Columbia Tri-Star Films

 

 

La historia de la mítica productora simbolizada por una estatua viviente de la libertad comenzó en 1920, de la mano de una figura menos grácil e idealista: el duro hombre de negocios Harry Cohn. Gracias a su astucia empresarial y a su indudable olfato artístico, este férreo jefe de estudios supo compensar en Hollywood, secundado por su hermano Jack desde Nueva York, la carencia de una red de salas cinematográficas a su disposición -como las más poderosas Paramount o Metro tenían para sí- a través de una inteligente cadena de distribución internacional. Tampoco la Depresión pudo desalentar a los hermanos Cohn, que la campearon con tanta fortuna que, en el año 1934, arrasaron con los Oscars más importantes mediante Sucedió una noche (1934), una brillante película de Frank Capra que había de ser seguida por otros éxitos del director como El secreto de vivir (1936) o Horizontes perdidos (1937).

Aunque el grueso de la producción de Columbia Pictures durante este período estaría constituido por cintas de bajo presupuesto -westerns de clase B con Gene Autry y series de The Three Stooges, Batman y Blondie, por ejemplo-, excepciones como Vivir para gozar (1938) de George Cukor, Serenata nostálgica (1941) y El asunto del día (1942) de George Stevens, Luna nueva (1940) de Howard Hawks, o los films relativos al famoso cantor de jazz The Jolson Story (1946) y su secuela Jolson, Sings Again (1949), orlarían con un aura de prestigio la firma de Harry Cohn. Mención aparte merece la estrella mayor del estudio en estas fechas, la pelirroja Rita Hayworth, que en los años cuarenta depararía no pocas satisfacciones a las finanzas de la casa a través de Gilda (1946), La dama de Shanghai (1948) y otros largometrajes.

El advenimiento de la televisión también se mostraría beneficioso para la Columbia, que con la adquisición de Screen Gems en 1951 se procuró una nueva salida a sus creaciones. En la gran pantalla, mientras tanto, la productora continuaba dando lustre a su nombre con películas de la categoría de las bélicas De aquí a la eternidad (1953) y El puente sobre el río Kwai (1957) o los dramas La ley del silencio (1954), Picnic (1955) y Anatomía de un asesinato (1959).

Fallecidos los dos hermanos Cohn a fines del decenio del cincuenta, tomaron el relevo en el del sesenta Leo Jaffe y Abe Schneider, bajo quienes la compañía siguió floreciendo con títulos hoy clásicos. Los más significativos de ellos son Los cañones de Navarone (1961), Lawrence de Arabia (1962), Jasón y los argonautas (1963), La ingenua explosiva (1965), Un hombre para la eternidad (1966), Adivina quién viene esta noche (1967), A sangre fría (1967), Funny Girl (1968), Oliver! (1968), El nadador (1968), Bob, Carol, Ted y Alice (1969) e Buscando mi destino (1969), films tan dispares como aclamados, premiados y rentables. Esta última,  sin ir más lejos, costó menos de medio millón de dólares y devino en ganacias superiores a los veinticinco millones.

Los años setenta, no obstante, deparaban una desagradable experiencia económica a estos estudios tradicionales de Hollywood, que pese a mantener una producción cualificada, mediante cintas como El viento y el león (1975) de John Milius, Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese, Robin y Marian (1976) de Richard Lester o Kramer contra Kramer (1979) de Robert Benton, hubieron de unir fuerzas con Warner Bros. para permanecer sin números rojos. Esta situación, nunca trágica, aunque tampoco esplendorosa, fue paliada en los ochenta, cuando Coca-Cola se hizo cargo de los destinos de la empresa. La comedia de ciencia-ficción Los cazafantasmas (1984), fue el mayor logro comercial de la misma en dicha década, trufada con otras películas de resonancia, entre ellas la de dibujos animados Heavy Metal (1981), las biográficas Gandhi (1982) y El último emperador (1987), el western Silverado (1985) y la fantasía Las aventuras del Barón Munchausen (1989).

En 1989, habiéndose fusionado dos años antes con Tri-Star Pictures -la división formada junto a las televisoras CBS y HBO en 1982-, la Columbia paladeó éxitos como Cuando Harry encontró a Sally... (1989) bajo la gerencia de Dawn Steel y Victor Kauffman, previamente a su absorción por parte de la japonesa Sony Corporation el mismo año. Ésta, poniendo al frente de la productora a Jon Peters y Peter Guber, rebautizó la firma en 1991 como Sony Pictures Entertainment y separó sus intereses de los de Tri-Star.

El decenio del noventa ha contemplado entre los logros artísticos más sonados de la casa títulos dramáticos de la envergadura de El príncipe de las mareas (1991), Los chicos del barrio (1991), Lo que queda del día (1993), Othello (1995) o Sentido y sensibilidad (1995), además de espectaculares films de ciencia-ficción como los tres de 1997 El quinto elemento (1997), Gattaca (1998) y Hombres de negro (1997). El largometraje El hombre bicentenario (1999) integra, con algunos otros, lo último hasta el presente de los estudios de la antorcha, cuya llama, encendida por los hermanos Cohn en 1920, sigue refulgiendo intensamente para deleite de millones de amantes del cine de un nuevo milenio.

 

Tri-Star Pictures

 

El blanco caballo alado de Tri-Star Pictures emprendió su vuelo en 1982, cuando las cadenas televisivas norteamericanas HBO y CBS se asociaron con Columbia Pictures para producir y distribuir largometrajes. En 1987, el control del nuevo sello pasó a la Columbia para, dos años más tarde, al adquirir la corporación japonesa Sony ambos estudios, recobrar su independencia como división aparte dentro de la cobertura de la flamante y poderosa compañía Sony Pictures Entertainment.

Pese a su juventud, Tri-Star compitió desde el primer momento en igualdad de condiciones con las "majors" tradicionales de Hollywood. Prueba de ello fueron en la década del ochenta largometrajes como los dramas Birdy (1984) y En un lugar del corazón (1984) y Tallo de hierro (1987); la cinta de acción Rambo (1985), las comedias Peggy Sue se casó (1986) y Mira quien habla (1989) o el thriller satánico El corazón del ángel (1987), bien premiados con importantes galardones, bien con el favor de públicos multitudinarios.

Los años noventa también se mostraron generosos con la factoría del pegaso. Así lo confirman las espectaculares fantasías de ciencia-ficción Desafío total (1990), Terminator 2: el juicio final (1991) y Godzilla (1998); el film infantil Hook, el capitán Garfio (1991); el biográfico Chaplin (1992); el thriller erótico Instinto básico (1992); las obras de Woody Allen -director atraído a la firma por la incorporación a la misma de su productor ejecutivo Mike Medavoy- Maridos y mujeres (1992) y Misterioso asesinato en Manhattan (1993); los dramas Philadelphia (1993) y Donnie Brasco (1997); el remake de horror Frankenstein, de Mary Shelley (1994); las comedias Jerry Maguire (1996) y Matilda (1996), u otro remake de un clásico hollywoodense, éste de aventuras, La máscara del Zorro (1998).

Como puede apreciarse, el repertorio de Tri-Star Pictures, compañía que rueda en los que antaño fueran los legendarios platós de Metro-Goldwyn-Mayer, íntegramente remodelados por Sony Pictures Entertainment por un coste superior a los cien millones de dólares, abarca un rico espectro que contempla tanto películas de tendencias comerciales como realizaciones artesanales, en la más pura línea del cine denominado de autor.

 

  

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