pronto. Los días en la tierra iban acortándose a medida que la diosa aceleraba su paso para encontrarse con su amante. Aquehua renace cada año y luego camina, convertida en una niña muy veloz, hacia el solsticio de invierno. Luego envejece lentamente hasta convertirse en la anciana triste del verano y renacer nuevamente en la doncella rubia y solitaria. La relación entre los amantes fue creciendo hasta que un día ambos confesaron su temor hacia el otro a causa de sus bocas con dientes. Pero también un día comenzaron a discutir sobre su necesidad de estar solos y también de compartir tiempo con sus respectivos hermanos. Sin duda el miedo de cada uno hacia el otro no había muerto. Por eso solo se encuentran en la oscuridad de la noche y en los eclipses. Y cada vez que lo hacen pelean con ferocidad. Sandra Román (de "El Juego de las Diosas") Volver a tapa |