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Archocentrus myrnae

 Por Manuel Zapater Galve


Una nueva especie de cíclido centro americano para los acuariófilos, puesto que fue descrita en el año 1.997.

Estos ejemplares llegaron a mis acuarios gracias a dos personas: Juan Miguel Artigas, que es quien posee los padres de los míos y José Luis Blanco que me los trajo desde México. ¡¡Muchas gracias a los dos!! No conseguí encontrar ninguna información sobre esta especie hasta bastante después de tenerlos en mis acuarios, motivado en parte por la confusión que existía entre estos peces y otra especie muy similar: Archocentrus septemfasciatum.

Por tanto, cualquiera que fuera el pez que me llegara sería una sorpresa para mí, que solamente quería una especie de cíclido centroamericano de tamaño pequeño y suficientemente sociable como para poder vivir en acuarios de mediano volumen con otros peces más pequeños.

Ahora sé que se trata de Archocentrus myrnae, pez originario de un afluente del río Sixaola que hace frontera entre Costa Rica y Panamá, donde vive en aguas claras, pero con abundantes refugios propiciados por las ramas y troncos sumergidos en las orillas. En la literatura se cita que su alimentación se basa en detritos y restos vegetales, pero los míos prefieren atrapar pequeños invertebrados vivos o congelados.

A principios de este año 2.000 llegaron a mi casa 5 peces, tres de los cuales medían unos 5 cm. Aproximadamente y los dos restantes 3,5 cm. Como estos últimos más pequeños presentaban una mancha negra en su aleta dorsal, supuse que se trataría de las hembras, lo que me confirmó rápidamente Juan Miguel por correo electrónico.

Los peces tenían la silueta más o menos redondeada típica de su género, eran de color marrón claro por encima de la línea lateral y amarillo metálico por debajo de la misma. A mitad del cuerpo mostraban una mancha negra redonda, pero lo que sin duda más llamaba la atención era el intenso color azul metálico de su iris. Las aletas eran completamente transparentes.

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Archocentrus myrnae, macho. Foto por Manuel Zapater

 

Pasaron a un acuario de 80 l preparado para ellos en el cual estuvieron durante un par de meses hasta que era evidente que se quedaba pequeño, así que organicé la mudanza a otro de 120 l. En ninguno de ellos se encontraban demasiado a gusto, a pesar de que se alimentaban bien a base de papillas y Artemia congeladas. Daban la impresión de ser demasiado tímidos y las macetas de barro y plantas naturales no parecían darles suficiente seguridad. Pasaban el día escondidos y con signos de estrés, además el crecimiento de las hembras provocó cierta tirantez entre los machos por lo que tuve que preparar un acuario definitivo para ellos.

Este acuario estaba en proyecto desde hace varios años, pero la falta de un componente esencial como es la madera de buena calidad lo había retrasado hasta que vi la oportunidad de realizarlo para esta especie. Después de más de un año de curación, las tres cepas de vid que poseía parecían en condiciones para entrar en un acuario sin causar demasiados problemas. Estuve probando si desprendían algún compuesto desagradable en un acuario de peces bien resistentes y tras un mes de ensayos decidí que estaban listas.

Así pues, en un acuario de 200 l brutos (1m x 40 cm x 50 cm), dispuse una capa muy fina de arena silícea blanca, las tres cepas citadas y multitud de helechos de java (Microsorium pteropus) en los huecos de la madera. En la parte trasera había 3 tiestos de barro de unos 8 cm de diámetro y dos medias nueces de coco. Todos estos refugios que yo pensaba que podrían ser utilizados para las futuras puestas de las parejas estaban prácticamente escondidos y no pueden verse desde la parte frontal.

La filtración esta formada por un filtro de mochila Eheim ®, que dado el modelo era evidentemente escaso para este volumen y en el otro extremo del acuario un filtro de esponja de Azoo ® alimentado por un compresor de aire. La iluminación es de 10 h. Diarias por medio de dos tubos fluorescentes de 30 w cada uno. El mantenimiento del acuario se reduce al cambio de 50 l semanales de agua y de vez en cuando al aclarado de los materiales filtrantes.

Los primeros habitantes de este acuario fueron una quincena de guppys tipo salvaje recogidos también en México. Durante un mes estuvieron creciendo y reproduciéndose, tiempo que creí más que suficiente para asegurarme de que a pesar del ligero color ambarino del agua, el acuario funcionaba perfectamente.

Pasado este tiempo seleccioné un macho y una hembra de A. myrnae y los llevé a su nuevo y final destino. Quedó claro desde el principio que este medio más protegido les convenía más, lo que añadido a una alimentación basada en las abundantísimas larvas negras de mosquito que les daba cada día hicieron que la hembra presentara un aspecto mucho más rechoncho y que las aletas dorsal y anal del macho se alargaran notablemente. A pesar de ello no daban signos de querer emparejarse, quizás por la falta de aliciente de defender en común un territorio, lo que solucioné de forma rápida introduciendo a sus tres congéneres en el acuario. El efecto tardó poco en manifestarse, puesto que los dos primeros escogieron la parte izquierda del acuario (por donde caía la comida) y pasaban la mayor parte del tiempo juntos.

Los guppys ocupaban la parte superior del acuario y después de la primera semana de convivencia un tanto difícil para ellos, fueron finalmente aceptados por los cíclidos que ni siquiera intentan comerse las numerosas crías de guppy que hay en el acuario.

Para mi sorpresa, un día vi a la hembra de la parte izquierda mostrando una librea muy distinta a la habitual, su cuerpo era de un tono beige uniforme, en el que destacaba el negro de la parte inferior de la cabeza y sobre todo la combinación de negro y cobre intenso en la zona ventral. El iris de su ojo había dejado de ser azul para volverse también negro. Las aletas pelvianas se habían coloreado de la misma forma y era evidente el tubo ovopositor, que también se mostraba en el macho, a pesar de que este no había cambiado de color.

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Archocentrus myrnae, hembra. Foto por Manuel Zapater

Fue bastante difícil localizar el lugar de la puesta, ya que no utilizaron los lugares que yo había previsto, sino que encontré a la hembra dentro de una pequeña cueva formada en la madera de unos 10 cm de largo por 4 cm de altura y 4 cm de profundidad.

El macho cambió en ese momento su color, siendo muy similar al de la hembra, salvo por la ausencia de la mancha cobriza en la región ventral. Se dedicaba a vigilar el territorio, expulsando a los demás cíclidos, guppys y caracoles manzana que por allí se acercaban. Esta mancha de color cobrizo en las hembras es común con otras especies del mismo género, como A. nigrofasciatum.

A partir de entonces esperé al momento en que sacaran los alevines, ya que sabía que en ese lugar no podría ver su evolución hasta que nadasen libremente. Una semana después apareció la pareja junto a una pequeña nube de unos 30 alevines. Pensé que esto sería probablemente normal para la primera puesta de una hembra de aproximadamente 5 cm.

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Hembra de Archocentrus myrnae con crías. Foto por Manuel Zapater

Los pequeños picoteaban todas las superficies en busca de comida por lo que pasé a echarles nauplios de Artemia con una jeringuilla 4-5 veces al día. Mientras estos caían eran también consumidos vorazmente por los guppys (¡en fin!). Así se podía observar como la tripa de los alevines se volvía rápidamente de color anaranjado. Hubo unas cuantas bajas los primeros días, sin duda debidas a la inexperiencia de los padres, que hacían todo lo posible por mantener la nube de alevines compacta, pero no podían controlar al tercer macho desparejado (ya que para entonces la segunda pareja estaba desovando en el otro extremo del acuario). Los guppys, al igual que hacían con sus crías, ignoraban a los pequeños cíclidos.

El crecimiento era rápido y a partir de la primera semana ya no hubo más bajas, quedando una docena de alevines que crecía poco a poco, alcanzando un centímetro el primer mes. La mitad de ellos siguen en estos momentos en el acuario comunitario, aunque sus padres están preparándose para una nueva puesta. Con medio cm aceptan ya casi cualquier tipo de comida y les encantan las Artemias adultas congeladas. A partir de 1,5 cm de tamaño puede distinguirse los sexos, presentando las hembras el punto característico en la aleta dorsal.

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Juveniles de Archocentrus myrnae. Foto por Manuel Zapater

En resumen, creo que se trata de una nueva especie que puede ser muy interesante debido a su tolerancia con respecto al decorado (no excavan ni maltratan las plantas), comportamiento con el resto de peces y bonito color. Será sin duda un habitante común en los acuarios desde el momento en que empiece a popularizarse. No tiene unos requerimientos demasiado exigentes y se reproduce con relativa facilidad. Un acuario de apenas 100 l puede servir para mantener una pareja junto a un grupo de pequeños peces, que elegiremos de tal manera que no sean susceptibles de atacar a los alevines de los cíclidos cuando éstos naden vigilados por sus padres. Los cuidados parentales son excelentes desde la primera puesta y los alevines se muestran vivaces y resistentes.

 

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